"Y, tras vivir tiempo en la oscuridad, te encontré a ti".
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ᴜɴ ᴍᴇꜱ ʏ ᴍᴇᴅɪᴏ ᴀɴᴛᴇꜱ ᴅᴇʟ ᴘʀᴇꜱᴇɴᴛᴇ.
Atenta, observaba las acciones de aquel hombre. Por dentro, ardía en deseo de que acabara esa maldita jugada, pero parecía que el calvo no se iba a ir dejándoselo tan fácil.
Petra sonrió altanera al ver cómo sudaba, sin saber qué hacer. Le encantaba ver las caras de terror y desilusión en sus oponentes.
No iba a negar que era una loca de las apuestas, vaya. Siempre que apostaba, cambiaba a una Petra completamente diferente; ni ella misma se reconocía ante sus propios actos.
Desde que tuvo uso de razón, y su padre le enseñara a jugar, cada vez que salía de fiesta era tradición para ella llevar a cabo esto.
Chasqueó la lengua al recordar cómo había llegado esta vez a esa situación.
Ella la abrazó con fuerza —¿De verdad que no quieres venir? —hizo un puchero al separarse de ella, esperando que pudiera convencerla. La pelirroja rodó los ojos divertida —Ya me lo has preguntado ochenta veces, y aún así en la ochenta y uno, te diré: no. Petra gimió, inconforme —Pero, ¿por qué? —intentó darle más dramatismo a la cosa —Estoy completamente segura de que te lo pasarás bien —se separaron completamente. En los ojos de la joven había ilusión —. Y más con los chicos, que ya sabes cómo están de mal —puntualizó intentando hacerle ver lo bien que iban a estar. La chica de ojos color avellana levantó una ceja, algo divertida con la situación. La había atrapado desde el primer momento —Petra, nos conocemos; siempre que sales te pones como una jodida cuba —inquirió divertida mientras se alejaba, para alcanzar un vaso con agua y beber de él —. Los chicos, casi seguro (por no decir segurísimo) van a beber, y tú sabes que yo no soy de ese palo —y antes de que la joven respondiera, terminó su discurso —. Sinceramente, esta noche paso de ser la amiga que siempre está detrás de vosotros cuidándoos de que no os sobrepaséis. Petra cruzó sus brazos por encima de su pecho e hizo un puchero, algo berrinchuda. Llevaba conviviendo con Nifa tres años, era normal que se conocieran algo más que simples compañeras de cuarto. —Estás amargada —concluyó, empezando a caminar hacia la puerta. Escuchó la risa de su compañera de habitación incluso después de salir de la cabaña en la que habían convivido durante tres largos años. Negó con la cabeza divertida, al saber como había sido cazada por ella desde el primer momento. «Maldita sea, con Nifa hubiera sido muchísimo más divertido». Pensó, ya que iría con sus otros tres amigos: Erd, Gunther y Auruo. No se quejaba por estar en compañía de ellos, simplemente le apetecía tener a una amiga mujer esa noche con ella. Suspiró, resignada. Se obligó a si misma salir a divertirse esa noche como hacía tiempo que no lo había hecho. Sonrió, saliendo de la base y encontrándose a lo lejos con todos sus amigos. Feliz, se acercó a ellos. Todos iban vestidos con pantalones de traje y diferente color de camisas, mientras ella llevaba puesto un elegante vestido negro que descubría sus hombros, y una falda larga que marcaba su esbelta figura. Un silbido fue lo que escuchó nada más se encontró cerca de ellos. —Petra, como buena esposa que eres, me has obedecido y has venido con tus mejores galas —la voz irritante de Auruo se escuchó entre los cuatro. La nombrada, algo cansada de sus insinuaciones, levantó una ceja algo molesta —Deja de llamarme así. Nunca seré tu esposa y menos obedeceré tus órdenes, asúmelo. —Bueno, bueno. Relajemos el ambiente, que aún no ha empezado la noche —trato de ponerse de intermediario Erd. Petra chasqueó la lengua contra su paladar —Si bueno, díselo a él primero —se cruzó de brazos. —Vamos, enana —trato de tranquilizarla esta vez Gunther —. No le hagas caso. ¿No es mejor irse ahora a divertirse que amargarse por algo sin sentido como lo que suele decir Auruo? La peli naranja sonrió, asintiendo y empezando a caminar junto a Gunther. Vaya que si tenía racionalidad aquel chico. —Oye, imbécil —aulló Auruo — que aún sigo aquí, ¿sabes? Todos empezaron a caminar, ignorándolo, y hablando sobre a qué bar acudirían, cual sería su límite aquella noche con la bebida y la hora de volver a la base de reclutas. Llegaron finalmente al pueblo, acercándose a la zona de bares. Petra sonrió alegre, sintiendo como la adrenalina recorría por sus venas. No salía de fiesta desde navidad, y estaban a 7 de agosto. Su cuerpo le pedía a gritos esto desde hacía tiempo. —Oye, Petra... —sintió el aliento de Auruo en su oreja. Ofuscada, se giró observándolo. Esa noche, él parecía más decidido a "conquistarla", cosa que nunca conseguiría —¿Sabes qué? Aún dudo de que sigas siendo virgen. Es que sigo sin creérmelo; podría comprobarlo por mi mismo esta noche, ¿qué te parece? Los ojos de la joven se abrieron de sobre manera, y antes incluso de pensar en lo que hacía, una patada voló a las partes íntimas de su amigo. Molesta, cuando vio que él se arrodilló ante el dolor, le dio un cachetazo en la cara. —¡Petra! —gritaron Erd y Gunther, cogiéndola de los brazos antes de que hiciera algo incluso peor. —¡Eres un jodido cerdo, asqueroso, necesitado de sexo! —expresó con repulsión mientras lo miraba. Los ojos de él estaban cristalinos —¡Tu no tienes ni puta idea de mi vida, y puedo hacer con mi cuerpo lo que me venga en gana! —expresó molesta, intentando zafarse del agarre de sus dos amigos —¡Tú no eres quién para decirme si sigo siendo virgen o no! ¡Vete al jodido infierno, Auruo! Consiguió zafarse del agarre de sus amigos, y salió en dirección opuesta a ellos, ignorando sus llamados. Estaban muy equivocados si pensaban que iba a volver a estar con ese degenerado lo que restaba de noche. «Joder, ¿y mi fiesta ahora qué?». Pensó triste y algo enrabiada. Auruo cuando quería podía ingeniárselas para sacarla de quicio, como por ejemplo esta noche. Pero hoy, con diferencia se había pasado, y ella ya estaba harta. Tensó su mandíbula mientras caminaba sin rumbo alguno. No se consideraba una persona violenta, de hecho, creía que sus actos eran justificados ante aquellas palabras tan machistas. «Demonios, ¿es que quién se cree?» Con su mandíbula tensa, entró en un bar que se encontraba metido en un callejón. Y así pues, con algunas copas encima, comenzó con sus características apuestas. Escuchó como el hombre chasqueó la lengua, y enseñó sus cartas, algo incómodo. Tenía una mano carente de emoción: ni parejas, ni ases, ni escaleras ni colores. Solamente cartas aleatoria. Sabiendo que sus cartas eran algo feas, y de que lo más probable era que la joven que tenía delante tuviera unas mejores cartas que él, hizo que su respiración se volviera agitada. Petra, entusiasmada, mordió su labio extasiada, y enseñó sus cartas con una confianza que solo tenía en ese tipo de juegos. Todos los que observaban la partida se quedaron de piedra al ver que ella poseía una poderosa escalera real. Sonidos de asombro se escucharon a lo largo del bar, haciendo hinchar el orgullo de Petra. Contenta, cogió la copa de Coñac que estaba a su lado, y la bebió a la vez que cogía las monedas que el hombre había apostado. —Wow, sesenta y seis mil yenes en una noche. Eso es mucho —escuchó como alguien entre la multitud expresaba sorprendido. Algo contenta por el entusiasmo del momento y el alcohol que tenía en su organismo, observó el reloj que estaba empotrado en la pared del establecimiento: 12:20 de la noche. Sonrió, y se estiró en su asiento. El olor a tabaco se metió por sus fosas nasales, e hizo una mueca de asco. Odiaba el tabaco. Intentando olvidar todo, se levantó y puso sus manos encima de la mesa observando a todas las personas que estaban haciendo corro alrededor. Ignorándolos, se encaminó hacia la barra, y se sentó. Sentía el peso de todas las miradas en ella, por lo que dio un pequeño suspiro. Una dulce sonrisa salió de sus labios —Lo siento, ya no me apetece más —fijó su vista de nuevo en la copa que tenía en la mano, y volvió a beber de lo que tenía ahí. La música retumbaba por el lugar, y al ella decir eso, todo el mundo se empezó a dispersar, buscando gente con la que bailar, beber o fumar. Ella se giró en su sitio, y rápidamente su mirada se clavó en un joven quien se encontraba sentado, al lado opuesto del bar, con una copa en mano. Sus miradas se encontraron, provocando que Petra se sonrojara por la situación. Para disimularlo, llevó su vaso a sus labios, pero rápidamente se dio cuenta de que no tenía ninguna sustancia en él. Más avergonzada, levantó la mirada esperando que el chico no la hubiera visto. Él se encontraba con una ceja levantada, observándola de manera fija. «Oh dios mío, que atractivo». Sus impulsos hicieron que se levantara, y empezara a acercarse a la pista. Comenzó a bailar, sintiéndose a gusto consigo misma. Levantó la mirada, fijándola de nuevo en el lugar en el que el joven estaba antes, y pudo observar como él no le quitaba la vista de encima. Mordió su labio al saber que tenía toda su atención. De forma sensual, siguió bailando sin apartar la vista de él. Por un momento, otro chico se le acercó, invitándola a bailar, pero ella rápido declinó la oferta amablemente. Algo cansada, decidió salir de la pista para acercarse de nuevo a la barra. Sus emociones estaban a flor de piel, y su corazón palpitaba rápido ante el baile que se había marcado anteriormente. Recordando al joven, se giró rápidamente para ver si se situaba en el mismo lugar, pero se desilusionó al ver que él ya no se encontraba allí. Suspiró, y pagó sus copas para salir del bar. «Maldita sea, esta noche lo único bueno ha sido apostar». —Oye —una voz la sorprendió nada más cerró la puerta del establecimiento. Giró su cabeza, percatándose de que era el joven que había visto al lado opuesto de la pista. —Pensaba que te habías marchado —expresó fijando la mirada en él. Su semblante serio la intimidaba un poco, pero por extraño que aquello pareciera, él le transmitía confianza. —Y yo que te habías quedado bebiendo aire —soltó, algo brusco. Petra se sonrojó, e intentó acomodar su pelo, nerviosa —Si bueno, gafes de estar un poco borracha. El joven levantó su ceja, observando a la joven —Para estar borracha, lo de apostar se te da genial. Los ojos de Petra se iluminaron al escuchar como él la estaba halagandola (de cierto modo) con sus apuestas —Bueno, eso viene conmigo de nacimiento. El azabache se quedó algo confuso —¿Ah? La peli naranja soltó una gran carcajada mientras empezaba a caminar junto al chico, alejándose del bar —Mi padre es amante de las apuestas, por eso lo digo. Observó como los ojos de su acompañante se afilaron al escuchar eso —Vaya, me dejas sin palabras... —Petra Ral —se presentó sonriente. —Levi Ackerman. Ella asintió. Y, antes de querer separarse de él, una idea cruzó por su mente. Se paró, posándose delante de él. Levi la observó con su carente expresión en el rostro. —¿Cómo se te da a ti apostar? El chico de ojos grises se quedó en silencio, pensado en su respuesta. Recuerdos se colaron en su mente, pero los deshechó rápidamente —No soy un genio, pero tampoco me dejo vencer fácilmente, ¿por qué? —soltó toscamente. Ackerman pudo apreciar en los ojos de Petra emoción, sabiendo que una idea se le había cruzado por la cabeza. —¿Qué te parece si tú y yo, jugamos toda la noche apostando en bares aleatorios? —propuso entusiasmada, juntando sus dos manos. —Puedo jurar que antes habías dicho que no querías hacerlo más —expresó, dejándola descolocada. «¿Cuáles son tus verdaderas intenciones, Petra Ral?». Pensó, intentando leer sus expresiones. Ella mordió su labio, viéndose descubierta. La verdad era que ella quería pasar más tiempo con él. Su aura la había atrapado en cuestión de segundos; sentía la necesidad de conocerlo más. —Yo quiero conocerte más —su respuesta sincera sorprendió a ambos. Rápidamente ella atribuyó eso al alcohol que llevaba encima. A Levi le encantaban las personas que expresaban lo que querían y cuando querían. Esa gente era verdaderamente valiente, y vaya que Petra lo había sorprendido de sobremanera. Afiló la mirada en ella, observando como acomodaba su pelo algo nerviosa. —Yo también a ti —mariposas volaron directas al estómago de Petra. Sintió como sus mejillas se pintaban de un color rojo. «Maldita sea, su voz es tan seductora». Levi empezó a caminar, dejando a la joven atrás. Ella, confusa, corrió para alcanzarlo. —¿A dónde vas? Él chasqueó la lengua —¿No es obvio? En busca de un bar para apostar. Aunque era algo que no le gustaba hacer, por primera vez en mucho tiempo, sintió como volvía a ver con color a su alrededor. Hacía meses que parecía un muerto en vida, por eso decidió salir esa noche. La cuatro ojos y Erwin le habían insistido para que saliera a divertirse un poco, pero él siempre terminaba declinando la propuesta. . Petra chilló de emoción, sacándolo de sus pensamientos —Espero que seamos grandes cómplices de apuestas. —Te voy advirtiendo de una cosa —él dijo, parándose a observarla de nuevo. Su mirada era demandante a la par que intimidante y decidida —: odio perder, y cuando me propongo algo, hago hasta lo imposible por conseguirlo. Petra se sonrojó ante lo que él estaba diciendo. Su mente se quedó en blanco y su corazón dio un rápido pálpito. ¿Por qué había sentido que él estaba intentando decirle otra cosa? «Simple imaginación mía». Sonrió un poco sombría —Yo también odio perder, por eso tú y yo esta noche vamos a arrasar.
Hola Hola! Ayer olvidé publicar el primer capítulo, pero en fin, aquí está!
Estoy tan emocionada, que ni yo misma me lo creo :3
Pero bueno, yo me voy despidiendo. gracias por leer uwu
