Capítulo I: Escuderos

Había pasado un año desde que los acontecimientos con los guerreros solarianos comandados por Mina concluyeran en la destrucción de la magia y la unificación de dos dimensiones. Había sido un año extraño, incluso para alguien como ella, pero era extraño bueno, un extraño que le permitía disfrutar de las mejores cosas de la vida y, aunque había costado mucho trabajo, Star estaba muy feliz con cómo iban las cosas, la reconstrucción del castillo había tomado poco tiempo (gracias a la ayuda de los monstruos) y pronto el sistema había vuelto a funcionar, no sin algunos sobresaltos cuando Eclipsa, contrario a lo que se había esperado, había cedido el poder a Moon en una muestra de buena fe. Ahora los Mewnianos funcionaban con dos embajadoras, cada una viendo por el bien de su pueblo, eso claro, si es que podían ponerse de acuerdo con algunas cosas.

-No lo entiendo mamá ¿Por qué tengo que estar presente? No es como si fuera la reina-bufó la rubia, rodando los ojos mientras se cruzaba de brazos. No era que le molestara realmente, pero había hecho planes ese día, y aunque Marco se había mostrado agradablemente decepcionado y comprensivo a Star aún le incomodaba tener que cancelar.

-Es solo una formalidad querida, terminará muy pronto-fue la respuesta que recibió. Había algo extraño en su madre aquella mañana, aunque Star no pudiera decir del todo que era, su rostro seguía siendo impasible, su postura perfecta, su expresión monárquica, pero había algo que se le escapa, algo que no encajaba.

Star estrechó los ojos y se acercó a su madre, tanto que casi toco narices con ella.

-Está pasando algo ¿Verdad?-comentó, su tono de voz volviéndose bajo-¿De nuevo estás molesta por algo sobre Eclipsa?-preguntó, apartándose. No eran enemigas, pero no era un secreto que no siempre confiaban la una en la otra.

El suspiro de su madre llamó su atención y Star se quedó observándola mientras ella despachaba a los presentes con un gesto de su mano; su índice se elevó hasta sus propias mejillas mientras tanto, rascando la piel en donde antes habían estado plasmados perfectos corazones rosa.

-Tenemos un invitado de muy lejos, y quiero que estés presente, es solo eso-le dijo su madre, en un gesto cariñoso Star sintió sus dedos acomodando un mechón de pelo detrás de su oreja.

Ella se enfurruñó pero no dijo nada, cruzándose de brazos de nuevo para acomodarse sobre una silla, las piernas estiradas contra el espaldar de la misma, los brazos y el resto del cuerpo colgando por los extremos.

-Está bien, le diré a Marco que se nos una-pero ella ya estaba enviando el mensaje, quizá de haber prestado más atención habría notado como la sonrisa de su madre había flaqueado un instante antes de moverse hacia la puerta.

-Recuerda estar lista en 10 minutos-le dijo, cerrando tras ella. Star solo hizo un sonido poco comprometido desde su lugar.

[ …... ]

Dorian se miró por tercera vez en el espejo, sus dedos pasando por la mata de cabello castaño claro con tanto frenesí que las hebras volvieron a despeinarse. Con una sacudida frustrada decidió que daba igual, no podía causar una peor impresión con aquel atuendo riguroso de la corte que ya casi nadie usaba, el tono blanco resaltaba el azul de sus ojos, pero a Dorian no podría importarle menos cuando estiró con los dedos el cuello de la prenda; sentía que se estaba asfixiando y la cosa no iba a ponerse mejor cuando finalmente tuviera su audiencia con la embajadora Moon, su esposo River y su hija Star. Por lo menos no sería el único extraño allí presente, otros como él habían asistido en busca de incorporarse a la guardia de caballeros del nuevo Mewni, había visto a la chica rubia entrar a la habitación contigua, sus ojos azules y feroces lo habían mirado de arriba abajo haciéndolo sentir pequeño en sus jeans rasgados. Solo esperaba no sentarse a su lado durante la corta ceremonia.

Unos golpecillos en la puerta le arrancaron de sus pensamientos y la frase "5 minutos" no hizo más que ponerle nervioso, provocando que se secara automáticamente las manos discretamente contra la tela de sus pantalones. Una aspiración profunda y sus ojos volvieron a su imagen en el espejo.

-Vamos, tienes esto, puedes hacerlo-se aseguró a si mismo. Un bufido desde la puerta le hizo voltear la mirada hacia allí, la rubia le miraba con una sonrisa torcida.

-Si, claro que no tienes esto-el tono divertido no pasó desapercibido mientras ella se apartaba de la puerta, alejándose finalmente por el pasillo, el mismo que Dorian empezó a recorrer pocos segundos después. Podría ser peor, una pequeña ceremonia no sonaba tan mal.

[ …... ]

Marco Diaz tenía días buenos, días malos y días aventureros. Desde que la tierra y Mewni se unieran la vida cotidiana se había hecho mucho más extraña, y eso ya era mucho decir para un joven de unos 50 años que había viajado entre dimensiones y había conquistado a una princesa. Aún así Marco creía que ese era uno de los días "regulares" podía volverse bueno, o podía volverse malo, todo dependía de la capacidad de tolerancia de la rubia que andaba de un lado a otro por la habitación preguntando en voz alta cosas para las que no esperaba una respuesta mientras se acomodaba un zapato. Por lo menos la vida con Star no era aburrida, pensó, sosteniendo uno de los cachorros entre las manos.

-Vamos Star, no va a ser tan malo-empezó, dejando al animal en el suelo-vamos, estamos un rato, y la ceremonia acabará pronto-terminó, recordando cómo había sido la propia. Star por su parte solo lo observó.

-¿QUE ESTÁS DICIENDO?-exclamó, dejándolo parcialmente sordo por unos minutos antes de regresar a las quejas, sus manos acomodando cabello en un moño que le recordó tiempos diferentes. Marco se rio, acercándose a ella por detrás para darle un golpe en la cadera con la propia.

-¿Habrá puddin?-cuestionó divertido. Star le regresó la sonrisa a través del espejo. Un par de golpecitos en la puerta les indicaron que tenían solo 5 minutos más. Con ese aviso la ex princesa de Mewni y el Ex escudero se encaminaron hacia la sala de ceremonias, una pequeña carrera para ver quien llegaba primero tomó curso entre ellos a los pocos minutos.

[ …... ]

Eclipsa ya estaba sentada allí, el atuendo violeta que había escogido para la ocasión era cómodo y práctico pues le permitía acomodar a Meteora sobre su regazo y que se entretuviera con los aranceles del vestido mientras la ceremonia tomaba curso. Tras un año de paz la idea de incorporar seguridad al castillo había sonado loca al principio, pero cuando habían ocurrido los primeros avistamientos de la convicta Mina por entre los bosques del nuevo Mewni había parecido justo ¿De quien se iba a vengar si no de ellos? Un suspiro escapó de los labios de Eclipsa y sonrió, apartando estos pensamientos de su cabeza mientras presionaba su nariz dulcemente contra la de su hija.

-Vamos a estar bien-murmuró ella a su pequeña-estamos haciendo las cosas bien-terminó. A su lado Globgor apretó suavemente su hombro en señal de apoyo.

El discurso de Moon era sobre unificación, sobre aceptación y comprensión, tolerancia, y aunque a sus ojos Star y Marco parecían estar haciéndolo bien, se notaba en el movimiento de las piernas de la rubia lo mucho que quería escapar de allí. Una suave sonrisa flotó entre los labios de Eclipsa y apoyó su rostro contra la palma de la mano: el amor era bonito.

-…Hoy serán nombrados escuderos, para aprender el oficio, proteger a su gente, a su pueblo, y obrar de la mejor manera en las circunstancias que puedan venir…-decía Moon, pero la atención de Eclipsa mermaba entre su hija y la presencia de su esposo. Aún así logró darse cuenta cuando los escuderos se pusieron de pie, cada uno junto al caballero al que estarían sirviendo…excepto por uno.

Eclipsa entornó los ojos y por un momento ni las monerías de su pequeña lograron que se distrajera cuando Moon llamó a Star, haciendo un gesto con la cabeza para que se acercara.

Todo pareció tensarse en ese instante, mientras la confundida chica caminaba hasta los escuderos y su madre, con un nuevo gesto de su mano, indicaba el lugar en que debía detenerse.

-Hoy los nombro escuderos reales del nuevo Mewni-declaró Moon. Los aplausos no tardaron en aparecer, excepto los de Marco, los de Eclipsa y los de Star, que miraba sorprendida como alguien decía frente a ella.

-Mi nombre es Dorian, y estoy encantado de servirle.