Kyo esperaba pacientemente a que Shingo regresase de hablar con el doctor, había logrado convencerlo que de lo ayudará a salir de ahí lo más antes posible, sin embargo, salir del hospital en su estado no iba a ser para nada fácil, considerando que a duras penas podía caminar y que diariamente se le suministraba droga de todo tipo para que se mejorase. Aún no sabía exactamente qué era lo que tenía, las explicaciones del médico eran emaciado confusas para él.

Al cabo de una hora Shingo regresó a su habitación con buenas noticias y luego de recoger una maleta con su ropa, habían salido del hospital.

El taxi comenzó a andar por la avenida sin prisa alguna, en el asiento trasero, Shingo y Kyo conversaban, para ser más exactos Kyo escuchaba como Shingo narraba orgulloso como había conseguido que el medico les diera la orden de poder salir del hospital.

- Y entonces le dije que usted era Kyo Kusanagi el más poderoso descendiente del clan Kusanagi – comentaba con aire orgulloso – Y que había ganado el torneo y... – Kyo lo interrumpió con un golpecito cariñoso en la espalda que le dolió más a él que a Shingo.

- ¡No seas exagerado Shingo! – Le reprochó con una sonrisa, pero Shingo continuó.

- ¡Aun así, no quería dejarlo salir y tuve que argumentarle que el hospital no era un lugar seguro para usted! – Shingo hizo una pausa y observo el rostro serio de Kyo.

- ¿Y... qué lugar si lo es? – Shingo iba a responderle cuando el Taxi se detuvo frente a su casa. - ¿Tu casa? -

-¡Si! – Kyo iba reprocharle, pero Shingo ya había bajado el auto y se encontraba pagándole al taxista. Kyo no tuvo otra opción que bajarse también y entrar en la casa.

Shingo le ayudo a entrar guiándolo despacio, la casa de Shingo no era muy grande, en la sala un gran sillón de color verde militar se encontraba frente al pequeño televisor y debajo de él un Play Station 2 con películas regadas por el suelo, por lo general Shingo solía ser más ordenado que él, así que Kyo se extrañó al ver el desorden del lugar. Paseó su mirada por el comedor y vio libros dispuestos unos encima de otros y lapiceros separando las hojas.

- ¿Estabas estudiando? – preguntó Kyo rompiendo el silencio.

- Si Kusanagi-san, tengo un examen este lunes – Respondió colocando su bolso sobre el sillón – Me temo que tendrá que dormir en mi cama... – Comentó rascándose la cabeza – Kensou dañó la cama de invitados hace más de un año –

- ¿Y tú? – preguntó Kyo – No me dirás que también vas a dormir conmigo – Bromeó Kyo con una sonrisa, Shingo río con más ganas.

- No le voy a hacer nada Kusanagi-san – Respondió aún entre risas – Usted no es mi tipo – bromeó mientras conducía a Kyo a su habitación.

- ¿De verdad? - Increpó Kyo siguiendo la broma – ¿Y quién si lo es Benimaru? – Shingo sacó la lengua en una mueca de fingido asco - ¿Ahh? ¿Compraste un computador nuevo? – Exclamó al ver el computador en una esquina de la habitación interrumpiendo a Shingo que ya iba a hablar.

- Ah... sí tuve que dejar la vieja y comprarme esta - Respondió mientras sacaba ropa del armario y la tendía sobre la cama.

- ¿Y qué estudias ahora? – Escuchó decir a Kyo.

- Bueno, después de la batalla contra Orochi, terminé la preparatoria e ingresé a la Universidad, ahora estoy en tercer semestre de Ingeniería de Sistemas, por eso tuve que comprar una mejor computadora -

- ¿No ibas a estudiar Medicina? – preguntó de nuevo – Alguna vez dijiste eso.

- Así que si me estaba prestando atención – Susurró Shingo con una sonrisa y deteniendo su labor. Kyo arrugó la nariz y se hizo como el que no escuchó eso último.

- ¿Es extraño sabes? – la voz de Kyo sonó triste de repente – Saber que ha pasado tanto tiempo y que lo has perdido... me pregunto si, realmente me habrán extrañado... me pregunto si... –

Shingo guardo silencio, ¿A quién se refería Kyo? A Yuki talvez, pero no era conveniente que escuchara lo que había pasado en ese momento. Para su maestro era demasiado difícil el haber estado ausente durante tanto tiempo, seguramente quería encontrar todo como antes... pero era imposible, habían cambiado tantas cosas y Shingo lo sabía, Por eso el joven alumno deseaba en lo posible hacer que Kyo se sintiera como en "los viejos tiempos".

- ¡Iré a preparar té! – gritó de pronto sobresaltando a Kyo – ¡Puede cambiarse si lo desea, en unos minutos regreso! – Kyo lo vio salir de la habitación torpemente, por unos instantes se quedó de pie observando el cuarto, no había cambiado mucho desde la última vez que entró. El afiche de él parado frente a Iori con arrogancia y supremacía aún permanecía pegado en el mismo lugar, se acercó cojeando hacía él y lo miró más detenidamente.

- Iori – Susurró al ver la imagen del pelirrojo, sus ojos rojos lo miraban con un marcado odio y rabia, parecía como si realmente estuviese allí mirándolo y no como lo que realmente era; un simple póster de papel. ¿Dónde estaría él ahora? ¿Estaría bien? ¿Lo habría olvidado él también?

Paseó sus dedos por la superficie del papel lentamente y se sorprendió al darse cuenta de lo que hacía y apartó sus dedos bruscamente. De alguna manera era extraño saber que habían pasado 3 años sin pelear con él. Y esos sueños... aquellos sueños, tan reales, donde lo veía destrozando a aquellas personas, matándolas. ¿Por qué veía eso? No lo entendía, tenía ese sueño constantemente.

En la cocina Shingo terminaba de preparar el té verde. Se sentía muy responsable de la salud y bienestar de Kyo ahora que estaba a su cuidado. Quería que se sintiera a gusto en su casa y aunque no fuera nada comparable con la mansión Kusanagi, Shingo deseaba que a su maestro no le faltara nada y se sintiera bien. Por lo menos mientras se recuperaba por completo y pudieran esclarecer su pasado.

Un gemido de dolor se escuchó en la habitación y Shingo soltó de golpe la taza que contenía el té y corrió a ella. Lo primero que vio fue a Kyo sentado en la cama forcejeando inútilmente y con rabia, tratando de ponerse la ropa que él le había dejado. Kyo lo miró con frustración y se sintió terriblemente avergonzado por no poder ponerse la ropa por sí mismo, pero no podía, un terrible dolor en su brazo derecho cuando intentaba moverlo se lo impedía.

- No puedo – Dijo furioso bajando su rostro sin querer ver a Shingo.

- Permítame ayudarlo Kusanagi-san – Murmuró acercándose, Kyo retrocedió instintivamente – Recuerde que ahora... estoy para cuidarlo – Entonces Kyo se dejó hacer. Dejó que Shingo retirara su camiseta lentamente y con mucho cuidado, esperó pacientemente mientras el joven retiraba la venda de su brazo. Por la expresión de Shingo, Kyo supo que la herida no iba del todo bien.

- Tendrá que lavarse Kusanagi-san – Sugirió - Si se infecta tendremos que volver al hospital – Kyo giró el rostro indignado.

- Lo haré yo solo – Gruño con el entrecejo fruncido. – Dame el alcohol y algo de algodón -

- ¿Esta seguro? – Indago mirándolo de reojo, Kyo se quedó en silencio. Shingo volvió a sonreír – Puede confiar en mi Kusanagi-san no se preocupe! –

- No se trata de eso... – Agregó el joven maestro. – Es que... no me gusta sentirme así... tan –

- ¿Vulnerable? – Agregó con una sonrisa, Kyo asintió.

- Ya se lo dije Kusanagi-san – Comenzó a hablar Shingo mientras con suavidad recostaba a Kyo sobre la almohada – Puede confiar en mi... no me importa que tan vulnerable este – Se estremeció repentinamente, pero no supo si fue a causa de lo que acababa de decir Shingo o si era por el alcohol que resbalaba ahora por su brazo y no pudo más que contener un quejido de dolor y cerrar fuertemente los ojos.

El pelirrojo finalmente llegó a su departamento, el edificio era alto de color gris pálido, la estructura era modesta, demasiado a decir verdad para un Yagami. Había perdido la cuenta de cuantas veces escuchó a su padre criticar su modo de vivir, hacía mucho tiempo que las cosas que tenían que ver con su familia le habían dejado de importar. ¿Y realmente cuando le importaron? Talvez cuando aún era un niño y no conocía las verdades de su pasado. No había terminado de bajar de su auto, cuando un alto hombre se interpuso en su camino, llevaba una gabardina blanca que llegaba hasta un poco más debajo de su muslos, de cuello de tortuga abierta, un buzo ajustado negro con una línea en el medio probablemente la cremallera y un pantalón ajustado negro lleno de correas, con numerosos bolsillos y costuras bastante sofisticadas y que Iori nunca había visto antes, ajustado a su diminuta cintura, Iori iba a ignorarlo pero no pudo evitar quedarse mirando aquellos profundos ojos dorados, intimidantes.

El extraño lo miró por largo rato y seguidamente le sonrió. Iori no le devolvió la sonrisa ni pareció inmutarse si quiera con el gesto, entonces el joven dio un paso hacia Yagami aún con la sonrisa confiada en su boca.

- Yagami... – Dijo con voz de triunfo – Por fin te encuentro – Iori vio cómo se sacaba del bolsillo un sobre blanco y se lo ofrecía. Iori dudó unos momentos... pero lo recibió.

- ¿Qué mierda es esto? – Gruño el pelirrojo rasgando el sobre y sacando la carta que había en él.

¡Era una invitación para el nuevo torneo de King of Fighters!

Alzó la mirada con desdén, sus ojos rojos se posaron lentamente en el cuerpo del alto hombre que tenía en frente. Notó que su cabello caía hacia los lados y se alzaba en las puntas de una forma bastante curiosa, notó también su color azul pálido casi lila, su tez pálida quizás un tanto mas que la de Kyo, Parecía como si estuviese esperando una respuesta.

- No me interesa – Gruñó palabra por palabra lentamente, haciendo énfasis en cada una de ellas como si quisiera que el otro las memorizase.

- ¿Ah no? – Preguntó en tono burlón el recién llegado - ¿Acaso ya no deseas mantener tu título como el más fuerte? -

- No lo necesito – Puntualizó en tono amenazante. – No necesito demostrar que aún ostento el titulo... – El joven de ojos azules los entrecerró con malicia.

- ¿Acaso tienes miedo de los nuevos participantes Yagami? – Preguntó, llevándose las manos a los bolsillos.

- La única persona que me interesa derrotar no estará allí, así que no me interesa – respondió Iori de mal humor ¿Para qué entrar a un torneo si no estaba Kyo? El pelirrojo desintegró la carta en una pequeña llama púrpura en sus manos.

- Que molesto... – Susurró ladeando la cabeza – No pareces un Yagami... –

- ¿De verdad? – Acotó y su llamita púrpura aumentó de tamaño.

- Así es... más bien pareces un Kusanagi – Al pelirrojo ya no le gusto para nada la conversación, puesto que, para él, ser comparado con alguien de ese despreciable clan era simplemente humillante, el joven continuó – Los Kusanagis siempre quieren ir en contra de la corriente, siempre queriendo imponer su criterio, eres tan terco como un Kusanagi... –

- ¿Y puedo saber por qué el interés de que yo entre o no en el torneo? – Preguntó empuñando sus manos con rabia.

- Entra en él y lo sabrás... – Se apresuró a decir el otro –Ssi es que te atreves... – Una petulante risita se escapó de sus labios inevitablemente mientras continuaba observando al pelirrojo.

- ¿Quién demonios eres? – Gruñó el pelirrojo colocándose en posición de ataque.

- Ahh... es verdad... es una falta de mi parte no presentarme... pero no creo necesario eso ahora... ¿por qué no te conformas con saber que soy muy poderoso? – Iori bufó y vio como el alto joven también se colocaba en posición de ataque. Llevó las manos a la altura del pecho y colocó sus dedos de una manera extraña, el pelirrojo trató de reconocer la técnica que utilizaba el recién llegado, sin embargo, no la pudo reconocer, nunca había visto a alguien posarse de esa manera para pelear... ¿sería acaso algún nuevo estilo?

Sumido en estos pensamientos, el pelirrojo difícilmente pudo esquivar el golpe que le fue lanzado, Recobró el equilibrio instantáneamente y de inmediato invocó sus llamas en sus manos y las aventó hacía el otro. La gabardina blanca del misterioso joven se batió en el aire cuando su dueño se giró a una velocidad vertiginosa sobre Yagami, con las manos a modo de garras el joven de ojos claros atajó a Iori por detrás, aprisionándolo contra su cuerpo. Iori se retorció intentando liberarse, pero este ya había inmovilizado sus manos atrás de la espalda y no parecía importarle el hecho de que estuvieran ardiendo en fuego.

- ¡Bastardo! – Protestó invocando más fuertemente sus llamas, haciendo que estas bailaran furiosas en sus manos, pero el sujeto no parecía inmutarse ni quemarse tampoco, continuaba sosteniéndolo por la espalda.

- ¿Esto... es todo? – Susurró al oído de Iori – ¿Este es el grandioso poder de los Yagamis? – El pelirrojo volvió a retorcerse sin lograr liberarse – ¡Que patético! Ya entiendo porque nunca pudieron derrotar a los Kusanagi... –

- ¡Suéltame idiota! – Se quejó de nuevo el pelirrojo frunciendo el ceño ofendido. ¿Por qué tenía tanta fuerza ese sujeto?

- Ahorra tus fuerzas Yagami – Y lo siguiente fue tan rápido como doloroso, Iori sintió el suelo frío del asfalto en su rostro y la piedrilla del andén encrestándose en su mejilla, hiriéndola. El salvaje golpe también provocó que tuviera que escupir sangre atosigadamente, sintió el peso del joven encima suyo evitando que pudiese levantarse.

Fue una fortuna que cerca de su departamento el lugar no fuera muy concurrido y menos cuando caía la noche.

- ¿Esto es lo que vas a ir a hacer en el torneo? – Sentenció el sujeto colocando las palmas de sus manos sobre la espalda del pelirrojo. Yagami iba a protestar cuando escuchó unas palabras salir de los labios del otro.

Iori no entendía nada de lo que escuchaba, no era japonés ni ningún otro idioma que conociese o hubiera escuchado, además las palabras iban hiladas como en un canto. De repente se percató de que las fuerzas abandonaban su cuerpo.

- Pero qué demonios... – Se quejó sintiendo como su cuerpo se paralizaba miembro a miembro y ya no respondía a sus órdenes.

Cada vez se sentía más débil, sus ojos le pesaban, su vista se nublaba. ¿iba a morir? Pensó perturbado, no quería morir de esa manera tan deshonrosa, a manos de un extraño y sin haber matado a Kusanagi. Sabía que iba a morir joven por su sangre Orochi, sin embargo, no pensaba morir de una manera tan absurda y deplorable.

- Mi...er..da – Tartamudeó débilmente y cuando creyó que si cerraba los ojos no podría volver a abrirlos, el sujeto dejó de cantar y retiró sus manos de su espalda. Todo su cuerpo le dolía increíblemente y no podía moverse aún. El Joven de ojos azules lo miro con despreció y ladeó su cabeza al hablar, Iori vio como los azulados cabellos le caían hacia un lado delicadamente y se movían silenciosamente mientras hablaba.

- Que despreciable Yagami, de verdad esperaba mucho mas de ti, como se nota que dejaste de entrenar luego de la batalla contra Orochi... estas tan débil que sólo puedo sentir lastima por ti... y por Kyo... – Se detuvo un momento y colocó la punta sucia de su bota de cuero contra la mejilla de Iori – Kyo Kusanagi no se merece un rival como tú... me pregunto... ¿Por qué no te ha matado? ¿Acaso será igual de patético que tú? – Iori alzó el rostro sintiendo una ira inconmensurable recorrer todo su cuerpo, sin embargo, ese sentimiento no le haría parar de allí. La energía había abandonado ya su cuerpo – No entres al torneo Yagami, hazlo por tu bien, sería tan ridículo ver el desempeño de alguien como tu –

Y finalmente la bota se detuvo en sus labios, Iori alzó la mirada y vio la figura imponente del extraño, su gabardina ondeada por el viento dejaba entrever su delgado y ceñido cuerpo, tenía una mano en el mentón ahora y una expresión de total arrogancia en el rostro.

- Kisa..ma – {maldito} - Alcanzó a susurrar antes de que el joven comenzara a alejarse caminando, dejándolo tumbado en el suelo, humillado totalmente, su orgullo destrozado en mil pedazos.

- No vales la pena. – Escuchó a lo lejos y no pudo hacer otra cosa que quedarse quieto deseando a que las fuerzas regresarán a su cuerpo.

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