Capítulo 2

Sueños y visiones inquietantes

Una colina. Una ciudad en llamas.

Voló sin rumbo por los cielos de color carmesí, observando el caos con un indescriptible pesar.

De repente, un estallido gigantesco llamó su atención, y miró en esa dirección.

Voló lo más rápido que pudo, con su capa azul en girones tras ella.

Aterrizó sin problemas entre los restos de un edificio en llamas, y sus ojos se abrieron de horror.

-¡Este mundo me pertenece a mí! ¡Búscate otro para conquistar!

Se estremeció, cada palabra como una roca contra su cráneo.

-¡Será mío, excusa de un demonio! -una segunda voz llamó, atravesando el cielo como fuego caliente.

Fue cuando se percató de las dos enormes moles que se destacaban incluso entre el humo y la oscuridad del cielo.

-¡es suficiente!

De repente, dos siluetas salieron disparadas de una colina cercana, y una de las moles gritó de dolor.

Fue cuando todo se desvaneció en la negrura.

-¿Aún durmiendo, eh, Raven?

Se disparó con el grito de Chico Bestia, quien había vuelto a invadir su habitación.

-¡Largo!

El polimorfo verde fue inmediatamente expulsado del cuarto de la bruja semi-demonio con una patada de energía negra. El niño consiguió convertirse en un gato, intentando caer en cuatro patas, pero acabó estrellándose estrepitosamente en la pared del pasillo, volviendo a su forma humana en cuatro miembros desordenados.

Minutos más tarde, y ya más tranquila, Raven bajó las escaleras, caminando hacia la sala de estar, donde un Robin con un café en una de sus manos se hallaba ocupado en algo en la computadora principal.

Starfire exclamaba a cada segundo en la cocina, mientras Cyborg parecía intentar enseñarle cómo cocinar.

Antes siquiera de que pudiera obtener su té de hiervas habitual, sonaron las alarmas de la torre.

-En eso –dijo el líder, mientras todos se reunían a su alrededor, Chico Bestia siendo el último, sobándose la cabeza.

-Es plasmus ahora –dijo Robin-. Raven, ¿crees poder avanzar en descifrar esta... hmm, página con tu magia mientras nos encargamos?

-Es Plasmus –dijo ella, mirándolo con curiosidad-. ¿Cómo planeas vencerlo sin que yo esté allí?

-Con esto –dijo el señalado, colocándose el brazalete que habían recuperado el día anterior-. Estaremos bien.

-Lo que sea.

-¡Titanes, prepárense!

Raven se puso a trabajar en el problema poco después, con su proverbial taza de té a su lado.

Cerró el último de sus libros en su habitación, sintiéndose derrotada.

Fue cuando sonó su comunicador, viendo a Robin en la pantalla.

-¡Ya puedes venir a darnos una mano!

-Correcto.

Raven dejó la hoja sobre su escritorio, antes de convocar un portal y atravesarlo.

Un instante después, salió de un portal en el centro de la ciudad, donde sus amigos se encontraban luchando ferozmente contra Plasmus.

FLASHBACK

Tras estacionar el Auto-T, los cuatro titanes corrieron a la escena, donde el conocido villano estaba causando estragos, como de costumbre.

-¡Oye, idiota! –gritó un Cyborg furioso-. ¡Por tu culpa, no pude acabar mi desayuno! ¡y estoy muy enojado!

-¡Titanes, al ataque!

Cyborg preparó un cañón sónico, Starfire iluminó sus manos en verde, Chico Bestia se transformó en un Rex gigante, y Robin preparó dos disos explosivos.

-¡Cómete esto, montón de baba!

El rayo del cañón sónico de Cyborg empujó al monstruo contra una pared, donde se deformó hacia adentro, desapareciendo en el interior de un restaurante, del cual la gente acababa de huir despavorida.

Plasmus se metió entre las mesas y sillas del local, siendo absorbidas en su interior gelatinoso.

Cyborg entró con su cañón listo, pero antes de que pudiera disparar, Plasmus le arrojó varias mesas, desequilibrándolo, antes de hacer lo mismo con una de las máquinas de comida de la cocina, que explotó cuando impactó.

-¡Nooooo!

Un Rex verde entró por un costado, pero se distrajo por el holor de una montaña de amburguesas olvidadas en una mesa del fondo. En cuanto hubo acabado, se percató de un Cyborg que patinaba por el suelo, siendo aplastado por una máquina gigante llena de grasa.

En cuanto se hubo dado la vuelta, rugió a Plasmus, quien iba dejando restos de su cuerpo gelatinoso mientras se movía.

El rex intentó correr en su dirección, pero resbaló a causa de la sustancia gelatinosa por todo el suelo, y acabó estrellándose contra una máquina de queso. Justo después, el enorme dinosaurio lanzó un eructo masivo, antes de volver a un Chico Bestia inconsciente.

Si pudiera reír, Robin juraría que la criatura estaría haciendo precisamente eso en aquel momento.

-¡Por aquí!

Robin le arrojó una andanada de discos explosivos, que al menos consiguieron llamar su atención hasta la irritación, pero que hicieron poco por dañarlo.

-¡Robin, cuidado!

El Chico Maravilla saltó justo a tiempo, esquivando una caja registradora envuelta en sustancia protoplásmica.

El monstruo intentó acorralar a Robin, pero Starfire apareció en ese momento, disparándole rayos estelares por sus ojos, mandándolo a estrellarse con el enorme horno industrial de la cocina.

-¡Buena idea!

-¡No estaría tan seguro!

Cyborg acababa de partir el armatoste grasiento a un lado, mientras su pecho chorreaba aceite.

-¡Amigo, nadie mancha mi hermoso metal!

Cyborg disparó dos rayos bien dirigidos a un Plasmus que estaba a punto de reincorporarse, haciendo estallar la cocina del restaurante como una bomba.

-¡y eso es lo que llamaría una paliza sabrosa! ¡Booya!

-Hmm, ¿Cyborg? –llamó Robin, mientras los tres retrocedían de la explosión.

De repente, el suelo tembló, y un furioso Plasmus emergió de los restos carbonizados del local, echando literalmente humo.

-¿Cómo es que sigue moviéndose! ¡debería estar frito!

La masa de plasma y furia siguió agitándose hacia ellos, disparando partes de sí mismo a los titanes, que esquivaron los proyectiles mortales, que acabaron derritiendo varios vehículos abandonados en la zona.

-Esto no se ve bien –opinó starfire, estremeciéndose de miedo.

-¡Acabo de recordar que engo esto!

Robin sonrió, desconcertando tanto a sus amigos como al enemigo.

De repente, se colocó el brazalete mágico, y uno de los autos derretidos a la mitad voló en la dirección del monstruo, que se deformó nuevamente, esquivando el ataque. Un autobús voló esta vez, y Plasmus no fue lo suficientemente rápido para deformarse, quedando aplastado bajo varias toneladas de acero.

-¡Lo hiciste, Robin!

Starfire vitoreó a su líder, mientras Cyborg sonreía, hasta que pudieron escuchar un nuevo temblor, y sus ojos se abrieron como platos, al ver emerger al monstruo una vez más, rompiendo una de las ventanas del autobús y arrojando varios pedazos del vehículo en su dirección.

Robin y cyborg se congelaron por el asombro, así que Starfire tuvo que salvarlos literalmente, volando a la velocidad de la luz y elevándolos en el aire, lejos de la amenaza.

FIN DEL FLASHBACK

-¡azarath-metrion-sinthos!

Raven rodeó al enfurecido Plasmus en su energía negra, pero el monstruo consiguió deformarse y, cuando apretó para destruirlo, raven descubrió con horror que acababa de aplastar un montón de baba, pero definitivamente no a la criatura.

De repente, Plasmus emergió de uno de los vehículos derretidos a su espalda, intentando succionarla.

Chico Bestia se frotó la cabeza, confuso.

-¡Ay, amigo, eso no fue una experiencia deliciosa!

De repente, al ver más de cerca la máquina de queso en la que se había estrellado, una bombilla se encendió en su cabeza, y sonrió.

Starfire bombardeó a la criatura, lo que lo olbigó a liberar a una Raven aturdida.

De pronto, un enorme terodáctilo verde voló por encima de sus cabezas, llamando la atención general.

El enorme ser prehistórico cargaba un tambor enorme, que acabó siendo volteado en el aire, y un cargamento de al menos cinco toneladas de queso derretido llovió sobre Plasmus, pegándolo en su lugar.

-¡Y eso es lo que yo llamo una lluvia pegajosa! –exclamó el usuario de semejante arma una vez hubo vuelto al suelo, aterrizando en su forma humana.

Raven rodeó al ahora inmóvil Plasmus cubierto de queso en energía negra, presionando su poder para aplastarlo. Instantes después, el queso comenzó a deslizarse, mostrando a un hombre escuálido que roncaba en su interior.

-Hmm, supongo que alguien podría regalarnos un poco de queso para nuestros suministros después esto, ¿no?

Media hora más tarde, los cinco héroes adolescentes se hallaban desayunando en el restaurante en reconstrucción, todo pagado por el dueño, como agradecimiento por haber salvado (más o menos) su establecimiento. Incluso habían considerado agregar las recetas de súper carne de Cyborg y de tofu de Chico Bestia al menú.

-Hay algo que necesitan saber, todos –dijo Raven, una vez hubieron regresado a casa.

-¿Es sobre mi cómic antiguo? ¡no me digas, seguro que es tan genial como la primera edición de ese manga japonés! –exclamó Chico Bestia, pero su expresión decayó al observar la reacción desganada de su compañera.

-No. No tiene que ver con eso. Tuve unas... visiones... extrañas anoche.

-¿De qué se trata? –Robin consiguió que todos se sentaran en silencio ahora.

-No estoy segura. Pero recuerdo ver una ciudad entera arrasada por dos seres enormes...

-uh, ¿qué tan enormes? –pidió Starfire.

-¿Tan grandes como dinosaurios? –ofreció el verde del equipo-. ¡Oh, ya sé! ¡tan grandes como montañas!

-Cerca, pero no. Eran... tan grandes como la ciudad misma. –ante esto los titanes bromistas se callaron-. Y había algo aún más extraño... Uno de estos seres se veía... exactamente como mi padre. Esperen, no es todo. Vi a un par de siluetas, probablemente héroes, intentando hacerles frente. Y ellos... ellos... lastimaron a mi padre.

Las mandíbulas de los cuatro titanes tocaron el suelo tras oír esa información.

-Bueno, tus sueños son solo eso, ¿verdad' ¿Para qué preocuparse por algo así?

-Chico Bestia, ya deberías saber que mis sueños nunca son meros sueños.

-¿deberíamos estar preocupados porque algo malo suceda? ¿Cómo con Trigon?

Robin colocó su mano en el hombro de Raven, intentando reconfortarla.

-No lo sé. No vi la marca de Stath por ninguna parte. Pero bueno, ¿quién sabe?

-¿Podría ser una escena de un pasado remoto? –Cyborg pareció expresar una idea inteligente, y sorprendentemente Raven se encontró mirándolo con curiosidad-. Quiero decir, no sé nada de estas cosas mágicas, pero si me lo preguntas a mí, tratándose de un demonio de proporciones nucleares, y sabiendo que lo venimos hace tiempo... Es la única explicación lógica que me viene a la mente.

-¿Qué hacían estos gigantes en tu sueño, amiga Raven?

-No estoy segura. Pero diría que... ¿discutir? Extrañamente, parecía que estuvieran a punto de darse una paliza. Podría tratarse de una batalla de un pasado lejano en alguna dimensión ignota, y que todo se saliera de control. Lo que no logro comprender es por qué se me reveló a mí... habiendo vencido a Trigon, no tiene mmucho sentido que me muestren su pasado. Sabía lo suficiente sobre eso, así que, simplemente... es confuso.

-me pregunto quién querría que vieses estas escenas... –Robin adoptó su pose de detective.

-Cambiando de tema... ¡Oye, robin! Le diste su paliza merecida a ese tonto de Plasmus, ¿eh?

-Espera, usaste el brazalete, ¿no es así?

Robin tocó su muñeca, pero chilló de dolor, observando el área en un rojo carmesí, sintiendo cómo si tuviera la muñeca en una sartén hirviendo.

-¡Quítamelo, quítamelo!

Raven envolvió su energía alrededor de la mano de Robin, teletransportando el maldito objeto lejos de él, produciendo alivio instantáneo.

-Qué raro. Primero, Jinx usa esta cosa para atacarnos. Después, cuando yo intento usarlo, no funciona. Ahora que tú lo usas y resulta funcionar, te lastima.

-¡Es oficial! ¡No volveré a tocar nada relacionado con magia en mi vida!

-Está bien, guardaré esto hasta que sepamos exactamente con qué estamos lidiando.

-otra cosa, ¿qué hay de esa hoja misteriosa?

-ningún avance todavía, lo siento. –Suspiró, ahora completamente abatida-. Busqué en toda mi biblioteca, pero ni siquiera los libros de magia más antiguos que tengo me dieron una pista. Al parecer, si la gente de azarath tenía alguna idea sobre hechizos de ocultamiento de información, no dejaron nada valioso que yo pudiera tomar.

Más tarde esa misma noche, Raven se hallaba en mitad de su sesión vespertina de meditación.

-Azarath. Metrion. Sinthos.

A pesar de la tranquilidad habitual que reinaba en la habitación, una ligera perturbación, al comienzo imperceptible, empezó a molestarla.

-Azarath. Metrion. Sinthos.

¿Cómo era posible que Plasmus, nada menos, la hubiese sometido sin mayor esfuerzo? ¡Y que Chico Bestia tuviera la carta de triunfo del equipo en un contenedor gigante de queso!

-Azarath. Metrion. Sinthos.

¡Esto era inaceptable! ¡En qué momento se había vuelto tan débil?

-Azarath. Metrion. Sinthos.

De repente, se escuchó un escritorio partiéndose por la mitad. Fue cuando Raven abrió los ojos, observando su entorno con consternación.

Su energía había salido disparada desde su capa, pero se esfumó poco después, mientras ella suspiraba.

-No puedo creerlo. Está bien, Raven, volvamos a intentarlo.

Sin embargo, una vez hubo vuelto a cerrar los ojos, descubrió que había regresado a su visión de la noche anterior.

Esta vez, en lugar de una ciudad en ruinas, un descomunal desierto se extendía a su alrededor.

-¿Hola?

Su voz fue arrastrada por una fuerte ventisca, que la hizo tragar y escupir una considerable cantidad de arena amarilla.

-¿Qué clase de lugar es éste?

De repente, algo la hizo cerrar la boca, al punto de paralizarla.

A lo lejos, una especie de bestias con jinetes se acercaban a su posición a una velocidad impresionante, como si fueran autos de carrera con cuatro patas en lugar de ruedas.

-¡Azarath-metrion-sin...! ¡Puag!

Volvió a atragantarse con la arena, así que probó con alejarse volando, descubriendo que le era realmente difícil hacerlo, teniendo el viento de espalda.

Unos cuatro jinetes encapuchados con ropas negras, sobre una suerte de caballos con cinco ojos y tres cuernos la atravesaron, aparentemente sin darse cuenta de su presencia. ¿Qué? ¿Era ella un fantasma en esta visión?

-¿Detente! –gritó uno de los jinetes, en dirección a un nuevo extraño, que venía de otra dirección, a la izquierda de Raven, pero que pasó por su costado, deteniéndose a centímetros de ella.

El nuevo extraño saltó de su montura, encarando a los cuatro enemigos, que no tardaron en rodearlo. Los cinco sacaron diversas armas: los cuatro atacantes sujetaron alabardas y hachas negras; el nuevo forastero, por su parte, sacó una espada de color azul, similar a un arma medieval.

-Si te entregaras, harías todo esto mucho más fácil –dijo uno de sus atacantes, riéndose en el proceso-. Quiero decir, no tendríamos que romperte todos los huesos.

-Créanme, no lo harán.

Raven descubrió más detalles de este forastero: llevaba una capa azul, del mismo color que sus botas y guantes. También portaba una armadura en azul y dorado, con patrones circulares. Portaba un casco dorado, con la forma de una cabeza de tiburón.

Todos se lanzaron al ataque a la vez.

A una velocidad imposible, el guerrero con armadura esquivó cada golpe, contraatacando con una habilidad casi sobrehumana. Con una patada giratoria, derribó al más cercano, quitándole su hacha y arrojándosela al segundo, que acabó con la cabeza partida en el suelo. El tercero y cuarto intentaron enfrentarlo, el primero con una lanza, y el segundo con una alabarda.

-Siguen sin estar a la altura de un Caballero del Destino.

Un rodillazo en el estómago seguido de una patada en la cara derribaron al hombre con la lanza. La espada azul brillante chocó contra la alabarda negra, partiéndola en pedazos espectacularmente. El golpe atravesó las defensas del oponente sorprendido, cortándolo a la mitad.

Todavía paralizada, Raven aguantó la respiración en aquel aire ardiente.

Sin embargo, lo soltó aliviada poco después: la sangre que salió de los cortes en los cuatro guerreros derrotados era negra.

-¿he de suponer que reconoces la sangre demoníaca?

Raven fue capaz de moverse justo entonces, volteándose para verlo guardar su espada en su cintura.

-¿cómo puedes verme?

-No deberías estar aquí.

-¿Disculpa' ¿Crees que quería venir aquí? Ahora, ¿vas a decirme qué rayos está pasando y quién eres?

De repente, el primero de los encapuchados se reincorporó, tratando de atacar al caballero por la espalda, con un cuchillo en su mano. Antes de que pudiera conseguirlo, el guerrero azul se dio la vuelta a toda velocidad, golpeando su muñeca antes de patearlo de nuevo al suelo.

-¿Vete!

-¿cómo?

El caballero quedó con la boca abierta.

-¡Lo sabía! –dijo de repente el hombre moribundo en el suelo, siendo ahora el único con vida, ya que los demás acababan de desintegrarse-. ¡El amo tenía razón después de todo! ¿Una hija de demonio y humana!

Raven volvió a congelarse, antes de que el caballero, tan impactado como ella, se daba la vuelta una vez más, atravesando el pecho del demonio encapuchado, desintegrándolo al instante.

-¡Lo que me temía! ¡Ellos te trajeron aquí! ¡Vete ahora!

-¿espera! ¿Quién eres tú? ¿Qué está pasando?

A lo lejos, el sonido de más bestias los sobresaltó a ambos, y el caballero hizo algo que la dejó sin palabras.

-¡Renmetrax!

Su dedo índice brilló en azul, antes de dibujar un símbolo en forma de cruz sobre su pecho, y el dibujo apareció brevemente allí, antes de que imitara el mismo gesto sobre su mano extendida, sacudiéndola en un pequeño shock, similar a la sensación que solía tener hacía años cuando acababa de descubrir la teletransportación.

Cuando volvió a abrir los ojos, se encontraba nuevamente en su cuarto, sobre su cama y resollando con dificultad, como si acabara de correr diez millas.

Hubiera informado de esto a sus amigos, pero de repente, el cansancio la venció.

-¡Oye, amigo! ¡Sé que estás ahí!

En la recientemente reconstruida academia de la Colmena, Gizmo se hallaba golpeando la puerta de la habitación de su mejor amigo por la que sería la enésima vez.

Sin embargo, también por enésima vez, Chico Extraño siguió, bueno, sin emitir respuesta alguna.

-Con permiso –Jinx acababa de colocarse a su lado-. Hablaré con él. Bueno, tú sabes a lo que me refiero.

Gizmo la miró con escepticismo, pero volvió a su lugar en el sofá.

Cuando ella tocó, para su asombro, el chico le abrió.

-¿Estás bien?

La habitación de este miembro de su equipo en particular, apenas tenía algo que se destacara. Cuando Hermano Sangre les había entregado las llaves de sus habitaciones hacía dos años, éstas estaban, literalmente, nuevas.

Un escritorio con una laptop, un póster con motivos de mangas en una de las paredes, una cama pequeña con una mesita de noche gris y, al lado de la lámpara, una foto enmarcada de una chica conocida por todos.

Solo cuando Jinx notó la foto y a su amigo mirándola, se dejó caer, suavemente, en la silla giratoria del chico a su lado.

-Tú también la extrañas, ¿verdad?

Él asintió, sin voltearse para mirarla. Se encontraba recostado en su cama sin hacer, dándole la espalda.

-Encontraremos a Ángel, estoy segura.

Él continuó inmutable, pero le señaló algo en el escritorio.

La chica de pelo rosa observó el diminuto artefacto con extrañeza. Un espejo de mano cuadrado, con el dibujo de un cisne blanco en su parte superior.

-¿Por qué tienes su espejo? ¿Ella no se enfadaría contigo si supiera que lo tienes?

El chico pareció fruncir el ceño en su lugar, apretando las manos en puños.

-ya sé que es lo único que se salvó de su habitación, pero ¡ya escuchaste al director! ¡No puedes simplemente salir a buscarla!

Solo entonces, él se dio la vuelta en su dirección, lanzándole una mirada de desprecio. Como si dijera "¿ahora confías en él?"

Jinx bajó su mirada al suelo, perdiendo repentinamente el poco coraje que había conseguido reunir para enfrentarlo.

-Quedó pizza en el microondas por si tienes hambre más tarde.

El chico asintió, antes de volver a recostarse en su cama, ahora mirando al techo con el rostro en blanco.

-Ah, ¿y Chico? –él apenas pestañó, mostrando que volvía a escucharla-. Gracias por salvarnos el trasero ayer.

Él la despidió con una mano, como si dijera "no hay problema".

Jinx cerró su puerta con cuidado, antes de volver a la sala común.

-Te lo juro, amigo –dijo un Gizmo desganado-. Sin el director cerca, ¿cuándo nos dejarán irnos de este basurero?

-¿De qué estás hablando? ¿Adónde iríamos? –dijo Jinx.

Seemore tenía un parche con hielo en su único ojo, pero intentaba mirar la televisión de todos modos. A su lado, Mamut masticaba un enorme sándwich.

-¿Hola? ¡Tenemos un nuevo jefe! ¡Seguro que él nos dará un lugar para quedarnos!

-Oh, eso. Escuché que viene mañana –dijo Mamut.

Jinx se palmeó la cara.

-¿Mañana? ¡No estamos listos! ¡Chico Extraño sigue en el fondo de su cabeza! No solo eso, ¡perdimos lo que nos mandó a robar!

-Seguro que el director lo aplacará si intenta increparnos –ofreció Gizmo, aunque incluso él estaba sudando.

-Bueno, ¡Billi se está tardando en su asunto! ¿Dónde está?

De repente, tres Billis volaron por la puerta, cayendo en la alfombra ante los cuatro.

-¿Y bien? ¿Qué quería el director? –Jinx miró a los tres clones fijamente, esperando una respuesta.

-¡Billi no está seguro! –El del medio, obviamente el original, fue el primero en levantarse, siendo imitado por sus clones, tras lo cual se rascaron la cabeza al unísono-. ¡Pero mencionó a Raven!

-Espera, ¿Raven? ¿la bruja amargada de los titanes? –Gizmo lo miró fijamente, y el resto dejó lo que estaba haciendo para prestar atención.

-Es cierto, ¿qué tiene que ver esa loca con nosotros? –dijo Seemore, rascándose el ojo.

-Más de lo que creen –dijo repentinamente una voz profunda. Todos se congelaron, mientras Hermano Sangre aparecía repentinamente tras ellos, con una gran sonrisa en su cara-. Por ahora, solo deben saber que estamos recibiendo a un invitado interesante. Y será mejor que no me decepcionen.

Un collar dorado con una gema blanca sobresalía del cuello del hombre anciano, lo que desconcertó al grupo, excepto a jinx, que se atragantó al verlo.

-¿Ese es el collar que nos enviaron a robar?

-Correcto. Bueno, estaban tardando demasiado, así que pidió mis servicios personalmente. Miren esto.

Todos se dieron la vuelta lentamente, antes de que los tres en el sofá se cayeran, con la boca abierta exageradamente por la sorpresa.

La última vez que habían visto al hombre en persona, a excepción de Billi, quien acababa de verlo en su oficina, sabían que su cuerpo era, mayormente, robótico. Ahora, sin embargo, solo su brazo izquierdo denotaba al robot que había contenido su mente hasta hacía poco.

-¿E-estás... estás...?

-¿Curado? Bueno, siempre puedo conservar algo de la valiosa tecnología de ese tonto de Cyborg, pero bueno, supongo que nuestro invitado no andaba mintiendo. Si no fuera por este collar mágico, seguiría sin poder moverme, reducido a un montón de chatarra electrónica.

-¿Qué clase de magia es ésta? –Jinx tembló bajo la sonrisa del anciano.

-Oh, no necesitas saber eso.

Sin otra palabra, su director desapareció, y los villanos en entrenamiento pudieron volver a respirar con normalidad.

De repente, una silla se estrelló en la habitación del único miembro faltante, sobresaltándolos a todos.

-Está furioso –dijo Jinx, cruzándose de brazos y negando con la cabeza-. Bueno, el director consigue nuevos juguetes, mientras su novia sigue desaparecida.

-Vaya novedad –dijo Gizmo, resoplando antes de volver a su mochila voladora, con los circuitos expuestos.

-Bueno, si él tiene un collar mágico, yo quiero recuperar mi brazalete –dijo Jinx, recuperando su sonrisa de gato de Chesire, mientras los demás la miraban-. Raven se arrepentirá de haberme humillado.

Los demás asintieron, pensando de manera similar.

Obviamente, todos buscaban venganza.