¡Feliz cumpleaños con retraso, Dei! La idea era terminarlo ayer día cinco, pero hubo problemas técnicos. Y bueno, ya tengo varios fics con "imagínese la escena de sexo no escrita usted", así que decidí terminar lo que el año pasado empecé. :3 Primer lemon escrito desde mi nueva casa~~
Deidara sonríe, mostrando los dientes y le pone la mano en el paquete. Obito deja escapar un largo "mmmmmh" y se frota despacio.
—¿Es este mi regalo? —pregunta, luego toma su cuello, lo empuja hacia él y lo besa.
Obito jadea y aprieta a Deidara entre sus brazos, sus dedos se cuelan bajo la camisa y manosean la espalda, rudos y ardientes.
—Me gusta regalarte lo que sé que te gusta —responde Obito y aplasta a Deidara contra la puerta, aparta su cabello a un lado y roza su cuello con los labios.
—Mmmm...
La erección de Deidara palpita junto a la suya cuando Obito lo muerde. El corto y sensual gemido que suelta, el olor del perfume que ya ha aprendido a asociar con Deidara calientan la sangre en sus venas y Obito sigue mordiendo mientras le abre los pantalones con manos impacientes.
Al otro lado de la puerta un par de invitados intentan pasar. Obito da una patada a la puerta en cuanto comienza a abrirse y quien quiera que estuviese al otro lado no lo intenta más.
Deidara separa un poco las piernas y estira el cuello mientras lo agarra con fuerza del pelo. Obito desabrocha el botón superior de la camisa.
—¿Sabías que hay un cerrojo? —pregunta Deidara, sacándole la camiseta a Obito de un tirón.
Interrumpido de su labor, Obito enarca una ceja.
—No, porque tú no me dijiste —responde y gira el cerrojo.
—Sé que te gusta el peligro, hmm.
Obito termina de desbrochar la camisa de Deidara y sonríe al verlo sacar los brazos de las mangas.
—Sí, pero no hoy.
Entonces flexiona las piernas, se abraza a su cintura y lo levanta en peso. Deidara ahoga un pequeño grito y se agarra fuerte a él cuando lo intenta dejar en la cama, haciendo que se caiga sobre él. El roce contra su piel lo hace gemir un poco.
—¿Seguro que a tu amiga no le importa? —pregunta Obito.
Deidara acaricia sus costados en dirección descendente. Está tan hermoso tirado en ese edredón verdiazul con adornos dorados, que Obito a penas puede contenerse.
—Nah, ella lo sugirió. Hay confianza.
Sus manos llegan al culo de Obito y Deidara empuja, apretando las erecciones de ambos la una contra la otra. Obito gruñe, clava los codos en el edredón y le muerde los labios. Deidara contraataca y le devuelve el mordisco. Sus caldeados alientos chocan, sus lenguas se buscan desesperadas. Obito siente como la pierna derecha de Deidara rodea su cintura y baja por su cuello a su clavícula dejando besos húmedos.
—Estoy decidiendo cuantos orgasmos voy a darte —dice Obito, pellizcando un pezón tatuado—. Si lo llego a saber, me habría traído el vibrador.
—Mmm... Mira en mi bolsa, está debajo del escritorio.
Obito mira para atrás y suelta una carcajada.
—Por supuesto —dice, poniéndose en pie—. Quítate los pantalones. Voy a empezar con un mamada de cumpleaños.
Deidara responde con un gemido ronco. Obito lo escucha desnudarse mientras abre la cremallera de la bolsa de Deidara y busca. Saca el pequeño aparato rosado metido en su funda y echa un vistazo dentro.
—Lubricante también, me gusta que pienses en todo —responde Obito.
—Eso siempre.
Cuando Obito vuelve a mirarlo, Deidara está desnudo, con las piernas dobladas sobre su cuerpo y sus manos agarradas a sus nalgas. Obito se estremece de ganas y resopla. Después quita el tapón del lubricante con tanta fuerza que sale despedido. Deidara ahoga una risa.
—Tu culpa por provocarme así —dice apoyando una rodilla en la cama.
Obito echa lubricante en su mano, destapa el vibrador y se asegura de que queda bien cubierto. Su erección protesta cada vez que se fija en el agujerito rosado frente a él.
—Casi me siento como si en cumpleañero fuera yo —susurra y frota el vibrador en el culo de Deidara.
—Al menos, me estás abriendo como a uno. ¡Ah... M-ierda!
La punta del vibrador se introduce en su cuerpo y Deidara gime. Obito lo mete y lo saca, como si lo estuviera dilatando con su dedo. Deidara mira como el aparato entra y sale de su cuerpo, llegando cada vez más profundo hasta llegar a la parte más estrecha. Entonces Obito lo enciende.
—Nnnnhhh...
El vibrador emite un zumbido continuo. Obito baja las piernas de Deidara y agarra la base de su erección mientras lo mira retorcerse. Separa los labios y se dobla, echando su aliento a la punta enrojecida antes de darle una pequeña chupada. Obito succiona y Deidara sacude un poco la cadera, haciendo que su boca se deslice hacia abajo, siguiendo una de las venas marcadas y llegue a sus testículos. Sus enérgicas respiraciones se superponen al sonido del vibrador y de la música de abajo. Su lengua sube de nuevo y lame el precum que va brotando de la punta.
Obito pone más lubricante en su mano y masturba a Deidara. Los sonidos que salen de su boca vuelven loca a su verga. La siente palpitar contra su pantalón semiabierto, deseosa porque llegue su turno.
—Se ve tan apetitosa —susurra Obito contra el glande.
Entonces comienza a masajear la cabeza con sus labios, dándole lametones de vez en cuando. Deidara no se pierde detalle y cuando sus miradas se cruzan, Obito succiona. Centímetro a centímetro, se traga la erección. Su boca sube y baja sin prisa. La mano de Deidara se cierra sobre un mechón de su pelo a la vez que sus caderas embisten un poco. Obito y Deidara gruñen a la vez. Se saca la verga de la boca y lo masturba de nuevo. Su mano izquierda acaricia sus testículos. Están hinchados.
—Te voy a exprimir hasta la última gota que tienes aquí —le dice.
Deidara se estremece con ganas de más. Sus ojos vridriosos, la forma en que susurra su nombre lo hacen perder la cabeza. Obito apoya los labios en la punta de su verga y se la va tragando con lentitud hasta llegar a su base. Deidara le estruja el cuero cabelludo y para cuando Obito empieza a subir y bajar la cabeza, sus gritos son tan altos que no duda de que lo estén oyendo afuera. Su ritmo lento se vuelve más y más rápido, encontrando las embestidas de Deidara. Necesita sentir ya como se corre, como se descarga en su boca.
Obito cobra más velocidad cuando siente los músculos de Deidara tensarse y sus piernas apretarse contra él. Su mano baja a la parte posterior del vibrador. Obito le sube la intensidad y la baja. La sube y la baja y mantiene el ritmo de su boca hasta que Deidara emite un grito prolongado y su verga se sacude en su boca. Sus caderas tiemblan mientras saborea se llena de corrida, caliente y salada. Obito traga todo, escuchando a Deidara respirar. Después da marcha atrás y succiona la punta, llevándose las últimas gotas que quedaban por salir.
—Me encanta cuando suenas tan sexy —dice Obito, apagando el vibrador.
—Me encanta cuando —Deidara intenta decir algo, pero su respiración aún no se normaliza—, esto.
Obito saca el teléfono del bolsillo trasero de su pantalón y mira la hora. Las ocho menos diez.
—Queda poco para el pastel —dice y deja el teléfono en el suelo y se saca el pantalón y el boxer—. Diez minutos para hacerte acabar.
Deidara observa como Obito se masturba.
—Que le jodan al pastel—dice y se abre de piernas—. Méteme esa cosa.
Obito se echa sobre él y lo besa mientras ríe sin poder evitarlo. Deidara le pasa la pierna por la cintura, agarra su verga y la bombea en su mano. Obito jadea cuando el calor en su entrepierna aumenta de repente y baja dejando pequeñas chupadas de la línea de la mandíbula de Deidara hasta su garganta. Su piel está sudorosa. Ese sabor es como afrodisíaco para Obito y pronto comienza a morder, a chupar con fuerza y a embestir en su mano.
La erección de Deidara recobra algo de vigor.
—Deberíamos usar condón —Obito vuelve a activar el vibrador—. Siento que Kurotsuchi nos va a matar si le manchamos la cama.
Deidara sacude la cabeza.
—No, tendremos —dice y un hermoso gemido interrumpe la frase—... Tendremos cuidado, hm.
—¿Estás seguro?
—Tengo pañuelos —Deidara le guiña un ojo—. Vamos, ya fóllame.
Obito apaga el vibrador y se lo saca. Después recorre con sus dedos entre las nalgas de Deidara. Está dilatado y abierto, esperando a recibirlo.
—Si no vamos a comer pastel no sé qué prisa hay —susurra Obito y baja a dejar un lametón en el agujero.
La respiración de Deidara se vuelve ruidosa con cada pasada de su lengua. Obito lo lame como si fuera una paleta, saboreando el lubricante frutal. Después alterna entre meterle la punta y lamer y nota como el cuerpo de Deidara se retuerce. Obito para cuando nota que Deidara está a punto de quejarse, echa lubricante en su verga y se masturba mientras agarra la pierna derecha de Deidara y la dobla sobre su cuerpo.
—¡Mmmm...!
Deidara se muerde el labio cuando siente el glande toparse con su entrada. Obito se la mete de una, sin encontrarse a penas resistencia. Agarrado a su pierna, comienza a moverse. Deidara gime y retuerce el edredón entre sus manos. Obito se mueve despacio y observa como Deidara se habitúa al ritmo. Su respiración se vuelve áspera y poco a poco va ganando velocidad. Está tan increíblemente caliente ahí dentro que Obito siente la tentación de cerrar los ojos, si no fuera por lo bien que se ve Deidara. Boca entreabierta, piel enrojecida y brillante, erección meciéndose con cada estocada.
Obito se la agarra y lo masturba. Sonríe cuando escucha el gemido agudo y la forma en que Deidara se arquea hacia atrás, casi sin aliento.
—¿Me puedo... sentar en tu polla?
Obito deja de bombear.
—Mmmm. Te puedes sentar donde tú quieras —Obito acaricia su costado y luego su nalga izquierda—. Pero especialmente en mi polla.
Entonces sale de él y se sienta al borde de la cama, brazos apoyados en el colchón y verga bien dura, que se menea con cada movimiento de su cadera. Deidara apoya una rodilla a cada lado de sus piernas, toma su pene y lo dirige hacia su agujero. Un grito se le escapa mientras se deja caer y Obito agarra su muslo con una mano, su verga con la otra y muerde uno de sus hombros mientras ese calor infernal envuelve su verga de nuevo.
Deidara comienza a rebotar. Obito lo embiste hacia arriba. Tardan un rato en sincronizar el ritmo y cuando lo hacen, ambos empiezan a gimotear más fuerte. Se escuchan voces cercanas. Deidara gira la cabeza y sonríe. Ambos contienen la voz, pero sus alientos trémulos y el golpeteo de piel contra piel podrían ser audibles desde fuera, aún con la música.
La música se corta.
—Oh, genial —balbucea Deidara sin dejar de rebotar.
—¿¡Dónde está el cumpleañero!? —grita alguien desde abajo.
Obito cree reconocer la voz pero el peso de Deidara en su regazo y la forma en que cae sobre él una y otra vez se sienten demasiado bien como para molestarse en recordar. Alguien dice algo y Obito escucha risas.
—¡Bueno, empezaremos sin ti! —grita alguien más.
Entonces todo el mundo comienza a cantar cumpleaños feliz. Deidara intenta reír, pero Obito nota lo cerca que está de correrse y la risa se le corta de golpe cuando siente los dientes rozar su nuca y Obito jadea su nombre cerca de su oído.
El interior de Deidara se contrae hasta lo imposible. Los invitados acaban la canción y comienzan a aplaudir. Obito intenta atrapar el semen en su mano pero unas gotas acaban cayendo al suelo. Después sale del interior de Deidara y usa el líquido perlado para masturbarse.
—¡Pide un deseo, Dei!
Su entrepierna se siente tan caliente como un horno. Obito gruñe cuando la tensión se libera y el calor se expande por su vientre y el placer lo atraviesa, nublándole la mente. Su pene palpita, manchando de blanco la baja espalda de Deidara y resbalándose por sus nalgas. Obito las aprieta un momento y con una larga exhalación, Deidara se deja caer, clavándose de nuevo en su verga aún dura.
—¡Soplaremos las velas por ti, tu puedes seguir soplando esa otra cosa!
Suigetsu. Definitivamente Suigetsu. Deidara se gira hacia atrás y lo besa. Obito lo abraza y sonríe con los labios pegados a los suyos. Los invitados siguen aplaudiendo y no pasa demasiado hasta que la música se reanuda.
Su fiesta particular puede continuar.
