Capítulo 1

Ruinas


Lo primero de lo que Minato tomó nota al recuperar la consciencia fue de el profundo mutismo, el sosiego que envolvía el ambiente. El silencio podía ser un indicio tangible sobre una situación pero nunca revelaba su naturaleza a primera vista. Podía ser, indistintamente, un augurio positivo —la falta de enemigos inmediatos, la resoluta serenidad de un trabajo cumplido, el llegar al hogar luego de un agotador día— o negativo —como la calma que precede a la tormenta, esos minutos antes de un enfrentamiento que se arrastraban en infinitos—, y dependía enteramente del contexto, de las situaciones que se tejían en él.

Minato estaba seguro que no era una buena señal.

Rōran era una ciudad ruidosa. Esplendorosa, desde luego, pero ruidosa. Había nacido como un oasis en el desierto, una perla perdida en el amarillo de colinas arenosas y tormentas de polvo. No había sido jamás una ciudad destinada a la quietud, a pasar desapercibida y su estancia corta en los alrededores de la ciudad no hacía más que fortalecer la sensación incómoda que le daba un ligero cosquilleo en la nuca.

Un muro de silencio en un mundo estridente generalmente no auspiciaba buenas noticias.

El frío de la piedra contra su mejilla fue lo siguiente de lo que tomó consciencia. La sala a la que los había guiado la reina era era de piedra, se recordó. Una sala vacía, a excepción de un puente que unía uno de los extremos con el punto central, que estaba adornada con columnas y arcos en toda su extensión.

Decidió que podía echar un vistazo para asegurarse si lo habían movido del sitio. No recordaba ningún ataque efectivo, pero hizo un rápido mapeo con su chakra en los alrededores para cerciorarse de que no había enemigos en la espera.

Notó la efervescencia familiar del chakra de Kakashi y una ola de alivio envolvente en respuesta. Él había insistido en que Kakashi fuese aceptado en la misión, a pesar de su corta edad, y había tratado de mantenerlo lo más alejado posible del escenario principal de las misiones de más alto rango. Era un chūnin, al menos en todos los sentidos importantes, pero seguía siendo muy joven. La mayoría de los ninjas aún estaba en la Academia a su edad.

Un ramalazo de dolor que le atravesaba la cabeza le obligó a cerrar los ojos tras el tentativo intento de abrirlos.

Una contusión, probablemente.

La presencia de Kakashi, cándida como la luz de la luna en una noche despejada, era similar a la de su padre —algo que Minato tenía cuidado de no mencionar— y siempre le había resultado fácilmente identificable. Fue un bálsamo de consuelo en medio de la confusión. No parecían encontrarse bajo ningún genjutsu, el flujo de energía era firme y constante, pero Minato se aferró al mango de su kunai, consolándose con la familiaridad que significaba. Abrió un ojo para estudiar los alrededores sin moverse bruscamente y advirtió que estaban en la fuente del Ryūmyaku.

Estaban en el sitio exacto en el que debían estar, pero la habitación ya no era lo que se suponía que debía ser.

Las paredes de piedra estaban agrietadas, pobladas de numerosas fisuras, y el puente que llevaba a la salida estaba igualmente arruinado. La energía del Ryūmyaku no fluía debajo de ellos, pero tampoco había huellas de por qué eso no estaba ocurriendo. Minato no había terminado el Fuinjutsu para sellarlo.

—¿Estás despierto, Sensei? —La voz de Kakashi fue tan dócil que Minato tardó un segundo en concentrarse en ella. Le zumbaban los oídos.

Dejó que sus ojos vagasen un poco más por el lugar, buscando alguna respuesta, antes de volverse hacia su estudiante.

—Estoy bien, Kakashi —contestó muy lentamente. Se masajeó la nuca, donde un punzante dolor le hizo dar una mueca y detener el movimiento—. Tengo una contusión, posiblemente. ¿Estás herido?

Minato vio que su alumno se encogía de hombros. —Solo unos golpes.

Había sido difícil, con su joven estudiante, encontrar ese punto de sinceridad, pero apreciaba el esfuerzo.

Si hubiese alguien más con ellos, quizá Kakashi habría sido aún más dimisivo sobre su estado de lo que estaba siendo. Pero no con Minato.

Si bien todavía prefería cerciorarse de ese tipo de asuntos por su propia cuenta, Kakashi había aprendido que él esperaba completa honestidad de sus hombres y sabía que si no estaba apto para el servicio era mejor decir la verdad a la larga. Para la misión, sino otra cosa. Pasar tres años bajo su tutela, había suavizado algunas de sus más férreas convicciones sobre lo que implicaba la confianza y, si bien sabía que aún podía mejorar, Kakashi necesitaba compañeros más que un líder.

Sandaime le había prometido a Minato que sumaría otro par de genin a su equipo pronto.

—Creo que no estamos donde debemos estar —dijo Kakashi.

Minato miró la kunai que descansaba en su mano izquierda y apretó los dedos contra el mango. Su peso era reconfortante. —Creo que estamos justo donde deberíamos estar. Pero en un tiempo completamente equivocado.

Los ojos de Kakashi se abrieron por un momento pero una mirada llena de cálculo borró la confusión tan rápido que Minato creyó que había imaginado ese fugaz momento de emoción.

Kakashi llevaba tiempo tratando de cerrar sus emociones por completo —dos años largos— y él, pese a que sabía exactamente los motivos que lo habían llevado hasta esa decisión, lamentaba el haber perdido al Kakashi que había conocido cuatro años atrás.

—¿Eso es posible, Sensei? ¿Que estemos en otro tiempo?

Había pillado al vuelo lo que estaba sugiriendo.

—No es imposible —confirmó—. Los sellos de mis kunais son de espacio-tiempo. Manipulan ambas dimensiones. En teoría es posible desplazarse a través del tiempo con ellos...

Minato se levantó del suelo con un poco de esfuerzo. No tenía náuseas ni mareos por lo que la contusión no era tan mala como temía. No quería gastar chakra en practicar una curación.

La respuesta no era suficiente para Kakashi. —¿Puedes moverte en el tiempo con ellos?

—No —Influir en el flujo del tiempo podía ser catastrófico, él nunca habría llegado tan lejos—. Eso no quiere decir que alguien más no pueda.

El Nidaime Hokage, que había inventado la técnica en la que Minato había apoyado todos sus estudios del espacio-tiempo, había sido ambicioso con todos sus jutsus. Ecléctico, también. Sus ideas abarcaban todo tipo de ramas y desviaciones, pero debido a que se había dedicado a tantos campos, rara vez se había sumergido completamente en uno de ellos. Minato había tomado las bases del Hiraishin no jutsu y lo había llevado a otro nivel pero, incluso así, nunca había cruzado la barrera del tiempo.

Se necesitaba una fuente de energía poderosa, también, para romper con las líneas temporales y Minato no conocía a ninguna persona que tuviese tanto chakra a su disposición como para realizar un salto temporal.

Eso quería decir que su sello había sido impulsado a actuar por una fuerza externa. ¿Por el Ryūmyaku, tal vez? ¿En defensa contra el sello? ¿O la reina Sēramu?

La mirada de Kakashi estaba pintada de renuencia. Como si no creyera que Minato fuese incapaz de algo.

Era un poder inmenso, el que la confianza de alguien otorgaba. La inevitable caída del pedestal era la peor parte.

—No puedo sentir el chakra de Chōza ni de Shibi.

—No hay nadie más aquí —concluyó Kakashi.

Minato asintió.

Vio que su alumno se ponía de pie con la fluidez acostumbrada y, salvo por algunos puntos en los que su traje estaba maltratado, no se veía herido en absoluto. Exhaló.

—Vamos a dar una vuelta por el lugar primero —apuntó con firmeza. La línea de los hombros de Kakashi se enderezó por instinto—. Puede que el resto del equipo esté inconsciente. Nos encontraremos en la entrada de Rōran en veinte minutos.

Kakashi inclinó la cabeza. —Hai.

—Si ves algo fuera de lo común, Kakashi... —Minato le dio a su alumno la kunai que sostenía—. Ya sabes que hacer. Concentra tu chakra para que pueda ir a buscarte.

Hai. —Kakashi guardó la kunai sin darle un segundo pensamiento y se giró para marcharse. Minato sintió que se relajaba un poco más. No tenía idea en dónde estaban Shibi o Chōza, si ellos también habían sido llevados a ese lugar, pero la idea de perder de vista a otro miembro del equipo le dejaba mal sabor en la boca

—. No deberías ignorar tus heridas demasiado tiempo, Sensei. Ni siquiera una contusión. Eres nuestro ninja médico, después de todo.

Minato sonrió, un poco avergonzado. Él tenía que predicar con el ejemplo, a fin de cuentas. —¿Qué me delató?

—Tienes una cara muy honesta —afirmó Kakashi, con una nota ligeramente parecida al reproche goteando en su tono apático.

Minato estaba seguro que pese a que sólo podía ver una parte del rostro de Kakashi, podía leerlo igual de bien que si tuviese toda su cara al descubierto. Sus ojos, para toda la frialdad aparente, podían ser inesperadamente expresivos. Su lenguaje corporal lo traicionaba en ocasiones.

—No más de treinta minutos, Kakashi. Es una mirada rápida a los alrededores solamente.

—Entendido.


El país del Viento hacía honor a su nombre. Las fuertes corrientes de aire que azotaban la tierra eran los responsables principales del clima árido, seco, y también de los mares de arena que colmaban el horizonte. La Aldea Oculta del país había sabido prosperar en medio del campo de dunas como un suspiro rompiendo el silencio y la mayoría de los pueblos del país habían nacido aprovechándose de los oasis que aparecían en los campos amarillos por lo que Minato imaginaba que todos los que habían nacido en el país del Viento estaban acostumbrados a la combinación de sequía, la escasez de agua y las tormentas de polvo y arena. Y Rōran no había sido una excepción. Al pequeño reino lo consideraban como una joya en el desierto. Protegida de las impredecibles y violentas tormentas de polvo y arena gracias al poder del Ryūmyaku, Rōran había prosperado como en la bella composición de torres espigadas, vitrales de colores y arcos de piedra...

Y, sin embargo, de los altos edificios, los robustos puentes, y las edificaciones llenas columnas y grandes ventanales, de las fortalezas visuales de ladrillos amplios, no quedaban más que ruinas decadentes.

No podía estar seguro si lo que veía era una prueba de la fragilidad de Rōran o la consecuencia de algo más.

Minato se cubrió el rostro con un brazo, para evitar la arena, libre ahora que los muros de la ciudad no evitaban su avance, mientras presionaba un dedo sobre la tierra en un último intento de mapear la zona.

Kakashi aterrizó con precisión muda frente a él, justo en el tiempo acordado. Sus ojos estaban llenos de algo muy parecido al asombro. Minato podía reconocer a su madre en sus ojos, a veces. Era otro detalle que no mencionaba más que en pensamientos.

—¿Has encontrado algo?

Kakashi sacudió la cabeza.

Él tampoco había encontrado cadáveres en su recorrido. Solo estaban ellos dos en Rōran. En sus ruinas abandonadas.

—Tenías razón, Sensei —confirmó, resoluto. Minato no estaba seguro de a qué se refería así que permaneció en silencio—. Estamos en otra época distinta. Definitivamente. O al menos, en un Rōran que no es al que llegamos. No hay rastros de personas por aquí y parece que lo dejaron hace mucho tiempo atrás.

No había querido tener razón. —¿Recuerdas alguna cosa de antes de perder la consciencia?

Kakashi le dio a la pregunta el reconocimiento que merecía. Entornó los ojos un poco, un gesto que siempre hacía cuando trataba de recordar alguna cosa.

—Una luz apareció cuando estabas por hacer el sello en la sala principal a la que Sēramu-sama nos había llevado —le informó.

Minato no podía recordar exactamente los hechos. Había tomado la kunai con intención atravesar la fuente de poder del Ryūmyaku para completar el fuinjutsu. La reina Sēramu había estado a su lado, contemplando el trabajo y asegurándose de que estuviese bien hecho pero recordaba que Kakashi se había quedado en las escaleras que daban al centro del círculo.

Lo demás era un poco borroso.

—¿Estabas con nosotros entre las cuatro figuras de piedra?

Kakashi se removió un poco en su lugar, un movimiento apenas perceptible. —Me acerqué cuando vi que la luz empezaba a cubrir a la reina.

Minato sabía que no era una declaración completamente honesta pero sabía qué cosas Kakashi no gustaba de reconocer abiertamente. Preocupación. Inquietud. Cualquier signo de debilidad.

—Me habría gustado no haberte involucrado en esto sí fue a causa de mis sellos —dijo Minato y, antes de que su alumno pudiese protestar, añadió—. Pero tu misión era proteger a la reina y lo hiciste. Haz hecho un gran trabajo desde que salimos de la Aldea, Kakashi.

Porque sus misiones no incluían ser arrojados por el tiempo y espacio y Kakashi lo estaba tomando muy bien.

(Un poco demasiado bien).

Kakashi se enderezó ligeramente pero la incomodidad persistente en su postura le dijo a Minato que no había esto tan errado. No era la misión lo que Kakashi había priorizado al ir hacia el foco del peligro. —¿Qué debemos hacer, Sensei?

—Creo que lo único que podemos hacer es regresar a Konoha —replicó Minato. Ese había sido su primer impulso y se veía cada vez más como la mejor opción—. Sea como sea, si el sello se activó fue de este lado y necesitamos investigar más.

—Pero... ¿No estarán nuestras versiones... presentes en Konoha? —preguntó Kakashi. No sonaba tan perturbado con la idea como Minato esperaba que se sintiera. Lo que era algo justo porque Minato estaba más entusiasmado que preocupado por la perspectiva de encontrarse con una mirada al futuro de su aldea, a su futuro—. ¿No estás preocupado?

Parecía más una declaración que una cuestión.

—Sólo tenemos que ver a Sandaime —aseguró Minato, con aire tranquilizador—. Y lo único en lo que debemos centrarnos es en limitar nuestra intervención en cualquier asunto que aparezca. Habría sido más problemático si nos hubiesen llevado hacia atrás en el tiempo... Aquí podemos ser turistas.

La mirada de Kakashi estaba cargada de escepticismo. No se había relajado por completo pero Minato apreciaba el cambio en la línea rígida de sus hombros. A veces le costaba recordar que aún no cumplía los diez años. Kakashi era alto para su edad y no se comportaba como si los años dictaban tampoco.

Tenía que recordarse eso un poco más a menudo.

—Podríamos cambiar algo del curso de la historia igualmente si no regresamos a donde se supone que debemos estar.

Que era, por supuesto, un excelente punto.

—Sí —Minato estuvo de acuerdo fácilmente porque si el sello los había movido hacia ese Rōran no era descabellado suponer que alguien se había movido hacia el Rōran en el que ellos debían estar. Tenían que arreglar eso—. Por eso tenemos que llegar a Konoha lo más pronto posible y buscar ayuda. Debemos averiguar cuántos años de distancia tenemos desde la misión que tuvimos y cuánto tiempo desaparecimos, si hay constancia de ello. Hay registros en Konoha de los sucesos más importantes que han ocurrido y esto debería contar como uno. Si alguien puede ayudarnos con esos detalles es el Hokage.

Kakashi asintió.

Siempre le asombraba su capacidad de ir con la corriente con la misiones. No le importaba el contenido o lo que tuviesen que hacer.

Todavía tenía que decidir si eso era bueno o malo.

—Bien. —Minato le dio una última mirada a los restos del reino brillante que floreció en el desierto. Se preguntó si la reina Sēramu lo odiaba por haber sellado el corazón de su ciudad. Se preguntó si ella había sobrevivido. Esperaba que sus compañeros hubiesen logrado ponerse a salvo—. Hora de irnos.

Las ruinas de Rōran, azotadas por el viento orgulloso y haciendo eco del rugido de la arena, se quedaron a su espaldas como una reliquia que perdió todo su esplendor.