Debí subir este capítulo hace un rato, pero la verdad de pronto me sentí sin ánimo, aun así, aquí está, disfrútenlo.
Gloria-Corsa.- Gracias por tu lindo review, aquí tienes el reencuentro. Por cierto gracias también por tu review en la historia que subí de La Milla, es muy amable de tu parte. En fin, que lo disfrutes. ;)
Disclamer.- Todo pertenece a otras personas, no sé a quien, supongo que Marvel, Disney y muchas más, nada es mío salvo la historia y escribo sin ánimo de lucro.
Para Violette Moore, que lo leyó primero.
Predestinación y Albedrío.
por
Adrel Black
I
Albedrío
Lo intenté, traté por todos los medios de llegar, pero fue imposible, ni siquiera estoy seguro de que has vuelto, la información de que dispone la CIA, y en consecuencia yo, es limitada.
Quisiera volar hasta el lugar en el que te encuentras, pero dicen, otros que saben más que yo, que no puedo hacerlo. Las brújulas se volverán locas, es imposible llegar, la energía en el ambiente no permite las comunicaciones, de modo que, estoy aquí, como un imbécil en el complejo de la CIA de Berlín mirando la calle lluviosa una vez más, solo que esta vez no hay peatones. El mundo está demasiado entusiasmado y demasiado asustado.
De pronto aquellos que ya no estaban están aquí, han vuelto; según los rumores, de pronto Thanos está aquí de nuevo también. Seguramente las familias se mantienen en sus casas, acompañados por aquellos a los que en cinco años no han visto, seguramente las familias están en pánico rogando por no sufrir más, yo ciertamente lo estoy.
No puedo apartar la idea de que Thanos les vencerá de nuevo, que te irás sin que haya podido verte, abro el cajón del escritorio, mi arma está ahí, presta. Si las cosas no salen bien, no volveré a pasar de nuevo por todo esto, no estoy dispuesto a sufrir por otros cinco años, ni siquiera por otros cinco minutos; al primer indicio de que te has ido, será todo, el fin de la historia.
Dijiste que estábamos predestinados, pero la magia se ha ido contigo, ahora yo elijo el albedrío y en ese derecho elijo que si no has vuelto será el fin para mi, asiento a la nada, a la lluvia que veo por la ventana, como un soldado, es el punto final.
—Es difícil de explicar —dijiste alguna vez mientras nos sentábamos en un bar en Amsterdam —la realidad es algo aún más fino que un cabello, más delicado que un diente de león. —Yo estaba embelesado mirando el movimiento de tus manos, pasaste la mano por la mesa y una galaxia se reflejó en ella, casi como si fuera una trampilla hacia el cosmos. —Cualquier movimiento inesperado, fuera de lugar puede crear un desajuste que haría que el universo entero se colapsara.
—Y yo que creí que mi trabajo era importante —bromee, mientras bebía otro sorbo de mi vaso de whisky, reíste también pasaste la mano de nuevo sobre la mesa y la superficie volvió a ser solo la superficie.
Recuerdo haber pensado que todo lo que tocas se convierte en mágico y maravilloso, recuerdo que me pregunté si me ocurriría lo mismo si me tocabas, solté otra risa, tal vez debía dejar de beber, supongo que pensaste lo mismo pues cuando el barman se acercó pediste la cuenta.
Se que la realidad, y el mundo, y el tiempo, y el universo te necesitan, pero Dios, ojalá nos hubiéramos quedado entonces en Amsterdam, ojalá fuéramos solo dos tipos en unas vacaciones largas bebiendo, y paseando, y teniendo sexo. Sé que es demasiado pedir porque tú eres tú y yo no cambiaría un solo cabello de tu persona, pero desearía… desearía tantas cosas ahora mismo.
Desearía que estuvieras aquí, desearía estar seguro que has vuelto, desearía que pudieras tomar la realidad y el tiempo y aparecieras por medio de uno de tus portales mágicos a mi lado ahora mismo.
Escucho al otro lado de las puertas de vidrio el sonido de llamadas de todas partes, hay pedidos de auxilio y solicitudes de apoyo del mundo entero, pero es poco lo que puedo hacer, hemos desplegado a todos los efectivos que tenemos, el caos es bastante parecido al de aquella vez.
Cuando desaparecieron había autos estrellándose por todas partes, personas encerradas, niños quedándose solos de pronto, aviones cayendo aquí y allá. Incendios, inundaciones, recuerdo que una de nuestras prioridades fueron las centrales nucleares, pues ahora ha ocurrido lo mismo. De pronto hay personas cayendo del cielo, de pronto hay personas materializándose a mitad de las calles, de pronto hay personas sufriendo paros cardiacos al ver a sus seres queridos apareciendo de la nada, de pronto hay personas que vuelven para encontrarse que toda su familia murió mientras estuvieron, no tengo idea de dónde. Y a pesar del caos que reina a mi alrededor solo hay una pregunta en mi mente: y tu ¿Dónde estás?
—¿A cualquier lugar? —te pregunté una noche de pie mientras mirábamos el Támesis, nunca he sido dado al romanticismo, pero no negaré que el ambiente aquella noche era sin duda romántico.
Había parejas paseando junto a nosotros, era una noche despejada, extraña en el Londres habitualmente lluvioso, había luna menguante aquel día, pero era más plateada de lo que recuerdo haber visto nunca.
—Si.
—Estás blofeando —dije, había visto tus poderes en marcha más de una vez, no tenía ninguna razón para dudar de que eras capaz de lo que decías, pero aun así, un simple mortal como yo no podía abarcar con el pensamiento aquella idea inconmensurable.
—Elige un lugar —tenías la mirada seria y detuviste tu caminata mientras lo decías, me detuve también.
—Singapur —respondí, por nada en particular, solo porque fue lo primero que pensé.
Tomaste mi mano y de forma brusca me atrajiste contra ti, nos besamos, sentí como el piso se desvanecía bajo mis pies, pero me negué a abrir los ojos, de pronto el olor de Londres siempre lluvioso se desvaneció reemplazado por el aroma salobre e inconfundible del mar. Abrí los ojos y por un segundo no supe dónde estaba, el viento azotaba las palmas a doscientos metros del suelo justo en la terraza del Marina Bay Sands en Singapur, allá abajo, montones de otros edificios aluzaban la ciudad de colores, a pesar de ser de noche muchas personas aún nadaban en la alberca infinita, aquello parecía un mundo diferente.
Sonreías, muy seguro de ti mismo, aun me apretaba contra ti.
—Chile —dije solamente y cerré los ojos de nuevo.
Esta vez fue diferente, el piso no se desvaneció, fue más como si fuéramos figuras estáticas mientras a nuestro alrededor cambiaba el escenario.
Nos apretábamos fuerte uno contra el otro en la esquina del Sky Costanera de Santiago de Chile, ahí era de día, por las paredes de vidrio podía ver las montañas nevadas, a lo lejos, la ciudad se extendía a nuestros pies, los turistas absortos en la contemplación de aquellas maravillas no se daban cuenta que dos hombres se habían materializado en un rincón de la nada.
—¿Qué fijación tienes con los lugares altos? —te pregunté.
—Es como estar en el cielo —me miraste con intención, te besé, quizá de forma inapropiada en aquel lugar lleno de familias.
—Berlín —dije —mi apartamento —especifiqué. Tus ojos claros oscurecieron mientras me besabas sin piedad.
El piso se cimbra y me saca de mi ensoñación, las alarmas de automóviles y casas saltan de pronto, las ventanas se estremecen mientras los vidrios se resquebrajan y se convierten en telarañas ante mis ojos, a mi alrededor, las luces parpadean, me pregunto si es un sismo. Es lo único que le falta a mi día, un jodido sismo.
Salgo de la oficina.
—¿Qué diablos fue eso? —pregunto a las pocas personas que hay en el complejo, todos tratan de comunicarse buscando respuestas pero no hay ninguna.
El ruido en la ciudad es ensordecedor, alarmas de autos casas y edificios suenan sin parar, desearía que guardaran silencio Pasan los minutos sin respuesta cuando sucede, un portal se abre dentro de mi oficina y tu lo cruzas. Estás destrozado, cubierto de tierra y sangre, llevas las ropas sucias y desgarradas y parece que vas a desfallecer en cualquier momento.
Siempre creí que cuando volvieras correría y te abrazaría, o quizá te golpearía por irte. Pero no hago ninguna de las dos, lo único que atino es quedarme ahí, de pie, atónito, seguro que eres una visión. Que mi mente a colapsado al fin y que si me acerco te desvanecerás como el humo de todos los cigarrillos que he consumido en estos cinco años.
—Desearía que no tomaras tanto tiempo en analizar las cosas, —dices y yo sonrío, sin duda eres tu —estoy muerto de cansancio y me duele cada hueso.
Me acerco y te abrazo, aunque tú más que abrazar dejas caer todo tu peso sobre mí.
—Stephen —susurro.
—¿Podemos ir a tu departamento? —dices —no puedo sostenerme más en pie.
—Si, podemos ir a cualquier lugar. —No puedo verte, pero siento contra mi mejilla el movimiento de tu barba y sé que sonríes.
Paso mis brazos por tu espalda, tu peso aún está sobre mis hombros, pero no me importa, el piso se desvanece bajo mis pies y aparece la duela abrillantada de mi departamento. Te arrastro hasta el baño y dedicamos la tarde entera a limpiar la tierra de tu cuerpo y a curar lo mejor que puedo tus heridas, que por suerte no son profundas, ni complicadas.
Debería avisar a la CIA que he decidido tomar unos días, pero no puedo alejarme de ti para ir por el teléfono. Luego de que estás presentable, descansas en mi cama como otras muchas veces.
—Huele a humo de cigarro —te quejas un poco, pero sigues sin moverte de mi lado.
—Te fuiste y vi mi oportunidad para volver al vicio —te digo con ligereza, casi como si no importara. Pero mientras te abrazo más fuerte puedo sentir que no voy a contener más el llanto.
—Everett —dices y me miras, pasas tus manos y te llevas mis lágrimas entre tus dedos. —¿Fue muy duro? —preguntas.
—Si, —asiento —¿para ti fue fácil? —pregunto y por un momento tengo miedo de tu respuesta, temo que digas que no significó lo mismo que para mí.
—Fue como quedarse dormido y luego despertar por la mañana. —Envidio tu respuesta, envidio haber podido ahorrar todo este dolor, pero luego dices —Lo más difícil y doloroso fue cuando me fui. Sé que nos despedimos antes, pero cuando supe lo que estaba pasando me di cuenta de todas las cosas que debí decirte y no dije.
No puedo evitarlo y me quiebro de nuevo, hay tanto dolor dentro de mí y tanto miedo, pienso que despertaré en cualquier momento y tu no estarás, el mundo seguirá siendo gris y lluvioso y tu solo serás un recuerdo, la promesa de una historia grandiosa.
—Everett. —Aun tengo los ojos aguados y me siento como un tonto por no poder parar de llorar, —lo lamento, lamento que hayas tenido que pasar por esto por mi culpa.
—¿Por tu culpa?
—¿Recuerdas cuando nos conocimos? —Asiento —yo te busqué, porque sabía que debíamos conocernos y no podía esperar, yo necesitaba saber qué era lo que había entre nosotros, —te señalas el pecho y señalas el mío —eso que yo sabía estábamos predestinados a ser. Entonces también sabía vagamente que había una amenaza y que el chasquido y Thanos eran una posibilidad —de verdad pareces avergonzado, yo te miro con suspicacia —pude haber esperado, esperado a después de todo esto para buscarte, habría podido ahorrarte todo este dolor, pero… estaba tan ansioso de conocerte.
Yo apenas puedo seguir tu razonamiento, el dolor me encoge el corazón y pienso en Singapur y en México, en Chile y Londres, pienso en todos los desayunos compartidos y las noches aquí en Berlín, recuerdo alguna vez que vimos juntos la aurora boreal en Finlandia y cuando estuvimos a tiempo de ver una tormenta eléctrica en el Río Catatumbo.
—Nunca —te digo y tengo que parar y tomar aire para poder seguir hablando —nunca cambiaría nuestro tiempo juntos, nunca cambiaría nada y si para poder tenerte tengo que pasar cinco años de ese dolor tan horrible que sentí al perderte, pues esa es mi elección. Tu puedes hablar de destino, pero yo puedo hablar de libre albedrío y mi decisión es que pasaría por todo un suplicio si con eso puede conseguir tenerte conmigo.
Te apretaste fuerte contra mi pecho, tu voz llegó amortiguada.
—Temí que no me quisieras más —dices —que algo hubiera cambiado en el tiempo que me fui y que no estuvieras esperándome.
—Predestinación, elección —me encojo de hombros aun apretándote en mi abrazo —a quién le importa lo que esto es. Nunca voy a dejarte.
Pasan días y días antes de que volvamos al mundo real. Al final te vas al funeral de Tony Stark, a mi me envían a Londres. Nos despedimos a la puerta del apartamento, sé que debes irte y yo. Sé que no puedo decir que te llevas mi corazón, porque es cursi y trillado, pero también es la realidad, te llevas contigo y con tu magia, mi corazón y mi pensamiento.
No puedo decir que me sorprenda encontrar en mi escritorio un café recién preparado de vez en cuando o un desayuno procedente de Nueva York y traído ilegalmente a Londres por medio de tu magia. Tampoco diré que me sorprendí cuando apareciste bajo el quiosco bajo el que compartimos nuestro primer desayuno, mi corazón salta de alegría en mi pecho, como si hubiera estado dormido todo el tiempo en que nos separamos y mágicamente despertara, no lo dudo ni por un segundo, pues tu eres así… magia.
Les gustó?
No voy a negar que estoy pensando en John y Sherlock en otro universo, ¿ustedes no?
Adrel Black
