Disclaimer: No me pertenece nada. Dreamworks y Disney son los dueños de los universos aludidos.

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Promesa de Invierno

Capítulo 1

— ¡Soy la princesa Anna de Arendelle y ordeno que me suelten!

Entonces, el grito de la llamada princesa se silenció con un estruendoso golpe. Los ojos de los cinco guardianes se abrieron de par en par, dejando escapar un jadeo de espantoso asombro ante la escena que acababan de presenciar. Uno de los hombres, había abofeteado con una fuerza brutal a la chica, la llamada princesa Anna. Ella, por su parte, estaba totalmente perpleja, y un hilo de sangre no tardó en asomarse en su labio inferior.

— Vas a dejar de gritar, princesita, sino este golpe será lo más suave que recibirás — Le dijo con potencia el hombre que la había golpeado. Anna lo miró con una mezcla de rabia y miedo, y todos los hombres a su alrededor rieron — Súbanla al barco, esto terminó.

— ¡Hay que ayudarla! — Exclamó Jack, volteándose a sus compañeros. Todos lo miraron con tristeza — ¿Qué? ¿Qué ocurre?

— Jack, no podemos intervenir en los asuntos de los humanos — Explicó Hada con tristeza en su mirada. Jack apretó los dientes, y Conejo suspiró, enojado, mientras observaba como el navío comenzaba a alejarse de la orilla. — Nuestra misión es hacer felices a los niños, no podemos incidir en lo que ocurre.

— ¡ANNA!

Un grito desgarrador interrumpió la conversación de los guardianes. El barco había tomado distancia de tierra firma, y una muchacha de tez pálida y cabello rubio platino, se estaba bajando de su caballo. Estaba rodeada de muchos soldados, y un chico rubio, que estaba desmontando a un reno. Jack apretó los puños, dándose cuenta de que la chica había llegado demasiado tarde. El navío ya estaba bastante lejos.

Sin embargo, lo que presenció a continuación, lo dejó con la boca abierta. La chica puso un pie en el agua y comenzó a andar, dejando un rastro de hielo. A pesar de los gritos del muchacho rubio, ella no se detuvo y, con un movimiento de muñeca, hizo un proyectil de hielo que lanzó hacia el barco. Este provocó un daño inmediato a la parte delantera, pero no logró detenerlo.

— ¡Es la Reina de Hielo! ¡ATAQUEN!

Los navegantes se pusieron en posición con sus flechas de fuego, apuntando a la reina. Las flechas se dispararon, pero la reina construyó un escudo que la protegió, sin dejar de avanzar. Los gritos del hombre rubio sonaban desesperados, ante la situación peligrosa en la que la chica se encontraba. Ella, nuevamente haciendo oídos sordos, colocó otra coraza al notar que otra lluvia de flechas venía en su dirección. Esta vez, estaba tratando de rodear el navío, para encontrar un punto inteligente donde golpear.

Los cinco guardianes estaban perplejos, viendo cómo la muchacha se deslizaba con agilidad sobre su camino de hielo, mientras lanzaba proyectiles. Sus acciones estaban provocando que los tripulantes se cubrieran, por lo que sus flechas ya no eran demasiadas. Jack percibió la mirada desesperada, pero concentrada, de la chica. Estaba dando pelea, y estaba dispuesta a ganarla.

Sin embargo, un sonido monstruoso sacó a todos de sus pensamientos. Cañones se asomaron en la cubierta del barco, y todos apuntaban a la reina. Los guardianes se tensaron. A pesar de sus corazas de hielo, el impacto de un cañón era suficiente para asesinar a cualquier ser humano. De inmediato, todos los soldados bramaron, intentando que su reina volviera a tierra.

Jack, por su parte, se dio cuenta que la chica había quedado perpleja, conocedora de su suerte.

— ¡ELSA!

El grito de Anna acompañó el rugido de los cañones. Todo sucedió en cámara lenta. Iban directamente a la reina, cuando una ventisca provocó que ella saliera disparada hacia arriba. No era demasiada la distancia, pero fue suficiente para esquivar los proyectiles, los cuales colisionaron en el bosque, lejos de los soldados.

— ¡Jack, no! — Alcanzó a exclamar Norte, antes de ver cómo el muchacho hacía un movimiento con su bastón y derretía el hielo bajo la reina, para que aterrizara en el agua.

Acto seguido, el chico, obviando las advertencias de sus compañeros, se impulsó hacia la reina. Estiró su bastón, formando una pared de hielos en punta. Elsa, quien flotaba en la superficie del agua, estaba atónita. Jack encontró su mirada con la suya, después de colocarse de espaldas frente a ella.

— ¿Qui…Quién…? — Articuló Elsa, entre balbuceos. Jack se puso en guardia, estudiando la situación y escuchando cómo los tripulantes del barco estaban preparando sus cañones otra vez

— ¿Estás herida? — Le preguntó Jack, al saber que ella podía verlo. Por encima del hombro, vio cómo Elsa negó con la cabeza — Bien, vuelve a la orilla. Te cubriré.

Sin esperar una respuesta de la joven reina, Frost saltó su pared de hielo y se impulsó hacia el navío, rodeándolo. Con un movimiento de su bastón, congeló cada cañón de la cubierta, escuchando cómo todos los humanos bramaban que apuntaran sus armas a él. Jack se apoyó en el borde del barco y esquivó un ataque de un sable grueso. Iba directo a rescatar a Anna, cuando notó que un hombre estaba por lanzarle una flecha. Sin embargo, no necesitó cubrirse, pues un boomerang evitó el impacto. El chico sonrió con alivio al notar que Conejo y Norte estaban abordando el barco, con ayuda de Sandy. Todos los tripulantes parecieron sorprendidos, sobre todo por aquel conejo antropomorfo. Jack golpeó el suelo con su bastón, provocando una ráfaga que desmoronó a la mayoría de la tripulación, incluyendo a Anna.

— ¡Solo desármalos o noquéalos, Frost! — Le dijo Conejo, bloqueando con facilidad el ataque de los humanos que quedaron de pie. Jack asintió, y, en un parpadeo, les sacó las armas a los hombres que estaban más cerca de él.

Sandman, por su parte, rodeo a la princesa Anna con su arena dorada. La chica exclamó sorprendida, cuando se dio cuenta de que se elevaba. Jack, sin esperar una invitación de Sandy, tomó a la princesa de la cintura y se impulsó a la orilla, donde la reina y los soldados esperaban. Con rapidez, depositó a la chica en tierra firme y sintió una sensación cálida al pensar cómo Elsa y el chico rubio corrieron hacia ella apenas sus pies tocaron el suelo. Le dio la impresión de que la reina iba a decirle algo, pero tuvo que volver a toda prisa al barco, donde sus compañeros seguían luchando.

— ¡Jack, ayuda a Tooth! — Bramó Norte, apenas lo vio. Jack observó cómo el hombre barbudo bloqueó un ataque de un tripulante, luego de lanzarlo al agua. Después, notó que Hada esquivaba todas las flechas que le lanzaban con dificultad. Incluso, una cuerda amenazante voló hacia ella.

Sin nada más que decir, Jack desvío las flechas y la cuerda, salvando a la guardiana. Sin embargo, no contaba con que uno de los tripulantes estaría en altura, y muy cerca de él. Este, armado con una lanza, golpeó a Jack en la cabeza de improvisto, provocando que el guardián colisionara de forma bestial contra la cubierta del barco. Demasiado atónito para recuperarse, un hombre levantó su espada contra él. Jack iba a esquivarlo, cuando una muchacha rubia bloqueó el ataque. El chico parpadeó confundido, y se dio cuenta de que otra chica pelirroja estaba a su lado también, protegiéndolo.

— ¡¿Estás bien?! — Le gritó la rubia, dándole una patada en el estómago al tripulante, dejándolo en el suelo. Jack intentó asentir, cuando sintió un hilo líquido en su frente. Escuchó cómo la chica maldijo, mientras bloqueaba otro ataque — ¡Canguro, tu amigo está herido!

— ¡Que no soy un canguro, niña! — Respondió Conejo, aproximándose a Jack. El chico intentó levantarse, pero el mareo fue inminente. Conejo tomó a uno de los humanos que estaban por atacarlo y lo lanzó por la cubierta — ¡Aguanta ahí, Frost, esto ya casi termina!

Dichas esas palabras, Jack asintió. Después de un par de intentos, el chico logró sentarse y golpeó la cubierta con su bastón, para desequilibrar a los oponentes de sus aliados. Acto seguido, vio cómo Sandy aprisionó a cada hombre que faltaba con su arena dorada. Hada, por su parte, ayudó a limpiar la zona del vigía y a todos los tripulantes que se hallaban en altura. Al estar todos los humanos aprisionados, Norte y Conejo los desarmaron. Jack dio un vistazo a la orilla, y se dio cuenta de que todos los que habían huido, estaban siendo apresados por los soldados en tierra firme. Además, al parecer, la reina había ayudado a disminuir el fuego causado por los cañones.

— Dios, Jack Frost — Escuchó el murmullo fastidiado de Norte, junto con las pisadas de esas grandes botas. Iba a responder, cuando sintió que el grueso hombre lo agarraba por la cintura y lo levantaba, tomando uno de sus brazos. Jack, ante el movimiento, jadeó.

— Iba a morir… — Susurró Jack, defendiéndose antes de tiempo. Nicholas suspiró.

— Hablaremos luego, ahora vamos a curarte eso — Respondió, en un tono serio, pero preocupado.

Sandman ayudó a todos a volver a la orilla, donde se encontraban la reina Elsa y sus hombres. Entonces, Jack notó la nueva compañía que tenían. Se trataba de dos chicas. Ambas eran jóvenes, como la princesa que había sido atrapada con anterioridad. Una tenía una cabellera rojiza y rebelde, junto con una expresión seria y ojos azules. Tenía su vestido verde manchado, y se notaban los rastros de una anterior pelea en los rasguños de sus manos y la costra de su labio. La otra, la chica rubia que lo había salvado antes, tenía el cabello amarrado en una trenza y ojos azules, siendo su contextura muy delgada. Tenía también marcas de lucha como la pelirroja.

Llegaron a la orilla, y todos observaron al curioso grupo, sin perder la posición de alerta. En ese minuto, Frost se dio cuenta de lo extraña que era aquella situación, pues todos en ese lugar, aunque fueran adultos, podían verlos. Como pudo dentro de su estado, observó los rostros de sus compañeros guardianes, y se dio cuenta que todos pensaban lo mismo. Se colocaron en línea frente al grupo de humanos, y Jack vislumbró a la reina en medio, junto con su hermana y el chico rubio de antes.

— Adler — Llamó la reina, rompiendo el silencio. A pesar de estar completamente empapada y con una larga capa que funcionaba como toalla, aquella chica imponía una presencia bastante sólida e, incluso, intimidante. Un soldado de cabello castaño y ojos azules, que tenía una banda blanca atada en el brazo, se le acercó — Cura sus heridas y examínalos.

— Sí, reina Elsa — Dijo el hombre. Acto seguido, se aproximó a Jack, quien tenía mayor señal de estar herido. Nadie protestó. La reina Elsa observó a cada individuo frente a ella antes de hablar.

— ¿Quiénes son? — Preguntó ella. La rubia notó que los seres más extraños del grupo se miraban entre sí, con duda. Sin embargo, una de las chicas habló.

— Mi nombre es Mérida, soy princesa de DunBroch — Se presentó la pelirroja, con un acento que Jack identificó como parecido al escocés. Elsa posó sus ojos azules en ella, intentando recordar la localidad que Mérida señalaba. — Fui una de las rehenes de esos hombres. Me secuestraron hace cinco días.

— Yo soy Astrid, de Berk — Dijo la chica rubia. Pareció como si tomara aire antes de hablar — Fui secuestrada también, pero hace cuatro días atrás. Me cambiaron de barco anoche, y ahí conocí a Mérida.

— ¿Por qué las secuestrarían? ¿Tienen enemigos? — Se aventuró a preguntar Anna. Astrid apretó los labios y Mérida juntó las cejas, en un gesto pensativo.

— No es necesario que respondan eso ahora — Dijo Elsa, con tono calmado, al ver las expresiones de las muchachas. Anna la miró extrañada, y los semblantes de Astrid y Mérida se suavizaron — Es mejor que todos vayamos al castillo. Descansen, curen sus heridas, y hablaremos.

— Elsa… — Quiso opinar Anna, pero Elsa la calló con una mirada.

— Debo ir a Berk cuanto antes — Dijo Astrid, con un tono urgente. Elsa la miró — Deben estar buscándome, necesito notificar que estoy viva.

— Es mejor que descanses en estos momentos — Le dijo Elsa, sin perder su seriedad. Astrid estaba por protestar, pero la reina levantó una de sus manos con solemnidad — Apenas te recuperes, te enviaré devuelta con una escolta. Lo mismo para la princesa de DunBroch. — Dijo ella. Astrid estaba por abrir la boca de nuevo, pero Elsa se adelantó — Se ve que están heridas, ambas, y supongo que el trato en ese barco fue todo menos bueno, así que es mejor que se preparen antes de partir.

— ¿Cómo sé que no hay nada sospechoso en todo esto? — Dijo Mérida, con desconfianza y, hasta, brusquedad. Elsa se volteó a ella con seriedad. Incluso los guardianes se sintieron expuestos ante aquella mirada.

— Esos hombres intentaron secuestrar a mi hermana — Respondió Elsa, con un tono que, aunque fuera serio y penetrante, buscaba entendimiento por parte de Mérida. Lo sabía por su leve temblor al comenzar la frase. La pelirroja fijó su vista en Anna, quien tenía la misma marca que ella en el labio, solo que más reciente. — Además, arriesgué mi propia vida para detener ese barco. Créeme, princesa Mérida, que lo que menos soy, es aliada de estos hombres.

Sin decir algo más, la reina se volteó, y se encaminó al caballo que sus soldados le tenían preparado. Cuando se subió, miró a los guardianes. Adler había limpiado la herida de Jack, y estaba chequeando sus pupilas. Cuando el soldado notó que la reina los miraba, dejó sus acciones y se colocó firme frente a ella. Jack levantó la vista para encontrarse con la mirada de la reina. Luego de eso, Elsa observó al grupo en general, antes de hablar con propiedad.

— No sé qué criaturas son, ni de dónde vienen, pero quiero que vengan al castillo a una audiencia conmigo, reina Elsa de Arendelle — Dijo la reina. Los guardianes se miraron, y ella no dejó su presencia solemne ni por un segundo — Supongo que comprenderán mi desconcierto, y espero que puedan explicar sus intenciones.

— Creo que nuestras intenciones son lo único que podemos explicar, Su Majestad — Respondió Norte, con calidez. Elsa asintió, y Jack pudo jurar que una leve sonrisa quiso asomarse en su rostro.

— Con eso es suficiente por ahora — Respondió la reina, para luego mirar a Adler — Cura sus heridas lo más que puedas y regresa con la princesa Mérida y Lady Astrid al castillo.

— No soy Lady Astrid, solo Astrid — Corrigió la rubia. Elsa la miró, y al ver que le estaba sonriendo, asintió.

— Astrid será — Confirmó ella, para luego observar a Adler. El soldado le hizo una reverencia. — Dejaré una escolta para ustedes, de todos modos.

— Entendido, reina Elsa — Dijo Adler, con una voz clara y ronca.

Entonces, con un asentimiento de cabeza, la reina Elsa tomó las riendas de su caballo y se retiró del lugar. Adler terminó de revisar a Jack, diciéndole que necesitaría puntos. Hada fue la que tuvo el semblante más preocupado al respecto, y Norte se acercó, manifestando que podía examinar a las muchachas, pues él haría aquella labor con su compañero. Adler asintió, le entregó los elementos a Nicholas, y se aproximó a Astrid y Mérida. Hadita, por su parte, se acercó a Jack y se acurrucó a su lado, ganándose una sonrisa del chico.

— Un tonto es lo menos que eres — Acusó Conejo, cuando Astrid, Mérida y Adler se habían retirado con la escolta de la reina. Jack, sentado en el césped bajo el cuidado de Norte, bufó. Conejo se cruzó de brazos, molesto — Hablo en serio, Frost, esto es grave.

— ¿Grave por qué? No hicimos nada malo — Manifestó el chico. Norte lo miró.

— Primero, esta vez nosotros hablamos, porque estoy cosiendo puntos y, cuando haces expresiones, se me hace difícil hacerlo — Dijo el hombre. Jack no dijo nada, solo bajó la vista. — Segundo, sí, puede ser que no hayamos hecho nada malo, pero esto puede significar un cambio en la historia. — Ante la mirada de desconcierto del joven espíritu, Norte suspiró — Jack, no sé si lo notaste ya, pero es obvio que viajamos en el tiempo.

— ¿Eh?

— Sí, Jack, estaremos en algo así como el 1800 — Aclaró Hada. Jack no pudo mirarla por su posición, pero supuso que estaría con una expresión de clara preocupación, al igual que Hadita — Pero es extraño, porque todos podían vernos, y no recuerdo para nada a las personas que estaban aquí.

— ¿Qué quieres decir? — Preguntó el chico. Norte lo miró con enojo al moverse, y Jack le lanzó una mirada de disculpas.

— Aunque crezcan, siempre recordamos a todos los niños que estuvieron a nuestro cuidado — Explicó Conejo. Sandman asintió, haciendo un sonido de campanas — Sin embargo, por lo que veo, nadie recuerda ni a una tal Elsa, ni Anna ni tampoco Astrid o Mérida.

— Exacto, es como si jamás hubiesen estado — Complementó Norte, cortando el hilo de curación. Jack tomó esa acción como el término de su trabajo. — Tampoco recuerdo una localidad como Arendelle, DunBroch o Berk.

— ¿Quizás el Hombre de la Luna nos trajo a una realidad alterna? — Todos observaron a Jack como si tuviera tres cabezas, y él bufó, antes de cruzarse de piernas — Si lo piensan, no es tan descabellado. Si alguien hubiese tenido los mismos poderes que yo, definitivamente lo recordaría también.

Un tintineo de campanas fue la respuesta a las palabras de Frost. Todos observaron a Sandman, y, con una habilidad que solo los años juntos les había otorgado, entendieron sus palabras. Todos colocaron una expresión pensativa.

— Si Pitch de verdad abrió un portal a una realidad alterna, eso sería un grave problema — Dijo Norte, con seriedad.

— Pitch ya había mostrado interés en mis poderes — Reveló Jack. Todos lo miraron y él bajó la vista — Esa vez, luego de que arruiné la pascua, peleé con él, y me ofreció unir fuerzas, porque la oscuridad y el hielo eran una buena combinación.

— Entonces, tal vez ese bueno para nada esté tras los poderes de esta reina — Completó Conejo, refiriéndose a Elsa. Ante sus palabras, todos parecieron pensativos y preocupados.

— ¿Deberíamos decirle? — Se aventuró a preguntar Jack. Todos se miraron entre sí, siendo Norte el que tenía un semblante más decidido.

— No — Zanjó el hombre. Todos lo miraron — No podemos decirle algo así sin tener pruebas. Sembraría el pánico en su reino.

— Casi secuestran a su hermana también, creo que es mejor investigar y, cuando comprobemos los planes de Pitch, decírselo — Opinó Tooth. Todos la miraron con aprobación. Entonces, Sandman hizo un par de dibujos arriba de su cabeza, y todos asintieron.

— Exacto, también hay que patrullar cerca del castillo, y proteger a la reina en todo momento, pues ella sigue siendo el posible objetivo de Pitch — Dijo Conejo.

— Entonces, ¿Qué le diremos a ella? — Todos se giraron a Jack y él se levantó con lentitud, siendo ayudado por Conejo — Es decir, quiere una audiencia lo antes posible.

— Espero que entienda que no podemos revelar quiénes somos — Comentó Hada, encogiéndose de hombros. Todos se quedaron en silencio, pensativos.

— Deberíamos decirle que estamos en una investigación — Dijo Conejo, cruzándose de brazos.

— Exacto. Decirle que somos de un lugar lejano, que claramente no podemos revelarle mucho, y que estamos recaudando información acerca de comportamientos mágicos — Complementó Nicholas. Todos asintieron.

— Pero, tiempo… — Todos se giraron a Jack, y él suspiró antes de hablar — Entonces, ¿En este mundo existen los guardianes? Y si no fuera así, ¿Por qué seguimos con nuestros poderes?

Hubo un silencio sepulcral. Los guardianes parecieron hacer una danza con sus miradas. Primero, se miraron entre todos, para después clavar su vista en el suelo o en el azul del cielo. Hada suspiró, y Conejo, junto con Norte, parecían matarse las neuronas para pensar en algo. Sandy miraba a todos con tristeza, y Jack resopló, caminando con su bastón al hombro. Las campanas de Sandman rompieron el silencio, y todos sonrieron levemente al entender lo que decía.

— Sandy tiene razón — Dijo Hada, con un poco más de calma — Hay que averiguar todo esto, pero lo más importante es la seguridad de las personas de Arendelle.

— Bueno, entonces lo primero que haré es ir a apagar el fuego que queda del bosque — Dijo Jack, notando cómo aquel incendio aún no estaba totalmente apagado. Algunos soldados y bomberos estaban terminando de hacerlo. Conejo lo miró con desaprobación.

— Frost, estás débil aún. La reina ya controló eso en su mayor parte — Le dijo el animal. Jack hizo oídos sordos, y comenzó a caminar — ¡Oye! Hablo en serio mocoso, vuelve aquí y deja a los otros hacer su trabajo. Estás con puntos en la cabeza, no seas ridículo.

— Al menos deja que Sandy te lleve — Le dijo Norte. Sandy asintió, preocupado y el chico resopló. — Conejo tiene razón, Jack. No puedes arriesgarte a hacer movimientos bruscos ahora, y eso implica volar. — Ante las palabras de Nicholas, Jack miró a todos. Realmente, se veían preocupados por él, aunque Conejo lo mostrara más con su enfado. El muchacho suspiró y asintió con suavidad.

— De acuerdo — Dijo él. Sandy sonrió e hizo un avión dorado con su arena. Todos parecieron aliviarse al ver cómo Jack se subía en la parte de atrás — ¿Nos vemos después para la audiencia con la reina?

— Sí. Esconderemos el trineo para no llamar innecesariamente la atención — Dijo Norte. Jack y Sandman asintieron antes de elevarse por los aires.

— Es un mocoso insoportable cuando se trata de ayudar a los demás — Comentó Conejo, caminando hacia el trineo. Hada y Norte sonrieron.

— Realmente lo es — Afirmó Hada, tomando un costado del objeto y empujando junto a los demás. Sus tres hadas pequeñas sonrieron ante lo dicho por su mandamás.

Así, Jack Frost y Sandman apagaron los puntos incendiados del bosque luego de un par de horas. Los soldados y bomberos, a pesar de estar impactados por la apariencia de aquellos seres mágicos, agradecieron la ayuda, alegres de que el fuego no siguiera alimentándose de los árboles. Cuando acabaron, se juntaron con Conejo, Norte y Hada. Resultó que los túneles de Conejo servían aún, pues los había probado mientras esperaban. Sin embargo, creía que se demoraría en llegar a la Madriguera. Norte se subió al avión de arena, junto con Jack, mientras Hada y Conejo se fueron por su cuenta al castillo.

Ahí, los esperaría la reina Elsa, con más de alguna pregunta.

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El chico castaño no dejaba de pasearse de un lado a otro, por los terrenos de la aldea. Cada vez que escuchaba algo parecido a un graznido, levantaba la vista, pero se decepcionaba cuando veía el cielo despejado. El dragón oscuro, a su lado, lo seguía con la mirada, preocupado.

Entonces, uno de los dragones aterrizó. El chico se volteó, y vio cómo una mujer con cabello de su mismo color y un arma alargada en su espalda, se presentaba frente a él. El chico se acercó. La impaciencia y ansiedad estaban en los ojos verdes de él, por lo que no era necesario que pronunciara preguntas. Sin embargo, la poca esperanza que tenían, se desvaneció cuando la mujer negó con la cabeza. El chico apretó sus puños, y, con determinación, subió en el dragón oscuro, dispuesto a emprender el vuelo.

— Hipo, por favor — Lo detuvo la mujer, colocándose frente al dragón, impidiendo su avance. Hipo la miró con un fastidio doloroso, y la vikinga juntó sus cejas con súplica — Has volado todo el día anterior. Sé que quieres encontrarla, pero Chimuelo y tú deben descansar. No has dormido en dos días.

— Querer encontrarla es poco, mamá — Soltó Hipo, con brusquedad. Su madre volvió a mostrarse preocupada al darse cuenta de las ojeras que se presentaban en el rostro del castaño. — No debí enviarla a esa misión sola, sabía que era peligroso pero, así y todo, lo hice.

— Astrid es una de las mejores jinetes que tenemos, y estaba calificada para esa misión — Intentó calmarlo la mujer. Hipo bajó la vista, demostrando su rabia, y Chimuelo bajó sus orejas, disgustado. — Hijo, te lo suplico, duerme al menos un par de horas. Sabes lo que podría ocurrir si montas a Chimuelo en estas condiciones. Ustedes deben estar en un estado óptimo para volar, sino la situación empeorará.

— ¡¿Cómo puedo dormir si Astrid está ahí afuera?! ¡HAN PASADO DOS DÍAS DESDE QUE DEBIÓ LLEGAR Y AÚN NADIE SABE DE ELLA, POR ODÍN! — El grito de Hipo sonó como un rugido en todo el eco de la montaña. Algunos aldeanos y guerreros, incluso, se voltearon con empatía hacia su desesperado jefe. Su madre suspiró, y avanzó hacia él, tomándole la mano.

— Hipo, la encontraremos. Astrid es una mujer fuerte, digna esposa del jefe de Berk — Declaró ella. Hipo apretó las facciones de su rostro y la mujer lo tomó del mentón, obligándolo a encontrar sus ojos. — Como me llamo Valka, Astrid aparecerá. Pero no puedes arriesgar tu integridad, ni mucho menos la salud de tu dragón.

El joven jefe iba a protestar nuevamente, pero un doloroso graznido llamó su atención. Hipo se bajó de Chimuelo al notar de quien se trataba. Valka suspiró de alivio, y, junto a su hijo, se acercó al lugar en el que la criatura iba a aterrizar. Era Tormenta, el dragón de Astrid. Hipo casi sonríe, al pensar que su esposa podía haber llegado. Sin embargo, toda la calidez de esa sensación se esfumó, cuando notaron que el asiento de Tormenta venía vacío. Al llegar a tierra, la dragona colapsó, y Chimuelo le graznó con suavidad, manifestando su preocupación.

— Traeré a Patapez y un brebaje — Dijo Valka de inmediato, corriendo a las viviendas. Hipo se aproximó a Tormenta, y notó que tenía algo en sus colmillos.

— Dame eso, chica — Susurró Hipo, acercando su mano al hocico de ella. La dragona, entendiendo el gesto, lo abrió levemente, dejando que el chico retirara lo que tenía inserto en su dentadura.

El vikingo tomó la suave tela entre sus manos, y la abrió. Era una bandera, de un barco, probablemente. A pesar de lo maltratada que estaba, podía vislumbrarse un escudo de color amarillo, junto con los colores verde y morado. Era un símbolo que no reconocía de ningún lugar que hubiera explorado, pero, si Tormenta lo traía con ella, era una pista para encontrar a Astrid.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo.

— ¿Qué es eso? — Preguntó Valka, cuando llegó en compañía de un par de vikingos y Patapez, quien de inmediato se arrodilló a un lado de la nadder. Hipo levantó la vista y le tendió la bandera.

— Lo traía Tormenta — Respondió Hipo, mientras su madre tomaba la tela entre sus manos. El jefe notó que su expresión, al escucharlo, cambió de curiosidad, a temor. El castaño apretó los puños — Es de un barco. Probablemente ellos tienen a Astrid.

— Conozco ese símbolo — Dijo Patapez, mientras depositaba paños fríos y le daba un brebaje a Tormenta. Hipo y Valka se voltearon, expectantes. El rubio le echó otro vistazo a la bandera y asintió con seguridad — Lo vi en uno de los libros que tenemos. Es de Arendelle, una nación al norte de aquí.

— ¿Y por qué demonios no sé de ella? — Preguntó Hipo, frustrado de pronto. Patapez juntó sus cejas con preocupación y el joven jefe resopló — Lo siento, Patapez, es que creo muy extraño todo esto, porque estoy haciendo un maldito mapa hace mucho tiempo y jamás he oído de esa nación.

— Tal vez tome más tiempo llegar y por eso no la has encontrado — Comentó Valka. Hipo la miró y ella depositó una mano sobre su hombro, nuevamente mirándolo a los ojos — Hijo, si lo que dice Patapez es cierto, lo más probable es que ellos tengan a Astrid.

— No voy a cometer el mismo error de la última vez — Declaró el vikingo. Valka apretó sus facciones, e Hipo la miró directamente — Si se niegan a devolver a Astrid, sé lo que tengo que hacer — Ante las palabras del chico, los aldeanos a su alrededor asintieron. Hipo, con su mayor voz de autoridad, proclamó — ¡ARENDELLE ES EL PRÓXIMO DESTINO DE LOS GUERREROS DE BERK! ¡TIENEN HASTA EL MEDIODÍA PARA ALISTARSE, IREMOS A RESCATAR A ASTRID!

Con un grito de afirmación por parte de los vikingos, todos comenzaron a moverse. Hipo le dio instrucciones a Chimuelo para que descansara, y Patapez le dijo que en su hogar había brebajes de energía, por si el sueño no era suficiente. El joven jefe se puso en marcha, encaminándose a la herrería, donde Bocón el Rudo estaría preparando los equipos para sus guerreros. En su trayecto, levantó sus ojos verdes, fijándolos en la figura de piedra de su padre.

Esta vez, no habría riesgos.

Esta vez, no perdería a nadie más.

Traería a Astrid de vuelta, sin importar el precio.

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