NOTAS

Aviso: en realidad no conozco mucho del universo de Star Wars, así que hice dos cosas: investigué un poco y lo que era simplemente demasiado, decidí inventarlo... Así que si eres fan consagrado a este universo encontrarás cosas que solo salieron de mi cabeza XD

Cap. 2

El hombre no quiso decirle mucho de él y Mando respetó eso. No necesitaba preguntarle para saber que había llevado revuelo a muchos planetas y seguramente se había hecho de tantos aliados como enemigos haciéndolo. Era extraño que, aún sin ser parte del Gremio, fuera cazador y presa, y no por venderse al mejor postor, sino por seguir la causa más cercana a aquello en lo que creía.

Era una postura poco convencional, pero a Mando le parecía entenderla, sobre todo cuando veía el par de enormes ojos negros del niño parpadeando hacia él.

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Fue de vuelta en Nevarro que se dio cuenta de que necesitaba a alguien justo como él para acabar con la última base Imperial que se mantenía de pie clandestinamente en el planeta.

Cara y Greef habían conseguido inteligencia que indicaba que lo que había allí era un laboratorio, pero no tenían forma de saber qué tipo de laboratorio era, qué experimentos se llevaban a cabo, o a qué peligros podían estar expuestos ellos y el resto de los habitantes de Nevarro.

Por eso, cuando le preguntaron si conocía a alguien que pudiera tener más idea que ellos de todo eso, Mando saltó de vuelta a su nave y se dirigió directo a Mádira.

Encontró a Mósdov haciendo parte de una expedición que investigaba la presencia de células del pueblo lanthariano en el planeta, que al parecer intentaban explotar ilegalmente los recursos del lugar.

- Ayúdame a terminar acá – le dijo el médico cuando Mando le explicó lo que necesitaba. – E iré contigo.

Lo hizo. Identificaron y destruyeron las unidades de exploración ilegales y en cuestión de unas horas estaban observando a los lantharianos huyendo en sus naves mientras su maquinaria se hundía en el fango, o era reclamada por locales que le darían un mejor uso.

Los ojos del médico brillaban de satisfacción mientras veía este panorama desde el Razor Crest. Tenía ojos azul medianoche y cabello rubio oscuro. … ¿Dónde lo había visto Mando antes?

- ¿Qué te hizo la casta Lánthar? – le preguntó sin poder contenerse, mientras ascendían hacia la estratósfera.

El hombre suspiró e hizo un gesto de circunstancias.

- Robar, saquear, engañar, despojar y otras cosas bastante sucias. Cuando encuentran vía libre, se portan como malditos psicópatas. Deben ser detenidos siempre que haya la oportunidad.

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De vuelta en Nevarro, se abrieron paso hasta el interior del laboratorio Imperial para encontrar que el doctor Pershing estaba liderando una investigación sobre las posibilidades del conteo mitocondrial en la sangre del niño. Lo más escalofriante era que estaba intentando replicar sus capacidades sobre otras especies clonadas por completo in vitro.

- Esto viola todas y cada una de las normas de bioética imaginables – dijo el médico, revisando los datos que arrojaban las consolas del lugar. – Pero claro, es el Imperio.

- He escuchado sobre esas "capacidades" – dijo Greef, volviéndose a Mando. – ¿Recuerdas? Una serie de poderes como los que tiene el pequeño. La gente así puede mover cosas con la mente.

- No existe ningún tipo de investigación formal sobre eso - dijo Mósdov, revisando la información en las terminales conectadas al contenedor de conservación de cada espécimen clonado. – Incluso en mis círculos solo he oído de ellas como historias. Pero esto… - observó los hologramas y columnas de datos - … esto parece probar lo contrario. El doctor Pershing parece ser un innovador. Y eso en manos del Imperio son malas noticias.

El hombre guardó toda la información que pudo para estudiarla luego. La base estaba fuertemente custodiada, pero lograron hacerla que estallar unos segundos después de que la abandonaran.

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Mósdov decidió instalarse en Nevarro, aceptando la invitación de usar sus modestas instalaciones médicas para estudiar sus hallazgos. Como tampoco tenían un curandero decente en el pueblo, su presencia fue más que bienvenida.

- No creo que vaya a quedarme mucho, en todo caso – le dijo al mandaloriano antes de que éste partiera, mientras disfrutaban con los otros algo de spotchka. – Como sabes, tengo que estar en la movida contantemente. Pero creo que unos meses aquí le harán bien a la comunidad.

- ¿Eso es a lo que te dedicas, entonces? – le dijo Mando con curiosidad. – ¿A causar alborotos y irte?

El hombre rió sobre su trago. Puso el vaso con fuerza sobre la mesa.

- Sí – le dijo.

Mando gruñó una risa.

- Suena interesante – admitió. - Espero que ese estilo de vida no te las cobre en algún momento.

- Ah, me las cobra todo el tiempo, pero ¿me desmotiva eso? En realidad, no – se sirvió algo más de licor. – Soy un maldito iluso. Lo que me lleva a un punto importante: si alguna vez te ofrecen pago por atraparme, ¿me darías un pequeño preaviso, por favor?

- Mmm… lo pensaré.

- Entonces brindo por ti, Mando – levantó la copa hacia él.

El mandalorano dio una risa. Miró al pequeño en los brazos de Greef, que le hacía morisquetas para que riera.

- Entonces, ¿qué pasará cuando termines acá? – le preguntó al otro hombre, sin poder evitarlo. Aún no entendía lo que hacía del todo. – ¿Solo te irás?

- Sí – se alzó de hombros. - A veces vuelvo, pero no siempre.

- ¿Y cómo sabes que todo no vuelve a ser como era antes?

- Es algo que a veces me despierta de noche – admitió. – Realmente, no tengo mayor control sobre lo que pase después. Pero una idea, o incluso un vistazo de una posibilidad, es mucho más poderoso que una persona, Mando. Como tú, con este pequeñín - recibió al niño que Greef le entregaba. Lo sostuvo frente a su rostro y le sonrió ampliamente, poniéndolo luego sobre la mesa con cuidado. – Nadie habría pensado que algo tan inaudito como el amor que ustedes se tienen pudiera crear el caos que creó acá, o a llevar a toda un unidad de mandalorianos a proteger su retirada, o a transformar a todo el Gremio de Mercenarios.

- ¿Cómo…?

- Cara me contó – señaló con la cabeza a la mujer, que hacía pulsos con unos desconocidos –. El punto es que en realidad no hay mucho que yo pueda hacer, más que hacer que la gente se pregunte hasta dónde podrían cambiar las cosas.

Eventualmente el niño se quedó dormido sobre su brazo y Mando supo por sus palabras, sus acciones y por cómo miraba al pequeño, que podían tener en común la misma debilidad.

Si este hombre iba a estar en la movida de nuevo pronto, esperaba que sus caminos volvieran a cruzarse.

… Era un recurso que no estaba de más.

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Concordaron efectivamente, en un par de ocasiones en los meses siguientes.

En Katárus, encontrando por fin la pista de la princesa mandaloriana Bo-Katán de Kryze, y ayudándola a tomarse una fragata Imperial repleta de armamento.

Luego, en Cálodan, adonde Mando llegó siguiendo la pista de una misteriosa mujer de la que se rumoraba era una de los legendarios Jedis. Semanas antes, Mósdov se había infiltrado en la población tiranizada por la magistrada imperial Morgan Elsbeth, asumiendo el papel del hijo de una familia humilde que había estado lejos durante años, trabajando como médico de campo.

Su profesión le garantizaba un poco más de seguridad que al resto de los pobladores. Día y noche atendía a enfermos y heridos por el régimen de la Magistrada, muchos de los cuales no sobrevivían a sus lesiones. Todo esto mientras transmitía importante información de inteligencia a la Jedi, llamada Ahsoka, que vivía oculta en el oscuro bosque circundante al pueblo y que protagonizaba constantemente ataques que intentaban desestabilizar el gobierno de Elsbeth.

Mando se sorprendió bastante cuando supo de esta alianza, sentado en el hechizo consultorio de Mósdov mientras éste aplicaba medicamentos paliativos a algunos pobladores heridos. Se veía agotado y dolorosamente indignado por la situación, pero también determinado. A Din le alivió que estuviera allí, ayudando.

Justo entonces el personal de seguridad de la Magistrada apareció casi tumbando la puerta y solicitó la presencia del mandaloriano frente a la Imperial. En la suntuosa residencia de la mujer, ésta, ignorante a cualquier alianza, pidió sus servicios para acabar con la Jedi.

Mando pretendió aceptar, solo para poder buscar en el bosque sin inconvenientes. La encontró tras un par de horas de búsqueda.

Después de atacarlo y casi matarlo (con apenas esfuerzo), de indentificarse como Jedi, comunicarle el nombre del pequeño Grogu y de probar las habilidades del niño, la mujer planeó con él y con Mósdov un ataque definitivo.

El ataque se dio durante una muy larga noche, pero Ahsoka terminó acabando con Elsbeth y por fin liberando la pequeña población.

Apenas unas horas después, junto al Razor Crest, Ahsoka le informó a Din que ella no podía entrenar a Grogu, por motivos que al hombre le parecieron confusos, pero que imaginó que tenían mucho sentido para los Jedi.

Sin embargo, le habló acerca de unas ruinas desde las que el pequeño podría comunicarse con otros como él. Muy seguramente, afirmó, uno de los suyos acudiría al llamado.

El problema era que las ruinas estaban ocultas en Tython, un pequeño planeta que había sido extraído de su órbita por la Orden Imperial y reubicado en una localización secreta. Hasta ese día, su paradero era un misterio. Mando tendría que encontrar el rastro de la oficial imperial que había precedido esa operación, para intentar conocer las coordenadas.

- Gracias por la información, Ahsoka – se despidió el hombre. Grogu estaba sobre el brazo de Mósdov, que había acordado ir con ellos.

- Gracias a ustedes por ayudarme – les dijo la Jedi. – Fue mucho el sufrimiento que se dio en este pueblo a causa de Elsbeth, pero mucho más el que les hemos ahorrado a sus habitantes y sus generaciones futuras. – Se volvió al médico. – Gracias, Larr, por arriesgarte y por cuidar a los pobladores como lo hiciste.

- Me alegra haberlo hecho – respondió él. – Y en realidad el crédito se lo lleva Mando, por haber aparecido en el momento más oportuno.

La mujer miró a uno y al otro, sonriendo.

- Ahora sabes lo que debes hacer – le dijo al mandaloriano. – Y no tengo duda de que lo lograrás, con los aliados con que cuentas. Ustedes dos hacen un buen equipo. No es fácil encontrar alguien con quien compartir ese nivel de conexión. – Grogu dio un pequeño balbuceo y Ahsoka tocó su pequeña nariz. – No temeré por la seguridad de este pequeño, sabiendo que está al cuidado de alguno de ambos. Después de todo, los niños son los mejores jueces de naturaleza de una persona.

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Para dar con el paradero de la exoficial del Imperio que conocía la ubicación del pequeño planeta que buscaban, decidieron reunirse con algunos contactos de Larr en Nébula. Por lo que le explicó el hombre, eran agentes de inteligencia independientes que llevaban décadas haciendo malabares para conseguir la ventaja en distintos proyectos: desde derrocar al Imperio hasta hacer trabajos particulares para el mejor postor.

- Es mejor que no llevemos al peque a la reunión – le informó, señalando con la cabeza al niño que, sentado en su silla, jugaba tranquilamente con la bolita de la palanca del hiperdrive con la que estaba obsesionado. – No es exactamente un sitio para jóvenes.

El niño había visto todo tipo de cosas en sus viajes con el mandaloriano, pero éste no protestó frente a la recomendación. Solo miró al pequeño, fascinado como cada vez que lo observaba por mucho tiempo.

- Grogu – le dijo. El niño levantó la cabeza haciendo un pequeño ruido de curiosidad, y Mandorió.

- Muy adorable – el otro hombre negó con la cabeza. – … Creo que estoy ovulando.

- Ahora tú – le dijo Din. Mósdov suspiró.

- Grogu – llamó suavemente. El niño respondió de igual manera y ambos adultos rieron. – Eres una hermosa criatura, ¿lo sabías? – el pequeño siguió jugando, al parecer decidiendo ignorarlos. – Por supuesto que lo sabe…

Mando le pidió al niño la pequeña bola metálica para probar sus habilidades de nuevo. Larr se sentó en el puesto del copiloto y los observó con fascinación.

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