Había despertado con la primera luz del día que se coló por la ventana, primero estuvo confundida todavía por el sueño, luego al sentir el calor del cuerpo masculino que la abrazaba cayó directo a la realidad, no pudo evitar que unas lágrimas caprichosas brotaran por sus ojos y mojaran sus mejillas, despertar en brazos de David era su mayor anhelo, pero no en estas circunstancias, no con el regreso de Leopoldo, tenía que ser fuerte, la batalla que se avecinaba no era para nada fácil, no pudo evitar quedarse tranquila sin moverse, quería admirarlo, verlo dormir era todo un espectáculo, sus bellos ojos cerrados, la piel de su rostro llena de una suavidad inigualable y su pecho, el que tanto amaba acariciar, besar, el que ya consideraba como su hogar, donde siempre se refugiaba sin miedos, sin ataduras, con tanta libertad, subía y bajaba al ritmo de su respiración, no quería ser privada de tenerlo en sus brazos para siempre, entregarse a él con la seguridad de no lastimar su corazón, el que tanto había sufrido, pero sabía que no era posible, ella no era su dueña, le pertenecía a la mujer que fue su enemiga, quien sufrió en carne propia su furia, su oscuridad y quien la aceptó en su familia como un miembro más, como su amiga, su confidente, su confianza; cuando todo había comenzado, pensó que iba a soportar verlo muy feliz con su familia, pero su corazón la volvió a traicionar al punto de amarlo muy profundamente y para cuando se dio cuenta ya no podía desprenderse de sus brazos, de sus caricias, de sus besos, de su amor, ya era demasiado tarde, qué caprichoso suele ser el corazón, venirse a enamorar precisamente del príncipe de su hijastra, de su amor verdadero, realmente era una muy mala madrastra, era por eso que no podía darse el lujo de que él supiera de sus sentimientos, no quería ocasionar más sufrimiento, ni más dolor, por lo que cuando Robin apareció con claras intenciones de ganarse su amor y evidentemente David se había dado cuenta, ella vio la oportunidad perfecta y era por eso que le había inventado lo de su supuesta relación con Robin, quería que se alejara, que no la volviera a buscar, solo que cuando su esposo regresó del pasado, su mundo se derrumbó a sus pies y no pudo evitar dejarse consolar por él, el hombre que tanto amaba. Se quedó mirándolo tan fijamente como queriéndolo atrapar por siempre en su recuerdo, fue tanta la intensidad de su mirada que comenzó a moverse en la cama, ella aprovechó y lo besó.

"¡mmm!", no quería hablar, solo la aferró aún más a su cuerpo para que no se desprendiera del beso.

Cuando hubo necesidad de respirar se separaron a regañadientes, David fue el primero en hablar.

"Buenos días, ¿cómo dormiste?", se había encargado de cuidarla toda la noche.

"Buenos días, muy bien, pero no debiste amanecer aquí, tu familia David", dijo sin dirigirle la mirada.

"ya les explicaré, no te preocupes, entenderán", no había hecho más que brindarle su apoyo, aunque ambos sabían que esa no era la única razón por la que habían amanecido juntos.

"esto no puede seguir así…", intentó protestar, no pudo.

"te diré algo, a partir de hoy te llevaré a la oficina y te traeré", no era una pregunta, no aceptaría un no como respuesta, lo quisiera o no, estaría a su lado.

"veo que no podré hacerte cambiar de idea", tendría que resignarse, además, era cierto que ahora lo necesitaba más que nunca, aunque sonara egoísta.

"no, es una decisión tomada, iré a preparar algo de comer, te espero abajo para desayunar juntos e irnos", dijo tratando de levantarse, Regina no lo dejó y volvió a besarlo con mucha más intensidad que antes, cuando al fin lo liberó de sus besos, los que tanto amaba, le dio privacidad en su habitación y fue a la cocina, pasados unos minutos, cuando estaba divinamente arreglada como le gustaba, bajó las escaleras, podía sentir sus tacones, sus pasos eran inconfundibles para él, comenzó a caminar hasta donde estaba, cuando la vio, se quedó totalmente impactado por su belleza, no era una sorpresa, pero no paraba de admirarla cada vez que la veía así de arreglada, lucía un vestido rojo que se ajustaba perfectamente a su figura, cubría solo hasta debajo de sus muslos y dejaba mucho a la imaginación, estuvo sin poder hablar por un momento, solo la miraba, agradecía el haber terminado el desayuno, de lo contrario se hubiese quemado.

"¿es que te vas a quedar ahí parado mirándome toda la mañana?, tenemos cosas que hacer", bromeó, sabía perfectamente que se había quedado sin aliento por como iba vestida, pero se les hacía tarde.

"No, pero es que estás preciosa", dijo casi en un susurro.

"Ven vamos a desayunar, ya es hora de irme", no podía seguirle el juego, lo conocía bien, sabía que, si se guiaba por él, no irían a trabajar hoy, además tenía que ir a su casa, seguro estaban preocupados.

Desayunaron muy armoniosamente, entre risas, coqueteos, caricias y besos, cuando terminaron, ambos salieron de la casa para ir a la alcaldía, ahora sí, con mucha seriedad, tenían que mantener las apariencias, por ningún motivo podían dar pie a que lo descubrieran todo.

Mientras tanto en la casa de Blanca todos se habían levantado temprano, Emma y Henry prepararon el desayuno en lo que Blanca y su padre se encargaban de apapachar al nuevo integrante de la familia quien no los dejó dormir durante toda la noche, ese día Henry tendría que ir a la escuela y Emma a la comisaría, aunque pensaba pasar por otro lugar para resolver una cuestión muy importante, después de su viaje al pasado se dio cuenta de que su lugar estaba en Storybrooke junto a su familia.

Estaban desayunando sentados a la mesa y sostenían una amena conversación.

"Abuela el pequeño Neal no dejó que durmieras y ya estás despierta", dijo Henry muy entusiasmado.

"Así era tu abuela de bebé, recuerdo que en el palacio casi nadie podía dormir escuchando el llanto de la princesita recién nacida", dijo Leopoldo, Blanca le estaba haciendo sentir como en casa, aunque le había prometido contarle la historia de todo lo que ocurría, pero había tiempo y agradeció que siguiera siendo la buena hija y tan cariñosa de siempre, todo era tan nuevo para él, que sentía que sin ella no podía.

Ante su comentario todos rieron y permanecieron en silencio degustando del desayuno, hasta que Emma decidió hablar, estaba dándole vueltas a un tema, pero era muy delicado.

"Mamá, papá no vino a dormir anoche, ¿cierto?", no sabía cómo reaccionaría, pero jamás había dejado de dormir en casa a no ser por cuestiones de la comisaría y a su parecer en el pueblo todo estaba supuestamente tranquilo.

"No, pero tengo mis sospechas de dónde puede…", el sonido de la puerta la interrumpió, David había llegado.

No se imaginaba que al llegar toda la familia estaría reunida, no era común que a esta hora aún no hubiesen partido para comenzar el día, entró, cerró la puerta tras él y se quedó paralizado por un momento, no sabía cómo lo recibirían, pero su silencio no duró mucho.

"Buenos días", dijo saludando a todos.

"Abuelo, ¿quieres que te muestre el pueblo?, un paseo matutino no te vendría nada mal", dijo Emma haciéndole una seña a su hijo para que terminara con el desayuno y supiera que ya era hora de irse.

"Me encantaría y si es del brazo de mi nieta me gusta mucho más la idea", dijo mientras esquivaba la mirada asesina de su yerno, no sabía el motivo, se acababan de conocer, pero eso lo resolvería en otra ocasión.

David, quien todavía permanecía parado junto a la puerta, se hizo a un lado para darle paso al trío que saldría y a juzgar por sus rostros, estaban muy complacidos.

Cuando al fin se quedaron solos, Blanca se detuvo a observarlo, llevaba una enorme sonrisa que le hacía brillar los ojos como estrellas, hacía tiempo que no lo veía tan radiante, y no parecía haber pasado mala noche, al contrario.

Al sentir la mirada de su esposa analizándolo detalladamente, se dispuso a ir a cambiarse de ropa, no quería ser descubierto, estaba rozagante de felicidad, pero tendría un arduo día de trabajo, sintió unos pasos que lo persiguieron en total silencio, presentía que estaba desesperada por comenzar a hablar, por preguntar, no estaba preparado para el interrogatorio, pero estaba en todo su derecho.

"¿dónde dormiste anoche, David?", preguntó sin más, estaba buscando la ropa para ir a trabajar y el bebé comenzó a llorar, dejó todo lo que estaba haciendo y se volteó para acariciarle la cabecita a su bebé para que dejara de llorar, cuando se acercó a Blanca, fue suficiente.

"ya no me digas nada, ya sé la respuesta", esta expresión hizo que dejara de mimar a su bebé y quedara justo frente a Blanca, estaban muy cerquita y ella no lo dejó hablar, continuó, "hueles a ella, puedo sentir su perfume, David", había quedado descubierto, sabía que estaba en lo cierto, podía percibir el aroma de Regina todavía clavado en su piel, mismo que tiempo atrás quiso que desapareciera cada vez que se encontraban, pero ya ese no era un punto que le interesara, al contrario quería que no se le borrara jamás, quería oler a ella siempre, solo que este no era el momento de enfrentarse a esa verdad, había algo más importante que quería dejar bien claro.

"No sé qué te estás imaginando, pero yo estaba ayudando a …", Blanca lo interrumpió.

"ah bueno, te vas a dormir en casa de mi madrastra, sin avisar y debo creer que la estás ayudando, sin discutir nada sobre el tema, ¿crees que soy tan ingenua?", la tranquilidad de su esposo la estaba sacando de su sano juicio.

"Yo no estoy insultando tu inteligencia, solo te estoy tratando de explicar la verdad, pero no me dejas", vio cómo lentamente se separaba de su cercanía y se sentaba en la cama como dándole a entender que lo dejaría explicar su versión de la situación, por lo que prosiguió, "noté que Regina estaba muy afectada por la presencia de tu padre y fui a preocuparme por ella, estaba muy mal y me ofrecí a acompañarla, así fue y para que lo sepas por mí, a partir de hoy la acompañaré al trabajo y después la llevaré de vuelta a la mansión", terminó su intervención, el rostro de Blanca no le daba la idea de que estuviese muy convencida, decidió darle tiempo para que procesara la información, por lo que fue a darse un baño.

Pasado un momento de haber escuchado semejante historia, tenía varias inquietudes.

"déjame te pregunto algo David, ¿desde cuándo Regina necesita un guardaespaldas?", su pregunta y su tono de voz hizo que David sonriera desde el baño.

"Tú misma decidiste perdonarla por segunda vez, además la incluimos en nuestra familia desde hace mucho tiempo, no sé cuál es tu asombro porque quiera ayudarla", cambió el tema, no quería complicar más las cosas, no quería decirle que Regina estaba aterrada con el regreso de su padre y mucho menos decirle que conocía toda la historia de su matrimonio.

"tienes razón, pero no me respondiste", no dijo más, de pronto como si hubiese estado muy centrada en la conversación, miró para todas partes y fue cuando se dio cuenta de que David se le había desaparecido de su vista y le hablaba desde el baño.

"tu padre, ¿cómo se está adaptando a su nueva vida?", lo menos que quería saber era de su suegro, pero debía cambiar el tema, sobre todo, no podía bajo ningún concepto, levantar sospechas sobre su resentimiento hacia el rey.

"Ya luego que regrese, le contaré todo para que se acostumbre mucho más a nuestra realidad", David salió del baño ya listo para irse a trabajar, se acercó a la cama se despidió del bebé y de ella con un beso y partió, cuando se fue no pudo evitar que siguiera pensando que aunque se había bañado y perfumado, la esencia de su madrastra no se le había borrado.

Emma llevó a Henry a la escuela, en la tarde iría a casa de su otra mamá, Regina y ella habían aprendido a conocerse y una bonita amistad las unía por el bien del pequeño, sabía que con su viaje al pasado su amistad se había resquebrajado un poco, solo que lo arreglaría, no esperaría, lo haría esta misma mañana, así que cuando le mostró el pueblo a su abuelo, dejó la alcaldía como el último lugar para hablar con su amiga.

"y esta es la alcaldía, es el edificio más bonito de la ciudad junto con la mansión de la alcaldesa", no explicó más, sabía que su madre no le contaba toda la historia y no quería ganarse otro problema con Regina.

"¿y cuándo me mostrarás la casa de la alcaldesa?, ahora me dejaste muy curioso", preguntó, a toda costa quería que su nieta le mostrara toda la ciudad, aunque realmente lo que quería era ver a Regina, tenía que asegurarse de que no se atreviera a manchar su integridad con sus infamias, pero tendría que ser paciente.

"de vuelta a casa te la mostraré, ahora necesito que me esperes un momento aquí, debo entregar unos papeles a la alcaldesa", dijo sacando unos papeles para cubrir su coartada.

Cuando se bajó del auto, se aseguró de que su abuelo no la siguiera y caminó hacia la entrada de la alcaldía, todo estaba igual de tranquilo que siempre, siguió avanzando y conforme se acercaba a la puerta de la oficina de Regina escuchaba una conversación, por lo que decidió quedarse muy tranquila a esperar que terminara, pero fue imposible no escuchar.

Cuando David se fue y se quedó sola en su oficina, no pudo evitar comenzarlo a extrañar, en las últimas horas no conocía otra compañía más que la de él y siempre le ocurría que la distancia entre ellos era insoportable, por lo que tomó un profundo suspiro que le daría fuerzas, tenía la extraña sensación de que pronto tendrían que alejarse para siempre, así que ese tema lo pausaría por un momento, al escuchar un toque en la puerta toda su atención se desvió al presente.

"Regina, ¿estás ahí?", lo menos que quería en estos momentos era una charla con la persona que la estaba llamando, pero ya estaba ahí, tenía que ser educada.

"Sí Robin adelante, está abierta la puerta", no podía ser deshonesta con él, era un buen hombre, pero sus sentimientos no eran correspondidos.

"Buenos días", dijo Robin abriendo la puerta de su oficina con una sonrisa en su rostro, no se podía negar lo atractivo que era.

"Buenos días, siéntate", le ofreció asiento y de inmediato lo tenía en frente, ya no había escapatoria.

"no sabes lo asustado que estaba anoche cuando desapareciste de la fiesta, te busqué por todos lados, no te encontré", le explicó, pero al parecer no había ido a todos lados, ella estaba en su casa.

"estoy bien, gracias por preocuparte", podía leer sus claras intenciones, sus ojos no mentían.

"Regina, además quería saber si ya tienes una respuesta", quería saber si por fin lo aceptaría.

"Robin, yo no puedo engañarte, no puedo", ya le había dejado claro lo que sentía, no quería ser cruel.

"ya sé que me dijiste que no sentías lo mismo por mí, pero por lo menos una oportunidad, si quieres hasta puedo ayudarte con tu enredo amoroso", terreno peligroso, sabía que Regina no lo amaba, pero tenía las fuertes sospechas de saber a quién sí amaba de verdad.

"¿Perdón?", qué insinuación era esa, se estaba pasando de los límites.

"Regina, somos grandes, sé que este tema es complicado, yo te guardaré el secreto puedes confiar en mí, he visto cómo te mira David, no es para nada disimulado", la actitud del príncipe en la celebración de ayer le habían dejado todas sus suposiciones convertidas en crueles realidades para él, ya desde el Bosque Encantado venía analizando su actitud hacia Regina.

"Este tema es caso cerrado, Robin, ya hablé claro contigo, solo puedo ofrecerte mi amistad", le molestaba que se atreviera a hablar de su vida personal, se hizo un silencio en la oficina, no quería ser grosera y echarlo, solo que no sabían que mientras ninguno quería romper el silencio, había una tercera persona detrás de la puerta escuchándolo todo.

La conversación que estaba escuchando confirmaba sus sospechas sobre la cercanía de Robin a Regina, no había emitido sonido alguno, para no interrumpir, estuvo allí hasta que escuchó la mención de su padre en la conversación, momento en el que se dio cuenta de que había escuchado demasiado, luego hablaría con Regina, se retiró más preocupada que como había llegado, no estaba bien escuchar conversaciones ajenas, pero ahora tenía más preguntas sin respuestas, su cabeza era un lío, salió de la alcaldía como un rayo, solo que tendría que disimular, su abuelo la estaba esperando y los papeles aún los llevaba en las manos, tenía que inventarse una excusa, ya, se repetía mientras las palabras de Robin y el tono de voz de Regina retumbaban en su mente una y otra vez, definitivamente debía hallarle sentido, llegó al auto con su abuelo, le sonrió.

"¿no pudiste ver a la alcaldesa, hija?", su nieta estaba como espantada y aún llevaba los papeles en las manos.

"no estaba, luego paso para ver si ya regresó", dijo montándose y cerrando la puerta, estaba tan distraída que condujo hasta la casa de su madre y se olvidó de la promesa que le había hecho de mostrarle la casa de Regina, quizás era mejor así.

En la alcaldía, aún permanecía todo en silencio entre Robin y Regina, ninguno quiso hablar, Robin entendió muy bien la señal, se paró y se retiró lentamente de la oficina, dejando sola a Regina.

Durante todo el día permaneció muy distraída por las palabras de Robin, si se había dado cuenta de todo, no quería imaginarse si alguien más lo sabía, a la hora de almuerzo recibió un mensaje de David, quería saber cómo estaba, y reafirmar que vendría a buscarla para llevarla a la mansión, no podía evitar que al ver ese mensaje todas sus preocupaciones se borraron de su mente y su corazón dio un vuelco, sentir que la cuidaba y la protegía era muy bonito y peligroso a la misma vez, así pasó la tarde, llena de trabajo y suspirando por su amor imposible.

Cuando Leopoldo regresó a la casa de su hija, ambos se hicieron compañía, ella preparaba el almuerzo mientras él cuidaba al pequeño, quería buscar un momento para escaparse a buscar a Regina, cuando todo estuvo listo en la cocina, Blanca lo invitó, ambos muy contentos por estar juntos compartieron el delicioso almuerzo, su hija le contó que Regina era la alcaldesa del pueblo y que era la madre adoptiva de Henry, pero él sabía que ella estaba omitiendo detalles, mismos que no tenía tiempo para esperar, su hija se veía muy cansada, el agotamiento de la noche anterior estaba cobrando cuentas, por lo que cuando terminaron de comer y dejó todo limpio en la cocina le pidió disculpas para ir a la cama con Neal, esta era oportunidad, esperó que estuviera profundamente dormida y salió de la casa, ahora sabía dónde encontrar a su esposa y suponía que ahora sí no se le escaparía.

Vagó por las calles, preguntaría, todos lo conocían, nadie se negaría a darle la información a su noble rey, continuó caminando hasta que se encontró con el edificio que horas antes le mostró su nieta, entró y se guió por las escaleras del lugar que lo llevaron a un pasillo largo que conducía directamente a la oficina de la alcaldesa, lo pudo leer en la puerta que estaba cerrada, entró sin avisar, ni ser anunciado.

"Vaya, supongo que ahora sí no te me escaparás como anoche, porque tú y yo tendremos una conversación muy larga", pudo observar la reacción de su esposa al escuchar su voz, estaba tan concentrada que se sobresaltó.

"¿Qué haces aquí Leopoldo, no te quedó bien claro anoche que no quiero verte?", dijo sin miedo, aunque por dentro estaba aterrada, su entrada tan característica no le había extrañado, acostumbraba hacer y deshacer a su antojo, si lo sabía ella, pero no le demostraría miedo, de ninguna manera.

"Mi reina, ¿acaso esas son formas de recibir a tu rey?", fingir ser una buena persona delante de los demás y un desagradable con ella se le daba muy bien, solo que ya no tenía en frente a aquella jovencita, presentía que tenía mucho que hacer, pero despacito, todo a su tiempo.

Al escuchar estas palabras Regina soltó una de sus carcajadas de Reina Malvada antes de responderle, "¿tu reina?, no me hagas reír Leopoldo, nunca lo he sido, no me vengas con ironías, ni mentiras, nos conocemos, además,….", hizo una breve pausa, tomó aire y prosiguió, "yo me encargué de enviarte al infierno de donde nunca debiste regresar", fue como soltar un peso muy grande, pudo notar la escasez de asombro, señal de que no era nueva esa información para él.

"no me dices nada nuevo, ¿acaso no sabes que mi nieta me salvó de mi muerte?", comenzó a acercarse peligrosamente a Regina, ella lo notó y se levantó de su buró, para escaparse.

"no sabes nada, sigues siendo el mismo, ni ver a tu hija y disfrutar de tu familia del futuro te ha hecho cambiar", dijo dándole la espalda.

"A mí no me importan ni mi hija, ni mi familia, ni nadie, solo me importas tú, cuando supe que estarías aquí, accedí muy encantado", ahora estaban en una persecución por toda la oficina, hasta que pudo agarrarla, en un descuido la atrapó, podía sentir su perfume, era el mismo, estaba en el futuro, pero definitivamente hay cosas en la vida que no cambian, podía sentir su forcejeo, el que adoraba, le nublaba el cerebro sentirla pelear por su libertad, le había resultado tantas veces en el pasado, ahora no sería la excepción.

"Suéltame Leopoldo, ya no soy la niñita de antes", decía mientras le sostenía con mucha fuerza las muñecas y no podía acceder a su magia, el miedo no la dejaba concentrarse, tenía miedo de que se repitiera lo que tanto temía, lo que tantas veces había tenido que pasar durante los años de matrimonio, durante el tiempo que era una jovencita indefensa a merced de su esposo y de su hijastra frente a la que tenía que fingir ser muy feliz con su padre, jamás pudo hablar de lo que ocurría en las cuatro paredes de su habitación que se estaba por repetir ahora a menos que un milagro ocurriera.

"No luches Regina, no tienes escapatoria y por lo que estoy sintiendo, tu truco de magia no funciona de lo contrario ya te hubieses desaparecido como anoche o ¿es que te place estar así conmigo?", ahora la estaba acariciando por el cuello, sentía su piel temblando, pero su perfume era hipnótico, ya casi estaba perdiendo la razón cuando vio un sofá muy bonito en la oficina, aunque no le importaba, para lo que estaba empezando no era un detalle importante por lo que empezó a empujar a Regina en dirección al sofá, ella al saber sus claras intenciones, comenzó a forcejear aún más y a suplicar.

"Por favor Leopoldo, no hagas esto", no podía ser posible, no estaba ocurriendo, su día había comenzado tan lindo, no era justo.

"¿cuándo te vas a convencer de que eres mía Regina, en el pasado, en el presente y en el futuro?", amaba sus súplicas, aceleraban su pulso y su corazón corría kilómetros en segundos, su vocecita tan dulce.

"yo no le pertenezco a nadie Leopoldo, y menos a ti, te detesto, no sé por qué no te ha quedado claro, te lo he dicho muchas veces", seguía esperando un milagro cada vez estaba más cerca del sofá y él seguía sosteniendo sus muñecas muy fuertemente, además no dejaba de olfatearla como un cachorro a su comida.

"voy a hacer con tu cuerpo lo que se me plazca Regina, me perteneces ya te lo dije, aunque te empeñes en negarlo, te gustan mis caricias", ya estaba delante del sofá y la tiró, se inclinó a su altura, todavía sostenía sus muñecas, se detuvo a mirarla por un momento, era aún más hermosa de como la recordaba, seguía mirándola con la mirada de un felino dispuesto a analizar detenidamente los movimientos de su presa para devorarla, la seguía acariciando, ahora la sostenía con una sola mano y con la otra recorría su cuerpo, cada parte que palpaba le parecía que disfrutaría este momento tanto como en el palacio cuando ambos estaban en el bosque.

"no me hagas esto, no quiero", sentía el toque de sus manos vagar por todo su cuerpo, le daba tanta repulsión, en un momento dejó de acariciarla para lanzarse encima de ella, su peso era justo como lo recordaba, parecía que estaba en la noche de bodas, tenía ganas de gritar, la voz no le salía, además nadie la escucharía, su magia seguía sin responderle, no le quedaba de otra que cerrar los ojos y esperar que terminara, que fuera rápido.

"no te das cuenta que mientras más me supliques más deseos me dan de terminar lo que vine a hacer", acariciaba como un loco la piel tan suave que estaba expuesta para él, tener el cuerpo de Regina temblando de puro miedo bajo su cuerpo era un pasatiempo del que no se desprendería jamás, agradecía a Cora por haberla obligado a casarse con él, para darle placer como solo a ella le gustaba porque aunque haya cerrado los ojos como en los viejos tiempos en los que se cansaba de suplicar y solo apretaba sus ojos sin mirarlo durante todo el acto, pero él sabía que le gustaba, estaba tan perdido en sus recuerdos del pasado que no sintió, en qué momento fue levantado de encima del cuerpo de Regina con tanta fuerza que fue a dar al suelo, ¿quién había sido capaz de interrumpir su momento de placer?, cuando pudo ver bien de quién se trataba, se quedó paralizado en el suelo, solo observaba.

"¡Regina!", fue lo único que atinó a decir.

Ya era la hora de recoger a Regina, arrancó su camioneta y condujo hasta la alcaldía, por el camino, tenía una opresión en el pecho que no le gustó nada, no entendía, nunca había padecido del corazón y si era un infarto, ya hubiese estado muerto, así que continuó como si nada, hasta llegar, voló las escaleras la había extrañado mucho durante el día, al llegar a su oficina la puerta estaba abierta y Regina no estaba sentada en su buró, hizo un recorrido visual por todo el lugar y el panorama que encontró en el sofá, le enfrió el alma, ya ella le había hablado de su experiencia, pero verlo no era lo mismo que escucharlo, se quedó paralizado por un instante, pero su instinto lo hizo actuar más veloz que la luz, corrió hacia el sofá y con la fuerza que no sabía que tenía apartó el cuerpo de su suegro de encima de Regina, la escena no era nada bonita, estaba aterrada, estaba en un puro temblor, con los ojos cerrados la llamó y de inmediato abrió sus ojos, lo miró como si fuera un milagro caído del cielo, hasta podía afirmar que no lo había reconocido, pero no tardó mucho en salir del momento e identificarlo.

"¡David!", sintió que sus protectores brazos la levantaban del sofá y la abrazaban de inmediato, quería llorar, pero todavía el maldito de su esposo estaba ahí y por lo que podía apreciar los miraba muy atentamente.

"a esto es a lo que te dedicas cuando no vas a dormir a tu casa, ¿verdad?", dijo mientras se ponía de pie, había sido interrumpido nada más y nada menos que por su yerno quien ahora tenía a SU mujer en sus brazos y ella parecía estar muy a gusto, eso no duraría.

"vete Leopoldo, no tienes nada que hacer aquí", le exigió David.

"te equivocas, quien no tiene nada que hacer aquí eres tú, tienes una familia que atender, en vez de estar acariciando mujeres ajenas", seguía provocándolo, la escena frente a sus ojos daba mucho de qué hablar.

"yo no soy tu mujer, acaba de hacerte esa idea, ¡retírate!", dijo Regina desprendiéndose del abrazo de David para mirarlo muy bien a los ojos.

"está bien, me iré, pero no he terminado contigo", dijo dirigiéndose hasta la puerta, no se iría sin antes decir sus últimas palabras, "ERES MÍA REGINA!, que no se te olvide", ahora sí, desapareció, al saber que ya no estaba, Regina se desplomó en brazos de David, estaba conteniéndose solo por su presencia, pero ahora que no estaba, nada le impedía llorar hasta secar sus ojos.