N.T.: Simplemente aclarar que, por supuesto, se trata de una traducción autorizada por su autor.


Capítulo 2: El largo adiós

A Lelouch se le escapó una mueca cuando uno de los soldados lo empujó con tal fuerza hacia el asiento trasero de un vehículo que su cabeza chocó con brusquedad contra la puerta cerrada del lado opuesto. Se relamió el labio tentativamente, agradecido al comprobar que no se había partido con el golpe. Su mejilla, sin embargo, estaba hinchada y probablemente magullada.

Uno de los soldados se sentó junto a él en el asiento trasero mientras el otro se unía al conductor en el delantero.

—Escuadrón Cuatro, tenemos al objetivo —dijo el soldado de delante por radio mientras el coche se alejaba de la acera y se unía al flujo del tráfico.

—Entonces —dijo el soldado a su lado—, ¿cómo te llamas, muchacho?

Por esto era por lo que odiaba tanto al ejército de Britannia. No eran más que matones sin sentido propio. Clovis les había dicho que saltaran, y ellos saltaron. Tan simple como eso; sin preguntas, sin explicaciones. Esos idiotas ni siquiera sabían quién era su objetivo.

Sintiéndose rebelde (y bastante resentido), decidió ignorar a su interrogador y, en cambio, volvió la cabeza para mirar por la ventana. Lamentó su decisión solo un momento después, cuando el puño del soldado impactó secamente contra sus costillas. Gruñó y giró la mirada hacia el hombre.

—Responde a la pregunta, muchacho —insistió el soldado del asiento delantero —. Antes de que mi compañero se ponga realmente en serio. Podrías acabar en el hospital si no andas con cuidado.

¿Poli bueno, poli malo? Vaya cliché.

—Si tu príncipe no ha considerado oportuno informarte sobre la situación, no veo por qué debería hacerlo yo —replicó él mordazmente, ganándose otro golpe, esta vez en el pecho, y causándole un ataque de tos.

El bruto que le había golpeado comenzó a reírse como si su dolor fuese algo realmente hilarante. Sin embargo, Lelouch se sintió reconfortado por el convencimiento de que cada golpe que le diese le sería devuelto. Y con creces. Clovis siempre había sido muy riguroso a la hora de preservar la sacralidad de la familia imperial. Ese hombre estaba prácticamente muerto.

—Te crees un tipo realmente duro, ¿eh, chico? —se burló el soldado a su lado.

—Para nada —jadeó Lelouch mientras recuperaba el aliento.

Resoplando con desdén, el soldado cruzó los brazos sobre su pecho realmente ancho y se reclinó en su asiento.

—Tienes suerte de que el príncipe te quiera con vida. No te gustaría ver lo que te haría si no fuese el caso, estúpido bastardo.

—Y yo odiaría ver lo que él te haría a ti si me matases —murmuró Lelouch una última vez antes de volver a mirar por la ventana.

En algún momento durante su rifirrafe con el soldado, una escolta armada de cuatro knightmares se había unido a ellos. Al parecer, Clovis no quería arriesgarse a algún intento de asesinato. Eso o pensaba que Lelouch tenía suficientes recursos y hombres como para organizar un rescate. Ninguno de los dos casos parecía probable que fuera a ocurrir.

Tardaron media hora en llegar al palacio de Clovis, diseminando los knightmares con su sola presencia el ajetreado tráfico del centro de la ciudad. Nadie quería conducir demasiado cerca de un knightmare. Un movimiento en falso y acabarías bajo un gigantesco robot de combate de doce toneladas.

Sus captores lo arrastraron orgullosos por los pasillos del palacio hasta la oficina de Clovis, el animal que había compartido el asiento trasero con él asegurándose de dar grandes zancadas para que Lelouch tuviera que luchar para mantenerse a su altura pese al dolor en el pecho.

Llegaron a la puerta del despacho de Clovis y sus captores se anunciaron ante una de las asistentes del príncipe como Jean Carmichael (el poli bueno) y Evan Pearce (el muerto viviente), los que habían "detenido y sometido al objetivo". La asistente se quedó mirando horrorizada la vista que tenía ante sí. Al parecer, ella sí había sido completamente informada de la situación. Aturdida e impactada, llamó a la puerta del despacho de Clovis.

—Ya están aquí, Alteza —dijo débilmente por el intercomunicador, sin apartar por un instante sus ojos del magullado rostro de Lelouch. En lugar de recibir la orden de entrar en el despacho, la puerta se abrió y Clovis irrumpió de repente.

—¡Lelouch! —exclamó con alegría. Solo dio un paso antes de fijarse en su apariencia y detenerse aturdido en el umbral de la puerta.

Ambos soldados se arrodillaron con gracia ante su señor, golpeando Pearce la parte posterior de las rodillas de Lelouch un segundo después cuando él no hizo lo mismo de inmediato, haciéndole caer bruscamente de rodillas.

—Hola, hermano —dijo Lelouch con calma, sus ojos desafiantes mientras se acomodaba de rodillas, enderezándose con los brazos aún a su espalda.

—¿Hermano? —Carmichael susurró con atónita incredulidad.

Por un momento, Clovis no se movió mientras la sangre desaparecía por completo de su rostro, mirando a Lelouch completamente horrorizado. Luego se puso de un brillante rojo furioso y comenzó a gritar.

—¡Bartley! ¡Guardias! ¡Arrestad a estos hombres! ¡Han agredido a un miembro de la familia imperial! —aulló. En una oleada de confusión la habitación se llenó de repente de hombres armados mientras Clovis se arrodillaba frente a Lelouch con aspecto mortificado.

—Dios mío, Lelouch, ¿qué te han hecho esos bárbaros? —preguntó Clovis antes de gritar demandando la llave que liberaría las muñecas de Lelouch —¿Estás bien?

—Estoy seguro de que sobreviviré —refunfuñó Lelouch ante un preocupado Clovis. Liberaron las esposas un momento después y probó a flexionar los brazos, haciendo una pequeña mueca cuando el movimiento desplazó sus costillas magulladas.

—¡Ejecutadlos! —gruñó Clovis al ver la expresión de Lelouch —Y que alguien traiga a una enfermera.

—¡No lo sabíamos! —suplicó de pronto Pearce —¡No nos dijeron que era un príncipe! ¿Quién es?

Lelouch se puso en pie lentamente, escapándosele una mueca al sentir una punzada de dolor antes de volverse con el ceño fruncido hacia los soldados.

—Mi nombre… es Lelouch vi Britannia, Undécimo Príncipe del Sacro Imperio de Britannia.

La habitación se sumió en el silencio, e incluso los dos soldados que se resistían cesaron sus movimientos por un momento para mirar a Lelouch con incredulidad. Su nombre, a pesar de su aparente falta de popularidad, todavía parecía conocido. Era el hijo de la emperatriz Marianne "el Destello", una leyenda del ejército. Y también se suponía que estaba muerto.

—Bien hecho —rió suavemente Clovis —. Muy dramático —dijo antes de colocar su brazo sobre el hombro de Lelouch y escoltarlo a su despacho, cerrando firmemente la puerta tras ellos. —Siéntate, por favor, hermano —dijo Clovis, señalando uno de los dos sillones enfrentados alrededor de una pequeña mesa de café —. Déjame echarte un vistazo.

Por un momento, Clovis simplemente lo miró, analizando cómo Lelouch había crecido, lo mucho que se parecía a su madre a diferencia de a su padre, y la condición en la que lo habían dejado los soldados que pronto serían ejecutados.

—Estoy tan contento de que estés vivo —Clovis respiró finalmente —. Os busqué por todas partes a ti y a Nunnally, pero no encontré ni rastro de ninguno. Dime, ¿qué… qué le pasó a Nunnally? ¿Dónde está?

Lelouch forzó una leve mueca en su rostro.

—Nunnally está muerta —dijo amargamente —. Es difícil para una niña ciega y lisiada sobrevivir en una zona de guerra.

Clovis dejó escapar un pequeño sonido desde el fondo de su garganta, casi como un gemido, antes de inclinarse sobre la pequeña mesa de café para alcanzar el hombro de Lelouch.

—Lo siento mucho, Lelouch. Lo intenté. Por favor, créeme, intenté encontraros. Estuve aquí para buscaros antes incluso de que detuviesen los bombardeos. Traté de convencer a Padre de posponer la invasión hasta que os encontrásemos y recuperásemos, pero no me escuchó.

Lelouch se mordió el interior del labio para evitar burlarse. No podía saber si Clovis estaba diciendo la verdad o simplemente trataba de consolarlo. Era difícil imaginar a Clovis entrando voluntariamente en una zona de guerra por cualquier motivo. Su hermano siempre había sido un narcisista y se preocupaba por su propia vida y objetivos antes que por cualquier otra cosa. Pero, por otro lado, él y Clovis habían sido cercanos cuando eran más jóvenes, y Clovis se había indignado por el trato que el Emperador había dado a los vi Britannia.

Sin embargo, a Lelouch no le costó creer la parte de la historia de Clovis en la que el Emperador se había negado a rescatarlos antes de que los ataques aéreos comenzaran a arrasar el país. Su padre era un bastardo despiadado, y Lelouch lo odiaba.

—No fue culpa tuya, Clovis —dijo Lelouch, decidiendo dar a su medio hermano el beneficio de la duda. Al menos por el momento.

—¿Puedo traerte algo? —pregunto Clovis, hospitalario —¿Vino? ¿Whisky? ¿Brandy?

Lelouch se rió entre dientes.

—Solo agua está bien. Técnicamente, aún soy menor de edad.

—Eres un príncipe, Lelouch —se burló Clovis —. Las reglas comunes no se te aplican. Y juro que no le diré a nadie que permito a un menor beber en mi presencia. Así que, ¿solo agua, seguro?

—Solo agua —respondió Lelouch.

—Vale, vale —aceptó Clovis alegremente mientras cogía una botella de agua de una neverita y se servía una copa de brandy.

—Entonces… —comenzó Lelouch lentamente en cuanto Clovis volvió a sentarse — ¿qué vas a hacer conmigo ahora que me has atrapado?

—Haces que suene como si fueras un delincuente —bromeó Clovis, pero al ver la expresión seria de Lelouch cambió rápidamente de tono —Ya he llamado a casa. Schenizel está intentando ponerse en contacto con Padre mientras hablamos. Su Majestad ha estado distanciándose cada vez más en los últimos años. Schneizel es prácticamente quien está dirigiendo el espectáculo.

—Ya veo —dijo Lelouch sin comprometerse antes de tomar un sorbo de agua.

—No voy a preguntarte por qué no intentaste ponerte en contacto con nosotros tras la guerra —dijo Clovis tras un suspiro —. Estoy bastante seguro de que lo entiendo.

—¡No entiendes nada! —gruñó Lelouch bruscamente, pese a que su mente le decía que se callara y optara por la muda neutralidad —¡Fuimos abandonados! Enviados aquí como nada más que bazas de negociación y luego descartados cuando se presentó una oportunidad mejor. Como juguetes rotos. Fue imperdonable.

El silencio reinó sobre la habitación por un momento mientras Clovis miraba a Lelouch con los ojos muy abiertos. Sí, estaba enfadado. Y su ira era inconsolable. Clovis, sin embargo, se salvó de tener que dar una respuesta a su exabrupto cuando la enfermera llamó a la puerta. Se apresuró a concederle el paso y procedió a asegurarse de que Lelouch fuera minuciosamente revisado. Había algo en la ira de Lelouch que provocó escalofríos por la espalda de Clovis. Era la forma en que sus ojos se oscurecían en un violeta inquietante, como nubes cargadas de tormenta. Y, francamente, Clovis no se sentía preparado para lidiar con eso.

A mitad de la revisión de Lelouch, Schneizel devolvió la llamada a Clovis.

—¿Lelouch? —preguntó Schneizel después de exigirle a Clovis que le pasara el teléfono.

—Hola —respondió Lelouch, forzando su voz a un tono medio agradable.

—¿De verdad eres tú, hermano? —preguntó Schneizel.

—Soy yo —afirmó Lelouch.

—Gracias a Dios. No puedo esperar a verte. Clovis se encargará de los preparativos para tu viaje ahora mismo. Has sido convocado a Pendragón. Padre quiere hablar contigo. Y el resto estamos ansiosos por verte. Euphemia prácticamente está subiéndose por las paredes —informó Schneizel.

Entonces, de vuelta bajo la bota del Emperador. ¿Para qué lo usarían esta vez? ¿O finalmente se agotaría la paciencia del Emperador para con él? ¿Se convertiría en la desafortunada víctima de un imposible "ataque terrorista"?

—Ya veo. Bueno, os veré a todos muy pronto. Mándale mi amor a Euphemia, si la ves. Eso la calmará un poco.

—Lelouch… —Schenizel vaciló —No importa, tendremos mucho tiempo para hablar cuando vuelvas a casa. Te veré pronto.

Clovis esperó hasta que colgaron el teléfono para dejar salir su frustración.

—¡A veces solo querría abofetear a este tipo! —exclamó —. Dándome órdenes como un sirviente —gruño mientras enviaba un mensaje a su avión privado.

—Es el Primer Ministro ahora, ¿no? —preguntó Lelouch retóricamente.

—Sí, sí —dijo Clovis agitando la mano alegremente —Ahora, tenemos tres horas hasta que salga tu avión. No es tiempo suficiente para una fiesta, así que tendremos que dejarlo para otra ocasión. Para lo que sí hay tiempo es para un anuncio público.

Sin consultar a Lelouch en lo más mínimo, Clovis comenzó a marcar números en su teléfono y a contactar a su gente de relaciones públicas. En una hora, el despacho de Clovis se llenó de cámaras, luces y periodistas. Lelouch fue empujado a una silla, donde fue agredido por un maquillador armado con un cepillo enorme. Para cuando acabó con él, era imposible adivinar que le habían golpeado en la cara con una porra hacía solo unas horas. Luego lo enfundaron en un traje negro nuevo completo con cuello de volantes y una capa corta color púrpura imperial, algo que no había usado desde que dejó Britania hacía más de siete años.

Clovis se movía natural en ese ambiente. Era el líder carismático arquetípico. Ni siquiera entrecerró los ojos bajo los duros focos del set. Lelouch, por otro lado, había pasado los últimos siete años intentando evitar toda atención indebida, así que este no era exactamente su fuerte (a pesar de su a veces dramático estilo).

—A todos mis súbditos imperiales, incluidos los muchos once cooperativos que eligen servir al Imperio —comenzó Clovis, abriendo dramáticamente los brazos.


Mientras tanto, en la Academia Ashford, el Consejo Estudiantil se hallaba sumido en el completo pánico. Shirley hablaba por teléfono con la policía exigiendo saber de qué se acusaba a Lelouch. El agente de policía al otro lado de la línea no tenía ni idea de lo que le estaba hablando la chica, según parecía. Rival caminaba de un lado a otro de la sala mientras no dejaba de culparse, deseando no haber escapado. Había llegado casi al punto de la histeria. Era posible que Nina hubiera, "presuntamente", pirateado la base de datos de la policía local para averiguar si estaban dando largas a Shirley.

En medio de todo el caos, Milly estaba apoyada en la mesa con los brazos cruzados sobre el pecho y una carta arrugada en la mano. Estaba anormalmente tranquila, su boca estirada hacia abajo en una ligera mueca mientras daba vueltas al contenido de la carta, cavilando.

Todos detuvieron su actividad cuando un discurso televisado del príncipe Clovis interrumpió la emisión de una telenovela para chicas que estaba sonando de fondo.

—¡Regocijaos hoy conmigo por el redescubrimiento de uno de los tesoros perdidos de Britannia! —dijo el príncipe, con una amplia sonrisa —. Mi hermano, que había sido dado por muerto, ha regresado con nosotros. ¡Os presento al príncipe Lelouch vi Britannia, Undécimo Príncipe del Sacro Imperio de Britannia!

En ese momento, la cámara se desplazó hacia un lado para revelar…

—¡Ese es Lulu! —chilló Shirley, mientras miraba con asombro a su amor verdadero, con el teléfono colgando sin fuerzas en la mano.

—No. Eso es imposible. Ese tipo solo se parece a Lelouch… —intentó explicarse Rivalz.

—Es cierto —dijo Milly en voz baja, su mirada fija en la imagen de Lelouch en el televisor.

—A todos los habitantes del Área 11, tanto británicos como once por igual —dijo Lelouch con voz clara y firme —. Me gustaría agradeceros por la hospitalidad que vuestro país me ha mostrado en estos últimos siete años. Estoy realmente agradecido por haber podido vivir entre vosotros, como uno de vosotros. Una parte de este país estará siempre en mi corazón. Pero, por ahora, debo reunirme con el resto de mi familia en la Madre Patria.

Los miembros del Consejo Estudiantil contemplaron la televisión, tratando de asimilar la apariencia austera de su vicepresidente. Parecía regio, pero frío, en cierto modo. Su rostro era completamente neutral y sus ojos parecían desprovistos de energía. Casi muertos.

—Poble Lelouch —dijo Milly con tristeza, aplastando con más fuerza la carta en su puño.

—¿A qué te refieres con lo de "pobre Lelouch"? —exclamó Rivalz —Es un maldito príncipe. ¡De la realeza! ¿Qué demonios estaba haciendo aquí con nosotros, de todas formas?

Milly no respondió hasta que la transmisión se cortó y volvieron a emitir la telenovela. Después, aliso la carta con mucho cuidado.

—Tengo un mensaje aquí de parte de Lelouch, chicos. Por favor, escuchad mientras lo leo —dijo suavemente antes de comenzar a recitar.

"Querida Milly,

En primer lugar, me gustaría disculparme por todo el drama que esto causará en el campus. Pero sé que te encanta el caos, así que debería disculparme con los demás. Mi tapadera se ha visto comprometida hoy y, lamentablemente, os dejaré. No estoy seguro todavía de lo que van a hacerme, así que mantén esto en secreto para los demás hasta que salga todo a la luz. Si nunca anuncian mi reaparición, entonces será seguro asumir que me han retenido y ejecutado sumariamente.

He enviado a Nunnally a la clandestinidad y he borrado cualquier rastro de ella de los registros de la escuela. Supongo que es una suerte que estuviera tan aislada aquí. La mayoría de los estudiantes ni siquiera saben de su existencia. Quiero que hagas jurar al Consejo Estudiantil que guardaréis el secreto. No dejaré que Nunnally se convierta en una herramienta con fines políticos, ni que sea víctima de la ambición de alguien. Perdóname si esto te parece duro, pero no perdonaré a nadie que nos traicione a mí o a Nunnally. Ella debería estar a salvo por ahora, y consideraré a cualquiera que comprometa su seguridad como mi enemigo.

Dejando esto a un lado, supongo que puedo comenzar con las despedidas. No sé si podré veros de nuevo, ni si se me permitirá volver al Área 11. En última instancia, dependerá de lo que el Emperador haya planeado para mí. Si todavía puedo serle útil, creo que podrá obviar esta transgresión. Sin embargo, ese hombre nunca ha sido rápido para perdonar.

Milly, una vez que todo salga a la luz, o si es que sale a la luz, diles a los demás la verdadera razón por la que me escondía con vosotros. Estoy seguro de que la familia imperial no querrá que esa historia que se haga pública, así que tendré que inventarme alguna ficción para cubrirles sus culos. Tú conoces toda la historia, creo. O al menos conoces la mayor parte, ya que tu familia fue víctima con la mía de la ambición imperial.

Siempre has sido una gran amiga para mí, Milly. Has sido mi apoyo y confidente desde que entré a vivir con tu familia. Nunca nos culpaste o acusaste ni una sola vez de haber puesto en peligro a tu familia, cosa que sé que hicimos. Tu determinación para ver el lado positivo de todo fue uno de los cimientos para nuestra supervivencia aquí. Gracias a ti, no solo sobrevivimos, sino que prosperamos. Te extrañaré mucho. Dile adiós a tu abuelo también de mi parte. Con suerte, suponiendo que no muera de repente en extrañas circunstancias, podré veros de nuevo.

Rivalz, has sido mi compañero constante los últimos cinco años. Has sido mucho más que mi chófer para nuestros pasatiempos ligeramente ilegales. Has sido mi camarada, mi amigo, así que te encargo cuidar de los demás a partir de ahora. Eso significa que tendrás que trabajar duro desde ahora para mantener a Milly a raya. No puedes dejar que se salga con la suya con todos sus planes solo porque… bueno, no revelaré este secreto tuyo en particular. Lo más importante es que te asegures de mantenerlos a salvo. Os aprecio a todos y lamento no poder seguir estando ahí para vosotros. Una cosa más, Rivalz, no desperdicies todos tus ahorros intentando hacerte cargo de nuestro esquema de juego. Eres un pésimo jugador de ajedrez.

Shirley, gracias por estar siempre ahí para mantenerme en el camino correcto. Se que puede que no lo haya parecido, pero de verdad aprecio que te hayas preocupado tanto por mí como para criticarme. Querías lo mejor para mí, y lo entiendo. Así que gracias por preocuparte, Shirley. Al crecer como lo hice, fue raro encontrar a alguien que se preocupara de verdad por mi bienestar más que por cómo podría usarme. Eres un tesoro y lamento no poder estar más ahí. Voy a echar de menos tu compasión y constante preocupación por mí.

Nina, tienes una mente brillante y extrañaré nuestras ocasionales charlas nocturnas sobre política, filosofía y ciencias. Ha habido pocos que han podido entenderme tanto como tú. Nunca te reprimas por miedo a ser el centro de atención. El mundo necesita a personas que puedan pensar por sí mismas. Tú eres una de esas personas, no lo escondas.

Voy a pediros que queméis esta carta cuando la hayáis terminado. He mencionado a mi hermana en ella, por lo que representa una amenaza inherente a su anonimato. También voy a pediros que intentéis reprimir el caos que ocurrirá si se descubre quien soy. Distraedles. Deberíais poder sacárselo de la cabeza con algún festival espectacular. Estoy seguro de que podréis encontrar alguna tontería para celebrar.

Os quiero a todos, mis preciados amigos.

Lelouch Lamperouge

O mejor… Lelouch vi Britannia, ya que es quien ahora debo ser."

La sala del Consejo Estudiantil se sumió en el silencio durante un momento, mientras procesaban el contenido de la carta.

—Entonces… ¿cuál es la verdadera historia, presidenta? —preguntó Shirley tímidamente.

Milly frunció el ceño.

—Cuando su madre fue asesinada por no contar con el favor de otros miembros de la familia imperial (aunque atribuyesen el ataque a terroristas), Lelouch y Nunnally lo perdieron todo. Al negarse el Emperador a investigar el ataque como pedía Lelouch, él renunció a sus derechos al trono. En respuesta, el Emperador envió a Lelouch y a Nunnally a Japón como rehenes políticos durante la Crísis de la Sakuradita.

»Pero cuando finalmente perfeccionaron los Knightmare Frames, el Emperador abandonó la negociación y decidió invadir el país. Abandonó a Lelouch y a Nunnally en una zona de guerra. Los dejó para que murieran —explicó Milly —. Es por eso por lo que nunca volvieron a la Madre Patria. Para Lelouch, él y Nunnally no eran más que peones desechables en el juego del Emperador. No estaba dispuesto a volver para ser usado de nuevo. No voluntariamente, al menos. No creo que pueda perdonar jamás a su padre.

—Eso es… eso es horrible —susurró Shirley.

—¡Tenemos que rescatarlo! —exclamó Rivalz de repente.

—No seas idiota, Rivalz —dijo Nina en voz baja —. Lelouch sabía que no había vuelta atrás una vez revelada su identidad. Por eso le dejó la carta a Milly. Está preparado para volver y ser utilizado para asegurarse de que Nunnally está a salvo. Además, ahora está con el príncipe Clovis. No hay un lugar en toda el Área 11 con más seguridad. ¿Vas a pedirles que te lo entreguen?

—Nina tiene razón —dijo Milly —. Lelouch sabía lo que estaba haciendo. Dejó que lo capturaran. De no ser así, se habría escondido con Nunnally.

—Lulu es tan galante —suspiró Shirley —. Sacrificándose por el bien de Nunnally.

—Oh, cierto —dijo Milly de repente, poniéndose en pie y mirando a los otros miembros del consejo —. ¡Yo, Milly Ashford, como presidenta del Consejo Estudiantil, os ordeno que jamás volváis a hablar de Nunnally Lamperouge! Quedáis juramentados a guardar el secreto.

—Sí, porque una amenaza de un príncipe imperial no era suficiente para mantenernos callados —murmuró Rivalz —. Supongo que deberíamos esconder todas las cosas de Nunnally, para que nadie las encuentre si viene a husmear.

—¡Rivalz! —exclamó Milly antes de golpearlo en la cabeza con la carta —. Juraste guardar el secreto, ¿recuerdas? Pero tienes razón. ¡Nueva actividad del Consejo Estudiantil! ¡Esconder o destruir las pruebas!


Mientras tanto, en una base militar no muy lejos de allí, el margrave Jeremiah Gottwald observaba boquiabierto la televisión donde acababan de mostrar al hijo de Lady Marianne. ¡Vivo!

—Jeremiah —dijo Viletta suavemente tras él cuando no se movió por más de un minuto.

Él hizo caso omiso de su preocupación y se apresuró a ponerse en marcha. ¡El príncipe Lelouch estaba vivo! El único hijo de Lady Marianne estaba vivo. ¿Y había estado escondido todo ese tiempo? Eso no importaba. Tenía fracasos que compensar. Primero, por no proteger a la madre del niño, y segundo, por no proteger al príncipe Lelouch y a su hermana Nunnally.

¿Estaba viva la princesa Nunnally?

Jeremiah frunció el ceño mientras recorría un pasillo tras otro, en dirección al aparcamiento. No, si la princesa aún estuviera viva habrían anunciado también su supervivencia. Entonces, eso eran tres fracasos. Tres manchas negras en los andrajosos restos de su honor. Tres pecados que expiar.

Condujo como un loco hasta el palacio de Clovis, colando su lujoso automóvil deportivo entre el tráfico como si no costase más que la mayoría de los ingresos brutos anuales de la mayoría de los británicos. No importaba. El coche no importaba. Su vida no importaba, ni la de los que viajaban en los vehículos que esquivaba. Lo único que importaba era el príncipe Lelouch vi Britannia.

Sin embargo, cuando llegó, solo encontró decepción.

—¿Lelouch? Oh, llegas tarde, Gottwald —dijo Clovis alegremente —. Ya está en el avión, camino a la Madre Patria.

—Entonces solicito respetuosamente una licencia temporal, Alteza —insistió Jeremiah.

—Bien, bien —admitió Clovis agitando la mano —. Adelante, pues. Simplemente haga saber a mi gente cuando regresará.

—Gracias, Alteza.