La historia de Ginny
La lluvia caía con estrépito de forma incesante sobre el jardín trasero. Las plantas, todas cuidadosamente podadas, se agitaban con el viento. Las flores de todos colores eran sacudidas por la fuerte lluvia. Más allá se extendía un campo de plantas de verduras de todo tipo, que la mujer cultivaba y recolectaba para luego cocinar. Ginny Weasley miraba aquel paisaje desde el interior de su casa, a través de dos largas paredes de puro vidrio.
Un pitido la devolvió de regreso al mundo real. Era la pava. El agua estaba lista.
Se acercó hacia allí y apagó el fuego con un vago movimiento de su varita mágica, casi inconsciente. Colocó el té con cuidado dentro de la pava, luego hizo levitar el set completo de té con su varita y se alejó rumbo al salón, donde la esperaba aquel extraño que había ingresado a su casa solo momentos atrás.
-Muchas gracias, señorita Weasley, no era necesario -dijo el hombre, asintiendo con gentileza y tomando las tazas y la pava que flotaban en el aire, para ayudarla a colocarlas en la mesa.
La joven de treinta y dos años no dijo nada a aquello. Solo tomó asiento ante él. Su mirada estaba perdida en otro sitio, como si no estuviera allí. El hombre la examinó cuidadosamente unos instantes, donde solo se oyó el estrépito de la lluvia golpeando contra el techo de tejas. Luego habló:
-Como le decía, señorita Weasley, mi nombre es Mike Abbott, y vengo del departamento de aurores.
Ginny alzó la mirada hacia él muy lentamente, como si tuviera que regresar su mente de kilómetros de distancia hacia allí para comprender lo que él le decía.
-¿Abbott? -murmuró en un susurro.
-Sí, imagino que conoce a mi prima Hannah -dijo él, con una sonrisa amigable-. Soy primo suyo por parte de su madre, que en paz descanse. Pero ocho años mayor, por eso no nos hemos cruzado en Hogwarts.
Ginny asintió, aún muy lentamente.
-Primero que nada, señorita Weasley…
-Señora -lo interrumpió ella, y clavó sus ojos castaños en él-. Soy viuda.
-Lo siento -se disculpó él-. Señora Weasley, quisiera prestarle mis condolencias por lo ocurrido de parte del Ministerio de la Magia. La pérdida de Harry Potter ha conmocionado a todo el mundo mágico. Ha sido terrible, sin lugar a dudas, que lo que debió ser una larga y muy merecida vida para un héroe, un ícono como él, se acortara de forma tan súbita.
Abbott, un hombre con el mismo tono de cabello rubio que su prima, y unos ojos marrones también bastante similares, parecía realmente sentir aquello. Ginny quedó cabizbaja y no dijo nada. Sus ojos estaban enrojecidos.
-Me han asignado para investigar este caso -dijo finalmente-. Espero que comprenda que debo interrogar a todas las personas que tenían un vínculo estrecho con él, por eso estoy aquí.
Ginny asintió muy lentamente, sin dejar de mirar la mesa ante ella.
-Desde luego que la lista de sospechosos es inmensa -dijo él, entrelazando los dedos y con una arruga en medio de la frente, luciendo preocupado-. Muchas personas… mortífagos, sobre todo, podrían haber tenido un motivo…
-No -dijo Ginny entonces, negando con la cabeza-. Esto… esto fue otra cosa…
Abbott se inclinó un poco hacia adelante sin borrar la arruga de su frente, concentrándose en Ginny con mucha atención.
-¿Qué sabe usted de esto… señora Weasley?
Un pájaro saltó del alfeizar de la ventana, fuera del refugio que la caída del tejado le proporcionaba, y se internó brevemente en la lluvia para luego desaparecer bajo uno de los muchos árboles que inundaban el verde jardín de Ginny, ahora pasado por completo por agua.
-No me mientas.
-Te lo juro. Ginny, sabes que no es cierto…
Harry lucía destrozado. Quiso tocarla, pero ella le apartó la mano de un empujón. No lloraba, pero se notaba que se estaba conteniendo.
-Vete ya de aquí.
-Amor, ¡no es cierto!
-¡NO ME DIGAS AMOR! ¡¿CÓMO TE ATREVES?! ¡LARGO DE AQUÍ!
-Nunca sentí las cosas otra vez como antes, todo había cambiado luego de… de la muerte de James -dijo Ginny, muy despacio, sus ojos perdidos y ausentes, la taza de té humeando en su mano, ignorada.
Abbott se acomodó en su silla, sin quitar su mirada de ella por un segundo.
-Creo que hay cosas en la vida de las que no se puede volver… La muerte de un hijo es una de ellas.
Ginny tenía su rojo cabello más oscuro que en épocas pasadas, veteado con una o dos canas. Su rostro tenía profundas ojeras y arrugas más pronunciadas que en otras personas de su edad.
-Lo siento mucho -dijo el auror, muy serio.
-Mi vida no ha vuelto a ser la misma -Ginny se pasó la mano por el cabello, distraídamente. La lluvia caía aun con más fuerza afuera.
-Entonces, dice usted que ese tatuaje ya había tenido este efecto antes… el dolor -indagó Abbott, regresando la conversación hacia ese punto.
-Sí -Ginny asintió-. Sí, ya lo había sentido antes. Supongo que ha habido muchas traiciones entre nosotros seis estos años.
-¿Puede recordar los momentos en que esto había pasado?
-Pues… claro, la última vez fue ahora, con la… con la muerte de Harry -tartamudeó. Le costaba expresar aquello en voz alta.
-Por supuesto -Abbott asintió, comprensivo, instándola a continuar.
-Y antes de eso… La vez anterior, creo, fue cuando… cuando me engañó. Cuando ocurrió aquello otro. La infidelidad. No hemos vuelto a hablar luego de eso.
Abbott asintió otra vez.
-¿Y puede recordar alguna otra vez, señora?
Ginny frunció levemente el ceño.
-Sí, creo que ha habido alguna otra ocasión… pero no puedo conectarla con ningún hecho concreto.
-Muchas gracias. Me ha sido de mucha ayuda. La dejaré tranquila.
Se despidieron, y el hombre abandonó la casa. Luego de abrir su paraguas, se alejó bajó el aguacero hacia un auto negro que lo esperaba a poca distancia. Se subió al asiento del acompañante y cerró la puerta, aislándose del estruendo de la lluvia. Era uno de esos coches del Ministerio ampliados mediante magia por dentro.
-Conduce -le indicó al chofer, mientras guardaba su paraguas en el suelo del asiento de atrás-. Da una vuelta manzana y regresa aquí mismo, un poco más apartados. Quiero quedarme un rato a observar la casa sin ser vistos.
Mientras decía eso, aplicó un encantamiento desilusionador al vehículo, que adoptó la apariencia de aquello que lo rodeaba externamente. Luego de dar la vuelta, estacionaron a mayor distancia del chalet de la mujer bordeado por verdes setos, y se quedaron allí, observando desde lo lejos.
-Tengo una lista de unos doscientos veinte sospechosos del asesinato de Harry Potter -dijo el mago que conducía el vehículo, otro hombre del departamento de aurores-. Claro que la mayoría son solo mortífagos que no tienen ninguna conexión personal con él. Pero es para empezar…
-Creo que nuestra lista acaba de reducirse drásticamente -dijo Abbott, entrecerrando los ojos mientras observaba de lejos la casa de Ginny, con preocupación.
-¿A cuántos? -preguntó su compañero, consultando su lista con una pluma en la mano.
-A cinco.
…
La casa, enorme y vacía, parecía sumida en un terrible gris. La mesa estaba limpia y ordenada, tan pulcra que lucía abandonada. El gris del cielo se introducía por los altos ventanales que rodeaban todo el chalet. El set de té ya no estaba allí.
Ginny estaba de pie junto a la ventana, observando la lluvia. Ahora había un vaso de whiskey de fuego en su mano, y toda la superficie de la bebida se alteró cuando una lágrima rompió en ella lanzando ondas en derredor.
Billy Blue, su perro, se acercó hacia ella y se sentó a su lado, observándola fijamente con sus ojos azules intensos. Ginny dejó la bebida sobre la mesa y se arrodilló para acariciarlo. El perro empezó a lamerle la cara y ella lo dejó hacerlo, sin dejar de acariciarlo.
-Solo desearía… haberle podido decir adiós -soltó en un susurro, mientras el perro le lamía las lágrimas de la cara.
-Te juro que no es cierto… Ginny, no lo hice, tienes que creerme.
Harry lucía destrozado. Tenía profundas ojeras. Su cabello estaba más desordenado que nunca.
Pero tenía que estar mintiendo. Porque aquellas fotografías no dejaban lugar a dudas.
Estaba mirándola a los ojos, con esos ojos verdes que tanto había adorado, y le estaba mintiendo.
-Quiero que te vayas de mi casa -dijo ella entrecortadamente, con su rostro tenso. Parecía que el mismo aire entre ellos temblaba por la tensión.
Pero Harry no iba a irse sin pelear, y ella lo sabía. Harry siempre había sido un gran luchador.
-¡GINNY, NO PUEDES CREER ESO! ¡ES TOTALMENTE FALSO! ¡¿CÓMO SE TE OCURRE QUE YO…?!
-¡¿QUÉ COMO SE ME OCURRE?!
La exaltación de Ginny fue tan brutal que Harry se enmudeció al instante, incluso en medio de su ataque.
-¡¿QUÉ COMO SE ME OCURRE?! -repitió ella, gritando aún más fuerte-. ¡SE ME OCURRE PORQUE LO TENGO AQUÍ, AQUÍ EN MIS MANOS! -la chica agitaba unas fotos que llevaba allí, frenética, unas fotografías mágicas donde se alcanzaba a ver dos cuerpos desnudos moviéndose en una cama…
Ginny se acercó a él dando dos grandes y decididas zancadas y le estampó un manotazo en la cara con todas sus fuerzas.
-¡TE HAS FOLLADO A HERMIONE, HIJO DE MIL PUTAS! ¡LARGO DE AQUÍ! ¡DIJE QUE TE VAYAS! ¡Y NO VUELVAS NUNCA MÁS! ¡FUERA!
Harry se quedó en su sitio, con la cara mirando hacia otro lado y temblando de pies a cabeza. Aunque no la estaba mirando, supo que su esposa había roto a llorar. La conocía muy bien.
Entonces giró la cara y la miró por última vez.
-De acuerdo, Ginny, me iré -dijo, tomando mucho aire, y entonces señaló las fotos-. Pero algún día… Sé que algún día descubrirás que eso no es cierto.
Siguió señalando las fotos mientras caminaba hacia atrás, lentamente.
-Y cuando eso pase, puedes llamarme -le dijo, con una profunda expresión de tristeza en el rostro-. Y yo volveré. Porque te amo.
Harry le dio la espalda y se marchó de la casa. Una casa que no volvería a pisar nunca más.
Y Ginny cayó al suelo de rodillas, largándose a llorar como nunca lo había hecho en toda su vida.
Y ahora, en el presente, Ginny lloró aún más fuerte que aquel día. Lloró más y más, sacudiéndose de la cabeza a los pies, abrazando a su perro y deseando poder abrazarlo a él, deseando poder abrazar a Harry una vez más.
Pero eso ya no iba a pasar, porque Harry había muerto. Se había ido a reunirse con el único hijo que ambos habían tenido.
Y ese día del que él le había hablado, el día en que volviera con ella, era un día que había desaparecido para siempre del universo.
Igual que él.
