Capítulo 2: Bruma y oscuridad.

— No lo quiero —fue la clara respuesta de Ginny—. Metió el extraño artilugio en su caja de nuevo, lo envolvió en el fino paño de lino y lo dejó ante Kingsley, encima de la mesa—. No lo quiero —repitió—. Podéis estar convencidos de que me equivoco. Pero sabéis perfectamente lo que opino sobre Albus Dumbledore. No volveré a formar parte de sus maquinaciones; ni siquiera, después de muerto.

Se puso en pie, con aire resuelto.

—Gracias por todo, Kingsley. Me alegro de verte, Harry. —Dio al joven un cariñoso beso en la mejilla y se marchó, dejando a ambos hombres con un palmo de narices.

—¿Qué piensas? —Harry quiso saber, mirando a Kingsley con suspicacia.

—Albus Dumbledore tenía muchos defectos, es cierto; pero también muchas virtudes. Él veía cosas, Harry. Presentía cosas. Poseía una inteligencia y unas dotes mágicas muy fuera de lo común. No puedo conocer el motivo real por el que él dejó a Ginny semejante legado. Lo que sí sé, es que él intuyó algo —argumentó de un modo tajante.

—Durante todos estos años, en numerosas ocasiones no he podido evitar sentir que, en cierto modo, él me manipuló —confesó, mirando fijamente a los ojos de Kingsley, pensativo.

—Oh, y así fue. En numerosas ocasiones, él nos manipuló a todos. Eso, jamás lo dudes. —Harry quedó ojiplático, sorprendido por tamaña franqueza sobre el hombre al que el mundo mágico casi veneraba—. Aún así, yo aprendí a creer en él y en su extraño criterio. Y habría dado mi vida por la suya, si hubiera sido necesario.

—Entiendo lo que quieres decir. Y yo siento exactamente lo mismo. Yo me encargo —añadió, sin más. Cogió el pequeño paquete y lo hizo desaparecer dentro de uno de los bolsillos de su chaqueta—. Dos años, Kingsley, por favor —volvió a pedir, mirándolo suplicante.

—Lo pensaré —gruñó.

Sonriéndole agradecido, salió del despacho dejándolo a solas con sus pensamientos.

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Aquella misma noche, Ginny estaba preparando una cena frugal, cuando el sonido del timbre la interrumpió. Intrigada, pues no esperaba ninguna visita, caminó hacia la puerta y observó por la mirilla. Para su infinita sorpresa, era Harry quien sonreía del otro lado. Se le veía arrebatador, con una camisa negra desabrochada en el cuello y unos vaqueros elegantes. Y ella casi en pijama…, se dijo con vergüenza; nada más que con una camiseta de tirantes de andar por casa y un pantalón de chándal. Abrió la puerta, aparentando serenidad.

—Buenas noches. ¿Puedo pasar? —él preguntó, depositando en sus brazos un hermoso ramo de rosas de todos los colores.

Ginny las observó, maravillada; adoraba las rosas. Y él lo sabía. Aún así, lo miró a la defensiva.

—Si has venido a convencerme para que acepte ese maldito trasto, puedes ahorrarte la visita —dejó claro.

Él sonrió, conciliador.

—Vamos… también he traído vino —le alargó un par de botellas, en son de paz.

Ella miró las flores, el vino, lo miró a él… lo miró a él… a él...

—Entra. Pero prohibido hablar de 'ya sabes qué'. ¿Entendido?

—Entendido. —Sonrió todavía más y cerró la puerta tras de sí —. ¿Has cenado ya? Nos vendría bien tener algo con lo que acompañar este vino. Puedo encargar comida a un restaurante y…

—No. Yo prepararé la cena. Siéntate en el sofá, enseguida estará lista —ordenó.

—Siempre a tus órdenes.

Relajado, se sentó en uno de los sofás de la sala de estar.

Ginny sentía cómo un millón de mariposas revoloteaban en su estómago. Enfadada consigo misma, terminó de preparar la cena, con una cantidad suficiente para dos. Inquieta, no pudo dejar de pensar en él; estaba demasiado callado… Se apresuró a disponerlo todo en una gran bandeja y salió de la cocina con esta.

Al reunirse con Harry, fijó en él una mirada de infinito reproche, enfadada. Como quien no quiere la cosa, Harry estaba haciendo girar el 'artefacto' entre sus manos, concentrado en observarlo. Caminó hasta una pequeña mesa, frente a él, y depositó la bandeja con estrépito.

Sin embargo, Harry le dedicó la mirada de un niño que jamás ha roto un plato.

—¿Qué? No he hablado de él —objetó con descaro.

—Eres un manipulador, como Dumbledore.

Inmediatamente, Harry se puso en pie, dispuesto a no permanecer en aquella casa ni un minuto más.

—Ese ha sido un golpe muy bajo —le reprochó, muy serio. Le dio la espalda y caminó hacia la salida.

Sin embargo, Ginny lo detuvo, cogiéndolo por una mano con fuerza.

—Lo siento. Ya sé que tú adorabas a ese hombre…

Él le devolvió una mirada dolida y furiosa.

—No me tomes por idiota. No comparto su idea sobre 'el bien mayor'. Yo jamás te haría daño; nunca, pasara lo que pasara. Ni te enviaría a que tú te lo hicieses a ti misma, tampoco.

—Dumbledore nunca te pidió que te arriesgases. Pero hizo todo lo posible para que tú sólo decidieses hacerlo. No fue justo, Harry…

—Es posible. Aún así, siempre fui yo, quien decidió hacerlo. Siempre existen más opciones, Ginny. Siempre. Tan sólo yo soy responsable de mis propios actos. Eso, nunca lo olvides.

—Nunca he podido olvidarlo —reconoció con amargura.

Harry la miró con tanta dureza, que ella se estremeció.

—Me alegro. Sinceramente, estoy convencido de que, si Dumbledore creyó que mediante este artefacto tú serías capaz de poner a salvo tu vida, así es. Él era un manipulador nato, Ginny; no un mentiroso. Y desde luego, no era el enemigo.

—Bebamos ese vino, por favor, tengo frío —le rogó. Rememorar tantos aciagos sucesos la había llenado de tristeza y desazón.

Mirándola preocupado, él asintió, por fin, con una sonrisa cariñosa. Descorchó la botella, sirvió dos copas y le alargó una. Ginny bebió un gran trago, intentando desterrar de su alma todos sus demonios.

—Harry, esto está de muerte —afirmó, admirada.

—Tranquila, que no pienso matarte con él.

Le dio un puñetazo en el hombro, indignada.

—Bebe, Potter. Quítate ese corsé que hace que te comportes como un puñetero auror a las diez de la noche en casa de tu buena amiga.

—¿Corsé? —Enarcó una ceja, mirándola con malicia—. ¿Acaso no te gusta mi camisa? —bromeó. Y se bebió su copa de un solo trago. Se escanció otra y se la bebió también—. Dos a uno, chulita.

—¿Eso crees? Aún no ha nacido aquel que pueda con una Weasley. —Cogió la botella y la dejó por la mitad.

—¡Eh! ¡Deja un poco para mí!

Mano a mano, a los dos minutos ambos habían acabado las dos botellas que Harry había traído.

Harry se dejó caer en el sofá. De pronto, le había entrado un calor sofocante.

—¿Te das cuenta de que todavía no hemos cenado? —advirtió a Ginny, mirándola fijamente y sintiéndose culpable.

—Cenemos, pues. —En un evidente estado de embriaguez (al igual que él) se sentó a horcajadas sobre sus piernas—. ¿Que si me gusta tu camisa? Me encanta tu camisa; sobre todo, cuando no la llevas. —Le desabrochó un par de botones más e hizo ademán de quitársela.

—Ginny, no… —Intentó detenerla. Pero sus manos se habían vuelto torpes y rebeldes. Su mente quería detenerla, pero estas tan sólo ansiaban desnudarla, llevarla a la cama y acariciar su cuerpo hasta desfallecer. —Ginny, esto no es lo que…

—Dime que esto no es lo que quieres —lo retó, mientras lograba despojarlo de su camisa por completo.

—Esto no es lo que tú quieres —intentó razonar, con la poca cordura que aún le quedaba.

—¿Quién lo dice? —Acarició su pecho, insinuante.

—¡Ahhhhh! ¡Al demonio!

La atrapó entre sus brazos y tomó su boca al asalto. Ambos se besaron con frenesí, con desesperación, incluso con rabia. Pronto, sus ropas yacieron esparcidas por el suelo junto a cualquier resto de prudencia que pudiese quedar en sus mentes. Dos cuerpos, dos corazones; y un único deseo que iba a volverlos locos si no lo saciaban.

—L-la cama —Ginny dijo entre jadeos.

—Aquí mismo. Ya ocuparemos la cama después —él ordenó.

El mundo estalló para ambos, llevándolos al cielo.

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Al alba, Harry despertó con Ginny entre sus brazos, en la cama, como Dios les trajo al mundo. Inmediatamente, densos nubarrones cubrieron su corazón. Y su mente. Al sentir movimiento bajo ella, Ginny despertó inmediatamente después.

—Dejemos las cosas como están, Ginny —él exigió, tajante, mientras se ponía en pie para comenzar a vestirse.

—¿A qué te refieres? —Lo miró, aún confusa por el sueño.

—Por favor, Ginny… —La miró fijamente a los ojos, severo—. El mundo está lleno de personas que desean acostarse con otras sin pretensiones, cada vez que les apetezca. Y tú y yo hemos tenido que complicarnos la vida haciéndolo juntos… Tú eres la hermana de mi mejor amigo, tú y yo somos muy buenos amigos, somos familia… —argumentó—. No hagamos daño a nuestra familia; no ensuciemos nuestra relación mezclándola con este tipo de 'encuentros ocasionales'.

A pesar de que ella llevaba años advirtiéndose lo mismo con respecto a él, cuánto le dolió escuchar aquellas palabras de sus labios.

—Tienes razón, Harry. Impidamos que lo que sucedió anoche se repita —dejó claro con voz fría.

—Estoy totalmente de acuerdo. Pones medios para evitar embarazos no deseados, ¿verdad? Porque anoche, tú y yo estábamos tan borrachos que ni siquiera pensamos en tomar medidas.

—Por supuesto —confirmó, desapasionada.

—Asunto zanjado, entonces. ¿Has tomado una decisión con respecto al giratiempos? ¿Ni siquiera te sientes inquieta por la nota del Director Dumbledore?

Ginny agradeció en el alma aquel repentino cambio de tema. Y decidió centrarse en él por entero.

—Estoy aterrorizada, Harry. Eso es lo que siento. Y me niego a volver a sentirme de este modo de nuevo —confesó, con rabia.

—Me tienes a mí. Yo te ayudaré a protegerte. Juntos, descubriremos de qué va todo esto. Pero por favor, no hagas oídos sordos a su advertencia —le rogó.

—¿Todos no hemos sufrido bastante, Harry? —preguntó retóricamente, con indignación—. ¿No han sufrido bastante mis padres? ¿O mis hermanos? ¿O tú? ¿Yo no he sufrido bastante? ¡Por todo lo que más quieras! ¡Si he de morir, moriré¡ ¡Pero me niego a vivir la vida con miedo!

—¡No te estoy pidiendo que vivas la vida con miedo! ¡Él vio algo, Ginny! ¡Lo presintió! ¡Y también intuyó cómo protegerte de ello! ¡Déjame que te ayude a protegerte! ¡No puedes negarme eso!

—Lo dices como si yo te hubiese negado algo, alguna vez.

—Tú sabrás.

Puso en su mano el delicado paquete que contenía el giratiempos.

—Me marcho al Ministerio de Magia. Tenemos que volver a hablar sobre esto. Y cuanto antes, mejor.

—De nuevo estás enfadado…

Le tomó la delantera, abrió la puerta y cuando estaba saliendo, un ruido extraño, procedente del tejado, la paralizó.

Harry, bien entrenado en afrontar amenazas súbitas e inesperadas, aguzó el oído, localizó la fuente del estruendo y, sacando su varita, empujó a Ginny hacia el jardín mientras apuntaba al tejado con ella y gritó:

¡Aresto momentum!

Un montón de tejas, llenas de escombros, levitaron lentamente hacia el suelo como plumas agitadas por el viento. Harry dispuso del tiempo necesario para rodar hacia un lado, antes de que su hechizo se desvaneciera y el montón de cascotes cubriera el lugar donde ambos habían estado no hacía más que segundos.

Horrorizada, Ginny corrió hasta alcanzar a Harry, se arrodilló junto a él y le sostuvo la cabeza con cuidado.

—¿Estás bien? ¡Harry! ¿Estás bien? —le preguntó con insistencia, llena de angustia.

—Tranquila. Sólo estoy aturdido. Me he dado un buen golpe al caer, pero enseguida se me pasará.

—No sé cómo ha podido pasar esto —se disculpó, desolada—. Si hace tan sólo un par de meses que revisaron el tejado a fondo… ¿Cómo puede ser que se haya desprendido todo esto de ahí arriba? No sé que decir, Harry, por favor, perdóname.

—Esto no ha sido un desprendimiento fortuito, Ginny.

—¿Quieres decir que algo… que alguien…?

Ambos se entendieron sin palabras.

—No puedes quedarte sola. Ahora mismo me vas a acompañar al Ministerio, hablaremos con tu padre y con Ron…

—No. Mi padre y Ron ya me agobian suficiente con sus constantes cuidados paternalistas.

—Hablaremos con Ron, al menos —dejó claro, tajante—. Y decidiremos qué hacer, mientras asigno un equipo de aurores que se encargue de resolver tu caso. ¿Entendido? ¡Ahhhh!—gritó, de pronto, sin ser capaz de evitarlo.

—¿Qué pasa, Harry? ¡Vamos a San Mungo! ¡Por favor!

Sin embargo, él se puso en pie tranquilamente, apoyado en su mano izquierda, mientras lamentaba con rabia y disgusto:

—¡Maldita sea! Me he roto la mano.


NOTAS:

Agradezco infinitamente las muestras de cariño que he recibido en el primer capítulo. Por eso, lo dedico a:

carlos29: por haberme dejado un comentario mostrando su interés. Y por haber añadido este fic a sus favoritos y alertas.

gido16ml: por haberme dejado un comentario mostrando su interés. Y por haber añadido este fic a sus favoritos y alertas.

patriciamartin151197: por haber añadido el fic a sus favoritos y a sus alertas.

daniginny: por haber añadido este fic a sus favoritos.

Por favor, animaos a dejarme vuestras impresiones mediante comentarios. Me animan a continuar con más energía.

Es muy probable que ya no pueda volver a actualizarlo hasta la próxima semana.

Nos vemos pronto.

Infinitas gracias por leer.

Rose.