Disclaimer: Los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi, yo solo he creado esta historia sin más fin que el entretenimiento.
Tres meses
Kagome tenía la costumbre de contar los días. No era algo que hubiera hecho toda su vida. Al menos no de forma constante. Sin embargo, durante el tiempo que había pasado alejada de Inuyasha y de los demás se había descubierto haciéndolo en incontables ocasiones, así que al final se había convertido en un hábito.
Recordaba que a Inuyasha también le gustaba hacerlo. Nunca se lo había dicho con esas palabras, pero ella lo notaba. Lo veía en la forma en la que siempre le decía cuántos días tardaría en ir a buscarla cuando habían ido tras los fragmentos de la esfera, en el ímpetu que ponía al recalcarle que ya había pasado mucho tiempo en su casa y que era hora de volver a la época antigua.
Ha pasado tanto tiempo desde entonces.
Fijó la mirada en la cesta que tenía enfrente. Su día de trabajo casi había terminado y se encontraba clasificando las hierbas medicinales que había recogido. Jinenji le había estado enseñando a distinguirlas, pero todavía le costaba reconocer algunas.
Fue separándolas, con cuidado de no cometer errores. Aunque Kaede también la supervisaba de vez en cuando, había tomado la decisión de que debía valerse por sí misma y acostumbrarse a esta época cuanto antes. Y eso significaba poder convertirse en una sacerdotisa confiable. Al fin y al cabo, ahora vivía en esta era.
Tras terminar, las llevó a la cabaña de Kaede para que las guardara en los diferentes tarros que tenía para almacenarlas. Los siguientes días se dedicarían a preparar los ungüentos que obtenían de cada uno de los distintos conjuntos de hierbas.
Kagome suspiró mientras se sentaba en el suelo de madera de la cabaña, de espaldas a la entrada. El trabajo en aquella época era duro y acababa los días agotada, pero su felicidad lo compensaba todo. Inuyasha casi no se separaba de ella desde su regreso, hacía ya tres meses… tres lunas llenas, en realidad. Ochenta y cuatro días.
Sonrió con cariño al pensar en él.
Durante todos esos días, Inuyasha había dormido en un árbol, junto a la puerta de la cabaña, custodiando su sueño. Excepto en las noches de luna nueva. Esas eran noches que transcurrían en vela y en las que se dedicaban a hablar entre ellos, en voz baja, de todo y de nada al mismo tiempo. Atesoraba cada uno de los momentos que pasaba con él. Le daban fuerzas cada vez que se sentía flaquear en algún sentido.
Si estoy a su lado, no tengo nada de lo que preocuparme.
Mientras cerraba los ojos e intentaba relajar sus tensos músculos, notó que alguien entraba en la cabaña. Los ligeros pasos le dijeron claramente de quién se trataba. Algún día tendría que preguntarle cómo se las arreglaba para hacer tan poco ruido.
—¡Inuyasha! —exclamó, sin molestarse en darse la vuelta—. ¿Dónde estabas?
—Ven conmigo —dijo él sin más preámbulos.
Siempre directo al grano, ni siquiera saluda, pensó Kagome, frunciendo el ceño mientras se ponía de pie lentamente. Su atisbo de frustración se esfumó tan rápido como llegó al ver la mirada seria de Inuyasha. Parecía como si algo le rondara la cabeza. Ni siquiera la miraba a los ojos.
Cuando vio que ella se ponía en pie, Inuyasha salió de la cabaña, apartando la esterilla que cubría la entrada y sosteniéndola para dejarla pasar. Acto seguido, se puso en cuclillas, un gesto que ella le había visto hacer en incontables ocasiones, y Kagome se subió a su espalda casi sin pensar.
Sentir el aire agitando su pelo mientras viajaba de esta forma era una de las cosas que más le gustaban en el mundo, siempre le sacaba una sonrisa. Hundió la nariz entre el pelo de Inuyasha, aspirando su aroma y concentrándose en el ligero vaivén de su cuerpo mientras se adentraban en el bosque que estaba cerca de la aldea.
No se dio cuenta de cuándo cerró los ojos y se dejó llevar por el suave movimiento, pero se despertó al darse cuenta de que Inuyasha se había detenido y de que estaba tensando las manos un poco alrededor de sus piernas para despertarla.
Kagome parpadeó varias veces, viendo que se encontraban en una explanada a la que solían ir cuando querían estar solos. La luz del crepúsculo bañaba la hierba, destellando en tonos cobrizos. Era el paisaje más hermoso que conocía en aquellas tierras.
Se bajó de su espalda y avanzó unos pasos, inspirando el aire puro que atravesaba aquella zona, esbozando una pequeña sonrisa. Se giró hacia Inuyasha y se encontró con su mirada fija en ella. Aún no había dicho nada.
—¿Inuyasha? —su tono expresaba la pregunta que no había formulado todavía, pero sabía que él lo entendería.
—Quería… quería darte algo —murmuró con un pequeño tinte de timidez en su voz. Empezó a rebuscar entre las mangas de su haori y sacó un objeto ovalado de aspecto pesado. Kagome no podía ver bien qué era. Inuyasha tragó saliva y extendió la mano bocabajo, apretándola con fuerza alrededor de lo que estaba sosteniendo—. Toma.
Kagome extendió las manos e Inuyasha se apresuró a dejar caer aquello que parecía estar sacando su lado más retraído.
—¿Una piedra? —preguntó Kagome con una ceja arqueada. Era una piedra pequeña y lisa por la erosión, con vetas ambarinas y rosadas. Kagome le dio varias vueltas entre sus manos, intentando encontrarle el sentido. Finalmente se rindió y lo miró con expresión interrogante.
—Es un símbolo —dijo sencillamente, pero al ver que ella lo seguía mirando de aquella forma, entendió que debía explicarse más—. Cuando se hace una casa, la primera piedra que se pone es muy importante. Miroku dice que muchas veces se entierran cosas debajo y que sirven para marcar el principio. —Inuyasha desvió en ese momento la mirada de ella—. Como no se me ocurría qué enterrar, imaginé podríamos hacer algo parecido.
—¿Podríamos? —dijo Kagome con voz quebrada. Creía estar empezando a entender lo que le intentaba decir, pero no quería hacerse ilusiones antes de tiempo.
—Sí. Pensé que podríamos enterrar esta piedra en donde empecemos a construir nuestra casa. Algo en ella me recordó a nosotros.
—¿Estás…? —Kagome bajó la mirada rápidamente a la roca, prestándole ahora verdadera atención a los colores de las vetas. Ámbar, como sus ojos, y rosa, como la luz de mi poder espiritual. La sacerdotisa se había quedado sin habla. Únicamente abría y cerraba la boca, pero no salía ningún sonido de ella.
—Quiero que tengamos un hogar. Los dos. Quiero estar contigo. Y quiero que esto sea el comienzo.
Inuyasha avanzó un paso al terminar la frase, quedándose a apenas unos centímetros de Kagome. La vio temblando ligeramente y empezó a preocuparse. ¿Lo he dicho muy pronto? ¿Debería haber esperado más?
Justo cuando iba a hablar de nuevo, notó que Kagome lo rodeaba con los brazos y que asentía varias veces con la cabeza, enterrando el rostro en su pecho. Olió sus lágrimas, pero se dio cuenta de que no contenían el típico olor salado de cuando estaba triste. Eran lágrimas de felicidad.
Correspondió a su abrazo con ganas. Toda su timidez se había evaporado al notar la alegría de Kagome y en ese momento sintió fortalecerse su vínculo, ya de por sí irrompible. Siempre la había considerado su hogar, ahora tendrían un lugar al que llamar de esa forma.
Kagome se echó ligeramente hacia atrás, sin romper su abrazo, y con los ojos brillantes por las lágrimas. Una amplia sonrisa iluminaba su cara.
—Has tardado tres meses en pedírmelo —dijo ella en tono travieso.
—No quería asustarte —murmuró él, casi como si no quisiera que lo escuchara y apartando la mirada.
Kagome apretó su agarre sobre él, haciendo que la mirase a los ojos.
—Eso nunca.
A Inuyasha las palabras no se le daban bien y sentía que ese día, con toda la tensión y los nervios con los que había tenido que lidiar para poder decir lo que tenía en mente, ya había cubierto su cupo de frases sentimentales. Pero con ella siempre había espacio para una más. La abrazó con fuerza y dijo:
—Felices ochenta y cuatro días.
Con esa frase Kagome confirmó, mientras le dedicaba la sonrisa más amplia que podía expresar, que contar los días ahora era cosa de los dos.
Nota de la autora:
¡Hola de nuevo!
Continuando con el reto Diario de amor... Cien relatos feudales del foro ¡SIÉNTATE!, este capítulo se corresponde con el tema #10 - Celebrar el aniversario de conocerse (o similar).
Este one-shot tendrá continuación más adelante, pero no va a ser en el siguiente capítulo. Lo señalaré cuando toque, de todas formas.
Muchas gracias por los reviews que me habéis dejado en el capítulo anterior. A los que estabais loggeados, ya os he contestado; a los que no, os lo agradezco sinceramente en este momento. También a todos los que habéis puesto la historia en favoritos y alertas. No me esperaba que fuerais tantos, la verdad. ¡Muchísimas gracias!
Ya me diréis qué os pareció este one-shot, espero vuestros comentarios.
¡Hasta la próxima!
