Aclaración One Piece y sus personajes pertenecen a Eiichiro Oda; y la imagen de portada no es de mi autoría, créditos a su autor.
Advertencia Cinco años después del escrito anterior...
Ahora sí, ¡disfruten de la lectura!
Sellar una alianza
El sol golpea con toda su fuerza. Miro mis piernas, feliz de tener un día para broncearlas y quitar esa usual tez blanca de mi piel.
Hace mucho no me alejaba de todos los negocios que he logrado mantener en pie en estos últimos años. Un día de descanso no repercutirá mayormente en ellos.
Lo necesitaba y mis hijos también, que luego no digan que soy una mala madre que solo sobrexplota a su descendencia.
A mi derecha Compote con sus hermanas juegan haciendo castillos de arena, Perospero lidera a los menores lejos de la orilla y veo a otros jugar con un par de raquetas.
Inconscientemente dirijo mi vista hacia las dos bebas a mi lado.
Brulee y Boyce duermen profundamente pese al calor. Nacieron hace unos meses, por lo que tengo que estar más al pendiente de ellas que de los demás.
Por suerte, ya despaché a los ineptos de sus progenitores. Aunque eso implique una carga adicional para cuidar a mis hijas.
Reacomodo mi sombrero, de vez en cuando corre una brisa refrescante que amenaza con volarlo de mi cabeza. Más no puedo despegarme de él, no mientras esté al aire libre.
Abro la congeladora portátil que he traído para sacar de ella una deliciosa paleta con sabor a piña. Me deleito saboreándola.
Pero ante mi nueva visión, no sé qué es lo que realmente estoy disfrutando. Si del dulce en mis manos o del hombre que se aproxima a mí.
Camina decidido con su cabello mojado y las gotas cayéndole por el torso. Es una imagen fuera de lo cotidiano, pero que contemplo con una sonrisa en los labios.
Al parecer mi mirada le pesa porque a los pocos minutos de estarlo viendo, él planta sus ojos en mí sin dejar de prestar atención a mis acciones y es ahí cuando mi sonrisa se ensancha.
Por más que lo niegue sé que esas visitas que ha hecho durante los últimos cinco años no han sido por simple casualidad ni obligación por dificultades técnicas en sus navíos.
La marine(1) cree que tramamos algo, quizá que pronto daremos un golpe mayor. Y, si bien, es cierto. No lo haremos juntos sino por separado. Eso lo dejamos claro hace tiempo.
Él en lo suyo y yo en lo mío.
Nuestra relación, si se puede llamar así, solo ha resultado porque no hemos involucrado sentimentalismos. Ambos sabemos desde un principio cómo sería esto.
Pero, aunque lo niegue, sé que he ganado una vez más porque si he cumplido mi promesa y no, no me refiero a esa farsa de entregarte el road poneglyph.
Eso solo fue para acorralarlo. Con el orgullo y terquedad que se gasta, tenía que plantearlo de una forma que no se pudiera negar.
Lo que sí me sorprende es que se lo haya tragado. Pero, bueno, a una bestia no se le puede pedir tanto. Tan poca neurona lo compensa con músculo.
Y vaya que músculos.
Mis favoritos son los tríceps, los veo y recuerdo lo fuertes que son.
Anoche me sostenía con tal firmeza que me vi sumergida ante su merced. Sólo un momento. No le permitiría llevar las riendas por mucho tiempo.
Pero, también, vi algo más.
Miedo.
Tenías miedo, Bestia.
Y quizá el que se haya percatado que me pude dar cuenta de ello es lo que le enerva, ¿no?
Ahora ha fruncido el ceño.
¿Qué? ¿Acaso sabes lo que estoy pensando?
Entorna los ojos ante mi fastidio. Me gusta molestarlo, provocarlo... Es un nuevo pasatiempo que he descubierto en sus pequeñas e inesperadas visitas.
Veo como se pierde viendo mis piernas, deleitándose con la vista a la vez que le veo disimular como traga grueso. Poso la derecha sobre la izquierda con el único propósito de que recorra mi cuerpo con su mirada profunda, penetrante y oscura.
Al detenerse en mis senos le veo fruncir el ceño. Se cruza de brazos y me lanza una de esas miradas acusadoras, levantando una ceja.
—¿Desde cuándo mis prendas son de uso público,bruja?
Estiro mis brazos y acomodo la camisa floral varonil para luego levantar mis hombros y decir:
—No sé de qué hablas, esto lo encontré tirado en el suelo —señalo la prenda sobre mis hombros, fingiendo inocencia.
Kaido sonríe con burla.
Apenas llegamos a la playa y los niños se dispersaron, Kaido no halló nada mejor que desprenderse de su prenda a juego con el traje de baño y dejarme sola para irse al mar.
Debería de agradecerme porque si no fuera por mí, su preciada camisa ya estaría mojada, pisoteada y arrugada en algún rincón. Pero no, eso es mucho pedir. Él prefiere criticar el porqué la traigo puesta.
Me cruzo de brazos bajo mi busto para alzarlo un poco.
Lo veo centrar su atención en esa parte de mi anatomía unos minutos para quitar la mirada fingiendo desinterés. Y como no, buscando cambiar de tema.
—Los mellizos tienen hambre.
Así se refiere a Daifuku y Oven.
Le digo que busque en el bolso a mis pies la bolsa con daifuku(2) y pasteles horneados. Y Kaido les lleva los aperitivos a los dos chicos que lo esperan al borde de la piscina natural en la cual pueden nadar sin inconvenientes que se los lleve la marea.
No me es de extrañar que Kaido se mantenga allí ya que una pequeña cabellera rosa se encuentra quieta mirando hacia donde sus hermanos se encuentran nadando y alejándose de él.
Katakuri esconde parte de su rostro en la bufanda que comenzó a usar hace poco. Se fuerza a mostrarse indiferente, pero lo conozco y veo su frustración por no poder meterse al agua.
Hace poco menos de una semana y media, comió la Mochi Mochi(3). Perdiendo para siempre sus habilidades de nadador.
Veo como de reojo observa a Kaido, quizá intentando entender cómo es que él si puede mantenerse más tiempo en el agua sin mostrar gran cambio en su fuerza y agilidad.
Y es que a pesar de mis intentos por alejarme de él y hacer que mis hijos lo aborrezcan y desprecien sin sentir el mínimo interés por su padre, ha pasado lo contrario.
Los trillizos lo admiran y disfrutan de su compañía.
No lo puedo negar, Kaido también les corresponde a su manera. Con pequeños detalles demuestra su afecto hacia ellos, cosa que jamás creí ver viniendo de su persona.
Y aunque Daifuku y Oven se muestran alegres y cómodos con su presencia, nada se compara a la relación que mantienen Kaido y Katakuri.
Va más allá del físico, que es como ver dos gotas de agua, no dudo que con el tiempo Katakuri se asemeje más a él. No, es más que eso.
Son miradas y gestos que no pasan desapercibidos para ninguno de los dos. Si bien sus gustos pueden variar, pues uno es un hombre y el otro un niño. Ambos se entienden de una manera casi impresionante.
Inquieta me remuevo en mi sitio.
Hasta el día de hoy no me había importado separar a mis hijos de sus padres biológicos. Los considero una carga al comprobar como los primeros consentían y mimaban en extremo a mis hijos.
Sin contar las veces que me hicieron escenitas de celos.
Pero ahora, al ver la interacción de Katakuri con Kaido me he sentido... cohibida.
La crianza que les imparto a mi descendencia es la que me servirá para cumplir mis objetivos. Sin embargo, su relación me hace replantear mis decisiones.
¿Y si no es tan dañino que tengan algún contacto con sus padres?
No logro pensar más en ello cuando la sombra de Kaido se posa sobre mí y tengo que alzar el rostro para verlo a los ojos.
Veo como carga a Katakuri con un brazo y este se sostiene de uno de los mechones de su cabello. Con la mano del brazo contrario sujeta un flotador con forma de dona.
Kaido me mira sereno.
—Le enseñaré a Katakuri a soportar la presión del mar, pero no quiere que sea frente a sus hermanos y como le dijiste que no se puede alejar de tu vista hasta que se haya acostumbrado a su nueva habilidad, insiste en pedir permiso para poder ir.
Los observo y ellos, aunque no lo demuestren, me miran expectantes a mi decisión.
Sonrío.
Nada pierdo con probar.
—Zeus —llamo y este aparece de inmediato a mi lado pronunciando un "mama"—, cuida de mis hijos en mi ausencia.
Me levanto de la silla y me quito las sandalias para mayor comodidad al caminar por la arena. Me apoyo en su brazo musculoso para seguirle el paso.
Kaido mantiene la vista al frente, pero noto como de vez en cuando me mira por el rabillo del ojo. Por mi parte, no dejo de mordisquear mi paleta sin poder contener una sonrisa.
Su presencia no me molesta como muchos piensan, menos las noches que compartimos. Y sus gestos por mis hijos —a quienes amo, aunque haya gente que lo dude— me hacen apreciarlo más.
Es como si fuéramos una...
Sí, claro.
Nosotros no servimos para eso.
Los dos somos personas dominantes que quieren el control absoluto sobre el otro. Algo que jamás ocurriría de mi parte, menos de él. Nunca se doblegaría ante mí.
Esa es la realidad.
Por mientras, podemos seguir jugando a este tira y afloja.
¿Quién diría que sellar una alianza sería tan interesante?
(1): Fuerza militar marítima al servicio del Gobierno Mundial encargada de la aplicación de la ley, la seguridad internacional y las maniobras militares.
(2): Dulce japonés consistente en un pequeño mochi con un relleno dulce, comúnmente anko, pasta endulzada de judías azuki.
(3): Fruta del Diablo de tipo paramecia que permite al consumidor generar, manipular y transformarse en mochi. Su significado literal es: "Fruta pastel de arroz".
Nota de la autora:
Faltaba la perspectiva de Big Mom, ¿no?
Estos dos en un casual día de playa, ¿se lo imaginan? No sé porqué, pero creo que en cualquier momento esto se va a desmadrar ajajja
A no ser que se emborrachen con sake y Linlin como un gran croquembouche (la tarta que controla los insaciables antojos de la Emperadora). Puede que de esa forma algo sobreviva a este dúo...
En fin, ¿les gustó?
Sí, ya lo sé. Una idea loca, pero necesitaba escribirla. Oh, y tengo más de esta dupla, pero continuaré con otras.
De momento, nuestro querido Sombrero de Paja quiere hacer su aparición. ¿Quién creen que será su compañera? Porque necesita compañera para que haya romance.
¿Les interesa leerlo? Estén al pendiente de mi perfil y mis publicaciones.
Nos estamos leyendo ;)
Hasta la próxima...
