- Siempre me pareció que tenías demasiada confianza en ti mismo.

- Oh, la tengo, y me alegra en parte haber presenciado que tú aún la tienes. Eres una Grisha, única, no tienes porque esconder tu naturaleza para evitar ofuscar a otros, eres superior a todos ellos.

- Pero aún no soy superior a ti.

- Detalles, podrías llegar a ser mucho más poderosa, con el tiempo.

- ¿Eso no te asusta?

- No me malinterpretes.

Se acercó y me tomó ambos antebrazos, por instinto hice lo mismo con él, buscando un soporte.

- Poder es lo que yo quería darte, yo nunca quise al ciervo para mí Alina, siempre fue tuyo.

- Debiste haberme dicho la verdad.

- No creí que estuvieras preparada, he visto demasiadas cosas, demasiadas cosas, llevo mucho tiempo existiendo, pero tú apenas comienzas a vivir, no esperaba que fueras capaz de entenderlo a la primera.

- ¿Y crees que soy capaz de entenderlo ahora?

- Eso yo no lo sé – me soltó los brazos para dejar que su mano me acariciara la mejilla con suavidad, entonces se acercó a mi oído para susurrar en él – pero desearía que sí.

Mi corazón palpitó más fuerte cuando cerró la conversación con un beso en la misma mejilla que había acariciado con su mano, se apartó de mi con una pequeña sonrisa antes de darse la vuelta y desaparecer, a pesar de que ya no estaba podía sentir su aroma fluyendo por la habitación.

- A veces yo también lo desearía así – murmuré medio para mí.

Sacudí la cabeza, y me quité la bata para acostarme en la gran cama de sábanas oscuras, la cama del Darkling, pero el sueño no llegaba, ¿qué estaba haciendo? Había logrado ignorar las apariciones constantes del enemigo, se había convencido de que eran un truco, una mala broma nacida a raíz de la mordida que llevaba su hombro, a tal punto que hoy se había atrevido a plantarle cara, valientemente, con convicciones… que se habían ido por tierra en el momento en que vio esos ojos grises observándola con dedicación otra vez… Y por otro lado estaba el tema de Mal, ambos guardaban rencores que no podían remediar, ella lo quería, siempre lo había querido, pero él sólo le había prestado atención cuando otro había aparecido para llevársela, ¿era eso amor? ¿o era sentido de la propiedad? Tal vez Mal no la amaba, tal vez sólo amaba tener algo de casa cerca, algo que le fuera familiar, algo que le perteneciera, y no había soportado que de pronto ella fuera suficientemente fuerte por su cuenta, que ya no lo necesitara.

Pasó una hora, el aire se hizo un poco más frío y me acurruqué un poco más dentro de la cama, podría haber calentado todo alrededor en un instante, pero cualquier haz de luz que saliera por la puerta me delataría, no sabía quién estaría de guardia, pero había tenido demasiada gente en mi habitación por esta noche, así que en lugar de invocar al sol me acurruqué en torno a mí misma, esperando.

Perdí la noción del tiempo después de un rato, por mi mente pasaban imágenes que iban desde mi infancia hasta mi llegada aquí, el camino que había recorrido, mi separación de Mal, mi debut en el Gran palacio de la mano del Darkling, mis entrenamientos con Baghra, como mi potencial había explotado al dejar de reprimir mi naturaleza como Grisha, los besos, el escape, el ciervo blanco, el ataque, la aparición de Nikolai, mi nombramiento hacia el segundo ejército, las visitas del Darkling…

- ¿No puedes dormir? – su voz me hizo dar un salto.

Ahí estaba, sentado en el costado vacío de la cama, apacible, casi invisible entre la oscuridad de la habitación y la negrura de su kefta.

- No puedo – me removí para quedar mirando hacia su dirección con mayor comodidad - ¿tampoco tú?

- Últimamente son pocas las ocasiones en las que duermo – había un deje de cansancio en su voz, muy similar a cuando ambos habíamos hablado de los costos de la guerra tanto tiempo atrás.

- ¿Por qué volviste? – me atreví a preguntar entonces mientras él jugaba con el bordado en los bordes de la sábana.

- ¿Quieres que me vaya? – su tono fue despreocupado, pero su semblante estaba serio.

- ¡No! – al momento en el que lo dije me arrepentí y me cubrí la boca, lo había dicho demasiado alto, solo esperaba que nadie hubiera escuchado.

-Sssh no tienes porqué exaltarte – dijo entonces y había una media sonrisa en su boca, ojos grises tranquilos – no me marcharé.

- Háblame sobre algo – pedí entonces mordiendo mi labio inferior, sin estar segura de lo que estaba haciendo.

El Darkling asintió y se acomodó en la cama, lejos de mí, pero mirándome de frente imitando mi posición, verlo así me hizo sentirlo sorprendentemente humano, por un momento lo vi como lo que aparentaba ser, un hombre joven y atormentado por el peso de una responsabilidad que había detonado el mismo sin querer.

- ¿Sobre qué quieres hablar? – preguntó entonces con tono suave.

- No lo sé, ¿hace frío también allí? En el lugar dónde estás – pensé que no respondería, que lo vería como una treta para sacarle información, pero su mirada seguía siendo tranquila y amable.

- Siempre hace más frío en la oscuridad, pero no, no tengo frío.

- Es una buena kefta – le dije un poco burlescamente.

- Y dicen que el negro conserva mejor el calor – me siguió la corriente – tú si pareces tener frío, ¿por qué no invocaste algo de calor?

- Demasiados guardias esperando a una dama en apuros, verán la luz por debajo de la puerta y vendrán corriendo.

- Bastaría con oscurecer las rendijas de la puerta – seguí su mirada hasta la puerta de la habitación, recortada en la oscuridad por la luz que se colaba del pasillo.

- Lástima que sólo puedo iluminar.

- Dame tu mano.

Estaba moderadamente segura de que aquello quería sonar como una petición y no como orden, que fue como sonó, de todas maneras, no tenía nada que perder, así que le acerqué la mano y dejé que sus dedos se entrelazaran con los míos. Pude sentir el calor de su mano al instante, la sensación de bienvenida y bienestar me invadió por completo, tal y como lo hacía antes de que las cosas entre nosotros cambiaran, lo miré a los ojos por un rato, ese gris frío parecía sorprendentemente cálido, mis mejillas tomaron calor y sentí que tenía que pararlo.

- ¿Y ahora qué? – susurré para salir de mi ensimismamiento.

- Ahora…

Las sombras bailaron por la habitación, la oscuridad se deslizaba silenciosa y ondulante hasta la puerta, tapando los agujeros, en un instante quedó todo a oscuras, ni siquiera podía distinguir su rostro.

-… Llama a la luz – susurró en la oscuridad.

Con la mano que tenía libre me concentré en el calor, en una luz pequeña, quería irradiar lo suficiente para calentarme, pero no lo suficientemente amplio para dispersar las sombras de la puerta, me tardó un poco más de lo que hubiese querido regular la intensidad de mi pequeño sol, los dos amplificadores que llevaba reaccionaban también al poder amplificador del Darkling.

- Extrañaba ver esa expresión – murmuró mi acompañante – la luz en medio de mi oscuridad.

- No tendrías que extrañarla si hubieses tomado mejores decisiones – no sabía de dónde había salido eso, pero salió.

- He tomado un camino para el que no hay marcha atrás – se incorporó un poco, estudiando el balance entre mi luz y sus sombras – pero tú tal vez decidas tomar este camino algún día.

- Murió demasiada gente.

- ¿Qué pasaría si…? No, aún es muy pronto para preguntártelo.

- ¿Quieres saber si serías capaz de convencerme?

- No. Lo que quiero exponer es… diferente, pero necesito tiempo, pruebas, cuando las tenga y sólo entonces, podré preguntártelo.

- Ya entré en calor – desaparecí poco a poco la invocación del sol, sus sombras se retiraron paulatinamente también.

El uso del poder me había llenado y comenzaba a sentir el cansancio que mi mente había querido ocultar, poco a poco fui sucumbiendo al sueño, podía sentir como los párpados secos se cerraban por momentos.

- Buenas noches, Alina Starkov – sentí como su mano libre acariciaba mi cabello y acomodaba la manta que me cubría.

- Buenas noches… Darkling.

- Es Aleksander – me corrigió, quise preguntarle, pero el sueño se llevaba lo mejor de mí.

- Aleksander – repetí, y entonces me dormí.