El destino que maldecimos

- Prólogo -


Kaeya estira la cobija hacia arriba hasta cubrir a Klee, la pequeña se ríe al sentir su cara incluso cubierta y no tarda en quitársela de encima con sus pequeñas manos.

— No me cubras tanto, tío Kaeya. Hace calor.

— Es para que los espíritus no te encuentren. —Bromea él, posando una de sus manos flojamente sobre la cama. — ¿Qué cuento te gustaría escuchar hoy, Klee? —Pregunta, y sus manos golpean débilmente el vientre de la pequeña por encima de la tela. Acerca más su silla a la cama y le muestra una sonrisa tranquila. — ¿Quieres escuchar el cuento que Albedo hizo para ti? Debo tenerlo por aquí… —Murmura, y se pone de pie para empezar a buscar por la pequeña y linda habitación de Klee el cuento en cuestión. Pero la voz de Klee lo detiene en su tarea.

— ¡Albedo es el mejor! Pero ya me lo has contado muchas veces…

— ¿En serio? —Kaeya gira un poco su cabeza para ver a la pequeña, quien ya se había sentado en la cama y lo miraba con esos adorables ojos de cordero. — ¿Entonces quieres una de las historias del Capitán de caballería?

Los ojos de Klee se iluminaron al instante, ella asintió enérgicamente y Kaeya amplió su sonrisa. Se acerca con paso tranquilo hasta la silla y toma asiento, cruzado de piernas. Su visión tintineó y los ojos de Klee no pudieron evitar verla con atención. Brillaba un poco con la poca luz en la habitación, era realmente hermosa.

— ¿Te gustaría escuchar sobre la criatura de agua a la que me enfrenté? Tenía tantas pequeñas criaturas hidromiméticas, esa pelea fue un espectáculo, nunca me divertí tanto. O podría contarte sobre aquella vez que…

— Tío Kaeya…

¿Oh? El tono de la pequeña ya no sonaba emocionado. Kaeya deja de hablar y

— ¿Sí, pequeña Klee?

— ¿Puedes hablarme sobre nuestras visiones? —Pregunta, y Kaeya alza sus cejas con visible sorpresa.

— ¿Quieres escuchar esa historia? ¿Estás segura?

La vista de Klee se dirige hacia su mochila, recargada en la pared a un lado de la puerta. Su visión pyro, una herencia, descansaba como un bonito llavero ahí. Brillaba tanto como la de Kaeya. Era el único recuerdo que tenia de su madre, quien partió de este mundo hace años ya. Klee vuelve a mirar a Kaeya, con una petición en sus ojos.

— Por favor.

— La ibas a escuchar cuando entraras a la academia… Aún eres joven.

Jean no se enojaría con él por esto, ¿cierto? Kaeya guarda silencio unos segundos, pensando en si era lo correcto. Pero al final, ella merecía saberlo. Así apreciaría más lo que esa visión significa. Y tal vez así la use con un poco más de cuidado.

— Se dice que hace mucho tiempo, un par de hermanos llegaron a nuestro mundo incluso antes que las estrellas. —Comienza a relatar, y su voz sumergió a Klee en la atmosfera mística que quería lograr. Fue como si las luces se hicieran todavía mas bajas y la voz de Kaeya la guiara por su imaginación hacia una galaxia sin estrellas, un fondo oscuro y vacío. — Eran viajeros, personas como tú y como yo. Saltaban de mundo en mundo, aprendían. Y luego se iban tal como llegaron. Lo sabían todo de todas partes. —Dijo, y eso asombró a Klee quien hizo un sonido y separó sus labios un poco. — Pero su apariencia no le hacia honor a ese conocimiento. Las leyendas dicen que parecían solamente dos muchachos comunes, tal vez un poco mas jóvenes que la señorita Amber.

— ¡Amber es la mejor! —Exclamó de pronto Klee, y Kaeya ríe suavemente mientras asiente.

— Ah, sí, la señorita Amber es la mejor. —Entonces carraspea, dispuesto a continuar con su relato. — ¡Pero una deidad, incluso más grande que ellos, los atrapó de pronto! Celoso de su libertad, hubo alguien que los atrapó entre sus grotescas e inmensas manos. —Kaeya juntó sus manos de golpe frente al rostro de Klee, asustándola y consiguiendo un gritito de ella. — ¡Y los devoró!

— ¡No!

— ¡Sí!

La cara de Klee estaba deformada en una expresión de angustia y miedo, mientras que la de Kaeya tenia una mirada algo más afilada y una sonrisa larga en su boca.

— Malditos por él, sus viajes se detuvieron hace muchísimo tiempo. Antes de que tú y yo existiéramos, antes de que Mondstadt si quiera naciera. —Explica, señalando primero a Klee y luego señalándose a sí mismo.

— ¿Antes incluso que Jean? —Pregunta, con su corazón latiendo a mil por hora.

— Jean no es tan vieja. —Kaeya enarca su ceja visible, resoplando.

— ¡No, Jean es la mejor!

Klee podía distraerse muy rápidamente, pero esta vez ella misma guardó silencio e invitó a Kaeya a continuar contándole aquella vieja historia, que muchos incluso ahora pensaban que se trataba solamente de un cuento para niños.

— Ellos dormirían para siempre. Otra deidad se apiadó de los dos pequeños muchachos, pero sin el poder suficiente para romper esa maldición solamente pudo ayudarlos al permitir que despertaran antes de que cosas terribles pasaran en aquellos universos que alguna vez visitaron.

— ¿Se hizo su amigo? ¿Así como yo con Diona?

Kaeya tuerce un momento sus labios, pero luego asiente.

— Sí, podría decirse que sí. Un amigo siempre te echa la mano cuando tienes problemas, ¿verdad?

— Sí, es lo que Jean siempre dice… "El poder de todos es mejor que el poder individual" —repite ella, balbuceando un poco esas palabras. — ¡Jean es la mejor! —Exclama, luciendo determinada.

— Bueno, ese amigo hizo algo magnífico por ellos, ¿no lo crees? Una deidad es algo muy difícil de matar. Nuestro arconte es una deidad también.

— ¿Y qué pasó con esa deidad?

Kaeya suspira.

— La leyenda no lo cuenta. Pero sí nos dice qué es lo que pasó con esos hermanos después. ¿Quieres seguir escuchando o ya quieres dormir? —Pregunta, y Klee puso sus pequeñas manos sobre la cobija.

— ¡Continúa, por favor.

— Si insistes…

— ¡Kaeya es el mejor!

Era tan adorable. Kaeya sonríe suavemente, con esa cálida sensación en su pecho. Pero era momento de continuar con su historia. Pone un rostro más serio y neutral y continua;

— Ellos despertaron, y recordaban todo. Quisieron romper su maldición al derrotar a aquella deidad celosa, pero no lo encontraron. Se dice que muchas otras deidades se unieron a ellos para encontrarla pero no lo hicieron. Y ellos volvieron a dormir.

Klee alza sus cejas, consternada. ¿Volvieron a dormir?

— ¿Por cuánto tiempo…? —Pregunta, temerosa de la respuesta.

— La leyenda dice que fueron siglos. Algunos bardos dicen que fueron milenios. No es seguro. Pero volvieron a despertar luego de ese tiempo. Muchos de sus amigos ya no estaban, pero aquellos que sí les avisaron que habían dormido por mucho tiempo. La hermana, consternada, le preguntó a la deidad amiga si sabía algo sobre aquél villano, pero la respuesta fue no. El hermano blandió su espada sagrada a la galaxia y gritó que lo encontrarían, y que no pararían hasta derrotarlo. Se dice que en ese momento se crearon las estrellas.

— Woah…

Kaeya suelta una pequeña risita, él tuvo una reacción parecida cuando escuchó esta historia. Y no fue más joven que Klee, la verdad.

— Ellos tenían una misión. Cuando algo malo ocurriera en el universo, ellos despertarían de nuevo para solucionarlo. Fuera cual quiera el problema, mientras fuera de tan alta escala como para erradicar a toda la vida de uno de los planetas bajo su protección, ellos estarían ahí para erradicarlo. Se dice que no han despertado en los últimos 500 años luego de una pesada misión en otro lugar, y que ellos se encuentran dormidos ahora mismo aquí, en Teyvat. Descansando.

— ¿¡En serio!?

— Sí. Muchos aventureros han tratado de encontrarlos, pero nunca nadie los ha visto. Por eso muchas personas creen que se trata solamente de una historia para contar a los niños pero yo… yo no lo creo. —Murmura, más para sí mismo. — ¿Y que nadie los ha visto? Pff, por favor. —Resopla. — Yo los vi. —Era momento de continuar con la historia. Klee esperaba ansiosa por la última parte del cuento, aquella que por fin le explicaría por qué existen las visiones. Kaeya lame su labio inferior sin darse cuenta, incluso él mismo se encontraba ansioso. Esta historia era una de sus favoritas. —Y tu querida Jean también, incluso Amber. Todos con alguna visión los hemos visto, al menos a uno de los dos, alguna vez en nuestra vida. Tú heredaste tu visión de tu madre, pero estoy seguro de que los podrás ver en algún momento.

— Cuando mi mamá murió… Ella me heredó su visión, o eso dicen todos, pero Klee no sabe muy bien a qué se refieren. ¿Qué es una visión, tío Kaeya?

— Una visión… es la fuerza que esos dos hermanos nos regalan, Klee. Y la que le regalaron alguna vez a nuestros viejos arcontes. Aquellos que son aptos son llamados a hacer pruebas, y si las cumples a la perfección se dice que uno de ellos se presentará ante ti con tu visión en su mano como un regalo. No nos hablan, pero su presencia es tan… hermosa. —Susurra, dejando caer un poco su párpado visible. — Se siente bien estar en su presencia. Solamente aquellos que lo logramos pudimos estar cerca de ellos… Lo conocí a él. —Dice.

— ¿¡Conociste al hermano!? —Pregunta Klee, asombrada.

— Sí, es justo como la leyenda dice. Parece joven, pero es tan viejo como el universo o incluso más. Su ropa fue algo que nunca había visto aquí, y su espada tenia un brillo magistral que nunca vi en otra espada antes. Resplandecía como el sol. Extendió su mano hacia mí, y tenia mi visión sobre su palma. Me la ofrecía. Y la tomé. —Y cuando salió de ese lugar, Diluc lo estaba esperando. Pero no puede contarle eso a Klee.

— Increíble… —Susurra, su pequeño corazón latía muy fuerte dentro de su pecho. Era asombroso. ¿Existen realmente? No muchas personas tenían una visión, y se dice que hoy en día eran muy pocas las personas que eran dignas de terminar esas pruebas que los hermanos tenían así que los relatos sobre los gemelos se tomaban como un cuento. Pero solamente aquellos con visiones sabían la verdad. Como su visión era heredada, Klee no pudo conocerlos. Pero si leía el diario de su madre, ¿tal vez le dirá cómo fue el encuentro que ella tuvo con alguno de los gemelos? Por mucho tiempo ignoró los diarios de su madre pero tal vez era momento de prestarles más atención. Aunque dudaba que Jean la dejara leerlos todavía, era muy joven.

— Y los calabozos, ¿cómo son? —Pregunta, volviendo a recostarse en la cama. — ¿Son muy peligrosos?

No puede decirle que muchos no vuelven si quiera.

— Son pruebas muy difíciles, Klee. No solo físicas, sino también mentales. Podrías pasar meses dentro, con toda clase de criaturas de harán lo imposible por… detenerte. Se dice que las criaturas de ahí, son las criaturas que los hermanos alguna vez enfrentaron.

— ¿Y lograste superarla? ¡Kaeya es el mejor! —Repite, sus ojos parecían dos pequeñas estrellas brillantes de lo emocionada que estaba. — Todos ustedes son increíbles, las personas con visión son las mejores.

Kaeya asiente.

— Sí, las personas con visiones son muy fuertes. Se dice que nuestros arcontes fueron los primeros siete humanos en Teyvat en obtener una. Ascendieron como deidades en ese momento. —Relata escuetamente. — Su misión no es muy diferente a la nuestra. Asegurarnos de que la paz reine en Teyvat. —Kaeya vuelve a cobijar a Klee, quien entrecierra sus ojos un poco. — Pero te hablaré más de eso después, ya se está haciendo muy tarde. ¿Ya lista para dormir? —Pregunta, poniéndose de pie. Iba a apagar la luz.

— ¿Cómo voy a dormir cuando me contaste algo tan increíble?

— Pues vas a tener que hacerlo, porque creo que escucho a Jean venir para acá.

— ¡Ay, no!


Si los hermanos dormían cuando no había un gran mal acechando, ¿no significaría entonces que si despiertan era un muy mal augurio? Venti pensaba en eso, pero tenía sentimientos encontrados. Extraña a sus amigos, pero el triste pensamiento de que era mejor no verlos hacía que se sintiera un poco malvado.

Los echaba de menos, pero esto era lo mejor. Eso pensaba. Justo ahora se encontraba sentado al borde de una vieja muralla a medio destruir, con una botella de vino al lado suyo y una copa entre sus delgados dedos. Venti bebió un sorbo y suspiró al aire, observando el obsequio que Aether le hizo al universo: el cielo estrellado. Dvalin lo mira desde abajo, con su cabeza recostada sobre sus patas delanteras. Resopla un poco y el grotesco sonido llama la atención del arconte, quien baja su mirada un poco.

— Otra vez estás pensando en ellos…

— ¿No los extrañas? —Pregunta, y Dvalin se toma un momento antes de contestar.

— Es mejor no verlos. —Murmura, volviendo a bajar su cabeza hasta que su mentón toca con el suave césped de su solitaria guarida. — Cosas malas pasan cuando despiertan.

Más bien, despiertan cuando pasan cosas malas.

— Cruel, pero cierto. Por eso bebo. Y los extraño mucho. —Murmura el arconte, volviendo a acercar la copa a sus labios.

Dvalin resopla.

— Bebes porque eres un borracho.

— No es cierto~ Yo los extraño muuuy seguido~

Pese a que se comportaba bobo, lo decía en serio. Y eso Dvalin lo sabía.


En algún lugar de Snezhnaya, Dainsleif estaba sentado frente a un agradable fuego que calentaba un poco su cuerpo. Con una vara movía un poco la leña para que el fuego no muriera y las llamas alcanzaran el metal de la olla con su guiso. Paimon a su lado esperaba ansiosa a que este hirviera para servirse.

— ¡Caliéntalo más rápido! —Pide.

— Lo siento, no tengo una visión pyro. —Responde él secamente.

La noche se extendía sobre ellos, podían verlo solamente por la entrada de la cueva en donde se encontraban sobre la montaña nevada más alta. ¿Su misión aquí? Proteger el cuerpo que estaba recostado sobre una losa de piedra, en completo y absoluto silencio. Ni siquiera se escuchaba su respiración, ni su latir. Parecía un sueño profundo. Se trataba de Lumine, quien en ese momento apretó un poco sus párpados y comenzó a respirar muy lentamente.

— ¡Paimon piensa que tal vez debamos encontrar a otro compañero que sí tenga una visión pyro! Escondernos aquí, en este lugar tan frío… ¡Brr! —Paimon se abraza a sí misma y deja de levitar, acercándose más al fuego. El agradable aroma de la carne solamente hacía que su hambre creciera.

— Tonta. No podemos hacer eso. Nosotros somos los guardianes de Lumine, si cualquier mortal se entera de su ubicación solamente cosas malas pasarán. Se lo dirá a los otros y seguramente vengan. Ya te lo dijo la tsarina.

Paimon baja un poco la cabeza.

— Tienes razón, lo siento…

No hizo nada malo. Dain suspira y extiende una de sus manos hacia ella para palmear suavemente su cabeza. Paimon era tan pequeña a comparación suya, su mano se veía colosal a su lado.

— No te preocupes. Acerca tu cuenco, voy a servirte. —Solamente esa frase fue suficiente para que Paimon saltara en su lugar, de nuevo levitando.

— ¡Ah, sí!

Esas voces fueron escuchadas por ella, quien lentamente abrió sus ojos y miró con confusión el techo de la cueva. Entonces, al sentarse, la piedra bajo su cuerpo crujió y aquellos dos voltearon a verla inmediatamente, asombrados. Al verlos, pudo reconocerlos fácilmente. El cucharón se deslizó por la mano de Dain hasta tocar el suelo, inmediatamente se puso de pie y se acercó hacia ella, extendiendo una de sus manos. ¿Era esto un sueño?

— Lumine…

— ¡Lumine!

Paimon es la primera en llegar a ella, lanzándose a sus brazos. Lumine le atrapó en el aire y la abrazó con fuerza contra ella, encogiéndose un poco. Pronto Dain se unió a ellas, abrazando con fuerza a la pequeña deidad. Ambos sabían lo que significaba verla con los ojos abiertos, pero había pasado tanto tiempo… Paimon sollozó contra el cuello de Lumine y Dain solo cerró sus ojos, deseando que esta sensación en sus brazos no se fuera. Era Lumine entre ellos.

— Dainsleif, Paimon… Me da tanto gusto verlos… —Susurró ella, cerrando lentamente sus ojos.


— Tienes qué ser más cuidadosa con los humanos, no puedes acercarte a ellos. —Xiao soltaba con dureza sus palabras, la pequeña que se aferraba a su pierna lo mira con esos vacíos ojos rosados.

— Pero… Qiqi piensa que… son agradables.

Xiao se detiene y Qiqi lo imita al instante. El adeptus se cruza de brazos y mira hacia abajo severamente.

— ¿Y qué harás si alguno te sigue y lo encuentra?

— Qiqi… —Por unos segundos, Qiqi parece confundida y batallar con sus propias ideas. Sus delgadas cejas se fruncen. — Qiqi no lo sabe. Qiqi hizo mal. Qiqi se disculpa…

Xiao suspira, llevándose una mano a su rostro mientras niega suavemente con la cabeza.

— Si fallamos en nuestro deber, será una deshonra hacia Rex Lapis y hacia Aether.

— Qiqi no recordaba su tarea. —Susurra ella, y Xiao siente un pinchazo de culpa. Para empezar, era su culpa que ella estuviera así. ¿Estaba siendo muy duro? Se hinca en el suelo sobre una de sus rodillas y pasa sus manos bajo los brazos de la zombie, levantándola del suelo justo cuando él se incorpora. Qiqi lo mira fijamente, sin saber bien qué más decir. Solo permanecía quieta y se dejaba llegar de regreso hacia el lago en la montaña.

— ¿Aprendiste algo nuevo hoy?

— Baizhu le enseñó a Qiqi… a diferenciar las hierbas venenosas de las medicinales…

— Mh, bien. —Xiao asiente, justo cuando entran a una pequeña construcción dentro de la montaña deja de nuevo a la pequeña en el suelo, y esta inmediatamente se aferra al pantalón del mayor para caminar juntos. — A Rex Lapis le dará gusto saber que aprendes. Pero ten más cuidado para la próxima.

Pasaron por una especie de puerta contra unas piedras, y el interior no tenia nada que ver con lo que debería ser. Era uno de los universos que solamente un adeptus podía crear. Al otro lado, un inmenso dragón de hermosas escamas marrones los esperaba. Sus enormes ojos dorados se posaron sobre ellos al instante, y Rex Lapis

— ¿Dónde estaban? —Pregunta, y su aliento mueve el cabello de ambos. Qiqi mira hacia arriba y da un paso al frente.

— Qiqi… viajó a Liyue. —Y le extendió lo que había estado apretando en su mano. Rex Lapis baja su cabeza un poco y la gira para que uno de sus enormes ojos dorados quede frente a ellos. Era inmenso en verdad. Xiao contuvo la respiración mientras Rex Lapis observaba la ofrenda que la pequeña le había traído. Se trataba de una planta medicinal.

El sonido que suelta, parecido a una risa, hace que Xiao cierre sus ojos esperando un regaño. Pero…

— Bien hecho, Qiqi. Sigue aprendiendo.

— Sí…

Xiao abre lentamente sus ojos, visiblemente nervioso. Es entonces cuando se da cuenta de que Rex Lapis lo estaba observando a él ahora. Pasa saliva y baja un poco la cabeza.

— Solamente fui a buscarla. —Murmura. — No pensé que fuera a despertar en lo que no estaba, disculpe. Sé que le gusta tomar el té con nosotros.

— Pasaron más cosas, en realidad. —Dice, y por su tono quedaba claro que parecía un poco ansioso por algo. Quería mostrarles algo, mejor dicho. — Y alguien ya me acompañó a tomar el té.

— Discúlpeme, mi señor… ¿"Alguien"?

Lentamente, Rex Lapis pone su cabeza en alto y los mira con calma. Luego voltea un poco su cabeza hacia su cola. Curiosos, los dos pequeños voltean a ver hacia allá. Es entonces cuando Rex Lapis levanta la punta de su cola y muestra a un joven sentado frente a una mesa, con algunos aperitivos preparados y una humeante taza entre sus manos. Al verlo, Xiao inmediatamente corre hacia él.

— ¡Aether!

El chico le mostró una sonrisa pequeña y se puso de pie, dejando la taza sobre la mesa. Caminó un par de pasos y entonces extendió sus brazos hacia el adeptus que corría a su encuentro. El impulso los hizo a ambos retroceder juntos cuando se encontraron en un abrazo fuerte. Xiao cierra sus ojos y presiona la cabeza de Aether contra él, haciendo una mueca de alivio.

Qiqi no se quedó atrás, aunque tropezándose con sus pies ella se acercó con prisa hasta ellos. Extendía sus pequeñas manos hacia él mientras lágrimas se deslizaban desde sus ojos rosados. Este sentimiento que la impulsaba a querer abrazarlo solamente podía conocerse como añoranza.

— Aether… —Finalmente llegó hasta ellos, y sujetó con fuerza la tela de su pantalón café. Al bajar la mirada, él se encontró con el rostro lloroso de Qiqi. — Qiqi no lo olvidó. Qiqi está feliz…

Su mano izquierda acaricia la cabeza de Qiqi mientras que la derecha, acaricia los cabellos bicolor de Xiao. Aether se ríe suavemente.

— Mh, Aether también está feliz de estar despierto, Qiqi.

Rex Lapis se acercó hasta ellos a paso tranquilo, esta vez tenia su forma de civil. Un elegante hombre en traje que sujetaba la planta medicinal entre sus dedos y mantenía una sonrisa pequeña.

— Es grandioso verte despierto, Aether. Sin embargo, sabes lo que significa.

Aether se separa un poco de tan apretado abrazo y asiente. Xiao, a su lado, frunce un poco las cejas y baja la mirada.

— Sí… Algo malo pasará pronto, ¿no es así?

Zhongli asiente.

— Debemos reunirte con tu hermana de inmediato.

— ¡Lumine! ¿Sabes dónde se encuentra, Zhongli?

Zhongli… era el nombre que alguna vez le pusieron, y aunque ya hacía muchos años que nadie lo llamaba así todavía respondía a ese nombre al escucharlo. Él inclina un poco la cabeza.

— No. Dainsleif dijo que la llevaría lejos, a la región de la Tsarina.

Por supuesto, no podían estar juntos porque si eran encontrados, los dos correrían riesgo dormidos. ¿Pero había sido necesario llevarse a Lumine tan lejos? Aether suspira.

— Debemos ponernos de inmediato a la carga. Por favor, señor Zhongli, debo ponerme al día con todo lo que pasó. Para empezar… ¿cuánto dormí? —Pregunta, volviendo a tomar asiento frente a la mesa de te. Xiao y Zhongli comparten una mirada y entonces se acercan para también tomar asiento. Será una conversación un poco larga.