Hacerlo bien. No dudar. ¿Cómo podía no dudar, cuando en toda mi vida eso era lo único que había hecho? Dudar de mí. De otros. Dudar siempre, en todo momento, no confiar jamás. Porque cuando uno confiaba, cuando uno se mostraba vulnerable, todo acababa. Por eso este mantra. Porque no había más para mí, que vivir siempre en la incertidumbre.

¿O eso no era vivir?

Había pasado dos semanas desde la fiesta de comienzo del semestre a la que no fui después de las palabras de Sasuke. Sus palabras fueron como navajas. Una buena amenaza. Pero, además, ¿qué tendría que hacer en una fiesta de ese tipo? ¿Divertirme? Como si pudiera…

Lee no dejaba de preguntarme los motivos por los que no había ido y me invitaba cada tarde a más reuniones a las que me negaba a asistir. Aún así, Lee era el único que me hablaba. A pesar de mis negativas y de mis respuestas cortantes, Lee no se cansaba. Esa insistencia, muy en el fondo, me aliviaba.

Nadie puede soportar la soledad, ni siquiera si cree estar acostumbrado, porque la realidad era que ningún ser podía acostumbrarse a eso.

Al final me había decidido por el equipo de atletismo. Naruto estaba en el mismo equipo, por lo que los últimos días lo había visto a menudo en los entrenamientos. Me saludaba con una sonrisa, o levantando la mano. Yo respondía a su saludo y me seguía preguntando por qué alguien como él era amigo de Sasuke.

Naruto era el capitán del equipo y en el último día de entrenamiento nos dio un discurso que nos emocionó a todos. Naruto tenía una voz dulce. Feliz. Y sus ojos me parecían cada vez más azules, más capaces de mirar hasta donde nadie más consigue llegar. ¿Era eso posible? ¿Naruto podría ver a través de mí?

Esa noche no pude dormir. Estaba nerviosa y pensando mucho. Ino estaba impaciente porque habíamos regresado al principio. Yo me sentía con las manos atadas porque Sasuke era astuto. Tenía que pensar en un plan, pero primero debía dormir. Mañana serían los juegos internos y quería hacerlo bien.

Que Naruto notara de lo que era capaz.

No dudar. No dudar.

—Lo harás bien —escuché decir. Naruto estaba sonriente, al lado mío. Puso su mano sobre mi hombro y repitió—. Lo harás bien.

Permaneció con su mano y sus ojos posados en mí durante varios segundos que parecieron horas. Seguramente me sonrojé y en un acto reflejo volteé la cara hacia otro lado. Ni siquiera alcancé a darle las gracias porque era hora de comenzar los juegos. Vi a Naruto alejarse y también vi cómo todos se acercaban. Alrededor de él todos existían en tranquilidad.

Naruto era como un imán que atraía, inevitablemente, a las personas. Yo incluida.

Sasuke no estaba en ninguno de los equipos. Al parecer, no participaba en muchas de las actividades escolares, según lo que Lee me contó. Lee era uno de los mejores deportistas del colegio. Era muy ágil. Su equipo quedó en el primer lugar gracias a que él mostró destreza. Era increíble. En cuanto a mí, logré también una victoria. Mis compañeros la festejaron. Repitieron mi nombre, me felicitaron. Sentí que pertenecía a ese lugar. Que siempre había estado ahí. Pero luego, la voz de Sasuke me regresó a la realidad. Se acercó a Naruto, que hasta entonces había estado lejos del grupo, le dijo algo al oído y se marchó por donde vino. El grupo que me rodeaba se dispersó, el siguiente juego estaba a punto de comenzar, y yo, en un impulso, sin pensarlo mucho, empecé a caminar a una distancia considerable de Sasuke.

El campo del colegio era enorme y conectaba con una calle lateral. Sasuke avanzó recto hasta los baños publicos en el límite del colegio. Se quedó de pie un largo rato. Revisó su celular, luego alrededor. Yo estaba detrás de unos arbustos, esperando también. Sin saber qué, esperaba una señal, una ayuda para avanzar con el objetivo. De pronto, detrás de Sasuke apareció un tipo que lo golpeó. Él cayó y apenas pudo reaccionar y darse cuenta de lo sucedido. Se tambaleó al intentar ponerse en pie, esquivo más golpes, alcanzó a encestar uno y, de nuevo, fue a parar al piso.

Contuve la respiración. El hombre que golpeaba a Sasuke se veía mucho mayor. Por lo menos rozaba los cuarenta. Sasuke se defendió como pudo y, cuando parecía estar tomando la delantera, el hombre sacó una navaja de su bolsillo. Lo amenazó con ella y se jactó del poder que ahora poseía.

Sasuke estaba serio. Su expresión no cambió pero estuvo mucho más atento. Así, consiguió esquivar el primer golpe, aunque el segundo dio justo en su hombro. Sasuke cayó de nuevo y el hombre parecía estar dispuesto a terminar con el asunto. Entonces, sin cuestionarme nada, dejando que mis pies avanzaran por sí solos, me vi golpeando la cabeza del desconocido con una piedra. Cayó desmayado. Sasuke se cubría la herida con una mano para atenuar la salida de su sangre. Me acerqué a ayudarlo, pero él parecía reacio a aceptarlo.

—¿Qué haces aquí? —dijo con mucha dificultad.

—No es momento de hacer preguntas. Ven, pon tu brazo detrás de mi cuello.

—No lo necesito.

Chasqueó los dientes. Intentó pararse por sí mismo, pero no lo consiguió. Su rostro no podía ocultar el dolor que estaba soportando. Terminó por hacerme caso y, así, se levantó. Sasuke era más grande y corpulento que yo. Era muy pesado, pero no tanto como para no poder llevarlo así. A mitad del camino, Naruto nos encontró. Se acercó a gran velocidad hasta nosotros. Sin hacer preguntas, sujetó a Sasuke del otro lado y, así, continuamos el camino de regreso.

Sasuke no quiso visitar al doctor del colegio y, cuando miré a Naruto esperando que le dijese que tenía que ir, no obtuve respuesta. Naruto parecía entender algo de lo que yo no tenía ni idea. Entre esos dos había secretos de los que los otros jamás podríamos enterarnos, o al menos esa fue la impresión que tuve.

Lo acostamos en su cama y Naruto salió apresurado a buscar medicina y vendas. Yo me quedé mirando a Sasuke, con el ceño fruncido, respirando bruscamente. Él me dirigió una mirada escudriñadora.

—No me respondiste. ¿Qué estabas haciendo ahí? ¿Me estabas siguiendo?

Sasuke era demasiado inteligente como para hacerle una jugada tan directa. Si mintiese, seguro que lo sabría al instante. Pero ahora mismo no podía sino mentir, decir lo que sea con tal de no soltar la verdad. No a él. Naruto volvió antes de que yo respondiera y nos pusimos a limpiar la herida, a ver cómo solucionarla sin ayuda externa.

Para nuestra suerte, no fue algo muy grave. Gasas, vendas, mertiolate, alcohol. Usamos lo que pensamos ayudaría y Sasuke solo apretaba los dientes cuando le echábamos algo que acrecentaba el dolor. Un rato después, dejamos a Sasuke dormido en su cama y salimos. Naruto me sonrió. Yo, como respuesta, me vi sonriéndole también.

—Gracias por ayudarlo.

—De nada.

Silencio. Naruto quería preguntar algo difícil. No sabía qué palabras usar, por eso se detuvo unos segundos para asegurarse de que no cometería un error.

—¿Viste lo que pasó?

Asentí.

—Un hombre extraño salió de la nada y golpeó a Sasuke por detrás.

—Ya veo —hizo una pausa breve—. ¿Te puedo pedir algo? No le cuentes esto a nadie.

Afuera corría mucho viento. Estaba de nuevo en el campo deportivo. Era ya tarde, por lo que estaba vacío. O al menos eso creí. Llamé a Ino. Mientras esperaba que contestara, un temor que pensé existía en mi cabeza más que en la realidad se volvía más fuerte. Me volvía paranoica cada que realizaba estas llamadas, pero era entendible que pasara. Después de varios intentos, Ino al fin contestó.

—Saku… —sonaba abatida. Su voz parecía un susurro debilitándose poco a poco.

—¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

Suspiró.

—Aparecieron de nuevo los usureros, Saku. No puedo seguir aquí.

—¿Te hicieron daño? ¿Te golpearon? ¿Necesitas que vaya?

—No, por favor. Saku, esto va a pasar. Tú debes concentrarte en lo tuyo.

—Ino…

—Si. Déjame terminar. Voy a tener que irme un tiempo de la ciudad. No será mucho, te lo prometo, pero ya sabes que mientras esté escondida no podremos comunicarnos. No hablaremos por todo el tiempo que esté fuera.

—No, Ino, no.

—No tenemos de otra —su voz se cortó. Pareció una pequeña queja, un brote del dolor que estaba aguantando. Sí, probablemente le habían dado una paliza—. No por ahora. Lo entiendes, ¿verdad?

No pude responder por varios segundos. La voz se me cortaba.

—Sí, Ino. Lo entiendo.

—Bien. Buena chica. Ahora, tú no te preocupes. Solo sigue con lo tuyo hasta que te vuelva a llamar. Lo haré cuando esté segura.

—Está bien.

—¿Saku?

—¿Ajá?

—Cuídate mucho de Sasuke Uchiha.

Ino concluyó así su llamada. Quería llorar, gritar y eso hice. Lloré un poco, dejé que las lágrimas salieran solas hasta que oí ruidos detrás de mí. Me sequé la cara, me arreglé el uniforme y vi a Naruto acercándose. Pensé que había escuchado mi conversación, pero cuando estuvo al lado mío, habló con suavidad:

—¿No tienes frío? Vamos a comer algo.

Asentí.

Caminamos juntos. Tonteamos. Naruto contó historias, chistes tan divertidos que me pesaba menos la soledad que ahora cargaba, porque sin Ino, me quedaba en la orfandad total. No tenía más que a mí misma, el objetivo que cumplir, y quizá, solo quizá, podría albergar un poco del ánimo que esta conversación me transmitía. Quizá podría, al menos, tener esperanzas de que esta conversación dure mucho, que sea infinita, que me siguiera abrigando como lo hacía ahora.

Pero mientras escuchaba la risa de Naruto, las palabras de mi hermana asomaron por mi cabeza: "Cuídate mucho de Sasuke Uchiha". Y entonces, ya no fue el rostro de Naruto el que podía ver con claridad, sino que, en su lugar, Sasuke apareció en mi mente, herido, vulnerable, y la voz de Ino no dejaba de repetirse indefinidamente.