Love Square Future. Drama. Los personajes de "Miraculous: Tales of Ladybug Cat Noir" no me pertenecen, escribo esta historia sin fines de lucro.


Marinette nunca pensó que llegaría a comprender las razones por las cuales Hawk Moth atormentaba de tal manera a la tan conocida ciudad del amor.

Ni siquiera lo entendió cuando lograron capturar al villano después de una ardua pelea (que no sólo la llevó a ella al borde de la muerte sino también a su querido compañero Chat Noir), o cuando se reveló la identidad del hombre tras la máscara que tanto daño había causado a la ciudad, o en el momento en que él intentó explicar de forma vaga sus propias razones para intentar conseguir los Miraculous a toda costa.

Vaya, aún recordaba con exactitud el odio en sus ojos cuando finalmente terminaron por tomar ventaja, llegando más lejos que nunca, siendo que en realidad Ladybug y Chat Noir nunca pensaron que entrarían directo a la guarida de su enemigo (o la boca del lobo, como había preferido llamarla el mismo chico de antifaz negro). Y aunque contaban con todo un equipo muy bueno de superhéroes, las cosas no tardaron en ponerse difíciles.

En ese momento no imaginó que estaría tan cerca de la muerte, y por sobre todo no creyó que estaría tan cerca de perder a alguien indispensable en su vida. Y es que la pelea no fue nada fácil.

No era justo, después de todo. Todos apenas eran jóvenes luchando contra dos adultos más entrenados y fuertes (dado que Mayura estaba presente también).

Chat Noir era tonto muchas veces, imprudente otras. Carismático, impaciente y hasta desesperante, pero aún con todo eso, ella lo amaba.

Tal vez no al punto en que lo hacía ahora, pero en ese entonces era su mejor amigo y sin duda lo amaba. Era la única persona que conocía a la perfección esa faceta suya que no podía compartir por completo con nadie más y aunque en realidad no sabían nada sobre sus vidas civiles, ella consideraba que ese chico atolondrado tenía una gran parte de su inexperto corazón ganada.

Casi lloró de alegría al ver que el chico, aun casi inconsciente, respondía a sus gritos desesperados luego de ganar la batalla, y es que él había cargado con la parte más difícil. Estaba ahí, de todas formas. Ahí, intentando decirle que todo estaba bien. Diciéndole que estarían bien.

Y lo estuvieron, por suerte...

Pero en ningún momento a lo largo de los últimos años había comprendido las razones de Hawk Moth para hacer algo como aquello.

Simplemente no podía entenderlo.

No podía caber en su cabeza que alguien jugara de esa manera con los sentimientos de otra persona, tomándolo a su merced y tratándolo como un títere a su propio beneficio.

Sin embargo ahora, con veintitrés años recién cumplidos, sentada casi completamente sola en la mesa principal de la sala de estar en el departamento que Adrien había comprado junto a ella apenas unos años antes, podía decir que lo comprendía.

Podía decir que se sentía igual que Hawk Moth. Comprendía las razones y su forma de pensar porque estaba en la misma posición que él.

Y la sola idea de ese hecho le provocaba escalofríos...

—¿Aún sigues despierta? —la voz de Alya fue lo que obligó a la chica a volver a la nueva, extraña y dolorosa realidad que estaba viviendo.

Asintió sin siquiera ser consiente de su propio cuerpo, y de pronto cayó en cuenta de que ni siquiera tenía idea de lo que hacia su mejor amiga de años ahí, parada en medio del departamento de Marinette cuando se suponía que debía estar en el aeropuerto en camino a un viaje a Italia. De hecho... ¿en qué momento había entrado Alya? ¿Tan sumida en sus pensamientos estaba?

Adrien le había repetido mil veces que era más distraída de lo que aparentaba, y ella lo sabía, pero no podía tomarse ese lujo ahora. No cuando era la única presente para proteger a sus seres queridos.

—Mari, no te ves bien —la castaña volvió a hablar cuando deliberadamente terminó por comprender que Marinette apenas podía mantener sus párpados despegados—. Deberías descansar. Anda, yo me encargo de todo.

—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que la ojizarca logró pronunciar, haciendo su mayor esfuerzo por no arrastrar las palabras e intentando fingir bienestar—. ¿No deberías estar en Italia?

Alya se acercó con pasos rápidos, mostrando de inmediato sus intenciones de acompañar a la azabache durante el tiempo que fuera necesario. Marinette había encontrado una extraña pero bastante cómoda posición entre las sillas del comedor principal a un lado de la amplia sala de estar, así que irremediablemente terminaría por sucumbir al sueño que poco a poco le embargaba.

—¿Realmente creíste que te dejaría sola en esto, Marinette Dupain-Cheng? —preguntó de forma retórica, y aunque la más pequeña luchó contra la culpabilidad el sentimiento en su pecho, no pudo evitar sentirse de esa forma.

—Alya, no tenías que hacerlo...

—¡Claro que sí! —contradijo—. Mírate, Nette. Apuesto que apenas puedes mantenerte en pie. Tienes que ir a descansar ahora. Estaré aquí por si-

—¡No puedo! —casi gritó—. Ya le expliqué esto a Nino hoy en la tarde. No importa qué, debo estar aquí para cuando Adrien...

Y su voz se cortó casi de golpe.

Alya supo que su mejor amiga estaba luchando contra las lágrimas. Probablemente era incapaz de pronunciar el nombre sin sentir que su corazón era arrancado de su pecho igual que el primer día. Nadie podía culparla, las cosas habían ido en picada demasiado rápido, y apenas había pasado un mes desde los hechos. Marinette estaba casi igual de destrozada que treinta días atrás.

—Chica... —Alya se odió por querer decirle que tal vez el rubio no volvería nunca, a juzgar por las pocas esperanzas que habían dado los incompetentes policías, pero se preguntó a sí misma si realmente no sería solo contraproducente que Marinette lo supiera. El pensamiento de que Adrien aparecería como por arte de magia, entrando por la puerta principal del departamento con la intención de abrazarla, era casi lo único que mantenía a la ojiazul relativamente estable.

Alya solo suspiró intentando ocultar el sentimiento de derrota:— Mari, sabes que si Adrien te viera querría lo mismo. Anda, ve a descansar al menos media hora y prometo despertarte de inmediato por si algo, cualquier cosa por mínima que sea, te despertaré de inmediato.

La chica pareció pensar la propuesta, pero Alya conocía bien esa mueca de inseguridad en su rostro, así que solo pidió al cielo que esta vez los ruegos funcionaran.

—Pero Emma... —dijo finalmente, en medio de un suspiro de cansancio.

Emma.

Todos sabían que, si no fuera por esa pequeña bebé de ojos azules y cabello igual de brillante que el de Adrien, muy probablemente (por no decir definitivamente) Marinette ya habría dejado su lujoso departamento en París para someterse a una exhaustiva búsqueda al rededor del mundo con la sola misión de encontrar al menor de los Agrestes al precio que fuera, o en su defecto, ya se habría dejado consumir por la depresión. Emma era el ancla de Marinette al mundo real justo ahora.

—Yo me encargo de ella —Alya dijo de inmediato—. Ahora tú, vete a tu habitación y duerme todo lo que puedas.

—Dijiste que sería solo media hora —retó.

—Claro, claro —coincidió, aunque ambas sabían que no sería así—. Ya vete.

Y Marinette obedeció aunque no quería, levantándose para dirigirse a la habitación principal haciendo lo posible por ignorar las fotos de Adrien junto a ella que aún decoraban las paredes del pasillo.

Soñó algo extraño.

Marinette supo de inmediato que se trataba de un sueño, porque... ¿de qué otra forma estaría Adrien ahí?

Además, reconoció el lugar y el momento al instante. No era la primera vez que soñaba con uno de sus recuerdos, pero esta vez era diferente...

Era la noche anterior a la desaparición de Adrien.

Ambos se encontraban sentados en la sala de estar frente al gran televisor, igual que todos los sábados, jugando uno de sus videojuegos favoritos y como siempre era ella quien llevaba la ventaja.

Emma se hallaba casi dormida en el moisés que Chloe les había regalado el día que la niña había nacido, y aunque Marinette sabía que Tikki fácilmente lograría que la pequeña durmiera, no podía dejar de mandar tenues miradas preocupadas en su dirección, estando dispuesta a ir en su ayuda si así lo necesitaba.

Adrien apenas era consciente de lo que sucedida a su alrededor, gracias a que toda su atención se encontraba centrada en el videojuego y en los gritos desesperados de Plagg quien parecía querer arrancarle los ojos a su portador gracias a que según él, el chico estaba haciéndolo todo mal.

Marinette apenas se inmutó cuando el resultado de la lucha le dio la victoria, pero una vez más el rubio terminó suspirando de forma dramática y secando el sudor de su frente con la manga de su pijama de Ladybug favorito (un regalo de Marinette, claro).

Plagg soltó un extraño bufido y se retiró casi de inmediato, cansado de las malas jugadas de su portador. Ambos vieron como sus dos kwamis desaparecían en dirección a la cocina, muy probablemente con la intención de asaltar la alacena o el refrigerador y Mari supo que pronto tendría que ir al supermercado.

—¿Vas a rendirte ya, gatito? —se burló ella de forma sutil, mandándole una mirada rápida y percatándose de que Emma al fin había caído dormida—. ¿O quieres ver como te destrozo una vez más?

—No, gracias —rio él a pesar de todo, dejándose llevar por la diversión en la voz de Marinette y pasando uno de sus brazos por encima de los hombros de la chica—. Supongo que hay cosas que no cambian aún con el tiempo ¿no crees, bugaboo?

—¿Te refieres a tus pésimas tácticas de ataque? Porque si es eso, pues es totalmente cierto.

Adrien rio aún más y Marinette se vio satisfecha, comenzando a recostar su cuerpo sobre el de su esposo, tomando el mando de la televisión para comenzar a buscar algo interesante que pudieran ver durante el resto de la noche del sábado. Aún no era demasiado tarde, así que podrían elegir alguna película para matar el tiempo.

—Al menos soy buen superhéroe —recalcó.

—Pero no mejor que yo.

—Eso nunca, m'lady —coincidió, y ella sintió la irremediable necesidad de besarlo.

No pudo hacerlo.

En el instante que tenía pensado llevar a cabo su acción, fue interrumpida de pronto por el gracioso tono de llamada de Adrien (para ser específicos, los maullidos de un gato). Marinette miró con atención el rostro del chico mientras éste leía el nombre reluciente en la pantalla vibrante de su celular, y casi juró vislumbrar un atisbo de nerviosismo en sus ojos.

Se tranquilizó cuando le vio contestar la llamada con movimientos relajados, levantándose del sofá y alejándose levemente de ella, lo cual Marinette sintió innecesario, pero se negó a replicar algo al respecto. Apenas podía escuchar la conversación del chico, y tampoco había logrado leer el número de la llamada, así que de pronto la curiosidad creció en su pecho con preocupación.

No era la primera vez que Adrien hacía eso. Había comenzado a actuar extraño hacían ya algunas semanas, pero solo sucedía cuando ese tipo de llamadas raras aparecían de la nada, y Marinette estaba más que segura de que no se trataba de algo del trabajo (dado que ella misma era su jefa), aunque nunca podía descartar la idea de que quizá se tratara de alguna otra agencia de moda que intentaba contratar al gran modelo Adrien Agreste. Sin embargo, algo en su pecho le decía que aquello no era una simple llamada de alguna agencia desesperada por un buen modelo.

Eso parecía algo más...

Un segundo después, se sintió tonta. Estaba dudando ligeramente de la confianza que Adrien le tenía y ¡por Dios! habían luchado juntos contra cientos de villanos durante básicamente toda su adolescencia, así que lo que sobraba entre ellos era confianza, ¿cierto?

Marinette no tenía idea de lo rápido que ese pensamiento desaparecería de su mente...

Adrien cortó la llamada mucho más pronto de lo que Marinette esperaba, así que la atrapó con la mirada atenta sobre él y el ceño tenuemente fruncido en una extraña mezcla de preocupación, inseguridad y desacuerdo.

—¿Te he dicho que te ves hermosa incluso enojada?

La chica no pudo contener la mueca mucho más, así que de inmediato sintió como si se derritiera ante las palabras y voz de su esposo.

Él regresó a su lado en el sofá en menos de diez segundos, y casi pareció como si nada hubiera pasado; sin embargo, un mal presentimiento se instaló en su cuerpo casi sin ser consciente de ello.

—¿Preocupada por algo, bichito?

Sí, por ti. Fue lo que quiso decir, pero se contuvo.

Aunque viendo las cosas ahora, tal vez debió decírselo...

—No, estoy bien —mintió, asegurándose de fingir lo suficientemente bien.

—¿Segura?

—Claro, mientras tú lo estés, yo también lo estoy.

El silencio que les embargó un segundo después hizo que ambos se sintieran extraños. El ambiente se sentía algo tenso de pronto, y Marinette casi lo catalogó como la calma antes de la tormenta.

—Mari...

Ella encontró inusual el hecho de que Adrien le llamara así. Normalmente utilizaba los apodos tontos que tenían entre ellos desde sus años de instituto, pero esta vez fue diferente y se sintió diferente.

—Te escucho.

Él titubeó un instante antes de hablar.

—¿Me amas, verdad?

La azabache frunció el ceño y le analizó segundos antes de responder, notando de inmediato que algo estaba mal en todo aquello. Adrien no solía preguntarle algo así.

Él ya lo sabía. Sabía que ella lo amaba. No era algo necesario de preguntar porque la ojizarca se encargaba de decírselo y mostrárselo continuamente. Emma era la prueba viviente de su amor. Se había casado con él porque lo amaba y sabía que siempre sería así.

Marinette solo pudo preguntarse a sí misma qué fue lo que le hizo dudar de ese hecho. ¿En qué momento Adrien había comenzado a desconfiar de eso?

—Claro que te amo, gato tonto —le dijo, con un nudo creciente en la boca del estómago y la preocupación instalándose en su pecho—. ¿Realmente no lo crees?

Adrien soltó un sonoro suspiro, volviendo a abrazarla por encima de los hombros, apretando el cuerpo delgado y pequeño de Marinette contra su pecho. Enterró la nariz entre los cabellos oscuros de su esposa e inhaló el aroma dulce que tanto caracterizaba a la chica de sus sueños.

Ella le devolvió el gesto, acomodándose de manera que sus rostros quedaron apenas a unos centímetros, y pasó los brazos al rededor del torso de su esposo, esperando por una respuesta.

—Por supuesto que te creo, bugaboo —pareció tranquilizarse en ese instante—. Es solo que... necesitaba oírlo una vez más.

—Solo tienes que pedirlo, Adrien —le dijo, y casi sentía su aliento golpear contra la barbilla del chico—. Pídeme lo que necesites y estaré para dártelo.

—No te merezco, Nette. Tampoco todo lo que me has dado...

Sus ojos verdes parecían realmente tristes. Marinette sabía que él siempre se había llevado la peor parte, pero nunca se cansaría de estar al lado de Adrien para mostrarle que él valía totalmente la pena.

Ella sonrió, soltando también una risita gutural, porque era la misma frase que llevaba escuchando durante los últimos ocho años y había aprendido que con una sonrisa podía quitar esos malos pensamientos de su mente.

—Ya hablamos de eso, cariño —su voz sonó ligeramente más melosa que de costumbre, dejando ver sus intenciones de hacerle sentir mejor—. Te mereces todo lo que tienes, Adrien Agreste. Incluyéndome a mi y a Emma.

Él se limitó a asentir, aunque algo en el fondo de la mente de Marinette le decía que en realidad no le creía del todo.

—Eres un gran superhéroe, mejor amigo, esposo y padre, Adrien —continuó—. Incluso un gran hijo... No podría haber alguien mejor que tú.

Y solo pudo abrazarlo con fuerza.

Se quedaron así, en la misma posición durante un par de minutos. Marinette recostada sobre Adrien y él con ambos brazos al rededor de su cuerpo. Emma pronto despertaría por hambre, así que ambos tenían la intención de disfrutar el tiempo que les restaba para ello solos.

—Te amo, Marinette Dupain-Cheng —susurró el rubio en medio del silencio relajante de la sala—. Nunca dudes de ello.

—Nunca lo haré.

—Tampoco lo olvides.

—Tampoco lo haré.

—Somos un equipo.

—Y siempre lo seremos.

Marinette no despertó gracias a Alya. Tampoco debido al ferviente sol que brillaba por la ventana abierta de su habitación.

Fue el lloriqueo de Emma lo que logró despertarla casi por completo.

Conocía lo suficiente a la bebé como para saber que el lloriqueo pronto se convertiría en llanto, pero agradeció que su mejor amiga fuera igual de eficiente que ella al calmar a la pequeña, porque de pronto el silencio fue lo único que empapó el lugar.

Solo detuvo sus movimientos. Intentando disfrutar de la extraña paz melancólica que envolvía el departamento.

La chica extrañaba las mañanas con Adrien.

Solían ser más alegres. Despertaba siempre después que él y aunque muchas veces se sentía culpable por dejarle la tarea del desayuno a Adrien, no podía estar más complacida con la vida que tenía.

Mari sintió que su cuerpo tenía vida propia. Sus movimientos eran involuntarios y casi era como si aún estuviera soñando, flotando entre un extraño limbo entre la inconsciencia y el mundo real.

Llegó al cuarto de Emma con los pasos pesados y arrastrados, sin siquiera molestarse en pasar por el lavabo para refrescarse o lavar su cara en un intento de despertarse a sí misma. Solo quería ver que su hija estuviera bien y que Alya tuviera un merecido descaso. Velar por a una bebé de tres meses durante toda lo noche no era algo fácil y lo decía por experiencia propia.

—¿Fue una buena siesta de media hora? —preguntó la chica de ojos dorados, levantándose del sofá personal que adornaba una esquina de la habitación de Emma.

Marinette notó que la bebé aún ocupaba su lugar en la cuna blanca que Adrien tuvo que armar aún con muchas dificultades y las burlas continuas de Plagg sobre lo increíblemente fácil que parecía ser ese trabajo.

A veces creía que aún podía escuchar su voz quejándose...

—Tenías razón. Lo necesitaba —fue lo único que dijo antes de asomarse para ver a Emma dormir.

Todos coincidían en que la niña tenía los ojos de Marinette, lo cual era cierto. Pero ella no podía evitar ver a Adrien cada vez que la veía. Porque sí, Emma tenía sus mismos ojos, pero el resto... era casi idéntica a su padre, solo que con varios rasgos más delicados y atenuados. Incluso su cabello era del mismo dorado brillante que el de la mayoría de los Agreste.

Se atrevió a acariciarle la mejilla con suavidad aún cuando sabía que aquello podría despertarla, pero por suerte no sucedió. Emma continuó durmiendo pacíficamente, y Marinette solo detuvo sus caricias cuando escuchó los pasos de Alya acercándose a ella.

—Definitivamente, Nette —coincidió—. Prométeme que no lo volverás a hacer.

Marinette sabía a lo que se refería, pero no pudo prometer nada. Había logrado dormir toda la noche, pero nadie aseguraba que volvería a hacerlo. Probablemente no habría sido así de no ser porque su cuerpo parecía estar colapsando después de casi cinco días sin dormir.

Había escuchado a Nino comentar que solo estaba comenzando la etapa de la negación, pero para ella eso no era cualquier negación tonta. Mari estaba absolutamente segura de que Adrien Agreste no le haría algo como eso.

Adrien no sería capaz de dejarla así como así... ¿verdad?

De hecho, ese había sido su primer pensamiento después de declararlo como desaparecido. Creyó de primera instancia que todo había sido su culpa y que Adrien la había abandonado por algo que ella hizo y sin decírselo para no herirla, pero... fue Tikki quien se encargó de hacerle ver que su esposo no haría algo así. Definitivamente no sería capaz de hacerlo cuando Emma apenas tenía dos meses de vida y él parecía genuinamente pleno con la vida que ambos llevaban.

Marinette se detuvo a pensar un momento en su pequeña amiga carmesí, y sin siquiera ser consciente de sus movimientos llevó una de sus manos al lóbulo izquierdo de su oreja, justo donde solía estar el arete de color oscuro que le permitía mantener conexión con la kwami.

Ya era casi un mes desde la última vez que habían conversado adecuadamente...

—¿Estás bien, chica? —Alya pareció preocuparse nuevamente ante el repentino silencio de su mejor amiga. Ya había perdido la cuenta de todas las veces en las que se desconectaba del mundo para solo ser capaz de concentrarse en sus recuerdos.

La azabache solo se atrevió a asentir ligeramente, alejándose de la cuna aún sin apartar su mirada de Emma. Sus ojos continuaban sintiéndose pesados, pero creía que era normal después de todo ya que, aunque había logrado recuperar muchas de las horas de sueño perdidas, el cansancio contenido en su cuerpo no había sido drenado del todo.

—Estoy bastante mejor ahora, Alya —le sonrió, e increíblemente no fue una sonrisa forzada del todo y es que era cierto, se sentía mucho mejor que el día anterior—. Muchas gracias por quedarte aquí conmigo —continuó—. No tenías por qué.

—Oh, no —dijo la contraria de inmediato—. Claro que debía hacerlo, Mari. De hecho, no quiero ni pensar en lo que habría pasado si no lo hacía. Sé que eras totalmente capaz de no dormir si no venía a rogártelo, y ambas sabemos que eso habría terminado muy mal. No lo sé, podrías haberte desmayado por el cansancio o incluso-...

—Lo sé, lo sé —ella solo suspiró, desviando los ojos al suelo—. Lo siento, estaba... descuidándome a mí misma y no fui consciente de ello. Realmente lo siento por preocuparte, Alya.

—Sabes que es mi trabajo como mejor amiga: Preocuparme por ti y ayudarte cuando lo necesites.

—Gracias —dijo, tomando la iniciativa de abrazar a su mejor amiga, sintiendo que las lagrimas se aglomeraban de pronto en sus ojos, y es que no podía evitar sentirse tan sensible con respecto a absolutamente todo.

—No hay de qué, niña —respondió la contraria—. Sabes que te quiero y estoy aquí para ti.

—Lo sé.

Se permitió quedarse ahí sin moverse al menos unos segundos, dejando que Alya le devolviera el gesto y recién entonces Marinette comprendió cuanto había necesitado un abrazo durante los últimos días.

Alya se fue luego de que ella se duchara y alimentara a Emma con un biberón de leche tibia. La bebé apenas duró un par de horas despierta, pero Mari sabía que la niña pasaría toda la tarde sin pegar ojo hasta la hora de su siguiente siesta, probablemente a la misma hora en que Nino pasaría a visitarla.

Dejó a Emma en el moisés posicionado en la sala justo cuando el timbre del teléfono comenzó a sonar con insistencia, y Mari supo que aquella era la llamada infaltable de sus padres. No había día en que no llamaran, e incluso ya habían marcado un horario.

Se giró sobre sus talones con la intención de correr hacia el sonante teléfono, pero apenas pudo dar un paso en la dirección que quería tomar.

Sus movimientos quedaron casi congelados, como si le hubieran puesto pausa a todo su sistema sin su permiso.

Parpadeó un par de veces, intentando aclarar la imagen frente a sus ojos, pero parecía que no importara lo que hiciera, la vista seguía siendo la misma.

Y Marinette solo no podía dar crédito a lo que sus ojos veían.

—¿Adrien?


Publicaré un capítulo cada sábado o domingo :3. De todas formas, la historia en wattpad tiene uno o dos capítulos más, así que si alguien quiere pasarse por ahí pueden leerlos por adelantado uwu.

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