—2—. DE DUELOS DE MIRADAS.

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Ginny había decidido visitar todos los vagones para así saludar a los alumnos que conocía y presentarse con los más pequeños y darles la bienvenida. No era su papel pues no era prefecta, pero quería decirles a todos, nuevos y conocidos, que en ella tenían a una amiga. En eso se le había pasado una buena cantidad de tiempo y, de regreso a su compartimento, iba divagando nuevamente sobre lo diferente que estaba siendo todo ese año cuando sintió el ambiente cargado de olor a tabaco. Lo reconocía gracias a Mundungus Fletcher, a quien Molly siempre regañaba por fumar en el cuartel de la Orden del Fénix. Siguiendo su olfato, se acercó a una de las cabinas y cuando abrió la puerta, se encontró con Blaise Zabini, el chico de Slytherin que siempre andaba con Draco Malfoy y su pandilla, acostado en uno de los asientos.

—¿Qué haces acá?

—Pues es evidente, ¿no? Fumo. ¿Quieres acompañarme, Weasley? —los oscuros ojos del muchacho la veían con burla a tiempo que extraía del bolsillo del pantalón, una lujosa pitillera de plata y la extendía a la asombrada bruja.

—¡No puedes fumar en el tren! —con un manotazo intentó tirarla al piso pero él fue más rápido—. Si algún prefecto te encuentra…

—¿Acaso me ves preocupado por eso, pelirroja inoportuna? —la interrumpió volviendo a inhalar de su cigarro para luego expulsar el humo en su dirección.

—¡Qué insolente eres! —le recriminó furiosa espantando el humo con las manos.

—Y tú una entrometida. Vuelve entonces por donde viniste y déjame en paz.

—¡Vaya! Me asombran tus modales, ¿cuál de tus múltiples padrastros te los enseñó? —le dijo esperando que el comentario le resultara hiriente vengándose por haberla llenado de humo. Para nadie era un secreto lo sospechoso que resultaba que la señora Zabini llevara al menos siete maridos hasta ese momento.

—El señor Que Te Importa, de apellido Métete En Tus Asuntos.

—Puedo acusarte con Hermione, ya sabes, mi amiga la Premio Anual —hizo énfasis en las últimas dos palabras.

—Claro… —dijo sarcásticamente arrastrando mucho la palabra—, la que no estuvo el año pasado y ahora por su complejo de heroína debemos aguantar como la metomentodo mayor.

—¡No te refieras a ella de ese modo, Zabini! Ella enfrentó a Voldemort cara a cara, no como muchos otros que conozco que apenas olieron el peligro salieron en carrera a esconderse. Sabes perfectamente que nadie más que ella merece ese honor, no solo por sus hazañas sino por tener las mejores calificaciones —Ginny sentía su cara arder. ¡Cómo se atrevía a referirse de ese modo de su mejor amiga!

—¡Por supuesto, y porque siempre ha sido la favorita de todos! —se burló levantándose de donde estaba acostado y poniéndose frente a ella a escasos centímetros de su rostro—. Para que te lo sepas, no me importa si crees que me escondí durante la batalla final, así como tampoco me importa si corres y le dices a ella o a quien se supone que deba importarle que me encontraste fumando o lo que quieras inventarte; por lo visto, siempre ocuparás un guardaespaldas que te defienda. Primero Potter, ahora Granger. La pequeña niña Weasley no sabe cómo enfrentar el mundo solita y requiere que alguien más lo haga por ella. ¡Corre! Tal vez así me expulsen y me libre de tu horrorosa presencia de aquí en adelante —Ginny llevó una mano hacia donde guardaba la varita pero antes de que lograra sacarla y atacarlo, Blaise la empujó con rabia para salir del lugar.

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~ oOo ~

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Quién se creía esa pecosa entrometida que era para hablarle de ese modo. Blaise sentía su sangre hervir y había estado a pocos segundos de propinarle un buen golpe por su hermoso rostro. Si bien es cierto en algún momento de su vida la había considerado bonita, y hacía pocos minutos había estado hablando con sus amigos sobre la idea de "empezar de nuevo", sabía que era una utopía. Nadie, y mucho menos ella, una traidora a la sangre, tenía el derecho a tratarlo de cobarde. Que se fuera para el infierno ella y toda su familia. El no iba a dejar que nadie lo humillara.

Mantuvo un duelo de miradas con aquellos castaños ojos por unos segundos y por último decidió volver a su compartimento. Empujándola bruscamente hacia un lado, cuál fue su sorpresa cuando al salir al pasillo del Expreso, divisó a Hermione junto a Draco a unos metros de distancia. Eso debía ser una broma. Ginny lo había seguido y parecía tan perpleja como él con la escena. Haciéndolo a un lado como segundos atrás había hecho él, dio varias zancadas para acercarse a la pareja que al escuchar las pisadas habían virado su atención a ellos. Por supuesto, él no se quedó atrás y pronto los alcanzó a todos.

—¿Haciendo nuevos amigos, Hermione? —preguntó Ginny con desprecio sin quitar la vista de Draco, provocando que su amiga se sonrojara a tiempo que la acribillaba con la mirada. Esta mujer no tenía pelos en la lengua—. Ciertamente Ron no estaría muy contento de verte confraternizando con el enemigo.

—¿Cuál enemigo, Ginny? La guerra quedó atrás hace meses —apenas murmuró evidentemente incómoda.

—No insultes mi inteligencia, Hermione. Se veían… muy… muy juntos…

—Nos encontramos en el pasillo cuando salí a buscarte —Hermione hablaba atropelladamente. Draco también parecía haber sido descubierto in fraganti; aunque su pose era la de completa calma pero Blaise conocía muy bien sus gestos e intuía que ninguno de los dos hubiera deseado ser descubierto por sus amigos—. Hace horas que me dejaste sola. Yo salía y él pasaba… eso es todo. Por cierto, ¿qué hacías con Zabini?

Ahora fue el turno de Ginny de ruborizarse.

—Había olor a tabaco saliendo de uno de los vagones y era por él, fumando. Por supuesto que tenía que intervenir —Hermione la vio con la duda reflejada en su rostro—. Como Premio Anual, debes hacer algo al respecto, Hermione.

—Por favor, Ginny. Quiero, por una vez en la vida, un curso lectivo tranquilo.

—No creo que lo logremos con esos seguidores de Voldemort entre nosotros —refunfuñó señalando a los dos magos.

—Ellos ya no son seguidores de nadie, y te recuerdo que están acá por orden de El Wizengamot. Los tienen vigilados. Cualquier desliz los mandará directo a Azkaban. Ginny, regresemos a nuestro vagón.

Hermione tomó un brazo de Ginny y la llevó casi a rastras. Claramente estaba avergonzada por la actitud de su amiga.

—¿Por qué estabas con ella? —sus ojos grises parecían lanzar fuego ante la pregunta. Draco odiaba que se le cuestionara—. ¿Tomando de la vida lo que se te presente?

—No seas ridículo, Zabini. Salí a buscar a Pansy o Daphne y me topé con ella en el pasillo. Nada más.

—Eso espero, Malfoy —respondió arrastrando las palabras y haciendo énfasis en su apellido así como Draco había usado el suyo, lo que consideró una estupidez cuando ambos se conocían desde la cuna—, porque ir por ese camino no sería tomar de la vida lo que venga. Sería caer en lo más bajo.

—¡Métete en tus asuntos, y déjame en paz! No ocupo niñera, ya soy un adulto —repuso metiendo las manos entre los bolsillos del pantalón y caminando lentamente hacia su vagón con aquella elegancia que lo caracterizaba, dejando a Blaise sumido en sus pensamientos.

Definitivamente era extraña esa actitud a la defensiva de Draco, pero bueno, todos después de la guerra estaban con los nervios alterados. Era probable que estuviera viendo cosas que no existían. Sacudió la cabeza y casi corrió para alcanzar a su amigo. Theo estaba en ese momento ojeando la revista de Quidditch y con una sonrisa de oreja a oreja, les dijo:

—Me gustaría hacer las pruebas para el equipo este año.

—¿Y sabes volar? —preguntó Blaise. Por supuesto que sabía la respuesta. En su niñez solían volar sobre los laberínticos jardines de Malfoy Manor, pero de los tres, Theo era el único que nunca había demostrado habilidad para los deportes.

—Padre decía que el Quidditch era para perdedores —Draco le lanzó una filosa mirada de desaprobación—, por eso nunca quiso que yo lo practicara. Ahora que no está, es hora de demostrar lo que soy capaz de hacer, sin temer por unos cruciatus al volver del campo.

Esa declaración los dejó boquiabiertos. Eso iba a ser muy interesante de ver.

Al llegar a Hogsmeade, caminaron hacia donde los esperaban los carruajes con los Thestrals, que lamentablemente ese año fueron visibles para muchos alumnos como consecuencia de la guerra. El cuchicheo y miradas de odio por parte del alumnado, sobre todo dirigidos a Draco y Pansy estuvieron a la orden del día, pero ellos ya sabían que eso pasaría y los ignoraron estoicamente, incluso hasta con quienes fueron más allá y les gritaron que ojalá hubieran sido condenados a un beso de dementor. Draco seguía impasible bajo la máscara de la oclumancia, atento, en apariencia, sólo al camino hacia el colegio bajo aquel hermoso cielo estrellado y Blaise lo admiraba por eso. No importa qué tan mal lo estuviera pasando, o qué tan enlodado estuviera su apellido, un Malfoy levantaba su frente con orgullo. Blaise sí hubiera querido lanzar unas cuántas imperdonables a diestra y siniestra, pero lo habían hablado, no se iban a dejar a amedrentar ante esas pequeñeces, porque lo peor ya había pasado.

Durante la cena, Blaise descubrió que Draco miraba con frecuencia hacia la mesa de los Gryffindor, y puede que Hermione le hubiera sonreído en más de una ocasión. Se convenció a sí mismo que quizá todo era producto del agradecimiento que el exmortífago le tenía a la bruja por lo ocurrido durante el juicio de su familia. Era la primera vez que se veían después de que se dictara la sentencia. Pronto se le pasaría ese sentimiento de deberle algo y todo volvería a la normalidad.


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