LET IT BE.
PRÓLOGO.
EN EL QUE LA ACTITUD DE PETUNIA DURSLEY ES ENTENDIBLE.
Petunia Dursley, siempre había soñado con tener una hija.
Rezaba por las noches para que el feto que llevaba en su vientre cuando la mujer quedó embarazada fuera una niña. Una florecilla como lo habían sido ella y su hermana.
Petunia Dursley sabía que la llamaría Daisy Ivy Dursley, sabía que pintaría su habitación rosa y blanca y que la mimaría y la amaría para siempre.
Por eso, cuando Petunia Dursley sufrió el aborto de su Daisy Ivy, Petunia quedó rota.
Rota, hasta que sus plegarias se cumplieron y quedó bendecida con un segundo embarazo.
Pero esta vez, fue un pequeño muchacho rechoncho al que su marido llamó Dudley.
Petunia empezó de nuevo a ser feliz, a sonreír a medida que veía crecer a su pequeño retoño.
Y entonces, pasó lo de los Potter.
Petunia siempre había tenido envidia de Lily. Desde lo guapa y amable que era, hasta lo orgullosa que hacía a sus padres siendo una bruja. Pero cuando Petunia recibió una carta de su hermana en la que invitaba a los Dursley a las primeras navidades de los gemelos Harry y Venecia, Petunia sintió tal envidia que dejó de responder las ya de por sí esporádicas cartas de su hermana y tratarla como si no existiera.
Y entonces, pasó lo de los Potter.
Pero esta vez, no era Lily intentando contactarla, era un anciano que decía que su hermana y su marido habían sido asesinados, y que sus sobrinos, habían quedado huérfanos.
Cuando Petunia vio el conjunto de mantas que suponía ser su sobrina Venecia, sintió una oleada de amor incondicional hacia la pequeña que solo podía ser reconocida como amor de madre.
Venecia Potter fue amada por más de una madre en su vida. La primera por su propia madre, la tercera por la Señora Weasley y la segunda, por su Tía Petunia, que la amó con todo su ser por un total de cinco horas, tras las cuales, Venecia despertó de su sueño tras oír a su gemelo llorar por la falta del calor de sus padres y Petunia vio sus ojos.
Verdes.
Como su madre.
