Yugi no sabe de dónde ha salido la fuerza para estar allí, en las inmediaciones de la Corporación Kaiba. Tampoco puede precisar si es la misma que tuvo anoche, cuando el sonido de las esquirlas repartidas en el suelo le sirvieron de click en el cerebro, como si las neuronas al fin se hubieran reconectado después de un largo período de intermitencias y él, preso del horror, no hizo más que correr avispado hacia el dormitorio a echarse las sábanas de pies a cabeza, olvidando los vidrios en el suelo que significan peligro para el pobre anciano que es su querido abuelo.
Es por curiosidad, se dice. A fin de cuentas, no es un hito que al mundo le nazcan dos personas idénticas, existen los gemelos, los siameses, los sosias y hasta los doppelgangers. Ya lo ha reflexionado antes de cruzar la entrada, lo ha usado incluso para convencerse de que su accionar es tan inofensivo como lo es la curiosidad.
Pero esa curiosidad, sin embargo, fue la misma que mató al gato.
Por suerte, ayer era viernes, de manera que, en la actualidad, siendo sábado, Yugi no tiene que preocuparse por la escuela. En su hogar no le han puesto peros para salir ni profundizado en los motivos pese a que muy bien los había justificado.
"Me ha resultado novedoso el juego del que hablaste ayer durante la cena, abuelo, quiero ir a la Corporación Kaiba a saber un poco más".
Sugoroku no solo se había contentado de que se su plática no hubiera quedado en el olvido, sino porque, además, su nieto al fin había mostrado interés en algo más allá de completar el rompecabezas que, al ser un regalo de su parte, despertaba en él cierto atisbo de culpa por su enclaustramiento.
El muchacho de cabellos tricolores no es devoto a mentir, pero ante la bella chica reflejada en las puertas de vidrio de la Corporación Kaiba, no le queda otro remedio.
Comienza a ejercitar sus nervios, si ha encontrado la fuerza para disfrazar la verdad y personarse allí, debe haber también para continuar lo que ha empezado. Respira hondo, luego deja salir el aire en una bocanada que suena a un suspiro.
Cruza las puertas de vidrio encogido de hombros, se planta en una esquina con la voz ausente por la timidez. Ahí permanece a la espera de ser notado, en su boca se cuaja un "Buenos días" que intenta salir en un suspiro.
La chica le ha visto, le invita a continuar con una sonrisa.
—Buenas tardes, Atem. Tiempo sin vernos.
"Atem, con que así se llama".
Sabía de antemano que el personal de la Corporación lo trataría como al chico del comercial cuyo nombre acaba de revelar, por ello busca entre los casilleros de su memoria la pequeña investigación acerca de los contratos de publicidad bajo los lineamientos del gobierno y que, imagina, ha de seguir también la Corporación.
—Sí, tiempo sin vernos...
— ¿Estás bien? Te noto algo... ¿Alterado, quizás?
—Sí, verás...
"¡Piensa, Yugi, piensa! ¡Suda menos y piensa más!"
Se concentra en la seguridad reflejada por Atem a través de la pantalla del televisor.
—Sucede que necesito una copia de mi contrato de publicidad.
— ¿Otra copia? ¿No se supone que te dimos una luego de finalizada la negociación?
—Y por eso la necesito, porque esa copia se me ha extraviado.
—Lo siento, pero ventilar ese tipo de documento requiere de la autorización del señor Kaiba.
— ¿Puedes hablar con él entonces, por favor?
—S- sí, lo intentaré.
Se reduce a mirarla gesticular.
"Sí" "No" "¡¿Qué?!"
De repente lo ha mirado cual si fuera un espíritu.
"Entiendo".
Cierra la llamada, tras unos cuantos clicks en el ordenador frente suyo, escucha el ruido de la impresora procesando las páginas que, una vez completas en número, ella extiende.
— ¡¿Por qué no me lo dijiste?! — Exclama con un tonillo de ira falsificada.
— ¿Qué cosa?
— ¡Qué eres primo del señor Kaiba! Quedé como una tonta frente a mi superior.
Yugi ensancha los ojos, sorprendido incluso más que ella, sin embargo, es el gesto mínimo que por su bien debe reflejar.
—Ah, ¿en serio no te lo dije la última vez?
— ¡No!
—Je, je, lo siento.
La chica, que parece un poco cercana a Atem, le despide con el mismo entusiasmo con que le saludó.
Yugi esconde los papeles entre las prendas con el recelo del maleante que lleva un cargamento de drogas.
Llega a su casa, se sube presuroso a su cuarto. Escarba entre las hojas y selecciona en la que figura un número de teléfono.
Vuelve a bajar las escaleras, se sitúa en la sala y toma el teléfono con la mano derecha y la hoja con la izquierda. El juicio de valor esquivado con una justificación tan poderosa como lo es la curiosidad, hace acto de presencia en su pecho.
"¿No estará llegando demasiado lejos?"
Se lo había dicho a sí mismo, la existencia de dos personas idénticas no era trascendental, ¿entonces por qué había ido a la Corporación Kaiba? ¿Por qué se había hecho pasar por otra persona? ¿Por qué yacía en sus manos un documento así de comprometedor?
Él no es de tal forma, él nunca se atrevería a estar así de fuera de su personalidad.
"Por curiosidad".
¿Así de poderosa era? ¿Por eso había matado al gato? ¿Y si él era un gato? ¿Habría para él alguna consecuencia tan funesta como la muerte por querer ir tan lejos solo por curiosidad?
Se abisma en el significado de la palabra tan lejos. Sí, esa es la clave, eso es lo que necesita saber.
¿Qué tan lejos llega su parecido con Atem? ¿Tendrán incluso la misma altura, el mismo peso, las mismas marcas? ¿Habrán nacido el mismo día a la misma hora?
Yugi no necesita esas respuestas, ha vivido hasta entonces sin ellas, pero quiere saberlas. Por eso marca el número.
"Quien sabe, a lo mejor a él también le parece curioso y nos hacemos buenos amigos".
Es uno de los pensamientos que cruzan por su mente cuando una voz suena al otro lado. Una voz a la que, si tal vez con la suya ponía un poco de esfuerzo, sonara igual de varonil.
"¿Bueno? ¿Aló?"
"Lo- Lo siento, no tienes la más remota idea de quién soy, pero..."
Las palabras salen atropellándose con las ideas en su mente.
"Pero he visto el comercial de la KC y, aunque suene loco, parezco una copia exacta de ti mismo o bueno, tú una copia exacta de mí mismo... ¡Como lo prefieras!"
"No... No puede ser... ¡No otra vez!"
"Disculpa, ¿qué has dicho?"
"Si estás seguro de lo que dices, te diré la dirección de mi casa, ven y comparémonos el uno al otro".
