Akili miró hacia arriba y se quedó viendo por unos segundos. «Quizás... pueda llegar hasta la superficie». Pensó para sí mientras levantaba una ceja. Para ella era un gran logro. O quizás no. No solía salir con mucha frecuencia de su túnel, y se cuestionaba cómo era el estar allá arriba.
Bajó su cabeza lentamente, hasta tener la vista en el frente. No había nada novedoso qué mirar más que oscuridad y la explotadora rutina a la que estaba sometida su familia y compañeros. Todo por sobrevivir. La fuerza de su respiración aumentaba cada segundo; quería armarse de valor para ver cómo podía realizar la idea que ya tenía en su cabeza, retumbando como el sonido del aleteo de una mosca.
Con rapidez se deslizó por los túneles principales para salir. Miró con rapidez y prevención a ambos lados para asegurarse de que no hubiese ningún depredador cerca de ella. Escuchaba voces que provenían del subterráneo, voces de su tía y abuela buscándole, mencionando su nombre. Algo dentro de ella, tal vez su consciencia, le daba la sensación de querer volver, sin embargo, no se decidió a dar marcha atrás, no quería llegar abajo con las manos vacías. Para ella, ya no era hora de pensar, sino de hacer. Pero... tenía miedo, tanto miedo que ya temblaba con solo pensar que alguien podría comérsela.
— Okay, no muy lejos. No muy lejos—murmuró mientras avanzaba hasta lograr salir.
— ¡¿Pero a dónde vas?! —le preguntó su tía Inaya al verle partir hacia el horizonte desde atrás. Tenía un semblante que bien reflejaba su preocupación. Su corazón vibraba de la rapidez con la que latía. Se puso la mano en donde estaba ubicado, se preguntaba a sí misma cómo no le había dado un infarto.
Para Inaya, Akili no solo era su sobrina. Fue como su hija, amándole más cada día y cuidando de ella como pensó que nadie más lo podría hacer. Lo que había ocurrido antes les ha marcado fuertemente a ambas, ella lo sabía. Se había prometido a sí misma cuidar de ella y protegerla, por lo que esta acción de su parte, esta idea que le parecía descabellada, que no comprendía, le disgustaba.
Akili le miró de reojo, dándole una sonrisa que expresaba un nerviosismo evidente. Parecía ya no estar tan segura de lo que hacía.
— Volveré pronto, solo haré algo. —dijo en voz baja mientras que con su pata derecha hacia un gesto que le indicaba a su tía que bajase el volumen de su voz.
— ¡Te van a comer aquí afuera! —Inaya temblaba como cachorro bajo la lluvia, mirando con temor a cada rincón para asegurarse de que no hubiese alguien cerca.
— No si hacemos silencio. Solo será un momento, ¿de acuerdo? Volveré.
La agilidad que tenía evidentemente era reducida, pero a pesar de encontrarse en un momento lleno de adrenalina, pensó que estaría segura si hacía el menos ruido posible.
Nada aún. Agradeció al cielo por ello.
Admirando lo que estaba a su alrededor, luego de no sentir nada aproximándose, sonrió levemente para luego subir a un árbol de tallo grueso y de baja estatura, con varias de sus ramas siendo adornadas con el verde de sus muchas hojas. Entre la gran vegetación que recorría kilómetros, lleno de árboles, como Acacias Adansonias, Albizias, Annonas y otras variedades comunes. Y decidió escalar el Boab (Adansonia Gregorii) más cercano a la colonia. Fue dificultoso al inicio, estaba más acostumbrada a intentar cavar; sin embargo, sus habilidades de suricato no le fallaron por completo.
Se encontraba tan exhausta como una mula caminando con kilos y kilos de carga. No era algo de extrañar de todos modos, puesto a que sus habilidades parecían estar algo oxidadas y la poderosa ola de calor no hacía sino empeorarlo. Inhalaba y exhalaba, profundamente. Le había tomado más tiempo del que esperaba.
Recuperándose del cansancio, miró al horizonte. La tierra cubierta de vegetación armonizaba con los colores del cielo de forma casi perfecta.
—Es hermoso. —murmuró, apoyándose en un espacio entre el tronco y las ramas.
Se quedó así unos segundos más para poder apreciar todo lo que su visión le permitía observar. Desde aquella vista, le dio una mirada hacia las rocas que se encontraban en diversas partes, entre lo más alto del césped y las hiervas. Eso le había otorgado una idea almacenándose dentro de su cerebro como el agua en un baso de vidrio. Pensó bajar para tomar las piedras, no sin antes tomar una de las largas ramas del Boab que serviría luego de sostén.
Bajar al menos le fue más fácil, se escuchó un sonido de sus patas chocando contra la tierra, aunque no era tan potente. Aún así, sintió miedo de que alguien pudiese escucharle, quizás algún depredador. Juntó sus dientes mientras sus pupilas casi daban vueltas de lo mucho que sus ojos miraban a ambos lados.
— Uff. —exhaló como si hubiese recibido un milagro.
Trató de calmarse a sí misma diciendo que todo estaría bien, y se lo repetía constantemente, murmurando mientras se acercaba a la roca.
Vio una pequeña, que para ella era justo del tamaño exacto, lo que deseaba. Se sonrió a medida que la observaba, sintiendo su rugosa textura y su peso. La lanzó con poco impulso hacia arriba e hizo que callera en la planta de su pata, repitió lo mismo un par de veces en menos de ocho segundos. Le pareció excelente, ya tenía una rama y una piedra. Necesitaba algo más que los uniera, pero, ¿Qué sería? No podía usar el vendaje que cubría su muñón, ya sucio y desgastado estaba con el tiempo. No había durado mucho afuera.
— Será mejor que vuelva antes de que la Tía Inaya enloquezca. —Se dijo a sí misma.
Caminaba con algo de desdén hacia el agujero principal que servía como entrada hacia la colonia. Y en cuanto entró, una suricato que le vio, se le acercó.
—Hey, ¿De dónde vienes? ¿Viste Hienas? ¿Leopardos? —Inquirió con una rapidez que Akili apenas podía entender.
—Eh...¿No?—Akili estaba confundida al principio, pero luego pensó que podría haber sido porque creía que era alguna vigilante o algo concerniente a eso.
— No tienes nada qué ver con ningún tipo de vigilancia—Interrumpió una voz gélida, pero tan impactante como el hielo de un Iceberg.
El dueño de aquella voz finalmente se hizo notar al salir entre un grupo pequeño de suricatos que se había detenido momentáneamente, y al parecer, miraban a Akili con desdén. Era él de nuevo, el líder, quien sentía una rara mezcla entre enojo y decepción que ni él mismo podía describir.
—¿Qué hacías allá afuera?—Preguntó, cruzándose de las patas que usaba como brazos, mirándole cual alcaudón. Observó después las cosas que traía consigo y, nuevamente dirigió su mirada poco complaciente hacia ella.
Akili no reaccionó más que con nerviosismo. Puso lo que trajo detrás de sí, como que si aquello pudiese ahorrar algunas de las palaras y evadir las preguntas.
— ¿Y qué es eso?
— No es nada importante.
— No tenías esas cosas antes. Y nadie te dio permiso.
—Ni que fueras mi padre—murmuró agachando su cabeza entre sus hombros. Su tono al hablar era dudoso, pero llamó la atención de su receptor.
La distancia no era muy amplia entre ellos. La expresión de cólera en su semblante decía todas las palabras que Akili podía esperar, pero aparentemente no bastó.
— ¡¿Crees acaso que quisiera ser como alguien que abandonó la colonia porque no le importaba los demás?! — exclamó casi vociferando.
Aquel momento arrebató la positividad de aquella joven. La escena se veía como si un general le gritase a un soldado. Se sintió tan fuerte y doloroso, como un martillo golpeando un vidrio ya roto, dividiéndolo en minúsculos pedazos. Ante este dolor punzante frunció el entrecejo, pero no dudó en fijar su mirada solo en él.
— ¡Al menos fue honesto y más abierto que tú— exclamó. Tenía por seguro que no estaba dentro de lo que quería decir, ¿en qué estaba pensando?—, y que todos! Vivimos siempre huyendo de los problemas y él hizo lo mismo con uno más grande, ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué usa a mi padre de excusa cuando todos hacemos lo mismo? Podrá ser un cobarde, pero hizo lo que ustedes hubieran hecho en su lugar.
Akili le miró con recelo, marchándose molesta del lugar. Los demás le hicieron paso, mirándole con sorpresa. No se sabía si era por su actitud o por los trapos al aire que fueron lanzados en una acalorada, pero breve discusión.
Inaya se acercó al muy molesto suricato que había recibido el atrevimiento de la más joven.
—Por favor, Abu, ignórala—le dijo en súplica. Ella sabía de las grandes consecuencias a las que se podría enfrentar Akili— . Ella solo.. no sabe lo que dice, son solo muchas cosas que pasan por su mente.
Zulai, quien presenció todo lo ocurrido, se quedó viendo a Abu con los ojos entrecerrados y una mirada aterida. Sabía que las cosas que su nieta hacía eran algo fuera de lo común y esta vez estaba expuesta ante el más letal de los peligros; sin embargo, nunca pudo simpatizar con la malicia que veía en él, pues no era la primera vez que mencionaba al padre de Akili de forma despectiva, ya sea con o sin ella presente. Solo observó sin tomar palabra.
—¡Más vale que sepas cómo retener a tu malcriada sobrina! —Abu exclamó con rabia en su voz—Aparte de malcriada es toda una malagradecida—dijo mientras tomaba marcha hacia el túnel que se encontraba a su izquierda— ¡Por mí ya puede irse a donde se le pegue la gana! ¡Que se arriesgue, ya no es mi problema!
Aquellas palabras dejaron a Inaya y al grupo, a excepción de Zulai, impregnados de sorpresa, aunque algo más de tristeza en el rostro de la tía de Akili.
— ¿Se puede saber a qué vino toda esa contestadera? —Inaya preguntó casi exclamando, acercándose detrás de Akili, quien se encontraba en el suelo cruzada de patas inferiores admirando los objetos que había recolectado mientras averiguaba cómo podrían funcionar en conjunto. Miró de reojo a su tía por unos momentos y luego volvió y miró lo suyo mientras que se rascaba la barbilla con su pata superior derecha.
—Él no ve lo que yo veo —contestó la pregunta con un tono de indiferencia— . Parece que nunca lo hará.
—Deberías dejar de contestarle a tus mayores.
—Y él debería dejar de meterse en asuntos que no conoce a profundidad.
— ¿Y qué te da el derecho de hablarle de ese modo? ¡Solo intenta protegerte! ¿Qué no entiendes que es un peligro estar tanto tiempo allá arriba?
Aquellas palabras solo motivaron a Akili, indignada, a incorporarse y a caminar hacia ella lentamente hasta tenerla justo en frente.
—Él no parece darme muchos motivos para quedarme.
— ¿Y eso por qué?
— ¿Por qué? —Akili repitió con el seño fruncido— Siempre que intento hacer algo desde aquí abajo, intentan evitarlo, es como... —hizo luego una breve pausa, hasta que luego comenzaba a actual con algo de exaltación— ¡Como si no quisieran nada de mí! —enseguida, había empezado a enumerar con sus garras cada detalle que exponía— Intento ayudar con la excavación de túneles, pero me alejan; cuando intento hablar y camino, todos están ocupados pero no lo suficiente como para hablar de mí a mis espaldas; y cuando intento dar lo mejor de mí para todos aquí, cuando quiero demostrar de lo que soy capaz, solo... me detienen—inhaló y exhaló lentamente—. No importa lo que haga, nunca lo agradecen o se sienten interesados.
— ¡Vamos, hija, puedes hacer otra cosa que no sean...! Todas estas cosas locas que haces. —Inaya respondió, sintiéndose preocupada por ella.
—¡¿Y qué debo hacer yo?! ¿Nada? ¿Solo quieren que esté ahí mirando a los demás? ¿Por qué?
— ¡Porque lo que haces no es seguro! —Su tía puso después una mirada seria y ponía ambas patas en su cintura.
— ¡Nada de lo que hago es seguro! —gritó, llamando la atención de unos cuantos a su alrededor. En cuanto lo notó, bajó la voz entristecida— Yo no soy segura. Tía... ¿No te has preguntado cómo eso me hace sentir a mí?
Al Inaya escuchar esas palabras, no pudo hacer más que solo sentir pena por quien le hablaba. No tardó en abrazarla con fuerza, algo que a la otra desconcertó. Parpadeó un par de veces mientras mantenía un semblante de impresión hasta luego devolverle la acción y acurrucar su cabeza en el hombro de su tía. Luego se separaron, y al hacerlo, Inaya acarició las mejillas de Akili y le miró con ternura.
— Mi querida Akili. Debes entender que dirán cosas de ti que pueden no ser ciertas, pero no tienes por qué responderles—decía esas palabras claramente refiriéndose a Abu— . Solo ignóralos, tú debes tener tu propio camino sin importar lo que hagan los demás.
—Eso hago—contestó—. Trato de escoger mi propio camino... pero es el incorrecto para ustedes, ¿verdad? —le miró a los ojos con tristeza, y recogiendo sus objetos, volvió y se fue, dejando a su tía detrás viendo cómo se marchaba.
Inaya solía admirar los proyectos que Akili hacía desde niña. Eran frágiles, creativos e inofensivos, algo que podía ver común en los cachorros, aunque ella presentase mayor entusiasmo. Todo aquello había comenzado a agravarse en cuanto su sobrina no parecía tener límites.
