Capítulo 2
Aquella mañana Genaro me trajo el periódico y leí en las páginas de farándula que la gran señorita del canto había roto relaciones con su representante, lo que no me pareció raro después de esa pelea antes del concierto. Por otro lado, casi al final, un pequeño recuadro que contenía el reportaje sobre el vuelo inaugural del SDF-2.
—¿Por qué lees esa basura?
Claudia preguntó sirviendo el desayuno, era la primera vez que tenía libre desde que iniciaron mis vacaciones y la noche anterior había decidido pasarla conmigo. Quería aprovechar cada minuto a mi lado.
—Es el periódico local…y sí, es una basura.
Los huevos revueltos y el café con la mejor compañía parecían lo mejor para iniciar la mañana; me llevé una gran porción a la boca y la pasé con el café bien negro.
—Ayer reparé en el hecho de que tú, las chicas, Rick, y otros conocidos se quedan en la tierra.
—Por suerte Max y Miriya decidieron ir contigo.
—No conmigo, en la misión…junto Jack.
Claudia echó a reír estrepitosamente.
—Sí, ríete de mí desgracia—escupí enojada.
—Es que ese hombre no te dejará en paz hasta que le des un sí.
—No, ni en sueños. Ahora menos que nunca.
—Nunca digas nunca, te lo digo por experiencia.
—Sí, por tu relación con Roy, aunque ese no es mi caso. Pero Jack y yo no podrá ser.
—Pero ahí tienes a un hombre que te seguiría hasta el fin del universo—ella continuaba muy divertida con la situación y yo no sabía si contarle o no sobre mi aventura con Hunter—Échalo fuera de una buena vez.
O mi amiga era adivina o simplemente sabía leerme muy bien.
— ¿Echar fuera qué?
—Eso que no me quieres decir.
Me resigné al hecho que no podía con ella.
—La noche en que huía de Jack oí una pelea de Minmei y Rick, luego él y yo fuimos a comer juntos. Me sorprendió lo amable que puede llegar a ser. A veces.
— ¿Y?
—Eso era.
—Claro que no, ahí hay mucho más.
¿Tenía que hablar?
Sentí que mis mejillas enrojecían de pura vergüenza solo para darle la razón.
—En un momento pensé que Rick iba a besarme.
Claudia solo me miró esperando más—Me dio un beso en la frente y me dijo que me extrañaría.
—Ah, eso era. Y es obvio que extrañará esas peleas monumentales que ustedes tienen. Nada será igual.
—Me puse a pensar que, en vez de haber pensado en Karl, en ese compromiso, en mi fidelidad, quizás debí haber mirado para el lado como tú dijiste; habían muchos hombres, pero jamás los vi, porque estaba empecinada en ser…yo.
—Rick era un buen candidato.
—No, desde que lo conozco que está enamorado de Minmei. No habría resultado.
—Quien sabe.
La vi masticar pensando en un no sé qué, entonces preferí cambiar de tema porque me asustaba todo lo que venía de esa mente siniestra.
Más tarde fuimos de compras, lo cual se había transformado en mi pasatiempo favorito y mi amiga casi me arrastró a la tienda de lencería, quizás el único local que no visité.
—Debes ir completamente preparada para el espacio, no tendrás un lugar así para comprar en el SDF-2.
Debo reconocer que finalmente fue una buena idea hacer esas compras, pero justo antes de pagar fui avergonzada por mí mejor amiga cuando dejó sobre la pila de ropas un babydoll de encajes muy sexy.
—Rojo pasión, ni hasta el más serio alienígena se resistiría a esto.
—¡Claro que no! —lo aparté.
—¡Que sí!
La insistente mujer se salió con la suya, lo único que me confirmaba es que al final terminó siendo un regalo, de despedidas.
Almorzamos juntas cuando la alarma de ataque se desató, los altoparlantes comenzaron a anunciar que debíamos dirigirnos al refugio más cercano. Vi como las personas salían corriendo desesperadas, luego Claudia se perdió entre la multitud. Cuando me volví a buscarla con la mirada una mano jaló de mí.
—La sacaré de aquí y la llevaré a un lugar seguro.
—Pero la comandante Grant.
—Mi prioridad es usted.
Dejé a mi amiga atrás pensando que iría a un refugio, aunque no estaba tranquila, porque conforme avanzábamos por la ciudad la batalla de daba justo sobre nuestras cabezas y a veces Genaro tenía que esforzarse en esquivar los escombros de los edificios impactados.
No estábamos muy lejos de la base cuando vimos a un escuadrón enemigo en nuestra dirección; sentí la onda de impacto de una gran explosión, y eso fue todo.
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Mi boca se sentía seca y amarga. Cuando abrí los ojos me encontré con el cielo blanco y una pesadez corporal como si hubiera estado reposando por mucho tiempo.
A mi costado pude distinguir la silueta de alguien que esperaba en un sillón, quien se levantó apenas levanté mi mano para señalar la jarra de agua sobre la mesita a mi lado.
—Tengo sed.
Quien quiera que fuera me sirvió un vasito y me dio a beber con absoluta tranquilidad. Le agradecí desviando la vista hacia otro lado tratando de dilucidar el lugar donde me encontraba.
—Estoy en un hospital.
—Sí cariño, pero ya pasó, vas a recuperarte—sentí las manos fuertes de él tomar la mía. Advertí su sonrisa en el rostro y por más que quise recordar el nombre de ese hombre, no podía. Solo tenía claro que él me conocía por la confianza y cariño con la que se dirigía a mí.
—Te conozco, ¿No?
Él se asustó y llamó al doctor.
Durante las siguientes horas fui examinada físicamente y me hicieron muchas preguntas sobre eventos y personas.
Tenía claro que mi nombre era Elizabeth Hayes, militar graduada con honores, recordaba eventos, pero a ninguna de las personas que decían conocerme.
—Estás sufriendo una especie de amnesia selectiva— dijo finalmente el hombre de bata blanca—Es normal en estos tipos de traumas.
—¿Qué pasa…qué sucedió? —no tenía la más mínima idea de qué estaba hablando.
—El vehículo que te transportaba volcó violentamente y te internaron en estado de coma.
—Ah sí, ya recuerdo.
— ¿Recuerdas el evento? …eso es muy bueno— lo vi anotar cosas en la ficha, y comenzaba a preocuparme el caos verdadero en mi cabeza—En este caso te sugiero que descanses, te mantendremos en observación y pasarás luego a una sala de recuperación si tu evolución es favorable.
—Cuánto tiempo…
— El que sea necesario.
—Los recuerdos.
—Horas, días, semanas, no estoy muy seguro.
Cuando el doctor se marchó la enfermera que llegó con un bello ramo de flores me comentó que tenía prohibición de visitas, lo que me alegró porque estaba segura de que odiaría ver un rostro sin poder recordar quien era.
La contemplé mientras dejaba las flores en agua y las acomodaba en la mesita.
—¿Sabe quién las trajo?
Ella dudó en darme una respuesta.
—Un joven con traje militar, muy apuesto.
Con eso me ayudaba mucho, pensé con desgano.
Trabajé por horas en mi memoria sin conseguir un resultado advirtiendo como la noche comenzaba a caer sobre la ciudad; luego oí el ruido de las voces, una masculina que indicaba que era mi novio y que tenía derecho a verme.
"Cinco minutos y ya" fue lo último que escuché antes que él se presentara en la puerta, un perfecto desconocido de ojos azules.
—Lisa.
No recordé su nombre y decidí sonreír, después de todo era mi novio, ¿No?
Él se acercó y despejó mi frente de mis cabellos rebeldes.
—Pensé que te habíamos perdido.
Ansiaba un beso de él, creyendo que tal vez aquello despertara mi memoria.
—Novios, y aun así no me das un beso.
Lo noté vacilante, pero después me dio un tibio beso en la boca. Seguía sin saber su nombre, pero mis labios reconocían los suyos.
—El doctor dijo que me pondré bien—le dije para su tranquilidad.
—Tiene razón en lo absoluto.
Y el calló, sólo me contempló con absoluta ternura hasta que la molesta enfermera le dijo que ya era tiempo. Lo único bueno es que ese mismo momento lo aprovechó para meter algo en el suero y me dormí enseguida.
A la semana siguiente me dieron de alta y un joven enfermero me condujo en silla de ruedas hasta la salida. El sol me golpeó en los ojos y cuando pude adaptar mi vista, miré la desolación de la ciudad que se reconstruía.
—Fue un terrible ataque, causó muchos destrozos y muertes. —dijo la mujer que me esperaba ansiosamente.
La morena tomó mi mano ayudándome a ponerme de pie y me condujo hasta el Jeep militar.
—Vamos a mi casa.
La mujer me explicó que la habían autorizado a mantenerme a su cuidado en su casa. Supuse que era importante en mi vida y me sentía mal de no recordaba a ella y sí a cada resquicio de la Ciudad.
—Soy Claudia, tu mejor amiga —se presentó cuando me advirtió confundida.
—¿Y mi novio cómo se llama?
—Hasta donde yo sé, decidiste romper con ese novio. Pero se llama Karl Riber y lo verás esta tarde, estoy segura de eso.
Me puse a pensar en la decisión de terminar con él siendo tan guapo, aunque en el fondo sabía que debía haber una razón muy importante.
—¿Qué me aconsejas, cuando me enfrente a él?
—Distancia— respondió secamente—No quiero que cuando te recuperes de esa laguna mental te arrepientas.
Llegando a casa vi una foto de Claudia junto a un muchacho, ella me explicó que era su novio fallecido, entonces surgió la idea de que me mostrará fotos para reconocer a las personas. Ella trajo un álbum, me presentó a Max, Miriya, y su pequeña niña. Luego me mostró las fotos de un grupo de chicas del puente del SDF-1.
—¿Y dónde está Karl?
—No tengo su foto.
Pasé a la siguiente página, encontrándome con quién dijo ser mi novio.
—Él no es Karl—apunté al chico con mi dedo.
—Él es Rick Hunter, un piloto, tu amigo.
Me paré y miré al exterior por la ventana.
—Cuánto estuve en el hospital?
—Semanas. Pero no te aconsejo pensar en eso y mucho menos en tu asignación, después de todo el SDf-2 terminó dañado en el ataque y las reparaciones tardarán un tiempo.
—No tengo ni la menor idea de que estás hablando.
Sé que continúo hablando, pero dejé de escucharla con el dolor de cabeza que sentía por la confusión. Miraba al exterior sin ver realmente, ni siquiera vi venir a la visita que en algún momento me pidió volverme a verle.
—¿Tú eres? —pregunté imaginando que él era Karl.
—Soy yo, volví para estar contigo. Soy Karl Riber.
Lo miré de arriba abajo sin moverme mientras él se acerca y extendía su mano para tocar mi rostro. Me había olvidado también de él, pero de alguna manera mi instinto, más lo que había dicho Claudia, me puso en alerta.
Di un paso atrás.
—No te conozco.
—Lo sé, ya me explicaron todo, también me dijeron que con el tiempo es posible que recuperes los recuerdos borrados.
Ni aun con la suavidad de su voz podía contra esa voz interior que me advertía que me alejara, y rápido.
—Por favor vete, no me siento bien— supliqué.
Yo misma cerré la puerta tras su partida, mi cabeza solo sabía consumir mi tranquilidad.
Y la puerta retumbó de nuevo.
Abrí enojada pensando que era un testarudo y me encontré con un hombre distinto, viéndome con actitud devoradora. No podía negar que era guapo, pero no estaba para aguantar a más hombres.
Ni siquiera pude echarlo, simplemente le di el portazo en la nariz.
—Ese es Jack Archer, tu eterno enamorado y aunque no te acuerdas de él, parece que tu instinto te dijo qué hacer.
—¿Cuántos enamorados más? —pregunté enojada.
—Solo ellos dos.
Mi memoria no mejoró con el pasar de los días y me sentía afortunada de no haber olvidado esos años en la academia.
Fue en una tarde de domingo cuando el almirante Gloval llegó a visitarme, mostrándose profundamente preocupado por mi condición, argumentado que el concejo debatiría si seguía siendo apta para continuar con mi asignación.
Le pedí, no, supliqué una prueba y él me respondió que el concejo tenía la última palabra.
Al mediodía del lunes en una escuela conversación me dijo que tenía una semana para prepararme.
—No entiendo tu empecinamiento, Lisa.
—Culpa a mi padre, él me encerraría en mi cuarto de por vida si supiera que perdí el puesto por algo sin importancia.
—Es que no lo es.
—¿Me vas a ayudar o no?
Ella asintió y le pedí reportes de todo el mundo, de esa forma me encerraba en mi cuarto memorizando cada detalle de las personas que no recordaba.
Fue cuando llegué al archivo de Rick que reparé en el detalle de mi sensación cuando él me besó.
Cerré mis ojos disfrutando el recuerdo.
—Pero jamás intentó siquiera venir a verme.
Pensé que me engañaba a mi misma pensando lo que no era cuando lo más seguro es que mintió para poder verme ese día.
Claudia se asomó a tiempo para evitar mi depresión.
—Preparé té.
Asentí, siguiéndola hasta la mesa.
—Mañana tengo esa evaluación.
—Y cómo te sientes?
—Muy preparada— dije segura.
—Si todo resulta bien no tendrás que lidiar con el problema que tenías antes del accidente, me refiero a irte y dejarnos aquí.
No supe qué responder ante eso.
—¿Rick Hunter y esa niña de la revista siguen saliendo?
—Creo que no. Aunque esos dos van y vienen.
—No entiendo por qué ustedes y mi vida con ustedes desapareció.
—Muy simple: tu subconsciente lo anhelaba.
Mi cita con el concejo era a las tres de la tarde. Me fui a la base antes de la hora de almuerzo, coincidiendo con el regreso del escuadrón Skull que realizaba maniobras de aterrizaje. Casi hipnotizada por el sonido de los motores moví mis piernas rumbo a la pista y esperé al líder, quien no dudó en acercarse a mi apenas me vio.
—Lisa, qué bueno verte de regreso.
—Me mintió en el hospital, piloto— acusé y él sonrió nervioso. —Demando una explicación.
—Quería verte y esa horrible enfermera me decía que no podía pasar.
—Esa horrible enfermera tenía razón, más confusión es mala para mí salud.
—Pero sé lo que sería bueno para ti, si lo permites.
Asentí.
El me jaló de una mano y me obligó a subir al Skull 1, luego él se acomodó en su puesto, me pasó un caso, se colocó el suyo y se conectó con el control de vuelo.
—Aquí el capitán Hunter, solicito permiso para despegar.
—Capitán Hunter, debe explicar sus razones— dijo la voz al otro lado de la línea.
—Es para ir en ayuda de un oficial en problema.
La otra persona guardó un momento de silencio y le aprobó la solicitud. En breve estuvimos el aire, volando sobre la ciudad. Pude divisar la fortaleza en una forma más pequeña que lo normal, y me sentí muy bien.
—Esto es lo que eres, lo que somos. Así no recuerdes ni a la mitad de los que sirven en este ejército- dijo.
Por unos minutos que se volvieron eternos nos mantuvimos dando vueltas en círculos y luego aterrizamos. Mi impecable uniforme con el que iba a presentarme ante el concejo se había arrugado un poco. No me importó. La energía que conseguí era lo mejor de la semana.
—Gracias— dije sinceramente viéndole a los ojos.
Él iba a tomar mi mano cuando un fuerte dolor de cabeza me partió en dos y aunque quise mantenerme en pie, el dolor provocó todo se oscureciera.
Desperté a las dos de la tarde en la enfermería de la base, con un serio almirante Gloval supervisando el control de la enfermera.
—Me tomé la libertad de suspender la reunión.
Ahí estaba, mi carrera de se acababa de golpe.
—Tengo a una oficial lista para extender su licencia médica y a un imprudente piloto suspendido. He de decirle que su prometido está en camino y se encargará de llevarla a su casa. Él médico recomendó reposo absoluto.
—No quiero irme con un hombre egoísta que me abandonó por seguir sus ideales y sueños por cuentas propias.
— ¿No pensó que tal vez simplemente le temía a su padre?
—Estoy segura que no.
Gloval sonrió complacido.
—No entiendo qué es lo gracioso.
—Gracioso es que recordaste eso y no te has dado cuenta.
No podía sino enmudecer con la revelación.
—Rick tenía razón, volar me ayudaría.
— Y lo hizo a costa de una suspensión.
Me apresuré en salir de la enfermería tras el Almirante, contaba con encontrarme a Rick y no a Maistroff.
Me cuadré frente a él.
—Supongo que debo felicitarlo por conseguir su deseo, es más, el SDF-2 es todo suyo. Renuncio a la asignación.
El pobre hombre que me miró como si me hubiera crecido una cabeza extra ni siquiera tuvo tiempo de reacción, en forma presurosa llegué hasta la puerta de la base bajo las miradas de todos quiénes se paralizaron al verme de nuevo allí.
Fue como una oleada, un doloroso recuerdo.
—Genaro.
Ese día terrible el cabo te recibió la peor parte del accidente.
Me volteé hacia quien pudiera contarme algo sobre él y me acerqué al primero en mi camino.
—Necesito saber sobre el Cabo Henry Genaro.
El muchacho no me respondió, aunque alguien más me hizo señas para que lo siguiera y me llevó hasta un memorial con una placa donde estaban grabados los nombres de los pilotos y otros que fallecieron ese día. El nombre de Genaro estaba grabado allí.
—De verdad lo siento cariño.
Claudia me habló a mis espaldas y me obligó a volverme para después abrazarme.
—Perdimos mucho ese día y creí que te había perdido a ti.
Al apartarme me di cuenta de que estaba llorando.
—Por favor Claudia, sigo aquí, y ya puedo recordar.
A pesar de todas las indicaciones volvimos a su casa caminando. Karl me estaba esperando.
—Lissie…
Miré a mi amiga quien entendió que debía dejarnos a solas.
—Te amé con todo mi corazón y te esperé, pero de eso ya no queda más que un inmenso cariño, porque el amor lo mató el tiempo y la distancia.
—Yo te sigo amando.
—Yo no.
Pasé a su lado para meterme a la casa. Una vez más me sentí muy debilitada y tuve que buscar dónde apoyarme.
Claudia se mostró preocupada.
—Le dije que ya no lo amo.
—Pero no te veo tan bien.
—Estaré bien cuando descanse apropiadamente.
Pasó un mes sin visitas, sin problemas, y sin aburrirme de esa vida en casa. Claudia era una excelente compañía cuando retornaba de sus turnos y en algún momento decidimos vivir juntas. La única duda que quedaba era la casa a elegir.
—Sí vivimos juntas seremos dos solteronas amargadas— dijo Claudia riendo.
—Solteronas sí, amargadas nunca más.
—Salud por eso.
Chocamos nuestras tazas de café, y mi vista se desvió al televisor. El vuelvo inaugural del SDF-2 se estaba llevando a cabo y yo no estaba allí.
— ¿No te sientes arrepentida?
—¿De decirle lo que pensaba a ese pesado de Maistroff?
—Te habían quitado el mando, pero una destitución por insultar a un superior fue demasiado.
— Jamás lo insulté.
—Él lo dio como argumento.
—Solo quería librarse de mí.
—Comandante Hayes no está mal, ahora tenemos el mismo rango, y Rick es tu superior.
—Ya lo superaré algún día.
—Prepárate para no olvidar ese detalle, podría mandarte a una corte marcial.
Reímos de lo curioso de la situación y nos preparamos para ir a nuestro turno. Por supuesto se armó un gran revuelo cuando me vieron llegar, y como solía ser, simplemente fui yo, a la que todos temían.
Ya en el Tac net, Rick estuvo al habla.
—Bienvenida comandante, me alegra tenerla de vuelta.
—Gracias Capitán.
—Lo único que me molesta es que gasté una fortuna en unas flores y no sirvió para nada.
—Hablas de cuál ramo de flores.
—Del primero, para felicitarte.
Claudia golpeó la consola y se sintió un ruido estrepitoso que obligó al resto a quitarse sus auriculares.
—Los romances en la línea privada, cariño.
—Yo no tengo ningún romance.
Las conejitas ya habían comenzado con sus comentarios y risas.
—De acuerdo—me volví a colocar mis auriculares—Capitán Hunter, el patrullaje de hoy será en el área noroeste de ciudad granito. Nuestra información nos indica que hay grupos rebeldes de Zentradi que se están reuniendo en el sector, por lo tanto, se han generado robos y saqueos en la ciudad.
—Entendido, control.
Al final del día saqué cuentas de que había sido un turno tranquilo, sonreí de satisfacción mientras salía a buscar mis cosas en el casillero para salir.
Karl llegó a ese lugar y cerró tras de sí para asegurarse que nadie nos molestara.
—Fue por ese piloto, el tal Hunter, ¿No es así?
—¿Rick? ¿De qué estás hablando Karl?
—Fue por él que me olvidaste— lo susurró dolido como afirmación y por primera vez sentí pena por él.
—Rick es mi amigo, y no entiendo por qué estás diciendo eso.
—Todo el mundo lo comenta en la base, que te ha enviado flores.
Sonreí divertida.
—Me envío flores para felicitarme cuando me asignaron al SDF-2, y después cuando estuve en el hospital. Solo es eso, somos amigos.
—¿Entonces por qué?
—Fue la distancia, el tiempo que pasamos separados. Después de lo que vivimos con el Zentradi, fue toda una vida para mí y me replantee lo que teníamos esperando que no volvieras tan pronto.
—Lisa yo no soy capaz de olvidarte ahora que te tengo cerca de mí.
Karl me besó sorpresivamente y yo dejé que me besara para recordar aquellos lejanos tiempos. Fue un beso profundo que despertó las pasiones, aunque nada más alejado de lo que sentíamos el uno por el otro cuando nos separamos.
Me distancié de él comprobando que teníamos espectadoras.
No supe qué hacer, salí corriendo de la base y sólo me detuve cuando estuve en el corredor a orillas del lago. Me recargué en el barandal para ver a la distancia, perdida en mis emociones confusas.
Al rato oí mi nombre, no quise voltear.
—No deberías estar aquí sin abrigo—sentí que colocaban una chaqueta sobre mis hombros, la acomodé mejor y me giré para encontrarme con los ojos azules de Rick.
—Pensé que mi amor por Karl había quedado en el pasado.
Me arrojé a sus brazos para llorar sobre sus hombros, y él me contuvo cálidamente, en silencio, paciente.
—Si todo hubiera seguido su rumbo, estaría lejos, no me habría encontrado con él—dije entre sollozos que no pude contener.
Nota de autor: Mañana el próximo capítulo :)
