Después de haber escapado como si un titán lo persiguiera, ignorando olímpicamente la orden dada por la comandante, Floch se mantuvo toda la noche reflexionando acerca de la escena que había presenciado y muchas dudas le surgieron. De acuerdo, al parecer a Eren, Eren Jaeger, el más llorón de todos, era bien maricón con todas sus letras; sin embargo, luego de procesar eso, no pudo evitar preguntarse una cosa:
¿A quién se estaba tirando? ¿Quién se fijaría en alguien que sólo es útil cuando se transforma en titán y grita tanto? En la vida cotidiana quiso decir; o sea, en la lucha y eso. Sabía de la obsesión de la Ackerman por el chico; pero, he ahí el problema: NO ERA ELLA.
«De acuerdo, Floch, cálmate», pensó mientras se adentraba al comedor, siendo bienvenido por los griteríos de los soldados legionarios. Buscando un sitio en donde sentarse, ubicó uno libre junto a Connie y Sasha en la única mesa que seguramente no era bienvenido y en la que menos quería estar.
—¡Cara de caballo! —gruñó Eren, intentando arrebatarle el trozo de pan robado.
—Ay, ay, ya —dijo Jean, devolviéndoselo—. No te alteres, bastardo.
«Par de estúpidos», pensó Floch, comiendo de su barra de nutrientes. No obstante, una pequeñísima lucesita se prendió en su cabeza.
¿Podría haber sido Jean quien estuvo con Eren? Se preguntó, viéndolos. Solían pelear como niñitos de cinco años, pero conocía perfectamente frases como "Del odio al amor hay un paso" o "Los que se pelean se desean". ¿Podía ser posible...?
¡Joder, qué asco!
Su vista viajó entonces a Armin, quien estaba ubicado frente a él y junto al chico titán.
—Ya basta, Eren— ordenó el mismo con absoluta calma, tomando al mencionado del cuello de la camiseta para que dejase de refunfuñar y compartir infantiles piques con el otro.
Floch clavó la mirada en él, observándolo detenidamente. ¿Y él? Tal vez así, con esa cara de no haber roto nunca un plato, engañaba. A veces los angelitos solían ser los peores; pero... le costaba imaginarse a ese ser metiéndole nada a Eren. ¿Sería posible?
—Oi, Eren —escuchó de repente.
Mirando automáticamente al mencionado, visualizó cómo el capitán Levi le posaba una mano en el hombro y el chico le prestaba atención.
—¿Qué sucede, capitán?
—¿Terminaste? —Eren observó su plato, que ahora se hallaba con algunos restos de migajas, y asintió—. Bien, acompáñame —ordenó, a lo que asintió sin pensar mientras se ponía de pie.
Ambos desaparecieron por uno de los pasillos y Floch contempló sorprendido cómo ninguno de los presentes se mostraba extrañado de que Eren obedeciera así de fácil y rápido.
¡Levi ni siquiera le dijo para qué lo necesitaba!
Entonces la idea de que el capitán fuera "ese hombre" cruzó por su cabeza. Si lo pensaba bien, tenía sentido; Eren se mostraba obediente con él y no solía replicarle nada, a excepción de aquella vez en la recuperación del Muro María. Tal vez el quisquilloso del capitán tenía cierto gusto por la sumisión y, debido a ello, se había fijado en el chico titán. También podía agregar que pasaban mucho tiempo juntos y, aunque tuvieran sus razones, eso era extraño tratándose de un adolescente y un hombre que no tenían nada en común. Seguramente las hormonas de uno y la posible abstinencia del otro pudieron más que ellos.
Ah, por Dios, qué imagen. BORRAR.
Procurando ser lo más silencioso posible, Floch avanzó por el pasillo donde se habían ido aquellos dos y se encontró conque llevaba a varias habitaciones sucias y desoladas.
Mierda, ¿y si el capitán se llevó a Eren para follárselo en una de ellas? ¡Pero si ya tuvieron sexo ayer! ¿Les iba lo mañanero?
—¡Ah, no puedo, capitán!
El pelirrojo se detuvo de repente, paralizándose y sintiendo un fuerte déjà vu.
—¡Mierda, Eren! ¡Más arriba!
—¡No puedo más! ¡Ah!
Luego de varios y nerviosos pasitos, logró llegar a la habitación de donde provenían los ruidos; sin embargo, justo cuando iba a asomarse con disimulo, un fuerte estruendo llegó a sus oídos.
—¡JODER!
—¡Lo siento!
Fue entonces cuando observó el interior de aquella habitación llena de mierda y se encontró con Levi, quien se hallaba tirado de culo en el suelo, rechazando la mano de Eren.
—¿Q-Qué pasó? —se atrevió a preguntar.
Ambos le dirigieron una mirada llena de dudas y Floch se preguntó si se había pasado de tonto.
—¿Tú qué haces aquí? —cuestionó el que, en su opinión, gritaba mucho.
—Uh...
—Deberías estar entrenando en lugar de husmear por ahí —habló el capitán, mirándole con seriedad—. La semana que viene se te acaba el relajo —avisó lo que ya sabía, refiriéndose con ello a que en la siguiente semana les tocaría colaborar en la erradicación de los titantes restantes en el territorio María.
—Eh, sí, sí, lo sé —se apresuró en contestar—. Lo siento.
—Tch. Eren —llamó Levi, a lo que éste le miró.
—¿Sí?
—Si me vuelves a dejar caer en lo que te resta de vida te voy a patear el trasero —gruñó, agachándose en el suelo.
—¡Lo siento! Es que es... muy pesado —murmuró.
—¡Sube!
Seguidamente, Floch observó cómo el mayor fulminaba a Eren con la mirada antes de dejarlo subir a sus hombros y levantarse, cargándolo en el proceso. Fue entonces cuando, en ese momento, viendo a Eren sacudir una de las esquinas de la habitación con un plumero, cayó en cuenta de lo tanto que habían cambiando sus pensamientos a causa de una escena que no tenía que haber presenciado nunca. Ya de camino al comedor reflexionó acerca lo estúpido que había sido. ¿Cómo iba el capitán Levi a hacer algo de eso con Eren? Si anoche había ido justamente a sustituirlo, y además, ¡le voló media dentadura de un puñetazo! Allí no podía haber amor, ni deseo, ni nada de nada.
Aunque bueno, tal vez así podría mamársela mejor.
Ok no, se dijo. Suficiente.
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