Hello! Aquí Isita presente, trayéndoles la actualización de este fic con un poco —mucho— de retraso y algunas palabras más corto, je. Espero y les guste mucho y, si así resulta, le den su amor correspondiente. :3
Kisisss!
CAPÍTULO 2: LA MEJOR ACTRIZ.
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—Vamos, Eren; no te desanimes ahora —le dijo Mikasa al poner el primer pie fuera del edificio en donde residían, exponiendo su figura ataviada en un sencillo atuendo de camiseta roja y pantalones al calor del inminente verano, volviéndose a mirarlo con exasperación.
—¡¿Pero cómo voy a salir así?! ¡Estoy ridículo! —espetó él con obviedad, ocultándose tras la puerta.
—Dónde quedó la determinación de antes, ¿eh? —cuestionó su amiga, alzando ambas cejas y posando los brazos en la cintura—. Anda, sal de una buena vez. Si estás muy guapa —le dijo con un evidente dejo de sonrisa que Eren no pasó desapercibido.
—¡No! —insistió con obstinación, escondiéndose aún más.
—¡Bien! —masculló Mikasa—. Olvídate de conseguir el trabajo entonces. Se nota que te mueres por seguir disfrutando de Isabel y sus reproches, ¿no? —inquirió, sabiendo con eso que, con toda seguridad, lograría sacarlo de ahí.
Él gruñó.
—Bien, bien; ya salgo, carajo —aceptó con rendición, dirigiendo sus inseguros pasos hacia el exterior y mostrándole así al barrio su "nueva forma".
Para la entrevista de trabajo, Eren había tomado prestado del armario de su amiga un coqueto vestido amarillo que le llegaba por encima de las rodillas, el cual tenía anchas y cortas mangas que simulaban ondas; las que se replicaban en la parte inferior del mismo. Por otro lado, la parte superior de este se ajustaba a los falsos pechos, resaltándolos, que él había hecho con la simpleza de un par de calcetines y un sujetador de Mikasa, decidido a que Levi se fijase en sus atributos. Las sandalias de tacón marrones que llevaba —aparte de ser una auténtica tortura—, hacían juego con el bolso y la fila de botoncillos que decoraban el vestido, y para finalizar su apariencia femenina, la peluca de claros cabellos castaños y mechas rubias caía en una descuidada coleta sobre su hombro derecho, otorgándole un aire de dulzura y desenfado.
—¿Ves que no es para tanto? Luces hermosa, creo que hasta empiezo a dudar de mi sexualidad —lo tranquilizó Mikasa, sonriendo apenas.
Ante eso, las mejillas de Eren se tiñeron de un suave rubor y se abrazó a sí mismo, cómo si con eso pudiera sentirse menos desnudo. A continuación, procedió a observar nuevamente su vestimenta y largó un profundo suspiro, reflexionando si eso de travestirse había sido en realidad una buena idea.
—Te agradezco los ánimos, Mikasa; pero sólo mírame. Es que ni un chico en una discoteca, borracho y con mucho humo se creería que yo soy una chica. Ni de coña —repuso él antes de dar media vuelta, chocando duramente contra otro cuerpo.
—¡Joder! —exclamó una voz que Eren conocía bastante bien. Qué poco había durado su clandestinidad, pensó lamentándose—. Lo siento, lo siento.
—Pero hombre, Farlan, ¿adónde estabas mirando? —cuestionó Mikasa, contemplando como este se agachaba a recoger las cajas de pedidos de la tienda que se encargaba de llevar, así como su bolso que también había caído.
—Pues a cualquier lado, mujer —respondió el hombre sin darle mayor importancia—. De verdad que lo siento, señori... ta —Cualquier cosa que el tendero fuese a decir, quedó atascada en su boca, la cual cerró al alzar el rostro y mirarla, siguiendo el recorrido de sus piernas hasta quedar totalmente de pie. Soltando una risita nerviosa, extendió en su dirección el bolso que él aceptó al tiempo que hacía un enorme esfuerzo por no largarse a reír—. Qué largas tiene las piernas tu amiga, Mikasa.
Al ver cómo este se llevaba la mano tras la oreja, rascándose la zona poblada de su gracioso cabello rubio cenizo, que contrastaba con el celeste de sus ojos, Eren se sintió triunfante y miró a la chica, en busca de su aprobación.
Mikasa esbozó una muy forzada sonrisa, la cual no borró hasta la marcha de Farlan. Tras ello, lo miró con las cejas nuevamente alzadas.
—¿Lo has visto? ¡Las piernas largas dice! —se carcajeó Eren, y su amiga no pudo evitar contagiarse.
Farlan, en sus más de treinta años y con su título de filólogo a cuestas, era uno de los hombres más inteligentes del barrio. Si él se había creído sin problemas que era una chica, entonces eso tal vez significaba que Levi también lo haría.
—Supongo entonces que esta es una primera prueba superada —le dijo esta.
—Bueno, Mika, ya has visto que cuando quiera puedo ser muy delicada y femenina —añadió con aires de grandeza. Acomodándose el bolso al hombro mientras se apartaba un mechón rubio de la cara, se giró en dirección al bar que se hallaba a pocos metros dispuesto después del edificio—. Ay, lo malo son estas bragas que se me meten en el culo —se quejó sin pudor, deteniendo momentáneamente sus pasos para llevarse la mano al trasero y extraer la tela que se colaba entre sus nalgas por encima del vestido.
—Espera —habló la otra con evidentes signos de desconcierto—. ¿Te has puesto bragas?
—Pero claro que sí. ¿Por quién me has tomado? Yo soy una mujer decente —agregó él muy orgulloso antes de seguir su camino, dejando a Mikasa con una de esas miradas que muchos le dedicaban y parecían decirle que no tenía remedio.
El Destripador, como lo había bautizado Kenny muchos años atrás, era un bar que emanaba una acogedora atmósfera de sitio antiguo, con enormes puertas de madera y cristaleras que conformaban la entrada y las cuales siempre permanecían abiertas hasta la hora del cierre. Toda la estructura del recinto llamaba la atención a pesar de su ubicación en el mismísimo final de la calle, en donde esta cerraba y formaba el pequeño barrio al que pertenecía, conformado por algunos edificios departamentales, la tienda de Farlan y demás lugares.
El oscuro ébano que compartían la barra en forma de L y las mesas del lugar, así como las puertas, atrapaban las vistas de quienes asistían casi diariamente allí, envolviéndolos ligeramente en un ambiente elegante, el cual parecía enfatizarse con el negro e impecable piso de azulejos, cuyas vetas blancas igualaban el color de las paredes. A la derecha se hallaba el reservado, mientras que junto a la barra podía apreciarse la puerta que daba al despacho de Levi. El resto de la tienda la conformaban el almacén y el baño, que se ubicaban a la izquierda, tras todas las mesas.
En cuanto puso el primer pie dentro del bar, Eren sonrió complacido de visualizar al dueño tras la barra, listo para interpretar su papel.
—Buenas tardes —saludó, aclarando la voz y acercándose a los taburetes dispuestos junto a la barra para sentarse en uno de ellos, teniendo cuidado de no elevar su vestido.
Automáticamente los ojos de Levi viajaron desde el grifo de cerveza para recaer en su persona, examinándolo fría y calculadoramente hasta ablandarse ante su, imaginó él, belleza cegadora.
—Buenas tardes —respondió este, entregándole la cerveza a uno de sus clientes antes de ir con Eren—. ¿Qué se le ofrece? —inquirió.
Percatándose de que no despegaba la mirada de su cuerpo, él no pudo más que sonreír con coquetería y recargar los codos sobre la barra, acercándose más a Levi y pudiendo así notar cómo este no parecía incómodo con su proximidad.
—La verdad es que... —comenzó a explicar Eren, bajo la atenta mirada del exmilitar, siendo atacado por la risa tonta que le daba en ocasiones serias. Observando de reojo uno de los carteles pegados a una de las columnas del interior para tranquilizarse, le dijo—: La verdad es que vine por el trabajo de camarera. Sí, por el trabajo de camarera. Eso.
—Ah... Ya veo —murmuró el otro, recorriéndolo con la vista—. Pues me parece muy bien, señorita...
—Rosa. Me llamo Rosa —aclaró él, recordando su conversación con Mikasa y obligándose a no salirse de su papel. Que el otro hombre lo descubriese antes de contratarlo, no era una opción.
—Señorita Rosa. Yo soy Levi, el dueño del establecimiento. ¿Tienes alguna experiencia en la hostelería?
—¿En la qué? —El hombre alzó una ceja—. ¡Ah, en esto, en esto! —exclamó Eren, sonriéndole a modo de disculpa—. Pues... ¿sí?
—¿Realmente la tienes? —cuestionó Levi, no pareciendo demasiado convencido—. Ten en cuenta que yo necesito alguien que me eche el trabajo adelante. No puedo contratar a alguien que me sea inútil.
—¡No! Si yo soy muy bueno; digo, buena en esto de atender gente... —repuso, temeroso de estar a punto de perder su oportunidad. Recordando que Levi tenía una pequeña debilidad por las mujeres, y que debido a eso él se estaba haciendo pasar por una, Eren decidió usar eso a su favor. Pegándose más a la barra, le dijo con tono lastimero—: Le prometo que no voy a decepcionarlo, Levi. Deme una oportunidad, ¿sí?
No necesitó una respuesta directa. Al observar la —mal disimulada— mirada nerviosa del otro, supo que acababa de convertirse en su futuro jefe.
Contemplándolo con penetrantes ojos llenos de desconfianza, ojos casi tan verdes como los suyos, Isabel, manteniendo un humeante plato entre sus manos, cuestionó:
—Entonces... ¿me estás diciendo que ya conseguiste trabajo?
—¡Ya te dije que sí! —chilló Eren, impaciente por que su hermana le entregara su ración de macarrones de una buena vez.
—¿De qué? —volvió a preguntar esta, rehusándose a darle su comida.
—¡De camarero, demonios! ¡Aliméntame ya! —exigió él, arrebatándole este y ocasionando que parte del contenido se derramara sobre el suelo—. Ups...
—¡Eren! —lo reprendió Isabel, visiblemente molesta—. ¡¿Ves lo que acabas de hacer?! ¡Te pasa por impaciente!
—¡Aish, lo siento! Tenía hambre —lloriqueó Eren—. Ahora lo limpio.
—Tito~ —canturreó Frieda tras él, abrazándolo por la espalda—. Si ya tienes trabajo, ¿me prestas dinero para salir?
—¿Adónde vas a salir tú? —intervino su hermana, mirando seriamente a su hija—. Te recuerdo que estás castigada.
—¡Peromamá! —se quejó la adolescente, enfurruñada.
—Ni mamá ni nada —gruñó Isabel—. Que sólo me aprobaste Educación Física.
—¿Y de qué te quejas? Si tú eras igual —dijo Carla con su usual calma, pinchando sus macarrones con un tenedor antes de llevárselos a la boca, junto a la muy bien portada Christa.
Isabel la fulminó con la mirada.
—No ayudas, mamá.
Ya estando acostumbrado a ello, Eren suspiró ante los típicos choques de su familia, ignorándolos sin remordimiento. Aprovechando que su hermana parecía haber olvidado el pequeño desastre que provocó y manchó el suelo debido a su torpeza, se dispuso a comenzar con su cena, escaqueándose de limpiarlo.
Ahora que ya tenía trabajo, podía comer sin sentirse culpable, se dijo, aunque en realidad él nunca se había sentido de ese modo; sin embargo, que Isabel ya no pudiese echarle en cara lo muy inútil y vago que era, lo llenaba de satisfacción. Por primera vez, Eren se sentía como alguien productivo.
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