La fuerte lluvia golpeaba el suelo. Las personas corrían por todas partes para esconderse de la lluvia y evitar un posible resfriado. ¿Es normal en esta ciudad estar despierto a esta hora de la noche?

Las gotas resbalaban por mi cara, trataba de limpiarlas con mi mano para que estas no mojaran el asiento del auto. Algo imposible que no sucediera, antes de subir la lluvia ya nos había atacado y los asientos se mojaron apenas nos sentamos.

Me sujete más del saco que me había entregado al subir, esto para evitar que se cayera de mis hombros. Siento que pasa su mano por mi cabello mojado, alzo la mirada, me sonríe con ternura y revuelve más mis cabellos. Suelto una sonrisa nasal y vuelvo a mirar por la ventana. Los faroles de luz se reflejan en el suelo y los charcos de lluvia comienzan avanzar.

El auto se detuvo, frente a una gran casa. Los hombres que nos habían recogido en el muelle bajaron primero del auto, ambos con una sombrilla en mano. Uno de los hombres abrió la puerta, permitiéndole salir primero. Cuando bajo, estiro su mano para que yo lo tomara, lo hice y baje con cuidado de no resbalarme.

El hombre le entrego la sombrilla junto con las llaves, supongo que son de la casa. Después de agradecerle, caminamos con prisa hacia las grandes rejas de la casa que con solo empujarlas estas se abrieron. Caminamos por el camino de baldosas hasta llegar al pórtico en donde me entrego la sombrilla para que yo la sostuviera mientras el encontraba la llave de la puerta.

Cerré la sombrilla mientras esperaba que la puerta se abriera. Mire hacia atrás y los dos hombres venían con nuestras maletas en mano. El sonido de la puerta hizo que mirara de nuevo a la casa, entre apenas el me lo indico. Sentí ese conocido calor hogareño apenas entrar.

Las luces se encendieron, mire hacia un rincón y ahí estaba parado, con una sonrisa en el rostro. Reímos al vernos. Regrese mi mirada de fascinación hacia el frente, al entrar lo primero que ves son las grandes escaleras de madera. Desvié la mirada hacia ambos pasillos, encontrándome con dos salas (las cuales aparentemente ya están amuebladas).

Di media vuelta. Uno de los hombres salía de la casa y otro estaba dejando la octava maleta. El los veía con atención, como si no tuviera nada más que hacer. Sus mechones rubios cubrían su cara y las pequeñas gotas resbalaban por sus mejillas levemente rojas.

—Deberíamos secarte. —Comente mientras doy unos pasos en dirección hacia él.

—Señorita. —El hombre que nos había ayudado a bajar del auto hablo con determinación. — Si no mal recuerdo, el señor Rossi coloco las toallas en ese mueble. —Señalo el mueble alado de las escaleras.

Agradecí mientras me dirigía hacia el mueble señalado. El hombre volvió a salir, dejándonos solos. Flexione las rodillas para abrir las pequeñas puertas de la cómoda y como había dicho, las toallas estaban ahí. Creí que las toallas estaban en el baño. Por ahí y en esta ciudad las toallas se colocan cerca de la puerta, aún tengo mucho que aprender de este nuevo continente.

Tomo una de las toallas, sin preocuparme en cerrar las puertas, me incorporo mientras extiendo la toalla dejando ver su gran tamaño. Camino hacia a él, me detengo mientras paso la toalla por su cabeza, comenzando hacer pequeños movimientos para que su cabello se seque.

Él se limita a soltar una pequeña risa mientras se encorva hacia a mí, como si estuviera dándole cosquillas.

—Creo que elegí muy bien a mi prometida. —Susurra con una sonrisa.

—Lo hago por amabilidad. —Canturreo.

—Hacen una hermosa pareja los dos, si me permiten decir.

Ambos volteamos a ver al mismo hombre que anteriormente me había dicho en donde estaban las toallas. Sonreímos y agradecimos por el cumplido.

— ¿Están todas las maletas adentro? —Pregunto mientras se separaba de mí.

Mientras caminaba, di un tirón a la toalla para quitárselo de la cabeza. El me miro y se rio un poco. Doble la toalla en mi antebrazo mientras esperaba que su charla con el hombre terminase.

El hecho de que se ría cada minuto me da una idea de que podría estar nervioso.

—Así es, señor D'Angelo. Esta es la última maleta que trajo mi compañero. —Señalo una de las tantas maletas que había en el suelo.

—Anthony, solo Anthony. —Corrigió con calma.

—Como usted diga, Anthony. —Contesto con sorpresa. Quizás no está acostumbrado a llamar por el nombre a los conocidos de su jefe. —El señor Rossi y yo vendremos a buscarlo por la mañana para llevarlo a su trabajo.

Anthony no respondió al momento, solo se limitó a asentir.

— ¿A qué hora?

—8:40 a.m.

— ¡Perfecto! —Dijo sacando su cartera del bolsillo de su pantalón.

—No es necesario el dinero, señor Anthony. —Levanto su mano izquierda.

—Sé que están haciéndole un favor a mi tío. —Contesto sacando un par de billetes. —Pero un poco más de dinero no haría mal a nadie. —Extendió los billetes hacia el hombre. —Tómalo y repártelo entre ustedes. —Los señalo aun con los billetes en mano.

El hombre tomo los billetes con la mirada en duda, agradeció y ambos se despidieron de nosotros. Anthony les agradeció por habernos traído hasta la casa y por haberse mojado por nosotros.

Los hombres se marcharon sin importarle tener que mojarse, pues ya no valía la pena esconderse de la lluvia cuando ya estaban mojados de pies a cabeza.

Anthony cerró la puerta. Suspiro. Reí con nerviosismo, mire las escaleras que llevan hacia arriba. Esta casa está algo rara, no veo otros pasillos que te llevan por el resto de la casa, aparte de las que te llevan a las sala.

—Quizás deberíamos secarnos y después mirar la casa. —Sonríe.

Se acercó a la cómoda flexionando las rodillas y reincorporarse cuando tuvo una toalla en mano. Camino hacia a mí y quito su saco (ahora mojado) de mis hombros reemplazándolo por una toalla.

Comenzó hacer pequeños movimientos en mis hombros y brazos para secarme. Levante mi brazo para entregarle la toalla, él la tomo mientras agradecía. Paso la toalla por sus hombros mientras se secaba.

Nos secamos lo más que pudimos, nuestras ropas que estaban mojadas ahora están húmedas. Colocamos las toallas semihúmedas en el suelo, para limpiar las gotas y charcos que hay en el suelo, junto con algo de lodo que hay.

Tendré que lavar eso mañana.

Colgamos las toallas en el barandal de madera de las escaleras para no tener que cargarlas todo el rato. Caminamos por el pasillo de la izquierda para entrar a la primera sala, los sofás estaban acomodados (un sofá en línea y dos individuales) en frente de una mesa, al fondo de la sala estaba la chimenea y a unos dos metros de ella estaba una puerta. Quizás ahí están los demás pasillos.

Miro el reloj que está encima de la chimenea, 11.45 p.m., es mas tarde de lo que pensé.

—Veré si la otra sala es igual.

Escucho sus pasos atrás de mí, alejándose poco a poco,

Camino hacia la puerta que vi anteriormente, tomo la perilla de la puerta, la abro siendo lo primero que veo una pared con una pintura colgada. Asomo mi cabeza encontrándome con el pasillo, dos puertas y una puerta corredora de cristal que da vista al patio.

Los pasos se vuelven a escuchar, pero esta vez se escucha más cerca.

—Creo que encontré lo que resta de la casa. —Cierro la puerta mientras rio levemente.

— ¿Quieres ver las habitaciones? —Pregunta siendo seguido por un bostezo.

Negué levemente. Estamos muy cansados para estar despiertos, además nuestros cuerpos no están acostumbrados al cambio de horario.

—No, ya es muy tarde y no hemos dormido bien. —Contesto, siendo yo quien bosteza.

Anthony ríe al verme. Se acerca a mí y posa sus manos en mi cintura para acercarme a él.

—Creo que alguien tiene sueño. —Canturreo.

—Lo mismo digo. —Vuelvo a bostezar. —Tú duermes al otro lado de mi habitación. —Digo mientras me separo de él.

Camino hacia las escaleras mientras escucho su risa y sus pasos detrás de mí.

— ¿Quieres que te ayude a subir las maletas? —Pregunto mientras señalo las maletas en el suelo.

—Seria de mucha ayuda. —Dice tomando una maleta en cada mano.

Rio mientras me acerco a él para tomar dos maletas, las cuales son muy pesadas. Catorce maletas trajimos, así que tendremos que subir y bajar unas cuantas veces.

Subimos uno por uno los escalones hasta llegar arriba. La pared y dos pinturas colgadas con una cómoda es lo primero que se ve al subir junto los pasillos de ambos lados. Miro hacia atrás en donde hay un gran espacio con dos cómodas pegadas a las paredes y una gran ventana en medio de estas.

—Tu tío supo cómo amueblar la casa. —Miro a Anthony con una sonrisa.

—Creo que tuvo mucha inspiración. —Río. —No quiero imaginar de donde la saco.

Dejamos las maletas alado del barandal de la escalera. Volvemos a bajar para buscar las demás maletas y subimos nuevamente. Fue cansado tener que cargar las maletas, creo que con esto ya pudimos hacer algo de ejercicio. Cuarta y última vez que subimos las escaleras. Caminamos al pasillo de la derecha dejando las maletas en donde habíamos dejado las dos primeras.

Abro la primera puerta del lado derecho, por suerte es una habitación.

—Creo que me quedare con esta habitación. —Miro a Anthony quien está parado en la segunda puerta del lado izquierdo.

—Y yo me quedare con esta. —Afirma mientras deja de ver dentro de la habitación.

Al menos no peleamos por quien se quedaría una habitación.

Fuimos por nuestras maletas mientras bromeábamos un poco, haciendo que el nuevo momento que estábamos viviendo sea más tranquilo. Tomamos nuestras maletas y las metimos en nuestras respectivas habitaciones, una por una, hasta que las catorce maletas dejaron de existir en el pasillo.

Me asome por la puerta una vez que deje la última maleta en la habitación. Anthony hizo lo mismo. Al vernos, nos reímos, estábamos nerviosos. Él se acercó a mí, pasando su pulgar por los labios. Se paró en frente mío, pasó sus manos por mis mejillas para acercarme a su rostro. Beso mi frente con soltura, dejo sus labios pegados ahí por un momento.

— ¿Quién diría que lo lograríamos? —Murmuro.

—Calla, me harás llorar. —Reí a lo bajo.

Y no mentía. La nostalgia me había atacado hasta ahora, fue un milagro que no llore al bajar del barco y haber pedido que me regresen a Italia.

Anthony se rio, sintiendo el leve temblor en mi frente. Beso por última vez mi frente y se separó de mi para mirarme. Con su pulgar acariciaba mi mejilla derecha, había un leve brillo en sus ojos, no sabía si eran por la emoción o por la nostalgia.

—Buenas noches, rara. —Apodo como era costumbre.

Rodee los ojos con diversión.

—Sí, sí. Ya vete a dormir. —Reí.

El asintió mientras se separaba de mí, soltó una pequeña risa y volvió a mirarme.

—Hasta mañana, _. —Dijo mi sobrenombre con naturalidad.

—Buenas noches, Thony.

Lo vi entrar a su habitación, cerrando la puerta detrás de él.

Hice lo mismo. Cerré la puerta cuando el pasillo quedo vacío. Mire las maletas que estaban un poco adelante (frente al gran armario). Camine por el corto pasillo hasta entrar por completo en la habitación.

La cama en medio de la habitación, dos cómodas en frente a la cama y aun lado un tocador. En la puerta corrediza (que lleva hacia el balcón) había un sillón individual y una mesita en frente de esta. A los lados de la cama había una mesita de noche, una radio y las dos con una lámpara de lectura.

Camine hacia una de las maletas, la tome y la coloque arriba de la cama. Quite el pequeño broche para abrirla. Saque un conjunto de pijama de color blanco, la tome junto con una bata del mismo color (el cual deje encima de la cama). Cerré la maleta y volví a ponerla en el suelo.

Me dirigí hacia el baño, abrí la puerta y encendí la luz, permitiéndome verme en el reflejo del espejo. Cierro la puerta detrás de mí. El baño no están pequeño, pero tampoco grande, un tamaño perfecto para solo una persona. Comienzo a quitar mi ropa poco a poco, colocándolo en el cesto de ropa que está aquí adentro.

Me puse los pantalones y la blusa holgada teniendo esa sensación de alivio en mi cuerpo. Lave mi cara con un poco de agua tibia, tome la pequeña toalla que estaba colgada a un lado del espejo. Con leves movimientos seco mi cara para no lastimar mi piel.

Cuelgo la toalla en donde estaba. Doy media vuelta y salgo del baño, cerrando la puerta detrás de mí. Me sobresalto al escuchar el sonido del trueno. La lluvia comenzó a empeorar.

Camino hacia la cama sacando las sabanas de esta. Me acuesto en ella tapando mi cuerpo con las suaves sabanas. Miro al techo con atención, observando aquel candelabro de cristal que cuelga ahí.

Suspiro. Hace tres meses que sucedió esta locura, me cuesta creer que ahora estoy aquí, viviendo en una casa y acostada en una cama apunto de dormir en New Orleans.

Me cuesta creer en algunas cosas. Es como si tuviera ese sentimiento de estar soñando pero está claro que no es así. No sé en que estábamos pensando los dos al decidir que vendríamos al otro lado del mundo para casarnos. Es común en la familia decidir en donde quiere casarse uno, pero estuvimos muy locos al decidir casarnos en New Orleans.

Gire en la cama para ver las puertas corredizas de cristal (las cuales están cubiertas por unas cortinas). Otro trueno se escucha. Tratando de calmar las emociones que están explotando en mi interior, cierro los ojos. Trato de conciliar el sueño. Me costó un poco pero al final lo logre.

Pude estar tranquila por unas horas (aunque al dormir solo pareciera que el descanso dura unos minutos). No tuve que seguir preocupándome sobre lo que sucedería mañana. Disfrute lo más que pude de la noche.

El canto de los pájaros fue lo que me despertó. Abrí los ojos parpadeando un par de veces. Bostece. Me senté en la cama estirando mi cuerpo. Mire el reloj de la mesa de noche, 7:25 a.m., aún es temprano.

Bostece una vez más. Quito las sabanas de mi cuerpo mientras me siento en la orilla de la cama. Miro hacia atrás para ver la única fuente de luz natural, parece que hoy estará soleado. Resignada, decidí levantarme para vestirme. Podría seguir durmiendo, pero Anthony tiene que ir a su nuevo trabajo y estoy casi segura que no puso alguna alarma.

Asome mi cabeza en el pasillo, la puerta de su habitación está cerrada. Salí de mi habitación cerrando la puerta detrás de mí con un poco de dificultad, la libreta que tengo en mano no me ayuda mucho. En lo que él despierta podría ver toda la casa, no hay otra cosa que hacer por el momento.

Con cuidado de no hacer ruido, camino hacia la puerta de en frente, la abro y una habitación, del mismo tamaño que la mía. Camine hacia la puerta en frente de la habitación de Anthony para abrirla, ya encontré el baño.

Me dirijo hacia el pasillo izquierdo, aquí ya no me preocupo de hacer mucho ruido. Abro la primera puerta del lado derecho, parece que es una especie de oficina. A lado hay una habitación, pero está vacía, solo tiene algunas decoraciones, quizás aquí podría practicar mis bailes. En frente de esa habitación hay otro baño y alado una habitación. El segundo piso parece estar bien.

Bajo las escaleras mientras paso una mano por lo bajo de mi vestido de color lila. ¡Hora de ver el segundo piso!

Al igual que anoche, camino hacia la sala izquierda, solo que esta vez me enfoco de llegar a la puerta del fondo. Viéndolo mejor, la sala parece más grande cuando es de día. Me acerco a la mesita en frente de los sillones, dejando mi libreta ahí. Me acerco a la puerta parándome en frente de esta, tomando la perilla para abrirla.

Salgo de la sala, estando ahora en el pasillo. Camino hacia la puerta del lado izquierdo la cual es solo empujarla. Es la cocina. Hay una encimera con estufa pegadas en la pared y unos gabinetes arriba de eso. Una mesa que abarca el medio de la cocina y otra puerta corrediza que lleva al patio. Me acerco a los seis gabinetes, los primeros dos de cada lado son platos, vasos, tazas y de más. Los dos que están en medio es toda una despensa. El refrigerador está lleno. Los pequeños cajones de la encimera hay cubiertos y guantes de cocina con manteles. Los gabinetes de la encimera hay más despensa.

Creo que el tío de Anthony exagero en ayudarnos, o más bien el ayudarle.

Aun sorprendida por todo lo que encontré en la cocina salgo de ahí. Abro la puerta que está en frente, es el comedor.

Pinturas, una chimenea decorativa, una gran mueble para guardar copas y otra para vinos y los más importante, el comedor de catorce personas con un candelabro de cristal colgado.

Estoy empezando a creer que su tío es muy extravagante.

Del otro lado hay una puerta. Voy hacia ella abriéndola encontrándome con una puerta y un pasillo igual al otro. Miro hacia el fondo viendo otra puerta corrediza, miro hacia el otro lado y me encuentro con otra puerta.

La distribución de la casa está un poco rara, pero bueno.

Decido entrar por la puerta que está delante de mí, es una habitación. Muebles, ropero, mesitas de noche, lámparas y la cama. Igual a las que están en la segunda planta.

Ya sé dónde mandare a Anthony si decide molestarme.

Salgo de ahí y voy hacia la otra puerta, es la segunda sala, solo que más amplia.

Tiene casi los mismo muebles que la primera sala, solo que no hay una chimenea, hay dos muebles en línea y tres sillones individuales, un mueble para guardar copas y vino, lámparas y una cómoda.

¡Y en menos de 10 minutos mire toda la casa!

Esta casa no es tan grande como mi casa en Italia, pero ahí vivíamos siete personas y se entiende el tamaño de la casa. Pero aquí, solo somos dos idiotas. Una chica que no ha cumplido la mayoría de edad que nunca ha vivido separada de sus padres y un adulto que se comporta como un niño (y ni hablar de cuando esta ebrio).

Me reí ante eso. Estoy segura que Anthony buscara la forma de ir a beber en el primer bar que vea. No sé cómo lo controlare yo sola sin ayuda de su hermana.

Mire el reloj colgado en la pared, 7:41 a.m., dejare que siga durmiendo un rato más. Camine hacia la sala de la izquierda, por una extraña razón me sentí más cómoda estando ahí.

Fui directo al sillón, tirándome directamente en este para sentarme. Estire mi brazo para alcanzar mi libreta que había dejado. Quite el seguro de la libreta y la abrí, tomando el lápiz que estaba adentro. Comencé a hojearlo, saltaba una que otra hoja hasta llegar casi a la mitad de la libreta. Deje abierta la libreta en una hoja en blanco. Suspire y pegue la punta del lápiz en la hoja.

Hace mucho que no hago esto, quizás desde que empezó el año.

Los minutos pasaron y solo había pequeñas líneas sobre la hoja. Suspire con frustración. Me levante del sillón dejando la libreta en la mesa. Me dirigí hacia la chimenea, en donde una de las más modernas radios estaba ahí. La encendí girando el pequeño botón, dejando salir el cálido sonido del charlestón.

Regrese de nuevo al sillón, tome la libreta junto con el lápiz, subí mis pies en el y me recargue en el respaldo para estar más cómoda. Me concentre en el sonido de la radio, comencé a mover la cabeza al ritmo de la música. Murmure algunas cosas y sin darme cuenta, estaba escribiendo sobre la hoja.

¿Cómo es que esta vez no se me dificulto tanto? Por más música que escuchara o fuera a otros lugares, escribir se me había dificultado y esta vez lo hago con naturalidad, como si estuviera en diciembre del año pasado.

—Buenos días.

Levanto la mirada de la libreta. Anthony está entrando a la sala mientras bosteza y pasa el dorso de su mano en un ojo. Lo más sorprendente de todo esto es que ya está arreglado.

Miro hacia el reloj colgada en la pared, 8:08 a.m., despertó más temprano de lo habitual.

La hora se me paso volando.

—Buenos días. —Conteste soltando una pequeña risa mientras volteaba a verlo. — ¿Por qué tan madrugador, señor D'Angelo? —Me burlo de él.

—Señor, es mi papá. —Se acerca al sofá.

Se encorva hacia a mí, apoyando sus manos en la orilla del sofá y el respaldo, estando cara a cara.

—Yo aún soy el joven Anthony. —Dice con orgullo.

—Por el momento. —Río.

— ¿Por qué arruinas mis momentos? —Dice indignado.

Comienza acercarse más a mi rostro, como si estuviera a punto de darme un beso. Y de eso me doy cuenta cuando poco a poco abre la boca.

—Porque. —Cerré mi libreta (con el lápiz dentro) para pegarlo a sus labios.

El pareció entender, así que solo se separó de la libreta mientras rodeaba los ojos con diversión.

— ¿Vez esto? —Levanto mi mano en donde está el pequeño anillo. —Esto significa que tus días como el joven Anthony van a-ca-bar. —Menciono soltando una risa.

Anthony toma mi mano. Me ayuda a sentarme en el sillón mientras él también lo hacía, solo que en la orilla del sofá.

— ¿Quién diría que este anillo nos traería aquí? —Susurra mientras veía el anillo

Es como si tuviera miedo de que alguien más nos escuchara.

— ¿Vas a desayunar algo? —Pregunto, cambiando el tema.

— ¿Hay comida aquí-?

La emocionante voz del locutor de radio interrumpió el momento. Ambos miramos la radio, como si le estuviéramos culpando por habernos interrumpido.

— ¡Estamos de vuelta de nuevo queridos oyentes de nuestra hermosa ciudad! —Dice animado desde la radio. — ¿Qué les ha parecido el nuevo tema de Louis Armstrong? ¡A mi parecer fue algo magnifico! Estoy seguro que el señor Armstrong llegara muy lejos dentro de pocos meses. —Contesto con emoción.

¡Valla energía de este hombre!

—Estamos a mediados de semana y no a de sorprenderse que cada día nuevo las sorprendentes noticias alimentan nuestra alma. —Los aplausos de emoción grabados comenzaron a escucharse. —El día de ayer, en la noche, la lluvia ataco la ciudad, durando todo lo que sería la noche y la madrugada del miércoles. —Hizo una pequeña pausa. — ¡Pero eso no es todo! —Los murmullos comenzaron a escucharse. —He de admitir que el periódico de hoy me ha sorprendido. ¡Pero escuchen! La lluvia no fue lo único sorprendente de anoche. —Río con sorna. —La noche de ayer, martes veinticinco de septiembre, nos han sorprendido la llegada de los hijos de Arturo D'Angelo y Antonio Della Fiore. ¡Denle la bienvenida a Anthony D'Angelo y T/NDella Fiore! —Los aplausos y gritos se escucharon.

La risa del hombre se escuchaba de fondo, como si estuviera disfrutando sus palabras dichas anteriormente.

—Felicidades a la pareja de comprometidos. Espero que su futuro matrimonio no termine en desgracia y sea más bien, ¡milagrosa!

— ¿Cómo es que esta en los periódicos tan pronto? —Pregunto Anthony con cierta irritación.

—Quizás nos vieron y lo tuvieron que publicar. —Baje mi mano de la suya, todo el tiempo estuvimos en esa posición.

Anthony me miro indignado y con las cejas casi juntas. Me encogí de hombros mientras levantaba mis manos.

—Mejor vamos a desayunar. —Me levante del sofá, dejando la libreta en la mesa. —Tu tío compro todo tipo de despensa.

— ¿Ya sabes dónde está la cocina? —Pregunta sorprendido.

—Sip. —Conteste mientras alisaba la falda de mi vestido. —En lo que dormías mire la casa. Ven. —Le hice una señal con la mano, comenzando a caminar.

Escuche los pasos detrás de mí, así que no me moleste en averiguar si me seguía o no.

Lo guie hacia la cocina, no creo que quiera comer en el gran comedor.

—Y ¿en dónde se supone que está en el comedor? —Pregunta mientras abro la puerta.

—Ahí. —Señale la puerta de en frente. —Pero tu tío exagero con ese comedor. —Dije soltando una risa.

— ¿Por qué? —Pregunta.

Entre a la cocina mientras escucho como Anthony abre la puerta del comedor.

Rio al escuchar su pequeño "Ah, ya entendí".

Camino hacia los gabinetes abriendo las pequeñas puertas, Escucho el chillido de la silla, supongo que se sentó.

—Hay de todo. Literalmente. —Bajo mis manos de la puertas y giro mi cabeza para verlo.

— ¿Hay para hacer pan tostado? —Pregunta con una mano en su boca.

Se escucha que aún tiene sueño.

—Si.

—Entonces eso. —Pego su cabeza en la mesa.

Ya se está comportando como un niño. Qué raro.

Vuelvo a mirar dentro del gabinete, tomo la bolsa de pan y lo apoyo arriba de la encimera. Voy hacia otro gabinete sacando dos platos y dos tazas.

—Mi padre está loco. —Comienza a quejarse. Pero esta vez su voz está más claro.

— ¿Apenas de das cuenta? —Giro mi cabeza para verlo.

Saco cuatro pedazos de pan colocándolos en un plato, siendo estos para Anthony.

—No. —Dejo la bolsa de pan a un lado y voy directo a la tostadora. —Mi padre y mi hermano son tal para cual. —Suelta una amarga risa.

—Eso no se discute. —Río levemente, para no volver el momento incómodo.

Meto los dos pedazos de pan en la tostadora.

—Un loco e hipócrita. Y no solo con Milán. —Chasquea la lengua.

—Bueno. —Doy media vuelta, recargando mi espalda baja en la encimera. —Eso tampoco se discute.

— ¿Qué hay de tu papá? —Pregunta de la nada.

Frunzo levemente el ceño mientras ladeo la cabeza.

—Mi padre no ha sido mejor que el tuyo. —Me encojo de hombros. —Eso explicaría porque tu padre y el mío son mejores amigos, creo.

Asiente levemente.

—Al menos tenías un idiota en la casa y no dos. —Se ríe de su propio comentario.

—Tu hermano corteja a mi hermana. —Doy media vuelta, tomando el plato vacío. Los primeros panes ya están listos. —Así que supongo que ahora son dos idiotas en mi casa en vez de uno. —Lo miro por un momento mientras me acerco al tostador.

— ¿Qué carajo se fumó Alondra al aceptar al inútil de mi hermano? —Pregunta con obviedad.

—Quizás... ¿su atractivo? —Saco los dos panes ya tostados.

— ¿Mi hermano es... atractivo? —Pregunta indignado.

Volteo a verlo con sus tostadas en mano. Camino hacia el mientras rio.

—No hay que negarse. —Deje el plato en la mesa.

Anthony abrió la boca para protestar. Pero antes lo interrumpo.

—Pero lamentablemente, lo que tiene de guapo, lo tiene de idiota. —Regreso a la encimera.

—Entonces eso es mucho. —Murmura.

Suelto una risa al escucharlo, recibiendo una queja como respuesta.

Voy directo hacia el plato con los dos pedazos de pan para ponerlos en la tostadora.

—Solo comeré esto. —Dice. Seguido de morder el pan.

Lo miro con una ceja alzada.

— ¿Solo dos? —Pregunto con una mueca divertida.

—No tengo mucha hambre. —Se encogió de hombros.

Creo que quiere quedar más flaco de lo que ya está.

El desayuno fue más tranquilo de lo que espere. La linda conversación que logramos armar fue el entretenimiento principal del desayuno. Actuábamos como si siempre lo hubieras hecho. La realidad no es así.

Este sería nuestro primer desayuno, en otra ciudad y solo los dos. Estábamos acostumbrados a desayunar con nuestras familias, pero eso se volvió algo imposible de hacer. En el barco todos comíamos en un gran comedor, así que en todo el mes que hemos estado sin nuestros padres lo pasábamos con una que otra persona ya conocida por nuestros padres.

Desayunábamos con tranquilidad, como si el cambio de continente nunca hubiera sucedido. Quizás tratábamos de olvidar los recuerdos amargos de Milán o quizás era una forma de no sentir nostalgia. Aunque es algo imposible. Ambos dejamos una parte en Italia, dejamos a la personitas más importantes de nuestras vidas.

Aun me pregunto si tomamos la decisión correcta.

El sonido del timbre interrumpió nuestra conversación. Ambos miramos el reloj de la cocina, 8:41 a.m., fueron más puntuales de lo que imagine.

—Me tengo que ir. —Dio un suspiro pesado mientras se levantaba de la silla y comenzaba a caminar detrás de mí.

Dejo su plato y su taza en el fregadero.

—De acuerdo. —Conteste. Comencé a ver a Anthony en mi zona de visión. —Recuerda agradecerle a tu tío por la despensa y amueblar la casa. —Lo señale con el dedo índice.

—Eso no se olvida. —Rio.

El sonido del timbre volvió a sonar.

—Dios. —Murmuro. —Te veré en la tarde. —Se acercó a mí para darme un beso en la mejilla. —Nos vemos. —Empezó a caminar hacia la puerta.

—Adiós. —Conteste mientras veía que salía de la cocina.

Suspire una vez que estuve sola.

Recargue mi frente en las palmas de mis manos. Ahora mis emociones parecen un huracán. No sé si reír, estar feliz, llorar, sentir nostalgia, brincar o hacerme bolita en una de las tantas habitaciones.

Me golpee mentalmente. Quite mis manos de mi frente y me levante de la silla con mi plato y taza. Camine hacia el fregadero en donde los deje ahí. Abrí la llave dejando que salga el agua. Tome uno de los platos pasando mi mano por toda el área.

No puedo mantenerme encerrada dejando que mis emociones comiencen arrepentirse por la decisión que he tomado. Algún dia, tuve que despegar de ese nido llamado "hogar".

Cerré la llave del fregadero cuando termine de lavar la última taza de café. Suspire con frustración mientras agitaba uno de los platos para que el agua se escurriera. Tome el plato de porcelana con ambas manos, me mire en él, aun soy esa niña de Italia, eso no lo puedo cambiar.

Deje el plato en el fregadero para que este se seque junto con los otros. Preferí salir de la cocina. Quizás salir a conocer la ciudad podría ayudarme a acostumbrarme a la idea de vivir acá.

Solo espero no perderme.

Tuve que regresar a mi habitación por mi sombrero de color lila y mis guantes blancos, no me tome la molestia de cambiarme de ropa, no planeo estar mucho tiempo afuera.

La mañana está muy tranquila, las familias caminan con tranquilidad disfrutando de su salida. Los niños corrían por la banqueta o eran tomados cariñosamente por sus padres. Algunas parejas del otro lado de la calle parecían ser cariñosas o simplemente no le prestaban atención a su pareja. Una linda convivencia.

El clima me había sorprendido, las gotas que golpeaban las calles anoche fueron reemplazadas por la fuerte luz del sol. El clima aquí es más diferente de lo que había imaginado.

Miraba algunas vitrinas de las tiendas, en ellas estaban algunos de los mejores vestidos de la época, en otras estaban las radios más modernas. Esto no está diferente a Italia, solo que ahí las tiendas eran mucho más grandes.

Estaba concentrada en mirar las calles de la ciudad, hasta que ese sentimiento inundo mi pecho. Mis pasos se van haciendo cada vez más lentos hasta el punto de casi parar. Esa extraña sensación recorrer por mi espalda hace que paren de golpe. Doy media vuelta y miro hacia atrás, podría jurar que alguien me estaba observando. Pero no, no hay nadie que me estuviera viendo, todos están atentos a su dia.

Negué con la cabeza y seguí con mi camino del día. Disfrutando la cálida caminata que poco a poco se convirtió en exasperación. Aun podía sentir que alguien estaba mirándome, como si esa persona lo tuviera detrás de mí. Cada cinco minutos miraba con disimulo hacia atrás, en donde solo había una que otra persona caminando con tranquilidad.

Mi desesperación comenzó aumentar. Paranoica, entre a una tienda la cual desconozco su venta. El sonido de la campanilla sonó, haciéndole saber a la gente que estaba adentro que alguien había llegado. Si bien debería sentirme segura al ya no estar en el exterior, aun sentía aquella mirada desconocida y lo sentía más cerca.

—Buenos días señorita.

Levante la mirada de mis zapatos. Una mujer alta con un vestido de color azul al estilo de 1900 me mira con una sonrisa. Sonrió con cierto nerviosismo, doy unos pasos hacia delante mientras la escucho hablar.

—Bienvenida al Emporio de Rosie, ¿busca algo en particular?

Miro hacia atrás por un momento mientras trato de buscar aquella presencia que viene siguiéndome desde calles atrás. Niego con la cabeza mientras vuelvo a ver a la mujer con una sonrisa, para mi sorpresa ella está mirando la calle con cierta duda.

—Em. —Ella me mira con curiosidad, pero aún mantiene su sonrisa. —Solo vine a ver algunos, vestidos. —Mi sonrisa tiembla, pero aun lo mantengo.

—Claro señorita. Sígame. —Empieza a caminar hacia el área cerca del mostrador.

Sin remedio alguno camino detrás de ella, dejando que me guie hacia la sección de vestidos de dia.

Quizás podría mantenerme tranquila por un rato.

—Creo que con estos te verás más preciosa, lindura. —Hablo con soltura. —Sera mejor que te ayude a escoger un par de vestidos.

La señora me mando directo al vestidor y sin reproche lo hice. Mi cabeza dejo de funcionar por un momento. Ella venía con un vestido dejando que yo lo probara. Vestido tras vestidos, juzgando y elogiando cada prenda que me ponía, tarde como cuarenta minutos en el vestidor. Me decide por tres vestidos nuevos para comprar que a mi parecer son hermosos.

Salía del vestidor mientras acomodaba mis guantes, fue ahí cuando volví a tener esa sensación. Mire hacia los últimos vestidores en donde sentía aquella presencia, pero no había nadie. Creo que ya estoy alucinando.

Decidí ignorarlo, camino por el pequeño pasillo tratando de no sonar apresurada. Salgo de los vestidores dándole una última mirada a los vestidores de atrás, suspiro. Camino hacia el mostrador donde me paro frente a él, estoy intranquila, muevo mi pie nerviosamente mientras espero que la cajera terminara de apretar los botones de la máquina registradora.

—Disculpa la pregunta cariño, pero. —Logra que desvié mis pensamientos, la mira con atención mientras ella me miraba con una pequeña sonrisa. —Siento que te he visto antes, ¿cuál es su nombre?

La cajera quien termino de apretar los botones, nos miró a ambas con atención.

—Eh, soy T/N, T/NDella Fiore. —Contesto con una sonrisa.

— ¿La prometida de D'Angelo? —Pregunto la cajera con la boca abierta.

—Mimzy. —Pronuncia la mujer.

—Perdón. —Contesto regresando su mirada a la caja registradora.

Parecía incomoda.

—Si. —Sonrió levemente. —Soy su, prometida. —Afirmo.

—Eso es encantador. —Alaga con cierta emoción que no me convence.

—Son 8 dólares con 50 centavos, lindura. —Dice con una sonrisa.

Pago la cantidad exacta, sin recibir algún cambio. Tome las bolsas que la mayor me dio. Ella me acompaño hasta la salida mientras me decía que sería un gusto de volver a verme por aquí.

Algo de lo cual estoy segura es que volveré, las telas son muy delicadas, siendo de ceda y satén, siendo estas de buena calidad. Y ni hablar de la forma de como atienden aquí.

—Muchas gracias...—Abrió la puerta dejándome salir.

—Rosie, solo Rosie. —Sonrió mientras extendía su mano hasta a mí.

La tome con cuidado.

—Nos vemos luego, señorita Rosie. —Dije soltando su mano.

Salí del emporio escuchando detrás de mí como las puertas volvían a cerrarse. Di media vuelta, regresando por donde había caminado anteriormente. Ya no sentía que alguien me siguiera o miraba, estaba tranquila y lo podía reflejar en mi rostro.

Camine con calma, con seguridad.

Llegue a casa con dificultad, hay tantas calles aquí que aún no me acoplo y faltara mucho para que eso suceda. Empuje las rejas de la casa, camine por el camino de baldosas, mirando el bello jardín delantero. Al menos no tendré que arreglarlas.

Entre a la casa mientras quitaba mi sombrero colocándolo en el perchero. Me apoye en una de las cómodas, suspire. Por un momento creí que moriría por haber salido. El sonido de la ventana abrirse de golpe hizo que camine directo a la sala. Las cortinas se elevaban por el fuerte aire y la brisa entraba por la sala. Camine hacia la ventana, cerrándolas con dificultad. Lo mire por un momento con la mirada confundida.

Creo que este dia se está volviendo más raro y solo es el primer dia.

Para distraerme de los sucesos, decidí acomodar la casa, aunque realmente es casi nada lo que hare.

Lave las toallas que utilizamos anoche, fue dificultoso pero al final pude quitar aquella mancha oscura. Colgué las toallas en el patio, viendo su gran tamaño por primera vez. Creo que este patio ocuparía la mitad de la casa.

Un lindo patio de diversión para un... niño.

Llegue a mi habitación comenzado a desempacar. Guarde mi ropa en sus respectivos cajones y otras en el ropero. Puse mi maquillaje en el tocador y mis zapatos debajo del armario. Algunos objetos personales los guarde en la mesita de noche (como mi libreta) o en el tocador.

Termine con arreglar mi habitación y me dirigí a la de Anthony. Al menos no hizo un desorden. Arregle su cama, guarde su ropa en el ropero y cómoda. Realmente no hay mucho que hacer por el momento.

Salí de la habitación y baje por las escaleras, camine hasta llegar a la cocina. Sera mejor preparar la merienda, así podré dormir un poco. No planeo cocinar algo extravagante, solo algo sencillo, algo que nos guste a los dos. Comienzo agradecer que mi madre me haya enseñado a cocinar.

Termine la merienda. Mire el reloj de la cocina, 1:15 p.m., el no llegara hasta dentro de cuatro horas.

Camine por el pasillo de la entrada, apoye mi mano en el barandal de la escalera y me quite los zapatos, estos ya me estaban matando.

Con leve dolor, subí los escalones hasta llegar arriba. Fui directo a mi habitación en donde me tire en la cama, no sin antes aventar mis zapatos en el suelo.

Me quede dormida en tan solo unos minutos.

Las horas pasaron y al despertar ya eran las 4:40 p.m., con toda la pereza del mundo me levanto dirigiéndome al armario en busca de un conjunto para esta tarde. Un baño no me vendría mal.

Me duche como era costumbre y salí del baño ya vestida, solo que esta vez con un vestido de color blanco.

Mientras cepillaba mi cabello escuche el sonido de la puerta principal abrirse. Sabía que era él y no estaba equivocada. A los poco segundos entro Anthony a mi habitación, tirándose a la cama, se veía muy cansado pero emocionado.

Me hablo de su tío al cual no había visto hace unos ocho años, se fue de Italia para comenzar una nueva vida alejada de ciertas sustancias toxicas. Sino mal recuerdo, papá menciono una vez que conoció a una mujer aquí con quien se casó y ambos tuvieron a un pequeño niño. Anthony confirmo todo. El señor conoció a una mujer algunos meses después de que llego, se casaron en menos de un año y unos meses después hubo un embarazo. El pequeño cumplirá siete años justamente el ocho de diciembre.

—Entonces. —Dice mientras se acurruca en la cama, mi cama. — ¿Te compraste esos vestidos por que estabas escondiendo de quien sabe qué y conociste a dos mujeres que te reconocieron por ser mi prometida? —Dice apunto de reírse.

—Aja. —Contesto.

Jalo un poco de las sabanas que él tiene, me meto en la cama recargando mi espalda en las almohadas.

Después de platicar sobre su nuevo trabajo y el dia sobre su tío, ambos decidimos comenzar a merendar lo que había preparado. Después pasamos otro rato charlando, se fue a duchar y ahora estamos en mi habitación acostados con la pijama ya puesta.

Decidí contarle que salí por la ciudad, algo de la cual se sorprendió que no haría estando sola, creyó que tenía miedo de perderme.

Y no estaba equivocado.

Pensé sobre decirle lo raro que sentí hoy, lo iba a dejar de largo, pero al final decidí contarle y creo que se está burlando de mí.

—Es la peor excusa que he escuchado. —Suelta una leve risa.

—Es cierto. —Ataque, mientras lo veía. —No fue muy lindo tener esa sensación casi toda la mañana y que las ventanas se abran de golpe. —Pase mis manos por mis brazos.

—Quizás, ¿estabas insegura por estar es una nueva ciudad y el viento estaba demasiado fuerte hoy porque la noche de ayer llovió? —Explico con su mano. —Tranquila, nadie querrá acercarte daño por ser la hija de Antonio Della Fiore. —Poco a poco me va dando la espalda. — Y el clima es diferente al clima de Italia.

—Gracias por la ayuda y si, ya se eso. —Sigo sin dejar de mirarlo. —Pero ¿sabes?

Sin decir nada más, tomo las sabanas destapándolo haciendo que suelte un chillido y me mire.

—Tú tienes tu propio cuarto y habitación. —Apego la sabana a mi cuerpo. —Ve a dormir ahí.

— ¡Vamos, _! —Se quejó mientras se sentaba en el colchón. —Solo será por hoy. —Quito las sabanas de mi cuerpo.

— ¡No! Y ya vete. —Le quite de nuevo las sabanas.

— ¡T/N!

— ¡¿Qué?!

Creo que tardaremos en dormir.