Capítulo 2

Dilemas.

No pudo evitar bostezar y tras el acto una lagrima se derramó por su mejilla. Odiaba a sus amigas, pero principalmente a su hermana por no haberle dicho nada de los planes que tenían. Era de suponer, si ellas habían organizado todo este show.

Tenía sueño y prefería estar en su cama, durmiendo hasta las siete.

En cuanto llegaron al aeropuerto lo primero que hicieron fue documentar las maletas. En todo momento no le permitieron ver el destino e incluso sobornaron al encargado para que no dijera nada al respecto, a lo cual el chico asintió. Incluso Ayame le había quitado su pase de abordar y se lo entregó a Sango.

―Confío en que no se lo vas a dar antes de que estemos por entrar a la cabina.

Pero cuando la castaña lo iba a tomar, Ayame lo volvió apartar.

―Promételo Sango.

―Lo prometo – dijo al fin.

Y sin embargo ahí estaba, esperando en una banca a que anunciaran el vuelo. Un aroma a café la despertó y vio a su amiga Sango, quien le extendía un vaso de café.

―Supuse que lo necesitarías.

Kagome sonrió ante el dulce gesto de una de una de sus mejores amigas y lo primero que hizo fue darle un pequeño sobro.

― ¿Estas bien? – preguntó Sango, sin dejar de mirarla.

Ella se encogió de hombros. Tal vez y Hoyo tenía razón. Pudiera ser que el viaje no saliera bien. Incluso algo pasara, cambiando así toda su vida sin que se pudiera evitar.

―Hoyo dice que nada bueno vendrá de este viaje – dijo sinceramente.

Escuchó como Sango soltaba un bufido. De todas era con quien mejor podía hablar.

¿Recuerdan de lo sensata que era?

―Disculpa que te diga esto. Soy tu amiga, te quiero y aprecio mucho – esbozó una sonrisa – Pero tu maldito prometido es un machista, manipulador y controlador. Y la lista se hace más larga a medida que pienso en adjetivos para definirlo.

―Es mi prometido Sango – exclamó ella – Es sin duda el hombre perfecto.

Ante ese comentario la castaña roló los ojos y sintió el deseo de vomitar. Vaya, su amiga sí que estaba ciega o, mejor dicho, enferma de amo por un hombre que manipulaba todo para su propio beneficio, y Kagome era la persona más vulnerable ante sus maquinaciones. Deseaba arrancarle la venda de los ojos, para que se diera cuenta de una vez por todas la clase de hombre con el que se iba a casar.

Después de todo aún estaban a tiempo. Faltaban tan solo tres semanas para la boda. Le podían dar los reembolsos ya que prácticamente ella había pagado toda la boda. Aunque la suegra hubiese planeado casi todo en su mayoría.

―Es muy atento y cariñoso.

―A veces las relaciones no se basan en la "atención" que el otro nos pueda ofrecer. Sino en la libertad de dejarnos ser. No ser toxico con la pareja y tu novio es demasiado toxico contigo.

Ambas no hicieron ningún comentario con respecto al prometido. Ya que las interrumpió una discusión a varios metros de distancia. Podía escucharse una discusión entre un hombre y una mujer. Aparentemente por accidente ella tropezó con él, derramando su algo sobre su caro traje de corte italiano en color azul marino.

― ¿A quién se le ocurre llevar traje a aun aeropuerto a esta hora? – preguntó Sango.

Pero Kagome no pudo contestar. No solamente la mancha de café sobre ese traje fue lo único que vio. El tipo era alto, más de metro ochenta a lo que podía apreciar. Una espesa mata de cabello oscuro (muy alborotado). Fácilmente podría calcularle unos treinta años. Para su infortunio, llevaba gafas negras por lo cual no pudo apreciar sus ojos.

En cambio, la mujer le llegaba a la altura del pecho. Por lo visto no parecían casados, porque poco después apareció otro hombre y se colocó a lado de ésta, para disculparse con el hombre.

Aunque no podía escuchar bien lo que decían. Logró identificar el sonido de su voz, era profunda, áspera y sobre todo autoritaria. Cuando él simplemente aceptó la disculpa y emprendió su camino. Paso a un lado de ellas y por un momento pareció que sus miradas se cruzaron.

Pero Sango carraspeó, rompiendo así el contacto que ambos habían forjado.

―Ya están anunciando el vuelo – dijo Sango.

―Adelántate – comentó ella – Iré a la farmacia. Necesito comprar unas pastillas para el mareo.

― Si sabes que tengo tu pase abordad, ¿verdad?

Kagome asintió. A lo cual su amiga al ver esos ojos no pudo más. Su debilidad le ganó y le dejó el pase en la mano.

―Si Ayame se entera que te lo di me cuelga del palo más alto. No le digas.

Ella lo abrió y leyó el destino del viaje.

―Cancún ―exclamó – Vaya, que guardado se lo tenían.

―No tardes.

Mientras iban caminado por el túnel. Todo entre ellas eran risas, bromas. Ayame tomó del brazo a sus amigas.

―Ojalá este sea mi viaje ― comentó Ayame.

―En resumen, lo que quisiste decir fue: «muero por encontrar a alguien para que pueda cogérmelo» ― explicó Kikyo.

―Aparte ― confesó la pelirroja.

Ambas estallaron en risa, logrando capturar la atención de los demás pasajeros. Rin se sintió apenada ante el comportamiento de sus amigas.

―Chicas por favor – reprendió – Estamos en un avión.

Ayame roló los ojos y volteó a verla.

―Rin, la palabra "coger" no está prohibida por la real academia española.

Fue tal alta su voz que los pasajeros se le quedaron viendo al grupo de tres chicas. Ayame le molestó eso. Como si ninguno de ellos cogiera y sobre todo vieran pornografía.

― ¿Qué? ― preguntó ella a los pasajeros que la miraban como si no fuera de este mundo― coger, follar, hacer el delicioso – suspiró de frustración ― ¿Es que nunca han tenido sexo en su vida?

―Mejor hay que buscar nuestros asientos ― Sugirió Kikyo, empujándola hacia el frente.

A pesar de que era de madrugad, el avión iba casi a tope.

― ¿Dónde carajo está Kagome? ― preguntó Kikyo al ver a Sango pasar a su lado― Si algo le pasa a esa chica tendré tres pares de ojos queriendo asesinarme y créeme, no es una sensación muy agradable.

Al ser la mayor tenía cierta responsabilidad para con su hermana. No solo de estar en los momentos difíciles y apoyarla, sino cuidarla de todo peligro.

―Fue a la farmacia – respondió Sango. – Y no te preocupes – miró a Ayame, cuando ésta iba a abrió la boca para decir algo – Dejé el pase encargado en la sala de abordaje. – mintió, sabiendo lo especial que era su amiga.

― ¿Fue a comprar preservativos? – preguntó poco después Ayame, un tanto burlona ― Si es así, esa es mi chica.

―Ayame, deja de decir estupideces ― intervino Rin― Te los comprará a ti, conociendo lo descuidada que eres.

Ante ese comentario Ayame frunció el cejo y por primera vez no tenía ningún comentario que añadir.

―Todas sabemos que son muy contadas las veces que ella y Hoyo han tenido sexo ― explicó Kikyo.

―Cierto ―Asintió Ayame ―Es una pérdida de tiempo, lo digo por ella. Capaz que en la luna de miel a Hoyo no se le pare.

―Creo que no es el lugar indicado para hablar de estas cosas ― la interrumpió Sango al ver que los demás pasajeros volvían a centrar su atención en ellas―Una disculpa, mi amiga no sabe lo que dice, está un poco loca.

― ¿Un poco? ― Dijo al unísono Kikyo y Rin

―Para ser sincera espero que se descontrole un poco ―deseó Rin― Tal vez en este viaje conozca a su amor verdadero antes de que cometa el peor error de su vida.

Las demás se miraron una a la otra, después se abrocharon los cinturones de seguridad, pero una de ellas se había quedado inquieta con el comentario.

―Rin, si sabes algo que todas ignoremos, te pido que lo digas ― suplicó Kikyo.

Si algo preciado para una mujer era precisamente eso, una hermana y más si es la menor de la familia. No sólo es la persona que te pide prestado zapatos o se queda con tu blusa favorita. Incluso de protagonizar fuertes discusiones para después en cinco minutos reír como un par de tontas, aun y cuando ya le sacaron canas verdes a su padre de tanta discusión. Es el ser humano que siempre te sabrá dar el mejor consejo, te consolará cuando estés triste. Siempre te dirá tus verdades, aunque duelan. Pero sobre todas las cosas, será el amor más sincero que podrá existir y todo eso para Kikyo era muy valioso, su hermana menor.

― ¿Y bien? ―insistió ella al ver que no tenía respuesta.

Rin se mordió la lengua, pero después negó.

―No quiero hablar de eso. Creo que no es el lugar adecuado.

Kikyo frunció el cejo asintió.

―Está bien, pero esta conversación queda pendiente.

Pero Rin estaba bajo el dilema de hablar o no. Sabía que tenía mucho que decir, pero si lo hacía terminaría por romper las ilusiones de sus amigas. Le preocupaba mucho la reacción que Kagome pudiera tener. No sabía cómo lo tomaría, después de todo estaba muy entusiasmada con su boda.

Así que si, estaba en un gran dilema.

Maldición.

Exclamó para sus adentros. Si no hubiera ido por aquellas pastillas contra el mareo no estaría retazada. Se detuvo solo para abrir el empaque y llevarse una pastilla a la boca para pasarla con agua.

Afortunadamente la azafata que estaba en zona de abordaje la estaba esperando y podía ver que había viarios pasajeros tomando dicho avión. Así que, tenía suerte. Entregó su pase y la chica le regaló una espléndida sonrisa.

―Que tenga buen viaje señorita.

―Gracias.

Pero al llegar al avión no veía por ningún lado a sus amigas. Temía que se hubiese equivocado de vuelo. El cual la llevara a otro destino que no era. Eso solo le pasaba por ver "Home Alone" más de mil veces.

―Señorita el avión casi esta por despegar. Le sugiero que tomé el primer lugar disponible – aconsejo una azafata.

―Lo que pasa es…― trató de protestar.

Ella buscaba a tientas un asiento disponible. La chica la miraba con tanta impaciencia que no quería molestarla más. A medida que avanzaba por la hilera sentía los pasos de la mujer atrás de ella. Entonces sin previo aviso la tomó del brazo y la empujó hacia atrás.

―Ese está vacío, tomé asiento ya – ordenó demandante – No puede estar de pie.

Al girar para distinguir el asiento. Muy poco le importó si estaba en la ventanilla sino quien ocupaba el extremo. Ahí, frente a ella, estaba el hombre de traje azul marino. Solo que, en esta ocasión, ya no llevaba el saco. Solo una camisa blanca, doblada hasta el ante brazo y los mismos pantalones azul marino.

Vaya sí que había tenido tiempo de cambiarse de ropa.

Él alzó una imponente ceja, la miró de arriba hacia abajo con descaro y arrogancia. A ella, a ella le temblaron las rodillas y no supo que hacer. No llevaba sus gafas oscuras y pudo ver sus ojos.

Estos eran dorados, como una mañana de sol.

Hola!

Ya suponemos quien es ese chico (como diría un meme "Será a caso éste mi ser amado?")

De hecho voy hacerles una confesión, cuando me entró la loquera de borrar todas mis historias y duré como dos años y fracción en no subir nada. Todo ese tiempo lo emplee en escribir. Ideas como este fic surgieron, incluso uno más de piratas pero en este caso la prota es la pirata ( este ultimo falta pulirlo más). No se pero, tenía esperanza que a lo mejor algún día iba a egresar y poco a poco estos fics vieran la luz pronto.

Gracias por leerme, nos vemos en otro cap.

Besos y abrazos.

BPB