© "Shingeki no Kyojin / 進 撃 の 巨人" y sus personajes pertenecen a Hajime Isayama


Las semanas transcurrieron con normalidad y lo que pasó aquella tarde quedó en el olvido, aunque noté cierto comportamiento diferente en Levi desde entonces. Al principio, me negué a pensar en ello; hasta que volví a sentir la misma calidez, mucho más intensa, originando una tormenta de emociones en mi interior.

Faltaba poco para la Navidad, una de las festividades más antiguas que los humanos todavía celebraban como tradición. A Levi le disgustaba esa fiesta, así que apenas mostraba interés en decorar la casa con los adornos típicos como hacían los demás vecinos. Sin embargo, le gustaba la comida y otras cosas que se vendían en aquellas fechas tan especiales, por lo que un día salimos de compras.

El mercado de Navidad era inmenso, y había tanta gente que, una vez dentro, el frío no significaba ninguna molestia. Las personas gritaban, compraban en los distintos puestos y discutían precios con los vendedores, creando un constante zumbido a mi alrededor. Las voces, los aromas, los colores; todo captaba mi atención, haciéndome sentir más vivo que nunca.

De improviso, sentí una mano tomar la mía con fuerza. Estaba fría a causa del helado clima de invierno, pero me pareció increíblemente cálida al mismo tiempo. Fue Levi, quien me miró con una expresión de clara molestia. Era obvio que el ajetreo, la sobredosis de alegría y espíritu navideño y el constante alboroto eran difíciles de asimilar para él.

—No te separes de mí —ordenó muy serio, y me arrastró al corazón de la multitud.

Compramos bastante comida, en especial productos complicados de conseguir durante el resto del año, pero que en la época navideña se encontraban en la oferta. Había puestos repletos de dulces tradicionales con una pinta deliciosa, aunque Levi no quiso acercarse a ninguno y no pude probar las muestras gratuitas. Solo compró un postre, muy sencillo y que no parecía estar tan rico como los demás, pero no podía quejarme porque era para él.

Al fin y al cabo, yo solo era un androide. No podía ni necesitar comer; solo degustar para servir a los humanos ricos manjares.

—¡Ey, Levi! —Escuchamos una escandalosa voz cuando salíamos de la plaza por una de las calles. Levi se detuvo y miró hacia atrás, buscando a la persona que le había llamado.

Una mano se agitaba de un lado a otro por encima del gentío, y un instante después apareció una mujer. Era alta y llevaba su melena castaña recogida en una cola de caballo. Sus ojos nos observaron abiertos como platos a través del cristal de sus gafas, y una enorme sonrisa apareció de pronto en su rostro. Entonces abrió los brazos, haciendo el amago de estrechar a Levi, pero éste la apartó.

—¡Ni se te ocurra hacer eso, estúpida cuatro ojos!

—Joder, Levi, ¿tanto tiempo sin vernos y así me saludas? —Se quejó la mujer, cruzándose de brazos—. ¿Cuántos años hace que no nos veíamos? ¿Tres?

—¡Solo dos! —Exclamó Levi.

—¿Dos? —Cuestionó pensativa para después empezar a reír a carcajadas—. Es verdad, para que veas lo mucho que te he echado de menos.

Y siguió riendo. Yo no entendía mucho acerca de la conversación, aunque supuse que sería una amiga de Levi. Extrañado, le miré en busca de una explicación, sorprendiéndome al ver lo cabreado que estaba.

De improviso, la risa de la mujer se apagó, y me di cuenta de que había reparado en mi presencia. Estaba completamente seria, analizándome de arriba abajo, como si fuera un raro espécimen que quisiera coleccionar. Luego, se colocó las gafas y me dedicó una sonrisa abierta.

—¿Y tú quién eres? —Preguntó alegremente.

No podía creerlo. En toda mi existencia nadie me había preguntado mi nombre excepto Levi, por lo que me sentí incómodo. Queriendo contestar lo antes posible, comencé a balbucear sílabas sin sentido.

—Me lla… llamo… E… E…

—Se llama Eren —respondió Levi en mi lugar, advirtiendo mi nerviosismo.

Ella clavó su mirada en nosotros, observándonos con detenimiento y un brillo de curiosidad en sus ojos.

—¿Es tu novio? —Cuestionó de repente, dirigiéndose a Levi.

-¡¿What?! —Gritamos a la vez.

Nos dimos cuenta de que en todo aquel tiempo habíamos mantenido las manos entrelazadas, y nos soltamos de inmediato. Fue solo un segundo en el que miré a Levi, el suficiente para percibir un ligero rubor en sus mejillas a causa de la vergüenza. Aparté la mirada, avergonzado también.

—De ninguna manera —aclaró él en voz baja.

La mujer soltó una sonora carcajada, tras la cual nadie dijo nada. El ruido procedente del mercado nos envolvió, mientras ninguno se atrevía a abrir la boca.

—Bueno, ¿y qué te trae por aquí, Hanji? —Preguntó Levi, rompiendo el silencio incómodo de una buena vez—. La última vez que hablamos, habías dejado la milicia y estabas a punto de irte al extranjero.

Los dos comienzan a hablar sobre sus vidas del Ejército. Conocía un poco acerca de la vida de Levi como militar, aunque nada más allá de lo que él mismo decidió contarme. Levi fue sargento del Escuadrón de Operaciones Especiales de la Legión, de la cual formó parte durante mucho tiempo. En aquel entonces, llevaba varios años retirado, trabajando para la empresa familiar de los Ackerman.

Nunca antes había conocido a ninguno de sus antiguos compañeros del Ejército, así que conocer a Hanji debería haber sido emocionante para mí, de no ser porque estaba demasiado ocupado en ocultar el notable sonrojo que cubría mi rostro. Se suponía que los androides carecíamos de sentimientos, mucho menos podíamos exteriorizarlos. Y sin embargo, allí estaba yo, rojo como un tomate, preocupado por si alguien se daba cuenta de ello.

¿Por qué me pasaba eso? ¿Por qué el comentario de Hanji me hizo sentir como…? Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando algo me golpeó en la cabeza.

Levanté la vista del suelo y miré a ambos lados, viendo una figura escondida en uno de los callejones oscuros y solitarios, haciéndome señas para que me acercara. Miré interrogante a Levi, quien seguía conversando con Hanji, ajeno a lo demás. Dudé sobre cuál sería la elección correcta, pero finalmente comenzó a alejarme de ellos para adentrarme en las sombras.

La figura mantenía su identidad oculta mediante la capucha de una capa verde bosque, además de la oscuridad, que dificultaba distinguir sus facciones. Era de estatura baja y esbelta, por lo que pude adivinar que se trataba de una mujer.

—Eres Eren, ¿verdad? —Preguntó. Su voz sonaba clara y calmada, pero el hecho de que supiera mi nombre me resultó incómodo.

—Sí… ¿quién es usted?

Sin contestar a mi pregunta, alzó una mano y se quitó la capucha, desvelando su rostro. En la penumbra, distinguí un cabello rubio con el flequillo a un lado que caía sobre su blanca tez, una larga nariz aguileña y unos finos labios. Sus ojos azules me miraban fijamente con expresión indiferente.

—Eso no necesitas saberlo aún incluye arrastrando las palabras—. Te has dado cuenta de que eres diferente, ¿verdad?

—Yo ... no sé de qué habla —intenté evadir ese tema, pero una inquietante sonrisa asomó en la comisura de sus labios.

—No estás solo, Eren. Yo soy como tú, y hay muchos más…

—¡Eren! —Gritó Levi desde donde estaba.

Me giré, un poco asustado. Al parecer, había terminado de hablar con Hanji y se preocupó al no encontrarme a su lado. Fue la excusa perfecta para interrumpir el discurso de la mujer, que estaba logrando confundirme con tanto misterio.

—Lo siento, debo irme —dije volviéndome hacia ella.

Me sorprendió comprobar que se había desvanecido, aunque después le resté importancia y volví con Levi, quien me esperaba sujetando las pesadas bolsas. Hanji ya no estaba y él hundía la mitad de su rostro entre los pliegues de su bufanda. Empezó a soplar un viento helado que nos sacudió a ambos.

—Deme eso, Levi-sama, yo lo llevaré —dije cuando llegué a su lado.

—Bueno, toma —respondió tendiéndome dos de las cargas.

—Deje que lleve todo.

—Ni hablar, yo puedo con esto perfectamente —sentenció bastante molesto, y comenzó a andar.

Su amabilidad me llegó hondo e hizo que un tenue sonrojo invadiera mis mejillas, lo que por fortuna pude disimular como una reacción de mi piel sintética al frío. A pesar de eso, en mi interior sabía la verdadera razón.

Todavía no lograba comprenderla, pero la afronté y decidí tener cuidado en no mostrar esas sensaciones. Confiaba en Levi porque me trataba con respeto y era amable conmigo, y aún así una parte de mí no podía fiarse completamente de él. Lo llamaba instinto de supervivencia, aunque puede que solo estaba huyendo de lo que comenzaba a surgir dentro de mí, justo en el pecho, donde la batería que simulaba ser un corazón latir de forma desenfrenada cuando Levi se buscaba cerca.

En el camino de vuelta, el frío se hizo más intenso. Levi se acomodaba la bufanda en busca de más abrigo, pero yo no llevaba bufanda ni ropa suficiente que cubriera mi cuerpo, porque se suponía que un androide no lo necesario. Entonces noté cómo algo gélido se posaba sobre la punta de mi nariz y me detuve. Era una delicada mota blanquecina formada por diminutos cristales de hielo. Al instante, percibí más motitas idénticas caer del cielo, y alcé la vista, abriendo los brazos a la refrescante sensación que se volcaba sobre mí. Era la primera vez que veía nevar, y sin darme cuenta, una sonrisa se dibujó en mis labios.

Pronto, los copos de nieve empezaron a ser de mayor tamaño y el viento se hizo más fuerte. De nuevo, la mano de Levi estrechó la mía, embriagándome de esa calidez que sólo él podía darme con un simple roce.

—Tenemos que darnos prisa, está a punto de caer una ventisca oferta, despertándome del extraño sopor en el que estaba.

Corrimos hasta la casa cubriéndonos de la nieve, y cuando entramos, el calor nos pintó a ambos las mejillas y la punta de la nariz de rojo. Fuera, la nevada se hacía más intensamente, y no pude evitar quedarme mirando los copos de nieve posarse sobre los cristales de la ventana.

—¿Cuánto cree que nevará? —Pregunté casualmente sin esperar una respuesta.

Por ello me estremecí al escuchar la suave voz de Levi justo detrás. Tan cerca, que pude notar su respiración en mi nuca.

No lo sé, puede que dure horas o que se prolongue varios días. Mientras, será mejor que no salgas de aquí oferta con firmeza.

El silencio invadió la casa. Un silencio interrumpido por el sonido de nuestras respiraciones. Al cabo de un tiempo pronunció mi nombre, saboreando cada sílaba, con una voz que terminó en un suspiro. Volteé mi cuerpo para enfrentarle y nuestras miradas se cruzaron, atrapándonos en el tiempo, conteniéndolo en apenas un instante. Imaginé por un momento un mundo donde solo existiéramos nosotros, donde yo no fuera un androide y él no fuera humano; un mundo donde pudiéramos observarnos de esa manera sin decoro.

Nuestros ojos se devoraban con detenimiento, pretendiendo adivinar los pensamientos del otro. Una chispa se encendió en mi mente cuando sentí la cercanía de nuestros rostros, pudiendo contemplar sus facciones como nunca antes lo había hecho. Grabé a fuego cada detalle que componía su semblante, en especial el color y el brillo de su mirada. En un acto inconsciente, incliné la cabeza hacia él, perdido en la profundidad de sus ojos penetrantes, creyendo que si me acercaba podría ver el interior de Levi y aclarar mis dudas acerca de lo que sintió por él. Solo un poco. Nuestros alientos chocaron, estimulando mis sentidos.

De improviso, Levi acarició mi cabeza lentamente, enredando sus dedos entre mis cabellos castaños. La distancia que nos separaba se reducía con cada latido, y mis párpados cedieron al mismo tiempo. No sabía por qué, pero una parte de mi deseó sentir el roce de sus finos labios contra los míos.

No ocurrió nada de eso. En su lugar, la cálida respiración de Levi se alejó.

—Tienes el pelo mojado —susurró, todavía cerca, con los dedos aún acariciándome la cabeza—. Deberías ir a secarlo.

Parpadeé como quien despierta de un hermoso e insólito sueño. Un sueño imposible de cumplir. Me separé con lentitud, pudiendo escapar su hechizante mirada, y llevé una mano a mi pelo, comprobando que se húmeda.

—Es verdad —murmuré. No quería ser yo quién rompiera aquel silencio tan especial, el que nosotros habíamos creado—. Será por la nieve, que aquí se ha derretido… voy a secarlo… —dije mientras me iba con la vista clavada en el suelo y el rostro encendido.

Caminé a paso ligero hasta el cuarto de baño, donde permanecí a oscuras bastante tiempo, mirándome en el espejo. Tenía la cara sonrojada y los latidos de lo que para mí era un corazón saltaban descontroladamente dentro de mi pecho.

¿Qué estuvo a punto de pasar? En aquel momento, mi mente no alcanzaba a entender el significado de la oleada de sensaciones que la cercanía de Levi producía en mí. Solo sabía que había deseado que Levi me besara, y el hecho de imaginarlo originaba una tormenta de sensaciones desconocidas. Tenía miedo de lo que pudiera ocurrir.