Estaba oscuro. No podía ver nada.

—¿Hola?

Llamó. Pero sólo recibió respuesta del eco de su voz. Intentó de nuevo, obteniendo el mismo resultado.

Dio unos pasos hacia atrás y sintió chocar contra algo sólido. Comenzó a palpar la superficie.

—¿Una puerta? —dijo confundida al tocar lo que parecía ser el pomo de una. Forcejeó un par de veces, tratando de abrir. Suspiró resignada al no lograrlo. Parpadeó desconcertada al notar que su mano era mínimamente visible debido a una fuente de luz a sus espaldas. Se percató que una cortina de niebla se arremolinaba a sus pies.

Volteó y jadeó sorprendida. Unos metros frente a ella se encontraba un hermoso espejo antiguo de cuerpo completo con marco de oro delicadamente tallado, aunque lo que la dejó perpleja fue que la luz y la niebla emergían de una pequeña separación del lado izquierdo de éste.

Se movió para acercarse mas no avanzó ni un centímetro cuando algo en el reflejo la detuvo. Una silueta. Era difícil distinguir pero claramente era una humana. A la par que se fue volviendo más nítida, ella comenzó a escuchar…

I am your Angel of Music

Come to me, Angel of Music

La voz parecía provenir de todos lados. Era profunda, seductora y la consumió en un trance automático. La clara imagen de un hombre ocupó el espejo.

Él era el dueño de la voz. Una máscara blanca como el hueso cubría la mitad de su rostro, la otra parte estaba sumida en las sombras. Aún así sus ojos eran sobresalientes. Tan embriagadores como la música que emanaba de su boca.

I am your Angel of music

Come to me, Angel of Music

Ella se movió embelesada, ansiaba estar más cerca. Se detuvo a la distancia suficiente como para levantar un brazo y tocarlo.

El hombre le tendió una mano enguantada en negro.

Viens à moi, mon petit oiseau en cage…

Se perdió en su mirada y cuando estaba a punto de colocar su mano sobre la de él…

•| ⊱✿⊰ |•

Kagome despertó jadeante y cubierta por una fina capa de sudor frío. Pasó el dorso de su mano por su frente para quitar algo de las gotas allí. Se levantó con lentitud de su cama y caminó con parsimonia hacia un cuenco lleno de agua que estaba sobre el tocador de madera. Echó un poco de agua en su rostro y lo secó con la toalla de mano junto al recipiente.

Al subir la mirada se encontró con su no muy saludable reflejo, cuyo aspecto empeoró al recordar el sueño. Apoyó ambas manos sobre el mueble para sostenerse.

Ciertas palabras que el hombre del sueño pronunció retumbaron en su mente.

—Ángel de Música… —murmuró estupefacta. Una sonrisa apareció en su cara. Comenzó a dar vueltas mientras reía eufórica—¡Ángel de Música! —exclamó alzando los brazos. Giró tantas veces que cayó de bruces en la cama al sentir mareos—Por fin… Después de tres malditos siglos. —Llevó una mano a su boca incapaz de concebir que al fin estaba pasando, las lágrimas de alegría no tardaron en aparecer—¡Sí! —Sin poder contener la emoción, dió unos agudos chillidos a la par que saltaba sobre la litera causando que los resortes sonaran bajo su peso.

Unos fuertes golpes de la habitación contigua interrumpieron el escandaloso festejo—Shut up and let the rest of us sleep in peace! —clamó una furiosa voz masculina.

Kagome hizo una mueca—Sorry! —respondió apenada. Sin embargo eso no disminuyó su felicidad.

Se acurrucó bajo las sábanas dispuesta a conciliar el sueño pues mañana a primera hora partiría hacia su nuevo destino. Y con suerte, quizás el último.

•| ⊱✿⊰ |•

París, Francia 1870

Por las transitadas calles de la capital, un carruaje se detuvo frente a un imponente edificio. El chochero dejó su puesto y fue a abrir la puerta de los pasajeros, le tendió la mano a la persona en el interior. Una delicada y pálida mano tomó la suya y del vehículo emergió una pequeña figura femenina que se ganó las miradas curiosas e impresionadas de los transeúntes que pasaban cerca.

No a causa de su vestimenta o su equipaje, sino debido a su apariencia.

Era una bella mujer de rasgos asiáticos.

«¿Por qué me ven así?» Pensó Kagome sumamente confundida al darse cuenta que tenía varios ojos sobre ella. «Me vestí lo más sencilla posible» Inspeccionó su atuendo buscando algo fuera de lugar «No, todo bien» Se encogió de hombros y decidió ignorar las miradas a su persona.

De una bolsita atada a su cintura sacó unas monedas de oro para pagarle al conductor.

Merci beaucoup —agradeció el susodicho dando una profunda reverencia—. Y, mademoiselle?

—Dígame. —Asintió Kagome.

—No es común ver a extranjeros como usted, menos a una joven tan bonita —Le explicó el señor con una sonrisa amable pues había notado el desconcierto de la miko, cuyo rostro se sonrojó intensamente ante el halago. El conductor rió a su reacción y retomó su puesto—Buena suerte, madame. —Se despidió con una inclinación de cabeza y marchó.

Kagome dió la vuelta y jadeó al ver lo asombroso que era el lugar, pues hasta ese momento no lo había observado en detalle.

Sugoi… —murmuró anonadada. Una señora que pasaba se detuvo un segundo y la miró raro. Sonrió avergonzada y se apresuró a entrar.

Si creía que el exterior era hermoso, el interior era magnífico.

«Es tan bello como el Palacio de Buckingham…» Caminó hacia la majestuosa escalera de mármol, posó una mano en el, valga la redundancia, pasamano y subió apreciando la sensación del frío y pulido material bajo su palma. Alzó la vista al techo «Me recuerda a la Capilla Sixtina. Bueno, supuestamente aquí está mi "Angel of Music" jaja»

Kagome siguió sus instintos y se encaminó hacia donde percibía las auras de varias personas. Auras agitadas. Terminó frente a una puerta, escuchó los cantos amortiguados detrás de ésta. Emocionada por lo que podría ver, entró.

«¡Por Kami! ¿Acaso todo el lugar es una obra de arte?» Pensó incrédula ante el igualmente increíble auditorio «Aish, si tan sólo tuviera una cámara. En estos momentos extraño la tecnología de mi tiempo»

... from the enslaving force of Rome!

(¡De la esclavizante fuerza de Roma!)

Una particular nota alta femenina la sacó de su ensoñación. Dirigió su mirada al escenario justo a tiempo cuando llegó el coro. Tomó asiento rápidamente en una esquina lo más oculta posible.

With feasting, and dancing, and song

(Con banquete, con baile y canción)

Tonight in celebration

(Esta noche en celebración)

We greet the victorious throng

(Recibimos a la muchedumbre victoriosa)

Returned to bring salvation

(Regresaron para traer salvación)

Admiró fascinada la secuencia. Los trajes, la escenografía, la utilería. «Si así de fantástico es un ensayo no imagino la obra»

Los coristas le abrieron paso a un corpulento hombre.

Kagome se llevó una mano a la boca para cubrir la risa que se le salió ante el marcado acento.

La práctica fue interrumpida por la aparición de un señor de mediana edad junto a otros dos hombres con bigotes graciosos. Prestó atención a medias de lo que hablaban, algo sobre un "cambio de dirección", y continuó mirando alrededor.

Volvió la mirada cuando retomaron el ensayo.

«¡Muévanse!» Se quejó internamente por los dos hombres y una mujer que le estorbaban la vista de la escena «¡Gracias! Tch» bufó cuando al fin salieron de en frente.

Cautivada por la actuación, sin querer aplaudió cuando acabó. Los presentes miraron alrededor confundidos pero Kagome logró esconderse a tiempo detrás de los asientos.

El reclamo de una mujer, evidentemente italiana, los distrajo.

La miko se asomó despacio y al ver que ya todos estaban charlando, tomó asiento de nuevo.

—¡Él está tan emocionado por chicas bailando como sus nuevos gerentes! ¡Porque yo no estaré cantando! —Les gritó la mujer italiana a los dos hombres—. Andiamo tutti! Ahora está finito! ¡Dame a mi perro! ¡Adiós!

Kagome rió para sí ante la actitud de la mujer, más gracia le causó cómo los gerentes fueron tras ella. El miedo que les generaba era palpable, aunque al parecer no sólo a ellos sino a todo el mundo en base a la forma en que las personas le abrían paso rápidamente. Luego de varios halagos lograron convencerla de que no se vaya y "rogaron" por una canción.

Notó confundida a unas criadas colocarse tapones en los oídos. El resto de los presentes también estaban disgustados pero lo supieron ocultar.

Think of me, think of me fondly

(Piensa en mí, piensa en mí cariñosamente)

Cuando la mujer comenzó a cantar, Kagome rodó los ojos «Qué exagerados, su voz no está tan mal».

Pero…

De pronto, un telón de fondo cayó sobre la cantante. Y la miko, sin pensarlo dos veces, agarró una de sus maletas y se apresuró a ayudar. Ágilmente subió al escenario.

Los que estaban quitando la viga sobre la mujer la soltaron ante la sorpresa que les generó su repentina aparición, sin embargo al escuchar los gritos de la italiana salieron del estupor.

Apenas lograron mover el telón, Kagome se arrodilló al lado de la mujer—¿Cómo está? —Le preguntó.

No esperaba que ella le respondiera despectivamente—¿Y tú quién eres? —Rechazó la mano que la miko le ofreció.

—Sí, mademoiselle. ¿Quién es usted? —Le preguntó con amabilidad, a diferencia de la cantante, el señor que llegó anteriormente con los otros.

—Larga historia. Lo importante ahora es que por suerte poseo conocimientos médicos —dijo seria.

Los de los bigotes graciosos la observaron incrédulos—¿Tú? ¿Una mujer? —Cuestionaron al unísono denotando burla, lo que la enfureció.

De todas maneras contestó con calma—Sí, así que pueden dejarme examinar a su Prima Donna para descartar algo grave y después interrogarme. O… —Calló un momento para levantarse—Pueden hacer eso ahora, buscar a un médico que quién sabe a qué hora llegará y perder tiempo —habló indiferente.

La italiana señaló al par masculino—Ustedes dos, basta con le sciocchezze —demandó.

—Pero... —La mujer alzó una mano, silenciándolos al instante—Como usted desee, signora. —Asintieron con molestia bien camuflada.

—Y tú… —Miró a Kagome de manera desdeñosa, quien no se inmutó—Más te vale que sepas lo que haces. —Le dijo en tono de advertencia.

—No se preocupe —respondió cortésmente.

Los gerentes presentados como Monsieur Firmin y Monsieur André la guiaron a una habitación junto con la señora que caminó con ellos por el escenario, Madame Giry. Monsieur Lefreve, el hombre amable, se quedó en el escenario.

A comando de Kagome tuvieron que llevar a la italiana, llamada Carlotta, sostenida de los hombros para que no realizara esfuerzo, lo que la mencionada aceptó sin ningún problema gustosa de la atención y por ende pasando por alto las expresiones de molestia de los gerentes.

Al llegar a la habitación sólo Madame Giry entró con ellas.

Era un amplio cuarto empapelado en rosa, repleto de flores. Mas en el lado opuesto a la puerta había un objeto que provocó que Kagome soltara su maleta, atónita ante lo que veía.

«E-es… es el espejo de mi sueño» Parpadeó un par de veces, sin creer que era real. Una mano en su hombro la sacó del aturdimiento.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Madame Giry, examinándola con una mirada amable pero calculadora.

Kagome le dio una sonrisa despreocupada—Sí, disculpe. Me perdí pensando qué podría darle a Carlotta dependiendo lo que ella tenga. —Se excusó intentando sonar lo más convincente que podía. Por el semblante de la mujer mayor notó que no le creyó, sin embargo esta no dijo nada más. Carraspeó incómoda y se acercó al tocador donde puso su maleta, de la que comenzó a sacar artículos médicos—. Madame Giry, ¿podría desatarle el corsé y el traje a la signora Giudicelli mientras yo preparo lo necesario? —Escuchó un "finalement!" de la mencionada, pero lo ignoró.

—Por supuesto —contestó la francesa.

Mientras la miko preparaba los artículos, no pudo evitar ver por el espejo de la mesada el objeto de sus sueños. «No Kagome, ahora no. Concéntrate» Se regañó, intentando ignorar la maldita cosa. Usó todo su auto autocontrol para no mirarlo a cada segundo cuando examinaba a Carlotta.

—Ya puede vestirse de nuevo, signora —anunció al terminar.

—¿Y bien? —preguntó la italiana con impaciencia, mordiéndose un dedo por los nervios.

—Tiene una ligera contusión, nada grave. —Le tranquilizó. La cantante suspiró dramáticamente, a lo que rió—Aplíquese esta crema en la zona dando masajes circulares —indicó tendiéndole un pequeño frasco, recibiendo un agradecimiento de ella bajo la mirada sorprendida de Madame Giry.

Guardó sus cosas esperando a que la cantante se vistiera. Al salir de la habitación, esta les dirigió a los dos hombres una mirada capaz de congelar el infierno y se alejó pisando fuerte.

Firmin y André, obviamente, corrieron tras ella.

Kagome enarcó una ceja y volteó hacia Madame Giry, quien suspiró—Siempre es así. —Se encogió de hombros, ya acostumbrada a las rabietas de la diva.

La miko negó divertida—. Hay que admitir que es algo gracioso en un mundo de hombres verlos tan temerosos de una mujer.

Madame Giry se detuvo un momento—Sí… lo es —coincidió con una ligera sonrisa y ambas rieron.

Ya cerca del escenario, oyeron los gritos de Carlotta. Madame Giry se alejó en otra dirección y Kagome logró ver que recogía algo del suelo, parecía un papel.

Signora, estas cosas pasan —dijo un nervioso André ante el estado de la italiana.

—¡Por los últimos tres años estas cosas han sucedido! —exclamó indignada y miró a Lefreve, quien se cohibió un poco—¿Y ha evitado que sucedan? ¡No! —Regresó su vista a los otros dos—¡Y ustedes son tan malos como él! ¿"Estas cosas pasan"? —repitió sarcástica—Hasta que eviten que sucedan estas cosas, ¡esto...! —Se señaló a sí misma—... no sucede. —Divisó a Kagome llegando y apuntó hacia ella, que se quedó congelada al tener los ojos de todos los presentes encima—. ¡Ella es es la única competente en este lugar!

—Uh... —La miko balbuceó confundida—. Grazie?

—¡Ubaldo! Andiamo! Trae a mi perro y mi cofre —ordenó Carlotta yéndose seguida de su séquito por segunda vez, aunque ésta parecía ser la definitiva si la conmoción en el salón significaba algo.

—Amateurs. —Les dijo Piangi a los dos hombres con desprecio. Posó su vista en Kagome y dió una pequeña reverencia en su dirección antes de irse.

—Caballeros, buena suerte. Si me necesitan estaré en Australia. —Se despidió Lefreve—Mademoiselle. —Al igual que Ubaldo dió una reverencia hacia la miko, que la devolvió.

Firmin y André se veían al borde del colapso—Ella volverá, ¿no es así? —Le preguntó el segundo al director de orquesta, el cual se encogió de hombros.

—¿Eso cree? Monsieur. —Apareció Madame Giry sosteniendo algo.

«¡Lo sabía!... Bueno, en realidad es una carta. Pero de papel»

—Tengo un mensaje del Fantasma de la Ópera.

Eso llamó la atención de la miko «¿Fasntasma de la Ópera? Vine por un Ángel, no un fantasma. Este sitio está loco» Pensó con una mezcla de sorpresa, molestia y curiosidad.

—Él les da la bienvenida a su Ópera... —continuó Madame Giry.

Firmin bufó incrédulo—. ¿Su Ópera?

—Y les ordena que continúen dejando el palco cinco libre para su uso. —Señaló con el bastón el puesto—Y les recuerda que le deben su salario —comunicó mostrándoles la carta—Monsieur Lefreve solía darle veinte mil francos al mes. —Firmin le arrebató el papel ante ésto—Tal vez ustedes puedan pagar más, teniendo al Vicomte como su patrocinador —dijo acomodando su cabello como si nada.

«Ah, entonces es un simple hombre» Razonó Kagome. «Aunque no imagino para qué podría necesitar tanto dinero. Quizás ser un fantasma cuesta caro»

—Madame, tenía la esperanza de hacer ese anuncio cuando él viniera a la gala. ¡Pero obviamente debemos cancelar ya que al parecer perdimos a nuestra estrella! —Furioso, rompió en pedazos la carta.

—¿De seguro hay una sustituta? —preguntó André notablemente desesperado. Su ánimo empeoró cuando la respuesta fue negativa.

—Tendremos que devolver el dinero a una sala completa —dijo su compañero en el mismo estado.

Kagome, que hasta el momento no había dicho una palabra y sólo presenciaba con pena, soltó:

—Yo podría ayudarlos. —Al instante, tenía la atención de la sala completa. Un ligero rubor apareció en su rostro ante la intensidad de las miradas.

Firmin abrió la boca para contestar pero calló. Y en vez de decir lo que sea que iba a decir antes, cuestionó—¿Y cómo haría eso? Mademoiselle... —En ese momento finalmente cayó cuenta de que ella aún no les había dicho su nombre.

—Kagome Higurashi. —Se presentó la miko dando una reverencia con tal elegancia que los dejó impresionados. Cosa que ayudó a la credibilidad de sus siguientes palabras—Y contestando a su pregunta, tengo un frère aîné que es algo así como un Duque en mi tierra natal. Yo también podría ser su mecenas. —Ante su declaración la sala estalló en revuelo. "¿¡Un Duque!?", "¡Debe ser increíblemente rica!". Esos fueron algunos de los comentarios que se escuchaban. «Espero que Sesshōmaru no me asesine por ésto» Rogó para sí.

Lo que sucede es que luego de haber visto éso en la habitación de Carlotta, no dejó de pensar en un plan para poder investigarlo y descubrir si era como en su sueño. Necesitaba una excusa, algo que le permitiera quedarse en la Ópera o visitarla con frecuencia. No se le ocurrió ninguna idea factible hasta que la italiana abandonó la obra, causando la desesperación de los gerentes por el bienestar económico. Entonces ahí Kagome vió su oportunidad. Ella iba a ofrecerse como patrocinadora. ¿Pero con qué dinero? Pues con el mismo de quien hizo posible sus viajes por el mundo. A pesar de que no quería abusar del favor de Sesshōmaru, la ocasión lo ameritaba. De ninguna manera iba a dejar pasar el poder al fin terminar con su suplicio de trescientos años.

Ahora, continuando a partir de lo que dijo la miko...

Los rostros de los gerentes se tornaron pálidos como cadáver—¡Mi Lady! —exclamaron ambos dando unas no tan gráciles reverencias.

—M-mil perdones, madame, por nuestro comportamiento previo. En verdad, nuestras más sinceras disculpas —balbuceó André. Parecía a punto de sufrir un ataque nervioso al igual que Firmin.

El mencionado se acercó a ella (que luchaba por ocultar su diversión) y le depositó con torpeza un beso en el dorso de la mano—¡Qué tontos hemos sido! —Negó exageradamente—¡Sólo una señorita de tal alto nivel poseería los impecables modales y refinada apariencia que usted demuestra! —proclamó en el mismo tono adulador que usaron con Carlotta. Unas pequeñas gotas de sudor cubrían su frente.

Aunque a Kagome le causaba gracia el giro de sus actitudes, se apiadó de ellos «Al menos lo pensarán mejor antes de menospreciar a alguien»—Merci. —Asintió con una sonrisa que los tranquilizó un poco—Entonces, caballeros. ¿Aceptan mi propuesta? —habló con porte calmo, pero por dentro moría de ansiedad ante lo que dirían.

Fermin y André se miraron entre ellos—. Sería un honor, mademoiselle. —Reverenciaron... de nuevo.

«¡Sí!» Internamente hizo un baile de victoria—Excelente, messieur. —Correspondió el gesto.

—Sin embargo, aún está el problema de que no tenemos una Prima Donna. —Se quejó Firmin.

La voz de Madame Giry atrajo la atención de todos—Christine Daeé puede cantar —dijo al lado de una bonita joven de rizos castaños que tenía los ojos abiertos como platos por la declaración de la mujer—. Ha estado tomando clases con un gran profesor. Fue bien instruida.

—¿Una corista? No sea tonta. —Rió André. Pero ante la expresión seria que le envió su recién incluida mecenas, dejó su postura petulante y carraspeó incómodo—¿Quién le ha enseñado? —preguntó amable.

—No sé su nombre, monsieur —respondió la tímida muchacha en un tono de voz bajo.

—En mi opinión, deberían dejar que haga una prueba —habló Kagome, recibiendo la mirada agradecida de Madame Giry. Los gerentes concordaron resignados, no tenían nada qué perder. Le hizo un gesto a Christine para que se acercara—Ven, no tengas miedo, vamos, vamos. —Insistió dándole una sonrisa amigable. La joven caminó hacia ella con pasos vacilantes—Perfecto. —Posó una mano sobre un hombro de la muchacha cuando ésta llegó a su lado y la empujó suavemente hacia el centro del escenario.

«Tal vez no sea malo tenerla aquí» Pensó Madame Giry apreciando la notable buena energía que emitía la belleza extranjera «Sólo espero que él esté de acuerdo»

—Desde el principio del aria, señorita —indicó el director de orquesta desde la peana.

—André, ésto no ayuda a mis nervios. —Le susurró Fermin.

Un toque en su brazo distrajo a Kagome y miró hacia la persona, era Madame Giry—Gracias. —Murmuró la mujer con un semblante que demostraba su gratitud.

—De nada. —Sonrió la miko y ambas volvieron la vista hacia una nerviosa Christine.

Y cuando ella comenzó a cantar, Kagome quedó boquiabierta. «Totemo utsukushīdesu... La voz de los ángeles debe sonar así... Ella es un ángel de la música» Sus ojos se cristalizaron, conmovidos ante el sentimiento que proyectaba la voz de la chica. Observó un instante a los gerentes y rió para sí al verlos igual de impresionados.

Cuando la de rizos castaños terminó, la sala estalló en vítores.

—Magnifique! —exclamó la miko.

—Increíble, señorita. ¡Increíble! —Halagó un reanimado Fermin. Con el talento de esa muchacha la obra sería un éxito. Una mirada a su compañero y supo que él pensaba lo mismo.

Inmiscuida en la emoción del momento, Kagome no se dió cuenta del aura sombría de una persona ajena que la observaba oculta en las sombras del infame palco cinco. No es que tampoco lo pudiera haber sabido. Al no conocer a los trabajadores era incapaz de distinguir a alguien extraño.

Profundos ojos verde claro se entrecerraron hacia la risueña miko que felicitaba a Christine. Con un ondeo dramático de una capa oscura, el individuo desapareció.

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