You're in my head, even when you're not supposed to be.
—Oye, Hinata.
—Soy Shikamaru.
Naruto chasqueó la lengua mientras miraba a su mano derecha y fruncía el ceño, rascándose la barbilla.
—Es la tercera vez en el día que me llamas como ella —protestó Shikamaru dejando unos documentos frente a él—. ¿No deberías de ir a casa un rato?
Naruto negó repetidas veces, como si de esa forma pudiera retener su cuerpo tras el escritorio y evitar ir realmente hasta su casa.
—Tengo mucho trabajo todavía por hacer —se dijo más a sí mismo—. Además, esta noche sí podré ir a casa. Creo…
Shikamaru le estudio con la mirada. Esa con la que, claramente, podía entenderle mejor que él mismo.
—Te mueres de ganas de verla.
—Puedo soportarlo —aseguró—. Además, también quiero ver a los niños un rato.
Shikamaru asintió.
—Claro que quieres ver a tus hijos, pero un hombre tiene muchas veces deseos de ver a su esposa que a su progenie. No somos de piedra. Es la mujer con la que decidiste pasar tu vida, Naruto.
Esbozó una escueta sonrisa.
—Imagino que eso va también por ti.
Nara chasqueó la lengua y desvió la mirada, algo avergonzado.
—Sí, bueno, pero yo voy muchas más veces a casa que tú. No quieres ver a la madre de tus hijos en este momento, quieres ver a tu mujer.
—Es lo mismo —balbuceó confuso.
—No —negó Shikamaru—. Cuando los niños están en casa, siempre estarán por encima de tus deseos. Cuando ambos estáis a solas, es cuando se convierte en lo en un principio fue. ¿Cuánto tiempo llevas sin estar sólo con Hinata un día entero?
Se rascó la nuca, pensativo.
—Ni me acuerdo. Desde que Boruto nació no hemos tenido tanto tiempo a solas y después, con Himawari…
—Ya —murmuró Shikamaru—. Ha terminado absorbiendo por completo a Hinata.
Naruto sonrió y asintió.
—Y el mío. Siempre me espera cuando llego a casa y…
Parpadeó al percatarse.
—Demonios…
—Sí —confirmó Shikamaru—. No se te vaya a ocurrir deshacerte de tus hijos o algo.
—¡Claro que no! —exclamó sorprendido—. Sólo pensaba con quién podrían quedarse unas horas… sólo pido eso —farfulló bajando la voz.
Pasó su mano por su estómago y por decoro hacia su amigo, no bajó más. Hinata llenaba su cabeza muchas horas en el día. Más de las que debería. Pero era consciente de que ambos eran padres y que su trabajo robaba muchas horas de su tiempo.
La verdad, es que echaba de menos mucho su calidez, su aroma… Habían llegado hasta el punto de dormir separados por su trabajo. Hinata toleraba todo con una sonrisa y enfocándose en la crianza de Himawari. Pero estaba seguro de que también tenía deseos como mujer y él no estaba cumpliéndolos.
Suspiró.
Ahora tenía la cabeza todavía más llena de ella y la mesa a reventar de papeleo. Frustrado, se pasó las manos por los cabellos.
—Vete a casa, Naruto —ordenó Shikamaru—. Un rato. Le diré a Temari que vaya a buscar a Himawari y así podrás estar a solas con Hinata.
Naruto le miró casi como si fuera su ángel de la guardia.
—¿Realmente harías eso?
—Sí —confirmó tomando el teléfono y chasqueando la lengua—. Eres Hokage y a veces se te olvida.
Pero Naruto ya no le escuchaba. Lo único que quería era volver a su casa y estrechar a su esposa entre sus brazos. Al menos, maravillarse de recordar cómo era su suavidad, de su aroma.
Cuando llegó, Himawari ya estaba de la mano de Temari. La mujer inclinó la cabeza como salutación, pero su hija enseguida quiso echar las manos hacia él. Con todo el dolor del mundo, la rechazó.
Hinata lo recibió con una sonrisa radiante y los brazos extendidos hacia él.
Era cierto. De vez en cuando, ambos debían de recordar que eran marido y mujer.
—Creo que después de esto pensaré todavía más en ti —farfulló contra sus labios.
Su mujer levantó las cejas, intrigada, pero él no respondió. No tenía tiempo que perder.
¡Nos leemos en el siguiente!
