Con la bolsa del vestido colgando de su brazo, Hermione salió con prisa del elevador, apresurándose hacia su oficina.
Amaba estar ayudando a Ginny con todos los preparativos de su boda, pero eso no evitaba que su trabajo siguiera acumulándose. Después de todo, las obligaciones siempre estarían ahí.
—Buenas tardes, Lizzy— saludó en cuanto llegó y se encontró con su asistente, una chica casi recién egresada de Hogwarts con excelente currículum, parada frente a la puerta de su oficina.
—¡Señorita Granger!— chilló, y prácticamente la abordó con pánico.
—¿Pero qué te pasa?— inquirió Hermione tomándola de las manos con preocupación.
—Yo… lo siento tanto, intenté… ¡Le juro que lo intenté!— sollozó Lizzy y se derrumbó sobre su silla completamente mortificada.
Hermione respiró hondo, y se agachó frente a la pobre mujer.
— ¿Por qué no te tranquilizas y me cuentas qué sucedió? No hay manera de que estés en problemas— la consoló dulcemente con una mano sobre su hombro.— Lizzy, dímelo.
—Al… alguien vino buscándola…— tartamudeó la chica, y señaló a su puerta con un dedo tembloroso.— Le dije que no estaba y… dijo que esperaría y yo… respondí que sí pero que no tenía forma de saber cuándo volvería y entonces... Dijo que esperaría en su oficina, ¡Intenté explicarle que no podía! Pero supongo que eso la ofendió porque entró de todas formas y dijo que en cuanto le dijera la manera en que la traté tendría muchos problemas… ¡Lo siento tanto, señorita! Pero jamás específico que nadie más pudiera entrar además del señor Ron y el señor Harry, así que no…
Hermione miró hacia la puerta con los ojos entrecerrados, no se le ocurría que ninguno de sus amigos pudiera llegar de esa forma a su oficina y mucho menos dejar a su asistente temblando como una hoja. Lizzy, a pesar de ser muy joven, no tenía nervios para aguantar una presión como esa y tanto ella como sus amigos lo sabían.
—No has hecho nada malo, Lizzy— murmuró, limitándose a apretar consoladoramente su brazo, estaba comenzando a molestarse ante la intromisión y la clara falta de educación.
—¿Por qué no tomas un té? Estará todo bien.
Lizzy asintió entre sollozos aliviados y se levantó tambaleante mientras Hermione entraba a su oficina completamente indignada. Al entrar, se quedó estática, con la mano en el picaporte y una mueca extrañada.
—Victoria— pronunció tensamente, y cerró la puerta tras de sí.
—Hermione— le devolvió la chica, cruzada de piernas sobre la silla frente a su escritorio.—¡Has tardado tanto!
Hermione escondió su malestar, diciéndose que debía haber una explicación que justificara las acciones de la chica.
—¿Todo está bien?— preguntó Hermione, dejando el vestido colgado sobre el perchero antes de sentarse en su silla—¿Harry está bien?
Victoria chasqueó la lengua y se miró las uñas sin interés.
—Sí, he venido a verlo, iremos a comer a un nuevo restaurante, uno de mis mejores amigos es el dueño y prepara la mejor comida hindú por aquí, es exótico e interesante— comentó y Hermione preguntó si su voz siempre sonaba igual de filosa y presuntuosa cada que hablaba.
Estar cerca de ella siempre le provocó... incomodidad y eso sólo aumentaba si Harry no estaba entre ellas.
"No puedes juzgarla" se repitió en su mente.
—Eso es genial— respondió Hermione en el mismo tono distante, omitiendo decir que Harry no toleraba la comida hindú.— Entonces, ¿En qué puedo ayudarte?
—Su cumpleaños se acerca— obvió Victoria como si le estuviera recordando una fecha que Hermione conocía incluso antes que ella.
—Lo sé— contestó tentativamente, dedicándose a mirarla fijamente para intentar comprender a dónde se dirigía.
Victoria también la miró, y al notar que no diría nada, resopló y se inclinó hacia ella sobre el escritorio.
—¡Que no sé que darle!— protestó y metió su mano entre su cabello para despeinarlo. Francamente, ella era hermosa, pero lo único que vino a la mente de Hermione fue en lo estúpidos qué sonaban sus motivos para estar allí.
—Nada de lo que le doy le gusta y eso que siempre he dado regalos fantásticos— continuó quejándose con voz cada vez más aguda.— Pero esta vez es su cumpleaños. Quiero darle un buen regalo que le recuerde lo fantástica novia que soy.
Hermione colocó las manos sobre su escritorio, recordándose que debía respirar en vez de decirle que tenía cosas más importantes que hacer que ayudarla a quedar bien con Harry.
—Estoy segura que sí. A Harry sí que deben gustarle y…
—¡Lo digo en serio!— la cortó Victoria, poniendo también una mano sobre el escritorio.— Es… no lo sé, le doy objetos de Quidditch y todas esas cosas y aún así las odia.
—Harry tiene gustos tradicionales respecto a eso, pero siempre ama un buen y nuevo modelo de escoba, si es que la considera fascinante. Podrías buscar entre los diseños que se asemejen más a la primer escoba que tuvo, eso le encantaría. En caso de que no sepas cuál fue yo podría...
Victoria la miraba con expresión irónica.
—¿No es todo lo mismo?
—Tampoco sé mucho de esto pero Harry siempre amó esa escoba. O si no, podrías probar con la ropa pero él suele ser bastante selectivo con eso, nada de túnicas en colores llamativos ni corbatas, él jamás las usaría, pero si pruebas con camisas seguro aciertas, tal vez…
—¡Siempre sabes lo que Harry quiere!— le reprochó Victoria y se levantó respirando agitadamente.
—Somos mejores amigos— respondió la castaña llanamente y se encogió de hombros sin mostrar emoción alguna.— Pensé que querías que te diera ideas, eso hago.
—¿Ah sí?— la cuestionó Victoria con una ceja levantada, haciendo que algo dentro de la otra chica se revolviera.
—Sí— recibió en respuesta, Hermione, también enfadándose— Por supuesto que sí. Es mi mejor amigo desde que tenía once años.
Victoria río ácidamente mientras vagaba por su oficina, siempre mirándola como si quisiera taladrarla.
—Estoy segura que deseas más que eso.
Los ojos de Hermione se abrieron mucho por la sorpresa, también escandalizada por su comportamiento.
—¿Venías aquí a pedir mi ayuda o a acusarme de tonterías sin sentido?— preguntó Hermione levantándose también.
—¿Tonterías?— repitió Victoria indignada— ¡Solo vine aquí a reafirmarlas!
—Bueno, a mí me parece que solo has venido aquí a gritarle a mi asistente y a entrar a mi oficina sin mi permiso, además claro de estar acusándome de eso, tonterías sin sentido.
—¡Ya no me mientas! Sé reconocer la competencia cuando la veo.
—¿Competencia dices?— respondió Hermione, ofuscada.
—¡Eso eres! Lo supe desde que te conocí, tu "amistad" con Harry era más que eso, y ahora que sé que salían, es obvio que quieres volver con él.
—Si quisiera eso, lo habría hecho. No estoy compitiendo contigo, ni lo haría con ninguna otra chica. Sé que Harry está saliendo contigo, ¿Por qué haría algo? Y si eso es todo lo que tienes por decirme, tengo mucho trabajo que necesita mi atención de verdad.
Al darse cuenta que estaba despidiéndose de ella, Victoria tomó su bolso, aguantándose la rabia.
—Te lo digo como un consejo, de mujer a mujer. Harry no dejará a una chica como yo, no deberías hacerte más ilusiones.
—Si tengo que repetírtelo, lo haré. No estoy compitiendo contigo, mucho menos por un chico, Victoria.
—Por supuesto— respondió ella, cada vez más enfadada con la neutralidad de Hermione.
Ginny habría encontrado frustrante que no contestase sus acusaciones, pero no tenía sentido. Incluso si no lo había hecho, su relación cordial, fría e hipócrita acababa de romperse.
Hermione siempre intentó disimular y aceptarla de verdad, pero desde que la conoció, algo pareció no encajar. Ella siempre quería estar hablando de sí misma, contando la misma historia una y otra vez, llevando todas las conversaciones a sus propios asuntos, de un mago aburrido al que dejó, de uno de sus artículos más exitosos, y todo siempre volvía a ella. No era malo que la chica se amara tanto, por supuesto que no, pero a veces, resultaba realmente abrumador.
Las palabras de Ginny volvieron.
"Alguien debería mostrarle que no todo le pertenece".
—¡Estoy harta de que siempre estés ahí!— insistió la chica, sacándola de sus pensamientos— Siempre Hermione, siempre tú, molestando.
—No sé de qué…
—Sí sí, ¡Ahora yo soy su novia! Y tú su amiga, quédate en ese lugar y acepta que fuiste su mujer pero lo perdiste, ¡Ahora este es mi lugar!
Hermione se quedó callada, mirándola en silencio con cierta lástima. Sus palabras parecían huecas, sin sentido, solo pretextos, solo tonterías.
—Soy la mujer de su vida y cuando nos casemos lo seré siempre, algún día Harry solo tendrá lugar para mí y nuestros hijos. Créeme, cuando me propongo algo, siempre lo consigo. Y lo quiero a él.
Solo eso, logró recomponerla. Por dentro, sus palabras se sintieron como un vacío en el estómago.
—Es suficiente. Te he dado bastante de mi tiempo, pero todo lo que dices no tiene sentido. Apreciaría mucho que me dejes trabajar.
—¿Estás corriéndome?— jadeó indignada.
—Sí— contestó Hermione con diplomacia. — Si es así como lo ves, sí. Siempre que alguien viene a mí oficina a gritarme a mí y a mi secretaria, tengo el derecho de echarla si se convierte en alguien desagradable.
Victoria estaba atónita.
—Siempre supe que tú querías algo más... Que buscas volver a salir con él, pero si Harry jamás te buscó de vuelta fue por algo— insistió, señalándose con orgullo. —Soy lo que Harry jamás creyó que podría conseguir, no me dejará.
—Los felicito. Pero habla esto con él— sonrió Hermione fríamente, no había forma de que eso le molestase, sus argumentos eran huecos.
—No, ¡Es contigo con quien debo hacerlo!
—Habla con tu novio— tajó Hermione fríamente, haciéndola bajar el tono de su voz sin elevar el suyo— Y exclúyeme de sus problemas y afróntalos como se debe. ¿No se supone que puedes resolver cada problema que se te presenta? Pues hazlo.
—No entiendes Hermione, tú…
—Hazlo tú. O, si insistes tanto en entrometer a Harry, lo haré yo y te prometo que no le gustará lo que hiciste hoy.
En ese momento Victoria pareció caer en cuenta de que no se doblegaría a sus caprichos, y que la única perjudicada sería ella.
—Espero encuentres un buen regalo— gritó Hermione sonriendo discretamente cuando la chica salía de su oficina, azotando la puerta. Habría reído ante las ridículas palabras con las que la había atacado, de no ser porque, pese a encontrarlas cómicas, el hecho de que fuera Harry y no cualquier otro chico del que hablaran, cambiaba todo.
Por supuesto que hablaba en serio. No intentaría nada con ningún chico que tuviera novia, no se trataba de lastimar a ninguna otra chica, pero Victoria era tan irritante, que a veces le habría gustado olvidarse de sus valores morales. Sobre todo porque, en realidad, Harry siempre había representado ser una constante en su vida. Alguien a quien nunca olvidaría.
Dejándose caer sobre el respaldo de la silla exhaló, completamente indignada, tratando de procesar que acababa de suceder, pero satisfecha porque alguien, o mejor dicho, ella, la hubiera puesto en su lugar.
—Esa chica…— suspiró, antes de que algo más se le ocurriera.
Lo único que había dicho que realmente provocó un impacto fue la implicación de que Harry podría quedarse con ella de manera definitiva y si de alguna forma conseguiría apartarlo de su vida. Una familia, una vida lejos, sin ella...
Victoria también tenía razón en otra cosa, ella lo había tenido, y accedió a dejarlo ir. Si Harry jamás la buscó debía haber sido por algo.
Era estúpido seguir lamentándose por ello tantos años después y sobre todo, seguir recordando exactamente que se sentía ser la chica de Harry Potter.
Las personas salían de las chimeneas con prisa, los más inexpertos, tropezando antes de conseguir salir e integrarse al flujo de gente dirigiéndose a los distintos departamentos en el Ministerio.
Luego de tantos años, Harry conseguía caminar entre todos con precisión, evitando retrasarse. Su vida como auror nunca había sido relajada, debía ir de aquí a allá en exactamente la menor cantidad de tiempo posible. Pero ahora, mientras evitaba chocar con un par de magos discutiendo en medio de las personas, su mente divaga en asuntos mucho más importantes que su trabajo.
Desde hacia semana y media, no ha visto a Hermione Granger ni una sola vez. Habría ido a buscarla solo para cerciorarse que estaba bien, de no ser porque Ron, y todos los amigos en común a los que preguntó la habían visto.
Era como si la tierra se la tragara cada que Harry aparecía. Nunca fue muy perspicaz, pero no era idiota, ella estaba evitándolo. ¿Por qué? No lo sabía, pero pensaba descubrirlo.
Consultó el reloj en su muñeca. Cinco para las ocho de la mañana. Momento exacto en el que ella se dirigiría a su oficina, dos departamentos arriba del suyo.
Si hasta ahora accedió a darle su tiempo, este se había acabado, y la encontraría de una manera u otra. Ayudaba mucho también, conocer sus horarios y rutinas a la perfección.
Mientras se dirigía hacia los ascensores, seguro de que sería más fácil hallarla allí en lugar de aventurarse a buscarla entre el mar de gente dirigiéndose a sus trabajos, pensó también en Victoria.
Últimamente no estaba siendo un problema. Posiblemente no debería pensar en su novia nunca como uno, pero lo era, al menos hasta hace unos días.
Parecía más tranquila de lo normal, sin darle problemas, o mencionar otra cosa que no fueran sus planes sobre el lanzamiento de una colección de ropa del que escribiría un grandioso artículo. Eso era sospechoso. Victoria no pasaba más de unos cuantos días sin meterse en problemas con nadie, usualmente, con su novio, que para variar, era él.
A veces, creía que era eso, el drama y peleas, lo que lo mantenía interesado. Estaba mal, por supuesto, pero no tenía otra explicación.
Sin gritos que responder, o pretextos en los que pensar, sus charlas eran tremendamente aburridas. Una vez que hubiese resuelto el asunto de Hermione, podría preocuparse porqué le ocurría a Victoria. Hasta entonces...
Algo llamó su atención. La llamativa cabellera castaña entre las personas, caminando de prisa, igual que siempre, atravesando el atrio en dirección a los elevadores.
Harry tuvo que correr y empujar en medio de disculpas a unas cuantas personas para llegar a tiempo, justo cuando este se cerraba. Metió su pie entre las rejas, abriéndolo.
Las personas dentro lo miraron con desaprobación, antes de reconocerlo y hacer un espacio entre ellas para que entrase. Harry se deslizó dentro, estratégicamente cerca de Hermione, que miraba a otro lado con hastío.
—Hola— susurró, inclinándose sobre ella.
Había tantas personas cerca, que no le costó apretujarse contra ella y fingir que se debía al exceso de gente en el elevador.
—Hola— le respondió ella, sin girar a verlo.
El elevador comenzó a moverse, dirigiéndose abruptamente hacia atrás, y luego subiendo y bajando.
Dos personas bajaron en el primer departamento, la presión se hizo menor, pero Harry no se apartó.
—Hoy parece ser un buen día. Incluso ha salido el sol— comentó de nuevo, deseando su atención.
Hermione solo meneó la cabeza, esta vez girandose para mirarlo con lo que pareció aburrimiento.
—Eso parece.
Harry gruñó. El elevador dio otra sacudida, moviéndose a la derecha, empujando los cuerpos de las personas. Nadie se inmutó, todos parecían acostumbrados al traqueteo, pero al estar mirándola con detenimiento, apenas tuvo tiempo de sujetarse.
Su cuerpo estuvo a punto de empujar el de la chica contra las rejas. De un empujón, Hermione se lo quitó de encima. Para este punto su estado de ánimo era notable.
—¿Mala mañana?— preguntó el joven, recomponiéndose.
Tres personas acaban de bajar. Solo quedaban ellos dos y un mago anciano que olía a tabaco y madera. Hermione consultó su reloj con impaciencia.
—Podría decirse que sí. Algo de trabajo he de adelantar antes de ayudar a Ginny.
—¿Para el ensayo de la boda?
La chica lo miró de refilón, cansada de que no dejase morir su charla.
—Sí. Quiere que todo salga bien.
—Es la próxima semana— siguió Harry, relajándose cuando el mago anciano abandonó el elevador con lentitud. Se sentía más cómodo ahora, pero no se apartó mucho de ella.— No recuerdo si Ginny mencionó la hora a la que debíamos estar ahí.
—Por supuesto que lo hizo. El ensayo es a las dos— le recordó Hermione, dando un paso hacia adelante. Faltaban solo dos pisos antes de que llegara a su destino, Harry debía apresurarse.
— Hermione, no te he visto mucho estos días. De hecho, desde que nos encontramos en el pub de Seamus…
—Sí, cuando saliste corriendo porque tenías problemas en el paraíso, según Ron...
La chica se quedó callada de repente, pareciendo caer en cuenta de algo importante, y entonces apretó los labios.
—Puedo suponer que has estado ocupada.
—No en realidad.
—Entonces, ¿Por qué me evitas?
Hermione se atragantó. Dándole una mirada malhumorada.
—Espero que no estés pensando que eres lo suficientemente importante para que esté escondiéndome de ti, ¿O sí?
Harry entrecerró los ojos, completamente confundido con la cantidad de enfado impregnado en su tono de voz.
—Mione… ¿Por qué estás tan molesta? ¿Hice algo?
—No me llames así— resopló, casi deseando que el elevador se moviera con mayor rapidez.
Algo dentro de Harry dolió al oírla hablándole así.
—¿Me dirás que pasó?
Ella se río con frialdad.
—Por lo visto no tuvo la valentía de decírtelo.
—¿Quién?
—Solo déjalo, Harry.
Él la tomó del brazo, avanzando la distancia que ella había puesto entre ambos, interponiéndose entre ella y las rejas de salida. Seguramente se abrirían en cualquier momento y no podía dejarla ir así.
Gracias al movimiento, se encontraron muy cerca de un momento a otro. Harry no pudo evitar mirar sus labios, sus pómulos, sus cabellos rebeldes escapándose a pesar de haber intentado peinarse, y sobre todo, sus ojos.
Cuánto tiempo había pasado desde que estuvieron tan cerca... Todo eran saludos cordiales, abrazos rápidos, comentarios de cortesía y saludos a la distancia. Nada comparado con la cercanía que antes tenían, incluso cuando no salían.
Ambos creyeron que si se alejaban lo más sensatamente posible del otro su amistad volvería a ser como antes. Jamás funcionó.
Seguían siendo amigos, pero nada parecido al envidiable lazo que los unía antes. Eran más como conocidos con mucho en común.
Y cuanto la echaba de menos… tan solo tomar su mano, o platicar de la misma forma que en el pasado.
— Dime que ocurre...— suplicó. Era verdad que no podía estar tranquilo si sospechaba que ella estaba molesta con él, o que algo extraño estaba separándolos, más de lo normal.
Siempre necesitaba sentir... Que todavía era parte de su vida.
Justo cuando Hermione comenzaba a abrir los labios, y Harry se atrevía a pasar un mechón de su cabello detrás de la oreja, como antes acostumbraba, algo cambió en los ojos de la chica.
Sin que él pudiera darse cuenta que estaba por hacer, Hermione retrocedió, apartándola de él como si reprobara su cercanía.
—Tu novia armó un escándalo en mi oficina, y no pienso prestarme a eso. Controlala si puedes. No tengo tiempo de resolver sus problemas también, bastante tengo con los míos.
Harry cerró los ojos, debía haberlo supuesto.
—Lo siento, no lo sabía. ¿Qué pasó?
—No habría pasado si hicieras algo para tratar sus estúpidas e irracionales inseguridades, eso te lo aseguro. Pero no soy la persona adecuada para decírtelo, háblalo con ella.
—Puedo suponer de que se trató— murmuró casualmente, solo para notar si había una reacción en ella.
La hubo. Comenzó a ajustarse la túnica, y a acomodarse el cabello, intentando no mirarlo aunque era fácil leer en sus ojos que estaba evitando por todos los medios ignorarlo.
—¿Son irracionales en verdad?— preguntó él.
Ella lo miró. Intrigada al comprender que estaba sugiriendo.
—Eso... Tendrías que preguntártelo tú. Yo... Claro que sí, son solo tonterías.
Harry tragó fuerte cuando ella aprisionó su labio inferior entre sus dientes, de la manera que hacía cuando estaba nerviosa y ella, ante ese gesto, no apartó su mirada de él hasta que el sonido de las rejas abriéndose los despabilo.
—¿Puedo llevarte al ensayo de la boda?— le gritó Harry en un último acto desesperado cuando ella salió del elevador con rapidez.
Ella debió responder algo, pero se encontraba ya muy lejos para poder entenderlo. El elevador volvió a cerrarse, solo con Harry en su interior, mucho más confundido que antes.
Por primera vez en años, la tensión entre ambos no se sintió irreal.
Se llenó de valentía, ya no era más el adolescente asustado de entonces.
Quizás Hermione seguía sintiendo lo mismo... Ya no tenía caso seguir fingiendo, debía actuar, y lo haría en ese instante.
Tal vez todavía podía enmendar sus errores.
Ginny estaba al borde de las lágrimas. Habría sido encantador si estas fueran producto de la alegría, pero nada más lejano de la realidad.
La enorme mesa sobre la que hasta hace cinco minutos reposaba toda una hilera de vinos y copas de cristal estaban hechas añicos, llenando el suelo con vino y fragmentos de filoso cristal.
Ron y George habían sido rápidos al acercarse y comenzar a recoger el desastre que, de todos modos, ellos habían ocasionado.
Había resultado terrible que George quisiera probar uno de sus nuevos inventos no perfeccionados para el entretenimiento de la fiesta justo en ese momento, sobre una de las mesas más importantes.
De haber salido bien, habría sido un espectáculo increíble, pero algo en el proceso resultó mal.
Hermione sabía que lo perfeccionaría, pese a verse avergonzado, todavía podía escucharlo compartiendo sus ideas con Ron, que parecía tomar notas mentales para el próximo intento.
Draco rodeaba a Ginny con los brazos, intentando no poner los ojos en blanco al notar la sonrisa pícara y fingidamente inocente que George les dirigió a modo de disculpa. Ginny estuvo a punto de ir hasta ellos y gritarles, pero su prometido logró controlarla y llevarla al otro extremo del salón para evitar que mirase el desastre.
Con una mirada fugaz, Luna y Hermione se acercaron a la novia.
Ginny ya estaba retocándose el maquillaje con un servilleta, prometiendo venganza contra sus hermanos cuando ellas llegaron a su lado.
—¿Podemos hacer algo, Ginny?
—No lo sé— respondió irritada— Ni siquiera con un reparo quedarían igual, ¡Son tan tontos! Y aunque los quiero tanto a veces...
—Tranquila— intercedió Draco, con ambas manos en los bolsillos del pantalón. Era el único que parecía despreocupado.— Aunque me gustaría ver cómo aniquilas a tus hermanos, todo tiene solución.
—¿La tiene?— inquirió Ginny, con la esperanza haciendo brillar sus ojos.
Draco asintió, sacando una llave antigua de su pantalón. Era bien sabido que siempre solía cumplir cualquiera que fuera su deseo.
—Hay muchos otros vinos en la bodega, y mamá puede conseguir las copas que hagan falta. Nadie le dirá que no. Solo hace falta bajar por las botellas, y pedir a la servidumbre que busque las servilletas y vajilla de la familia.
—¡Oh, Draco!— sollozó Ginny, besándolo en medio de un gritito de emoción.—¡Iré a hablar con tu madre!
Al decirlo, parecía referirse a ambos, porque no lo soltó de la mano. Para nadie era un secreto que, sorprendentemente, Narcissa Malfoy parecía adorar a Ginny.
—Oh, Luna. ¿Puedes buscar la vajilla de los Malfoy?— le suplicó la pelirroja, dándose cuenta que quedaban tareas por hacer.— Faltan veinte minutos para el ensayo de la ceremonia y quiero que todo esté listo o me volveré loca, ¿Puedes?
Luna asintió sonriente, y con sus típicos pasos ligeros y andar delicado se alejó para cumplir con su tarea como buena dama de honor. Hermione sonrió, ni siquiera parecía ser consiente de la urgencia, intentar imaginársela presionando a alguien para cumplir con el tiempo era difícil de aceptar.
—Y tú, Hermione. ¿Puedes buscar los vinos?
—Lo que sea— respondió, tomando la llave de manos de Draco, que comenzó a darle las instrucciones de dónde se encontraba la bodega.
Ginny ya no parecía ni un poco molesta, y mucho menos preocupada cuando su mirada vagó por el salón. Algo en sus ojos hizo que Hermione entendiera que haría, apenas un segundo antes de que volviera a hablar.
—¡Harry! ¿Puedes venir y ayudar a Hermione?
Ella le dedicó una mirada asesina, que la pelirroja respondió con un encogimiento de hombros. Jamás debió decirle sobre su distanciamiento, mucho menos sobre lo ocurrido en el elevador.
—Puedo hacerlo sola.
Ginny se recargó en el pecho de Malfoy, sonriendo cuando Harry llegó a su lado.
—En serio. Yo puedo...
—Ginny quiere que te ayude— la interrumpió Harry, ganándose una risita de su amiga y una mueca burlona de Draco.
Odiaba que todos parecieran estar disfrutando su incomodidad.
—Solo ve y sé buena dama de honor— canturreó Ginny.
—Es sencillo hacerlo sola— tajó Hermione, apretando la llave contra la palma de su mano.— Además tengo mi varita y...
— Vamos— la interrumpió Harry, sin dejarle terminar.— Quieren que te ayude y eso haré.
—¡Nos vemos en veinte minutos!— les recordó Ginny, mientras se alejaban en busca de Narcissa, dejándola sin opción.
Sin esperarlo, echo a andar hacia la puerta. Ron y George seguían riéndose mientras recogían los cristales, de modo que ella no pudo notar la señal de aprobación que Ron le dedicó a Harry al verlos salir juntos.
—Es una suerte que Malfoy sea tan rico. ¿No?— comentó el chico, trotando detrás de ella.
Ella no respondió, y él se limitó a seguirla. Mientras dejaban atrás el salón, recorrían el pasillo y bajaban las escaleras que conducían a la bodega todo fue silencioso.
Las escaleras eran frías, debido quizás a los duros muros de piedra que hacían todo el lugar similar a un congelador.
—Esto luce como las mazmorras— comentó Harry, cuyo reflejo apenas era visible por la escasa luz de las lámparas de luz amarilla a los lados del camino. Pero su tono de voz, tan despreocupado y curioso la transportó a otro sitio, en otra época.
La misma en la que todo pareció relativamente fácil. Dónde encontrarse tan juntos era algo que ambos deseaban, un tiempo en el que Hermione estaba total y completamente enamorada de él, sin miedo de decírselo.
Cuando ambos habían salido juntos, acostumbraban escapar de aquí a allá, vagando por los rincones del castillo, entre ellos, algunos sitios interesantes cerca de las mazmorras, igual de frías que los pasillos por los que se deslizaban ahora. Siempre buscando pretextos para estar juntos.
Y Harry, cuando estaba con ella solía emplear un tono de voz peculiar. Jovial, relajado, divertido y hasta seductor. Cómo si, mientras estuvieran juntos nada más importase y todo el peso sobre sus hombros fuera insignificante.
Él también parecía haber notado que rumbo habían tomado sus pensamientos, a juzgar por su silencio, hasta que volvió a hablar, pronunciando la frase menos grata.
—¿Por qué rompimos, Hermione?
Ella descendió otro escalón. Finalmente veía la enorme puerta de la bodega, así que sacó la llave y esperó que sus pasos siguieran siendo firmes.
—Sabes porqué— le contestó, metiendo la llave en la singular cerradura, sin duda mágica.
—A veces siento que no— se sinceró Harry, con genuina curiosidad, siguiéndola dentro de la bodega.
Al entrar, las lámparas en el interior se encendieron, iluminando la enorme habitación repleta de vinos y licor costoso.
Ignorándolo, procedió a buscar el repuesto de los vinos.
—Podrías ayudarme— le sugirió entre dientes, mirándolo sobre el hombro. Harry seguía en la entrada, mirándola con atención.
Accediendo a su petición, se acercó hacia donde estaba, buscando casi en el mismo sitio con tal de mantenerse cerca.
—Hermione, encajábamos muy bien— siguió luego de unos minutos, agachado a su lado.
—Lo sé, pero éramos jóvenes, tontos e inexpertos, ¡Ah, aquí están!
Verdaderamente aliviada al encontrar lo que buscaba, sabiendo que eso significaba volver con todos y alejarse de Harry y su repentino y peculiar arranque de melancolía comenzó a agruparlos en dos de las cajas vacías en la bodega, que pensaba levitar de vuelta, sin ayuda de su amigo.
Al agacharse por la última de las botellas y levantarse, dándose la vuelta casi chocó contra el pecho de Harry, esperando detrás de ella.
Inevitablemente, sus cuerpos quedaron uno frente al otro.
Hermione abrazó la botella contra su pecho, como escudo, al mismo tiempo que Harry colocaba ambos brazos a su alrededor, recargándose en los estantes. Estaba arrinconada.
—Fue la relación más intensa de mi vida— dijo Harry, en un susurro ronco. Su aliento olía a menta, y a la tarta de melaza que les habían dado esa tarde como prueba del banquete.
Su primer instinto fue quitarlo, pero él se resistió, aunque no empleó un mínimo de fuerza. Si lo que quería era hablar del pasado, Hermione le recordaría que no todo había sido color de rosa.
—Sí, y te recuerdo que terminé con el corazón roto.
Harry pareció verdaderamente triste con su afirmación.
—Yo también lo lamenté, mucho. Fuiste mi primera novia, la primera y quizás, la única vez que me enamoré de verdad, yo...
—¿De que demonios hablas?— inquirió Hermione, empujándolo con su único brazo libre.
—De lo bien que la pasábamos, lo fantástico que fue enamorarte de ti siendo tan solo un "adolescente". Y de lo mucho que extraño sentirme así... Cuanto te he extrañado desde entonces, de eso hablo.
Hermione suspiró, llena de irritación.
—La guerra estaba cerca, no podíamos estar juntos, tú lo dijiste. Recuerdo que mencionaste que era una distracción para ti, y que debía vivir mi adolescencia mientras tú ibas y te convertias en un hombre y el héroe de todos.
Harry hizo una mueca.
— Jamás dije eso último.
—No hizo falta, fuiste muy claro. No me querías allí como tu novia, así que me conforme con ser tu amiga y esperar a que me llevases contigo. No me recuerdes lo humillante que fue.
Él se revolvió el cabello. Finalmente, estaba desesperándose.
—¡Nunca quise lastimarte! Pero si Voldemort sabía que tú y yo...
—¡Oh, Merlín, no de nuevo! Hace años que no escucho eso, y sigue sonando igual de estúpido.
—¡Es la verdad! Eras... Eres lo más valioso para mí.
Hermione evadió su mirada, esas palabras también las había dicho, y siempre la hicieron flaquear.
— Pensé que ahora tendrías mejores pretextos que eso. Veo que no, y no hacen falta, Harry. Lo que pasó, es parte del pasado, somos adultos ahora y seguimos siendo amigos, tus palabras… ya no duelen de la misma forma.
— Sé lo que dije entonces— se lamentó Harry.—Ojalá no lo hubiera dicho. El único niño era yo, y estaba asustado, creyendo que mis sentimientos me hacían débil, fui un idiota.
Hermione no lo contradijo.
—¿Y que? ¿Por qué quieres recordar todo esto ahora?— preguntó en su lugar.
—Ahora estarías conmigo. Y sería tuyo, como siempre he sido. Podría llamarte mi novia, con el mismo orgullo que cuando tenía catorce.
Ella nunca lo había visto tan desesperado, y al mismo tiempo frustrado por hablar y hacerla entender su punto.
—La cuestión es, Hermione, que sigo sintiéndome tan o más enamorado que cuando era un adolescente. Estos días no he parado de pensar en ti... ¿De qué estoy hablando? Todos estos malditos años solo he pensado en ti, diciéndome que el tiempo perdido debía haber sido por algo, que no podía pretenderte de nuevo, que si me esforzaba por estar con alguien más me daría cuenta que solo fue un enamoramiento, pero...
—No lo parecía cuando salías con otras chicas. No te veías infeliz, mucho menos cuando conociste a Victoria, y cuando formalizaste... Solo detente, Harry. Nunca creí que serías como todos los chicos que minimizan sus relaciones y a las chicas con las que salieron por quedar bien, eso no...
Él gruñó, quitándole de las manos la botella que apretaba con tantas ansias para poder acercarse más.
—Pero no es así. No es lo que estoy haciendo, esto es... Ya sé que salí con otras personas— admitió con una mueca.— Y que has conocido a la mayoría de ellas, pero soy sincero cuando digo que nunca me sentí enamorado de ninguna. Por supuesto, me atraían, y era bueno tener compañía. Pero ellas... Victoria no es tú. Y yo he soñado por años con volver a estar contigo, Hermione Granger, años deseándote de la misma manera que antes.
—Así que es eso, deseo— se burló Hermione, notando que su voz temblaba, pero intentaría desbaratar todos y cada uno de sus argumentos para hacerle ver qué estaba siendo irracional.
Esta vez sería ella quien le recordaría como se movía el mundo. A su edad, no podía permitirse volver a caer en una fantasía y luego soportar el dolor si él se arrepentía y rompía su corazón de nuevo.
—Sí, deseo— corroboró Harry, acercándose sin verse intimidado.—Y todo lo que estar enamorado implica.
Al finalizar, previendo que su paciencia estaba llegando al límite, Harry dejó un beso, un solo beso sobre su mejilla. Para este punto, el corazón de Hermione latía desenfrenado al creer, por solo un segundo, que él realmente la besaría.
Al notar su silencio, Harry intentó de nuevo, acercando su boca tentadoramente a la suya. Inconscientemente, Hermione entre abrió los labios, sus bocas se rozaron… Era más de lo que se creía capaz de soportar.
El instinto de alerta en su mente, activo desde que habían bajado juntos a la bodega comenzó a apagarse.
—Deseo poder besarte, y tenerte entre mis brazos, pero también quiero pasar mis días contigo, acompañarte, no todo es físico, Hermione. Quisiera poder decirte que yo...
Ella estaba tan aterrada como llena de una culpable emoción con lo que diría. En un segundo, era la misma adolescente enamorada y ella, la chica que hace años se obligó a sepultar pareció emerger. Jadeando, dio un paso hacia él, que Harry entendió como la invitación que estaba deseando.
Con solo ese movimiento sus labios se rozaron en un casto y débil beso. Ninguno parecía creerlo, pero él no tardó en envolverla con los brazos.
En una fracción de segundo, todo pareció escalar, desbordarse… todo colapsó. Hermione nunca había dejado de amarlo, sin importar cuánto se esforzó en hacerlo, fue inútil.
Sí, en su interior sabía que lo que estaba sucediendo estaba mal, la parte racional, responsable y entera de sí misma era consiente de que esto estaba quebrando sus valores, pero la otra parte, la que nunca había dejado de amarlo no quería volver a esconderse.
Todos los recuerdos, todos sus deseos volvieron. En un instante ambos estaban besándose sin recaer en los minutos corriendo y en donde se encontraban.
Harry cargaba con ella, sus brazos enredados entre sus piernas y estas atadas a su cintura, para poder sostenerla entre su cuerpo y el estante. No se parecía a lo que habían experimentado en Hogwarts, esto era mejor, menos inocente, más vivo.
Hermione jadeó cuando él besó su cuello, tirando de su revuelto cabello para acercarlo más, pero hubo algo, un insignificante sonido acercándose desde las escaleras que los obligó a abrir los ojos a la realidad.
La iluminación era lo suficientemente buena para que ambos notaran el aspecto acalorado del otro. Hermione lo alejó, cayendo sobre sus pies nuevamente.
—¿Las encontraron?— gritó la voz de Ron desde la penumbra.— El ensayo va a comenzar y Ginny está volviéndose loca...
Hermione comenzó a arreglarse la ropa, mientras Harry hacia lo propio, limpiándose los restos de su labial de los labios. Todo era tan... Nunca había estado tan avergonzada.
Sin volver a mirarlo, Hermione sacó su varita y levitó la primera caja, sin dejar que sus intentos por frenarla la detuvieran, y salió de la bodega.
—¡Ya vamos!— gritó con voz aguda.
—¡Hermione!— la llamó Harry, ella no se detuvo.—Esto…
— Está mal, tienes razón. Tienes una novia, Harry. No hay manera de borrar esto, solo... Cállate.
—Sí, pero yo no...
—No pretendo ser lo que sea que estés sugiriendo— lo amenazó furiosa. Harry se dio con la mano sobre la frente.
— No quise decir… Hermione yo te… Merlín, necesitas saber que...
—No lo digas. No así Harry, no luego de lo que acaba de pasar, si lo haces ahora no tendría ningún valor para mí.
Harry se quedó callado, tragándose sus palabras mientras ella subía las escaleras. Si tan solo le hubiese dejado decirle...
La música comenzó a sonar. Suaves acordes de la canción que Ginny había escogido parecieron elevarse en el aire mientras se dirigía hacia Draco, esperándola en el altar.
Su vestido, de un blanco reluciente resaltaba entre las decoraciones de rosas rojas. Años atrás, durante la boda de Bill y Fleur había robado muchas miradas tan solo siendo una de las damas de honor y ahora, convertida en la novia, nadie podía tener ojos para nadie que no fuera ella, sobre todo Draco.
Hermione estaba contenta de ver a una de sus mejores amigas casándose con alguien que la amaba de verdad. Su historia no había sido fácil, pero consiguieron afrontar todo y llegar a ese momento.
Ojalá todos tuvieran la misma historia de cuentos de hadas.
No, no podía estar poniéndose así en un día tan feliz. Concentrándose en la ceremonia, prefirió guardar sus sentimientos y enfocarse en ser la dama de honor que prometió.
Desde donde estaba, detrás de Luna sosteniendo el ramo de la novia, y precedida por varias amigas más de Ginny, en idénticos vestidos al suyo, todo era mejor si se enfocaba solo en la felicidad con que Draco pronunciaba sus votos, como los ojos de su amiga brillaban en lágrimas cuando su anillo de bodas se deslizó en su dedo anular, y como su unión se sellaba ante todos sus seres queridos.
Era una de las bodas más bonitas, costosas y maravillosa a las que hubiera asistido. Incluso Ron se veía de buen humor detrás del padrino principal, Zabini, y sin lugar a dudas, él, con aquel traje negro, corbata y camisa blanca.
Nada extravagante, pero que conseguía hacerlo ver elegante, desenfadado y atractivo al mismo tiempo. Harry se habría visto bien incluso si llegaba con chaqueta y jeans.
Se había jurado no verlo y escapó con éxito antes de que comenzara la ceremonia. Pero ahora que todos estaban en la misma hilera, no pudo evitar mirarlo evaluativamente, llevándola a recordar lo sucedido una semana atrás.
Merlín, pensarlo todavía le subía los colores al rostro. Mejor no mirarlo, pensó.
Su mirada se desvío entonces hacia Ron, sonriendo en su dirección. Por un momento pudo creer que había sido sorprendida, pero se equivocaba. Su sonrisa, coqueta y radiante se dirigía hacia adelante, a Luna.
Vaya, quizás Ginny tenía razón acerca de los padrinos y las damas de honor. Aunque el pensamiento de sus dos amigos fue agradable y hasta cómico, no consiguió borrar del todo su tristeza. Cómo sospechó, volver a inmiscuirse con Harry de cualquier forma que no fuese amistosa siempre la dejaría rota.
Seguramente Victoria estaría por ahí, sentada en algún sitio, y no perdería la oportunidad de colgarse del brazo de Harry a la menor oportunidad. Luciéndose como lo que era, su novia.
¡No debía sentirse así respecto a ella! Victoria no tenía la culpa, por irritante, irrespetuosa y molesta que fuera, ella era su novia y quién había cometido algo malo, metiéndose con un chico con pareja era Hermione. ¡Cómo odiaba sentirse así!
Sin dejarle profundizar en sus pensamientos, el estallido de los aplausos la despabiló. Ginny y Draco Malfoy estaban oficialmente casados.
Que gusto comprobar que la felicidad existía.
Era la primera vez que se sentaba en una hora. Los tacones no eran su mejor aliado, pero calculó que podría soportarlos más tiempo, aunque por ahora solo quisiera descansar.
La fiesta apenas estaba comenzando, y el furor de las felicitaciones seguía presente. Por ahora Ginny había dejado de necesitarla, paseándose del brazo de su esposo para saludar a todos sus invitados y recibir los buenos deseos.
La mayoría de personas en la fiesta eran desconocidos para Hermione, de no ser por los Weasley y los pocos amigos en común, algo que le daría el tiempo suficiente para acercarse después y felicitar a la pareja con calma.
Por suerte, la única mesa, apartada del centro del enorme jardín donde se desarrollaba la fiesta seguía vacía, o lo estuvo, hasta que alguien se sentó a su lado. Ni siquiera se sorprendió.
El olor de su colonia lo delató, de modo que solo pudo fingir que bebía de su copa.
—Te ves muy bien. Preciosa, en realidad— la alabó a modo de saludo, obligándola a mirarlo. De cerca se veía mejor...
—Tú también— contestó, como si fuera pura cortesía, buscando discretamente hacia los lados, a la posible presencia de su flamante novia.—¿Vienes solo?
Él fingió hacerse el desentendido, tomándose su tiempo de responder.
—Uh, sí. ¿Por qué?
Hermione comenzaba a ponerse ansiosa, no entendía que la había llevado a preguntarle y sobre todo, como es que su respuesta era posible. Al pasar una de las bandejas mágicas, con copas llenas de champagne, colocó su copa vacía y tomó otra, de la cual bebió con rapidez.
Harry se río.
— ¿Has visto a Luna? Se ve encantadora— comentó, para alejar la atención de ella.
—Única— coincidió Harry y señaló a su mejor amigo, charlando con ella a carcajadas.— Ron parece haberlo notado antes que todos.
—Sí— respondió Hermione, sin más que decir.
Pensó que ante su incómodo silencio él terminaría marchándose, pero no lo hizo. Luego de unos segundos, levantó su copa hacia ella.
—Por los novios.
Ella chocó su copa contra la suya, sellando su brindis.
—Por los novios.
Todo era tan extraño, pero tanto como no quería tenerlo cerca, no deseaba que se alejara. Estaba comportándose de una manera tan ridícula… Por suerte, Ginny y Draco se acercaron a ellos en ese momento.
Ella parecía abrumada escapando de los invitados. Harry y ella se levantaron para felicitarlos calurosamente.
—¡Estoy tan feliz, Hermione!— chilló Ginny abrazándola, y cuando pudo hablar a su oído, susurró— Solo algo más haría mi día completamente hermoso, si tan solo ustedes…
Hermione puso los ojos en blanco, separándose de su amiga, no caería ante sus comentarios. En su lugar abrazó a Draco, felicitándolo.
—¿Y tu hermosa novia Harry?— preguntó Ginny en tono curioso, sin ocultar lo feliz que le hacía no verla, cuando ambos rompieron su abrazo.
Harry miró de reojo a Hermione, tomándose el tiempo necesario para, luego de tomar un sorbo de su copa, responder.
—Hemos terminado.
Sin poder evitarlo, Hermione lo miró incrédula, mientras Ginny soltaba un chillido emocionado.
—¡Qué gusto!— exclamó, controlándose solo cuando Draco meneó la cabeza.— Quiero decir, lo siento mucho.
—Sé que no— sonrió Harry afable, en realidad, su humor seguía siendo el mismo.
—¡No puedo mentirte! Oh Draco, mira, ¡He a visto alguien a quien no hemos saludado!
Ginny le guiñó un ojo, que fue todo menos discreto, y se alejó arrastrando a Draco consigo.
El silencio era el doble de insoportable esta vez. Luego de esa revelación, Hermione solo quería hundirse... ¿Y si él se lo había dicho? Era correcto quizás, pero entonces, ¿Habían terminado por culpa de lo ocurrido?
Por primera vez, consideró disculparse con la pobre chica.
—Así que…— musitó con voz débil, sintiéndose muy culpable.— ¿Por qué terminaron? Harry, si tiene algo que ver con lo que pasó, puedo ir y hablar con ella, decirle...
—¿Quieres bailar?— repuso él, sin prestarle atención. Dejó la copa sobre la mesa, y le extendió la mano.
—¿Qué?
—Como en cuarto año. Vamos.
Sin dejarla protestar, la tomó de la mano, llevándola hacia la pista. La música era lenta, suave, de la misma forma que había sido aquella noche durante su primer baile.
—Soy pésimo— le recordó, cuando se encontraron uno frente al otro.
Hermione estaba sumamente tensa, intrigada porque había sucedido con él y Victoria, intentando soportar la culpabilidad y al mismo tiempo, lo agradable que era sentir sus manos en su cintura que, gracias a la delgada tela de la espalda, casi podía sentirlo tocando su piel.
—¿Puedes recordar esa noche?
— Casi llego tarde— contestó, permitiendose llenar con los recuerdos.— Tú estabas esperando al pie de las escaleras, ajustándote la túnica.
—Y tú estabas preciosa, y yo simplemente nervioso. Te veías... Estabas increíble. Jamás había bailado con una chica y menos con una que me gustase tanto.
Ella se quedó en silencio. ¿Qué más podía decirle? Los recuerdos de esa noche estaban grabados en su mente.
—Esa noche te pedí que fueras mi novia— prosiguió Harry, haciéndola girar en sus brazos cuando los acordes de la canción se elevaron, transportándola a otra época.
Con solo cerrar los ojos recordaba todo. A sus versiones más jóvenes, solo ellos dos juntos, escapando del Gran Comedor, corriendo y riendo en los terrenos, guiándose únicamente por el camino que la luna iluminaba.
Besándose por primera vez, luego Harry pidiéndole que fuese su novia, lejos de todos.
—Te tomé de la mano, y estaba tan nervioso que no conseguía decirlo y cuando lo hice…
—Me pediste que si te rechazaba jamás volviera a verte a la cara.
Harry sonrió, contagiándola al verlo tan apenado como entonces, antes de seguir moviéndose por la pista.
—Por suerte dijiste que sí.
—No duró mucho— murmuró ella con amargura. Los buenos recuerdos eran mucho, pero también los malos.
—¿De que hablas?— dijo Harry, elevando su mentón con cariño.— Lo hizo, fueron tiempos increíbles.
—Un año y medio— le recordó.
—Después de lo de Sirius jamás fuiste igual, aunque nunca te pedí que lo fueras.
—Pero la guerra— comenzó él, sin tener oportunidad de terminar.
—Dijiste que cuando terminara volveríamos a estar juntos, y no pasó— lo acusó Hermione tristemente.—Cuando Dumbledore murió cualquier posibilidad murió en mi. Jamás volví a insistirte.
Harry la sostuvo con mayor seguridad, aunque habían dejado de bailar.
—Creí que moriría, y no sería justo para ti. Sin embargo, sé que lo que pensé correcto, estuvo mal.
—Bueno, viviste, como te dije que pasaría.
—No creí que siguieras queriéndome así.
Hermione comenzó a soltarse de su agarre.
—Eres un tonto a veces. Por ti soporté a todas sus novias, y me convertí en solo la mejor amiga que querías, lo hice por amor.
Harry también comenzaba a ponerse serio.
—Hice lo mismo, con todos los chicos que saliste, incluso los idiotas— le recordó ácidamente.— Jamás me diste indicios.
—Oh, cállate, hubo muchas señales, simplemente me cansé de ser yo la única que parecía haber atesorado un enamoramiento de niños mientras tú ibas por ahí diciendo que "éramos muy jóvenes".
Finalmente ella consiguió soltarse y evadirlo entre las parejas que bailaban, dirigiéndose hacia los jardines no ocupados por mesas o invitados. Estaba agobiándose.
Debió preveer que él la seguiría.
— Sé que tú hiciste todo porque funcionara en ese entonces, y que yo lo desperdicié. Que es normal que pienses que teniendo a Victoria y seguir pensando en ti era algo horrible, pero yo lo veo de otra forma. Pensar en poder estar contigo, y en su lugar tener una relación con ella o cualquier otra, sin quererla, eso para mí es lo que debía avergonzarme de verdad.
—No te pedí que la dejaras. Ni siquiera sabes que siento ahora, no puedes venir, decirme esto y dar por hecho que corresponderé igual que antes. Ya no soy una niña.
Él meneó la cabeza.
—Sé que no. Te he visto crecer, a mi lado. Y luego de tantos años, sé que siempre supe que tenerte como mi amiga nunca bastaría. Te amo, Hermione...
—No lo digas de nuevo, no si no estás seguro de querer afrontar eso a mi lado, y no diciendo amarme al distanciarte de mi.
La música de la fiesta era ahora apenas un zumbido lejano, permitiéndoles escuchar perfectamente cada susurro y cada palabra.
— Me equivoqué, lo sé. Y no pido que disculpes todas los errores que mi yo de catorce años cometió, o cosas que actualmente he hecho.
—¿Entonces que es lo que quieres? Te he dado todo lo que podido, y te daría todo, Harry, pero darte mi amor, de nuevo…
— Escúchame. Solo estoy aquí, como un hombre que ha cometido muchos errores pero que nunca ha dejado de estar enamorado de ti, intentando comenzar de cero, aprendiendo del pasado, no olvidándolo.— sentenció con aplomo—Quiero estar contigo. Y si terminé con Victoria, no fue por lo que sucedió aquel día en la bodega. Ella y yo habíamos dejado de salir hace poco, el mismo día que te encontré en el elevador, así que... Mira, ni siquiera entonces tuviste la culpa. La dejé porque no la amo y no soportaba estar a su lado.
Hermione agachó la mirada, no podía negar que haber escuchado eso hacia que la tenue ilusión que creía apagada reviviera. Todas sus palabras daban vueltas en su cabeza, conformándose con preguntar lo único que se le ocurría.
—¿Cómo lo tomó ella?
Él río, seguramente rememorando, lo que había ocurrido. Seguramente había sido una historia interesante.
— Tengo muchas reparaciones que hacer a mi departamento, y estoy bastante seguro que deseaba visitarte, pero prefirió irse diciéndome que algún día me daría cuenta lo idiota que estaba siendo.
Hermione río, muy para su pesar. Harry volvía a estar serio, empecinado en hacerle ver lo que sentía.
—Deseo estar contigo, Mione. Si me aceptas, si me permites ser yo quien te demuestre esta vez que no tengo ninguna duda de esto, de nosotros... Prometo no arruinarlo de nuevo.
Sus manos se unieron, jugando distraídamente con sus dedos, nada romántico, nada que no hubiesen hecho antes, pero lo suficientemente importante como para demostrarse que, si lazo había sobrevivido pese a su ruptura, podían ser mejores amigos a la perfección, pero nunca dejarían de anhelarse como algo más.
—Yo nunca dejé de amarte— confesó Hermione, aventurándose a acariciar su mejilla.
—¿Me aceptas?
—Tengo miedo, Harry.
Él intentó hablar, pero colocando un dedo sobre sus labios lo detuvo.
—Pero lo que siento por ti sobrepasa todo. Supongo que así es el amor, pero debes saber que no estoy dispuesta a soportar que de un momento a otro decidas que esto no es lo que quieres. Si me amas, si quieres estar conmigo, hagámoslo, pero si no es así, no puedes pretender que después de eso pueda darte nada, quizás ni siquiera mi amistad. Te amo, pero también me amo a mí, y quiero sentirme segura contigo, no asustada por lo que sucederá.
—Eso es una de las cosas que me hacen amarte. Estoy completamente seguro, soy yo quien debe demostrarte que lo que siento es real y que es digno de ti. ¿Puedo entonces estar contigo? ¿Me aceptas de nuevo?
Ella no respondió, rodeando su cuello con ambos brazos en su lugar. El abrazo fue dulce, lleno de perdón y esperanza.
— Hagámoslo.
Harry sonrió, inclinándose hacia ella para, esta vez, ser recibido con entusiasmo, con la seguridad de que era lo correcto. Luego de años de espera, no había nada de lo que cerciorarse. Seguía tan enamorado de ella como aquella noche en su cuarto año.
—Prometo no arruinarlo esta vez, Hermione.
Los años separados los habían hecho madurar, crecer juntos y demostrarse que lo que en su momento se esforzaron por catalogar como un enamoramiento adolescente era más que eso.
Salir con otras personas o mantenerse solteros, pero jamás lejos del otro, afrontando dificultades y festejando sus aciertos solo había conseguido convencerlos de lo que ya sabían. Quizás había cosas que debían pasar para obtener un mejor resultado.
A Hermione le habría gustado poder decirle a su versión joven que aquella tarde en que terminaron, sintiendo que su corazón se rompía, no era el final.
Ambos habían aprendido, madurado y cometido errores. Tal vez Harry tenía razón y no necesitaba una novia en ese momento, quizás Hermione todavía necesitaba aprender a amarse primero... De cualquier forma, no pensaba que la historia volviera a repetirse.
Harry estaba solo, sin siquiera habérselo pedido, algo que jamás haría de todos modos. Preguntarse porque esto no había sucedido antes y el tiempo se había alargado tanto, pero no pensaba en esos años como un desperdicio.
Tomados de la mano, mientras los acordes de la música se hacían más fuertes, el regreso a la fiesta fue surreal. El mundo parecía otro.
Nadie más pareció notar el enorme impacto que lo que acababa de pasar había supuesto para ellos. Los invitados bebían, reían y bailaban mientras ellos todavía intercambiaban miradas.
No fue hasta que, al verlos, alguien al fondo de la fiesta emitió un chillido agudo y feliz. No hacía falta cerciorarse de quién se trataba. Hermione solo pudo sonreír en dirección a Ginny, abrazándose a Draco con emoción.
—Ahora eres mi chica de nuevo— susurró Harry a su oído, arrastrándola inesperadamente hacia la pista.
—Eso parece— río ella cuando él la tomó en brazos, haciéndola girar.
—Quiero que sea así por siempre— dictaminó Harry, agachándose para besarla.
La noche parecía otra, bailando con Harry, de la misma forma que cuando tenían catorce, cada minuto de espera había valido la pena.
Por primera vez, agradecía que Ginny siempre tuviera razón.
