¡YAHOI! Sí, lo sé: siempre actualizo tarde, maldita yo. Pero es que por las noches es el único momento que tengo para dedicarlo a escribir. Y no sé escribir OS cortos, qué le voy a hacer. Los personajes siempre me piden más y más y, ¿quién soy yo para negar sus deseos?
(La escritora, sí, pero finjamos que no estoy loca, ¿vale? Hacedlo por mí) (?).
Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.
¡Espero que os guste!
Día 2: Pastery chef.
Dulce postre
Terminó de sorber lo último de su ramen de cerdo y dejó el bol de vuelta en la bandeja. Agarró su vaso de agua y se lo bebió casi sin respirar. Había tardado algo más de tiempo en comer. Apenas le daban una hora en la oficina para cubrir esa necesidad básica, y él había gastado casi un cuarto de hora. Cómo no se diera prisa, no podría coger el postre a tiempo…
Se levantó, agarró su chaqueta―negra, a juego con los pantalones y la corbata, el uniforme de trabajo de un salary man normal y corriente―y salió a toda prisa del restaurante. Casi corrió por la acera hasta la siguiente esquina. Se detuvo para respirar hondo y tratar de retener la comida en su estómago. Se miró en el cristal del escaparate de una tienda cercana para evaluar su aspecto: no estaba mal, pero podía hacerlo mejor.
Se puso la chaqueta, se alisó la camisa y los pantalones, se recolocó el nudo de la corbata y se peinó con los dedos. Luego ensayó varias poses. La gente que pasaba por la calle se lo quedaba mirando como si estuviera loco de remate. Pero él ni cuenta se daba, enfrascado en la gran tarea pendiente que tenía por delante.
Finalmente, asintió para sí y se encaminó hacia la puerta de una coqueta pastelería. Asió la manilla de la puerta con una mano y tragó saliva, empezando a sudar profusamente. Sin embargo, no podía entrar así, temblando cual quinceañero asustado de que la chica que le gusta le rechazara.
Con determinación, abrió de un tirón y se adentró en el interior. La campanilla anunció su entrada e, intentando controlar el temblor de sus manos, las metió en los bolsillos del pantalón, tratando de parecer casual.
―¡Enseguida le atiendo!―Él no contestó a la suave voz femenina. Sintió que empezaba a sudar de nuevo. ¡Maldita sea, ¿por qué estaba tan nervioso?! ¡Ni que fuera a declararse! Finalmente, tras lo que le parecieron horas, vio una figura femenina enfundada en un uniforme de pastelera salir de la trastienda.
Se la quedó observando, maravillado, mientras la delgada figura llena de curvas movía unas cajas hasta ponerlas al lado del mostrador, seguramente para tirarlas en cuanto tuviera un momento. En cuanto la fémina se volvió, él pudo apreciar cómo sus ojos se abrían sorprendidos y cómo sus pálidas mejillas adquirían de pronto un tenue color rosado.
―¡U-Uzumaki-san! ¡Bi-bienvenido de nuevo!―Él se rascó la nuca, incómodo, cuando la vio hacerle una reverencia algo exagerada.
―N-no es necesario tanta formalidad, Hyūga-san. So-solo dime Naruto. ―Ella negó repetidamente con la cabeza.
―¡N-no podría! ¡U-usted es uno de mis clientes más fieles! ¡Se-sería una total falta de respeto!―Naruto sonrió, algo inseguro de repente de qué hacer o decir.
―Ya veo'ttebayo. ―El silencio se impuso durante varios segundos que parecieron transcurrir con demasiada lentitud, al parecer de ambos.
Finalmente, fue la joven la que decidió animarse a romper el hielo.
―E-esto… ¿Qué-quería algo…?―Él parpadeó para luego enrojecer furiosamente. Se había quedado embobado mirándola, admirando sus ojos perlas, su piel blanca y cremosa, sus labios rosados, apetecibles y su figura pequeña y curvilínea. Enrojeció todavía más al darse cuenta de que sus ojos se habían desviado más tiempo del que se consideraba educado hacia ciertas redondeces generosas y la mar de tentadoras que se apretaban contra la tela de su uniforme.
―Yo… ¡S-sí, cla-claro que quería algo'dattebayo! ¡Estamos en una tienda y en las tiendas se compra ¿no?!―Ella pestañeó, mirándolo con confusión. Volvió a maldecir para sus adentros: había hablado demasiado alto y demasiado rápido, además de que había dicho solo tonterías. Tomó aire y probó a hablar, en voz más baja… y algo vacilante―. Que-quería… quería uno de esos pasteles de ahí―dijo, señalando con el dedo―sin ver realmente lo que estaba pidiendo―para el cristal del mostrador tras el que se escondían numerosos dulces de todos los tamaños y colores.
Ella siguió la dirección de su dedo y sonrió.
―¿Le pongo un fío, entonces?―Él asintió varias veces con la cabeza. Ella se agachó entonces para sacar una bandejita pequeña de cartón. Se hizo con unas pinzas y agarró el pastel mencionado para ponerlo sobre la bandeja. Luego arrancó papel decorado con el logo de la pastelería y lo envolvió cuidadosamente. Se lo tendió a su cliente y él lo tomó; volvieron a sonrojarse cuando sus dedos se rozaron.
―¿Cu-cuánto es…
―S-son 400 yenes. ―Él rebuscó hasta dar con la cartera y le tendió un billete de quinientos. Ella abrió la caja registradora y sacó la vuelta, girándose para dársela. Sus manos se rozaron una vez más y el rojo en sus caras se acentuó.
―Bu-bueno pues… ¿ha-hasta otra?―Ella asintió.
―Gra-gracias por venir. E-espero que vuelva pronto―dijo, con el corazón latiendo un poquito más deprisa.
―Uh… s-sí. Vo-volveré… pronto―susurró, más para sí que para ella.
Se dio la vuelta y salió de la pastelería. La joven pudo relajarse al fin y sintió que sus piernas temblaban, viendo esa espalda alejarse y dar vuelta a la esquina.
Ay, Dios, qué guapo era… Llevaba colada en secreto por ese hombre desde la primera vez que pisó su pastelería. Él fue su primer cliente y le había prometido que iría todos los días, que valdría la pena el esfuerzo si así podía disfrutar de la compañía de una mujer hermosa.
Su cumplido la había avergonzado e ilusionado a un tiempo. Pensó que solo estaba siendo amable y que no volvería.
Pero sí volvió. Al día siguiente. Y al siguiente. Y al siguiente… Y ya había pasado un año desde entonces.
Suspiró, apoyando los codos en el mostrador, permitiéndose soñar con que él entraba un día en la tienda y la besaba, le decía lo mucho que le gustaba y que si quería tener una cita con ella…
Sacudió la cabeza. Menudas tonterías pensaba. Alguien tan guapo como él seguramente tendría novia o estaría casado… Ninguna mujer sería capaz de dejar escapar a semejante espécimen de cabello dorado como el sol e intensos ojos azules como el cielo. Y su sonrisa… una sonrisa de revista. Seguramente que en todas las fotos salía más guapo que el pecado…
―Deja ya de soñar despierta, boba Hinata―se dijo, incorporándose―. Tienes muchos pasteles por hornear. ¡A trabajar!
Miraba para el pastel que acababa de comprar. Lo tenía ahí, sobre su mesa, sobre la pulcra bandejita blanca de cartón. La crema amarilla que lo rellenaba había comenzado a derretirse. Pero él no se había dado cuenta. O sí, pero le costaba comerse aquella pequeña obra de arte.
―¿Naruto? ¿Qué haces? ¿Qué tienes… ―Uno de sus compañeros de trabajo se puso a su lado y miró curioso para el dulce―. Anda, un pastel. ¿No lo quieres? Porque yo estaría feliz de…
―Shikamaru―pronunció Naruto, agarrando la mano larga de su compañero―. Tócalo y te mato. ―El aludido abrió los ojos con sorpresa y se sacudió el agarre del rubio.
―Joder, qué carácter más problemático. Si tan solo es un pastel… ―Naruto rodeó con los brazos su preciado tesoro y fulminó a Shikamaru con la mirada.
―Pero es mi pastel. Búscate el tuyo'ttebayo. ―Shikamaru alzó las cejas, ahora intrigado. Se metió las manos en los bolsillos de su pantalón negro y giró el rostro.
―¿Dónde lo compraste?―El color rojo que tiñó las orejas de Naruto se lo dijo todo. Chascó la lengua―. Ah, debería haberlo imaginado. Es de la pastelería de Hinata. ―Se puso aún más colorado pero no desmintió las palabras de Shikamaru―. ¿Por qué no le dices que te gusta y ya?―Él lo miró, con el horror pintando su rostro.
―Estás de broma, ¿no? ¡¿Cómo voy a hacer eso?! E-ella es dulce, amable, cariñosa, tiene un negocio de éxito… Mientras que yo… soy un bueno para nada―soltó, resignado. Shikamaru arqueó las cejas de nuevo.
―Tienes un trabajo con un buen sueldo. ―Naruto bufó.
―Sí, claro: hacer balances contables siempre fue mi trabajo soñado'ttebayo. ―soltó, sarcástico. Shikamaru suspiró.
―Siempre puedes renunciar… ―Él negó con la cabeza.
―Necesito pagar el alquiler, las facturas, comer…
―No todo el mundo vale para un trabajo mediocre. Yo me conformo, aunque Temari diga que estoy desperdiciando mi talento. Es solo que… sería problemático si renuncio. Solo pensar en tener que empezar a buscar trabajo me da un bajón… ―Naruto lo miró, ahora divertido.
―Eres un vago, Shikamaru. ―El aludido sonrió.
―Y tú un cobarde. ―Naruto bajó la cabeza. No podía rebatir dicha afirmación. Ni aunque quisiera―. Naruto, no te animaría si no tuvieses posibilidades, lo sabes. Dile a Hinata que te gusta. Empieza a llamarla por su nombre… Y deja de mentirle.
―No le he mentido―lo interrumpió, con reproche.
―Pero tampoco le has dicho la verdad. ―Shikamaru miró para el pastel que su compañero y amigo resguardaba celosamente en el hueco de sus brazos―. Eras el mejor en la escuela de hostelería. No sé por qué te rendiste con tu carrera. ―Y dicho esto se dio la vuelta para regresar a su sitio, dos puestos más allá del de Naruto.
El rubio apretó los labios y bajó la cabeza, mirando para el dulce que unas delicadas manos femeninas habían moldeado y horneado, seguramente con todo el cuidado y el mimo del mundo.
Shikamaru no sabía, no tenía ni idea de que renunciar a sus sueños había sido lo más difícil que había tenido que hacer en su vida.
Pero soñar no te ponía un techo sobre la cabeza ni comida en la mesa. Y él se había jurado, años atrás, que no volvería a pasar hambre.
Nunca jamás.
Hinata miró apenada para sus mejores amigas, Temari Nara e Ino Yamanaka, que contemplaban con asombro y algo de incredulidad para los pastelitos que yacían sobre una bandeja de horno.
―Vaya… es decir… vaya… ―Balbuceó Ino, tocando el borde de uno de los dulces con la punta de su dedo índice.
Temari fue más directa, agarrando uno y acercándolo a su rostro.
―Es igualito. ―Hinata se sonrojó y bajó la vista, mirándose las puntas de los pies―. ¿Cómo se te…
―N-no lo sé. Yo… y-yo solo estaba haciendo una nueva hornada para esta mañana y… eh… cu-cuando me di cuenta…
―¿Todos te salieron con la cara de Naruto?―Hinata enrojeció aún más. Temari era la esposa de uno de los amigos y compañeros de trabajo del chico, por lo que se tomaba la libertad de llamarlo por su nombre de pila.
―S-sí, bueno…
―Ay, Hina, estás enamorada. Hasta el tuétano―rio Ino, dando palmadas, feliz, cual niña pequeña con zapatos nuevos―. ¡Ya era hora, mujer! ¡Pensé que nunca se iba a obrar el milagro! ¿Y? ¿Le has dicho algo?―Hinata miró para su amiga, con horror.
―¿Q-qué? ¿De-decirle algo? ¡Cla-claro que no! ¡¿Qué tendría que decirle?! ¡E-es un muy buen cliente y eso pe-pero…
―Hina, tranquila, respira hondo. Inhala, exhala… Eso es… ―Temari miró para Ino y esta se encogió de hombros. Temari suspiró. Tal vez… tendría que darles un empujoncito a esos dos. Sabía de buena tinta por boca de su marido que Naruto estaba tan loquito por Hinata como esta por él. Solo que… los dos eran tan tímidos e inseguros que no se animaban a dar el paso.
―¿Sabes? Seguro que están buenísimos. ¿Por qué no los pones a la venta?―Ino captó al vuelo lo que la Nara estaba tratando de hacer y se apresuró a secundar la moción.
―¡Oh, qué gran idea! ¡Estoy segura de que se venderán como churros!
―¡¿Ve-venderlos?! ¡No, ni hablar! ¡M-me daría mucha vergüenza…
―Bah, minucias, minucias. Trae aquí. ―Ino agarró la bandeja y echó a andar hacia la parte delantera. Hinata hizo ademán de seguirla pero su amiga fue más rápida, esquivándola y saliendo para poner los pasteles nuevos en el mostrador.
Naruto terminó rápido de comer y, como ya era rutina, salió de su restaurante de siempre y se encaminó hacia la pastelería de Hinata. La vio tras el mostrador, gesticulando a una joven alta y rubia cuyo cabello estaba recogido en una coleta alta. Esta, parecía sostener algo en las manos y luchaba por alejarlo de las manos de Hinata, que intentaba por todos los medios hacerse con el objeto.
Curioso, abrió la puerta y entró. La campanilla de la puerta anunció su llegada y las dos mujeres interrumpieron su discusión de inmediato. Él le sonrió a Hinata; esta, al verlo, no pudo evitar que sus orbes perlados se abrieran con horror. La sonrisa de Naruto decayó ante este hecho.
¿Acaso no se alegraba de verlo? ¿Había hecho algo para molestarla…
―¡Anda, mira quién está aquí! ¿No es este el que siempre alardeas de que es tu mejor cliente?
―Ino… por favor… ―suplicó Hinata, en voz baja. Pero la rubia la ignoró y caminó, resuelta, hasta un trozo de encimera que había al lado de la caja registradora, donde depositó la bandeja con los pasteles de la discordia.
―Eh… bueno… soy un cliente, sí, no sé si el mejor… ―Naruto vaciló. Nunca había visto a esta chica antes en la pastelería. Pero por la confianza conque hablaba con Hinata, podía deducir que tal vez era una amiga cercana o un pariente. Aunque lo que era parecer, no se parecían mucho…
―Eso está bien, porque aquí mi amiga hoy ha hecho una hornada de pasteles especiales. ¿Te gustaría probar uno?
―Eh… ―Naruto miró para Hinata, inseguro, encontrándola con la cabeza gacha y temblando como una hoja―. Yo… no sé si debería… volver en-
―¡Que no, que no! ¡Seguro que no has probado nada tan delicioso en tu vida! ¡Venga, ven! ¡Prueba esto!―La joven agarró uno de los dulces y lo agitó ligeramente en su dirección.
Todavía titubeando, Naruto dio unos pasos hacia ella y se inclinó para ver esos nuevos pasteles.
Quedó congelado en el sitio. Literalmente.
Aquellos pasteles… no podía ser… Era imposible… Pero…
Miró de nuevo para Hinata pero esta se negaba a levantar la cabeza del suelo, abochornada, avergonzada.
No podría volver a mirarlo a la cara. Nunca más.
―Hyūga-san… ―Ino sonrió ampliamente y, decidiendo que ya había obrado su magia, volvió a la trastienda, dónde Temari la esperaba, con una ceja alzada. Pero las dos amigas decidieron irse y dejar el resto en manos de la pareja de enamorados, seguras que una nueva historia de amor comenzaría ese día.
En la parte de delante, Naruto era incapaz de despegar los ojos de los pasteles que aún seguían sobre la bandeja.
―Hyūga-san―llamó, por segunda vez. Pero ella se negó a contestar―. Hyūga-san―probó esta vez, más fuerte. Nada, seguía sin reaccionar―. Hyūga-san. ―La voz sonó extrañamente cerca esa vez. La joven levantó la cabeza, llevándose el susto de su vida al verlo cerca, muy cerca de ella, con su rostro a escasos centímetros del suyo.
Enrojeció como nunca y trató de alejarse, pero él fue más rápido y le cogió la mano, impidiéndoselo.
―Y-yo…
―¿Por qué?―preguntó, señalando con la cabeza para los pasteles. Hinata pestañeó, entendiendo sin necesidad de más palabras.
Su corazón latía a toda prisa. Llevó su mano libre sobre su pecho, arrugando la pulcra tela de su uniforme de trabajo.
―Y-yo… n-no lo sé―contestó, con sinceridad―. So-solo… e-estaba pensando en ti mi-mientras los hacía y yo… pu-pues yo…
―¿Estabas… pensando en mí?―Ella se sonrojó otra vez y asintió, queriendo que se la tragara la tierra en ese instante―. ¿Piensas… a menudo en mí…?―Hinata tragó saliva y, tímidamente, con recelo, asintió, sin atreverse a mirarlo.
Naruto sintió que su corazón quería escapársele del pecho al verla asentir a su pregunta. Sin poder esperar más, la atrajo a sus brazos y, sujetándole la parte posterior de la cabeza para poder echársela hacia atrás, dejó caer su boca sobre la suya, devorándola.
Hinata abrió los ojos con sorpresa. Se aferró a su camisa blanca arrugada y torpemente correspondió al beso. Se dejaron llevar por el momento, alargándolo hasta que la necesidad de respirar se hizo imperiosa.
Cuando se separaron, ambos respiraban agitadamente y estaban sonrojados.
―Hinata… ―dijo él, pronunciando su nombre de pila por primera vez; elevó una mano y le acarició la acalorada mejilla, disfrutando del tacto suave de su piel de seda. ¡Dios, cómo había anhelado besarla durante todos aquellos tortuosos meses!
―Naruto-kun… ―pronunció ella también su nombre, haciéndolo querer saltar, chillar y bailar de felicidad.
―Entonces… ¿te gusto?―Hinata asintió, de nuevo.
―De-desde el primer día… ―Él sonrió ampliamente, complacido y halagado por su tierna confesión.
―Vaya, entonces fui un idiota por no haberlo notado antes'ttebayo. ―Él rio y la volvió a besar―. Bueno, supongo que ahora es cuando te digo que tú también me gustas y, eh… que si quieres salir conmigo y eso… ―Hinata creyó que se desmayaría, pero hizo un esfuerzo por mantenerse sobre sus dos pies.
―¡Sí! E-es decir… M-me encantaría salir contigo, Naruto-kun… ―Naruto sonrió, feliz.
―¡Estupendo! Pero primero… ―La soltó para dirigirse hacia los pasteles que habían quedado momentáneamente olvidados sobre la encimera―. Vamos a guardar estos en la nevera. No quiero que nadie más coma mi cara'ttebayo. ―Hinata sintió que se ponía colorada por enésima vez en el día. Naruto rio y se hizo con la bandeja, entrando en la parte de atrás de la pastelería. Hinata lo siguió, sin saber muy bien qué más decir. Los pasteles habían sido, sin duda, una muy mala idea―. ¡Listo! Venga, ven, Hinata. Te ayudaré a hacer unos nuevos. ¿Tartaletas de frutas te parece bien? Son fáciles y hace mucho que no practico mi cocina, así que… ―Hinata parpadeó y ladeó la cabeza, mirándolo ahora con curiosidad.
―Naruto-kun, tú… ¿sa-sabes hacer… pasteles?―preguntó, ligeramente sorprendida, mientras lo veía quitarse la corbata, remangarse y empezar a poner boles, mangas pasteleras, espátulas y demás sobre la enorme isla de la cocina.
―Mmm… ―Naruto terminó de reunir todo lo que necesitaría y luego se giró, con la sonrisa más brillante que le había dado hasta ahora―. Hay muchas cosas de mí que no sabes, preciosa. Pero… espero poder compartirlas todas contigo… a partir de ahora'ttebayo. ―Hinata volvió a sentir de nuevo que su corazón saltaba en su pecho―. Bien, ¿empezamos?―Hinata le devolvió la sonrisa, sintiendo que de pronto el futro le parecía más brillante, lleno de nuevas esperanzas y sueños.
Echó un vistazo a la nevera que había en un rincón mientras iba hacia Naruto, dónde él había guardado aquellos pasteles que habían sido los artífices de la nueva historia de amor que apenas comenzaba.
Tal vez… hacer esos pasteles no había sido tan mala idea, después de todo.
Fin Dulce postre
Ains, me da la sensación de que podría haber escrito más, pero es ya no son horas y mi cerebro está frito. Juro que mañana contesto los reviews. Será lo primero que haga en cuanto encienda el ordenador. Lo juro.
Hablando del tema... ¿Me dejáis un review? Porque, ya sabéis:
Un review equivale a una sonrisa.
¡Muchísimas gracias por el suyo a: Guest! ¡Espero sinceramente que este te haya gustado tanto como el anterior!
*A favor de la campaña con voz y voto. Porque dar a favoritos y follow y no dejar review es como manosearme una teta y no salir corriendo.
Lectores sí.
Acosadores no.
Gracias.
¡Nos leemos!
Ja ne.
bruxi.
