Buenas tardes ;)

Creo que mi inspiración se va a quedar aquí por un rato XP XD Les dejo el segundo capítulo donde veremos más interacciones entre Minos y el Grifo, así como la explicación de la marioneta blanca.

Sean bienvenidas las lectoras anteriores y los nuevos usuarios que gusten leerme, aunque sea de forma anónima ;D

De antemano agradezco sus reviews, los cuales me alegran y me animan a escribir más ;) :D


Sobre sus comentarios:

Kitty 1999: Querida, gracias por tu fidelidad ;) espero que te guste esta nueva historia por parte de Minos, te mando un abrazo :)

Ginink: Es bueno tenerte por aquí, gracias por comentar y por tus palabras, me animan mucho. Sobre la miel, veo que sigue siendo un tema de mucha atención XD XD :) No te preocupes, claro que desarrollaré esa parte y verás cómo el juez consiguió la jalea y porque le gusta usarla de esa manera jaja ;D

Natalita07: Me alegra que andes por aquí querida lectora ;) y que bueno que te gusta la idea de leer la perspectiva de Minos. Tienes razón en lo que pasó con Anna, aunque no se puede decir que ella se traumara XDXD Pero bueno, aquí veremos que pensaba el juez y cómo es que el Grifo lo manipula. Minos NO es nada inocente, pero ya lo leerás más adelante ;D Voy a tratar de explicar todo lo posible y tal vez si haga más desarrollo de lo que sucede con Anna y Minos ;D Gracias por adorar a mi perverso juez ;3

Pyxis and Lynx: Bienvenida de nuevo ;D muchas gracias por leer y comentar. Aquí veremos todos esos pensamientos, tanto del juez como del Grifo y de nuevo Anna será su marioneta, indudablemente XDXD Pero bueno, sabemos que no la pasó "tan mal", sólo algunos sustos. Sobre la marioneta, como te comenté habrá un detalle macabro y aquí lo leerás :D

Roses Girl: Un gusto tenerte por aquí lectora :D gracias por tus palabras y espero que te guste el fanfic, donde veremos esos pensamientos por parte de ambas personalidades. A partir de aquí verás cómo el juez juega con Anna para confirmar su condición de espectro defectuoso XDXD y pues ya sabemos qué va a pasar, pero desde otro enfoque :D:D gracias por leer.

Leyla: Hola de nuevo chica, que divertido leerte otra vez, sólo espero no te infartes y termines tus tareas ;D;D Claro que sí, tendremos lemon y más lemon, ya me conoces :D:D pero vamos con calma, me gusta la tensión previa al plato fuerte XD ;) gracias por comentar.


Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. La historia es de mi autoría personal, la cual solamente escribí por capricho perverso :P


Capítulo II

Minos iba de camino a la Corte del Silencio.

El día anterior había aceptado la petición de la entidad mitológica respecto a la monja de raro comportamiento. La observaría un poco, sólo para comprobar hasta donde había fallado su conversión a espectro de servicio. Si resultaba ser como las últimas creaciones defectuosas de Luco, medio conscientes y medio aterrados, se desharía de ella. Los siervos que presentaban fallas de ese tipo, eran completamente inservibles para el ejército de Hades.

Poco antes de llegar al Tribunal, comenzó a percibir el cosmos inquieto de Lune de Balrog, lo que significaba que de nuevo estaba haciendo estupideces. El subalterno se comportaba como un idiota cada vez que las almas condenadas lloriqueaban demasiado. No entendía porque se molestaba tanto con los ruidos. Sí, a él tampoco le agradaba el escándalo, pero el ministro interino exageraba con sus reacciones de ira, dejando demasiados destrozos y suciedad con su látigo de fuego. Entonces, a esta hora, ya era probable que las monjas estuvieran limpiando su desastre en la estancia principal.

El juez se acercó a las escaleras del edificio y comenzó a subirlas, tenía que revisar que Lune hiciese bien su trabajo, dado que a veces no se tomaba muy en serio dicha responsabilidad. No es que fuera algo grave, pero el Balrog tenía demasiada manía por leer todo acerca de las almas, todos sus secretos y pecados para otorgarles el mejor castigo. Ese no era el problema, así es cómo se debía juzgar a los muertos, el fallo radicaba en que el interino perdía demasiado tiempo al dar un veredicto.

Leía y releía, deleitándose con los errores que cometieron en vida los condenados, lo que hacía más lenta su actividad. En un solo día, Minos podía juzgar y condenar hasta mil almas, pero Lune no lograba alcanzar ni la mitad de dicha cantidad, lo que enfurecía al juez, ya que después, él debía complementar los faltantes, dado que no era nada recomendable dejar que se acumulasen en espera de recibir sentencia.

Llegó a las grandes puertas e ingresó tranquilamente, haciendo resonar su Sapuri con cada uno de sus pasos. De inmediato, pudo ver al grupo de monjas oscuras que hacían la limpieza del recinto, casi habían terminado sus tareas. Rápidamente éstas se alinearon e hicieron una reverencia respetuosa ante él.

Minos mantuvo la mirada fija en su estrado, observando a Lune, pero eso no impidió que notara de nuevo la particular huella del cosmos activo en la sirvienta de ayer. Estaba ubicada al final de la fila, comportándose como una monja común. Afortunadamente sólo los jueces podían notar esas ínfimas muestras de cosmoenergía estando lo suficientemente cerca, de lo contrario, los otros espectros ya la hubieran detectado y asesinado.

—Es suficiente, retírense ya— pronunció Lune, poniéndose de pie.

El juez se percató de su gesto nervioso, seguramente había perdido de nuevo toda la mañana con las almas, aunque de momento no se veía ninguna a la vista. Las monjas se encaminaron a la salida, pero aún faltaba algo de limpiar, así que pronunció otra orden.

—Hey tú, la última, la puerta del exterior necesita limpieza, así que encárgate. —

Minos no perdía detalle mientras subía por las escaleras, haciendo una sutil mueca, justamente lo que necesitaba para observar a la sirvienta. La susodicha confirmó con un tono reservado y de inmediato salió del lugar para cumplir con la actividad.

Veamos que tanto has avanzado, Lune.

—Bienvenido, señor Minos— saludó el Balrog con una inclinación, al mismo tiempo que se apartaba del escritorio de trabajo.

—¿Cuántas almas has juzgado hoy? — preguntó sin rodeos, sentándose en su trono y clavando la mirada en el libro abierto.

—El día de hoy ha estado más tranquilo, señor— respondió inquieto. —Se ha dictado sentencia a trescientas almas, Caronte mencionó que el juez Aiacos se encargó de un porcentaje similar, lo que quiere decir que han disminuido las muertes diarias. —

Una repentina risita burlona hizo que Lune tragase saliva despacio.

—¿Aiacos trabajando? — alzó la mirada hacia el subordinado. —Él está en el castillo, encargándose de formar los grupos de avanzada para las próximas incursiones al Santuario. —

—Lo sé señor, pero también ha venido temprano al Tribunal y ha hecho su trabajo con los muertos. —

Minos alzó una ceja en gesto de reproche.

—¿Y tú?, ¿Por qué no veo que estés haciendo lo mismo? — bajó los ojos nuevamente, pasando las hojas del libro, leyendo los registros aleatoriamente. —Es muy poco lo que has avanzado y te recuerdo que, para ser mi suplente, debes cubrir una cuota mínima. —

El Balrog tomó un poco de aire, buscando la mejor respuesta para no irritar a su jefe.

—Señor Minos, yo he tratado de… —

—¡Te lo advierto Lune! — interrumpió con rudeza el juez. —Sigue distrayéndote en cosas irrelevantes y te voy a degradar, tal vez quieras hacerle compañía a Mandrágora y vigilar la entrada del Yomotsu— amenazó.

El interino dio un paso atrás he hizo una negación con la cabeza.

—No es necesario que tome esas medidas, señor— dijo con aprensión. —Sabe perfectamente que no soporto los chillidos de ese maldito Sapuri. —

—Entonces déjate de estupideces y ponte a trabajar, sino cumples con la cuota del día de hoy, ni te presentes mañana— advirtió, poniéndose de pie. —Termina de archivar esto y luego te largas al rio Estigia, ahí mismo vas a recibir a las nuevas almas y las vas juzgar antes de que sean enviadas con alguno de los otros jueces. —

—Pero señor… — quiso replicar.

Minos ignoró al Balrog, encaminándose a los pasillos posteriores a través del pasadizo en el muro. Claramente lo escuchó rumiar con frustración, pero sabía que no le quedaba más opción que obedecer. Era demasiado divertido fastidiarlo, pero en éste momento quería ocuparse de otra cosa. Se dirigió al ala oeste del Tribunal, para después salir por una de sus grandes puertas laterales. Desde esa distancia y posición, era capaz de distinguir la entrada principal y a la monja que hacia la limpieza ahí.

Siguió sus movimientos con atención, pero ella no hacía nada extraño, se comportaba como una sierva más, fregando afanosamente las enormes hojas de madera. El tiempo avanzó hasta que finalizó su actividad y cuando iba a recoger sus herramientas de limpieza, las puertas se abrieron. Lune salió caminando tranquilamente, ni siquiera le prestó atención, simplemente se alejó con la vista clavada en el libro de almas, tenía trabajo que hacer.

El juez lo observó hasta que se perdió de vista, retornando después su atención a la monja, la cual ya se disponía a marcharse también del lugar.

Síguela, veamos cómo se comporta cuando nadie la ve ≫ susurró el Grifo en su cabeza.

Minos esperó a que la susodicha se alejara lo suficiente, para luego abrir sus alas negras y ejecutar un poderoso aleteo que lo elevó por encima de todo. En silencio, comenzó a seguirla desde una distancia considerable.

La mujer se alejó con paso rápido, llegando poco después a una colina árida y solitaria. El juez pudo percibir la ansiedad en el lenguaje corporal de la monja, quizás intuyendo que algo la seguía. Sin embargo, no parecía darle demasiada importancia a eso, ya que después de mirar para todos lados, procedió a quitarse el velo y la cubierta de la cabeza, dejando al descubierto su oscuro cabello.

Que interesante ≫ hizo una mueca maliciosa la entidad mitológica. ≪ ¿Desde cuándo una monja se toma un respiro en medio de la nada?

Sin proponérselo, Minos también sonrió con bastante interés al observar sus movimientos. La mujer tenía el cabello lacio y por debajo de los hombros, pero no podía distinguir claramente sus rasgos, así que debía aproximarse. La vio tomar asiento en una piedra del lugar, parecía que meditaba sobre algo. Entonces decidió bajar cerca de ella.

Se deslizó suavemente por el aire sin aletear de nuevo, consiguiendo que sólo sus pies resonaran al tocar tierra a unos metros detrás de la monja. Ésta se sobresaltó de inmediato al escuchar el sonido metálico, notándose en su reacción petrificada. Minos mantuvo una expresión curiosa, observándola de espaldas, recorriendo su silueta y prestando atención a su comportamiento.

Así que estás asustada— pensó para sí mismo, advirtiendo un sutil temblor en ella.

Al parecer, las sospechas del espectro de Grifo eran reales, pero antes de confirmarlo, tenía que asegurarse de unas cuantas cosas. Lo primero, averiguar si la monja tenía el suficiente razonamiento para contestar preguntas fuera del contexto de servidumbre.

—¿Qué haces aquí? — cuestionó impasible.

Casi de inmediato percibió su nuevo sobresalto, al mismo tiempo que se ponía de pie, manteniendo la cabeza agachada para que su cabellera le cubriera el rostro. Se giró hacia él, haciendo una marcada reverencia. Primer error, tratar de disimular.

—Mi señor… — respondió en voz baja, mientras recogía la cubierta y el velo. —Nada, mi señor. —

Minos sonrió ligeramente al escuchar su voz, poseía un matiz suave y delicado, pero alterado por su nerviosismo. Entornó los ojos al verla colocarse las piezas nuevamente para luego erguirse un poco más, pero sin mirarlo directamente, lo que de cierta forma lo irritó, dado que deseaba conocer su rostro. No obstante, esos movimientos pausados la delataban en un segundo error, un espectro de servicio nunca actúa precavidamente.

Su sonrisa se volvió ladina cuando la monja de nuevo se agachó para tomar sus herramientas de aseo y alejarse lentamente rumbo al camino de las barracas, pero sin darle la espalda ni un segundo. Eso únicamente le confirmó al Grifo que la mujer era un espectro con defectos de creación.

Esto es mejor de lo que esperaba ≫ habló de nuevo la entidad. ≪ Ahora pregúntale su nombre, de esa manera podremos confirmar si su memoria está intacta

Minos acató sin dudar, reconociendo que esto era bastante divertido.

—Dime tu nombre. —

La sirvienta volvió a respingar y aunque el juez no podía verle el rostro, su miedo se hizo notorio en cada uno de sus ademanes asustados. Probablemente no se imaginaba estar en semejante situación, así que no sabía cómo reaccionar, evidenciándose sin querer.

—Anna… —

El susurro fue bajo, pero él lo escuchó con claridad, sorprendiéndose bastante, ya que eso corroboraba que la monja no tenía suprimida la memoria, al parecer, la conversión había fallado en un alto porcentaje. Una risita siniestra escapó de su boca… una parte provenía de sí mismo y la otra, pertenecía a la bestia mitológica. Ambos estaban complacidos con dicha respuesta.

Es suficiente por ahora, dejemos que se marche y crea que no la hemos descubierto ≫ indicó el espectro.

Minos no dijo nada más, simplemente le dio un último vistazo y después giró sobre sus talones para marchar de regreso al Tribunal del Silencio. Pudo sentir su mirada sobre él, quizás pensando que este encuentro había sido muy extraño y arriesgado.

Se alejó sin mirar atrás, pero en su mente las ideas ya comenzaban a gestarse.

Entonces, es una monja defectuosa— reflexionó, interactuando con la criatura mitológica. —¿Desde cuándo se habrá dado cuenta de su condición?

Probablemente sean sólo unas semanas, si no me equivoco, pertenece al grupo de los últimos espectros de servicio que creó Luco de Dríades antes de ser derrotado.

¿Hasta qué grado crees que su voluntad y conciencia estén activas?

No lo sé, pero podríamos ponerla a prueba ≫ se regodeó encantada la criatura. ≪ Con una marioneta de hueso…

El juez alzó una ceja, haciendo un gesto de duda, no se le hacía familiar dicho concepto.

¿A qué te refieres?

Es un pequeño truco que nos servirá para confirmar de manera inequívoca que tan humana sigue siendo ≫ explicó en un tono enigmático. ≪ Y de paso, la mantendremos vigilada al mismo tiempo.

Minos se alzó de hombros, no sabía a qué se refería, pero tampoco podía negar que sonaba interesante su propuesta.

.

.

Al día siguiente.

Ya era bastante noche en el mundo exterior, situación que Minos aprovechó para salir del castillo a hurtadillas. A esa hora todo estaba tranquilo y aunque había algunos soldados Skeleton y uno que otro espectro de rango medio vigilando, estos no dijeron absolutamente nada al ver a uno de los tres líderes caminando por los pasillos.

El juez aprovechó un momento de descuido en el cambio de guardia para abandonar el lugar. Así que, desde lo alto de una de las torres más apartadas, se dejó caer al vacío con las oscuras alas extendidas, permitiendo que las corrientes de aire lo elevaran y alejaran a una distancia segura. Posteriormente comenzó a volar con rápidos aleteos, dirigiéndose a tierras lejanas.

—¿Estás seguro que debemos ir a ese lugar? —

Sí, es el único sitio que recuerdo en estos momentos y si no me equivoco, los restos siguen ahí a pesar del tiempo.

—¿Y porque precisamente deben ser esos huesos?, podría asesinar a un soldado Skeleton y ya. —

La risa burlona del Grifo resonó en su cabeza.

El cosmos que manejas tiene memoria, dicha memoria se hereda a través de la sangre y la carne, por lo tanto, sólo los restos mortales que albergaron dicho poder, pueden soportarlo de nuevo ≫ explicó la criatura. ≪ Si utilizas los huesos de otro ser, estos se pulverizarán inmediatamente.

Minos rodó los ojos y resopló molesto. No le hacía ninguna gracia lo que le estaba pidiendo la entidad mitológica, pero era necesario hacerlo. Después de todo, si esa monja resultaba ser adecuada, el beneficio sería bastante satisfactorio.

Más tarde.

Alrededores más alejados del Santuario de Athena.

La luz de media luna bastaba para iluminar el ambiente, así que el juez descendió en silencio, en medio de un espacio abierto entre los árboles, permitiendo que sus enormes alas lo bajaran sin tener que hacer uso de su cosmos, evitando de esta manera ser detectado por algún santo. Era una jugada arriesgada haber ido hasta ese lugar, pero el Grifo fue muy específico, necesitaban esos huesos. Caminó hasta un paraje solitario y ahí le señaló el sitio dónde reposaban los restos de su antepasado.

La confrontación final de la anterior guerra santa del siglo XVI se llevó a cabo en el Santuario. Y en ese entonces, los cuerpos humanos de los espectros asesinados, entre ellos el anterior recipiente de la Estrella Celeste de la Nobleza, fueron sepultados en los límites, en una fosa común. Con el paso del tiempo esa tumba fue olvidada, pero su contenido seguía presente, enterrado y momificado.

Su macabra tarea dio inicio y Minos comprobó lo dicho por el espectro cuando comenzó a excavar en una parte concreta, ayudándose de las extensiones de su Sapuri y sus afiladas plumas. No pudo evitar percibir cierta sensación de familiaridad, sabía que los huesos que estaba buscando, pertenecieron al juez anterior, a uno de sus predecesores en la línea de sangre del Grifo.

Una media hora después su objetivo se asomó, polvoso y blanquecino, en medio de la tierra ocre. El juez alzó una ceja sorprendido al encontrarse con una mezcla de indumentarias antiguas y esqueletos incompletos, viejos, rotos, desgastados por los siglos, pero no perdidos por completo. Probablemente se trataba de los restos de varios espectros.

—¿Y ahora qué? —

Sólo acerca la mano, yo te diré cual tomar.

Minos se acuclilló y extendió el brazo con la palma abierta. De inmediato tuvo una sensación de cosquillas cuando pasaba justamente encima de ciertos huesos.

Esos son, toma las piezas más grandes y larguémonos de una vez, el tallado nos tomará algo de tiempo.

—¿Tallado?, ¿Tengo que labrar estas porquerías? — gruñó el juez, provocando la risa de la bestia.

Ten más respeto por tu antepasado, sus huesos nos van a ayudar.

No le quedó más remedio que resignarse y continuar con dicha labor.

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Inframundo, Ptolomea.

Al día siguiente.

Minos se encontraba en la biblioteca, sentado en su sillón. Entre sus manos sostenía una bolsa de piel, la cual contenía varios trozos de hueso de diferentes tamaños. Ya habían sido limpiados y seccionados en la cantidad de piezas necesarias para comenzar a darle forma a la futura marioneta. Vació todo sobre su escritorio, incluyendo algunas herramientas para el labrado. Tomó un raspador y comenzó a tallar la primera pieza.

—Esto es fastidioso— murmuró.

No te quejes, puedo asegurarte que valdrá la pena hacerlo.

—¿De que servirá darle éste juguete a la mujer? —

Ya lo verás.

El juez rodó los ojos, pero siguió trabajando con la pieza, dándole forma y puliéndola hasta dejarla completamente blanca y lustrosa.

No obstante, dicho trabajo tomaba tiempo y él no podía distraerse de su responsabilidad con las almas y tampoco debía dejar de lado las reuniones con los otros jueces. Así que siguió con sus actividades, confiando en que la monja con defectos de creación no fuese descubierta por alguien más, situación que más adelante, se aseguraría de que no sucediese.

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Tribunal del Silencio.

Al día siguiente.

Minos estaba en el almacén revisando que los nuevos libros de almas quedaran bien ordenados. Pasó un dedo por el borde del estante, dándose cuenta de que había una leve capa de polvo. A él no le preocupaba demasiado la limpieza de ese espacio, pero quizás éste particular detalle podría serle de utilidad.

—¡Lune! — alzó la voz.

—Sí, señor Minos— el Balrog se asomó desde la puerta.

—Quiero que pidas un grupo permanente de monjas oscuras para las tareas de limpieza— enseñó su dedo con la evidente muestra de mugre. —Deben asear más seguido el almacén de libros y de paso, que trapeen diario el piso de la estancia principal, tu ridícula manía de castigar a las almas está dejando demasiada suciedad. —

El subordinado no parecía muy convencido.

—Pero señor, a las siervas no se les permite entrar aquí, esa tarea… —

—La harás tú entonces— interrumpió el juez con gesto burlón. —Y otra cosa, quiero que sean las mismas monjas que vienen siempre, ellas ya conocen el lugar, así que ocúpate de eso ahora mismo. —

El Balrog hizo un gesto de fastidio mal disimulado, pero no le quedó más remedio que obedecer.

—Como usted ordene— confirmó y se retiró del lugar.

Minos siguió revisando los anaqueles y acomodando los libros por fechas específicas. En los últimos meses había sido necesario mandar a traer nuevos volúmenes debido a la cantidad de muertos que llegaba al inframundo.

—Si no me equivoco, son las mismas sirvientas todo el tiempo. —

Tienes razón, al menos de esa manera nos aseguramos de que la mujer estará en un sólo lugar y sin el riesgo de que otros espectros la descubran ≫ reconoció el Grifo.

—Eso facilita las cosas hasta que tenga lista la marioneta. —

Salió del almacén y se dirigió a su escritorio para juzgar a las almas recién llegadas al Tribunal.

Esa misma tarde.

El juez observaba desde las escaleras de acceso. El grupo de cinco monjas ya había llegado para comenzar sus tareas permanentes dentro del edificio. Sonrió por lo bajo al notar que entre ellas venía la mujer que le interesaba. No comprendía cómo es que seguía con vida después de recuperar su libre albedrío, pero sin lugar a dudas, su habilidad para disimular y conservar la calma en un lugar como éste, era de admirarse.

—Síganme— ordenó impasible.

La monja con defectos de creación se mantenía tranquila, pero el juez podía notar la sutil vibración inquieta de su cosmos. Quizás podía engañar a otros, pero no a un líder del inframundo.

—Ustedes dos, encárguense del ala oriente— señaló a dos sirvientas y les indicó la zona que debían mantener aseada. —A ustedes, les toca la occidental— el otro par de monjas asintió, encaminándose al sitio. Observó a la que faltaba. —Tú te quedas aquí, en la estancia principal. —

Acto seguido, se dio la media vuelta rumbo a la salida. No era necesario que la mujer se inquietara antes de tiempo, así que la dejó sola para que se entretuviera en sus labores. El haberla dejado en esa zona le facilitaba poder observarla mejor sin levantar algún tipo de sospecha. Aunque sólo el Balrog era quien más tiempo permanecía en la Corte del Silencio.

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Tres días después.

Castillo de Hades, Salón de Guerra.

Minos estaba molesto. No había tenido tiempo para ir al Tribunal, dado que las reuniones con Rhadamanthys y Aiacos se habían alargado más de lo debido. Según Pandora, el dios Hades ya estaba más activo en su anfitrión, así que era momento de comenzar a elegir las estrategias que emplearían una vez que se declarase la guerra santa.

Respecto a su trabajo de sentenciar almas, éste seguía a cargo de Lune, quien lo desempeñaba de manera más o menos aceptable, dado que no había recibido ningún mal reporte hasta ahora. Entonces no tenía que preocuparse por ese asunto. No obstante, lo que le tenía de mal humor en éste momento, era la estúpida actitud de Rhadamanthys.

Debido a su prepotencia y exceso de confianza, el Wyvern se creía capaz de iniciar una ofensiva él solo en contra del Santuario.

—¿Acaso eres idiota? — cuestionó Minos sin mirar a su homólogo. —¿Crees que tú solo podrás contra los santos de Athena? — se burló, mientras seguía tallando una pieza de hueso.

Los tres líderes estaban sentados alrededor de una gran mesa redonda, la cual era su área de trabajo, donde se podían observar mapas, libros, anotaciones en pergaminos, figuritas de madera y otros elementos más que servían de apoyo para trazar los planes y definir las próximas maniobras bélicas.

—¿Estas dudando de mi poder? — gruñó Rhadamanthys, observándolo con desprecio.

—No dudo de tu poder— levantó la mirada hacia su compañero, sonriéndole mordaz. —Pero sí de tu inteligencia, ¿Acaso no has pensado en que sería mejor organizar una infiltración silenciosa en vez de un ataque directo? —

El otro juez le enseñó levemente los colmillos, no le agradaba que alguien pusiera en duda sus capacidades como guerrero de Hades. Sin embargo, tenía que aceptar a regañadientes que sus palabras tenían algo de verdad.

—Si te crees tan listo, ¿Qué propones? —

—Fácil, de tu batallón podrías escoger a los espectros que tienen habilidades de camufle, por ejemplo, ese adefesio de Zeros de Rana, puede ocultarse perfectamente bajo tierra sin ser detectado, lo mismo puede hacer Raimi de Gusano, con la ventaja de que su Sapuri genera descargas, eso sería efectivo en una emboscada, ellos si pueden infiltrarse en el Santuario bajo las sombras de la noche— explicó Minos.

El Wyvern resopló molesto, pero debía reconocer que su compañero tenía razón. Además, Raimi ya se había infiltrado antes al Santuario y logró sobrevivir a duras penas al ataque del santo de Aries. Y era cierto, tenía más espectros con habilidades de ocultamiento en su escuadrón, pero evidentemente, no le daría la razón a Minos.

—Raimi podría ser útil, pero al idiota de Zeros lo eliminarían de inmediato. —

—Al parecer, no conoces las habilidades de todos tus hombres, tienes más soldados con buenas capacidades, pero veo que ni enterado estás de eso— se burló reiteradamente el juez Grifo. —¿Por eso quieres ir tú personalmente?, ¿Para alardear de tu fuerza?, ¿O tal vez para llamar la atención de Pandora? —

Rhadamanthys gruñó molesto mientras cerraba un puño amenazante en su dirección.

—¡Repite eso, imbécil! —

Entonces se escuchó el sonido de una botella siendo abierta, lo cual distrajo la atención de ambos.

—Muchachos, tranquilícense un poco, creo que estamos muy estresados por permanecer tanto tiempo aquí— dijo Aiacos en un tono relajado e indiferente. —No tiene caso seguir con esto, que les parece si tomamos un descanso— sirvió lo que parecía ser vino tinto en tres copas para luego probarlo. —Ah, pero que buena cosecha— degustó la bebida con evidente placer.

Minos estiró el brazo para alcanzar su copa e hizo lo mismo, ignorando los gestos irritados del Wyvern.

—¿Qué hay de ti, Aiacos?, ¿Ya estás revisando lo del Navío Negro o quizás Behemoth está distrayéndote también? —

El aludido rodó los ojos y bebió un par de tragos más antes de contestar.

—¿Acaso estás celoso, Grifo? — se expresó cínicamente. —Eres el único que al parecer no ha encontrado compañía agradable en éste maldito lugar, ¡Qué pena por ti! — soltó una risita mordaz.

Minos siguió bebiendo y amplió todavía más su sonrisa maliciosa, dando a entender que los comentarios socarrones no le afectaban en nada. Y, además, con esa mención, el juez Garuda confirmaba indirectamente que Rhadamanthys también se distraía con una mujer. Seguramente Pandora.

Par de idiotas, sus comentarios simplemente le ratificaban al Grifo que no estaban pensando en el futuro.

—Pueden burlarse todo lo que quieran— dejó la copa sobre la mesa y se puso de pie. —Pero si yo estuviera en su lugar, no me confiaría tanto— empezó a caminar hacia la salida del salón. —El que ríe al último, ríe mejor. —

No dijo nada más, simplemente desapareció tras la puerta. Los otros jueces se miraron entre sí, no comprendían del todo a qué se refería.

Tribunal del Silencio.

Esa misma noche.

El juez iba subiendo las escaleras de la entrada, al fin podía darse un poco de tiempo para revisar que Lune hubiese hecho bien su trabajo y de paso, verificar que la monja siguiera ahí. Bajo el brazo llevaba un envoltorio negro que no se notaba gracias a la protección de su armadura. Dentro se encontraba la marioneta de hueso, por fin la había terminado y ahora era tiempo de hacer el proceso final.

Primero busca a la mujer ≫ indicó el espectro. ≪ Quiero ver qué está haciendo.

—Tú y tu maldita prisa— bufó Minos. —Te recuerdo que no ha sido mi culpa el no poder venir antes— empujó lentamente las grandes puertas.

Cállate y mira hacia el estrado ≫ le ordenó de repente.

El hombre estuvo a punto de reclamarle, pero de inmediato vio a lo que se refería. La monja defectuosa se encontraba frente a las puertas del almacén de libros. Estaba muy entretenida husmeando a través de una hendidura, posiblemente sintiendo curiosidad por lo que ahí se guardaba. Tan distraída, que no se dio cuenta de que ya no estaba sola.

El Grifo sonrió maliciosamente, lo que hacía la sirvienta era otra confirmación de su libre albedrío.

Mira nada más, que hembra tan curiosa… veamos cómo reacciona esta vez.

Minos no necesitó que dijera algo más, solamente abrió despacio las alas del Sapuri y haciendo uso de su habilidad física, dio un gran salto en el aire sin hacer ruido alguno. Planeó un poco para alcanzar el estrado y luego aterrizó cerca de su escritorio.

—Vaya, vaya, ¿Qué tenemos aquí? — habló de forma sorpresiva, provocando el sobresalto de la monja. —¿Lune te dijo que limpiaras el interior? — sonrió traviesamente.

Esa pregunta era una trampa, ya sabía de sobra que su subordinado no le ordenaría a ninguna de las sirvientas limpiar los estantes de libros. La mujer se apartó de las puertas e hizo una reverencia para intentar disimular su miedo, el cual podía ser percibido como un sutil estremecimiento que la recorría.

—Sí… mi señor. —

La mueca de Minos se amplió todavía más al escucharla, ella estaba mintiendo.

—Bien, entonces hazlo, pero no toques ningún libro. —

Fue lo único que dijo, para luego irse por el pasadizo en el muro. La puerta de piedra se deslizó dándole acceso a los pasillos, encaminándose de nuevo a la oficina de trabajo. Una sensación de malsana diversión le recorría el cuerpo, ver a la monja delatar su condición era muy entretenido.

Es tiempo de preparar la marioneta, aunque ya no tengo dudas, esa mujer es la que necesitamos ≫ habló encantada la bestia.

El juez entró al despacho, el cual permanecía desierto nuevamente. A esas horas, Lune ya se había retirado y ni por casualidad los otros líderes se pasearían por ahí.

—Supongo que tienes razón, hasta ahora no he visto que ningún espectro de servicio pueda mentir— se acercó a su escritorio para depositar el envoltorio.

El lienzo se parecía al terciopelo negro y su tamaño era el adecuado para guardar y transportar al pálido títere. Lo extendió completamente sobre la tela, acomodándolo en el centro. Éste ya contaba con sus respectivos hilos y un par de cruces de madera finamente tallada.

Ya sabes qué hacer.

Minos se quitó el guantelete de la mano derecha y con uno de los espolones de su armadura, se hizo un pequeño corte en el antebrazo. Su sangre se derramó sobre todas las piezas de hueso. Acto seguido, invocó su cosmoenergía con ambas manos, envolviendo por completo a la figura. Los viejos restos reaccionaron con el cosmos familiar y de manera casi sobrenatural, comenzaron a absorber toda la sustancia roja sin dejar rastro alguno sobre la tela.

Perfecto, ya está lista ≫ dijo con satisfacción la criatura mitológica.

El juez verificó que su herida se cerrara antes de colocarse nuevamente el guantelete. Entonces tomó la marioneta y la observó detenidamente. Ahora percibía su propia huella de cosmos en dicho objeto, así como un etéreo hilo que se conectaba con su Sapuri. Dicho filamento sólo podía ser visto por él mismo.

—¿Y esta cosa en verdad funcionará? —

Sí, únicamente es necesario que se la entregues a la mujer para que comience a jugar con ella, eso la vinculará con nosotros y podremos seguir sus pasos en todo momento.

Ya no preguntó más, envolvió el juguete y salió de la oficina, dirigiéndose de nuevo a donde estaba la monja oscura.

La encontró en el vestíbulo, barriendo de forma apresurada, muy cerca de la puerta de salida. Se notaba nerviosa y tal vez buscaba la manera de escabullirse.

—Anna, ven aquí— la llamó.

La sirvienta respingó una vez más al escuchar su nombre. Era tiempo de jugar con ella y ver que tan inteligente era para no evidenciarse más de lo que ya había hecho sin darse cuenta. Así que de ahora en adelante la llamaría de esa manera.

Pudo notar la duda en sus acciones, ella lo miraba cautelosamente desde su posición. Sin embargo, acató la orden, caminando hacia las escaleras, para luego subir al estrado, no le quedaba más remedio que obedecer. Minos sonrío levemente, retrocediendo para tomar asiento en su trono, complacido de casi poder olfatear su miedo.

—Ordene, mi señor— la monja se quedó quieta frente al escritorio.

La expresión del juez se volvió inquietante mientras extendía el lienzo oscuro y su contenido hacia ella.

—Tómalo— solicitó ansioso. —Quiero verte jugar. —

Aunque no podía distinguir el rostro de la mujer, claramente sintió su nerviosismo, seguramente preguntándose porque le pedía esto. Su escrutinio sobre ella se intensificó al verla levantar el envoltorio con una mano y con la otra comenzar a desdoblar las esquinas. Casi podría asegurar que se quedó pasmada al ver la marioneta blanca y sus cruces colgantes.

Otra sacudida la delató, como si presintiera algo malo. No obstante, la monja se mantuvo firme, dejando la tela sobre el escritorio y sujetando al mismo tiempo uno de los soportes de madera.

Juega con ella… hazlo ≫ murmuró el espectro casi con perversión.

Y la sirvienta lo hizo.

Sostuvo ambas cruces y empezó a manipular el títere. Lo hizo de manera errática, pero los movimientos con los que se agitaba la marioneta fueron suficientes para dejarle en claro a Minos que la mujer era completamente consciente de lo que hacía. Es decir, ella podía identificar que se trataba de un juguete, sabía cómo tomar las cruces para tensar los hilos y finalmente, realizaba un esfuerzo para controlarlos.

El hilo invisible que enlazaba al títere con el Sapuri se deslizó, enroscándose en las muñecas de la monja, quien no se percató de nada en absoluto. La criatura mitológica no pudo disimular una risa complacida, provocando que su anfitrión lo imitara. La sirvienta se asustó de nuevo, deteniendo su ejecución.

—Sigue practicando— dijo Minos, poniéndose de pie para luego acercarse a ella.

Estaba temblando notoriamente, lo que le provocaba una sensación excitante al juez. Sus ojos se clavaron con intensidad en el rostro cubierto por el velo, al mismo tiempo que alzaba su mano derecha para sujetarla de la barbilla. La hizo levantar el rostro lentamente, y si no fuera por ese pedazo de tela, él podría deleitarse con su expresión aterrada.

Pero aún no era el momento.

—De ahora en adelante, quiero verte jugar con la marioneta— su mirada se estrechó sobre ella para recalcar la orden. —¿Entendiste… Anna? —

A pesar de que el pánico la recorría, la monja logró responder entrecortado.

—S-si… mi… señor. —

Minos la liberó y se apartó de ella, su respuesta fue más que suficiente. Se dio media vuelta y comenzó a bajar por las escaleras rumbo a la salida. No era necesario seguir allí, la dejaría sola para que se tranquilizara y fuera haciéndose a la idea de que ahora debía entretener al juez con esa marioneta.


Continuará...

Espero que no les parezca muy macabro el detalle de la marioneta. En el otro fanfic, Anna jamás supo de que estaba hecho el títere, pero presentía que era algo sobrenatural y aquí yo lo confirmo XD Más adelante iré explicando porque es importante dicho objeto y sus capacidades XD

Gracias por leer y por favor, déjenme saber su opinión ;3

23/Abril/2021