Llegamos a mi casa que estaba al lado del camino de tierra, rodeada de campos. No era muy grande. Una casa de dos pisos, la planta baja compuesta del comedor, la cocina y el baño; la de arriba por dos habitaciones. La casa era de mi abuelo, quien me había cuidado desde pequeño, después del fallecimiento de mis padres. Desgraciadamente, él falleció hacía un año más o menos. La casa estaba hecha de piedra y de madera, excepto el tejado que estaba hecho de pizarra. Mar y Cielo, mis dos gatos habían venido a darme la bienvenida rozándome la pantorrilla y al verlos me agaché y les acaricié.
― Hola pequeños. - dije mientras los acariciaba. Mar era un gato completamente negro y Cielo era un gato de un blanco crudo. - Bueno esta es mi casa, - Me dirigí mirando a Eren. - y estos son mis gatos Mar y Cielo. - dije mirando a mis gatos.
― Parece muy acogedora y no tan pequeña.
― Bueno en verdad no es tan pequeña para mi solo.
― ¿Vives solo? - preguntó Eren extrañado.
― S-sí, pero tranquilo, vivir solo no es tan complicado como exagera tu madre. - dije riendo.
― Estoy seguro que puedes vivir bien solo, pero ¿por qué? ¿Te llevas mal con tus padres? - Los ojos verdes del chico parecían apagados y caídos, seguramente estaba un poco triste por saber que vivía solo.
― Si quieres te cuento más dentro de casa, ahora es mejor que te bañes y cenes. - Estaba bastante calmado, tan solo quería que él estuviese bien y pudiese suplir su necesidad de comer, que pudiese descansar y entonces, si él quería yo le contaría todo de mí.
― Bueno… pero después me explicas. - Ahora su mirada era seria, casi enfadada. - Realmente me ha dejado con mal sabor de boca esto, así que después te sacaré el tema. Si te molesta, puedes decírmelo. - dijo con seguridad y con una mirada bastante firme.
― No me molesta para nada contártelo.
Realmente no me importaba decirle nada de mi pasado, ni de mi presente, quería decirle un montón de cosas pero quería saber más sobre él, no quería darme el protagonismo. Necesitaba conocerle más y entenderle más.
― Vale, pues después me dices.
Abrí la puerta que daba directamente a un comedor-cocina. No era muy amplio y el centro del salón era dominado por una pequeña mesa baja y un sofá y una butaca que la rodeaban. Estaban enfrente de una chimenea. Detrás del sofá había una escalera que llevaba al piso de arriba y a la izquierda de esta, una mesa redonda con cuatro sillas. Al otro lado se encontraba la cocina, con una encimera de mármol blanco que resaltaba por el color de la madera del suelo, del techo y de los muebles y a su lado una puerta que llevaba al lavabo.
― Bienvenido a mi hogar. - dije mientras entraba a casa. - A la derecha tienes el baño. Tiene una bañera, si quieres te caliento bastante agua para que puedas relajarte en ella.
― No, no, qué va, no será necesario, tan solo me ducharé. Te ayudo a encender el fuego.
― ¿Seguro? - pregunté intranquilo.
No era como un invitado normal y corriente, realmente quería darle todas las comodidades que tuviese en mano, que se sintiera lo más a gusto posible y sobretodo, que pudiese descansar del largo viaje. No obstante no quería ser pesado, no quería parecer una madre por una persona que no hacía nada más unas horas había conocido.
― Sí, tranquilo. - Se remangó las mangas. - ¿Dónde está la madera?
No pude evitar mirar sus antebrazos, que eran mucho más grandes que los míos. Me fijé aún más en su piel oscura. Realmente tenía un tono de piel precioso.
― Está afuera, cojamos suficiente para toda la noche. - Indiqué con la mano la calle.
Cogimos bastantes troncos, unos más finos para encender el fuego, otros de pino para hacer llama y algunos de olivo para poder mantenerlo. Me fijaba que en donde yo cogía tres troncos él era capaz de llevar el doble que yo. Aunque me frustraba un poco parecer tan débil, una parte de mi le gustaba que fuese así. Debido a que me sentía bastante flojo, en la siguiente tanda intenté coger más troncos, pero de nuevo él cogió más que yo.
Encendimos el fuego y él se dispuso a tomarse una ducha. Mientras tanto me puse a cocinar un poco de arroz y unas pechugas de pollo con un poco de verdura. No tenía mucha comida y francamente me hubiese gustado tener más y haberle podido ofrecer algo mejor y más bueno.
Mientras cocinaba me quedé absorto en mis pensamientos. Nunca pensé en que me gustase mi mismo sexo, de hecho nunca me había gustado nadie pero me resultaba extraño mi manera de pensar sobre él. ¿Era normal la forma en la que me estaba atrayendo? ¿Era simple curiosidad sobre él o era algo más? La forma en que pensaba en él era como la de la protagonista del típico libro romántico que leía y eso me ponía intranquilo. Era algo que nunca había experimentado y no sabía cómo expresarlo.
― ¡Armin!
La voz de Eren me despertó de mis pensamientos y enseguida le contesté.
― ¡Dime Eren! - Grité fuerte para que me oyera desde el baño.
― ¿Puedes venir un segundo?
― ¿Qué quieres? - dije entrando en el baño.
Y a pesar de que el lavabo fuese bastante grande, todo lo que pude ver fue el cuerpo desnudo y de espaldas de Eren mientras se secaba la cabeza con una toalla. Estaba fuerte, tenía un cuerpo bastante atlético. Podía verle los músculos de los dorsales y los brazos, quería mirarle un poco más pero no podía quedarme admirando su cuerpo, realmente era extraño que alguien hiciera eso y más si un chico lo hace con otro. Al menos, eso creo que pensaría él.
― Es que no tengo ropa de recambio y no quiero ponerme mi ropa mugrosa. ¿Tendrías algo para mí? Sé que eres más pequeño que yo pero si puedes prestarme algo me ayudaría bastante.
― ¿Eh? Oh, sí claro, un momento.
Corrí al piso de arriba pero mis piernas no eran las únicas que iban rápido, mi corazón también. Entré en mi habitación y busqué entre mi armario un par de pantalones grandes y alguna camiseta ancha. También busqué si tenía alguna ropa interior que se me hubiese ensanchado. Pude encontrar un par de pantalones, una camisa y unos calzoncillos. Volví a correr pero estaba vez bajando el piso y antes de abrir la puerta del lavabo me ruboricé pensando en el cuerpo desnudo de Eren.
― Aquí tienes, mira si esto te va, si no vuelvo a buscar algo.
Entreabrí la puerta sin dejar que mi cuerpo, especialmente mi cara, entrase al baño a excepción de mi brazo que estaba con las ropas que había traído para que Eren pudiera alcanzarlas.
― Oh, gracias Armin. - Eren estalló en risas al verme escondido detrás de la puerta. - vamos, no tengas vergüenza, somos chicos.
― Perdón. - dije sin pensar. - tienes razón, no sé porque me había avergonzado.
Mirando al suelo y avergonzado, cerré lentamente la puerta del baño. Tenía la cara completamente caliente. Eren idiota, me daba vergüenza que vieses mi cara enrojecida.
Eren se dispuso a vestirse y yo acabé de poner la mesa y servir los platos.
― ¿Qué tal me queda?- Eren ya había salido del lavabo y llevaba la camisa blanca que le había dejado, al no ser mía y ser de mi amigo Jean, le quedaba bastante bien. La llevaba un poco desabrochada y podía ver su clavícula y en la parte inferior llevaba unos pantalones largos marrón oscuro, que la verdad, le quedaban bastante bien, tan solo se le veían los tobillos. - La verdad es que estos pantalones me aprietan un poco pero creo que no se me ve tan mal. Muchas gracias.
― Pues… sí, te queda todo muy bien, me gusta como te ves.
― Gracias. - sonrió Eren.
Durante la hora de cenar estuve explicándole todo sobre mis papás. Aunque tampoco había mucho que decir. Habían muerto por un accidente en la ciudad, les cayó una viga. Todo eso pasó cuando yo apenas tenía ocho años, no obstante, ya lo tenía superado. No voy a negar que fue muy doloroso pero era cosa del pasado. Estaba muy agradecido de mi vida, de haber vivido con mi abuelo hasta ahora… Aunque su muerte era algo que todavía me angustiaba. Tenía muy buena relación con él y que muriese era algo que me cogió desprevenido. Tenía buena salud y aún así no pudo evitar aquel infarto que paró su corazón y además, que paró mi motor de vida. Su muerte realmente fue un choque para mí, incluso estuve un par de meses sin ir a la universidad pero en mi interior sabía que no podría perdonarme a mí mismo si simplemente lloraba y no aprovechaba mi vida que tanto él me había hecho apreciar.
― Lo siento mucho, debió de ser muy duro por todo lo que has tenido que pasar.
― No te preocupes. - dije con los ojos llorosos. - Estoy bien. - intenté sonreír. - poder vivir aquí y ahora me hace muy feliz.
Se me caían algunas lágrimas pero era inevitable, hablar de mi abuelo era un botón para ponerme a llorar y joder, ¡qué débil me sentía al llorar enfrente suyo! No quería mostrarle esta parte de mí. No quería mostrar lo débil que era. Lo inútil que me sentía.
― Tranquilo, ahora todo irá mejor. - las palabras de Eren eran agradables y tranquilizantes, pocas pero suficientes. Cortas pero sinceras. - Vive con esa sonrisa y demuéstrale a tu abuelo lo mucho que has crecido. - Se levantó y me abrazó. Su cara relucía muy apenada, se veía triste. Mi corazón lloraba pero a la vez se sentía aliviado, aliviado de que este chico de preciosos ojos esmeraldas se hubiese encontrado conmigo hoy en mitad del bosque, aliviado de que su luz estuviese abrazándome.
Era demasiado dulce. Quería que el tiempo se detuviera mientras él me abrazaba y a la vez quería que avanzara para poder vivir cosas con él. Ciertamente Eren ya había tocado mi corazón vacío y le había dado un color, que poco a poco quería que se fuese tornando de muchos colores.
