LA JOYA DE LA CORONA, pt 2
UA: donde Leia es usuario de la Fuerza y Luke el primer rey de Naboo.
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El comedor quedó en absoluto silencio mientras las miradas repasaban de la padawan hacia el joven rey.
La primera tenía una expresión de puro asombro y vergüenza, el segundo solo sonreía, sin inmutarse ni un momento.
El primer ministro carraspeó, al mismo tiempo que Ahsoka tiraba de la larga trenza de su padawan, lanzándole una de esas miradas autoritarias.
Leia cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo y, mas avergonzada, se disculpó y luego se dejó caer en la silla, aún sin quitar la mirada del monarca rubio.
"No puedo creer que estes aquí", pensaron al unísono, mientras la comida comenzaba a servirse y sus ojos se encontraban a cada momento.
Se morían de ganas por que la velada terminara, para poder hablar a solas.
Cuando la luna se encontraba en su máximo apogeo, Leia paseaba por los pasillos del enorme palacio, buscando la cocina. Fue entonces que se topó con la figura del rey.
Caminaba lentamente, con la capa bailando a cada paso que daba, mismos que hacían eco en el espacio donde se encontraba.
Leia, impulsada por las emociones que sintió, comenzó a seguirlo, intentando que no la pillara, pero en algún momento entre los gruesos pilares y las cortinas que se blandían a causa del viento, el joven monarca se perdió de su vista.
Ella frenó en seco.
Miró a todos lados y luego corrió lo que le quedaba de espacio en ese laberinto de paredes y pasos, hasta que llegó a la entrada de lo que era un jardín: metros y metros de terreno verde se vislumbraba ante ella.
Apenas dio unas cuantas zancadas cuando la verdadera belleza apareció frente a ella: dentro del jardín había otro jardín, lleno de flores de todos los colores que se podía imaginar.
Muchas de los especímenes que miraba no los había visto nunca y solo unos cuantos pudo distinguir; reparó en una flor específica que tenía una forma muy extraña: era como un capullo pequeño de varios pétalos de forma muy redonda, de un color morado muy intenso y que emitía una fragancia muy dulce, casi embriagante.
La joven padawan estiró su mano para tocarla, cuando alguien la detuvo:
—No lo hagas.— le dijo. No se volvió.
El joven rey le regaló una sonrisa suave y amable, mientras apartaba dulcemente a la padawan de la flor. —Es una flor peligrosa.
—¿Peligrosa?— dijo ella, sin quitarle la mirada de encima. A sus ojos parecía una flor cualquiera, si acaso mas bonita que las comunes.
Para su sorpresa y con una agilidad increíble, el rey Luke atrapó un insecto que volaba por ahí, luego lo dejó caer sobre la flor y esta, al darse cuenta, abrió sus pétalos, que tenían una pelusa extraña color rosa brillante, la cual devoró al animal en un parpadeo.
Leia dio un salto hacia atrás, obviamente impresionada.
—¿¡Por qué tienes esta cosa en el jardín!? ¡Es peligrosa!— le acusó. El monarca siguió sonriendo.
—Es un excelente espécimen para mi colección.— estiró la mano pero Leia lo detuvo.
—¿Qué haces? Va a herirte.
—Ella me conoce.— le aseguró. Se soltó de su agarre y acarició los pétalos, provocando que la flor se encogiera cual gato siendo acariciando. — Es tranquila, a menos que se sienta en peligro o tenga hambre... — se quedaron en silencio, mirando la flor y escuchando los sonidos de los grillos que daban un concierto nocturno de ensueño.
En algún momento Leia se encontró mirándolo: se sorprendió de lo mucho que había cambiado desde que eran pequeños, no solo en el plano físico.
Recordó el día en que se conocieron, en Coruscant: debían tener aproximadamente ocho años. Ahsoka, con quien llevaba dos años como padawan, se encontraba en el Consejo Jedi y ella, aunque le había prometido que se quedaría tranquila, se estaba impacientando.
—No han pasado ni treinta minutos, Leia. Compórtate.— le dijo su maestra, cuando la escuchó patear la puerta.
La padawan soltó un suspiro y miró al jardín, pensando que quizás habría algún youngling deambulando por el lugar, pero todo lo que encontró fueron horrorosas flores con un olor asqueroso.
Estaba dispuesta a dar un paseo por el lugar cuando vio a un niño sentado en el suelo, con la cara escondida entre las piernas; no le tomó nada cruzar el jardín hasta llegar a él.
—Oye.— dijo, estirando la mano para tocarla, pero, al estar a unos centímetros de él, sintió como una extraña electricidad recorría por completo su cuerpo, como un espasmo. La sensación la envolvió por completo, y mas que nada, le intrigó.
Ella nunca había sentido algo así en su vida. Y al parecer, el chico había sentido lo mismo, pues levantó la cabeza rápidamente. Y se miraron.
Leia se encontró con un niño un poco mas bajito que ella, con el cabello como un enorme tazón de frutas, amarillo como el sol y un par de ojos azules, enormes. Parecía haber estado llorando largo tiempo y tenía la nariz roja y llena de mocos.
Sinceramente, le dio un poco de pena y asco.
El niño, por su parte, miraba desde abajo una chica usando una vestimenta color arena, de ojos como la madera y el cabello castaño sujeto en dos perfectas donas a los costados de su cabeza. Era muy bonita pero se veía muy ruda y sus brazos, aunque delgados, parecían muy fuertes.
Permanecieron mirándose largo rato, en silencio, hasta que ella sonrió:
—Hola.— dijo.
—Hola.— respondió él, con la voz ronca.
—¿Por qué lloras? ¿Te caíste?— él negó, volviendo a encogerse en su lugar y comenzar a sollozar. Leia miró a su alrededor — ¿Estas perdido? ¿Buscas a tu mamá?— volvió a negar —Entonces, ¿por qué lloras?— dijo ella, tocándole la cabeza para consolarlo.
—No es asunto tuyo.— sollozó, apartando su mano.
Leia se sentó a su lado, sacó un pedazo de madera que tenía en su bolsillo y una navaka pequeña, luego comenzó a tallar la madera. En silencio.
Pasando los segundos, el chico la miró por debajo de su cabello, intrigado. Leia le sonrió, mostrándole lo que hacía y él, un poco mas animado, se pegó mas a ella para ver mejor:
—Es un colgante de Japor— dijo ella mientras seguía cortando— Lo uso para protección.
—¿Protección? ¿De qué?
—Del lado oscuro de La Fuerza.
—¿El... Lado oscuro?— Leia asintió — La Fuerza no tiene un lado oscuro.— dijo, cual niño berrinchudo.
—Claro que lo tiene.
—No es así.
—Sí lo es.
—Mamá dice que La Fuerza es luz.
—Papá dice que La Fuerza tiene oscuridad también.
—Claro que no.
—Claro que si.
—Que no.
—Ugh.— masculló la niña, rodando los ojos y volviendo a su figura. El niño siguió mirándola con mucho interés, mientras cortada la madera hasta formar la figura de una flor de cinco pétalos.
Leia le tendió la flor de madera y él la tomó, maravillado, apreciando la perfección en sus bordes.
—Te la regalo.— le dijo, levantándose del suelo. Los ojos del niño brillaron.— Te protegerá.
—Muchas gracias.
—Por nada.— entonces, la enorme puerta de madera se abrió de par en par y se escucharon las voces de los maestros.— ¡Diablos! ¡Debo irme...! — dije ella, corriendo en dirección hacia el otro extremo del pasillo.
El niño se levantó también:
—Espera... ¡no me dijiste tu...!
—¡Leia! ¡Soy Leia Organa!
—¡Yo soy Luke!— le gritó, pero ella ya se había perdido detrás de los pilares. Luke se quedó ahí parado, en silencio, sujetando con fuerza la flor de madera contra su pecho.
Unos dedos acariciando su cabello trajeron a Leia de sus pensamientos.
Se encontró a Luke a centímetros de su cara, tocándole la cabeza con tal suavidad que parecía una caricia del viento. Sujetaba las hebras oscuras de la padawan como si tuviese en las manos algún objeto valioso.
Sus miradas se cruzaron en algún momento, y sonrieron.
Leia tenía muchas preguntas que hacerle, había tanto que quería saber, pero antes de poder formular la primera de ellas, una voz llamó desde la oscuridad:
—Majestad.— Leia dio un brinco del susto, perdiendo el equilibrio y por poco cae al suelo. Afortunadamente, Luke la sujetó de la cintura, impidiendo que se hiciera daño alguno.
El sirviente que apareció en la oscuridad le avisó que se solicitaba su presencia en sus aposentos:
—Enseguida.— susurró, y el sirviente se fue tal como había llegado: en silencio y sin que nadie le hubiese notado.
Luke se volvió a la chica y volvió a tocarle el cabello, desde el cuero cabelludo hasta la punta, luego le regaló una sonrisa tan dulce que provocó un sonrojo en la joven padawan.
—Extraño tu viejo peinado.— dijo, sin dejar de sonreír y mirándola como si fuese una obra de arte.
Leia se quedó ahí incluso cuando dejó de escuchar los pasos de Luke, y todavía cuando la voz de Ahsoka la llamaba incontables veces. Intentaba controlar los aleteos acelerados de su corazón, pues sentía cómo la sangre bombeaba por todo su cuerpo.
Durante casi una hora.
La mañana siguiente nadie fue ajeno al reciente cambio en la joven padawan: no solo repararon en su oscura vestimenta, sino que su peinado también era diferente.
Ahsoka no recordaba cuándo había dejado de verla con sus moños en la cabeza, y definitivamente no se iba a quedar con la duda:
—¿Qué se te ha metido?— se burló, despeinándola.
Leia la apartó con un manotazo y se acomodó el cabello.
—Déjame. Me siento un poco...
—¿Infantil?— volvió a burlarse. Leia no le contestó, mientras caminaban hacia la cámara de juntas donde se les había citado.
Leia y Luke, en su papel de rey, cruzado miradas desde la distancia y ella se sonrojó de nuevo.
—Nostálgica.— susurró, concentrándose en el asunto entre manos.
Mas tarde tendrían oportunidad de ponerse al día, pensó. Había mucho que debían hablar.
Muchísimo.
