NT: ¡Hola! Muchas gracias por la buena acogida de esta nueva traducción :) Tal y como había prometido, aquí traigo otro capítulo. Espero que os guste c:

¡Hasta la semana que viene!


CAPÍTULO 2: NO SABES LO QUE TIENES HASTA QUE LO PIERDES


Neville de repente cayó hacia atrás de Hermione.

Ella se deslizó por la pared y miró a la atónita Head Girl.

Todo su cuerpo se sentía como si estuviera gritando, como si el toque de Neville la hubiera llevado hasta el borde de algo trascendental y luego la hubiera dejado allí.

Se sentía suspendida y colgando, impotente.

Quería presionarse contra algo. Quería manos, labios y una lengua para tocar y acariciar su piel sensible. Quería un cuerpo duro y musculoso que la sujetara mientras se arqueaba contra él.

Quería escuchar la voz de Neville diciéndole qué hacer. Que cuidaría de ella, porque todo era muy confuso. Ella no sabía qué estaba mal.

Ahora que ya no la tocaba, todo se sentía mal.

—Ginny, no sé qué me está pasando —se obligó a decir Hermione.

—¿Cómo es esto posible? —Ginny estaba negando con la cabeza levemente, en estado de shock.

Todo fue un borrón después de eso. Ginny hizo que algunos de los niños más jóvenes levitaran a Neville hasta su habitación y luego llevó a Hermione a Madam Pomfrey personalmente.

Hermione se sentía demasiado abrumada y al borde de la histeria para estar al tanto de lo que estaba sucediendo. No quería que Ginny la tocara. Las manos de Ginny eran demasiado pequeñas y diminutas. La voz de Ginny era demasiado aguda. Cada vez que Ginny decía algo, Hermione quería tapar sus oídos para mantener el sonido fuera de ellos.

Entonces, la voz de Madame Pomfrey sonó como un vibrato de ópera que se ceñía a los oídos de Hermione. Todos olían opresivamente dulce. Hizo que Hermione quisiera tener arcadas.

Todo su cuerpo se sentía como si hubiera hormigas arrastrándose sobre él. La sensación la hizo retorcerse, tratando de calmarse y alejarse del borde al que sentía que la habían llevado.

Pero no había forma de bajar de él. Estaba atrapada allí, esperando una y otra vez. La gente seguía intentando hacerle preguntas y ella no sabía cómo responderlas. No sabía cómo explicar lo que estaba pasando.

El dolor entre sus piernas se había agudizado hasta convertirse en una sensación palpitante y abrumadora, y seguía presionando sus muslos juntos, tratando de aliviarlo.

Se sentía tan indefensa, tan desamparada, desconcertada y fuera de control que comenzó a llorar.

La gente dejó de intentar hablar con ella después de eso y se limitaron a hacerlo entre ellos.

Hablaban sobre algo que era imposible. Y tal vez también sobre un especialista.

Anne O'Megga.

Hermione pensó que era el nombre que seguía escuchando, pero era muy difícil dejar algo claro. Su cerebro se sentía muy decidido a no pensar. Las únicas cosas remotamente coherentes que podía contemplar eran sus recuerdos de las manos de Neville en su cuerpo, su boca contra su piel y cómo deseaba que la hubiera levantado y huido con ella antes de que Ginny interfiriera.

No, no lo deseaba.

Sí lo hacía.

No.

Ella seguía gimiendo y preguntando por él.

Neville había olido tan bien. Tan reconfortante. Y sus manos sobre ella. Nunca había deseado nada tanto. La sensación de su boca en su cuello...

Estaba llorando por eso.

La cara de Ginny estaba pálida mientras seguía diciendo que lo sentía y que no tenía idea. Y Hermione se irritó tanto con ella que gruñó y trató de morderla. Cuando eso no funcionó, Hermione la maldijo.

¡Y luego le quitaron la varita!

Después de lo que parecieron horas, la señora Pomfrey la forzó a que se tragara una poción y luego se quedó dormida.

Cuando se despertó, se encontró en una cama rodeada de salas de cuarentena con Minerva McGonagall a su lado.

Se sentía menos febril. La sensación de estar suspendida se había desvanecido y el latido entre sus piernas se había reducido a un dolor sordo. La tensión en sus muñecas y cuello se sentía levemente cosquilleante. Cuando se tocó ahí sintió un ligero cosquilleo en todo el cuerpo.

Hermione se sentó.

—¿Qué es lo que tengo? —preguntó a la directora.

—Nada. No has contraído ninguna enfermedad.

—Oh... —dijo Hermione confundida, mirando la sala, diferente a la enfermería—. ¿Fui envenenada?

—No —dijo McGonagall, moviéndose incómoda.

Hermione la miró fijamente.

—¿Entonces qué pasa conmigo?

—Has llegado a la edad adulta —dijo McGonagall, y su acento escocés se hizo evidente debido al nivel de incomodidad que parecía estar sufriendo.

—Ya soy adulta desde hace casi dos años. Mañana cumpliré diecinueve —señaló Hermione.

—Sí. Bueno. Hay un aspecto del desarrollo mágico que es... bueno, por lo general no es particularmente pertinente ni está cubierto en el plan de estudios de Hogwarts. Especialmente dado que se entendía que eras una nacida de muggles, nunca se me pasó por la cabeza que te pasaría algo así.

—¿Se entendía que soy nacida de muggles? —repitió Hermione en un tono frío. Ella se enorgullecía de sus orígenes. No estaba interesada en que nadie intentara robar sus logros atribuyéndolos a algún supuesto estado de sangre.

—Bueno, parece que tus padres, o al menos tus abuelos, pueden haber sido squibs —dijo McGonagall.

Hermione agarró la manta sobre su regazo y miró a McGonagall con los ojos entrecerrados.

—Eres un tipo muy raro de bruja llamada Omega —dijo McGonagall después de un momento—. Es una manifestación que se encuentra únicamente entre la vieja sangre mágica. Por eso tenemos razones para creer que debes tener sangre de squib de un pariente cercano.

—¿Una Omega? —repitió Hermione, su mente haciendo una rápida anotación mental—. Nunca había oído hablar de ellos antes.

—Bueno, son muy raras. Solo he conocido a unas pocas en mi vida. Y no es un tema que se considere educado para hablar en público.

—¿Es…? —comenzó Hermione, y luego vaciló—. ¿Hay algo mal conmigo?

—¡No! Para nada. Es simplemente un tema delicado —dijo McGonagall rápidamente. Luego respiró hondo—. Te pido disculpas, señorita Granger, nunca había esperado tener esta conversación con nadie. Me ha dejado un poco perdida. La señorita Weasley mencionó que has notado los cambios físicos entre tus compañeros masculinos este año.

Hermione asintió con cuidado.

—Es un fenómeno relacionado —explicó McGonagall—. En la sociedad mágica hay una jerarquía biológica que ocurre. El grupo principal está formado por los denominados Betas. El señor Potter, el señor Ronald Weasley, la señorita Weasley, la mayoría de tus compañeros de clase y yo, todos somos betas. Los menos comunes en la sociedad mágica son los llamados Alfas. El señor Longbottom, el señor Nott, el señor Malfoy y el señor Goldstein son Alfas. Al igual que Charlie y Bill Weasley. Cuando cumplen dieciocho años, experimentan un brote final de crecimiento que provoca un trastorno hormonal y físico. El cambio ocurre. Hace que se vuelvan más dominantes y... atractivos, dirían algunos. Lucius Malfoy era un macho Alfa muy típico. Sirius Black y James Potter también. Los Alfas tienen el talento y la confianza que les ayudan a conseguir lo que quieren si eligen apoyarse fuertemente en sus rasgos dominantes. Aunque la mayoría de los Alfas decentes tienen cuidado de no abusar de tal cosa.

—¿Y dónde encajan exactamente los Omegas en todo esto? —preguntó Hermione con sospecha. Nada de lo que McGonagall había dicho había sonado como algo escandaloso o inapropiado. Pero nada de eso había cubierto la extraña reacción de Hermione ante los Alfas.

—Las Omegas —dijo McGonagall, volviéndose visiblemente incómoda de nuevo—, forman el grupo más raros de los tres. Como mencioné, solo he conocido a unas pocas en mi vida. Ocurren con muy poca frecuencia. Son... —McGonagall se atragantó un poco y se puso roja—. Son sumisas, a los Alfas.

—¿Son qué? —gritó Hermione, había un indicio de un gruñido en el fondo de su garganta.

—¿Sabes que las familias mágicas tienen tasas de natalidad extremadamente bajas? —preguntó McGonagall, pareciendo cambiar de táctica.

Hermione asintió, comenzando a enfurecerse por dentro.

—El embarazo mágico es extremadamente traumático y difícil para el cuerpo de una bruja. La mayoría de las brujas tienen múltiples abortos espontáneos antes de llevar a un niño a término. Es por eso que rara vez encontrarás una familia de magos con más de dos hijos. Es simplemente demasiado difícil para ellas física y mágicamente. Algunas brujas pierden su magia por completo durante el embarazo por el agotamiento. A menudo, un parto puede ser tan traumático que no pueden tener más hijos. La reproducción es un riesgo tremendo para las brujas. —McGonagall se enderezó—. Ese no es el caso de las Omegas. Mágicamente hablando, están diseñadas de manera única para tener hijos mágicos.

—¿De verdad? —La voz de Hermione estaba goteando ácido.

—Molly Weasley es una Omega —dijo McGonagall—. Seguramente has notado el tamaño inusual de la Familia Weasley en comparación con cualquier otra.

Hermione asintió de mala gana.

—Entonces, ¿soy una yegua de crías mágicas? —dijo con falsa calma—. Pues eso tendrá que esperar. No estoy interesada en tener hijos durante al menos seis años.

—Me temo que es un poco más complicado que eso —dijo Minerva gentilmente.

—¿Por qué? —preguntó Hermione. Un sentimiento de vulnerabilidad y pavor la invadió y se acarició las muñecas distraídamente, tratando de calmarse.

—Solo se sabe que las Omegas nacieron en familias de magos mestizos o purasangre. Al nacer, los hospitales mágicos examinan a todos los niños como una cuestión de rutina para averiguar su designación. De esa manera, los padres son conscientes y pueden preparar a sus hijos para el futuro. Los chicos se forman como Alfas a los dieciocho años, pero las mujeres se retrasan un poco y presentan sus rasgos Omega en su decimonoveno cumpleaños. La mayoría de las familias se encargan de que una Omega ya esté casada con un Alfa antes de cumplir los diecinueve. O si ella no está dispuesta a casarse con un Alfa, de que quede embarazada antes de ese momento, como lo hizo Molly.

—¿Por qué? —se atragantó Hermione.

—Como mencioné —dijo McGonagall, sonrojándose de una tonalidad aún más profunda de rojo—, las Omegas son únicas en su habilidad para tener hijos. Cuando cumplen diecinueve, ellas… ellas… experimentanunestadodecalor. —Las palabras de McGongall se volvieron abruptamente indescifrables.

—¿Mmm? —Las cejas de Hermione se alzaron—. ¿Qué les pasa?

—Las Omegas entran en celo —dijo McGonagall con voz ronca.

—¿En celo? ¿Como un perro? —La voz de Hermione se volvió peligrosa. Su mente volvió a sus interacciones con Neville y Malfoy y se sintió pálida cuando la habitación comenzó a girar levemente.

Oh, por Merlín, esto no le estaba pasando a ella.

—Lo siento mucho, señorita Granger. Si hubiera tenido idea de que esto pasaría te habría explicado todo esto antes para que hubiera podido tener más opciones.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Hermione, tratando de mantener la voz firme.

—Te hemos administrado una poción supresora para calmar los síntomas y así poder explicarte lo que estaba pasando. Pero cuando cumplas diecinueve vas a entrar en celo. Puede durar hasta una semana. Todas las Omegas que he conocido se casaron antes con el fin de tener asegurado a un Alfa en el momento de entrar en celo. Sellan el matrimonio con un vínculo del alma y eso evita que la Omega atraiga a otros Alfas. Las Omegas son tan raras que los Alfas cercanos no pueden evitar intentar llegar a ellas durante el celo. Por eso, tradicionalmente, todo se arregla antes de que se presente el gen Omega, para que no pueda ser manipulada por su naturaleza sumisa o necesidades físicas. Es importante que la Omega tenga cierto nivel de confianza con su pareja.

Hermione sentía que estaba a punto de enfermarse.

—Un celo no es algo que una Omega deba soportar sola —dijo McGonagall con firmeza—. Es terriblemente destructivo para ellas. Las consecuencias son severas. No necesitas atarte, pero necesitarás de algún Alfa para superarlo. ¿Quieres que llame al señor Longbottom? Estoy segura de que estaría encantado de ayudarte.

Hermione recordó la sensación de estar clavada en la pared debajo de Neville y la sensación de su boca a lo largo de su cuello. De repente el calor comenzó a acumularse en la parte inferior de su abdomen. Se movió en la cama y apretó las piernas, tratando de pensar con claridad.

—¿Quieres decir que necesito encontrar a alguien con quien follar toda la semana y estás sugiriendo que solo se lo proponga a Neville? —preguntó Hermione, tratando de estar segura de que entendía lo que estaba proponiendo su directora.

McGonagall parpadeó.

—Bueno, sí. Los Alfas están hechos para querer a las Omegas de la misma manera que las Omegas los quieren a ellos. Los Alfas pueden ser peligrosamente posesivos a veces, pero su interés siempre está en proteger y cuidar a las Omegas. Hay tan pocas Omegas nacidas… No hay muchos Alfas que tengan la oportunidad de toparse con una Omega alguna vez.

Hermione vaciló un poco antes de cerrar la puerta con firmeza ante tal opción.

—Neville está saliendo con Hannah Abbott. Harry mencionó que incluso comenzó a mirar anillos —le dijo a la directora.

—Entonces, ¿qué tal el señor Goldstein? Estuvisteis juntos en el Ejército de Dumbledore.

Hermione hizo una mueca. Algo sobre Anthony Goldstein siempre le había parecido raro. Lo cual era muy injusto porque había luchado con bastante valentía durante la Batalla de Hogwarts. Pero, simplemente, no le agradaba Anthony.

—¿No puedes encerrarme en una habitación por una semana? Eso es lo que mis vecinos siempre hacían con su perro —dijo Hermione.

—No eres un perro, señorita Granger. Eres una bruja, y a pesar de que lo que te está pasando está fuera de tu control, no significa que no te afectará emocional y mentalmente el tratar de soportar tal cosa sola. Simplemente no puedes.

—No quiero que un chico al que apenas conozco tenga sexo conmigo porque estoy en celo —dijo Hermione con rigidez—. Aunque sea una Omega nacida de muggles, hacer algo simplemente porque "hay que hacerlo" no sería apropiado. No estoy interesada en que me traigas al Alfa disponible más cercano por compasión. Podría ser solo sexo, pero no para mí. No soy ese tipo de chica, y no estoy interesada en cambiar mi actitud porque un gen se ha "presentado" y me ha convertido en una maldita máquina de hacer bebés.

McGonagall suspiró con resignación.

—No voy a obligarte a hacer nada. Si eso es lo que realmente quieres, lo arreglaré para ti. Pomfrey te dosificó un anticonceptivo antes, así que, si cambias de opinión, por favor llama a un elfo doméstico para que te envíe a alguien.

—No lo haré —dijo Hermione con firmeza.

—Muy bien. Prepararé una habitación privada para ti. Si la señorita Weasley no fuera la Head Girl te encerraría en esa habitación en la torre de Gryffindor, pero hay algunos dormitorios para invitados en otra ala del castillo que servirán igual. Iré a ver si todo está listo y luego te trasladaremos allí. Aquí hay un libro. Me imagino que tienes más preguntas de las que he respondido.

Minerva se puso de pie y luego pasó por las salas de cuarentena, dejando a Hermione con un tomo para leer.

Hermione lo miró fijamente. "Omegas y sus hábitos de reproducción", por Cornelius Erstwhile.

Apretó los puños y golpeó el colchón repetidamente.

«Maldición. Maldición. Maldición» murmuró para sí misma, sintiéndose casi histérica. ¿Cómo le había pasado esto a ella? Quería llorar, pero tenía miedo de empezar y nunca detenerse.

Se tragó su horrorizada frustración y abrió el libro.

«Las Omegas, las sumisas sexuales de los Alfa dominantes, son hembras pequeñas diseñadas para la procreación, así como para el placer sexual de un Alfa. Hasta que no se unen, son de naturaleza desenfrenada y tienen una tendencia natural a la sumisión hacia cualquier Alfa que encuentren. Antes de la vinculación del alma, tales rasgos pueden ser suprimidos de alguna manera por ciertas pociones y resolverse cuando la bruja llega al final de su fertilidad...»

La mandíbula de Hermione se apretó y la magia bailó en sus dedos con tanta furia que casi prendió fuego al libro. Se obligó a seguir leyendo.

Quería creer que Cornelius Erstwhile era simplemente un cerdo sexista con una visión condescendiente de las Omegas. Pero sus interacciones personales con los machos "Alfa" le hacían pensar que la información contenida en el libro era, lamentablemente, precisa.

Según el libro, a todos los efectos, estaba a punto de convertirse en una perra en celo. Perdería el sentido por su deseo de aparearse con un macho Alfa. Aparentemente era una picazón imposible de apaciguar por ella misma o por cualquier macho Beta. Ella querría a un Alfa y solo un Alfa serviría. Su anatomía tenía un tamaño único... para satisfacer sus necesidades aparentes.

Entraba en celo cada tres meses hasta quedar embarazada. Y atraería a cualquier Alfa que no estuviera ligado a un vínculo matrimonial como si fuera una trampa para langostas. Sin barreras de cuarentena para contener el olor, podrían olerla a kilómetros de distancia. Literalmente escalarían paredes y lucharían entre sí para apoderarse de ella. Era instintivo. No eran capaces de ser racionales al respecto. La sociedad mágica tenía leyes antiguas que protegían a los Alfa de ser enjuiciados por el comportamiento provocado por la cercanía de una Omega.

Aparentemente, las Omegas no tenían tales leyes que las protegieran. La suposición era que tendrían un Alfa responsable de todo su comportamiento.

Hermione estaba tan furiosa que su vaso de agua explotó.

Era tan animal que apenas podía creerlo. Era como si su creencia de que el mundo mágico era una sociedad normal y en gran parte civilizada hubiera sido una ilusión. Detrás de un velo de cortesía, los magos estaban esperando que un cierto olor los convirtiera en lobos.

Cornelius explicaba, en un lenguaje pomposo, que el medio tradicional de proteger a la sociedad de las provocaciones de una Omega desenfrenada era casarlas con un Alfa en el año anterior a la presentación de sus síntomas. Mantener todo el tema del celo y el comportamiento del Alfa en privado y a puerta cerrada.

Aunque las Omegas podían tener fácilmente más de media docena de hijos, por lo general se abstenían de tener más de tres para evitar que fuera obvio lo que eran.

Probablemente esa era la razón por la que la gran familia de los Weasley era vista como algo escandaloso. Restregaba el estatus Omega de Molly en la cara de todos. Recordaba un aspecto de la sexualidad y reproducción mágicas que la mayoría de la gente preferiría ignorar.

Explicaba por qué Ginny había parecido a la defensiva cuando Hermione había tratado de sacar el tema de los Alfas.

Todo el asunto era simplemente... impactante. La existencia de Omegas se sentía como una burla a los ideales de una sociedad civil. Una hembra era capaz de reducir a todos los machos Alfa en un radio de millas a una bestia impulsada por hormonas que no podía pensar en nada más que en la necesidad de empujarla sobre un colchón y follarla durante días.

Y ella querría que lo hicieran.

Hermione quería golpear algo. Preferiblemente a un Alfa.

Se obligó a no tirar el libro y en su lugar leyó sobre el celo.

Variaban entre cinco y siete días. Aunque podrían producirse prematuramente si una Omega estuviera expuesta a múltiples hormonas Alfas.

Iba a estar loca de lujuria y deseo por un Alfa.

La cantidad de fluido involucrado era vergonzoso incluso para leer sobre él. Era obsceno. A las pocas horas de que empezara el celo, Hermione se convertiría en una verdadera fuente de lo que Cornelius llamó "algo resbaladizo". Estaría empapada de excitación. Cornelius Erstwhile mencionaba repetidamente la necesidad de mantenerse hidratada para compensar la gran cantidad de líquido perdido.

Hermione se sintió lista para morir de mortificación con solo leerlo.

Además de estar aparentemente empapada de excitación hasta quedar resbaladiza como un derrame de petróleo, también había desarrollado lo que se denominaban "glándulas de olor" sobre su persona. En su cuello y muñecas. La tensión y la picazón que había estado experimentando habían sido causadas por su desarrollo final. Debido a su constante exposición a Alfas, el proceso se había acelerado ligeramente, aunque el olor no se manifestaría completamente para identificar su designación hasta que comenzara su primer celo.

Las glándulas atraerían a los Alfas y les permitirían identificar si estaba en celo o no. Y eran sensibles y estimuladas por el tacto. Los Alfas las lamían y acariciaban obsesivamente con el fin de poner su propio olor sobre ella como un medio para reclamarla.

Las páginas del libro ardían débilmente.

Cornelius comenzaba a describir lo que sucedía con un Alfa y una Omega durante un celo.

Cuando una Omega estaba en celo, un Alfa expuesto a sus hormonas reaccionaba experimentando su propio calor, lo que se denominaba calentón. Aparentemente, era necesario para que el Alfa se mantuviera al día con la necesidad de la Omega. El Alfa esencialmente... se aparearía con la Omega, una y otra vez. Durante días y días.

La cantidad de sexo parecía físicamente imposible.

Y no se trataba de cualquier sexo. El sexo entre un Alfa y una Omega involucraba un proceso de inseminación llamado anudamiento. Los genitales de un Alfa se hinchaban para estar físicamente dentro de la Omega. Un Alfa se vendría durante minutos enteros y luego permanecería allí hasta media hora.

Hermione quería tirar el libro. También se sentía incómoda y excitada. Su lado racional decía que era repugnante, pero en algún otro lugar dentro de ella encontraba la idea de ser una insensata y estar a merced de un hombre anatómicamente inverosímil como algo deseable. Algo que ella quería.

Miró el reloj de la pared. Ya era tarde en la noche. Podía sentir la poción reprimiendo sus deseos más carnales. El sentimiento paralizante de esa mañana seguía presionando para abrirse paso. Lo sentía crecer y crecer. Eventualmente se la tragaría.

Se movió nerviosamente en la cama y se frotó las muñecas. El libro yacía olvidado en su regazo.

Se armó de valor. Ella no necesitaba a nadie, podría soportar una semana de excitación por sí misma.

Estaría bien. Solo era una semana.

Nerviosa, miró de nuevo el reloj.


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Cristy.