Septiembre de 2019
Mis manos sobre mi regazo se volvían cada vez más sudorosas conforme avanzaban los segundos, me moví inquieta sobre el asiento, incapaz de mantenerme tranquila.
No era la primera vez que me subía a un avión, pero sí es la primera vez que me subía a un avión para regresar a una ciudad en la que no había estado desde que tenía 10 años para matricularme a una escuela en la que no había puesto un pie en un largo tiempo. La simple idea de imaginar cómo sería mi primer día me hacía estar peligrosamente cerca de levantarme de mi asiento y correr al baño a vomitar. Lo único que me detenía era mi miedo a las alturas, no habría poder humano capaz de moverme de mi lugar hasta que esté en tierra firme. Aunque esa tierra firme sea un lugar al que nunca pensé regresar.
Una mano se posó sobre las mías, dando un ligero apretón. —No te asustes.
Giré mi rostro para encontrarme con la mirada de Kaoru, que me daba una sonrisa tranquilizante. Le regresé la sonrisa antes de girarme hacia la ventana.
Hace una semana esto me había parecido una grandiosa idea, cuando recibí la repentina llamada de Kaoru. "Esto es algo que tu madre siempre había querido, cuando estábamos embarazadas soñábamos con el momento en que nuestros hijos pasaran sus días juntos en la secundaria como nosotras lo habíamos hecho," había dicho, "ya lo hablé con tu abuelo y le parece que es una buena oportunidad para ti, pero la decisión está en tus manos". ¿La posibilidad de vivir en la misma ciudad que mis mejores amigos e ir a la escuela que mi madre siempre había querido? Por supuesto quería decir que sí.
No obstante, dije que no, pues la academia Alice era una excelente escuela, de gran prestigio, de la que se han graduado muchas personas destacables en distintos ámbitos... En pocas palabras, es carísima. Sobre todo para mí, que mi único ingreso era la mesada que me da mi abuelo, quien la descuenta de su pensión. La realidad es que no vivimos en malas condiciones, pero eso es porque la vida en el pueblo es sencilla, tranquila... barata, pues. Mi abuelo quería que usáramos la herencia que me habían dejado mis padres para pagar la academia, pero yo prefería dejarla reservada para la universidad.
Claro que Kaoru me respondió que ella jamás me había dicho que yo lo iba a pagar y un montón de cosas que me recordaron porqué la amo como si fuera mi madre, a lo que yo me negué mil veces; hasta que, luego de una hora de intentar convencerme, me sugirió que fuera como una especie de crédito estudiantil. Podía pagarlo a plazos cuando comenzara a trabajar luego de graduarme de la universidad, como ella aconsejó, o ir pagando una parte desde ahora trabajando a medio tiempo, como yo prefería.
Así fue cómo terminé ahí, montada en el avión a pocos minutos de llegar a mi destino y con la ligera sospecha de que quizás no había sido tan buena idea, pero demasiado emocionada por regresar junto a mis amigos como para importarme.
A partir de este momento todo se sintió como un trance, bajé del avión, tomé mis dos maletas en mis manos y caminé al lado de Kaoru, quien me hablaba de cómo Aoi tenía una nueva perrita a la que yo iba a adorar, o algo así. En realidad, no estaba segura. Porque no podía concentrarme en otra cosa que no fuera el hecho de que Natsume estaba a menos de dos metros de distancia.
El año pasado no había venido a pasar el verano al pueblo pues se había lesionado el hombro en uno de sus partidos de fútbol, por lo que la última vez que lo había visto era hace dos años.
De alguna manera, se las había arreglado para volverse más alto, mucho más alto. Había crecido, no sólo en altura. Su rostro se veía diferente, más adulto, quizás. Y era guapo. Bueno, Natsume siempre había sido atractivo. No obstante, ahora no era lindo como un niño, era guapo, del tipo con ojos de león y una mandíbula filosa que podría rasgarte el corazón.
Honestamente me tomó por sorpresa. Las fotos no le hacían justicia.
Caminé hacia él con un poco de incomodidad, normalmente cada vez que nos veíamos de nuevo nos volvíamos un poco tímidos al principio, esta vez no fue la excepción. O eso creí. Hasta que lo tuve frente a mí y él abrió sus brazos, invitándome a un abrazo.
Solté las maletas e inmediatamente rodeé mis brazos sobre su cintura, una de sus manos se dirigió a mi cabello y la otra apretó mi espalda contra él, de pronto sentí lo mucho que lo había extrañado. El verano pasado había sido muy solitario, pues al no venir la familia de Natsume, tampoco lo habían hecho Hotaru ni Ruka. Fue mi primer verano sin ellos y nunca creí que iba a ser tan difícil, tal vez eso fue lo que me convenció de venir.
—¿Estás llorando? —Preguntó, sentí sus labios moverse contra mi cabello.
Lo estaba.
—No —respondí inmediatamente, escondiendo mi rostro en su pecho.
Sentí su cuerpo vibrar por la risa, sus dedos me acariciaban el cabello en un movimiento tranquilizante, antes de escucharlo murmurar "Mentirosa".
No estoy segura de cuánto tiempo permanecimos en esa posición, pero se sintió como una eternidad y como un segundo a la vez. Al separarnos, tomó mis maletas y se acercó a su madre para decirle algo que no escuché porque estaba muy ocupada limpiando mi rostro y calmándome.
En el camino, mientras Kaoru y yo hablábamos sobre la escuela, mi habitación, mi abuelo y cualquier cosa que se nos pasara por la mente, Natsume —quien conducía— no pronunció más de cinco palabras. No obstante, esa era una actitud perfectamente normal, hasta sana, viniendo de Natsume. Por el contrario, si se hubiera puesto a chismorrear con nosotras, eso sí me habría preocupado.
Al llegar, Kaoru me había preparado una pequeña fiesta sorpresa de bienvenida con todos mis antiguos amigos. Y entonces, como una llave a presión, las lágrimas que arduamente me había esforzado por reprimir comenzaron a brotar.
—No sería Mikan si no llorara al primer segundo de vernos —comentó Hotaru.
La miré con ojos acusadores, pero no pude refutarle. Porque, en los últimos años no había ni un primer día de verano en el que no llorara al verlos llegar.
Agosto de 2019
Los primeros días de clases nunca habían sido aterradores para mí, usualmente me emocionaban tanto que no podía dormir la noche anterior. Pero esta vez no era emoción lo que mantenía mis ojos abiertos, si no esa sensación incómoda en la boca de mi estómago.
No podía olvidar las palabras de Sumire y Hotaru, quienes se habían encargado de advertirme de lo difícil que sería para mí ser la alumna nueva. Me habían hablado de lo clasistas que podían llegar a ser los alumnos, lo mucho que admiraban a Natsume y lo poco tolerantes que eran las chicas con las personas que se acercaban a él, y un montón de cosas más que en ese momento me parecieron ridículas. No obstante, ahora que estoy a tan sólo unas horas de vivirlo de primera mano, ya no me parece tan ridículo.
Di unas cuantas vueltas más en la cama, incapaz de conciliar el sueño, antes de levantarme y salir de mi habitación.
Caminé a través del pasillo hasta la habitación de Natsume y abrí la puerta, sin pensármelo mucho. Porque si lo pensaba, me arrepentiría al segundo. Y no quería arrepentirme, porque la Mikan de antes no lo habría hecho. La Mikan de antes no dudaba ni un segundo antes de acercarse a Natsume, la Mikan de antes compartía todo con él. Y yo no quería dejar de ser esa Mikan, pues esa Mikan era lo único que tenía en ese momento. Si dejaba de serlo, si permitía que mi relación con Natsume se volviera extraña, ya no me quedaría nada.
Me acerqué a la cama, donde descansaba él, y me senté en el espacio vacío en el lado derecho. Sonreí. Algo sobre su rostro dormido me resultaba tan fascinante, quizás por su expresión relajada. Tan diferente a cómo era al estar despierto, con esos ojos sagaces y sus labios fruncidos, pareciendo siempre listo para atacar.
Antes de que abriera los ojos y me atrapara mirándolo dormir como una psicópata, estiré mi mano y moví su brazo para despertarlo.
Gracias a la lámpara que siempre dejaba encendida sobre su mesita de noche, pude ver cómo parpadeaba, intentando recuperar la consciencia, y me miraba con ojos adormilados.
—No puedo dormir —musité.
Él no respondió, simplemente levantó la cobija con su brazo, invitándome a recostarme.
Un sentimiento cálido recorrió mi pecho. Esa había sido la misma reacción que había tenido la última vez que dormimos juntos, la noche luego del funeral de mis padres. Había venido a esta misma habitación, con las lágrimas mojándome el rostro, luego de una pesadilla.
Me coloqué a su lado, mirando hacia el techo. Él estaba recostado de lado, su mirada carmesí clavada en mi rostro. No me atrevía a mirarlo también, tenía miedo que notara mi rostro sonrojado.
— ¿Tuviste una pesadilla? —preguntó. Su voz ronca era apenas un susurro. Recordé aquellas llamadas de madrugada, cuando nos quedábamos hablando hasta que el sueño nos ganaba. En esos últimos minutos, este era exactamente el tono que escuchaba del otro lado de la línea.
Negué con la cabeza.
— ¿Qué pasa? —Debió haber percibido algo en mi rostro, pues su tono se suavizó.
Un nudo en mi garganta comenzó a formarse casi inmediatamente. Es curioso cómo todo parece estar bien hasta que alguien te pregunta qué está mal.
—Nada, sólo... —me detuve, mi voz se escuchaba más aguda de lo normal. Quería levantarme y salir huyendo, pero me quedé justo donde estaba con el temor de que cualquier movimiento fuera a desatar mi llanto.— Tengo miedo.
No comprendía qué estaba mal conmigo, pero de pronto me sentí... aterrada. Había llegado a Tokio hace un mes, emocionada por las infinitas posibilidades que esta nueva oportunidad iba a traer en mi vida. Pero, en este momento, esas posibilidades mas que emocionarme, me aterraban. Sabía que no estaba sola en esta enorme ciudad, tan lejana a la comodidad que representaba el pueblo. Pero aun así, me sentí sola y pequeña. No podía dejar de recordar aquella noche hace 5 años en esta misma habitación, en la que comprendí lo que "Quedarse sola en el mundo" significaba.
Al no escuchar respuesta, volví mi rostro para mirarlo. Nuestros ojos se encontraron, pero él no dijo nada, ni apartó la vista. Casi sonreí. Eso era tan típico de Natsume. Aquella noche también me había mirado intensamente, sin pronunciar palabra, mientras yo derramaba mi corazón. La única señal de que me escuchaba habían sido sus manos sobre las mías, a las que daba un apretón cuando el llanto se intensificaba. No obstante, eso fue suficiente esa noche.
Ahora, cinco años después, no había cambiado nada. Su presencia silenciosa era suficiente para reconfortarme.
Cerré los ojos, comprendiendo que pedir algo más de él sería inútil. Natsume es Natsume. Y para mí con lo poco que daba me bastaba.
Hasta que habló. — No estarás sola. —su voz era apenas un murmullo, casi demasiado bajo como para ser escuchado.
Antes de que me percatara, las comisuras de mis labios ya se estiraban en una sonrisa. Giré todo mi cuerpo hasta quedar frente a él, poniendo mi rostro sobre la palma de mi mano y me permití observarlo detenidamente.
Sus ojos resplandecían como rubíes en la oscuridad, cubiertos por esas pestañas oscuras tan largas que me resultaba injusto. Sus cejas, su nariz, sus mejillas. Era la primera vez que lo veía tan de cerca y con tanto detalle desde que éramos unos niños, sus facciones se habían vuelto más maduras, cada línea con un nuevo aire de masculinidad. Cuando Aoi me había hablado de lo popular que era su hermano en la academia, de que incluso había un gran número de chicas que se autoproclamaban su club de fans, me había reído. Sin embargo, en ese momento lo entendí.
Casi sin darme cuenta, estiré mi mano hacia su rostro. Recorrí suavemente con las yemas de mis dedos su frente, retirando los cabellos rebeldes que caían sobre sus ojos. Él me lanzó una mirada sorprendida, sentí su cuerpo tensarse un poco ante mi toque, pero eso no me detuvo.
Había algo en el ambiente de esa noche, que me hacía sentir casi hipnotizada. Con el silencio de la noche y la luz ligera, me daba la sensación de estar dentro de un sueño. O quizás era simplemente el hecho de que eran poco más de las 3 AM y ya estaba comenzando a sentirme adormilada.
Cualquiera que haya sido la razón, hizo que siguiera delineando con mis dedos sus facciones. Bajé hasta sus cejas y él, como intuyendo el camino que iba a tomar, cerró sus ojos. Continué sobre sus párpados, tomándome el tiempo de acariciar esas malditas pestañas que tanto envidiaba, con su aliento entrecortado chocando ligeramente sobre la palma de mi mano. Recorría el puente de su nariz, cuando todo comenzó a verse borroso y luego se oscureció. Eso es lo último que recuerdo de esa noche.
Nota de autor:
¡Hola a todas! Muchas gracias por sus reviews, sobre todo por pedirme más capítulos. La verdad es que siempre tuve la idea de que fuera más de un capítulo, el problema es que no tenía una idea realmente clara de cómo iba a avanzar la historia. Sobre todo, porque esto empezó más como un "what if" de mi propia vida :p
Pasa que yo tenía un amigo que conocía desde bebés porque nuestros papás son amigos desde la secundaria y conforme fuimos creciendo siempre fuimos muuuy cercanos, sobre todo porque vivía como a dos casas de la mía, y pues íbamos a la misma escuela y jugábamos todo el día juntos. Mi mamá dice que se imaginaban que cuando creciéramos terminaríamos siendo novios o algo así jaja. Pero cuando yo tenía como 7 años mis papás se divorciaron, yo me fui a vivir a otro lugar con mi mamá y dejé de verlo tan seguido. Total, un día estaba recordando eso y no pude evitar pensar en qué hubiera pasado si hubiéramos seguido siendo así de cercanos. Así fue como se me ocurrió esta historia lol.
Bueno pues sólo quería contarles eso por si a alguien le interesaba jajaja. AH y perdón por tardar tanto con este capítulo (y por los que seguirán u.u), la verdad es que la universidad me consume y no me deja con ganas de nada más que dormir y llorar.
