Capítulo 2: Decepcionada.
Hola y gracias por leer esta historia, es un proyecto personal que llevaba mucho tiempo en mi cabeza y queria sacar a la luz, espero que les entretenga.
Muchas gracias por los reviews/favs/follows, en especial a regamers10, wielmehr, Rigerhit047, RCurrent y andres888, gracias por su apoyo chicos.
La casa donde moraba podía ser bastante ruidosa, demasiado para su gusto. Pero incluso en un lugar así existían oasis de calma en los cuales podía desconectarse del mundo exterior. Dos eran sus favoritos, uno era el ático con todos los recuerdos de eras pasadas y curiosidades que le agradaba explorar, y el segundo era su sótano, un lugar oscuro y húmedo con luz eléctrica donde podía leer sus historias a gusto, solo tenía que entrar por el ducto y cerrar la puerta para no sufrir molestias innecesarias.
En sus manos tenía un ejemplar de la princesa pony que nadie debía ver, y vaya si lo estaba disfrutando. Al parecer la princesa del reino tenía un gran secreto, uno que causaría la ruptura del reino que su padre había forjado y una guerra civil que duraría siglos. Quería descubrir ese secreto, por eso leía las páginas con avidez y velocidad extraordinaria. Solo deseaba seguir y seguir aún más hasta encontrar la respuesta al misterio.
– ¡Hola Lucy! - le gritó una inoportuna voz.
Su cuerpo dio un salto involuntario y casi por reflejo lanzó el libro al incinerador. Alzó la vista enojada, no era otra más que su molesta compañera de cuarto la que había destruido su concentración una vez más. Sabía que había sido una mala idea enseñarle a Lynn a recorrer los ductos de ventilación de la casa.
– Lynn. - dijo Lucy molesta.
– ¡Adivina lo que me paso!
No tenía ganas de jugar al "adivina quién", así que solo la ignoró, esperando que se aburriera y la dejara en paz con su libro, pero ella solo seguía mirándola expectante, con un extraño brillo en sus ojos y una gran sonrisa dibujada en sus labios.
– ¿Pues?... ¡Adivina!
– *suspiro* ¿Qué pasó Lynn?
– Pues te contaré. – dijo Lynn sentándose a su lado – Estaba en medio de mi arduo entrenamiento, haciendo clavadas como una jugadora profesional de la WBA cuando encontré un chico bastante extraño en la cancha.
– ¿Un chico? – pregunto Lucy extrañada de pronto.
– Si, un chico. – dijo Lynn con una gran sonrisa – Me dijo que era la mejor jugadora que había conocido ¿Quién sabe? La próxima vez que lo vea le podría enseñar un par de trucos para mejorar su juego, es un basquetbolista, igual que yo.
Sin duda era una buena noticia, Lynn siempre fue mala para hacer amistades con personas del sexo opuesto, pues generalmente terminaba golpeándolos por cualquier razón y estos terminaban alejándose de ella. Lo que hacía todo el relato de la castaña, algo extraño y sumamente dudoso.
– Lynn ¿Es este chico real?
– Claro que es real, tonta. – dijo Lynn contrariada – No es inventado como los otros…
– Los otros chicos que mágicamente se hicieron tus "amigos".
– Si… Pero en mi defensa, los inventé para que mis amigas dejaran de molestarme.
– ¿Y qué me dices de ese "novio" del que me hablaste hace dos meses?
– ¡Él era real! – dijo Lynn contrariada – Al menos en parte…
Aún recordaba como su hermana le había mentido diciéndole que tenía un nuevo novio, solo para destruir sus expectativas cuando este "desapareció" de repente. Las mentiras de Lynn para ocultar sus problemas estaban llegando a nuevos límites, eso la tenía un tanto preocupada y un tanto escéptica de los encuentros que esta le relataba.
– Me alegra que hayas podido encontrar un compañero de juegos, pero si me disculpas… – dijo Lucy, impaciente por rescatar lo que quedaba de su libro del incinerador.
– No un "compañero", más bien un ayudante. – dijo Lynn riendo de pronto – Era tan malo que no puedo encestar un tiro de tres puntos en horas enteras.
– Pues te recomiendo que no lo trates con tanta condescendencia si quieres mantenerlo como amigo.
– ¡Ja! Como si necesitara más amigos, con todos mis compañeras de equipo me basta y sobra.
– Si no es tan importante ¿Por qué estamos hablando de él?
– ¿Ah? Por nada… Solo me pareció extraño. – dijo Lynn pensativa – Ni siquiera me dijo su nombre y desapareció como si nada.
– ¿Otra "desaparición"?
– ¡Te dije que él sí es real!
– ... Lo que digas Lynn, ahora si me disculpas...
– ¡Bien! – dijo Lynn levantándose del suelo y caminando hasta la escalera – De todas formas no quería seguir hablando contigo. ¡Rayos! Si ese tonto al menos me hubiera dicho su nombre entonces me creerías.
Enrabiada con su incrédula hermana menor, Lynn se puso la meta de probar la existencia de ese chico, así que fue toda la semana a la misma hora a practicar sus lanzamientos, los que habían mejorado bastante desde la última vez. Pero cada día que pasaba se olvidaba más de todo el asunto, así como su ímpetu inicial de descubrir la identidad de ese ente extraño.
El tiempo pasó rápido y sin darse cuenta ya era domingo, su último día de vacaciones de verano. Ese día llevó a Lincoln para qué la ayudará a practicar. Pero ni siquiera la presencia de su hermanito pudo levantar sus ánimos.
– ¿Qué pasa Lynn? Te ves desanimada.
– Nada, solo un poco cansada. – dijo Lynn tomando un trago de su botella de agua – Esta ha sido una semana de locos.
– Oh te refieres a lo de Luan. – dijo Lincoln apretando el balón que tenía entre sus manos – Si, me sorprendió que terminará con Benny de pronto, y eso que los dos parecían bastante unidos.
– ¿Y qué me dices de Luna? Quién hubiera pensado que se tomaría un tiempo fuera de Sam, con razón estaba tan enojada cuando casi golpeo a Lisa el otro día.
– Dejando la casi golpiza a Lisa de lado… La verdad me sorprendió bastante, y me dolió un poco. Sam siempre ha sido bastante bueno conmigo, con sus clases de piano y todo eso, me ha ayudado a superar momentos difíciles. – dijo Lincoln sonrojándose aún más.
– Parece que alguien siente algo por Sam. – dijo Lynn con una pícara sonrisa.
– ¡QUE! ¡No, claro que no!
Lynn soltó una gran carcajada, mofándose de su hermanito que se ponía rojo como un tomate. Mientras él le fruncía el ceño, molesto con esa insinuación subida de tono.
– No es gracioso.
– Solo trataba de levantarle el ánimo. – le dijo Lynn dándole un golpecito en el hombro – Pero si, la vida amorosa de nuestras hermanas se cae a pedazos y yo aún sigo sola *suspiro*
Lynn, no dándose cuenta de que había admitido algo bastante vergonzoso frente a su hermano, se levantó de la banca y fue a buscar su balón en medio de la cancha. El sol ya se estaba poniendo en el horizonte, tal como ese día hace más o menos una semana. Quedarse a practicar de noche solo preocuparía a sus padres, los que ya tenían suficiente con Luan y Luna.
Por centésima vez en esa semana miro hacia las gradas, esperando ver al chico extraño que le había dado una mano en su peor momento. Esta vez no podía negarlo con racionalizaciones o mentiras piadosas, deseaba verlo de nuevo sentado allí, realmente quería volver a verlo.
– Oye. – dijo Lincoln tirando de su camisa – Tengo algunos planes para subirles el ánimo a nuestras hermanas ¿Me ayudarías con eso?
– ¿Qué? – dijo Lynn distraída – Oh, si, claro.
– Lynn… ¿Estás bien?
– ¿Y qué hay de ti? – le dijo Lynn de pronto – ¿Ahí alguna chiquita que te gusta por ahí?
Lincoln quedó sorprendido por el súbito interés de Lynn en su vida romántica, bajo otras circunstancias solo la hubiera ignorado como siempre, aunque eso le costara uno que otro coscorrón. Pero toda esa semana su hermana mayor había estado actuando bastante raro, triste a veces, callada en otras, como si algo la estuviera carcomiendo por dentro.
Entendía que ella estaba pasando por algún tipo de problema amoroso, lamentablemente uno de esos en los que no tenía la suficiente experiencia para serle de ayuda, lo único que podía hacer por ella en ese momento era responder con sinceridad. Pero él también tenía una tormenta en su interior, una que estaba preocupando y que podría desencadenar más problemas para su familia. No, no podía ser completamente sincero, no con Lynn en ese estado.
– La verdad no. – dijo Lincoln cabizbajo – Ronnie Ann, bueno, ella se fue de pronto y me quedé sin novia. – dijo soltando una risita – Ha habido otras chicas, pero nada serio, al menos no por ahora.
Su hermana se le quedó mirando un buen rato, para luego dirigir nuevamente su vista hacia las gradas de la cancha, como buscando su propia respuesta a una pregunta que se hacía en su interior. Incapaz de encontrarla en esos momentos, solo estrechó el balón que tenía entre sus brazos y caminó hasta la salida.
– Debemos llegar temprano si no queremos preocupar a mamá.
– Está bien. – dijo Lincoln acercándose a su hermana – Gracias por traerme Lynn.
Pero ella no respondió, solo miró hacia el frente y soltando un largo suspiro comenzó su camino de vuelta a su hogar.
Un nuevo año comenzaba en la secundaria de Royal Woods, como siempre, con un aburrido discurso del director. Todos los estudiantes reunidos en el gran gimnasio tenían que aguantarse las ganas de dormirse parados ante sus aburridas palabras y Lynn no era la excepción, había dormido tan poco la noche anterior que era un milagro que siguiera en pie escuchandolo.
Cuando por fin terminó el excesivamente alargado discurso, Lynn y sus compañeros se dirigieron a su salón de clases en el segundo piso. Caminando como espectros que más que levantar los pies, se arrastraba por los largos pasillos encerados de la secundaria.
Una vez adentro se sentó en su silla y aprovecho de recostar su cabeza encima de su pupitre, aún era temprano, pero ya estaba muerta de sueño. El día anterior se la había pasado jugando videojuegos con Lincoln hasta bien entrada la noche, solo bastó la pesada de Luna para que los mandara a dormir, o si no hubieran seguido hasta el amanecer. Su última práctica de verano la había dejado más desanimada que de costumbre, por alguna extraña razón, así que aprovechó la compañía de su hermano para levantarle el ánimo, estaba agradecida de que su peliblanco favorito siempre estuviera disponible para alegrarle el día.
– La semana pasada me hablaste por horas de ganar el campeonato estatal y ahora estás tirada en tu pupitre como un huevo frito, quien te entiende Lynn. – dijo Margo en el pupitre de delante.
– La semana pasada fue pasada, él ahora es aburrido, bastante aburrido.
– ... Pues parece que el destino escuchó tus plegarias, mira al frente, es uno nuevo.
– ¿Nuevo profesor de reemplazo?
– Mira por ti misma.
Giró su cabeza e hizo el esfuerzo de ver al maestro de reemplazo, y abrió los ojos como plato al ver quien estaba parado allí junto al escritorio de su profesor. Se sentó con la espalda recta en su asiento y se talló los ojos, no pudiendo creer su suerte, pero al verlo nuevamente se dio cuenta de que era real. Vestido con los mismos jeans oscuros y tenis gastados, esta vez con una camisa a cuadros rojos y una chaqueta oscura sobre sus hombros.
– Un nuevo estudiante, parece que las cosas no serán tan aburridas este año. - le dijo Margo en un murmullo.
– Es él… – dijo Lynn saliendo de su trance.
– ¿Él? – dijo Margo extrañada – ¿Conoces a ese chico?
– Tú también lo ves cierto. – dijo Lynn tomándola del cabello – ¡Dime que lo ves!
– ¡Claro que lo veo, boba!
– Entonces era real. – dijo Lynn soltándola.
– ¿Qué bicho te picó Lynn?... ¡Oh! No me digas que él y tú... – dijo Margo dándole una sonrisa cómplice.
– ¿Qué yo que?
– ¡Nada! No pasa nada. – dijo Margo haciéndose la desentendida – Solo me alegro por ti, y por él.
No entendía las indirectas que le lanzaba Margo, ni le importaban, en esos momentos toda su concentración estaba enfocada en ese extraño chico de mirada aburrida. No podía negarlo, verlo de nuevo la dejaba contenta, porque tal vez ese año tendría un nuevo compañero de juegos.
Pero existía un aura extraña en él, una que no había visto en la cancha de baloncesto. Parado enfrente de toda la clase, viéndolos a todos con un cierto aire de superioridad y un tinte de seriedad. Una cara de pocos amigos, no una de rabia o desdén, más bien una expresión de hastío por estar en ese lugar. Así era como ese extraño chico los veía a todos.
– Bueno clase, tomen asiento. – les dijo el profesor Watson, esperando que se callaran – Como se habrán dado cuenta, este año tenemos un nuevo compañero. ¿Podrías presentarte ante la clase?
Ante esa pregunta, el chico soltó un gran bostezo que sacó más de una risa entre sus nuevos compañeros, para luego tallarse los ojos por un buen rato. "Raro", fue el primer calificativo que recorrió la mente de todos allí para describirlo.
– Mi nombre es Maximilian Lamberth. – dijo el chico rascándose su desordenado cabello – Vengo de Luisiana.
– ¡Luisiana! – dijo el profesor, emocionado – Siempre he querido ir a ese bello estado, dime, ¿cómo es?
– Bastante húmedo, carnavales tontos, gente demasiado ruidosa. Si, eso es lo que recuerdo.
– Oh, claro... – dijo el profesor, no esperando esa respuesta en lo absoluto – Debió ser difícil dejar todo atrás.
– Solo dejé mis cosas en una caja y después tomé un autobús. – dijo Max tratando de recordar – Cuando llegué aquí mis cosas ya estaban en mi nueva casa. Los servicios de entrega son bastante convenientes hoy en día, sin ellos hubiera tenido que cargar la caja en el autobús y la gente diría "Mira ese tonto con esa caja ¿Crees que sean drogas o algo peligroso?" y yo les diría "No, solo son las cosas de mi cuarto" y después ellos llamarían a la policía.
Su bizarra historia no causó las risas esperadas, más bien un silencio incómodo, solo interrumpido por un estornudo. Mientras el chico seguía rascándose el cabello y esquivando la mirada de sus compañeros que lo veían con una mezcla de curiosidad e incredulidad.
– Ehhh sí... – dijo el profesor, ya incómodo con su presencia – ¿Dinos Max, cuáles son tus sueños?
– Agradecería que usara mi nombre completo, por favor. – le dijo Max en un tono autoritario.
– Sí… claro ¿Disculpa?
– No hay de qué.
Esta vez el chico dejó su actitud cansada de pronto, poniendo su mano sobre su rostro en una pose extraña parecida sacada de un cómic, dejando al descubierto solo uno de sus ojos, el que miraba a todos con un fuego y malicia oculta.
– Mi sueño es crear un mundo de justicia mediante un espartano y desalmado control de los criminales, un millón de collares bomba harán el trabajo…– dijo Max parando su monólogo de pronto y volviendo a ser él mismo – Ah, ese no era ¿Puedo empezar de nuevo?
Un nuevo silencio, esta vez mezclado con un poco de temor ante ese chico que ya según todos había perdido el juicio. Max no les hizo caso y asumió una nueva pose, una sacada de una historieta de boxeo, la que nuevamente les causo cierta incomodidad.
– Royal Woods está perdida, es mi destino el utilizar mis puños para traer prosperidad a esta ciudad podrida por el crimen... – dijo Max, nuevamente volviendo a la normalidad – No, eso tampoco se siente bien. Empezaré de nuevo.
-¡B-bien! Creo que ya es suficiente… – dijo el profesor tratando de terminar ese penoso espectáculo.
– Mi sueño es ser el mejor alumno de esta diminuta escuela en medio de la nada, o por el momento ser el mejor de esta escueta asociación de individuos llamada clase "B"... Solo eso, tal vez uego ganar algún concurso, y después entrar en una universidad, de esas en donde solo van los cerebritos. Después una vida difícil para sobrevivir mi primer empleo y mi primer divorcio…
– ¡Gracias Maximilian! Wow Ve-Veo que tienes actitudes para el teatro.
– Lo primero iba en serio, quiero ser el mejor de la clase. – dijo Max mirando a todos con atención – Y veo que será pan comido.
Lynn ya no podía esconder la vergüenza ajena que sentía al ver a ese chico hacer el ridículo frente a todos. No lo entendía, no podía entender cómo alguien se podía someterse a sí mismo a ser el hazmerreír. Sus expectativas se quebraron por completo, el chico que creía uno de los suyos resultó más bien uno de los más ridículos que había conocido. Un Luan en su propio salon.
Así fue como poco a poco, con cada una de sus "bromas", su rabia y decepción fueron en aumento y la llevaron a levantarse de su asiento para encararlo en frente de todos.
– ¡Oye! – le gritó Lynn desde su pupitre.
– ¡Lynn que haces, siéntate! - dijo Margo, avergonzada de su amiga.
Max posó su vista en ella, en un principio extrañado por ese súbito exabrupto, pero al reconocerla esbozó una pequeña sonrisa. Era la chica que ayudó a encestar hace unos días, una chica esforzada que le evocaba muchos recuerdos.
– Oh, eres la chica de la cola de caballo.
– ¡Soy Lynn Loud, tonto!
– Lo siento, soy malo recordando nombres de extraños.
– Oh cierra la boca, Max Lambiscón.
No esperando esa respuesta de la chica, Max se quedó callado y solo bajo la mirada algo dolido, mientras sus compañeros de clase reían a carcajadas y coreaban frases en su contra, "¡Bien dicho Lynn!" "¡Comete esa nuevo!" "¿No eres tan gracioso ahora, cierto?"
– ¡Clase por favor! No estamos en receso, Max, digo, Maximilian por favor ve a tu asiento para comenzar la clase.
– Por supuesto.
Máx camino por la fila de pupitres hasta su asiento, mientras sus compañeros lo asesinaban con sus miradas. Todos los chicos que tenían su pupitre cerca de él lo alejaron, dejándolo solo en un gran espacio en el rincón. No parecía afectado por esa muestra de desprecio, solo se sentó y puso su mirada en el pizarrón.
– Bien, terminó la diversión, test sorpresa para todos. – dijo el profesor, ahora molesto de verdad.
El curso se unió en una queja masiva, mientras Max solo sacaba su lápiz de grafito y una goma de borrar, listo para la prueba que tenía por delante. Lynn, la que no le había quitado un ojo desde que él se sentó a tres pupitres de distancia en horizontal, rechinó los dientes con rabia, no había estudiado absolutamente nada y ahora tendría una F. Todo por culpa de ese raro.
– Vaya, parece que el nuevo se hizo enemigo de todo el salón, hasta me da un poco de pena. – le dijo Margo.
– Es un tonto, se lo busco.
– Si ya me lo suponía, debe de estar necesitado de mucha atención el pobre.
Su pequeño examen sorpresa fue un desastre, como lo suponía. No había estudiado nada en las vacaciones, y estaba totalmente fuera de su alcance el sacarse una buena nota. Solo esperaba que el daño no haya sido tan terrible, cualquier cosa a tener que aguantar a sus padres hablar de su educación. Los minutos pasaron rápido y el profesor comenzó a sacar las hojas de papel de los pupitres.
– Quince minutos de repaso hasta que califique sus pruebas.
Lynn aprovechó ese intervalo para ponerse al corriente con su amiga, mientras de vez en cuando le echaba una mirada rabiosa a Max, el que se veía bastante solo, leyendo un libro como si nada. Hasta que por fin, el maestro se paró de su escritorio con sus pruebas en mano y una cara de pocos amigos.
– Bien ahora leeré sus calificaciones en voz alta.
Nuevamente las voces de los estudiantes se unieron en son de protesta, por la vergüenza que tendrían que soportar al saber las notas de todos.
– No me tome la molestia de ordenarlas, sus calificaciones fueron lo suficientemente malas para quitarme las ganas, pero aquí vamos. Margo Roberts, B-.
– ¡Si! – grito Margo emocionada.
– Recuerda que el conformismo siempre es perjudicial, Margo. Puedes hacerlo mucho mejor para la próxima.
– Lo tendré en cuenta profesor.
Siguieron un montón de D y C-, pero hasta ese momento ninguna F. Había usado su lápiz de la suerte, así que esperaba no haber obtenido una F. .
– Lynn Loud, F.
– ¡¿Que?! – dijo Lynn levantándose violentamente de su asiento – Debe ser un error.
– Eres la única F del salón, por eso te pasarás el almuerzo conmigo en el salón de profesores, revisando tus respuestas y estudiando cómo se debe.
– No puede ser, mi almuerzo...
– No te preocupes Lynn. – le dijo Margo dándole una palmadita en el hombro – Hasta puede que sea una oportunidad para conocer mejor al maestro.
– Margo a veces me dan ganas de golpearte.
– Ay que miedo. – dijo Margo soltando una risita.
– Maximilian Lambert, A+. Wow, sigue así y pronto estarás a la cabeza. – dijo el profesor en un tono jovial.
– Gracias profesor.
El chico no demostró emoción alguna al recibir su calificación, lo hacía parecer como si fuera un día más en su vida perfecta, lo que hizo enojar aún más a los chicos del salón. Por primera vez, todos ellos compartieron un enemigo en común, y eso los hizo dejar sus pequeñas diferencias atrás para hacer caer a su odioso nuevo compañero.
También Lynn estaba empapada en este sentimiento de molestia colectiva hacia ese chico extraño y prepotente, pero este tenía un cariz distinto. Más que odio hacia él, nuevamente se sentía como una tonta al haber albergado esperanzas hacia ese sujeto, pensaba que sería su amigo pero ya no. Rasgó su pupitre con sus uñas al recordar lo estúpida que fue al esperar toda la semana para que apareciera en la cancha y darle las gracias.
Desde ese momento las clases continuaron con un ánimo bastante raro, depresivo, desesperanzador para todos. Menos para el nuevo, el que solo miraba inexpresivo la ventana, con la mano en su mentón, aburrido de todo.
Lynn sintió la necesidad de saldar las cuentas al verlo así de tranquilo, y qué mejor que una bola de papel directo en su cara. Sacó una de las páginas de su cuaderno y la apretó hasta dejarla bastante dura, la puso en su mano y se la lanzó justo en la cabeza.
Se escondió con su libro abierto como una niña traviesa, apenas conteniendo la risa. Sabía que lo que seguiría serian duras consecuencias, el tonto la acusaría al maestro y terminaría castigada hasta después de clases, al menos eso era lo que esperaba, no una bola de papel justo en su escritorio.
La inspeccionó con cuidado y noto que decía "Ábreme" escrito con un plumón. Curiosa, leyó sus contenidos: "Buen lanzamiento, lástima que tu cabello aún huele a ketchup rancio". No pudo evitar ponerse roja al recordar que no se había aseado cuando esa vez conoció a Max en la cancha.
– ¡Eso no es cierto! – gritó con rabia.
– ... Señorita Loud. – le dijo el profesor, amonestándola.
Esta vez todo el salón se rió de ella, también Max, el que ponía su mano sobre su boca para ocultar su risa de todos.
Lo que siguió fue una batalla campal entre los dos, se lanzaron de todo, bolas de papel, pedazos de goma, lápices y Lynn le lanzó hasta un diccionario, el que Max logró esquivar, pero golpeó la ventana hasta casi trizarla. El profesor se molestó bastante con los dos, tanto así para dejarlos limpiando todo el desastre que causaron hasta después de clases.
– Trabajemos juntos para terminar esto rápido. – le dijo Max dándole un escobillón – Quería jugar toda la tarde, pero ya ni modo.
Lynn tomó el escobillón casi quitándoselo de las manos y comenzó a restregar el piso, molesta por el mal día que había tenido, y por el culpable que estaba a su lado escobillando y tarareando una tonta canción. Estaba a punto de estallar, lo sabía, debía calmarse, actuar natural y pensar positivo. Pero su tonto tarareo debia finalizar, eso si no lo tranzaba.
– ¿Podrías hacer el favor de callarte? – le dijo Lynn en un tono educado.
– Claro que no, es mi canción favorita.
Lanzó el escobillón hasta el otro lado del salón, apretó sus puños y se plantó frente a Max, el que la miraba curioso de saber lo que la castaña estaba a punto de hacer.
– ¡Te detesto! – le gritó en su cara.
– Pero tú me caes bien.
– ¿E-en serio?
– No, estaba bromeando.
Su respuesta la molestó aún más, parecía que el chico nuevo tenía un talento inigualable para hacerla enojar. Nuevamente apretó sus puños, estaba lista para darle una paliza de una vez por todas, pero algo dentro de si la detenía cada vez que observaba su cara, cansada y tranquila, surcada por unas extrañas líneas de vejez temprana. No lo entendía, pero las ganas de luchar se desvanecieron de pronto, y solo quedó la decepción.
– ¿Has podido encestar más canastas esta semana? – le dijo el chico de pronto.
No quiso responder de inmediato, así que le dio la espalda y fue a buscar el escobillón tiro. Al verlo que seguía en la misma posición, mirándola con una pequeña sonrisa, no pudo aguantar no responder.
– Obvio, soy la tiradora estrella del equipo. – dijo Lynn alejando su mirada de pronto.
– Pensaba que eras la capitana, digo, por tu personalidad y eso.
– Pues no, mis tontas compañeras no me eligieron. – dijo Lynn apretando la escoba con fuerza – Eligieron a una debilucha que se la pasó en la banca todo el año pasado ¿Puedes creerlo?
– Si, al final todo se vuelve un tonto concurso de popularidad, que fastidio.
– ¡Cierto! Qué importa que sólo sea de segundo año, soy mejor de todas esas...
Se detuvo al darse cuenta que estaba hablando con Max de esa forma, tan cordial, como si nada hubiera pasado entre ellos.
– ¿Por qué la cara larga? – le dijo el chico.
– ¿Buscas pelea, Max?
– No, claro que no. – dijo Max dándole una sonrisa – Solo me preguntaba por qué estás enojada conmigo ¿Hice algo mal?
– ¿Algo mal? – dijo Lynn explotando de pronto – ¡Algo mal! Me saque una F por tu culpa, ahora tendré que aguantar a mis padre por horas hablándome de mi educación.
– Pues tienen razón, deberías tomarla más en serio.
– ¡Ja! Que sabes tu cerebrito, de seguro has sacado A desde el jardín de niños.
– Si claro. – dijo Max poniéndose nuevamente a restregar el piso – Me recuerdas mucho a mi antiguo yo, hasta me da un poco de miedo.
– Lavate los ojos, ambos no nos parecemos en nada.
No encontrando respuesta de él, tomó el escobillón y comenzó a barrer los pedazos de goma bajo su asiento. Quería que se callara de una vez y dejara de hablarle, aunque las cosas estaban bastante aburridas, no quería tener que hablar.
– No es mi culpa que ustedes no tengan sentido del humor. Y pensar en lo que me esforcé en escribir esas bobadas…¡Pff!
Y su compañero de castigo se rió como si nada, mientras ella lo veía sorprendida. Era la primera vez que lo veía reír de esa manera y la primera vez que se veía realmente feliz. No pudo evitar que su corazón latiera con fuerza, y sonriera por reflejo. Pero negó con la cabeza, obviamente se reía de ella, si, eso tenía que ser.
– ¿De que te ries?
– Oh nada, solo recordé las caras de todos cuando conté esas tontas historias.
– ¡Felicidades! Ahora todos te odian, tu plan fue un exito, tonto.
– Eso era lo que esperaba. – dijo Max tomando un matiz más serio – Recuerdo que en los partidos comienzan a encestar tiros imposibles para que el otro equipo se asustara. Bueno, yo hice lo mismo y continuaré haciéndolo.
– ¿Y cual es tu razón tan importante para hacer que todos te odien?
– Ser el número uno, el mejor estudiante de la clase para ser mas especifico.
Sus objetivos eran los mismos, pero ambos buscaban cosas distintas. Ella quería sentir la alegría de ser la número uno junto a sus compañeras de equipo, levantar el trofeo en alto y festejar con sus amigas y familia. Mientras que él, solo buscaba una tonta y aburrida calificación. Aún peor, estaba dispuesto a ser despiadado para conseguir el podio, y ella no era tan despiadada para hacer a otros perder y quedarse con el premio ¿O si? A su mente llegaron las memorias de su partido por el sexto lugar, estaba tan enojada que lesionó a una de sus contrincantes para sacarla del partido.
– Tú también quieres ser la número uno, lastima que solo en los deportes.
– ¿Qué tienes contra los deportes? ¿Tú también juegas basquetbol cierto?
– Jugaba... – dijo Max con una tristeza momentánea – Los deportes están bien y todo. Pero no tiene sentido esforzarse en ellos, solo son una pérdida de tiempo que podría ser usado en algo mucho más útil, como sacar buenas calificaciones.
– Y de que te sirve todo eso si ni siquiera puedes tener amigos.
– ¿Amigos? – dijo Max en son de burla – Y para qué rayos sirven esos.
No supo como, pero cuando se dio cuenta, ya estaba sosteniendo a Max contra la pared, agarrándolo por las solapas de su chaqueta. Estaba furiosa por el veneno que soltaba en cada una de sus palabras, amaba a sus amigas tanto como su propia familia, el escuchar a un tonto decir que los lazos que habia creado no valian nada, iba mas alla de lo que podia aguantar.
– Realmente te detesto.
Lo soltó de su agarre y le dio la espalda, cruzándose de brazos y apretando sus dientes con fuerza. Algo en ella se quebró en ese momento, una luz de esperanza se apagó al fin, él no era el amigo que buscaba, no era el que tendría su espalda y le diría que estaba bien ser como era. No, eso solo había sido un espejismo de su mente solitaria. En realidad era un ser vil y despreciable, que en esos momentos odiaba con todo su ser.
– Solo divagaba, no te lo tomes tan en serio. – dijo Max soltando un pesado suspiro – Tengo...Un humor tonto, bastante tonto... y a veces yo...
– Suficiente, tú termina de limpiar el salón, yo me voy. – dijo Lynn soltando la escoba – Y si quieres acusarme me importa un comino, cualquier castigo es mejor que pasar la tarde contigo.
Le dio la espalda, levantó su mochila del piso y caminó hasta el pasillo, no quería pasar un minuto con ese tipo odioso. La verdad, no quería volver a verlo nunca más.
