Capítulo 2.
Una solitaria chica caminaba a través de los pasillos de la preparatoria Otonokizaka, se dirigía a su clase. Llevaba la vista clavada en el suelo, no se atrevía a mirar a nadie. Siempre había sido así: una chica sumamente tímida a la que le costaba demasiado el poder entablar una conversación con un extraño. Hasta ahora nunca le había importado mucho eso ya que siempre había tenido a su fiel amiga y protectora, pero esto había acabado, su amiga había muerto en un terrible accidente hacía tan sólo unos días y se sentía fatal, como si su vida no tuviera sentido ya, nada valía la pena si ella no estaba.
Vio que ya casi llegaba a su clase, una vez verificado esto volvió a bajar la mirada para evitar cualquier contacto visual con cualquier alumna. Justo cuando estaba a punto de entrar escuchó las voces de unas chicas de su misma clase. En realidad eso no tenía nada de especial. Pero fue lo que dijo una de ellas lo que hizo que su mundo se detuviera.
-¿Habéis oído...? Una de las chicas de la otra clase dice haber visto a esa alumna que murió hace poco... ¿Cómo se llamaba...? Yazuki o algo así, ¿No? -dijo una de las alumnas tratando de hablar lo más bajo posible.
-Es Yazawa Nico. Y sí, sí escuché eso. Pero no creo que sea verdad. Quiero decir, ¿Por qué se presentaría así sin más?
-Puede que tengas razón... Pero aún así, ¿No crees que da un poco de miedo?
-Sí que da miedo. Esa chica era una buena persona. Y su amiga quedó muy devastada cuando se enteró del accidente...
-Sí... Pobre chica...
Ella por su parte no podía creer lo que estaba escuchando, ¿Estaba Nico realmente viva? Puso ambas manos en su boca para reprimir un grito. Miró alrededor y emprendió su camino fuera de la preparatoria. Si aquello era cierto debía comprobarlo ella misma.
...
Nico corría a través de las calles de la ciudad lo más rápido que podía. Aquello la había cogido fuera de lugar. Según ese periódico ella y toda su familia había muerto hace unos días en un fatídico accidente de tráfico. Pero si aquello era cierto ¿Cómo es que ella estaba allí, corriendo como loca por la ciudad? Paró de correr, su cuerpo no podía más, ella no era una persona atlética después de todo. Se apoyó en el escaparate de una tienda de electrónica. Múltiples gotas de sudor se habían hecho presente en su rostro. Parecían diamantes a la luz del sol.
Hasta ahora no lo había notado pero la ciudad se veía sumamente diferente, más lúgubre, decaída. A pesar de que el sol estaba en su pleno apogeo. Miró al otro lado de la calle y se dio cuenta de que había un enorme póster que decía: "OBEDECE" en letras vistosas. Aquello la incomodó en gran manera. Decidió dejar de ver aquel intimidante póster y desvió su mirada hacia la tienda, donde habían expuestos una gran variedad de televisores. Lo que vio la dejó de piedra:
"La gran empresaria japonesa, Maki Nishikino, acaba de cerrar un importante contrato con el gobierno japonés acerca de..."
Dejó de escuchar en ese momento. Justo al mismo tiempo que había escuchado una Maki con expresión ambiciosa y segura de sí misma descendía de un jet privado acompañada de múltiples hombres y mujeres vestidos con trajes, al igual que Maki. Pero ellos la seguían a ella. Decidió seguir escuchando la noticia.
"Las industrias Nishikino son una enorme organización internacional con base en Japón. Han sido los precursores de múltiples avances tecnológicos en el campo tanto militar como civil..."
De acuerdo. De acuerdo. Esto no puede estar pasando. Debe ser un mal sueño. Era lo que se repetía Nico una y otra vez dentro de su cabeza.
"A pesar de tener sólo quince años, Maki Nishikino ha demostrado ser una gran experta en las finanzas y en el negocio de la tecnología..."
¿Quince? O sea que aún conservaban esa edad. Nico sentía que en cualquier momento iba a desmayarse. Así que decidió dejar de ver la televisión y se dirigió a su casa. Donde pensaría en su situación.
La pelinegra abrió lentamente la puerta principal de su casa. Entró igual de lento y miró alrededor, todo estaba exactamente igual que su hogar de siempre, salvo que está vez todo estaba sumergido en un silencio espectral y una fina capa de polvo lo cubría todo. Todo lucía tan igual pero tan diferente al mismo tiempo...
Llegó hasta el comedor y dejó su mochila encima de la mesa. Empezó a caminar hacia la cocina pero a mitad de camino cayó sobre sus rodillas. Apoyó sus manos en el frío suelo. Antes de que pudiera hacer algo se dio cuenta de que había empezado a llorar. Las lágrimas salían en torrente de sus ojos a medida que su respiración se hacía cada vez más pesada. Empezó a gemir fuertemente. Se dejó caer en el suelo y se hizo un ovillo sobre sí misma. Rodeó sus piernas con sus brazos, un pequeño charco de lágrimas se había creado junto a su mejilla. Las lágrimas se agolpaban en el suelo que Ui siempre mantenía limpio, miró a la cocina y se desesperó al darse cuenta de que su madre no le prepararía algo delicioso y que no escucharía las bromas de su padre.
Los sollozos se intensificaron y se aferró aún más fuerte a ella misma. Se dio cuenta de que estaba sola. Y de que tendría que encontrar la forma de regresar ella sola.
Se levantó del suelo, agarró su mochila y se dirigió a su habitación. Avanzaba lentamente a través de su casa. Subía los escalones de tal forma que parecía que alguna fuerza sobrenatural estaba tirando de ella. Llegó hasta el pasillo y vio la puerta de la habitación de sus hermanos. Abrió la puerta lentamente y echó un vistazo en el cuarto, estaba igual que siempre, las lágrimas volvieron a su rostro. Decidió dejar de ver y cerró la puerta de nuevo. Aceleró el paso y vio la puerta de la habitación de su madre. Sintió un nudo en su garganta. Llegó finalmente a su habitación y una vez dentro de esta dejó caer su mochila en cualquier sitio, no le prestó mucha atención. Se dejó caer en su cama y se dispuso a tratar de dormir un poco, pero cuando estaba a punto de hacerlo desvió la mirada hacia su mesita de noche y ahí lo vio: vio el pequeño cubo de color negro que hacía un rato había empezado a brillar.
-Todo es tu culpa...-murmuró Nico. Después de unos segundos analizó detenidamente lo que había dicho-. Todo es tu culpa-dijo y se levantó a toda velocidad de su cama. Tomó el cubo y lo miró detenidamente-. ¡Todo es tu culpa!-gritó de repente y estrelló el cubo contra el suelo violentamente. Este hizo un sonido seco al impactar-. ¡Todo es tu maldita culpa!-a continuación empezó a golpear el suelo una y otra vez con el cubo. Había empezado a llorar otra vez-. ¡Tú pequeño pedazo de...!-sostenía en cubo en el aire-. ¿Qué demonios eres...? -murmuró y dejó caer el artefacto al suelo, cubrió sus ojos con sus dos manos.
De repente el cubo empezó a brillar otra vez. Pero ahora la luz no era tan intensa. Nico notó esto y retrocedió hasta la puerta de su habitación. La luz del objeto se fue haciendo cada vez más tenue y ahora sólo brillaban los bordes de este. Súbitamente varias figuras geométricas empezaron a aparecer en una de las caras del cubo. Estaba pasando lo mismo que la última vez. Nico sintió que todo su ser se iba llenando de un miedo nunca antes sentido. Empezó a avanzar lentamente hacia el objeto. Justo cuando estaba a unos centímetros de él las figuras geométricas pararon de pasar rápidamente y se detuvieron en un triángulo.
-¡Espera! ¡Espera...! -exclamó Nico alarmada y sin saber muy porqué agarró el cubo con ambas manos.
Sin saber la razón sintió que algo había cambiado. Miró alrededor y se dio cuenta de que todo estaba gris. Excepto ella. Salió a toda velocidad de la habitación, el pasillo también estaba gris. Bajó las escaleras y con horror vio que todo a su alrededor estaba del mismo color.
La desesperación se hizo presente. Ahora no era miedo sino espanto, terror, y demás lo que sentía la castaña. Sus piernas empezaron a temblar, aún tenía el cubo en sus manos. Comenzó a caminar en círculos a través de la sala sin saber qué hacer. Tenía que arreglar eso, pero ni siquiera sabía qué era lo que estaba pasando. En medio de la desesperación miró cada rincón de su casa:la puerta principal, la cocina, el sillón y la tele. Miró el reloj que estaba colgado de la pared y con gran espanto se dio cuenta de que las manecillas no se estaban moviendo. Se frotó los ojos con sus manos violentamente esperando que aquello fuera una alucinación. Y para temor de ella el reloj seguía sin moverse.
Se llevó sus manos a la cabeza y empezó a restregar su cabello fuertemente. Ahora sí que estaba perdida. Notó que aún conservaba el cubo en sus manos y lo puso frente a su rostro. El triángulo seguía presente en una de sus caras. Empezó a mirar el objeto de color negro fijamente. Su rostro adoptó una expresión seria. El sudor había empezado a aparecer en su frente. El temor de que aquello no se arreglaría se extendía lentamente en su cuerpo. Cuando ya creía todo perdido el triángulo que aparecía en el cubo desapareció. Sintió que todo volvía a la normalidad y vio su entorno para comprobarlo y vio que todo había dejado de estar gris.
Soltó un prolongado suspiro de alivio y volvió a respirar con normalidad. Miró el cubo y un extraño sentimiento recorrió su espinazo y tragó saliva en señal de miedo. Aquello no había sido normal. Mientras pensaba su próximo movimiento un sonido la sacó de sus pensamientos. Se dio cuenta de que provenía de la puerta: era el timbre. Al principio dudó, después de haber visto todo lo que vio ese día no confiaba en nada. Pero el sonido seguía y seguía, la persona que estaba del otro lado realmente quería entrar. Al final Nico decidió abrir. Caminó hasta la puerta y la abrió lentamente. La persona que vio al otro lado no se la esperaba, pensaba que en aquella realidad o mundo o lo que fuera eso ellas no se conocían.
-¿Nozomi...? -murmuró incrédula antes de que esta se lanzara encima de ella y le diera un fuerte abrazo.
...
Una mujer joven se encontraba frente a su ordenador personal. Llevaba una vata de color. En su rostro habían unas gafas que aumentaban su encanto. Bebía de una taza de café cuando de repente algo en la pantalla de su ordenador empezó a brillar. Abrió el archivo, que era una notificación. Al leerlo su boca se abrió lo más que pudo al igual que sus ojos.
-No puede ser... No puede ser...-miró a su alrededor para comprobar que estaba sola, volvió a la pantalla del ordenador-. Si ese es el cubo que... Imposible... -murmuraba Eli para sí misma a medida que iba leyendo lo que ponía en la pantalla del ordenador.
