Capítulo II

"¿Acaso había mejor trampa que la trampa del amor? "

1 de septiembre de 1969

—Hola, Narcissa.

Lucius la saluda cuando pasa a su lado con una sonrisa de medio lado que hace que sus compañeras suelten un gritito de lo más inapropiado. Están en el compartimento del tren con Mai, Saray y Sophie. De ellas, solo Mai pudo acudir la fiesta. Saray estaba de viaje en Francia con sus padres y Sophie, aunque sangrepura, no tiene el estatus adecuado. De todas formas, su madre apenas le dejó tiempo de hablar con Mai Yaxley o sus padres, puesto que en su familia no había ningún varón de edades próximas. Aún así, ella sí que estuvo al tanto del tiempo que estuvieron hablando con la familia Malfoy.

Todos lo se dieron cuenta cómo los padres hablaban entre ellos con emoción, y cómo los niños parecieron conectar. No era la primera vez que las familias intentaban acercarse. Lucius se lleva solamente un año con Andromeda. El verano anterior habían intentado que los chicos congeniasen, llevándola un fin de semana a Malfoy Manor, pero tuvieron que desistir. Las familias dijeron que tenían una hermosa amistad que no querían estropear. Andromeda no soportaba que se le acercasen por el apellido, y cada pretendiente que su madre le presentaba acababa escaldada Narcissa no sabía qué había pasado ese finde semana, pero Lucius no volvió a acercarse a ella.

En la fiesta de este año, había sido distinto. Esta vez la protagonista era ella, y la familia todavía tenía esperanzas de juntar a su primogénito con una Black. Eran, sin lugar a dudas, los dos apellidos y familias más influyentes, ricas y poderosas de Inglaterra. Narcissa ya lo conocía, principalmente porque jugada de cazador en el equipo de quidditch. Se había fijado en él vagamente porque, a diferencia de algunas de sus compañeras, ella no tenía demasiados intereses románticos. Le gustaba jugar al ajedrez, leer novelas y cotillear con sus amigas; pero si se fijaba en magos, prefería otros como el cantante del grupo Herederos de Merlín o el golpeador de los Flechas de Appleby. Eso había cambiado en la fiesta, la forma en la que Lucius le había mirado, tan intensa, había tambaleado su mundo.

Durante la tarde, Lucius le había preguntado sobre sus libros favoritos, asignaturas en Hogwarts e incluso habían bailado una canción. Tenía el pelo largo y un flequillo que casi se le metía en los ojos azules, pero que siempre movía con un elegante golpe de cabeza. Narcissa se sentía indefensa cuando notaba que le miraba. Se había intentado reprobar ser tan infantil, pero no podía evitarlo.

Sus amigas se ponen a cuchichear en cuanto él desparece de su vista y empiezan a decir que está claro que le gusta, que van a pasar un año increíble en Hogwarts y que a lo mejor la invitan a Malfoy Manor en las vacaciones… A Narcissa le agobia un poco las prisas. Se siente nerviosa, aunque puede que sea en el buen sentido.


23 de diciembre de 1969

Mientras está recogiendo sus cosas, Narcissa se apena de dejar el colegio este año. Por una vez, la fiestas y pasar tiempo con su familia no le hace ninguna ilusión. Se da cuenta, mientras se recoge el pelo con una cinta, que estos meses ha cambiado bastante. Se ha dejado de hacer coletas y trenzas; ahora siempre lleva diademas o el pelo suelto. Además, se ha cortado un flequillo recto que le hace parecer más mayor. Ha dejado de leer esas novelas infantiles y ahora intenta leer El Profeta o revistas para estar interesada por la actualidad. Ha cambiado la ropa más infantil, sus túnicas coloridas y florales, por unas más oscuras o elegantes. Se dice que es porque ahora es más mayor y madura, pero sabe que se engaña: es por Lucius. Desde que comenzó el curso ha ido cambiando poco a poco. No es que se lo pida. Él siempre es educado y respetuoso, pero le indicó que una chica de su edad y posición debería vestir y actuar más acorde. Se daba cuenta que, cuando intentaba adaptarse, Lucius la invitaba a pasar el rato con sus amigos y compañeros mayores. Hablaban de política, decretos y hasta criticaban a los profesores o el director. Fueron solos a Hogsmeade una vez, incluso habían dado varios paseos por los terrenos del castillo estos meses.

Sabía que era la envidia de las chicas de su curso, y las de Lucius, por eso solamente se juntaba con chicos. Todas eran unas envidiosas que querían estar con él.

Narcissa se monta en el expresso de Hogwarts y se sienta en el compartimento de Lucius y sus amigos. A veces, hacen chistes y comentarios algo inapropiados, pero Lucius siempre intenta protegerla diciendo que hay damas delante, pasándole el brazo por los hombros y poniendo los ojos en blanco. Le encanta. Hay algo delicado y dulce en la manera en la que le trata. Y otros días, nota que sus compañeros intentan hacerle burla, pero Lucius siempre los calla con un solo gesto, mostrando bastante carácter y liderazgo.

«—Cállate, Gibbon. Narcissa es una bruja de categoría. Se merece que la traten con respeto.»

«—¡Augustus, hay una señorita presente! Deja de parlotear sobre tus asquerosos ligues sangresucia y haz el favor de buscar alguien acorde a tu apellido, que no es que este muy por lo alto.»

«—Rowle, si sigues mirando las piernas de mi chica te meteré una cruciatus por el culo.»

La verdad era que los amigos de Lucius la ponían un poco nerviosa. Parecían un poco salvajes. Era cierto que en estos meses se había enterado que eran ellos quienes pegaban palizas a chavales sangresucias o mestizos, hacían pintadas y se metían en líos. Lucius le había asegurado que aquello solo eran chiquilladas,; que los intentaba frenar, pero que solo querían divertirse. Además, ¿qué tenía de malo? Ponían en su sitio a los alumnos; la importancia de la pureza de la sangre estaba cada vez más cuestionada. Si no hacían algo pronto, se adueñarían del mundo mágico esos amantes de los muggles que no les importan las tradiciones o familias antiguas. Lucius le hacía sentirse segura. Él la protegía.


2 de julio de 1971

—Andromeda, por favor, deja de meterte en mi vida.

—Yo solo te digo que tengas cuidado antes de irte con los Malfoy.

—Solo porque a Lucius no le gustases no tienes que malmeter contra él.

—¿¡Perdona!?

—Sí, me contó que fuiste detrás de él, pero que no le gustabas. Por favor, deja de ponerte en ridículo.

—Lucius es un mentiroso y un mal bicho. ¿Sabes acaso lo que hace en el colegio? ¿Las barbaridades que él y su grupito de amigos hacen a otros alumnos?

—Eso son mentiras que se inventan. Además, son sangresucias y mestizos. ¿Qué importan? No son magos de verdad.

—Por Merlín bendito Narcissa, ¿te estás escuchando? Te está comiendo la cabeza. ¿De verdad te parece bien que maltraten, acosen y manden a la enfermería a niños por la familia en la que han nacido?

—Yo no puedo creer que defiendas que nos intenten quitar el estatus y acabar con nuestra herencia. ¿Acaso te ha comido a ti la cabeza tu novio secreto?

—¿Qué dices?

—Venga ya, Andy, me lo han contado. Estás con un sangresucia de Hufflepuff. No me lo quería creer porque estaba claro que no podías hacerle eso a la familia, pero ya no estoy tan segura.

—Eso da igual. Solo digo que me preocupo por ti. Malfoy es mala persona, y no quiero que te hagan daño. Te está cambiando y no me gusta, Cissy.

—Que seas la mayor no te hace más lista. Aquí la única que ha cambiado eres tú, Andy. Si es cierto que estás con ese, debes saber que, si se hace público y se enteran, habrá consecuencias. No voy a contar nada a nuestros padres, pero ten cuidado. Yo también me preocupo por ti.


10 de julio de 1971

Narcissa llevaba casi una semana en casa de los Malfoy y no quería admitir que de verdad se quería ir. Estar a solas con Lucius había comenzado siendo maravilloso, pero conforme más se acercaba a ella, más insegura se sentía. Ahora que estaban los dos solos, la proximidad con él a veces se volvía demasiado real. Sin embargo, no quería parecer una cría por querer volver a casa, o peor, darle la razón a su hermana. Lucius le gustaba mucho y no quería que la dejase.

Ella cumpliría los dieciséis años en unos meses y Lucius ya tenía diecisiete: era un mago adulto. El problema era que no había hablado con nadie sobre el tema. Su madre le había enseñado a hacer una poción anti-embarazo ese verano y le había dicho que una bruja bien educada no habla sobre sexo. Esos habían sido todos los consejos que iba a obtener de ella. Si no se hubiese peleado con Andromeda, habría hablado del asunto con ella. Bellatrix ya apenas pasaba por casa. Se pasaba el tiempo de misiones y trabajando para su "amo". La vida marital no parecía gustarle mucho y ahora se había metido de lleno en "la causa". Ya no se podía hablar de otra cosa con ella. o quedaba mucho de la divertida hermana que le gustaba jugar al quidditch, bailar y cantar con la radio a todo trapo.

No podía acudir a nadie, y tampoco sabía qué decir. ¿Por qué tenía miedo? Sonaba un poco tonto en voz alta. Lucius era su novio. Llevaba todo el curso quedando con él, yendo con sus amigos, recibiendo flores y notas voladoras. Daban paseos de la mano y se despedían besándose. Lucius siempre había sido respetuoso con ella, era un buen mago, de buena familia y apellido intachable. ¿De qué tenía miedo? Era perfecto.

Esa noche, Lucius se cuela en la habitación que le habían asignado. Enciende una lamparita y se acerca a decirle que no puede dormir. Se besan y nota cómo todo se vuelve más íntimo, más urgente. Narcissa vacila y se quiere apartar un poco, pero Lucius le sujeta de la muñeca y le dice al oído:

—Vamos, Cissy, sabes que te quiero. Eres la persona que mejor me conoce, con la que comparto todo, nadie te va a querer como yo. —Entonces sus ojos se llenan de miedo y se aparta un poco turbado—. A lo mejor no me quieres del mismo modo. Perdona. Sé que no estoy a la altura de ti, pero te deseo tanto…

Narcissa empieza a sentir pánico cuando nota que se aleja apenado. Está dudando de sus sentimientos por él y se siente tan culpable que inmediatamente se aprieta contra él y lo abraza.

—No, Lucius, por favor. Te quiero. Eres lo más maravilloso que me ha pasado. Por favor, no te vayas.

Él se muerde el labio y le acaricia la cara poniéndole el pelo detrás de la oreja. Ya no parece tan triste, y Narcissa nota cómo su corazón empieza a calmarse.

—Entonces, ¿querrás que estemos juntos para siempre? —pregunta Lucius esperanzado.

—Sí.

Después de eso, Lucius la besa con pasión, le abraza y agarra como si temiese que se fuese a marchar. Narcissa sigue sintiéndose un poco incomoda, pero se deja hacer. El parece tener experiencia. Sabe que Lucius ha estado con algunas sangrepuras o mestizas de otras casas, no es tonta, pero la ha elegido a ella. Él quiere compartirlo todo con ella, y es egoísta no hacer lo mismo. Ella le besa y le susurra que le quiere. Lucius también lo hace. Le dice que le quiere cuando ella gime por el dolor u le acaricia con cariño después de morderle y sonríe. Narcissa se concentra en su cara todo lo que puede, en la felicidad extrema que él parece sentir porque eso borra todo lo demás.

Al día siguiente, debe volver su casa. Sin embargo, antes de irse Lucius le entrega un pequeño colgante con el símbolo de los Malfoy. No es un anillo, no estaría bien que se prometiesen siendo ella menor de edad, pero casi. Cuando se besan al despedirse, Narcissa se nota más adulta; como si acabase de empezar a cruzar un puente colgante, excitante y peligroso al mismo tiempo. Pero sabe que, mientras esté sujeta a Lucius, todo irá bien.