Insatisfacción
- Capítulo único -
Muchas noches, Judar solía hacerse la misma pregunta antes de dormir. ¿Qué hubiera pasado si todo hubiera sido diferente en su vida? ¿Y en el universo? Si los magi no existieran para empezar, ¿cuántas guerras no hubieran ocurrido? ¿De cuánta… diversión se hubiera perdido?
Pero tal vez, cosas buenas hubieran venido también. ¿Podría tal vez ser amigo de Sinbad? No era muy de su naturaleza ponerse a pensar mucho en esta clase de cosas, pero en su tiempo a solas cuando no quedaba más que la luz de la luna y el sonido de los animales nocturnos, ¿qué más podía hacerse sino descansar? Cuando era solo un muchacho recostado sobre una cama, con las manos tras su nuca y sus ojos carmesí. Cuando era solo Judar, no el Magi de Kou.
Frunce sus labios a la oscuridad y cierra sus ojos, era un fastidio preocuparse por cosas que ni siquiera estaban pasando, ¿no es así? Tal vez lo hacía porque no le gustaba sentirse continuamente rechazado por el hombre cuyo poder ansiaba. Al menos ahora tenía a un amigo, pero…
Ah, esta continua sensación de insatisfacción lo cansaba, lo agobia. Pensaría que en el mundo de los sueños encontraría paz, pero de hecho… no fue así. ¿Cómo sueña un Magi? ¡No sueñan! No siempre, como los humanos. Era cosa de si estaban cansados o no y solo dormían porque debían. Era uno de esos días donde realmente no estaba cansado, su imaginación siguió activa para ese momento. Lo transportó a un lugar interesante. ¿Sabía que estaba soñando? Por supuesto, porque solamente en sus sueños era que podía verse como se veía justamente ahora en el reflejo de ese espejo.
Era él, pero no es él. Su cabello era el mismo, pero su mirada… Algo faltaba ahí. Se acerca más al espejo para verse, ¿maldad, tal vez? Se sorprendía por verse así, y entonces decidió aventurarse más en el lugar. Caminaba en el vacío, todo era extraño a su alrededor. La sensación de sentirse cubierto lo hace ver hacia abajo y notarse con ropa. Poco a poco su alrededor comenzó a formarse a cada paso que él daba, paredes y suelo se acomodaban frente a él y bajo sus pies ahora cubiertos. Arrastraba tela, comenzaba a pesar sobre su cuerpo. Corrió con prisa cuando reconoce estos pasillos, ¿era acaso lo que creía?
Llega hasta un hueco en la pared y al asomarse, el rico aroma de la sal del mar lo reciben, justo a una sensación de emoción en su estómago que no lo dejaba en paz. ¿Era Sindria, cierto? Desde adentro, nunca pudo estar aquí en el castillo de Sinbad. No dentro al menos. Al verse a sí mismo de nuevo se da cuenta de que era la ropa de los generales de ese idiota de los siete mares. ¿Es el octavo? No tenia sus joyas usuales, sus brazos y cuello estaban desnudos. No había cargas mentales de los cuales deshacerse, tampoco odio. Tan solo era él, caminando y explorando cada habitación que aparecía frente a sus ojos.
De pronto, como si hubiera un profundo eco, una voz lo llamó. Se da la media vuelta pero no encuentra a nadie, ¿entonces de dónde viene esa voz? Claro que la reconoce, era fácil hacerlo.
Háblame de nuevo, maldición.
Pero no vuelve a escucharla, ¿tal vez si explora más? Abre otra puerta, una habitación que apenas se formaba para él. Sencilla, simple. Nada del otro mundo. Cierra la puerta y sigue caminando solamente hacia el frente hasta que una pared se forma justo frente a su nariz. Era el final de éste pasillo. Da un cuarto de vuelta y continúa por la derecha, ya no había puertas sino un pasillo que parecía interminable. Esa ronca voz hace eco de nuevo en su mente, llamándolo y animándolo a encontrarlo.
¿Dónde estás?
No era sencillo de encontrar, y una sensación de molestia hace que cada nuevo paso que da resuene en el pasillo que se extendía para él. Entonces algo extraño pasó, de pronto todo dejó de formarse para simplemente existir. Al ver una puerta al final Judar corre y la abre con prisa.
— ¡Te encontré!
Y tenía razón, lo dijo antes de siquiera ver adentro pero cuando lo hizo, el hombre de largo cabello morado le sonreía. Parece que Judar lo sorprendió, ¿tal vez porque apareció de repente? Tenia un pergamino extendido sobre el escritorio y sujetaba un extremo en el aire, y una plumilla en su mano libre.
— ¿Judar? Te estaba llamando.
— Lo sé, te escuché.
— ¿Te perdiste de camino? —Pregunta Sinbad, dejando la plumilla sobre el tintero para ponerse de pie y caminar hasta su asistente. Lucía tan sorprendido, incluso tomaba aire por la boca de lo agitado que estaba. ¿No se encontraba bien? Sujetó su rostro y Judar lo vió fijamente a los ojos, buscando odio o molestia. Solo encontró preocupación.
— Todo es muy raro por aquí. —Dice simplemente, y como si fuera a esfumarse le atrapó las dos manos con rapidez. Pero puede sentirlo, como si fuera real. Ojalá lo fuera. El pensamiento era amargo, pero si soñaba con esto era porque lo deseaba. Apretó las manos de Sinbad y suspiró, un suspiro tan pesado que se llevó todas sus molestias en el aire. Por fin sonrió, confiado, y le suelta las manos.
— ¿Quién te invitó aquí, idiota?
Conociendo la naturaleza de los sueños, seguramente diría algo tonto.
— ¿No puedo estar en mi oficina? Te llamé para que me ayudaras con algo. Ya me aburrí, Judar. —El sonido de sus múltiples joyas suenan con cada paso que da cuando vuelve al escritorio, tomando asiento en su silla. Judar hace lo que indica y se sienta él en la silla del frente.
— ¿Aburrido, mh? Vamos a pelear, seguro será divertido.
La sonrisa torcida del magi hacen que este Sinbad se ría y niegue con la cabeza, ¿qué actitud era esa?
— ¿Por qué haríamos eso? Somos amigos.
— Eso quisiera. —Admite Judar, curveando sus cejas.
— Eso somos.
No tenia caso discutirlo con un Sinbad que él mismo creó, solo niega y se ríe sin poder evitarlo.
Al menos aquí lo somos.
— Necesitaba que vinieras porque la jornada ha sido muy aburrida. Mucho.
— ¿Qué se supone que haces? —Pregunta Judar por fin, cruzándose de brazos. — ¿Y por qué la ropa de tu país es tan estúpida y simple?
— Umh…
Cuando entró, no había nada más que un pergamino sobre el escritorio. Pero ahora había un montón de papeles apilados y pergaminos tirados, uno en especial estaba desenrollado del todo y llegaba hasta el suelo, pasando por media habitación. El semblante de Sinbad cambió de pronto, lucía cansado en serio.
— Ha sido un día pesado, ¿vamos a beber?
Judar hace una mueca. No le gusta beber, es un sabor horrible. Sinbad adivina su expresión y sonríe mientras enrolla el mismo pergamino que había llegado hasta el suelo. Cuando ordena todo, le ofrece una mano al mago.
— ¿Qué? —Judar enarca una ceja, viendo la mano que le ofrece. ¿Qué debe hacer con eso? Extiende una de sus manos y le toma el dedo índice, logrando que el rey se ría en voz alta por su boba acción.
— Que vengas. Tómala.
— ¿Por qué?
— Quiero que lo hagas. ¿Tú quieres?
— Yo… yo quiero hacerlo.
Todo cambió en cuanto aceptó la mano de Sinbad. Fue cuestión de un pestañeo, pronto se vio a sí mismo sentado sobre un cojín púrpura. Frente a él se extendía una mesa larga con comida de todo tipo y a su lado, Sinbad se reía mientras sujetaba una copa con una mano y lo abrazaba por los hombros con su brazo libre. Parecía animado, no escuchaba su voz pero podía verlo reírse y sus ojos dorados brillar en diversión. No se burlaba de él, sino que se reía con él. Sonrió sin darse cuenta, y al siguiente pestañeo pudo escuchar su voz de nuevo.
— Lo que te digo es en serio, ¿por qué la gente de mi país es tan feliz? ¿No te parece ridículo? Es perfecto, ¿quién no querría vivir aquí?
— Ridículamente feliz.
Yo quiero.
Él quiere, sin duda. Judar deja caer sus párpados un poco y su sonrisa se hace más pequeña. Era un sueño extraño, era lo que quería. Era uno de sus deseos más profundos como individuo, y era tan lastimero que solo aquí se hiciera realidad. Rápidas imágenes mentales vienen a su cabeza mientras ve a este Sinbad reírse y sonreírle, acariciarle el cabello y beber como si nada pasara. Era él, su yo real y todo lo que había hecho para tratar de llamar la atención de Sinbad. Cada persona que mató, la gente de Kou, su propio candidato con sed de venganza… y la mirada de profundo odio que el Sinbad que conoce le dirigió más de una vez.
Nunca quise que sucediera de esta forma.
No sabe la clase de expresión vergonzosa que puso, pero éste Sinbad dejó de reírse y mostró un rostro de preocupación cuando dejó caer la copa para sujetarle el rostro. Se sentía pequeño de pronto, pequeño y frágil. Deja caer sus párpados y suspira, y cuando menos lo esperaba una calidez se posa sobre sus labios. Judar abre los ojos al instante, encontrándose con el rostro de Sinbad demasiado cerca. ¿Lo estaba besando? Era dulce, lento pero también, sentía algo de presión en este beso. Su experiencia era mínima pero era un sueño, ni siquiera importaba eso ahora. Cierra sus ojos de nuevo y ladea un poco su rostro, ¿así se sentirá en serio? Besar a Sinbad, morderlo. Lamerlo.
La respiración del rey se hizo tan pesada como la del propio Judar, sus manos fueron tomadas por la de Sinbad y el duro material de la mesa golpeó su espalda cuando Sinbad lo inclinó sobre la misma. Pero pronto fue suave, algo suave bajo su cuerpo. Abrió los ojos una vez más y todo se esfumó lentamente, como una acuarela corriéndose por el agua. Era oscuro, sentía de nuevo el peso metálico de los brazaletes sobre su cuello y brazos. Había vuelto, había despertado. De nuevo en este mundo cruel y amargo. Todavía era de noche, así que se da la media vuelta en su cama y mira el vacío un rato.
Si cierra sus ojos ahora y vuelve a dormirse, ¿podría volver?
