Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y Toei Animation.


El canto de las aves se colaba por la ventana; Andreas aún no se acostumbraba a escucharlos, pero despertar con eso era mejor que con alguno de los sonidos mecánicos de la ciudad, de cierta forma el aire campirano le daba paz, lo hacía sentir tranquilo y en armonía consigo y su misión en el mundo, enseñarle a los niños.

Como todas las mañanas desde las cuatro semanas que llevaba viviendo ahí, después de abrir los ojos y mirar el techo blanco de la habitación que estaba detrás de la escuela, pensó en Hilda.

Hilda, Hilda, Hilda.

Su nombre venía con suspiros que salían desde el fondo de su corazón, que se agitaba con tan sólo recordar su cabello platinado iluminado por la luz de la lámpara de gas y de la Luna, con ese aire angelical que le regresaba la fe en lo divino. Ese era su hogar ahora, en los brazos de ella, o atrapado en una sinfonía de suspiros y la armonía que conformaban la pronunciación de esas cinco letras, tal vez atado en una cama lejos de ella sólo soñando con aquello que no puede tocar; su hogar era donde ella quisiera ponerlo.

Hasta ese momento ella había decidido sepultarlo en el olvido, en un paseo nocturno con un extraño perdido en el camino.

No la había vuelto a ver; en todo ese mes que llevaba viviendo ahí, ni siquiera había podido averiguar dónde vivía, sólo sabía su nombre por una conversación con el boticario dos semanas atrás, cuando el hombre le mencionó que la chica lo había visitado en la noche y la había comentado de la llegada del nuevo profesor.

Pero eso era todo, una breve referencia a ella, escasa para alimentar su pobre corazón que no latía desde que ella lo soltó y se despidió de él esa noche.

Hasta ese momento se había entretenido con los arreglos para dar inicio a las clases. Fenrir era un buen maestro, pero demasiado desorganizado así que Andreas necesitó de todo un mes para perfeccionar su plan de estudio y acomodar sus cosas en el pequeño cuartucho. También se había entretenido charlando con el cochero y su hijo, antes de que ambos regresaran a la capital a buscar a un joven que planeaba llegar al pueblo; conoció al jefe del pueblo, un hombre tranquilo pero de mano dura llamado Aiacos Heinstein, quien le mostró todo el pueblo acompañado de su esposa Pandora, una mujer cálida, que lo había recibido como si se tratara de un viejo conocido que acababa de volver a casa.

Sin embargo después de tres semanas su mente lo traicionaba y no podía dejar de pensar en Hilda. Toda la semana anterior la había pasado en búsqueda de la chica pero no pudo encontrarla. A esas alturas Andreas se encontraba en el limbo esperando alguna clase de milagro para poder volver a ver aunque sea de lejos a la chica.

Esa mañana después de su lento despertar se dedicó a darle los últimos detalles a sus clases y la modernización de su aula, un poco antes del atardecer fue acompañado por uno de los niños al que le enseñaría, Frodi era entusiasta y sagaz, un niño curioso que sin duda le causaría varios problemas pero que sabía lo enorgullecería por su aparente sed de conocimiento.

El niño se entretuvo limpiando los pupitres, para después pasar a acomodar algunas de las cosas que Andreas había traído de la capital como pinturas de distintas ciudades de todo el mundo, mapas y una fotografía del actual rey de la nación.

— ¿Cómo dijo que se llamaba el rey, profesor? — le preguntó el niño mientras sostenía el cuadro y lo miraba con detenimiento.

— Haakan VIII, pero antes tenía otro nombre.

El profesor miró la fotografía, recordando cuánto la nación había celebrado cuando eligieron a Julián Solo, príncipe de Dinamarca, para ser el primer rey de su nación libre. Había pasado un año de eso, pero pensar en el hecho le hizo recordar a sus amigos de la ciudad, a los alumnos que dejó en las buenas manos de Thor, el gigante bonachón que siempre se las arreglaba para sacarle una sonrisa a sus alumnos.

— ¡Profesor Rize! — el grito de Frodi lo regresó al presente, el chico lo miraba a él antes voltear a ver el cuadro — ¿Dónde vamos a ponerlo?

— Yo lo pondré, tú irás a casa, con tu madre y la ayudarás en lo que puedas, casi terminamos aquí.

— ¿Está seguro profesor?

— Por supuesto — Andreas le sonrió al chico y lo llevó hacia la entrada del pequeño edificio — tómalo como un descanso antes de que inicien las clases.

El pelirrojo abrió la puerta y empujó a Frodi hacia afuera. Indicándole con la mano que fuera a casa, o a jugar con sus amigos, lo que era probable que hiciera, casi parecía que el chico prefería estar en cualquier lugar menos en casa. Mientras lo veía alejarse Andreas suspiró, parecía que cuando iniciaran las clases al menos uno de sus alumnos le pondría algo de atención; tanto Aiacos como su esposa le aseguraron que los niños del poblado eran traviesos pero estudiosos, siempre que los pusiera a trabajar, y ya que Andreas no había tenido la oportunidad de conocer a Fenrir no le quedaba de otra más que confiar en las palabras del matrimonio.

Estaba tan entretenido en eso que cuando dio la vuelta para volver a entrar a la escuela se detuvo sorprendido por el destello plateado que alcanzó a divisar por el rabillo del ojo. Su corazón se aceleró esperanzado pero su cuerpo estaba paralizado, había estado ansiando ese momento desde esa noche, tanto que nunca se detuvo a pensar en lo que pasaría cuando sucediera, sólo sabía que moriría si no la veía.

Lentamente, con los nervios a flor de piel, se dio la vuelta y la vio caminando hacia donde él estaba. Ahora usaba una camisa blanca con un pequeño lazo rosa en forma de moño en el cuello de esta, el mismo color de su falda, tal vez un poco menos opaco. Venía acompañada por una jovencita rubia que usaba un gran sombrero y un vestido azul un poco viejo; ambas le sonrieron cuando llegaron a escasos metros de donde él estaba, Andreas sólo pudo pensar en lo afortunado que era por obtener una sonrisa de cortesía de su parte.

— Buenos días profesor — dijo Hilda, su voz sonaba justo como él la recordaba, suave y delicada.

— Es un placer volver a verla señorita.

Andreas no era un hombre conocedor en el arte de la seducción, pero recordaba vagamente algo de lo aprendido cuando salía a alguna taberna citadina acompañando a sus amigos, así que con nervios agarró la mano de Hilda y la besó, repitiendo el gesto que había hecho esa noche, esperando que ella lo recordara. Después saludó con una leve reverencia a la rubia, apenas recordado su presencia.

— Cuando nos conocimos no me presenté correctamente — dijo la chica bajando la canasta que cargaba — mi nombre es Hilda Polaris y ella es mi hermana Freya.

Hilda, Hilda, Hilda…

Su nombre, recitado por sus propios labios y en su propia voz era aún más dulce. Parecía que ella había regresado; de repente ese silencioso mes, lleno de angustia y desespero se veía superado, había valido la pena si el cambio era que ella estuviera ahora ahí, frente a él, presentándose y contándole que se dedicaba a la cosecha de diversas flores y que le llevaba algunas para alegrar el próximo ambiente escolar.

Le había llevado lilas y campanillas bancas, algunas flores estaban abiertas y otras eran sólo pequeños botones a punto de abrir. Le había hecho tan feliz que le fue difícil no ocultar su gran sonrisa, fue suerte para él que ellas no supieran o percibieran lo alocado que se había puesto su corazón con ese gesto, gesto que tenía oculto un mensaje.

Hilda le dijo que volvería en otra ocasión, y se fue por el mismo camino que había recorrido Frodi minutos antes.

Fue felicidad pura. Cada vez que veía las flores sentía la emoción del momento en que las recibió, se sentía esperanzado a pesar de que poco después se enteró de que Hilda y su hermana pasaban por todas las casas y negocios del pueblo vendiendo sus flores o cambiándolas por algunos productos.

Según lo que Pandora le contó, la familia de Hilda se dedicaba al cultivo de diversas flores; la madre estaba todo el tiempo encerrada en casa, cuidando sus plantas y el nuevo miembro de la familia, un bebé de poco más de un año, mientras que el padre los iba a vender a las ciudades. Los inviernos eran los días más complicados para la familia Polaris, puesto que era cuando las flores, aún con su invernadero, menos florecían, pero aún así lograban salir adelante, era cuando las jóvenes hacían pequeño trabajos, cuidando niños o limpiando, el último invierno incluso habían trabajado para el matrimonio Heinstein, ayudando a Pandora con la limpieza de casa mientras ella cuidaba al pequeño Queen.

— Son jóvenes encantadoras.

Se encontraban en la cena, la escuela llevaba abierta una semana y Freya había pasado su tarde cuidando al niño de cuatro años que en ese momento estaba degustando su postre sin ponerle mayor atención a la charla de los adultos.

— Aunque — continúo Pandora — la mayor, Hilda, la encuentro una joven… particular.

— ¿Particular? — preguntó Andreas, tratando de no parecer demasiado interesado.

— Es demasiado imaginativa, y algunas personas en el pueblo creen que lo mejor es no hacerle tanto caso a su charla.

— Bueno... no he tenido la oportunidad de hablar mucho con ella así que no sabría decirlo con seguridad… — Andreas se sintió intrigado, no entendía cómo era que Pandora dijera algo como eso.

— Sólo es algo que dicen, no he podido asegurarme de eso, me agrada más como Freya cuida a mi hijo — la mujer intercambió una mirada con su esposo.

Aiacos rápidamente intervino y comenzó a hablar de otras cosas, pero Andreas siguió pensando en Hilda y en lo mal que se veía Pandora por hablar mal de la chica; después de todo la inocencia y pureza de Hilda era notable con sólo verla a lo lejos, tal vez los pobladores del lugar se referían que ella era una especie de contadora de historias, lo que sin duda llenaba de más intriga al pelirrojo.


Comentarios:

Gracias por leer!

Sólo para completar, dos datos extra:

*El nombre real del rey que brevemente remplazó Julián Solo como Haakan VIII es Christian Frederick Carl Georg Valdemar Axel y fue rey de Noruega hasta 1957, según Wikipedia.

*Sobre las flores, según el libro El Lenguaje de las Flores de Charlotte de la Tour publicado en 1891 (al menos la versión es español que pude conseguir), las lilas significan "primeras emociones del amor". Sobre las campanillas o Calystegias blancas, que significan "insinuación", esa información fue sacada de Language of Flowers ilustrado por Kate Greenaway, no pude encontrar si ella también fue la autora, pero es probable.

De nuevo gracias por leer y excelente día!