Chocolate
—¡Asami! ¡¿Estás lista cariño?!
—¡Sí! ¡Ya voy mami!
Una tierna niña de cabellos azabaches bajaba dando saltitos en la escalera viendo feliz como su nuevo vestido ondeaba con cada movimiento. Al llegar a la planta baja fue directo a abrazarse a las piernas de la blanca mujer mayor.
—Oh, pero qué tenemos aquí… ¡Una hermosa princesa! ¿Señorita, podría decirme dónde está mi hijita?
—¡Soy yo mami! -mencionó la niña separándose y sonriéndole a su madre- ¿Te gusta cómo me queda el vestido que me regaló papá?
—Estás divina mi cielo -indicó acariciando con gran afecto las hebras negras de su retoño- Entonces… ¿Lista? ¿Nos vamos mi pequeña genio?
—¡Sí! ¡Picnic con mami!
La mujer mayor sonrió ante el entusiasmo de su retoño, se agachó dándole un beso en la punta de su naricilla, tomó la canasta de los bocadillos con una mano y la otra se la ofreció a su princesa.
La niña sonrió y tomó mano de su madre, mano que con su calidez le transmitía siempre amor y seguridad. Dando saltitos de alegría mientras bandereaba con ilusión la falda de su nuevo vestido, la acompañó al Satomovil, donde fue cargada por su mamá y tras colocarla asegurarla en su asiento, partieron al Parque de la Ciudad.
Yasuko Sato estaba feliz por ver a su hija tan animada, en especial porque desde que había empezado el nuevo año escolar la niña estaba algo estresada. Su pequeña Asami era muy inteligente y eso la había llevado a ser adelantada dos cursos en la escuela; pero, aunque académicamente iba de maravilla, socialmente le estaba costando un poco adaptarse a los niños más grandes que eran ahora su compañía y eso la entristecía. Después de todo era solo una pequeña niña.
Pero no hoy. Su madre quiso quitar esa carga y darle a su bebe un grandioso día. Hoy habían pasado una mañana-tarde increíbles, almorzaron sanduches y bebieron jugo en su picnic, alimentaron con trocitos de pan a los patos-tortuga del estanque e incluso la pequeña jugó con algunos niños y niñas en la zona infantil.
La madre sonreía como reflejo al ver la bella sonrisa sin dos dientes de su preciosa pequeña sabiendo que su decisión para terminar la salida iba a ser un gran final con broche de oro para su copia en miniatura.
—Asami, ya sabes que es hora de irnos… -mencionó la mujer mientras acomodaba los semi despeinados cabellos de la pequeña que por tanto jugar se habían alborotado. Al ver los ojos tristes de su pequeña que, aunque nunca reclamaba mostraba educadamente su pena, añadió- pero ¿Qué te parece, antes de partir a casa, pasar por esa nueva pastelería a la que tanto querías ir?
—¡¿En serio mami?!- los ojos de la niña volvieron a iluminarse al ver a su mamá asentir- ¿Y le escogeremos algo a papi?
—Por supuesto, papá y tú se han portado muy bien así que merecen un premio. -mencionó con cariño al pensar en las sus dos personas favoritas.
—¿Podré escoger lo que yo quiera?
—Claro que sí cariño, pero recuerda nada muy grande o sino te saldrán caries y el ratón-mariposa no querrá darte ni un solo yuan cuando se te caigan los otros dientes de leche.
—¡Como digas mami! -asintió la niña dispuesta a acatar la orden- ¡Esto es genial, es el mejor día de mi vida!
La mayor sonrió ante la algarabía de su pequeña que hacía una danza ondeando su vestido con inagotable energía de la pura felicidad; con Canasta en mano ambas caminaron tranquilas hacia la elegante pastelería frente al parque.
La joven madre ya había escogido su propio dulce y el de su marido, pero había decidido aún no acercarse a la caja ya que estaba esperando pacientemente a que su pequeña se decidiera por cual especialidad del lugar ordenar.
La observaba con una sonrisa divertida viendo su cara de concentración mientras analizaba los diferentes confites, pasteles y demás variedades de sabores, posando siempre al final su mirada en una sección en particular, sin saber porqué se demoraba tanto… igual terminaría lo terminaría escogiendo, el mismo oscuro y rico sabor de siempre… Chocolate.
Su pequeña Asami, desde que pudo comer dulces, había amado ese sabor; y como la madre responsable que era se lo daba con gusto, pero a la vez con mesura para que no afectara su salud. Eso no evitaba que cada vez que se presentara la oportunidad o la pequeña se ganara un premio, la niña eligiera chocolate por sobre todas las cosas, descartando cortésmente cualquier otra opción de sabor. Ni siquiera el chocolate blanco era de su agrado, solo el negro.
Entonces ¿Qué ponía tan dubitativa a su retoño? Ya llevaba más de 5 minutos casi pegada al vidrio, observando a aquellos bombones de apariencia exquisita que venían en par en una pequeña bandejita. Suspiró de amor sabiendo que aunque la niña era prácticamente en apariencia una mini copia suya, la inteligencia y esas expresiones de concentración eran la imagen plasmada de su amado esposo. Era como si pudiera ver los engranes de su pequeña gran mente trabajando igual que cuando su marido andaba ensimismado, concentrado e inspirado inventando o pensando en la solución para algo.
—Un yuan por tus pensamientos mi pequeña gata buho- decidió hablar finalmente la madre, agachándose a la altura de la pequeña, picando con ternura su blancuzca mejilla para sacarla de su ensimismamiento.
—Mami… ¿Las personas son como los sabores?
Yasuko ladeó con confusión su cabeza.
—Tendrás que explicarte mejor cariño, no entiendo tu pregunta.
—Es que en clase la maestra nos enseñó que hay cuatro naciones principales y que en cada una hay ciudades y pueblos con personas que tienen diferentes tradiciones, costumbres, color de ojos, cabello y tono de piel… entonces viendo todos estos dulces estaba pensando que son como las personas… ¿No?
La alta mujer sonrió ante el razonamiento de su hija, una mezcla entre un pensamiento maduro con el bello toque de la inocencia infantil.
—Tienes razón linda -apoyó su madre- hay diversidad de gente en el mundo, así como variedad de dulces en la pastelería. Con características similares, pero a la vez con marcadas diferencias… personas altas como yo y bajas como tu papá
—O delgaditas como tú y con pancita como papi.
La mujer se rio entre dientes y asintió.
—Sí cariño, jóvenes, viejos, maestros y no maestros, ojos de varios colores y tonos de piel diversos… en la variedad de la humanidad está la belleza cariño, lo importante es que pese a nuestras diferencias todos tenemos los mismos derechos y nadie es más o menos que nadie.
La niña asintió con fervor mientras sus engranajes se movían haciendo una asociación mental: En varias ocasiones sus padres le habían dicho que no por tener dinero eran mejores que otros, contrarrestando con esta constante enseñanza el mundo lleno de prepotencia financiera al cual se veía expuesta a corta edad por los compromisos de negocios donde la familia completa debía asistir y que no siempre se podían eludir. En ella estaba plantada e iba floreciendo, aún en su corta edad, la semilla del respeto y la humildad.
Sin embargo, un pensamiento que había tenido mientras veía los chocolates, asaltó nuevamente a su mente.
—Mami… ¿Es malo si de toda esa gama de sabores solo me encanta uno?
Yasuko observó a su hija para luego pasar a observar los chocolates que esta volvía a mirar, era interesante y enriquecedor ver como una niña tan pequeña hacía preguntas tan simples y a la vez tan complejas por su connotación abstracta. Mientras estaba admirada notó que los verdes iris de su princesa volvían a observarla anhelando una respuesta. Cerró los ojos ordenando sus pensamientos y con una sonrisa ligera respondió.
—¿Ves cómo a tu padre le encanta el manjar y a mí me fascina la mora? -la niña asintió y Yasuko continuó – son nuestros sabores favoritos, desde siempre. Amor, cada persona tiene un sabor preferido, algunos gustos cambian con el tiempo, otros se mantienen de por vida, a algunas personas les gusta solo un sabor, a otras varios. Es cuestión del gusto de cada quien mi pequeña gata buho y eso no tiene nada de malo, lo importante es que al igual que papi y mami tu respetes el sabor preferido de otras personas y que así mismo deben respetar el tuyo.
La niña que había estado escuchando con suma atención las enseñanzas de su madre, asintió lentamente antes de preguntar con timidez.
—Entonces… ¿No está mal que prefiera el chocolate?
—No cariño -la mujer puso un dedo en sus labios pensativa y añadió- en la vida hay que, con mesura, abrir la mente a probar distintos sabores… pero si tu estás segura de que tu único favorito es el chocolate, eso es excelente cielo y no debes sentirte obligada a escoger otros. -Con un gentil movimiento Yasuko cogió una mano de la pequeña y con la suya puso ambas en el pecho de su hija- tu corazoncito te dará la señal. Él manda, amor.
La niña asintió con una gran sonrisa mostrando sus perlas faltantes.
—Ya estoy lista para ordenar mami.
—Muy bien… -la mayor le dio unas palmaditas en el hombro mientras se levantaba y se acercaba a la caja- ¿Qué elegirás cariño?
—¡Los bombones de chocolate, por favor!
La Sato mayor sonrió ante su correcta predicción y tras ordenar, pagar y recibir los tres postres empaquetados, ambas salieron de la tienda hacia el Satomovil para dirigirse nuevamente a su hogar.
Asami sonreía desde su lugar en el asiento trasero viendo soñadoramente por la ventana a la ciudad pasar.
Estaba ratificado, ella amaba el chocolate, lo adoraba en verdad. Lo supo no solo por cuanto le gustaban los dulces con ese sabor, sino también por la clase de Estudios Sociales del día anterior donde en el libro de texto había visto fotos de los diferentes tipos de etnias de cada nación y sintió un gran llamado de atención por la tez oscura y ojos azules de la gente de las lejanas tribus de los polos.
¿El tono Vainilla? Aburrido. Ese ya era el suyo.
¿La tez manjar del reino tierra? No, no era lo mismo.
La piel bronceada cual chocolate era la única que la había hecho sonreír.
Y ahora que su mamá le había dicho que no era algo malo, añoraba ser amiga de alguna de esas atrayentes y enigmáticas personas de chocolate.
Sí, sí, su mamá le había dicho más de una vez que las personas podían ser buenas o malas independiente de cómo se veían, no había que juzgar por las apariencias… eso lo había visto varias veces en la las reuniones de sus padres o en la escuela donde niñas y niños que parecían inocentes, eran los peor portados... así que si conociera a alguien así no significaba necesariamente que sea de su agrado… pero aun así no podía evitar ilusionarse y dejar que su imaginación salga volando.
Quizás en un futuro encontraría un "príncipe" de chocolate,
como a veces decía su papá…
O tal vez una bella "princesa" de chocolate,
como en algunos cuentos le narraba su mamá…
Aún no lo sabía, solo le quedaba crecer, soñar y esperar.
