2005.
El bajo mundo era más de lo que jamás se hubieran podido imaginar; sangre derramada por doquier, tanto de gente que se lo merecía como de gente inocente que estuvo en el momento y lugar equivocados o que confiaron en personas peligrosas con piel de cordero.
Así como ellos que terminaron siendovíctimas, arrastrados a ese bajo y cruel mundo, todo por creer que podían contra unos tipos que estaban molestando a otros jóvenes como ellos. Para su mala suerte esos jóvenes eran molestados por sus dealers que querían su dinero de una mercancía que se les había prestado. Geto y Satoru se interpusieron y se fueron a los golpes, sin pensar en consecuencias, sin pensar en nada más que ser los héroes del lugar.
Shoko veía con preocupación, pero solo podía esperar pues una vez Satoru Y Geto se enfrascaban en una pelea pocas cosas los detenían.
Cuando un tercero llegó, Shoko alertó a los otros dos pero demasiado tarde pues esté la había atrapado por el cabello y jalandola con dureza hasta levantarla del piso. El grito agónico que soltó por la punzada de dolor al sentir que le arrancarían la cabellera completa alertó a los que estaban ganando haciendo que se detuviera la pelea desigual.
Los jóvenes a los que ayudaron salieron disparados del lugar sin importar dejarlos a su suerte.
En cuestión de segundos llegaron más de aquellos hombres y ni toda la fuerza de ambos chicos los libro de las patadas y puños que eran lanzados por todas partes haciéndoles perder el conocimiento.
Sin cuidado alguno fueron arrojados a la parte trasera de una camioneta sin ventanas, Shoko termino desmayáda por el fuerte golpe de su cabeza con el piso metálico.
Al reaccionar vieron que estaban los tres atados a sillas de madera justo debajo de una prensa para aplastar coches y chatarra.
El lugar estába desierto, solo se podía ver autos apilados unos sobre otros y piezas regadas por todos lados. El aroma de aceite quemado y llantas era tan fuerte que los tres sintieron sus estómago revolverse junto a la ansiedad y el terror de saberla forma tan fea en la que iban a morir, sin en cambio, ninguno lloro o suplico los liberarán.
El estruendo de la maquinaria siendo encendida los hizo temblar y jadear, el castañeo de sus dientes era tal que parecía estuvieran muriendo de frío y no por aplastamiento.
Cuando pensaron que todo había llegado a su fin, una voz grave llamó su atención.
—Admiro su valentía, no han suplicado por ser salvados y veo que no se han cagado en sus falditas. La juventud es tan impertinente, si tan solo aprendieran a temer a sus mayores y no se metieran en dónde no les llaman no se hubieran metido en estos problemas, creen que se comen al mundo y cuando menos lo sienten el león ya los devoró.
Satoru fue el primero en abrir los ojos, pues no supo en qué momento los cerró, sintiendo el escozor por haberlos cerrado tan fuerte.
Vio frente a ellos a un viejo encorvado vestido en un traje verde jade con una corbata amarilla y de mal gusto en su opinión y dónde tenía un broche plateado brillante con incrustaciones quizás de diamantes. Entre sus manos sujetaba un bastón de madera que se veía fino. En cada dedo de sus manos tenía un anillo de diferentes tamaños y formas, con piedras preciosas relucientes.
Satoru sintió especial repulsión por la forma tan descarada en que presumía su riqueza.
El rostro de aquel viejo estaba seguro que jamás la olvidaría; la expresión hastiada y altiva como si el mundo le perteneciera.
—Mi nombre es Gakuganji Yoshinobu y soy el dueño del bajo mundo de la prefectura de Saitama y varias a su alrededor, el valor que han demostrado los tres me ha...interesado, así que tengo algo que ofrecerles muchachos, espero que así como son de valientes sean de inteligentes.
Satoru definitivamente jamás olvidaríaa ese viejo y se vengaría algún día. Por lo mientras debían salir vivos de esta.
Al llegar al orfanato los tres estaban drenados de energía, solo querían llegar y acostarse y no pararse lo que restaba de la semana, pero en cuanto entraron el grito alto de cuatro pequeños sumado a que iban en estampida les hizo saber que esa colisión también les dolería. En otro día hubieran resistido el abrazo grupal pero fácilmente fueron derribados en el piso.
—¡Sato-nii Sugu-nii y Sho-nii por fin llegaron!, ¿Dónde estaban?, estábamos muy preocupados por ustedes. —Yuuji yacía en los brazos de Shoko junto al pequeño Junpei, Satoru tenía a la pequeña Nobara quien apretaba sus mejillas con rudeza y Geto al pequeño Megumi quien lo veía expectante a que dijeran que había pasado para que llegaran tan noche.
—Yuu-chan no te preocupes no ha pasado nada, solo hemos tomado el camino largo para llegar, pero ya estamos aquí. — Satoru dijo con dificultad ante las pinzas en sus cachetes.
La sonrisa de Yuuji de oreja a oreja y dientes blancos brillando era como bálsamo para las heridas, calmaba cualquier malestar físico y mental, o al menos así siempre se sentía Satoru al verlo.
—Satoru, Shoko y Suguru, saben perfectamente que hay un toque de queda y lo han sobrepasado por dos horas, Yaga-sensei los está esperando en su oficina así que apresúrense. — Kento veía el alboroto unos pasos detrás. Siempre tan elocuente y serio pero perspicas; notó enseguida los semblantes desgastados y el nulo ánimo de esos tres. Algo realmente grave debió suceder para que llegaran tan tarde y así, pero no dijo nada para no preocupar a los cuatro latosos presentes.
—Es mejor darnos prisa, así acaba rápido el regaño y podemos ir a descansar chicos. —Geto dijo mientras se ponía de pie dejando a Megumi en el piso y pasando a su lado, sin antes alborotar su ya rebelde cabello. — Niños ya deberían ir a dormir ya es tarde, incluso los demás ya están durmiendo.
Cuatro vocecitas diciendo —Bien— al mismo tiempo fueron su respuesta.
Los otros dos asintieron y se levantaron igual; Shoko pellizco las mejillas regordetas de sus niños y Satoru empujo la frente de la pequeña con un dedo en venganza por las mejillas magulladas.
La oficina de llaga era en realidad el patio trasero de la casona, lugar al que salía a fumar para que nadie lo viera y poder lamentarse por el presupuesto que se acortaba mes con mes y la llegada de niños nuevos. Aún así, hacía todo lo posible por hacer rendir el poco dinero. Agradecia la paciencia y amor por los niños que tanto Utahime como Ijichi y Nitta tenían, pues a veces ellos mismos conseguían donaciones en especie para sobrellevar las temporadas difíciles y que eran por lo regular todo el tiempo.
Volteo hacia la entrada al escuchar la puerta abrirse y rechinar, viendo las tres caras que tanto deseaba ver y saber que estaban completos y a salvó.
Shoko fue la que explicó a grandes rasgos lo que había pasado pues Satoru Y Geto de repentesintieron que la lengua se las habían cortado y no podían decir nada.
Yaga se frotó la cara con las manos queriendo en realidad arrancarse los cabellos de la cabeza y gritarle a esos tres lo idiotas que habían sido en meterse en lo que no les interesaba, pero de nada serviría ya, pues lo hecho estaba hecho y ahora debían pensar en cómo salir de eso.
—El viejo nos dijo que nos investigo y sabe dónde vivimos, cuántos niños tiene el orfanato, quienes son sus empleados y que si no queríamos aparecer en la nota roja del periódico como una lamentable masacre, hiciéramos lo que nos pidió.
Yaga sudo frío al imaginarse aquello. No, de ninguna manera tocarían a sus hijos.
—También dijo que si hacíamos lo que él quería abría mucho más recompensas para todos— Geto murmuró aún sin levantar la mirada del piso. Sintiendo aún más pesada la culpa pues él había sido el primero en correr para detener a esos tipos.
—¿Que opciones tenemos Yaga?— Satoru preguntó, aventurandose a mirar la cara a su padre de crianza.
El silencio fue la respuesta a esa pregunta y cualquiera en realidad.
Satoru, Suguro Y Shoko entraron a la mafia a la tierna edad de dieciséis año
—¿Woooow de verdad toda esa comida es nuestra?. Yuuji preguntó deteniéndose en la entrada a la cocina con Junpei a sus espaldas, viendo como Ezou y Choso descargaban las cajas con verdura y otras con latas de comida en conserva, vio algunos dulces embolsados y muchas botellas de agua empaquetadas. Bolsas de arroz y sopas. Tanta comida como jamás habían visto.
Utahime solo les sonrió y les pidió le ayudarán a acomodar las cosas en las alacenas bajas, mientras ella acomodaba la carne en el congelador y los productos que necesitaran ser refrigerados.
Eso y otras cosas más empezaron a llegar al orfanato; ropa, juguetes, libros, camas nuevas. Todas las necesidades de los niños empezaron a ser cumplidas.
Los grandes observaban recelosos a Yaga pero este no decía nada, solo que habían tenido la "fortuna" de que un altruista anónimo se interesará en ellos y quisiera ayudar.
Satoru, Suguru y Shoko ahora pasaban menos tiempo en la casa, a veces llegaban en la madrugada o simplemente no llegaban. En Shoko fue que empezó a notarse más el peso de lo que hacían; sus marcadas ojeras al no poder conciliar el sueño cuando estaban libres por las noches y de paso no dormir a sus horas. Empezó a fumar ignorando los regaños pasivo agresivos de Haibara y Ezou.
Suguro empezaba a espaciarse cuando se encontraba haciendo algo con los más pequeños. Junpei lo traía a la realidad poniendo ambas manos en sus mejillas y llamándolo con suavidad, era algo natural en el pequeño niño. Era tan amable y considerado que cualquier otro y fácilmente leía el ambiente que lo rodeaba, algo que admirar con sus cortos cuatro años.
Satoru se volvió arrogante y grosero, Cada que Yaga le llamaba la atención, Satoru lo desafiaba o ignoraba dependiendo de su estado de ánimo. Con sus demás hermanos empezó a alejarse y por igual a ignorar los comentarios sobre su nueva actitud que venían de Nanami y Choso. Con los más pequeños siempre tenía excusas para no jugar y pasar tiempo con ellos. Cosa que evidentemente empezaron a resentir todos.
Hasta que Yuuji, siendo una bola de energía y luz decidió tomar cartas en el asunto.
Una noche Yuuji se escabullo con su manta de gatitos blancos de su habitación compartida con sus otros tres amigos, quienes ya dormían profundamente. Fue hacia el cuarto de los chicos más grandes y al entrar noto que solo las camas de Nanami, Haibara Y Choso estaba ocupadas, las otras tres seguían pulcramente tendidas.
Cerró despacio la puerta y se encamino ahora hacia la entrada de la casa dónde iba a acampar hasta que llegaran.
Al bajar por las escaleras, notó que la luz de la cocina estaba encendida, se acerco con el sigilo que un niño de casi cuatro años poseia y aúnque temeroso de ver un posible fantasma se adentro. Vio que alguien hurgaba en el refrigerador.
Se quedó un momento pensando en quién podría ser si todos estaban durmiendo.para cuando se armó de valor para ver quién era, la misteriosa persona se enderezó y fue que vio esa mata de cabellos albinos que tanto conocía y los ojos azul claro que le fascinaban.
Satoru estaba usando pantalones sencillos de vestir en negro, su camisa blanca de manga larga la tenía arremangala hasta los codos y abierta, dejando ver su camiseta blanca de tirantes y que tenía una mancha rojiza en el estómago. Yuuji pensó que Satoru debería tener más cuidado con la salsa de tomate al usarla.
Una mano se posó en su hombro e hizo a Yuuji gritar como solo un niño puede hacerlo; fuerte y agudo. Tanto Shoko que se había arrodillado a sus espaldas como Satoru se taparon los oídos con las manos. Yuuji en realidad podía aturdir a cualquiera con ese grito.
—¿Yuu-chan?, ¿Que haces despierto?. No deberías estar merodeando por la casa a estas horas y tú solo. — Satoru se arrodilló también frente a Yuuji quien respiraba agitado por el susto y con sus ojos empezando a llenarse de lágrimas.
—Yo- yo solo quería hablar con Sato-nii, Sho-nii y Sugu-ni.
Geto entró por la puerta de la cocina cerrándola a sus espaldas y deteniéndose al ver la escena frente a él.
—¿Ustedes dos están metiéndose con Yuuji?.
Tanto Shoko como Satoru lo voltearon a ver mal, a lo que Yuuji aprovechó para salir de entre los mayores e ir hacia Suguru quien lo levantó en sus brazos y rodeo en un abrazo que Yuuji acepto pasando sus cortos bracitos por su cuello y descansando su cabecita en su hombro.
—Ya ya, Yuu-chan Sugu-nii está aquí para protegerte de esos dos monstruos.
Shoko solo suspiro y se levantó yendo hacia la puerta de la cocina y saliendo por ella dejándola otra vez abierta. Satoru se incorporó también refunfuñando algo de que Suguro era el verdadero monstruo al encantar tan fácilmente a los niños.
—¿Entonces qué haces despierto Yuu-chan?.
Yuuji se puso rígido ante la pregunta del azabache y escondió aún más su rostro. Su voz se oyó amortiguada pero fue suficiente para que Satoru también escuchará.
—Quiero hablar de por qué ustedes ya no nos quieren.
El azabache y el albino se miraron extrañados.
—¿Por qué dices eso Yuuji?
—Ya no quieren jugar con nosotros y nunca están, o cuando si, nos ignoran. Se los prometo que ya no nos vamos a portar mal, pero vuelvan a querernos. — El llanto de Yuuji empezó a aumentar con cada palabra que salía.
Satoru se sintió fatal al escuchar la vocesita rota de su niño favorito y no pudo más, se acercó y toco su espalda y cabecita llamando su atención. Yuuji se animó a apartar la cara de dónde la escondió para ver a Satoru extender sus brazos llamando ir hacia él. Sin dudar Yuuji también extendió sus bracitos y se pasó a los de Satoru.
Se abrazaron con fuerza.
—No digas eso Yuuji, nosotros los queremos muchísimo...es solo que...la escuela ha estado pesada y llegamos cansados, jamás los dejaremos de querer, ¿Entiendes?.
—No es cierto, ya ni siquiera nos leen o juegan con nosotros, ahora Sho-nii hace eso que también papá Yaga y que huele horrible.
Shoko tosió al oír la queja hacia ella pero no dijo nada y solo tiró el cigarrillo a medio consumir al piso y lo aplastó con su zapato. Pensando en por qué lo había hecho si la marca que compraba no era precisamente barata.
—¿Yuu-chan crees que si no los quisiéramos seguiríamos aquí?. Son nuestra adoración y haremos lo que sea por ustedes, no dudes eso. — Suguru se acercó hacia ellos parándose del lado donde Yuuji miraba para que lo viera. —Solo son cosas de grandes y compromisos agotadores.
—¿Entonces podemos tener una pijamada como antes? Hace mucho que no tenemos una.
Los tres más grandes resoplaron cansado pero accedieron a la petición del pequeño rayo de luz.
Los tres se dirigieron a las habitaciones empezando a levantar a sus hermanos y animandolos a ir al salón principal con sus mantas y almohadas. Shoko se adentro a la biblioteca y empezó a amontonar libros en una pila para llevar. Suguru fue especialmente por los otros tres pequeños junto a Choso y Kechizu y cargarlos aún adormilados y llevarlos también. Junpei fue el que más se animó al ver a todos reunidos y en especial que Suguru lo cargará y dejará en su regazo cuando se acomodaron para escuchar la lectura de Shoko.
Yuuji se puso hasta el frente con Megumi y Nobara.
Satoru se quedó en la entrada observando las sonrisas de todos.
—Ah hace mucho que no organizaban una pijamada. — Yaga comentó parándose a su lado. El barullo lo había despertado y había salido a cerciorarse de que estuvieran bien y enterarse del motivo de tanto revuelo.
Satoru solo tarareo en afirmación.
—Te debo una disculpa viejo, eh estado haciendo las cosas difíciles, pero a veces siento que es demasiado, quiero tirar la toalla y mandar todo al diablo, pero esto me frena, quiero que mis hermanos estén bien. No quiero que nunca dejen de sonreír.
Yaga no dijo nada, sabiendo que Satoru no necesitaba palabras de consuelo. Solo palmeo su hombro dos veces para dejar la mano ahí y apretar un poco, diciendo con esto que no estaba solo y que tenían el apoyo de todos.
Satoru se relajó y llevó su mano contraria a la de Yaga y le dió un apretón.
Satoru se quedó un rato más después de que yaga se fuera a dormir y pidiéndole que no trasnocharan mucho.
Observó en especial el perfil de Yuuji, el cómo había crecido tanto en casi cuatro años. Su cabello ahora era más largo y seguía de color rosa suave, sus ojos eran dos botones de caramelo café y sus mejillas eran redondas y apachurrables, era la imagen perfecta de niñez y pureza. Algo que que quería proteger por siempre.
Supuso que Yuuji sintió su mirada pues de repente tenía esos dos botones caramelo viéndolo y sonriéndole de oreja a oreja, llamándolo con su pequeña mano para que se acercará. Sin dudarlo Satoru lo hizo, sentándose a lado de Geto y atrayendo a Yuuji también a su regazo, extendiendo su pierna para que Nobara y Megumi se recargarán y Kechizu aprovecho también para recargarse.
Todos se dejaron llevar por las suaves y enérgicas palabras de Shoko, transportándose a esos escenarios en sus mentes y olvidar solo por un rato la pesada vida en la que estaban.
Todos durmieron amontonados esa noche, pero muy contentos.
