II

Durante los siguientes días Donatello trabajó en el mouser durante algunos ratos libres. Una vez más comenzó a disfrutar del trabajo a pesar de su reserva inicial. Ya había tenido que reparar algunos mouser antes; cuando éstos derrumbaron su antiguo hogar él, sus hermanos y su sensei habían destruido a muchos de ellos. Antes de marcharse consiguió llevarse los restos de algunos de ellos pues desde el principio se mostró interesado en averiguar su funcionamiento. Cuando hubo reparado y reactivado uno de ellos el mouser se apresuró a volver junto con su dueño, el doctor Baxter Stockman, permitiendo que las tortugas tuvieran un rastro que seguir… aunque fueron interrumpidos cuando se encontraron con April O'Neil, la anterior ayudante de Stockman, que había huido perseguida por los mousers hasta las alcantarillas cuando el doctor se los azuzó por haber descubierto sus planes. Gracias a ello las tortugas pudieron salvar de una muerte segura a la joven informática, cuya ayuda fue vital para derrotar a su antiguo jefe y arruinar sus planes.

Que Donatello fuera capaz de admirar y apreciar la excelente manufactura del mouser no implicaba que deseara reparar uno. Además para él no tenía ningún sentido: explicó a Gioconda que un mouser estaba diseñado para robar bancos y de ahí que pudiera romper con sus mandíbulas tanto piedra como metal, ya que esta habilidad de excavación era necesaria para acceder directamente al interior. Eso hacía que tuviera sentido que en su interior hubiera un compartimiento hueco donde el pequeño robot podría guardar su botín. Y otro motivo que usó para defender su postura es que un mouser no es un individuo como tal: estaban dirigidos por control remoto por lo que su autonomía era nula.

Gioconda le escuchó pacientemente pero no cambió un ápice en su opinión.

- Tú lo convertirás en una mascota ideal – le aseguró ella, con tanta fe en sus habilidades que desconcertó y halagó a partes iguales a Donatello.

De modo que cuando él se ponía a trabajar en el mouser en sus ratos libres Gioconda solía acudir corriendo y le observaba de lo más entusiasmada, preguntándole a menudo qué hacía, cómo iba la reparación y si podía ayudarle en alguna cosa… una actitud que terminaba provocándole cierto agobio.

- "Normal que se lleve tan bien con Mikey" – pensó Donatello– "No ya porque sus gustos sean parecidos, sino porque puede llegar a ser tan inquieta y cargante como él".

Había optado por no intentar encontrar explicación al motivo de por qué ella encontraba tan adorable a ese trozo de chatarra destructivo.

- Parece un patito de metal – le había dicho ella cuando le preguntó – Con sus dos patitas y una adorable boquita. ¿Qué no?

- Si tú lo dices – había murmurado él enarcando las cejas. El "patito" en realidad era tan grande como un pavo y podía romperte los huesos sin ningún tipo de esfuerzo con su… "adorable boquita" de metal.

- Creo que le llamaré Seymour.

- ¿Seymour?

- ¡Claro! Si va a ser mi patito debe tener un nombre ¿no?

Donatello había suspirado; era mejor seguirle la corriente a la lunática. Aunque ¿eso no le haría a él ser también un lunático?

- ¿Y por qué Seymour? – había preguntado mientras pelaba unos cables de la cadera derecha del mouser para conectarlos a una pata.

- ¿Y por qué no? Me gusta Seymour. También podría llamarle Audrey pero tiene más cara de Seymour ¿no crees?

Lo había dicho con tanta convicción aquel día que Donatello había estado a punto de desternillarse de risa. Había captado de dónde había sacado la referencia* para los nombres pero eso de que el mouser pudiera ser "chico" o "chica" había sido demasiado para él. Siempre le había resultado de lo más infantil pensar en términos biológicos para un robot… esto había hecho que no pudiera evitar tener ganas de tomarle el pelo a la chica.

- Pues yo creo que le pega más Audrey – le había dicho, teniendo en cuenta que Audrey era una planta carnívora gigante que devoraba gente.

Sin embargo, Gioconda no le estaba prestando atención.

- Tiene pinta de ser un chico, por eso será Seymour – había mascullado más para sí que para él.

Donatello sólo pudo encogerse de hombros y seguir trabajando.

Finalmente encontró cierta excusa para deshacerse de la persistente muchacha cuando el trabajo iba más avanzado.

- No mirarás a partir de ahora – le había dicho - ¿No crees que así es más emocionante?

Por suerte ella se lo tomó bastante bien y por fin le dejó trabajar a gusto. Y gracias a que se había librado de esa pequeña (aunque querida) molestia fue cuando comenzó a disfrutar del trabajo.

Le entusiasmaba la idea de "tunear" el mouser y convertirlo en algo totalmente diferente para lo que había sido concebido. Primero lo reparó por completo, reparando su chapa de metal, sus circuitos dañados y sus miembros amputados. Después comenzó a trabajar en otros detalles: como el mouser era a fin de cuentas un dron decidió darle un pequeño giro de tuerca.

Decidió conservar las mandíbulas trituradoras porque podían ser útiles en ciertas circunstancias, así como su depósito interno hueco. Pensó que sería buena idea darle cierta autonomía si bien tomando las debidas medidas de seguridad: le instaló un chip que en caso de malfuncionamiento provocaría un cortocircuito que chamuscaría internamente al mouser al instante, inutilizándolo. Como buena mascota que Gioconda pretendía que fuera tendría que obedecer órdenes concisas y simples, por lo que Donatello le instaló un registro de reconocimiento vocal y lo programó para que sólo obedeciera a su familia. Tomó nota mental de grabar los registros vocales más delante de la chica, de él mismo, de sus hermanos y del maestro Splinter.

Por otro lado decidió instalar un software de seguridad por si el mouser caía en manos de sus enemigos. Teniendo en cuenta que el que reparó la otra vez enseguida siguió la señal de Stockman, delatando así su posición, Donatello no quería que se repitiera de nuevo la misma historia. Fabricó también un mando control remoto para programar algunas de estas funciones y para tener un control parcial sobre el mouser pero realmente el ordenador central de su casa sería al que el pequeño robot se conectaría constantemente para ubicar su posición. También redactó diferentes algoritmos para darle una personalidad similar a la de una mascota, como ser juguetón o buscar caricias.

Cuando Leonardo expresó su poco convencimiento respecto a lo que estaba haciendo, acompañado por Raphael, Donatello ya no pudo darles la razón a esas alturas.

- Por favor, estoy creando. Y para ello necesito paz y tranquilidad – le repuso sin interrumpir el trabajo.

Leo le miró con una ceja enarcada y aspecto cansado.

- ¿Estás seguro de lo que haces?

Donatello captó el matiz de la voz de su hermano mayor así que se volvió hacia él y asintió con solemnidad.

- Sí.

- Más te vale – le advirtió Raphael, señalando con un dedo su trabajo – Porque como se nos venga el techo encima porque esa cosa se ha comido los soportes vas a saber por mi parte lo que es bueno.

Su hermano no se amedrentó ante la amenaza, pero tampoco bromeó como sí lo hubiera hecho Michelangelo ni se enfureció como habría hecho Leonardo.

- No llegaremos a ese caso. Confiad en mí.

Dicho esto, prosiguió su trabajo. Leo y Raph intercambiaron una mirada, pero le dejaron continuar a pesar de seguir seguían pensando que no era una buena idea.

Tras dos semanas de trabajo intermitente Donatello pudo al fin terminar la reparación.

Atrajo a toda su familia para que admirara el resultado, que aún mantenía oculto bajo una vieja sábana. Gioconda se encontraba adelantada, con las manos entrelazadas debajo del mentón y dando pequeños saltitos de impaciencia.

Cuando Donatello quitó la lona y mostró el mouser la chica dio un gritito y un salto de alegría pero antes de que pudiera avanzar la tortuga le alargó un control remoto.

- Prueba.

Ella accedió y encendió a Seymour. Cuando el mouser se activó fue la única que sonrió, pues el resto lo seguían mirando con cierta aprensión. En su memoria aún estaba reciente el momento en que esos robots echaron abajo su antigua casa. Estuvieron a punto de morir sepultados y, más adelante, de morir triturados entre las mandíbulas de dientes puntiagudos de acero. Hasta Splinter miraba preocupado la escena.

Pero cuando Gioconda probó el control remoto y luego más adelante las órdenes vocales y el mouser bautizado como Seymour obedecía sin ningún tipo de problema todos se relajaron un poco… aunque no del todo.

Donatello les explicó que, aunque le había dejado su capacidad para el rastreo, su pequeño depósito de almacenaje y sus mandíbulas, lo había reprogramado para obedecer las órdenes de la familia, proteger a Gioconda en el caso de que estuviera en apuros (ya que era la más vulnerable de la casa) y autodestruirse en caso de un malfuncionamiento que pudiera ponerles en peligro. Tras hacer más demostraciones y animar a sus hermanos a que probaran (Seymour se ganó a Michelangelo enseguida) se volvió hacia Splinter.

- ¿Qué opina maestro? – le preguntó no obstante al sensei y todos se volvieron a mirarle. Incluso Gioconda, quien abrazaba en el suelo a Seymour, le miró expectante.

- Puede quedarse con nosotros. ¿Verdad? – le preguntó la niña.

Splinter medió durante unos instantes: aunque sabía desde el principio que Donatello había estado trabajando en esto conocía también el motivo. Confiaba plenamente en todos y cada uno de sus hijos y sabía que si Donatello manifestaba que era seguro, es que así era. De modo que alzó la cabeza y asintió con la cabeza, consiguiendo que todos dieran gritos de júbilo.


* Por supuesto, me refiero a la película la "Tiendecita de los horrores" (1986), que es la favorita de Gioconda.