Hermione empezaba a notar la mente nublada. Le daba vueltas la cabeza. No entendía por qué se preocupaba tanto… Después de todo… sólo eran elfos domésticos… y muggles. ¿Qué tan importantes eran? Eran objetivamente inferiores a ella. Los primeros en capacidades mentales y los segundos en habilidades mágicas. Mantener aquella pirámide jerárquica no sólo era lógico, si no que era… eficiente.

Abrió mucho los ojos al darse cuenta de su hilo de pensamientos. La otra Hermione estaba recuperando el control. No podía permitirlo. Intentó inútilmente soltarse una vez más. Porque aquel hilo de pensamientos no sólo era poderoso, si no terriblemente atractivo. Trató de concentrarse en Ron. En el dolor que le causaba haberle perdido. Pensando en que eso la mantendría cuerda.

Pero llegó un pensamiento intrusivo más. ¿Por qué preocuparse por Ron? ¿Por qué echarlo de menos? Ella tenía a Pansy… su leal y dulce Pansy… su elegante Pansy que siempre estaba pendiente de ella. Notó un escalofrío recorrerle la columna en ese instante. Estaba a punto de dejarse vencer, cuando el sonido de la pelota la hizo volver a la realidad.

_ ¿Hola? _ Llamó. _ ¿Hay alguien ahí?

De entre las sombras surgió la figura de una pequeña niña. El cabello pelirrojo y las pecas la delataban. Incluso sin haber visto la foto, Hermione habría deducido que se tenía que tratar de su hija… Su hija con Ron Weasley.

_ Rose… _ La llamó.

La niña dio un paso atrás.

_ Espera… no te vayas, acércate. _ Le dijo, con tono de súplica.

La niña finalmente se acercó y Hermione pudo verla bien. Todos aquellos pensamientos que luchaban por tomar su mente parecían haberse calmado cuando la observó.

_ Sé que tendría que estar en la cama… pero no podía dormir… y sé que está prohibido bajar aquí, pero… se me cayó la pelota. _ La miraba con lágrimas en los ojos. Estaba claro que tenía miedo.

_ No pasa nada, cariño… escucha. Necesito que me ayudes con una cosa. _ La miró a los ojos. _ ¿Lo harás por mí?

_ Claro, madre… ¿Qué tengo que hacer? _ Por su tono, parecía que estaba acostumbrada a recibir órdenes.

_ Quiero que me quites eso. _ Dijo, señalándole la vía con la cabeza. _ Es importante.

_ Vale… _ Se aproximó y, con cuidado, la niña le quitó la vía. Hermione lanzó un quejido.

_ Perdona… _ Bajó la mirada. _ ¿Quieres que haga algo más?

Hermione trató de zafarse de las ataduras de la silla, pero estas seguían sin responder. Recordó lo que le había dicho Pansy, que se soltaría cuando se le hubiera inyectado todo el líquido.

_ ¿Ves ese frasquito que cuelga ahí? Necesito que lo abras.

_ Pero… ¡Se manchará el suelo! _ Le dijo, visiblemente alterada.

Rose parecía muy asustada por la perspectiva. A Hermione le preocupó. ¿Qué clase de madre habría sido si a su hija le daba tanto miedo manchar el suelo?

_ No pasa nada… lo limpiaremos después. _ Le dijo, con una sonrisa, tratando de parecer conciliadora.

_ Madre… estás rara… ¿Seguro que estás bien? _ Le preguntó.

_ ¿Rara? ¿Por qué estoy rara?

_ Tú nunca sonríes en casa. _ Le dijo, sin atreverse a mirarla a los ojos.

_ Rose… estoy bien, de verdad. Ahora necesito que abras ese frasco. No importa si se moja.

_ Sí, madre.

No sin cierta reticencia, se atrevió a abrir el frasco y dejó caer el líquido en el suelo. El efecto fue casi instantáneo. Cuando la última gota de líquido cayó al suelo, Hermione notó cómo las ataduras se aflojaban y de un simple tirón, se puso liberar. Su primer gesto fue aferrar a su hija y darle un buen abrazo.

_ Rose… acabas de salvarme la vida. Eres la mejor hija del mundo. _ Le besó la frente. _ Te quiero.

La niña se ruborizó hasta las orejas por ese comentario.

_ Nunca me habías dicho eso. _ Bajó la cabeza y se miró los pies.

_ Escucha… puede que sí que esté un poco rara. _ Le puso la mano en el hombro. _ Pero… es una forma buena de estar rara. Cielo, te tengo que pedir una cosa más.

_ ¿De qué se trata? _ Le preguntó, mucho más receptiva.

_ Esto que has hecho por mí, tiene que ser nuestro secreto. No se lo puedes contar a nadie.

_ ¿A Nadie? _ La miró, con dudas. _ ¿Ni siquiera a Katrina? ¿Ni a mamá?

_ No, ni siquiera a Katrina, ni a mamá. _ Mamá… estaba hablando de Pansy, no había conocido a su padre.

Hermione lo sabía, no tenía del todo claro el por qué, pero era consciente. Había recibido parte de la dosis de la poción… estaba claro que suficiente como para retener algunos recuerdos de su alter-ego. Esperaba que no lo hubieran hecho también aquellos pensamientos tan atroces.

_ Y ahora… a la cama. _ Le dijo, en voz baja.

_ ¿Y qué pasa con el charco? _ Aferró su pelota entre los dedos.

_ Yo me ocupo del charco, cielo. _ Le besó la frente. _ ¿Quieres que te lea un cuento para dormir?

Rose negó con la cabeza.

_ Sé que estás ocupada. _ Se encaminó escaleras arriba. _ Buenas noches, mamá.

_ Buenas noches, Rose. _ Le dijo, con una leve sonrisa.

Pansy había dejado su varita junto a la silla. Sin embargo, al cogerla y tratar de lanzar unas cuantas chispas, se percató de que continuaba sin funcionar. Era una varita bastante desagradecida. Hermione suspiró y se paró a pensar en donde estaba. Aquello era el trastero… y si su nueva memoria no le fallaba…

Apartó un par de muebles con las manos desnudas y finalmente alcanzó un pequeño baúl. Su viejo baúl de Hogwarts. Un extraño calor la invadió cuando lo abrió y la recibieron sus viejos apuntes, sus viejos libros… su placa de prefecta y… una caja de Ollivanders. Por un momento, recordó aquellos días más sencillos mientras abría aquella caja y extraía aquel trozo de vid de su interior.

Notó una sensación que le era familiar a pesar de que sólo recordaba haberla experimentado una vez. Una sensación de calor… y el aire removiéndose a su alrededor.

_ A ti no te importa todo lo que he hecho… ¿Verdad? _ Sonrió ligeramente. Tomó la otra varita, la guardó en el cajón y la dejó en su lugar.

Un par de pases mágicos y se deshizo del charco de poción y del catéter. Con otro leve conjuro pudo cambiar la apariencia de su varita para que luciera como la que Pansy esperaba que llevase. Subió las escaleras y se encontró en un gran pasillo. Aquella casa era, sin duda, colosal. La casa de una Primera Ministra.

Encendió su varita y anduvo, perdida, durante un largo rato. Cada vez que se miraba en los espejos se acongojaba, pensando en la versión de sí misma que había visto en la pantalla. Se detuvo frente a un espejo, a observarse con más detalle.

Lo cierto es que para haber pasado diez años, se mantenía bastante bien. Y, sin embargo, le daba asco sentir cómo su memoria muscular le provocaba aquella sonrisa que había visto en la televisión, en la foto de su cuarto.

Su cuarto. Sin duda, lo que necesitaba era dormir, buscar una rendija por la que escapar. Encontrar a algunos de sus viejos amigos, si es que aún le quedaban, y buscar la forma en la que resolver aquel dilema. Pero deshacer diez años no iba a ser fácil.

Tardó más de lo que quisiera en llegar a la habitación adoselada. Por un momento pensó en simplemente saltar por la ventana, no para acabar con todo, si no para salir corriendo. Pero en el fondo sabía que no era una jugada inteligente.

Se tumbó en la cama y se entregó al sueño. Pero el sueño no fue reparador. Tuvo sudores fríos, y múltiples pesadillas mientras su cuerpo luchaba por no dejarse vencer por la poción. Soñó con muchas cosas, sin embargo, fue una en concreto la que se le quedó grabada al despertar.

Era un recuerdo, uno en aquella misma habitación, unos ocho años antes. Hermione acababa de tomarse ella misma su poción. Era plenamente consciente de para qué servía su medicación y se la tomaba de buen grado. Dejó el vaso en la mesita y se acercó a la cuna de su hija. La tomó en brazos y la meció un poco. Rose lloraba a pleno pulmón y Hermione no conseguía calmarla. La mujer parecía más aburrida que acongojada.

Pansy hizo acto de presencia y Hermione, antes de mediar palabra siquiera, le pasó a la niña. La tomó en brazos con delicadeza y empezó a jugar con ella, haciéndole ruidos de pedorretas en la barriguita hasta que finalmente la niña se calmó y dejó escapar una risita.

_ ¿Quién es esta niña tan guapa? _ Le preguntó, retóricamente. _ ¿No serás tú la cosa más cuca del mundo?

Con la mayor de las calmas dejó a la niña de nuevo en la cuna y la meció lentamente mientras se aseguraba de que se calmara. Rosa cruzó la mirada con ella unos instantes antes de dejar que el cansancio la venciera y cerrase lentamente los ojos.

_ Gracias, cielo… nunca consigo que se calme. _ Bufó Hermione, echándose a un lado. _ Se pasa el día llorando… debe ser culpa de su padre, que la consiente. Estoy harta de él, Pansy.

_ Bueno… así es como funciona la custodia compartida. _ Pansy se sentó a su lado. _ Mira, yo tampoco le trago, no sé qué veías en él.

_ Yo tampoco. No sé qué le veía. Apenas tiene un puñado de neuronas y ni siquiera sabe usarlas. _ Se cruzó de brazos. _ Creo que lo mejor sería… quitarlo de en medio.

_ ¿Cómo que quitarlo de en medio? _ Pansy la miró, escandalizada. _ ¿Quieres decir matarlo?

_ Así dejaría de molestar, y podría criar a mi hija sin interrupciones.

_ Hermione… No puedes estar hablando en serio. _ Fue Pansy la que se cruzó de brazos. _ Escucha, tu exmarido puede ser un pelmazo, pero de ahí a matarlo…

_ Sí, tienes razón… no sé en qué pensaba… ha sido una locura momentánea. _ Se acercó con una sonrisa conciliadora y le acarició los hombros _ ¿Puedes ocuparte de la niña? A mí no me soporta.

_ Bueno, ya te cogerá cariño. Yo también te odiaba cuando te conocí, ¿Recuerdas?

_ Tenías un pésimo gusto entonces. _ Suspiró Hermione. _ Todo el día detrás de Draco Malfoy como una polilla.

_ No sigas por ahí, cielo. _ Alzó una ceja. _ Vuelve pronto… esta noche quiero que la pasemos juntas.

_ Estaré aquí antes de que puedas echarme de menos. _ Hermione se acercó y le dio un suave beso a su esposa. _ Nos vemos.

_ Ya es tarde para eso. _ Pansy le guiñó el ojo y tomó a la pequeña Rose en brazos.

Hermione se dirigió directamente a la lechucería, tomó el papel de cartas y con toda la parsimonia del mundo escribió una carta en la que detallaba una serie de órdenes muy concretas. Quizá Pansy no estuviera dispuesta a orquestar un asesinato. Pero ella no tenía esas trabas a la hora de actuar. De hecho, mantenía una sonrisa mientras escribía.

Cuando Hermione despertó, aquel sueño… aquel recuerdo, tan vivido y tan real, estaba clavado en su mente. Notaba una punzada en el corazón, tan intensa como si realmente la estuvieran atravesando con una espada. No pudo evitar despertarse con un grito.

A su lado, Pansy abrió los ojos lentamente, y la rodeó con los brazos, en un gesto de consuelo. Hermione no sabía qué hacer… si salir corriendo o responder al abrazo. Finalmente se quedó quieta y fue Pansy la que se apretó contra ella. Su cuerpo reaccionaba de forma natural, agradeciendo el contacto.

_ ¿Has pasada mala noche? _ La tomó de la barbilla.

_ Sí, ha sido bastante desagradable. _ Dijo, tratando de sonar igual que la versión de sí misma que Pansy conocía.

_ Pero estás de vuelta, que es lo que importa. _ La estrechó con fuerza. _ Cariño, estaba tan asustada… ¿Quieres desayunar aquí o en el comedor, con las niñas?

_ En el comedor. _ Quería salir de aquella habitación cuanto antes. _ Quiero ver a las niñas.

Y sin embargo se sentía extrañamente bien y segura entre los brazos de Pansy. Instintivamente, le pasó la mano por el pelo y se lo acarició. Pansy sonrió y tomó una campanita de la mesilla, haciéndola resonar.

Hermione intuyó que había un servicio que en aquel momento estaba movilizándose. ¿Cuántas personas habría allí trabajando para servir a tan sólo cuatro personas? No quiso pensarlo. Trató de acudir a los recuerdos de su alter-ego, pero no obtuvo respuesta. No sabía si no había recibido suficiente dosis de la sustancia como para llegar a esos datos, o si, por el contrario, era un número que desconocía. Lo que era muy posible, visto su carácter.

Cuando Pansy se puso en pie, la siguió por los largos pasillos. El tamaño de la casa le resultaba absurdo, e intuía que se perdería de nuevo si no mantenía el paso. Había un pequeño escuadrón de sirvientes que se estaba ocupando de que estuviera todo limpio y ordenado.

A Hermione no se le escapó que todos llevaban el mismo uniforme de color oscuro, adornado con un collar en el cuello. Tampoco se le escapó que todos y cada uno de ellos trabajaban de forma manual. No tenían varita. Al parecer, todo su servicio estaba compuesto por muggles, sin excepción. Se estremeció, pero no comentó nada.

Se sentía presa de su propio cuerpo. Pero se relajó un poco cuando llegó al comedor y se sentó junto a Rose y Katrina. Katrina estaba tensa, Rose le sonrió, quizá estaba recordando lo sucedido la noche anterior. Hermione se olvidó un momento de los riesgos y se sentó entre las dos niñas.

Hermione empezó a untarse una tostada mientras las observaba. Rose había estado mirando su móvil hasta que ella entró en la sala, momento en que se lo guardó en el bolsillo. Magos con móviles… quién se lo iba a decir.

Podía notar el miedo que le tenían sus hijas. Aquello la disgustaba enormemente. Pero con Pansy presente no se atrevía a meter baza. No quería que se descubriera la tapadera. Así que tuvo que mantenerse distante. Las niñas no lo vieron anormal, y eso le dolía aún más.

_ Bien, si no me equivoco tienes cita con la Ministra de Magia a primera hora. _ Comentaba Pansy, mirando su Smartphone. _ Y después te reúnes de nuevo con el canciller. Creo que si le aprietas un poco más las tuercas conquistaremos Alemania. Puede ser el primer paso para reconstruir el imperio británico.

Menuda memez. Eso es lo que pensó, pero prefirió no decirlo. Lo último que necesitaba gran bretaña eran más guerras, con superioridad armamentística o sin ella, Hermione no iba a entrometerse en esa clase de asuntos. Ni que quisiera ser la dueña del mundo. Por supuesto que ella no pensaba en algo así ¿O quizá sí?

Pansy vio cómo Hermione dejaba escapar una sonrisa. Por un momento, su mente estaba en otra parte. Se imaginaba a sí misma sentada en un trono, organizando el mundo entero. Y lo peor es que no era un hambre de poder lo que estaba alimentando esa imagen. No era el deseo de estar por encima de todo y de todos.

Aquella imagen venía proyectada desde el convencimiento de que podría optimizar todas y cada una de las cuestiones que estuvieran en su mano. Magos, muggles y criaturas mágicas, todos ellos trabajando en perfecta sincronía, y ella misma, como una directora de orquesta.

_ ¿Madre? _ Katrina la observó con sus ojos verdes y sintió como tiraba de ella para volver a la realidad. _ ¿Estás bien?

_ Yo… sí, estoy bien, no te preocupes, cielo. _ Bajó la mirada.

No sabía que le asustaba más… la sensación de notar cómo aquella otra parte de sí misma entraba en ella por momentos… o lo mucho que la seducían aquellas promesas de poder. Esa idea de que debía estar al mando… esa sensación de que todo iría mejor si dejaban que ella tomase las riendas. Le gustaba… odiaba lo mucho que le gustaba.

_ ¿Confirmo las citas? _ Pansy la miraba jugueteando con el dedo sobre el teléfono. _ Aún pareces un poco confundida. Podemos decir que estás enferma.

_ No… Confírmalas.

_ Genial, a Luna le encantará verte.

Hermione sintió un hilo de esperanza al escuchar el nombre de su amiga. Era un hilo del que tirar, quizá una esperanza para salir de aquel infierno.