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Capítulo 2

Estrés

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Podía oír la melodía de su móvil a la distancia, aun sin estar consciente del todo, aquel molesto sonido interrumpía entre sueños. Frunció el entrecejo y se quejó mientras abría los ojos, pero los cerró rápido otra vez, el sueño no cedía y la llamada entrante tampoco, forzándola a despertar al cuarto llamado. Sus ojos se estrecharon por el brillo de la pantalla, sus pestañas no le dejaban distinguir las letras, y el timbre poco a poco la desesperó haciéndola despertar del todo. Deslizó la yema de su dedo índice sobre la pantalla y con el ceño fruncido, pero atenta y aun somnolienta, contestó.

—¿Aló? —su tono de voz se oyó soñolienta, cerró sus ojos unos segundos, intentando prolongar el descanso un poco más.

—¡Kasumi! —se sobresaltó al oír su nombre, y su sueño se esfumó apenas reconoció la peculiar voz masculina—¿por qué no me contestabas? Te estoy llamando hace varios minutos y es urgente ¿qué hacías? —hablaba rápido, la joven frunció el ceño y apartó la pantalla de su oreja para ver el nombre de contacto, para asegurarse de que estaba hablando con su jefe y no era un error suyo.

"Señor Gojo" leyó en el centro de la llamada y de paso, miró la hora y su rostro palideció cuando vio que eran las 3:25 de la madrugada, solo fueron unos segundos que se tomó para ver la pantalla cuando la voz entusiasta de su jefe se volvió a oír, se apresuró y puso el móvil en su oreja otra vez.

—¿Estás ahí? ¿por qué no me respondes? —alcanzó a oír cuando la pantalla tocó su oreja.

—Señor Gojo ¿qué pasa? —murmuró confundida, y luego se preocupó. Que su jefe llamara a esas horas podía significar una sola cosa: problemas.

—Te envíe un correo —le respondió y Kasumi frunció el ceño, miró por su habitación buscando su portátil.

—Deme un momento para encender el computador —explicó apartando las mantas de sus piernas. Se apresuró en buscar el aparato y llevarlo hasta la cama, alcanzó a escuchar a su jefe decir que lo viera desde el mismo celular, pero no lo pensó en el momento y ya había presionado el botón de encendido. Por suerte su portátil no estaba apagado, sino que, suspendido, por lo que no tardó en cargar, abrió su cuenta de correo y lo primero que vio fue el mail de su jefe, que tenía de asunto extrema urgencia. Contuvo el suspiro, los nervios fueron poco a poco instalándose en su vientre, con el cursor abrió la casilla y extrañada murmuró—¿es un enlace?

—¡Sí! —escuchó del otro lado del móvil, lo presionó curiosa y esperó a que la ventana emergente cargara. Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio la página de una tienda comercial costosa, y en el centro, un par de camisas que valían más que un sueldo mínimo—¿Cuál crees que es mejor? Pensé en la gris oscura rallada, pero no me convence del todo.

Kasumi guardó silencio, intentando procesar lo que estaba pasando. Su jefe la había despertado en la madrugada para pedirle su opinión en una compra que no tenía ninguna relación con su trabajo y aunque lo tuviera, no estaban en horario laboral para que le pidiera su asesoría, descartó al instante en decírselo. En parte porque creía que era muy pronto para reclamar ese tipo de cosas, y quería agradarle a su jefe, no podía darse el lujo de perder ese trabajo, y por otra, tenía la ligera sospecha de que no serviría de nada.

—¿Viste las de la segunda página? —la pregunta del gerente la sacó de su trance—revísalas todas, la temporada de otoño invierno se agota rápido.

—La… la de color rojo vino —murmuró insegura, aun asimilando que lo que estaba pasando era real.

—Entonces compra la azul oscuro, la gris y la negra —respondió el gerente—tienes los datos de mi tarjeta.

Kasumi contuvo el suspiro, claro que los tenía, casi se los había aprendido de memoria y se había sentido honrada cuando el gerente le había dado los datos de todas sus tarjetas y las combinaciones secretas, eso la animó al pensar que Gojo Satoru confiaba en ella y que estaba haciendo las cosas bien. Ahora maldecía el momento en que aceptó llevar sus cuentas financieras.

—Lo haré mañana por la mañana, cuando llegue a la oficina —respondió y soltó un bostezo que intentó silenciar con su mano—pudo… pudo esperar a que lo hiciera mañana en horario laboral —soltó casi sin pensar, y se lamentó a los segundos después cuando el silencio del otro lado del móvil se prolongó. Pero solo eran sus nervios por haber soltado un comentario que no sabía cómo se lo tomaría su jefe.

—No me fijé en la hora —reconoció Gojo—como duermo poco, no pensé que estarías durmiendo —Kasumi se encogió en su cama, él le estaba contando algo de su privacidad, sonrió al pensar que poco a poco conocía más de su jefe—mañana pasa por la panadería de la otra cuadra, quiero sorprender a Nanami con un desayuno, y a ese hombre le gusta el pan de esa panadería —dijo y cortó sin despedirse, borrando la sonrisa de su asistente.

Se quedó viendo su móvil, con los ojos ardiéndoles y el cuerpo cansado, Miwa intentó pensar en que las cosas no siempre serían así. Que debía acostumbrarse al ritmo del gerente comercial, llevaba un par de semanas como su asistente y se sentía mental y físicamente agotada. No tenía tiempo para ella, así como ahora, su jefe a menudo le pedía trabajo adicional y no en horarios de oficina, o a veces la hacía quedarse hasta tarde, casi todos los días tenía solamente media hora para almorzar y pasaba casi todo el tiempo haciéndole mandados, no solo laborales, también personales como ahora. No se había quejado, solo asentía y hacía lo que le pedía, pero su agotamiento le estaba alertando de que no podía seguir a ese ritmo. O hablaba con él, o se esforzaba para rendir como él le exigía, pues el pago valía la pena. Suspiró, era por eso que se estaba esforzando por adaptarse, quizás el trabajo era agotador, y su jefe un hombre complicado, pero cuando cobrara su sueldo, se olvidaría de todo eso. Bostezó y se recostó, le quedaban alrededor de 3 horas para seguir durmiendo y debía aprovecharlas.

—No… dos horas y media —pensó al recordar que debía pasar a la panadería.


(…)


Aparcó su auto en su lugar reservado en JJK, junto al del ceo Yaga. Notó que todos los vehículos de sus colegas ya estaban en su lugar, pero no le preocupó ser el último en llegar a la empresa. Nunca le importaba. Tomó su billetera y blazer, se miró en el espejo para asegurarse de que no hubiera nada extraño en sus lentes, asegurándose de que todo estaba en orden, salió del carro, presionó la alarma y caminó hacia la entrada del edificio. No hizo más que poner un pie en el recibidor para ganarse la atención de todas las miradas. Siempre era así, era el efecto Satoru Gojo del que estaba acostumbrado y no podía hacer más que sonreír conforme.

Los "buenos días, señor Gojo" de las empleadas se repetían una y otra vez a medida que se acercaba al elevador, él solo les sonreía y saludaba con la mano, sin detenerse en nadie en particular. Sabía lo que provocaba en la gente que por lo general era admiración y en menor porcentaje enojo (que lo asociaba a envidia, pues ¿quién podría odiar al perfecto Satoru Gojo? Aparte de Utahime, claro). Desde niño siempre fue así, había nacido para ser admirado y no se conformaría con menos. El ego del gerente comercial de JJK estaba en los niveles más altos y nada ni nadie podía hacer que decayera, se había criado como un individuo especial solo para convertirse en un hombre perfecto. Él era un líder por naturaleza y estaba destinado a revolucionar todo lo que se propusiera.

La vida de Satoru Gojo parecía perfecta y él creía que lo era. La diversión abundaba, hacía lo que quería sin limitaciones de ningún tipo, las normas basadas en la estructura social no eran aplicables para un ser como él. Según Nanami, tenía un serio problema de egocentrismo, pero no le podía exigir más a un hombre como Kento Nanami, nadie que no fuera él mismo podía entender lo que significaba ser el heredero de la familia Gojo. Iba por la vida haciendo y deshaciendo a su antojo, no pedía que lo entendieran, tampoco que aprobaran su estilo de vida, solo que no se interpusieran en su camino. Cedía a ciertas condiciones porque no las consideraba un problema, realmente nada le importaba, y si tenía que abogar por sus intereses o ir contra las reglas por un capricho, lo haría sin importarle las consecuencias. A menudo lo tildaban de frívolo, tal vez tenían razón, no era algo que se detuviera a pensar, y cada vez que escuchaba críticas a su persona las ignoraba, ya que a su parecer eran infundadas. Solo él podía decir si estaba en un error.

Sin dejar de sonreír, llegó al sexto piso en donde estaba su oficina. Apenas puso un pie fuera del ascensor, sintió el aroma a pan recién horneado y su apetito le recordó que había salido sin desayunar. Amplió su sonrisa y caminó hacia su asistente que escribía con entusiasmo en el teclado de su ordenador.

—¡Kasumi! —le saludó en un tono juguetón que le hizo brincar en su asiento. La joven levantó la mirada sorprendida y un suave rubor decoró sus mejillas «qué tierna» pensó. —¿compraste las camisas?

—S-sí —asintió la joven algo perturbada—buenos días señor Gojo —le saludó con una sonrisa tímida. Tras el cristal de sus lentes oscuros, el gerente estrechó sus ojos, como si con ello pudiera ver a través de la joven. Había algo que no le cuadraba de su asistente y no entendía del todo qué era, pero planeaba averiguarlo con el tiempo.

—¿Y el pan? —quiso saber mientras miraba el puesto de Kasumi. La chica se agachó y recogió un paquete del último cajón—que bien huele.

—El señor Nanami llegó hace bastante rato —murmuró insegura—quizá ya desayunó —dijo levantando la mirada. Gojo soltó una carcajada breve pero lo suficiente para hacerla estremecer, cada faceta de su gerente le cautivaba por segundos y debía recordarse constantemente que actuara normal.

—Sí, siempre come en su departamento —dijo recibiendo la bolsa de papel que aun estaba tibia por el pan. Kasumi alzó ambas cejas y abrió la boca para decir algo, pero el asombro no la dejó pensar con claridad ¡se lo había vuelto a hacer! La había hecho comprar algo innecesario y que encima no usaría o se comería. —Pero nadie puede rechazar un desayuno conmigo ¿no crees?

—Supongo que no —murmuró insegura y ruborizada. Gojo sonrió en respuesta para luego dar un golpe con la palma de su mano en la mesa de su escritorio, haciéndola brincar y soltar un pequeño y agudo gritito en respuesta.

—¡No suenas convencida! —dijo en tono de regaño—vamos, vamos Kasumi ¿cómo nos llevaremos bien si no me sigues el rollo? —le preguntó con entusiasmo.

A Kasumi se le ocurrieron muchas respuestas, pero solo soltó una risa nerviosa, ganándose una sonrisa del gerente. Sujetó con su brazo izquierdo el paquete y regresó al elevador, silbando una melodía alegre. Por suerte para Gojo, no había nadie en el ascensor por lo que bajó enseguida al quinto piso, salió antes de que la puerta metálica se abriera por completo, saludó a un par de empleados en el camino hasta llegar afuera de la oficina del gerente financiero.

—¡Señor Gojo! —volteó hacia la alegre voz, donde un entusiasmado y jovial Yuji Itadori se levantaba de su silla para saludarlo—¿qué es ese olor? —preguntó interesado.

—Unos panecillos que pasé a comprar en el camino —dijo y se acercó a mostrarle la bolsa de papel—saca con confianza —al joven Yuji se le iluminaron los ojitos y tomó el primero que encontró y se apresuró en darle una mordida—¿y bien? ¿qué tal esta?

—¡Delicioso! —dijo con la boca llena—¿se los traía al señor Nanamin? —Gojo sonrió al oírlo llamar de esa forma al serio gerente financiero, le gustaba saber que su colega era estimado por los empleados.

—Por supuesto —respondió y continuó caminando hacia la oficina. No golpeó la puerta, con su mano derecha giró el picaporte y empujó con fuerza hasta abrirla ruidosamente. Al interior de la pulcra sala, Kento Nanami tecleaba rápido en su laptop, ni siquiera se sobresaltó por su interrupción, ni demostró sorpresa por su presencia. Después de todo, estaba acostumbrado a las constantes visitas del gerente comercial. —¡Buenos días Nanami! —saludó entusiasta.

Solo obtuvo silencio de respuesta, pero eso no desanimó al extrovertido Satoru Gojo. Cerró la puerta detrás de sí y caminó hasta el escritorio, extendió la bolsa hacia el gerente financiero sin dejar de sonreírle.

—¡Compré el pan en la panadería que te gusta! —esperó por alguna reacción del reservado Nanami, pero su colega continuó escribiendo sin prestarle atención. Frunció el ceño y en una mueca infantil, murmuró—para que desayunemos juntos.

—El "compré" significa que hiciste que tu asistente lo comprara —respondió unos minutos después, sin mirarlo. Gojo no dejó de sonreír, no le contradijo ni le dio la razón, como siempre solía hacer cuando mentía—la vi llegar con la bolsa esta mañana.

—Pero yo se lo pedí, es lo mismo —dijo encogiéndose de hombros—anda, dile a Yuji que nos traiga unos cafés y conversamos de nuestras vidas, le mandamos una selfie a Utahime para sacarle celos y lo posteamos por Instagram.

—Itadori está muy ocupado para atender tus tonterías —le respondió, dejó de teclear y levantó la vista. Frunció el ceño, Gojo se veía reluciente como todos los días, como un hombre que no tenía nada de problemas ni preocupaciones, le irritaba. —Y, por cierto, no son horas de desayunar. Además, sabes que como en mi departamento. Deja de perder el tiempo y ponte a trabajar.

Nuevamente hizo una mueca infantil, amurrando los labios en un puchero que no estaba acorde a su edad. Dejó el pan sobre el escritorio y buscó su móvil, fue al acceso rápido y encontró en primer lugar el contacto de su asistente y le dio a "llamar", segundos después se escuchó el tono en el aparato. Kasumi contestó al tercer tono, su voz se oía más aguda de lo que realmente era, casi como el de una niña, le causaba gracia, pero aun no la molestaba por ello, intentaría recordarlo para fastidiarla en otro momento.

—Kasumi, trae unos cafés a la oficina de Nanami —le ordenó apenas oyó su voz—que sea rápido, el pan se enfría. —Dijo y colgó.

—Estoy seguro que en unos días tendremos la carta de renuncia de esa niña —murmuró Nanami sin mirarlo, Gojo soltó una risotada burlesca y se sentó en frente del gerente—es muy temprano para lidiar contigo…—susurró para sí mismo.


(…)


Kasumi caminaba con cuidado de no botar el contenido de las tazas, llevaba adicionalmente un jarro térmico con café, pues había averiguado que al señor Nanami le gustaba el café recién hecho, a su jefe le llevaba azúcar extra. Dos semanas trabajando para él habían bastado para conocerlo un poco, era más que un hombre alto y atractivo. Tenía preferencia por todo lo dulce, solía llegar tarde a todos los eventos, y casi nunca se enojaba. Era algo disperso, por lo mismo le había dejado a cargo de su agenda personal, debía estar constantemente recordándole las reuniones o eventos, si algo se le pasaba por alto, podía meterlo en serios problemas. Se sentía total y absolutamente responsable del desempeño de su jefe, no estaba segura si es que cometiera algún error pudiera significar que la despediría, no parecía ser del tipo de persona tan radical, pero a la vez, no sabía cómo clasificarlo. Lo estaba conociendo de a poco, intentando adaptarse a su estilo de trabajo y como era como persona, y hasta el momento el único defecto que le encontraba, era que podía ser un poco absorbente y algo irresponsable con su trabajo.

Para su sorpresa, Satoru Gojo era un hombre más agradable de lo que decía la mayoría. Quizá la fama que le habían dado era producto de habladurías solamente, tal vez no lo conocían realmente y sus líos con las anteriores asistentes eran malentendidos, quería creer eso al menos.

Al llegar al quinto piso, las puertas del elevador se abrieron, entró dando pasos firmes y lentos, concentrada en la bandeja que llevaba en manos y en cumplir con la misión que le había dado el gerente. Miraba de vez en cuando hacia el frente, para asegurarse de que no se toparía con nada en el camino y calcular la distancia entre la puerta de la oficina y ella.

—¿Te ayudo? —desvió la mirada hacia el escritorio que estaba antes de la oficina, el asistente del gerente financiero se había puesto de pie y le sonreía amable—te abro la puerta —dijo antes de que pudiera responderle.

Kasumi le sonrió agradecida, el joven se adelantó y dio unos golpecitos en la puerta, no esperó que le respondieran y giró el picaporte, se hizo a un lado para dejarle pasar.

—Gracias —dijo cuando pasó por su lado—buenos días, señor Nanami —saludó inclinando la cabeza cuando vio a ambos gerentes mirar en su dirección.

—¡Hey Yuji! No te hagas el lindo con mi asistente —habló Gojo aparentemente serio—ella tiene ojos solo para mí, ve a hacer tu trabajo —Kasumi se ruborizó al oírlo, no solo porque le avergonzaba delante de su colega, fue el significado de sus palabras las que le asombraron. Sintió que el calor se le subió al rostro, pensó en alguna respuesta, pero nada se le ocurrió, solo pudo quedarse de pie a lado del amable asistente del señor Nanami.

—Ya voy, ya voy —respondió entre risas—entonces debió abrirle la puerta —dijo en modo acusador.

Kasumi aprovechó esa interrupción para avanzar hasta la mesa del escritorio del gerente financiero. Puso con cuidado la bandeja, tomó con ambas manos el primer platillo y lo dejó cerca del señor Nanami, quien asintió en su dirección. Iba a hacer lo mismo con la taza de su jefe, pero el señor Gojo se le adelantó y le agregó el azúcar en la misma bandeja.

—¿Necesita algo más? —preguntó. Su jefe estaba concentrado en agregarle azúcar al café, no levantó el rostro, pero si la miró para responderle. Kasumi se quedó estoica en su sitio cuando vio sus ojos por unos segundos detrás del cristal de sus finos lentes oscuros. No recordaba haber visto un color más bello e intenso, ni siquiera en famosos, por un momento se imaginó viéndolos de cerca, sin los lentes y el calor volvió a su rostro.

—Prueba —dijo Satoru en respuesta, mostrándole la bolsa con el pan. Kasumi parpadeó confundida, él sacudió un poco la bolsa, sin saber del todo porqué debía hacer lo que le pedía, lo hizo. Metió la mano con cuidado y pellizcó el primer panecillo que pilló. Entonces pensó que quizás había un problema y la iba a regañar por no haberse dado cuenta. Miró afligida a su jefe y luego el pedacito de pan en sus manos—anda, anda. —La joven contuvo el suspiro y le dio una mordida pequeña, alzó ambas cejas en respuesta, no encontró nada raro y, por el contrario, el sabor era agradable—¿Es rico, no es así? Nanami no quiere desayunar conmigo, dile Kasumi, dile lo bueno que está.

—E-está muy rico —le dijo al gerente financiero, un poco incómoda por verse envuelta en la situación. Nanami soltó un suspiro en respuesta y apartó el laptop, miró hacia Gojo y habló serio, casi molesto.

—No voy a comer contigo, me beberé el café porque hiciste que tu asistente lo trajera. Vete a tu oficina y deja el pan —ladró irritado. Gojo soltó una carcajada en respuesta y se puso de pie, tal como le ordenó el gerente financiero, dejó la bolsa sobre la mesa.

—Me debes unos helados —dijo despidiéndose con la mano—vamos Kasumi, trae mi café. —La joven asintió y tomó la bandeja, reverenció a Nanami y siguió a su jefe como si fuera un pollito tras su mamá gallina.

Yuji cerró la puerta, su jefe continuó caminando hacia el elevador como si estuviera solo. Kasumi se apresuró para poder alcanzar el ascensor, un poco de café se esparramó en el platillo, maldijo por lo bajo por su torpeza, por un momento pensó que daba igual, seguramente el gerente ni siquiera se lo fuera a tomar. Suspiró al pensarlo.

—Oye, Miwa —la joven volteó hacia su colega que ya se había sentado en su puesto. Hizo un gesto con su mano para llamarla, curiosa, se acercó a su escritorio—hoy saldremos todos los asistentes, queríamos invitarte para celebrar tu promoción.

—¿En serio? —preguntó sorprendida, sonrió en respuesta, algo emocionada por el gesto, después de todo no conocía al resto de sus compañeros, solo hablaba con Mai y Momo—es un detalle muy lindo.

—¿Te parece que nos juntemos afuera de la empresa a las 7? —Kasumi pensó unos minutos, frunció levemente el entrecejo y una mueca se adornó en sus labios—¿te complica?

—Es que no sé a qué hora me desocupe, no siempre salgo a la misma hora… —evitó decir que su jefe la hacía trabajar fuera de su horario laboral.

—¡¿Qué están haciendo en pleno horario de oficina?! —Kasumi dio un brinco al oír a su jefe, creyó que ya se había ido y no le había escuchado acercarse. Con su salto, la mitad del café se esparramó—no me beberé eso… —murmuró al ver la bandeja mojada.

—S-señor Gojo, me asustó —murmuró avergonzada.

—Te dije que no intentaras seducir a mi asistente, Yuji ¿te estaba invitando a salir? Este Yuji es terrible, no le creas nada de lo que te diga —habló rápido, sin dejar de sonreír y Kasumi no supo si hablaba en serio.

—N-no es eso —respondió nerviosa, volteó a ver al asistente financiero, esperando verlo de malhumor por las cosas que había dicho su jefe, en cambio le miraba divertido mientras negaba.

—Deje de molestarla —dijo—¿la puede dejar salir a las 7 hoy, o antes? Haremos una celebración por su promoción. —Kasumi sonrió al ver como se relacionaban, le gustó ver que había alguien más que era amable con su jefe y que no hablara mal de él como Momo o Mai. Sintió un peso extra en sus hombros, miró hacia atrás confundida topándose de lleno con la camisa azul de su jefe. Sintió sus mejillas sonrojarse al notar su cercanía, él estaba detrás de ella, con una mano en cada hombro.

Quizá sus manos eran grandes o ella tenía hombros muy pequeños, o ambos, el poder cubrir en su totalidad sus hombros despertó una sensación peculiar en él. Se agachó levemente, estiró un poco el cuello para poder asomar su rostro por el costado izquierdo de su joven asistente. La sintió tensa, seguramente nerviosa y lo entendía, la mayoría no estaba acostumbrado a que invadieran su espacio personal «tendrás que acostumbrarte» pensó Satoru.

—Siempre y cuando la cuides —dijo fingiendo un tono de voz protector—mañana quiero donuts, así que no te quedes hasta tarde. —Kasumi asintió, meciendo su coleta en el proceso y él se alejó lentamente. —Vamos, no te quedes coqueteando con Yuji, aspira a algo mejor… no sé, al asistente de Yaga o un gerente… —soltó medio sonriendo, mientras movía la mano para restarle importancia y caminaba hacia el elevador.

—¡Oiga! —se quejó Yuji—bueno, esta noche tendremos tiempo para hablar mal de nuestros jefes. Dame tu número, Miwa —dijo sonriéndole.

—Claro —dijo aun avergonzada, sintiendo como su espalda seguía caliente, como si su jefe continuara allí.


(…)


La música ambiente era moderna, pero no reconocía a la mayoría de los artistas. Debía ponerse al corriente, pensó, estar demasiado enfocada en su trabajo la hacía sentirse como en una burbuja. No dejaba de sonreír mientras miraba a sus compañeros, había visto a varios en la empresa antes, pero nunca había cruzado palabras con ninguno.

—Y el señor Nanamin me dio la mitad de panecillos, así que los eché en mi mochila para la cena —dijo orgulloso el asistente del gerente financiero.

—Itadori —habló Nobara, con el ceño fruncido—repártelos ahora. —Exigió extendiendo la mano.

—Puedo pasar mañana a comprar —dijo sonriéndoles, bebió un poco de su jugo mientras los veía discutir.

—Descuida —habló Maki, sacó un poco de maní y se lo echó a la boca—Nobara no come mucho pan, solo lo hace para molestar a Yuji.

—Es inútil que evite el pan —respondió Mai—sigue estando gorda, debería comerlo de todas maneras —dijo encogiéndose de hombros. Kasumi se encogió en su asiento cuando vio la mirada de Nobara.

—¿Qué dijiste, gemela desabrida? —Maki suspiró, no había momento en que su hermana no molestara a su amiga, parecía ser su pasatiempo favorito.

—¿Cómo me llamaste? —contestó Mai, desafiándola con la mirada.

—No se peleen —intentó calmarlas Kasumi—esto… ¿Cuánto tiempo llevas trabajando para el señor Nanami, Itadori? —preguntó buscando enfriar la situación.

—Creo que un par de años —dijo pensativo—el señor Nanamin es el mejor jefe, es responsable, llega a la hora, y es muy considerado.

—¿Cómo llevas dos semanas aguantando a ese idiota de Satoru Gojo? —preguntó Megumi sin mirarla—no pude soportarlo más de 3 días.

—¡Es cierto! Lo recuerdo —carcajeó Maki—Megumi estaba todo el día irritado.

—Lo veo por los pasillos y me irrita —concordó el joven. Kasumi soltó una risa nerviosa y respondió pensando en los momentos que había pasado junto al gerente comercial.

—N-no es tan malo —susurró más para sí misma, como si intentara convencerse.

—Creo que es el peor gerente de todos —habló Nobara—Ieri es algo extraña, pero al menos trabaja y no me pone problemas si debo salir antes —dijo sonriente.

—Yo aprendo bastante con Ijichi —sonrió Maki—me prepara para que haga carrera dentro de JJK.

—Utahime no está mal tampoco —dijo Momo—¿verdad? —preguntó mirando a Mai.

—¿Bromeas? Es irritante, está todo el día trabajando, no nos da ni un respiro. Claro, no nos tiene para sus mandados como a Kasumi.

—El señor Gojo no está tan mal —habló Itadori, quitándole las palabras de la boca a Kasumi—es divertido, y siempre nos trae cosas.

—Porque cree que Nanami es su amigo —dijo con burla Nobara.

—¿No lo es? —preguntó Kasumi, algo confundida.

—Es el único que lo aguanta, pero porque Nanami es demasiado profesional y debe lidiar con todas las áreas de la empresa —respondió Megumi.

Kasumi quiso contradecirlo, lo que ella había presenciado en ambos gerentes era amistad a su parecer, pero no se sintió en confianza para hacerlo. En parte porque era primera vez que compartía con ellos, además, no llevaba tanto tiempo como los demás, quizá se estaba haciendo una idea equivocada. Pero le inquietó, pensar que el señor Gojo estaba más solo de lo que parecía le incomodó, era un hombre alegre y agradable con todos ¿por qué hablaban tan mal de él?

A su memoria vinieron las dos semanas que había compartido con el gerente, las sonrisas que le hacían latir el corazón con fuerza, sus peticiones peculiares, sus ojos intensos, y su cercanía esa mañana. Sus mejillas se sonrojaron al recordarlo, ¿por qué tenía una imagen tan diferente de Satoru Gojo?

¿De qué se estaba perdiendo?

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N/A: Holii gracias a quienes le han dado una oportunidad a este fic y a esta ship, me alegra que cada vez se vayan sumando más personitas con lecturas, hace mucho tiempo que no me sentía tan bien generando contenido para una ship.

Gracias por dejar rw, y espero que no tener muchos errores ortográficos ni letras revueltas o faltantes,

Espero leernos pronto!

Que estén muy bien :3 !