[Skullgirls Ost – Shenaningans and Goings-On]
– ¡¿CÓMO, CÓMO, CÓMO?! ¡¿CÓMO QUE TENEMOS QUE BUSCAR A UN INSIGNIFICANTE GATO?! – gritaba Mika, iracunda y sin poder creer nada de lo que acaba de enterarse. – ¡TIENE QUE SER UNA BROMA!
– ¡Non, non, non! ¡La señora Yamura nos contrató para buscar a su gatito! O mejor dicho, su bebé. – le explicaba Matsuno, con suma arrogancia.
– ¡Eres un…! – mascullaba entre dientes, con ganas de ahorcarlo. – ¡¿Y cómo supiste todo esto?!
– Estaba en los archivos que nos entregó ella. – levantó en alto la famosa carpeta. – Claro que, si no hubieras estado más concentrada en saciar tu gula, habrías sabido también. – continuó burlándose, mientras se la entregaba.
– Concentrada en mi gula… ¡Hmph! – lanzó la ironía con fastidio, quitándole los documentos de forma violenta. – ¡Se supone que somos compañeros y deberíamos manejar AMBOS los detalles de caso! – seguía quejándose. Abrió la carpeta y comenzó a leer los papeles, certificado de inscripción, especie, sus vacunas ¡Todo tenía sentido ahora! – ¡Nunca me compartes la evidencia que te entregan los clientes! ¡¿Por qué?! ¡¿Para sentirte más inteligente o algo así?! ¡Eres un estúpido, inútil e imbécil Kusomatsu! ¡Mierda, eso es lo que eres!
– Oh, vamos. No era muy difícil de adivinar. – agregó para comenzar su andar hacia la peluquería.
– Lo llamó como su bebé, mencionó que tenía seis años y lo más importante… – enlistaba con los dedos cada característica, restregándoselos en la cara. – ¡SE LLAMA YUKI YAMURA! ¡¿Qué clase de vieja loca le pone nombre y apellido a su gato?!
– Mucha gente lo hace.
El azabache abrió la puerta, haciendo sonar una dulce campanilla y esperando que la actriz entrara primero. Un ridículo gesto de cortesía en una situación como esta.
– Ahora relájate, que vamos a interrogarlos.
[Skullgirls Ost – The Lives We left Behind]
Al estar dentro, se acercaron al mostrador para hablar con la cajera. La joven sólo suspiro, intentando calmar los humos. No había nada que hacerle al narcisismo de Kusomatsu.
– Peluquería Canina ¿Qué desea?
– Somos Matsuno Karamatsu y Nissū Mika, detectives privados. – comenzó él, a lo que ambos mostraron su credencial. – Venimos en busca de un gato perdido.
– Hace tres días se escapó de aquí ¿Le suena el nombre Yamura Yuki? – continuó la morena.
– Oh, sí… La dueña de ese gato ha estado amenazándonos con una demanda… – masculló la empleada, con un semblante de preocupación. – ¿En qué los podemos ayudar?
– Necesitamos conversar con todos los empleados que estuvieron ese día ¿Están todos de turno hoy?
– Sí, enseguida los traigo. – asintió la señorita, para luego retirarse por la puerta de servicio.
Mientras esperaban, Mika se puso a observar el lugar. Era una peluquería bonita, con papeles murales estampados y camas de felpa para perros, aunque no tan lujosa como para llamar la atención en un barrio como este, considerando el factor del crimen. Tenía varias estanterías con otros artículos para mascotas y un par de sillas para los clientes. Nada fuera de lo normal. Detrás del mostrador había un ventanal que dejaba ver cómo los peluqueros les hacían el tratamiento de belleza a los animales, seguramente para que los dueños supervisaran todo; aunque, no era un corte de cabello lo que Karamatsu estaba supervisando en este momento. El detective vigilaba con mucha atención a la cajera, que estaba susurrándole algo a un tipo de apariencia no muy confiable, con melena castaña, bigote curvado y unos enormes dientes. Por la manera en que llamó a otros peluqueros, podría apostar que era el jefe.
A continuación, tres peluqueros además de la cajera salieron. Eran los que estuvieron ese día.
– Bien, iremos turnándonos de a uno. Me dirán su nombre y me relatarán lo que sucedió ese día. – explicaba el detective, con suma maestría. – Les haré algunas preguntas entremedio, pero no se asusten, no significa que sospechemos que son delincuentes. También grabaremos la conversación, si están todos de acuerdo.
Los cuatro empleados asintieron y desde ahí, el interrogatorio comenzó. Describieron el escenario sin muchos detalles y con dudosa exactitud; la señora Yamura vino con su gato y entró a la parte trasera del lugar, donde dejó su mascota a cargo de uno de los peluqueros, quien dejó al animal dentro de una jaula. Ese día había mucha clientela y poco personal, por lo que estaban muy atareados lavando y cortando pelo. Cuando tocó el turno de Yuki, el chico encargado lo dejó sobre la tina y fue a buscar un shampoo a la bodega, pero al volver, se cruzó con el gato, corriendo asustado y escapando por la puerta de servicio que estaba abierta. Justo ocurrió una casualidad en donde un cliente entró por el umbral principal, lo que le dejó la pasada libre al animal. Posteriormente, el chico y la cajera fueron detrás de él por tres cuadras y después le perdieron el rastro.
El testimonio en sí sonaba bastante sospechoso, sobre todo por el hecho de que justo todos estaban en lo suyo antes de que la mascota desapareciera y más encima, las cuatro versiones sonaban parecidas; el primer peluquero le cortaba el pelo a un maltés, el segundo peinaba a un chihuahua y la cajera estuvo atendiendo todo el día, sólo se paró para ir al baño. Había varias incongruencias ¿Por qué la puerta de servicio estaba abierta? ¿Cómo nadie pudo atrapar a Yuki antes de que saliera del local? Y la más importante.
– Usted dejó a un animal solo en una tina, ¿y no se le ocurrió ponerle alguna correa? – preguntó Matsuno.
– Al contrario, señor detective. Siempre se les pone la correa cuando se meten las mascotas a la bañera. De hecho, no sé cómo Yuki pudo escaparse. – contestó el chico.
Aquí había gato encerrado, y qué oportuna frase.
– ¿Puedo verla?
– Por supuesto.
Fueron hasta el baño y efectivamente, tenía una correa encadenada a la pared. El azabache la examinó y no había rastro de rasguños o mordidas, así que el animal no pudo forzarla. Tampoco había alguna ventana o televisor en donde Yuki pudo ver algo y asustarse, sólo un cuarto blanco. La respuesta era simple; alguien desabrochó la correa con la intención de robar al gato.
– No parece haber sido forzada. – masculló él, con algo de desconfianza. – De hecho, esta habitación se ve bastante limpia ¿Todo está tal cual ese día?
– ¿Sí…? No lo sé, no me hago cargo de la limpieza. – dudó el empleado. – Sé que la correa ha estado intacta desde que el gato desapareció.
– ¿Está seguro que no vio a nadie antes o después de entrar a la bodega? – preguntó la actriz.
– No. Salí en cuanto me di cuenta del alboroto afuera. Aunque… – siguió agregando, mientras trataba de hacer memoria. – Escuché un golpe antes de que Yuki maullara, como un diario.
– Un diario ¿eh? So strange…
– ¿Por qué tendrían papeles periódicos aquí?
– Los ocupamos cuando las mascotas hacen sus necesidades. Algunas se ponen muy nerviosas y se orinan de la nada.
Los tres salieron del baño y se dirigieron a la sala principal, la cajera y los otros dos peluqueros los esperaban.
– ¿Alguna pista, detectives?
– Me temo que no. Hay más preguntas que respuestas. – bufó Mika, desconcertada. – ¿Tú tienes algo, Karamatsu?
– Non, nothing. – negó él, examinando otra vez la puerta de servicio. – ¿Por qué esta puerta estaba abierta?
– Los animales están siempre enjaulados o con correa cuando los atendemos. La verdad nunca hemos tenido la necesidad de cerrarla.
– Hasta ahora. – musitó la castaña, con cierto sarcasmo que puso algo nerviosos a los empleados. – ¿De verdad manejan las cosas así? ¿Qué dice el gerente al respecto?
– Él nunca ha tenido problemas en cómo trabajamos… – contestó la cajera, apenada.
– A propósito ¿No deberíamos hablar con él, Karamatsu?
El aludido se fijó por unos segundos en la parte trasera del mostrador y notó una pista que lo dejó pensativo; había una pila de diarios en el piso, al alcance de cualquiera que atendiera en el mesón.
– ¿Karamatsu? ¿Me estás escuchando?
Inmediatamente, la morena le bajó los pies a la tierra.
– Eh… sí ¿Podemos hablar con su jefe?
– Enseguida. – asintió uno de los peluqueros, dirigiéndose a la puerta de servicio. – ¡Iyami-san, los detectives lo buscan!
De pronto se presentó el mismo tipo de semblante desconfiado, mirada arrogante y dientes gigantes. Vestía con una camisa de polo igual que los demás empleados, sólo que esta era morada, además de tener una marca más clara en su piel, como si usara algo en la muñeca. Algo no le gustaba al detective de él, pues sentía que ya lo había visto antes ¿Tal vez alguna revista o programa de televisión? ¿Lo habrá visto en la calle? No, no podía reconocerlo y eso le molestaba a su autoproclamada habilidad de recordar los rostros de la gente.
A su compañera le pasó exactamente lo mismo. Su intuición femenina había actuado demasiadas veces hoy.
– ¡El detective Matsuno y una belleza angelical me acompañan esta tarde! ¡Qué gusto conocerla, zanzu~! – se arrodilló en frente de la castaña y le tomó la mano de forma caballerosa.
No, definitivamente no conocía a este espécimen.
– ¡Igualmente! – le sonrió ella.
– No me la halague tanto, que el ego se le sube a las nubes. – dijo Karamatsu con sorna, ofendiendo a la otra.
– ¡Hmph! ¡Mira quién habla!
– ¿En qué les puedo ayudar? – interrumpió el excéntrico dueño.
– Necesitamos que nos cuente qué estuvo haciendo el día en que el gato desapareció.
– ¡Ah! Ese día no estuve aquí. Me quedé en casa porque me resfrié, zansu~.
– ¿Se quedó en casa sólo por un resfriado?
– Ah, lo entiendo. Siempre mis resfriados se transforman en bronquitis. – le respaldó la actriz.
– No lo ayudes tanto. – le susurró disimuladamente su compañero, con el ceño fruncido. Luego, se volvió otra vez al hombre. – ¿Cuándo se enteró de la negligencia de sus empleados?
– Al día siguiente. Obviamente les di el sermón de sus vidas y les bajé el sueldo.
Los mencionados desviaron la mirada con vergüenza. La cajera sólo rio con nerviosismo y se rascó la nuca.
– ¿Por qué no despidió al chico encargado?
– Estos niños necesitan para comer, igual que todos nosotros.
– ¿Y es primera vez que se les pierde un animal? – interrogó esta vez la morena.
– Esto… – masculló un peluquero.
– Sí. Primera vez, zansu~. – le interrumpió el jefe.
Ok. Eso fue extraño.
– ¿Alguna otra pregunta, detective?
El aludido rebuscó un poco en su mente por si algún detalle se le escapaba, pero el caso era bastante confuso a estas alturas.
– Me temo que no. Thank you very much.
– Sí, muchas gracias por su tiempo. – se despidió la otra joven.
Los demás asintieron y el par de profesionales salió del local, quedándose parados en la calle por varios segundos. Karamatsu cavilaba toda la información, mientras que Mika esperaba la acción con impaciencia.
– ¿Ahora qué? ¿Tienes algo? – cuestionó a su compañero.
– Nothing.
Normalmente él formulaba los análisis, sin embargo ahora no es la ocasión. Aún no y le frustra.
– Paseémonos por la ruta donde persiguieron al gato, probablemente encontraremos una pista.
El azabache asintió y procedieron a caminar por las tres cuadras de persecución animal, preguntando a los vecinos y buscando una posible pista por todos los rincones; no obstante, no encontraron nada y se detuvieron al doblar la esquina donde la susodicha mascota desapareció.
– Argh… Es como si se lo hubiera tragado la tierra. – gruñó Matsuno, fastidiado.
– Los gatos suelen ser escurridizos, pero, ¿así de tanto? ¿Cómo es que nadie lo ha visto?
– Ni idea. Tenemos que encontrar rápido al ladrón antes de que te lo termines comiendo en algún carrito ambulante.
La actriz sólo chasqueó la lengua con enojo. Si el muchacho le lanza otro comentario burlesco, le asegura que dejará un ojo morado en su bonita y estúpida cara.
– ¿Tienes algún sospechoso?
– Todos los de esa peluquería lo son, aunque creo que el gerente es el mayor responsable y no tengo cómo incriminarlo.
– Puedo pedirle a mi mamá que averigüe los antecedentes de la peluquería y los empleados. Seguro hay algo en los registros.
– Eso será de gran ayuda.
Los rayos del sol estaban impactando más fuerte de lo normal a esa hora de la tarde, lo que obligó a los profesionales a sacar sus lentes de sol. La morena se colocó los suyos, mas algo detuvo al ojiazul, dejándolo con los anteojos en la mano. Un reflejo que brillaba desde el suelo le estaba entorpeciendo su vista, por lo que se acercó y al agacharse, su rostro se llenó de felicidad.
[Osomatsu-san Ost – The Five Demons ~jazz matsu san~]
– ¡Bingo!
– ¿Qué encontraste? ¿El centavo de la suerte? – se rio la castaña.
– ¡Algo mejor que eso, my Karamatsu girl! – exclamó mientras se incorporaba y levantaba en alto el objeto, con orgullo. – ¡Es un reloj de oro, o sea, una pista!
– ¿Podrías dejar de llamarme "Karamatsu girl" por un segundo? Me vas a romper una costilla. – se quejó la otra, opacando el ambiente de dicha.
– Bueno, ¿no querías tanto involucrarte en el caso, Mika-chan? – le sonrió con su acostumbrada arrogancia. – Pues, te veo en la oficina a las 17:30. Trae los antecedentes del local. – le guiñó, para luego darse media vuelta y comenzar su andar, junto a las vueltas que le estaba dando al reloj con el dedo ¿Hay un límite de narcisismo para este hombre?
– ¡No me digas "Mika-chan", que no te he dado permiso! – chistó por última vez ¡Se supone que ella es la que saca de quicio al detective, no al revés! ¿Qué le pasa al mundo hoy?
Seguramente se la estaba cobrando por haber llegado tarde.
Volvieron a encontrarse cuando la aguja apuntó a las seis, media hora después de lo acordado. Karamatsu, como gran mente maestra que era, predijo esta vez que su compañera llegaría tarde como siempre, así que le mintió sobre la hora. Se sentía todo un genio por esta maniobra tan común, como si hubiera domado a la leona. Esta, por el contrario, estaba de lo más nerviosa pensando que había retrasado por completo el caso y que habían despellejado al pobre gato.
– ¡Traje los antecedentes y el tráfico estaba feo, te lo juro! ¡Por favor, no me mates! – le suplicó, entrando apurada a la oficina con una carpeta en mano.
– Don't worry, my lady. Estamos bien en la hora. – sonrió él.
– Un momento… – masculló con desconfianza, al ver que el azabache no estaba pegando el grito al cielo y respondió con tanta naturalidad ¿Qué jugarreta le estaba haciendo esta vez? – No mentiste en la hora para que llegara más temprano, ¿o sí?
– Eh… puede ser. Pero ahora estamos a tiempo, ¿no?
Listo, suficiente paciencia con el muy maldito. Esta sí que no se la aguantaba.
La morena le pegó en la cara con la carpeta de antecedentes en su escultural rostro y lo botó al suelo, terminando en que este acariciara su colorada mejilla y sin entender el porqué del golpe.
– ¡¿QUÉ DEMONIOS FUE ESO, MIKA?! ¡¿POR QUÉ?! – gritó Matsuno, entre la rabia y la confusión.
– ¡PORQUE ERES UN COMPLETO ESTÚPIDO, KUSOMATSU! ¡ERES MIERDA! – le atacaba la actriz, con su voz quebrada y ojos… ¿llorosos? El golpeado quedó impactado al verla.
– ¡¿Estás… llorando?! ¡¿Es en serio?!
– ¡Claro que sí, pedazo de imbécil! ¡Me has tratado mal todo el día!
[Osomatsu-san Ost – I Quit Being an Idol/ Skullgirls Ost – Daybreak]
Ahora sí no lo creía. La muchacha de veintiséis años le estaba haciendo un berrinche por una mentirilla blanca ¡Una mentira sobre la hora! Llegaba a ser hasta ridículo ¡¿Qué tan sensibles pueden ser estos niños ricos, que no aguantan un simple desacuerdo para llegar temprano?! ¡¿Y todo el día, dice?! ¡Si sólo fueron un par de bromas!
– ¡Sólo bromeé contigo! ¡Tú también me molestas bastante!
– ¡Pero no te trato como un inferior, ocultando los detalles del caso! ¡¿Cómo te sentirías tú al ver que el bravucón de tu compañero te trata como si fueras estúpida?! – le seguía increpando, mientras los borbotones le corrían como cascada y apretaba con fuerza la carpeta. – ¡Seré novata y distraída, sí, pero no una mocosa estúpida! ¡Soy detective también y tu compañera, se supone que somos iguales!
Ok, tal vez se pasó un poco.
Se levantó del piso, sin dejar de sobarse la mejilla y se acercó a ella, sacando un pañuelo del bolsillo de su abrigo. Ahora entiende por qué no le va bien con las chicas, si se comporta como un bruto gorila.
– Perdón, fui un imbécil. – confesó, secándole las lágrimas como si fuera una niña.
La castaña lo observó con sorpresa. Lo admitió muy rápido.
– Sí, lo fuiste. – sorbeteó. Error, estaba consolando a una bebé.
– No lo volveré a hacer.
– Más te vale.
– Pero deja de hacer berrinches. Si quieres que deje de tratarte como una mocosa, entonces compórtate como tal.
– Bien.
– Llega temprano al trabajo y nos entenderemos mejor ¿Lo prometes?
– ¿Y tú?
– Lo prometo.
– Yo también.
– Y por favor, no me golpees más. – suplicó esto último, alzándole el pañuelo.
– Disculpa, fue el impulso. – contestó, recibiendo la prenda y sonándose los mocos con ella.
Después, se la entregó de vuelta y el azabache la tomó con los dedos, haciendo una mueca disimulada de asco. Botó el género al papelero y lo apartó con el pie, cerrando el asunto. Demonios, ahora debía comprarse otro pañuelo.
– Bueno, ¿qué encontraste? – preguntó, refiriéndose a la arrugada carpeta para cambiar el tema.
– Pues… – la joven abrió la carpeta y empezó a leerla, intentando recuperar la compostura. – Resulta que la famosa peluquería ha perdido a más de un animal. Alrededor de veinte clientes se han quejado por la pérdida de sus mascotas.
– Interesting. O sea que nos mintieron.
– Exacto. Respecto a los empleados, ninguno tiene antecedentes a excepción de Iyami. Lo detuvieron por receptación*.
– ¿Receptación de qué?
– Zapatillas Nike falsificadas.
– Típico ¿Algo más?
– No, eso es todo.
– Muy bien. – sonrió el ojiazul, posando su mano en la cabeza castaña para acariciarla. – Haz hecho un buen trabajo, my Karamatsu girl.
El detective felicitándola ¡Eso sí que es raro de ver! No obstante, no iba a admitir que le encantaba el gesto. El doloroso no merecía que echara a un lado su orgullo. A veces agradecía con el alma las costumbres de su primo.
– Ya dije que dejaras de llamarme "Karamatsu girl". – le ordenó con las mejillas algo sonrojadas. – ¿Y qué demonios estás haciendo con mi cabeza? ¿Acaso soy un perro?
– ¡Sorry, sorry! – se carcajeó, bajando la mano.
– Bien ¿Me maquillo y nos vamos?
– Como usted diga, my lady.
[Osomatsu san Ost – Matsuno Household]
La morena entró al baño y el muchacho fue al armario en un inútil intento de buscar algo lo suficientemente frío para bajarle la hinchazón a su pobre rostro; sin embargo, si ya de por sí jamás encontraría hielo, menos algo frío, pues el mueble tenía un par de frazadas y estaba lleno de envases de comida instantánea. Su compañera salió poco después de diez minutos en los que él se preguntaba cómo demonios pasaba tanto tiempo en la oficina. Tendrá que inventarse alguna excusa para decir a las personas que iban a visitar.
Cuando llegaron a la calle, la chica estuvo a punto de subirse a su auto, pero el azabache la detuvo.
– No recomiendo que llevemos el auto a donde iremos.
– ¿Por qué? – cuestionó la otra, confundida.
– Porque te lo van a robar.
Aquella frase la dejó de una pieza, desconcertada y con una ceja enarcada.
– ¿A dónde vamos?
– Querías que compartiera la información del caso contigo, ¿cierto? Pues ahora sabrás una de mis fuentes secretas. – le guiñó con encanto, cosa que dejó más intranquila a su compañera.
– Ajá, sí. Genial ¿A dónde vamos, Karamatsu? – insistió con escepticismo.
No le contestó, en vez de eso comenzó su andar y le hizo un gesto para que la siguiera, asustándola aún más.
– ¡Esto no es gracioso, Karamatsu! ¡Dime a dónde vamos!
Caminaron un largo rato hasta llegar a la parte baja de la ciudad, donde la gente humilde vive en casas pareadas o sités, las calles están más sucias y los perros callejeros abundan. Claro, no habían nada de malo o peligroso en un barrio como este, no al menos de día, porque de noche los locales nocturnos son los que más destacan, junto con su público ebrio y en su mayoría, señoritas en pocas ropas, esperando en las esquinas. Mika estaba aferrada como garrapata al brazo de Karamatsu, estremecida por el extraño y desconocido ambiente que estaba recorriendo, mientras que el doloroso la guiaba de lo más tranquilo. Eso le hacía cuestionarse con desesperación ¡¿Cuántas veces habrá recorrido estas veredas?! ¡¿Y qué cosas buscaba este hombre?!
– Listo, llegamos. – anunció el aludido.
De pronto, se detuvieron en frente de un local con una pinta tradicional y poco llamativa. Unas banderillas le daban nombre, con un kanji en cada una; deletreaban "Bar okama" en grande, "y Odén Híbrido" en un letrero pequeño en la esquina.
[Osomatsu-san Ost – Karamatsu's Theme]
– Eh… Karamatsu. – musitó la castaña, con un rostro enorme de interrogante.
– ¿Sí?
– ¿Por qué estamos en este lugar?
– Porque esta es mi fuente secreta de información. Todo lo que sé de la ciudad y las redes que la componen se las debo a este lugar. – explicaba de forma poética, dolorosa y con una emoción envidiable. – El corazón del barrio y el bar perfecto para que un lobo solitario como yo pase sus largas noches… ¡Aquí, my lady, es donde sirven el mejor odén híbrido del mundo! – terminó, con su sonrisa narcisista y sus brazos extendidos.
– Karamatsu. – volvió a insistir la actriz.
– ¿Sí?
– ¿Te gustan los travestis?
Inmediatamente, su actitud confianzuda y pose exagerada se descarrilaron completamente, mandando al demonio su discurso. La pregunta causó que el cuerpo se le encogiera entero y la vergüenza lo invadiera, llevando toda la sangre a su ya enrojecido rostro. Era como ver un tomate con glitter azul, y se vio aún más gracioso cuando se colocó sus anteojos oscuros y volteó a verla, en un intento de ocultar su reacción.
– ¡OH, N-NON, NON, NON, NON! ¡O-OF COURSE NOT! – vociferó desesperado, negando con los brazos. – ¡¿Q-QUÉ TE HACE PENSAR QUE M-ME GUSTAN LOS… TRA-TRAVESTIS?!
– ¡Oye, no te juzgo! De hecho, explica muchas cosas. – se burlaba su compañera. No sabía si esa justificación era cierta o no, pero lo encontraba muy divertido.
– ¡C-claro que no…! ¡Qué hilarante eres, Mika! – comenzó a carcajearse de la forma más falsa posible. El pobre ya no sabía qué hacer para mejorar su situación. – ¡¿P-por qué no mejor entramos?!
– Está bien, tranquilo. – alzó los brazos en un gesto de rendición para calmarlo, mientras se disponía a entrar. – Quítate los lentes, te ves como un idiota.
Definitivamente, no se iba a olvidar jamás de este día, en donde el detective la llevó por primera vez a un bar okama.
[Osomatsu-san Ost – Drive]
Al pasar por el umbral se encontraron con un ambiente mucho más festivo que afuera. La música funky y pop estaba a un volumen alto, lo suficiente para que fuera disfrutable, y los borrachos celebraban muy felices con sus jarras de cerveza, si es que no estaban dormidos. Estos eran atendidos por hermosas señoritas de vestidos ajustados, maquillaje pintoso y coloridas bufandas de piel falsa, que revoloteaban alrededor de sus mesas, con bandejas en mano; y no podíamos olvidarnos del delicioso aroma a odén que se estaba cocinando en la barra.
Los profesionales se sentaron en ella, respirando el vapor de la comida hasta quedar impregnados con él.
– ¡Hey, Chibita! ¡¿Podrías servirle dos platos a un old friend y su acompañante?! – pidió el ojiazul, en forma de saludo. Acto seguido, colgó su abrigo en el respaldo de la silla.
– ¡Woah, Karamatsu! ¡Trajiste una chica, idiota! – dijo sorprendido un chico bajo de ojos grandes y de calva destacable. Era el cocinero. – ¡Oigan, infelices! ¡Karamatsu trajo una chica al bar, maldición!
De repente, toda la multitud inició una ovación hacia el Matsuno, aplaudiendo ruidosamente con verdadera alegría y felicitándolo. Sinceramente, no había malas intenciones en esta acción, pero para el joven se sintió una completa pesadilla abochornada.
– Oh, por favor… No es para tanto. – mascullaba apenado, rascando su mejilla. Se detuvo en cuanto una puntada le recordó que era la lastimada.
– Quien lo diría. Pensé que disfrutabas que te halagaran. – se rio la morena.
– ¡Qué muchacha más linda! – seguía hablando Chibita, al mismo tiempo que servía los platos. – Tengo la idea de que te he visto en alguna parte ¿Trabajas en televisión?
– Puede que te suene "Libera a la golondrina"
– ¡Oh cierto! – recordó, muy conmovido, dejando ambos odenes en la barra. – ¿Qué hace una estrella como tú saliendo con este infeliz?
– No estamos saliendo. – se apresuró a contestar el otro, tomando los palillos para comenzar a comer.
– Pero te gustaría~. – canturreó ella, imitándolo.
– Es my partner. – aclaró, sin negar ni afirmar la broma.
– ¡¿Ella es tu famosa compañera?! ¡Y yo pensando que la inventabas, idiota! – vociferó el cocinero, sorprendido. – ¿Cuánto llevan trabajando juntos?
– ¿Cómo tres años? – respondió la castaña, con duda.
– ¡¿Tres años y no la habías traído?! ¡Qué tacaño eres, Karamatsu!
– Y de los peores. Si los amigos de mi papá son tacaños, imagínate este.
– Te estás vengando por lo de antes, ¿verdad? – cuestionó el azabache, molesto por las constantes burlas que de alguna forma se merecía.
– ¡Woah! ¡Este odén está muy bueno! – interrumpió luego de saborear un bocado, evadiendo la pregunta. – ¡Tienes una excelente mano, Chibita!
– ¡Muchas gracias! – asintió el mencionado, muy contento de satisfacer el paladar de la invitada. – Bueno, supongo que no vienen sólo a comer, maldición ¿Qué me traes esta vez? – se volteó a Matsuno.
Este sacó de su bolsillo el reloj de oro y lo dejó sobre la mesa, captando la atención de más de un cliente, pues se veía exageradamente lujoso al tener incrustadas pequeñas piedras preciosas. El cocinero lo tomó y lo examinó bien, sin llamarle más la atención.
– ¿Cuál es el caso?
– Gato robado en el distrito 6. – masculló el detective. – ¿Te suena de algún lado?
– No. Es demasiado caro y los infelices millonarios no se pasean por allí para robar gatos. Prefieren difundir propaganda electoral.
– Cierto, ahora está lleno de esos tipos en la calle. – bufó la actriz.
– ¿Crees que alguna de tus chicas lo reconozca?
– Puede ser… – musitó Chibita, pensativo. – ¡Hey, Choromi! ¡Ven un segundo! – llamó hacia una de las mesas.
[Virus – Mirada Speed]
De pronto, una melena aquamarina se balanceó al girar a verlos con unos penetrantes y delineados ojos esmeraldas que volcaron el corazón de ambos. Sus pulseras tintinearon ante el gesto que le hizo a su cliente, seguramente para que esperara, y se levantó de su asiento, atendiendo al llamado de su jefe. Caminaba con gracia, como si hubiera nacido para esos tacones y meneaba con coquetería sus caderas, luciendo el precioso vestido azul que estaba usando. Al aproximarse, se sentó junto a ellos en la barra, cruzando elegantemente las piernas, y sus labios rojos les sonrieron con amabilidad.
– Ya era hora que trajeras una novia, Karamatsu. – le dijo con encanto, lo que hizo que el ojiazul se sonrojara otra vez. Su voz se escuchaba ligeramente grave, casi imperceptible; como si no fuera un muchachito con una peluca puesta.
– ¡Q-que no es mi…! – insistió por segunda vez el doloroso.
– ¿Tan mala opción te parezco? – se quejó su compañera.
– No te molestes. Este tontito nunca ve lo que tiene en frente. Soy Choromi, por cierto. – le saludó.
– Nissu Mika, un gusto. – se presentó la otra.
El nombre le recordó a un sinfín de producciones cinematográficas, mas tenía un cliente esperando, así que se centró en el punto.
– ¿Para qué me llamabas, Chibita?
– El infeliz tiene una pista para su nuevo caso. – respondió el cocinero.
– ¿Reconoces este reloj? – le señaló el azabache.
La peliverde lo tomó y comenzó a analizarlo, no obstante, no encontraba al dueño en su memoria.
– Me temo que no. Lo siento.
– ¡Demonios! ¡¿Cómo es que este caso se volvió tan complicado?! – exclamó fastidiada Mika. Sólo se le calentaba más la cabeza con tantas preguntas.
– Si los millonarios no se pasean por allí, entonces lo más obvio es que sea alguien que trabaje para ellos. – el chico inició su deducción, aunque sin mucha confianza al tener pistas tan difusas. – Pero no tiene sentido ¿Por qué robarían gatos de gente común si pueden comprarlos?
– ¿Y qué tienen que ver los de la peluquería con esto? No puede ser que sólo sean irresponsables ¡Está claro que desataron al gato!
– ¿Qué ganan con perder tantas mascotas? Y el sonido del diario…
– ¿De qué demonios es culpable Iyami, además de vender zapatillas Nike? No ganas tanto con eso y una peluquería canina, ¿o sí?
– No comprendo. – suspiró él con cansancio.
– ¡Yo tampoco! – le siguió la castaña, tumbándose en la barra y levantando su plato vacío de odén. – ¿Me puedes servir más, Chibita?
– Ah… Les ayudaría si pudiera, pero no he sabido nada sobre tipos ricos robando mascotas. Ya se habría esparcido el rumor. – les compadeció el cocinero, sirviendo un segundo plato. – ¿Tú quieres más, Karamatsu?
No, Karamatsu estaba demasiado frustrado para si quiera terminar su primera orden. Las pistas que tenía eran muy escasas y las conexiones eran nulas; o sea, habían coincidencias y sospechaba de medio mundo, mas no sabía de qué acusarlos ¿Cómo es que el perpetrador no dejó nada más que un reloj en la calle? Ni siquiera tenía los implementos para examinar más a fondo, pues desde hace mucho que la policía le prohibió tomar el equipamiento para buscar huellas. Si tan sólo hubiera pasado el examen de admisión…¡¿Qué está pensando?! ¡Nunca necesitó ser policía para resolver los casos y tampoco lo necesita ahora! Sólo se le estaba escapando algo… Sin embargo, ¿qué sería?
Choromi presenciaba toda la situación, le entristecía ver a su amigo con los brazos cruzados y cara de constipado. Empezó a acariciarle en el hombro, a ver si podía calmarlo.
– Oye, tranquilo. Siempre terminas resolviéndolo al final, ¿no?
El aludido sonrió sin muchas ganas y suspiró. Si bien su amiga suele animarlo con tan sólo escuchar su voz, esta noche no era el caso. No soportaba verlo así, por lo que revisó el reloj otra vez, en busca de cualquier detalle para ayudarlo.
De repente lo encontró y una gran sonrisa se dibujó en su lindo rostro.
– Anímense, porque creo que encontré la solución a su problema. – anunció con entusiasmo.
Agarró con firmeza el reloj y lo golpeó contra la barra, haciendo que varias de esas piedras incrustadas se cayeran luego de levantarlo, igual que la cara de impacto de los detectives.
– ¡¿P-PE… PERO QUÉ HICISTE?! – reclamaron ambos, al punto del colapso.
– Ay, relájense. Es una imitación, sólo que es bastante buena. – comenzó a explicar la okama. – Normalmente se derrite vidrio y se pega con súper pegamento para venderlos después. Dudo mucho que sus sospechosos puedan comprarse un reloj lujoso con su trabajo, pero si una falsificación, ¿verdad?
[Skullgirls Ost – Shmeebop]
Allí, las neuronas del Matsuno hicieron sinapsis y su glorioso foco de la memoria se prendió.
– Iyami tenía una marca… – masculló, como si un oráculo lo hubiera iluminado. – ¡Él tenía una marca clara en la muñeca, como si usara algo y todo el resto de la piel se bronceó!
La actriz también se sobresaltó y encajó todas las piezas en su mente.
– ¡OH, OH, OH! ¡ESPERA UN SEGUNDO, NO DIGAS NADA! – le ordenó, levantándose abruptamente de su asiento.
Corrió hacia distintas mesas con clientes borrachos y pidió prestadas las sillas que no estaban usando. Luego, las ordenó con formas extrañas, como si fuera un niño preparándose para jugar a la silla musical.
– ¿Qué está haciendo? – preguntó Chibita.
– I don't know.
No obstante, no pasaron muchos segundos para que el muchacho se diera cuenta que era una representación del plano de la peluquería, cosa que lo entusiasmó. La morena se posicionó en una pila de sillas en específico, marcó por su teléfono y se lo colocó en la oreja, esperando la respuesta.
– ¡Ichimatsu, buenas noches! – le saludó, muy campante, mas cambió su expresión a una de fastidio. Seguro el remitente se estaba quejando. – Sí, yo también estoy trabajando ¡Pero necesito tu ayuda! – le insistía. – ¡Tú eres fanático de los gatos, debes saber cómo piensan! – siguió, mientras los otros tres se reían ante la frase y la inocencia de la joven. – ¡Oh, vamos! ¡No es como si tuvieras una urgencia en la morge! ¡Por favor, Ichimacchan! – le suplicaba. Los otros no sabían si enternecerse por escuchar el infantil apodo o preocuparse por la mención de "morge". Cómo fuera, parece que el primo aceptó, pues la castaña apretó el botón del altavoz.
– Argh. Bien, pero que sea rápido. – gruñía el de orbes amatistas.
– Eres un gato dentro de una tina, pero algo te asusta y sales corriendo ¿Qué sería?
– De por sí, el hecho de bañarme me asustaría.
– No hay agua aún.
– Pues… Tal vez un ruido fuerte, como un petardo o si alguien golpeara.
– Un golpe fuerte… – pensaba Karamatsu en voz alta. – ¡Claro, el golpe del papel periódico! ¡Había una pila detrás del mostrador.
– Bien, salgo despavoridamente de la tina. – hablaba ella, cruzando la barrera de sillas. – ¿A dónde voy?
– Buscando la salida más cercana, obviamente.
Mika reprodujo la posible ruta que hizo el pobre de Yuki al tratar de escapar, hasta que llegó a la puerta de entrada.
– Salgo a la calle y me persiguen ¿Qué hago?
– Intento perderlos corriendo, luego escalaría los techos.
– ¿Y si no?
– Doblar en las esquinas.
– ¡Tres cuadras, giro en la esquina y me secuestran! – vociferó con una irónica alegría.
– Espera…¡¿Te hicieron qué?! – cuestionó su familiar.
– La cajera dijo que fue al baño… – enlazaba las piezas el azabache. – ¡Pero en realidad fue a la bañera con un diario! ¡Entonces liberó a Yuki, golpeó la pared para que se asustara e Iyami lo atrapó tres cuadras adelante, perdiendo su reloj!
– ¡Así es!
– ¡¿Kusomatsu me está escuchando?! ¡¿Lo pusiste en altavoz?! – reclamaba Ichimatsu con vergüenza, sin entender nada desde el otro lado.
– ¡We did it, Mika, lo resolvimos! – vitoreaba el doloroso, acercándose a ella y tomándola de la cintura. La alzó y se dieron un par de vueltas, abrazándose y celebrando, al mismo tiempo que los demás aplaudían. – ¡Nice job, my Karamatsu girl!
– Ok, lo arruinaste. – le interrumpió su compañera, rompiendo bruscamente con la atmósfera festiva.
– Perdón. – inmediatamente, el otro la soltó y recuperó la compostura.
– ¡Mika! ¡¿Qué está ocurriendo allí?! – cuestionaba el arisco primo.
– ¡Muchas gracias, Ichimacchan! ¡Adiós! – se despidió la actriz, sin requerir más de sus servicios.
– ¡No te atrevas a cortar…!
Muy tarde, la ingrata de su prima ya lo había hecho.
– ¡Oye! No creo baste con decírselo a los tipos. – agregó Chibita. – Probablemente negarán todo.
– Sí, that's a trouble. Necesitamos un plan.
– Si de algo les sirve, hay un gato callejero que siempre anda por este barrio. – musitó la peliverde. – Le dicen el Esper Nyanko porque le escucharon hablar un par de veces. Tal vez eso le interese al tal Iyami.
– ¿Crees que puedas encontrarlo por nosotros? – le pidió la morena.
– No será un gran desafío.
– ¡Oh, Choromi! ¡You're an angel! – le halagó muy agradecido el detective, con los brazos extendidos. Se aproximó y le tomó el rostro, dándole un suave beso en la mejilla. La okama sólo rio con nerviosismo y cierta ternura.
Así era Choromi, intrépida, confiada y un ángel de la guarda para Karamatsu.
– ¡Muy bien, par de infelices! – le felicitó el cocinero. – ¡Les daré una ronda de odén gratis si me ordenan las sillas!
– ¡Enseguida! – asintieron los profesionales.
Comenzaron a poner las sillas donde estaban inicialmente, sin molestar demasiado a los borrachos dormilones. Sin embargo, Mika no pudo evitar clavarle la vista a un muchacho que se acercaba a la de ojos esmeraldas.
[Dirk Gently Season One Ost – Electric Organ Cue]
– Hey, Choromi. – le llamó tímidamente.
– ¡Oh, siento hacerte esperar, cielo! – se disculpó enseguida. Por un momento había olvidado al cliente que estaba atendiendo.
– No importa. Entiendo si estás ocupada, así que… ¿Lo dejamos para otro día?
– Claro que no. Acabo de desocuparme. – negó meneando su lacia melena y levantándose de su asiento. – ¿Quieres continuar aquí o salir a algún lado?
– Heh. Me gustaría pasear por el malecón, si no te molesta. – sonrió el misterioso joven, pasándose el dedo por debajo de la nariz.
No, definitivamente no podía ser una casualidad para la morena. Juraría que era el mismo chico en capucha del ascensor.
