CAPÍTULO II: NEGACIÓN II


Te amé sin que lo supiera

Y busqué en tu memoria.

En las casas vacías entré para robar tu retrato,

pero yo sabía cómo era.

De pronto, mientras ibas conmigo, te toqué y se paró mi vida:

Frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.

Como la hoguera en el bosque

El fuego es tu reino.

.

.

.

Su mirada se fijó en ella, en su protegida. Aquella que yacía tendida en la cama de su habitación real. Se había cambiado de vestimenta. Él lo había hecho por ella.

Había sido testigo de su sufrimiento, de su dolor. Vio cómo sus lágrimas caían de sus luceros mientras dejaban que liberara cierta parte de su humillación. No dijo nada, bastaron sus caricias de consuelo para que ella entendiera su mensaje. Él estaba para ella y siempre lo estaría.

La habían humillado. A ella. A Bulma. A su protegida. A aquella que había jurado proteger de cualquier peligro.

Guarecerla.

Él estaba en uno de los eventos reales. No había querido dejar a Bulma, pero lo tuvo que hacer.

Fue cuestión de segundos para perderla de vista y oír un chivateo en los pasillos del castillo. Al principio creyó que eran los soldados y su parloteo, pero cuando vio el rostro de malicia en la mujer que decía ser su reina, se dio cuenta de que algo no cuadraba.

Sintió cómo su corazón palpitaba con fuerza, el pecho se le hinchaba y se le encogía con vehemencia. La buscó con la mirada, intentando evitar a toda costa a los saiyajins que estaban en la fiesta real, aquellos que interrumpían su vista de la mujer que intentaba encontrar con anhelo. La desesperación le entró. Sintió cómo el aire se le iba. Y como si fuera una conexión, empezó a caminar hacia la salida de la sala de eventos reales. Su padre lo había estado llamando, pero a él no le importó. Necesitaba encontrar a Bulma, y lo hizo…

Pero…

Pero la encontró tirada en el piso. Con el vestido hecho pedazos. Con ese cabello azulado, que tanto le encantaba pasar sus manos por sus cascadas, desordenado y todo fuera de su lugar. Con sus tacones tirados por los pasillos del castillo.

Y ella…

Con las lágrimas a punto de brotar. Con el rostro desamparado, triste y lleno de sufrimiento. Lo primero que había hecho fue abrazarla, estrujarla en sus brazos y decirle que todo estaba bien. Que ya nadie podría lastimarla, no mientras esté el presente. Que no se iban a atrever porque si no, les volaría la cabeza.

Pero fue cuestión de segundos, cuando escuchó sus sollozos, para sentirse el ser más repugnante del universo.

Un ser abominable.

Indigno.

Detestable.

Vegeta la miró. Vio a Bulma durmiendo plácidamente en su cama. Se quedó con ella hasta que cerrara los ojos y sintiera su respiración tranquila. Alejó todos los tormentos, los demonios, los insultos que le había mencionado que le habían dicho.

Lentamente, Vegeta se acercó hacia ella. Sentándose al borde de la cama para tocar su cabello azulado. Aquel que, mediante cartas había alabado, hecho poemas y se había quedado encantado.

Bulma aturdía todos sus sentires. Alejaba todas sus inhibiciones y lo convertía en un pecador. Lo llenaba de debilidad. Y aunque no la había tomado porque quería esperar el momento perfecto para poseerla por completo, tenía la certeza de que, con él, nada sería perfecto.

Arrugó el ceño. Sus cejas se fruncieron mientras que su nariz se arrugó.

Sentía la desesperación gobernarlo. Su sangre vibrar y recorrer por todo su cuerpo. Su cabello se erizó y su corazón palpitó con benevolencia.

Alejándose lentamente de Bulma para darle un beso en la frente, salió de su habitación.

Sus pasos eran firmes y fuertes. Resonaban en un eco que, con la brisa del aire, fluían en la oscuridad del silencio. El príncipe Vegeta tenían una sola dirección: el salón real privado de su padre.

Se habían propasado con ella. Habían hecho suficiente y no permitiría ninguna estupidez ni nada parecido. De lo contrario, firmarían su sentencia de muerte.

Sin importarle que los guardias reales le estuviesen advirtiendo, él empujó la puerta. Y la persona que vio, hizo que sus manos se empuñaran y las venas se notaran.

—¿Qué demonios haces aquí, arpía? —preguntó con la voz contenida de amargura—¿Dónde está mi padre?

La mujer que estaba frente a él lo miró con arrogancia. Sonrió con soberbia mientras caminaba seductoramente hacia él. Su cabello negro recogido, aquel vestido vulgar color turquesa, y la oscuridad que hacían resaltar su piel olivea, hicieron resaltar lo horrible y detestable que era esa mujer.

Vegeta sintió cómo su pecho se hinchaba de ira.

—¿Cómo está? —respondió con aquella voz disgustante propia de ella. La hipocresía era patente. Echallote soltó una risa que no hizo más que apretar los dientes de Vegeta—Supongo que estará echada en la cama como un cachorro temblando de frío. Como siempre… ella haciendo un escándalo ante lo más mínimo. Típico de un terrícola, solo son seres débiles y estú…

El peliflama rápidamente agarró su cuello mientras sentía como ella abría su boca de sorpresa y se retorcía y sus piernas se movían ante su brusco agarre. Los ojos de Vegeta desprendían el infierno vivo.

Su mano apretó con fuerza su cuello.

—Atrévete a insultarla y conocerás la masacre en vida—amenazó en un susurro. Tuvieron que pasar unos severos segundos para ver cómo el rostro de Echallote se ponía azul. La soltó sin cuidado.

Escuchó sus gemidos y las garrasperas que salían de su boca.

Vegeta la miró con desdén.

—¿Así es… cómo tratas… a la futura reina…?—escuchó su voz mientras la veía apoyarse del umbral de la ventana.

—Tú no eres, ni fuiste, ni será mi reina. Eres una víbora que ha tomado aquel título sin ningún consentimiento.

Echallote lo miró. La impotencia que sentía y los celos había aquella mujer peliazul la estaban consumiendo y carcomiendo por completo.

— ¡Tu padre me lo ha otorgado! ¡De él y del consejo! ¡Tengo el permiso del reino!

—¡Pero no el mío! —vociferó. Si los cuadros del salón real, las paredes, las cortinas hubiesen tenido vida, hubiesen saltado ante la voz tan fuerte del príncipe. Los soldados de guardia lo hicieron y Echallote, llena de celos y recelo, también. Vegeta fijó la mirada en los ojos oscuros de aquella mujer—Que sea la última vez que le hagan daño a Bulma. Que sea la última que la hagan sentir menos. ¡Que sea la última vez que le faltan el respeto!

—¡Por qué demonios debería importarme esa bazofia!

—¡Porque a mí me importa! —gritó con impotencia. Sus facciones se endurecieron. Sus ojos se dilataron mientras se acercaba a ella y quedaba solo a centímetros de su rostro. El ambiente era tenso. Y los nervios invadieron a Echallote al sentir lo que iba a salir de los labios de Vegeta. Y los ojos de Echallote, brillaron de nervios—¡Día, tarde y noche, siempre me importa cómo está ella…! …. Y tú la lastimaste….

—No es mi culpa que sea tan débil—soltó con desprecio—Un ser que rompe con cualquier cosa que le digan. Ni siquiera tiene cuerpo de una mujer desarrollada. Es una chiquilla, ¡una niña!

—¡Bulma es la mujer con la que me uniré! —reveló. Echallote sintió la incredulidad cubrirla al escuchar su confesión—Mi lealtad se la debo a ella. Ella es mi prioridad y por eso mismo me uniré a ella.

Echallote entrecerró los ojos con consternación mientras veía cómo Vegeta se alejaba de ella y caminaba hacia la puerta.

—¡Ella no te podrá dar descendencia! —gritó. Vegeta paró su paso con fuerza—Freezer se encargó de esterilizar a todas las terrícolas — Echallote tenía una última esperanza de hacer cambiar de opinión a Vegeta. Y esa, era su penúltima carta.

Vegeta volteó su rostro de costado. Los labios apretados y el mentón endurecido.

—¿Y quién demonios dijo que a mí me importa porque me dará descendencia? — El pecho de Echallote se encogió. Vegeta volvió su mirada hacia la puerta —Que sea la última vez que le faltes el respeto a Bulma, porque al hacerlo, le estás faltando el respeto… al príncipe de Vegeta-sai.

Sí…

Aún recordaba esas palabras. Ese día después dejarle en claro su lugar a la mujer, se quedó con Bulma. La cuidó, veló su noche y le susurró los poemas más hermosos que se le pudieran hacer a una mujer. Se convirtió en poeta y recitador por ella. Acarició su cuerpo y curó su corazón. La estrechó en sus brazos y la acunó. Le dio besos por todo su cuerpo y le dio calor. Pero ciertas palabras de Echallote habían tocado su caparazón: el hecho de la infertilidad de Bulma.

Ella le había hablado de su deseo de ser madre. Sus ojos brillaban fulgurantemente al hablarle sobre la maternidad. Él no quería…no se sentía listo para tener un hijo, un descendiente, un vástago. Pero al entender que tal vez en este mundo, en su planeta, Bulma podría sentirse acompañada, lo hizo cambiar de opinión.

Pero…no pudo.

No pudo…

—¿Vegeta? —la voz de Bulma lo hizo volver a la realidad. Sus ojos se posaron en ella. Estaba echada en la cama con la sábana bajo su cuello. Con los ojos achinados y medio somnolienta—¿Aún no puedes dormir? Ya es muy tarde.

Vegeta iba a responder, pero apretó los labios.

No.

No podía dormir. Los recuerdos y pesadillas seguían atormentándolo sin cesar. Si cerraba los ojos, tenía pesadillas; y cuando estaba despierto, recordaba los horribles acontecimientos.

Se sorprendió al sentir cómo Bulma lo abrazaba y posaba su cabeza en su pecho.

—¿Qué es lo que no te deja dormir, Vegeta?—susurró.

Él acercó su nariz en el cabello de su mujer. Cerró los ojos al oler su aroma. Dio un sutil beso en su cabello azulado.

—Nada, mujer. Solo el maldito ruido que no me deja paz.

Bulma alzó su cabeza para mirarlo. Vegeta también la miró.

—¿También lo sentiste? No paran.

—Tú pediste esta casa, mujer. Yo solo accedí a tus órdenes—La peliazul frunció el ceño. No recordaba en ningún momento haberle pedido a Vegeta esta casa. Solo apareció cuando hicieron la mudanza después de su casamiento. No pudo evitar aferrarse más a él mientras temblaba al sentir cómo el árbol se movía fuertemente. La ventana estaba media abierta, se podía escuchar muy fuerte—¿Pasa algo? —preguntó preocupado.

—Nada…solo el movimiento brusco del árbol me asusta un poco.

—Eso se puede arreglar fácil, mujer—respondió mientras alzaba el dedo y con sus poderes obtenidos cerraba la ventana.

Bulma sonrió.

Sintió cómo una extremidad peluda se posaba en su cintura con posesividad. Miró con ternura la cola de Vegeta al ver cómo ésta se enredaba a su cintura.

Una idea se le cruzó por su cabeza.

—Vegeta…¿para qué sirve su cola?

Vegeta la miró por unos segundos para luego sonreírle con coquetería.

—¿Quieres saber para qué sirve mi cola, mujer?—preguntó en un susurro mientras la aferraba a él y posaba sus ojos en las de ella. Bulma lo siguió mirando como si le fuera a contar un secreto—Sirven para entrar en tu cavidad y hacerte gemir sin cesar.

Bulma lo miró. Sus mejillas se sonrojaron por completo mientras se separaba de él y sentía cómo su cuerpo temblaba nuevamente ante sus palabras.

—¿So….solo para eso si..sirve?

Vegeta soltó una carcajada. Bulma era de aquellas mujeres que se sonrojaban fácilmente ante cualquier signo de coquetería o susurros sensuales. Si bien a veces ella podría desprender sensualidad, lujuria y deseo sin darse cuenta, a consciencia, ella no lo hacía. Aunque para él, ella siempre lo hacía.

—Si tú quieres solo para eso servirá, mujer—continuó. Ella le lanzó una mirada de reproche. Soltó otra de aquellas risas tan sensuales propias de él que solo tenía con su mujer—De hecho, solo es una extremidad más—empezó a explicar—Aunque sirve para convertirnos en ozaru y aumentar nuestro poder.

Bulma ladeó su cabeza.

—¿Ozaru? ¿Qué es un ozaru?

—Solemos convertirnos en ozarus en la luna llena—explicó. Bulma siguió sin entender—Nos convertimos en simios gigantes, aumentan nuestro poder al doble.

Bulma lo miró por unos segundos mientras, lentamente, sus ojos bajaban hacia su cola. La tocó por unos segundos. Vegeta no pudo evitar estremecerse ante su contacto.

—¿Podrías? —preguntó ella.

—¿Qué cosa, mujer? —ronroneó.

—Convertirte en uno…—respondió mientras lo miró—Nunca te vi convertido en uno. De hecho, no sabía de esa habilidad tuya…¿podrías hacerlo?

—Bulma…

—Por favor…—lo interrumpió mientras lo miraba con sus grandes ojos azules.

Vegeta la miró. No pudo evitar sentir ese estremecimiento al ver sus ojos azules. Dos estrellas que siempre resaltaban en el espacio infinito de la galaxia. Transparentes y brillantes. Azules como el mar y azul como ella.

Puso un mechón suyo en atrás de su oreja. Bulma no tenía maquillaje, podía verse la tersa piel de ella. Blanca y fina, rosada y con algunas pecas.

No podía negarse ante ello.

Soltó un suspiro.

—No sé cómo demonios lo haces mujer…pero está bien.

Bulma sonrió de alegría mientras se sentaba en la cama y veía cómo Vegeta se paraba de ésta para dirigirse a la ventana.

—¿Hay luna llena? —preguntó desde la cama—Creo que no lo hay. ¿Podrías transformarte si no hay?

Vegeta volteó su rostro para mirarla. El aire de la ventana abierta hacia volar su cabello en forma de flama con sensualidad y vigor. Bulma lo miró. No pudo evitar sentirse un calor nacer en su pecho nuevamente. La oscuridad hacía que su sombra lo haga ver intimidante y gigante. La luz del anochecer lo iluminaba su musculoso y perfecto cuerpo.

Su esposo desprendía sensualidad y perfección.

—No es problema para mí, mujer. Nada aquí lo es—agarrándose del umbral de la ventana, voló hacia el patio de la corporación. Bulma se paró de la cama y se dirigió a la ventana para ver a Vegeta en el patio de afuera.

La verdad era que él nunca se había convertido en Ozaru delante de Bulma. La última vez que lo hizo, cuando tuvieron que vencer a las tropas de Freezer para rescatarla, ella se desmayó del susto. Aunque luego le había dicho que quería verlo transformarse en Ozaru, él no quería.

No quería causarle ningún miedo. No quería que ella le tenga miedo.

No viniendo de ella.

Pero esta vez…al ver sus ojos azules tan suplicantes, tenía la sensación de que ella no se asustaría.

Esperaba que así fuera.

Alzando su cabeza y mirando la profundidad del anochecer, cerró los ojos para concentrarse. Bien podría él lanzar una bola de ki y traer una luna. Sabía él que los demás saiyajins no podrían convertirse en ozaru por más luna llena que haya. Solo él. Pero…pero no. Sabía que la cobertura no se lo permitiría.

Concentrándose lo más que pudo, sintió cómo su cuerpo empezó a crecer. Y con él, su cuero cabelludo. Marrón. Sus extremidades crecían, sus manos, su cola, sus pies, su cabeza… Sus ojos se volvieron rojos mientras que su cabeza seguía manteniendo aquel cabello en forma de flama.

Sus ojos, ahora rojos carmesí, se fijaron en Bulma, con cierto temor de ser rechazado. Su cuerpo, por más grande y temible que fuera por fuera, temblaba y se estremecía por dentro. Era la segunda vez que mostraba una de sus facetas a Bulma.

La miró. Vio cómo el aire hacía jugar su cabello mientras que su vestido de dormir bailaba al compás de la brisa. La vio mirarlo con admiración, con amor, con sorpresa y felicidad. Una sonrisa salía de Bulma. Sin saber por qué, verlo en una de sus transformaciones, le generó adrenalina. Quería tocarlo, meterse entre su pecho peludo y abrazarlo. Tocar sus manos entre su nariz y escuchar su voz más grave que nunca.

Estiró su mano desde la ventana.

Vegeta entendió su mensaje.

Estirando su brazo, lenta y delicadamente la acercó a Bulma. Sus dedos no pudieron evitar temblar el imaginar el gran daño que podía ocasionarle en tan solo un mal movimiento. Ella frágil y delicada, bastaba con un empujón para matarla.

Frunció el ceño con profundidad. Bulma no estaba muerta. No lo estaba. Ella estaba viva. Con él. No estaba muerta, nunca lo estuvo.

La peliazul vio con cierta estaxis la mano. Peluda y gigante.

Tosca…

Vio cómo él estiraba un solo dedo para tocar su rostro. Ella lo agarró con sus dos manos. Su dedo era tan grueso y grande que ni siquiera sus dos manos podían tocarse mutuamente.

Soltó una pequeña risa al sentir su dedo tocar su rostro. El corazón de Vegeta palpitó con emoción y su pecho se encogió.

Ella disfrutaba de su compañía incluso en esta transformación.

Suavemente, con su mano, la agarró lo más delicado que pudo. Ella estaba entre sus dedos, siendo agarrada en ellos y pareciendo un animal pequeño a comparación de él.

Vegeta abrió su palma para que ella se sentara. Ella lo hizo mientras sus pequeñas manos posaban sobre su palma. Ambos se miraban sin apartarla ningún segundo. Con l oscuridad de la noche. Con la brisa del aire que hacía fluir sus sentimientos y palabras no dichas.

—Vegeta…es inevitable…—dijo Bulma mientras lo miraba con emoción. El príncipe, ahora Ozaru escuchaba sus palabras con devoción—No importa en que forma estés. No importa las circunstancias, hechos, batallas o guerras…nunca dudes que siempre, para ti, siempre te amaré.

Vegeta la miró. Su corazón empezó a palpitar rápidamente ante sus palabras mencionadas. Le trajo recuerdos, amargos pero que mantenía sepultado en su corazón. Su respiración se aceleró y lo único que pudo hacer fue acercar su rostro contra la de Bulma para darle un sutil pero muy significativo beso.

Su boca grande, que ocultaba sus filudos y gigantes colmillos de simio, se posaron con delicadeza en el pequeño rostro de Bulma mientras ella cerraba los ojos al sentir su respiración.

Pasaron los minutos y la calidez que sintió Vegeta al sentir a Bulma dormir segura y plácidamente en su palma, era indescriptible.

Porque más que besarla, más que acostarse juntos, más que ninguna otra cosa, ella le dio la mano. Y eso, como ella lo llamaba,

era amor.

.

.

.


(...)


.

.

.

La luz empezó a fastidiarla un poco. Tenía sueño, pero ella sabía que tenía que levantarse temprano. Hoy tendría que hablar con los encargados para que pueda lograr exponer uno de sus inventos.

La verdad no recordaba cómo lo había hecho, pero ahí estaba. Con los instrumentos completos, la mesa, la luz. Vegeta había comprado esta casa, y le había dicho que mando a que construyeran un laboratorio para ella.

La emoción la embarcó.

Levantándose lentamente de la cama, se dio cuenta que Vegeta no estaba con ella. Frunció el ceño por un segundo. No importaba, seguro él estaba haciendo a lo que él llamaba controlar el mundo. Una graciosa forma de pasar el rato.

Cambiándose rápidamente de vestuario, bajó a la sala principal. Se puso un enterizo blanco con un chaleco azul. Su cabello estaba amarrado, así se le hacía más fácil poder hacer sus quehaceres.

Aún sentía un poco de intriga al no poder encontrar a Vegeta, pero no importaba. Lo más probable es que aparezca en unos momentos.

Se dirigió a su laboratorio. Caminaba por los pasillos de las demás habitaciones. No entendía porqué había tantas si solo estaban ella y Vegeta. La curiosidad aumentaba en ella, la carcomía. ¿Acaso serían todas esas habitaciones para que ella y Vegeta las bendigan como conejitos? Aunque ahora lo pensaba bien, Vegeta era capaz de eso.

Bulma movió la cabeza borrando esos pensamientos. Mientras caminaba, miraba todas las habitaciones.

Había un problema: no sabía dónde estaba su laboratorio.

Resignándose ante ello, y soltando un pequeño bufido, Bulma empezó a buscar por cada puerta para ver algún indicio si tal vez podría ser su laboratorio. Pasó por varias habitaciones, sentía cómo su cuerpo ya se estaba cansando un poco por el esfuerzo, pero no debía parar. Tenía que continuar ya que hoy sería el día donde iría a hablar con los encargados de la feria para mostrar su nuevo invento que ayudaría a los niños.

Aunque por eso también lo hacía. No veía a los niños en ninguna parte de la ciudad.

Viendo cómo quedaban cuatro puertas más, decidió entrar a la que estaba a su derecha. La peliazul no pudo evitar sorprenderse al ver que no se podría abrir. Por más fuerza que intentara, no cedía a ella.

Empezó a desesperarse.

En un rápido, y brusco, movimiento la puerta se abrió. Bulma no pudo evitar sentir cierto estremecimiento al hacerlo. El ambiente de la habitación desprendía misterio y, a diferencia de las demás, estaba oscura y parecía como si quería guarecerse de algo o alguien.

Pegando su palma en la pared, empezó a palpitar la superficie para poder verificar si había algún foco para poder iluminar, pero…

—Bulma—la interrumpió la voz de Vegeta. Bulma no pudo evitar dar un salto de susto al sentir su profunda voz hacer un eco en la habitación.

—Vegeta…me asustaste…

—¿Qué haces aquí? —ignoró su susto.

Bulma lo notó. No pudo evitar sorprenderse por su diferente tono de voz. Era adusta, fría y grave, más grave de lo que solía ser. Sin saber por qué el ambiente empezó a generar cierto temor en ella. Ella como una división, de Vegeta para atrás estaba iluminado por la luz de los pasillos, y de ella para adelante, estaba oscuro. Una dualidad existente en la casa.

—Yo…—murmuró con ciertos nervios—Yo estaba buscando mi laboratorio... Hay tantas habitaciones que no sé dónde está mi laboratorio.

Vegeta la miró. Impasible ante su explicación.

Agarrándola del brazo, la sacó de la habitación y cerró la puerta con fuerza. Bulma se sorprendió por su comportamiento.

—No entres a esta habitación, Bulma—ordenó mientras volteaba hacia ella. Su tono de voz había cambiado a una más amable, pero seguía siendo grave al igual que sus expresiones.

La peliazul lo miró con consternación. La duda creció en ella.

—¿Por qué? ¿Qué pasa en esa habitación? ¿Por qué no puedo entrar?

—Solo no puedes entrar, mujer—Bulma lo siguió mirando con consternación. Vegeta la miró. Comprendió que estaba instalando miedo en ella por su accionar. Lo que menos quería era que ella sienta miedo. Acercándose lentamente hacia ella, tocó su rostro suavemente—Hay cosas que no puedes mirar porque pueden causar un gran impacto para ti, mujer.

—¿Qué cosas? ¿Qué impact…?

Vegeta la calló con un beso.

Bulma se sorprendió.

—Vamos—dijo mientras se separaba de ella y la llevaba por los pasillos— Tu laboratorio no está en esta ala, mujer.

Los pies de Bulma solo seguían el rumbo dado por Vegeta. Su cuerpo se movía por el agarre que ejercía en su brazo. La duda, curiosidad y cierto temor mezclado con misterio la gobernaron por completo. No pudo evitar voltear su cabeza hacia la habitación cerrada.

Iba a investigarla cuando Vegeta no esté.

No supo por cuantas habitaciones pasaron hasta que llegaron a su laboratorio, pero cuando Vegeta la llevó su semblante y ceño aún seguía un poco fruncido.

—¿Sigues molesto?—le preguntó con cierta preocupación. Vegeta la miró, era patente el efecto que causó su cambio de comportamiento hacia ella. No era error de Bulma el haber encontrado esa habitación, fue su error por haberla dejado sola por unos minutos— Yo no quería…

—No, Bulma—respondió suavemente—Solo no quiero que te hagan daño.

Bulma sonrió, olvidándose lo que pasó hace unos momentos.

—¿Me ayudas a sacar el invento? Tengo que presentárselo al comité de la feria.

Él asintió mientras en un rápido movimiento se acercaba al invento que estaba en la mesa de su laboratorio. Lo cargó entre sus brazos y caminó con Bulma hasta la sala principal de la corporación.

Mientras Bulma caminaba delante de él, no pudo evitar sentir cómo una presencia entraba a la ciudad. Su cuerpo paró de freno. Sus ojos se pusieron rojos por unos segundos. Y la ira lo empezó a gobernar.

Una nueva presencia había entrado. Una presencia que no estaba bajo su supervisión. Una presencia que quería quitarle a Bulma…

Sus ojos se pusieron un color rojo carmesí.

Nadie lo haría. No lo harían.

Viendo cómo su mujer traía carrito para llevar su invento, Vegeta puso el invento en la mesa del comedor. Necesitaba averiguar de inmediato de quien era la nueva presencia que había osado entrar a su hogar.

Otro maldito insecto.

Su mirada se dirigió hacia Bulma.

—Voy a salir por un momento—habló. Bulma volteó hacia él, se preguntaba a dónde iba —Lo más probable es que vuelva cuando ya regreses de tu reunión.

—¿A dónde vas? —preguntó. No le gustaba la idea de que Vegeta se vaya a ciertos lugares sin decirle. Confianba en él, pero esperaba que no llegue tarde. Quería contarle cómo estaría su reunión con los del comité de la feria—¿Volverás temprano?

—Lo haré. No te preocupes, mujer.

Bulma asintió levemente mientras veía cómo Vegeta caminaba hacia la puerta y salía de la corporación. Fue cuestión de segundos para que agarrara el coche, y con su invento dentro, salga de la corporación.

Vio las calles, las casas, los saiyajins que paseaban, todo. No pudo evitar perderse en el ambiente de ellos. Tan cálido y amigable. Tan amoroso y armonioso. Tan silencioso y frívolo…

No entendía porque lo consideraba así, pero por un momento tuvo la sensación de que había algo oculto en la ciudad.

Seguramente tonterías suyas.

Mientras bajaba las gradas con su coche, se dio cuenta de algo diferente. Había un dron metido en los arbustos de la corporación. Pero no era cualquier dron, era un dron diferente. Negro, brillante, parecía casi hipnotizante.

Lentamente, caminando con su coche, se acercó hacia los arbustos. El dron era de negro con un rojo color carmesí. No era de aquí, podía sentirlo y verlo. Pero, ¿por qué había chocado en su arbusto? ¿Casualidad? Algo le decía que no.

Alzando sus brazos, sacó el dron. Tenía un símbolo raro. De color rojo oscuro y un poco parecido a una insignia real de un reino.

Bulma alzó el dron hacia ella. La intriga, curiosidad hicieron que se quedara hipnotizada hacia el aparto. Tal vez si lo arreglaba podría averiguar que pasó, o al menos descubrir de quién era el dueño y destinatario.

El ruido de ayer.

El ruido que hubo con los árboles.

Rápidamente, volteó su rostro hacia la ventana de la corporación, aquella donde era su habitación con Vegeta. ¿Habrá sido ese dron el causante del ruido o la pesadilla de Vegeta? ¿Habrá sido la razón por la que Vegeta no podría dormir? ¿Qué hacía…?

—¡Hola!—la interrumpió una extraña voz. Bulma se asustó ante el la voz imprevista. Vio al hombre que le habló. Era otro saiyajin. Alto. Con el cabello alborotado. Generaba una confianza inmediata con solo su semblante alegre—¿Tú eres Bulma Briefs?

La peliazul lo miró con cierta duda.

—Disculpa, ¿nos conocemos? —preguntó mientras se acercaba a él. No parecía de aquí…parecía una persona muy despistada. No pudo evitar morderse los labios al leer lo que decía su camisa. No quería verse irrespetuosa, pero daba gracia. Volvió a ver su camisa

No importa si crees que eres muy mayor: Cuanto más arrugada la pasa, es más dulce la fruta 7w7

El desconocido sonrió. También vio su camisa.

—¿Tiene algo malo lo que dice mi camisa?—preguntó mientras la miraba. La verdad él no entendía el significada de lo que decía—Todas las personas han estado riéndose después de que veían mi camisa…

La peliazul soltó una sutil risa

—No…¿Cómo te llamas?—preguntó.

—¡Ay! Perdón, olvide presentarme—lentamente se acercó a ella mientras hacía una reverencia—Mi nombre es…—paró por unos segundos antes de decir su nombre—mi nombre es…

—Tu nombre es…—lo incitó a seguir. Sin saber porqué ese hombre le inspiraba confianza.

—Me llamo… … ¡Goku! Me llamo Goku—respondió—He venido para el puesto de asistente que usted solicitó.

—¿Puesto de asistente? —preguntó Bulma con el ceño fruncido. Tal vez el hombre se había equivocado de persona. Ella no había pedido ningún asistente.

Goku asintió moviendo su cabeza.

—Aquí dice—le enseñó un papel. Bulma se acercó para verlo.

¿Estás buscando trabajo? ¿Eres un idiota, tonto, estúpido y cabeza hueca? ¿Necesitas dinero para comer como el cerdo que eres? ¿No sabes qué demonios hacer con tu existencia, insecto inútil?

¡Esta es tu oportunidad!

SE BUSCA ASISTENTE PARA NO HACER NADA PARA CORPORACIÓN CÁPSULA.

Contactarse con Corporación Caspula

Cupos para inútiles limitados.

Sí. En definitiva, esto fue hecho por Vegeta.

Alzó su mirada para verlo. Parecía como si no se diera cuenta que él mismo se consideraba todos los adjetivos que Vegeta había escrito.

—Entonces…Goku—dijo un poco insegura de su nombre. No era un usual nombre saiyajin—Justo iba a hablar con la directiva del comité de la feria. ¿Te gustaría acompañarme?

Él sonrió.

—Claro, por supuesto.

Para Bulma reunión de la directiva había sido divertida. Pudo llegar a conocer a más saiyajins que la trataron con respeto y admiración, aunque, por una parte, sintió como si estuvieran tratándola así por miedo.

Bulma abrió la puerta de su casa. Vegeta todavía no llegaba. Soltó un suspiro. Esperaba que no se demorase mucho.

Volteó para ver a Goku. Entraba a la sala principal mientras dejaba el coche con el invento en una parte de la sala. No pudo evitar mirarlo con suspicacia.

—¿Goku…?

Él la miro mientras se sentaba en uno de los sillones.

—¿Si, Bulma?—su estomago hizo un ruido severo que lo hizo sonrojar tiernamente. Bulma rio por lo bajo—Vaya…al parecer tengo hambre

—No te preocupes, iré por comida—respondió mientras se paraba e iba a la cocina. Agarró unos bocaditos de zanahoria y se las dio. Éste empezó a comer sin control. Ella no pudo evitar mirarlo con sorpresa. En definitiva, era muy diferente a los demás. Si Vegeta viniera, se asustaría por los modales que tenía al comer—¿Tienes familia?—preguntó mientras ladeaba su cabeza. Instintivamente quería saber más sobre aquel hombre que sería su asistente—Supongo que vives por aquí si vas a ser mi asistente, ¿no?

Goku terminó de masticar los bocaditos de zanahoria mientras se limpiaba las migajas que estaban en su boca.

—Me acabo de mudar. Soy nuevo en la ciudad, pero vivo cerca así que no será problema para mí ayudarte con tu tecnología—Bulma entendió. No tenía familia. Pobre…Tal vez hablaría con Vegeta para que lo inviten a almorzar unos cuantos días—¿Y tú? ¿Qué haces viviendo en esta casa TAN grande? ¿Vives sola?

Bulma estuvo a punto de responder. De decirle que se había acabo de casar y que su esposo todavía no llegaba, pero no pudo porque inmediatamente alguien abrió la puerta.

Era Vegeta.

El peliflama miró la escena frente a él. Bulma estaba sola con un hombre. Con un insecto. En su casa. SOLOS. Sin él. Con ese idiota que seguro tenía pensamientos impuros para hacerle a su mujer. Ese insecto seguro se estaba aprovechando de la pureza de su mujer. Quería separarla de él. ¡Quitársela! Y eso no se lo iba a permitir. Primero lo mataría sin osaba tocarle un dedo a su mujer.

Frunció por completo el ceño y cerró la puerta con fuerza.

El silencio en la sala no se hizo esperar.

Bulma miró a Vegeta.

Vegeta a Goku.

Y Goku miró con incomodidad a Vegeta mientras miraba con cierto miedo a Bulma.

Vegeta avanzó con altanería y arrogancia mientras caminaba hacia Bulma. Su esposa. Su mujer. Teniendo bajo cuidado que el insecto, cuyo nombre desconocía, pero de igual manera no le importaba, lo estaba mirando, se acercó a Bulma, la agarró de la cintura y la besó con deseo.

Los ojos de Goku se abrieron ante la escena.

Los ojos de Bulma se abrieron de sorpresa.

Y la lengua de Vegeta entró en la boca de Bulma. Sus manos, posesivas y recelosas la apoyaban contra su pecho mientras la besaba con toda la pasión que podía.

Goku lo miraba todo. Atento a cada movimiento. Atento a cómo se movían sus labios. Atento a las expresiones de la peliazul.

Ladeó la cabeza como signo de intentar hacer saber su presencia. Esto era incómodo.

No tuvieron que pasar segundos.

No tuvieron que pasar minutos.

Bastaron para que Vegeta haga salir un gemido a Bulma y poder separarse de su boca y mirarla con diversión. Algunos mechones caían por su rostro. Sus pezones eran evidentes debajo de la tela blanca de su enterizo. Su rostro estaba sonrojado y sus labios rojos por aquel beso imprevisto.

—Ve…Vegeta…—susurró. No sabía si estaba roja por la vergüenza o por el incipiente deseo que estaba sintiendo con el beso que le dio, pero lo que si sabía es que debió haber sido muy incómodo para su asistente ver aquella escena.

El príncipe sonrió de lado, antes de darle un fugaz beso a la peliazul mientras seguía dándole la espalda al pelipalmera. Éste solo atinó a mirar a un costado, claro, teniendo un leve sonrojo en su rostro.

—Yo…—dijo Bulma mientras no sabía que decir ante la escena dada—Yo…Yo voy a traer agua—dijo lo primero que se le fue a la mente.

Vegeta la vio mientras se sentaba en el sillón frente al nuevo hombre que estaba junto a él. Cruzó sus brazos y frunció su ceño.

—¿Quién demonios eres tú, insecto? ¿Y qué demonios haces a solas con MI mujer? —Preguntó. Ardía en celos y aunque sabía que Bulma no era capaz de engañarlo, no confiaba en los hombres que la rodeaban. No sabía cómo demonios había aparecido este idiota. Pero no se acercaría a su mujer. No lo haría.

Goku lo miró. Tragó saliva al ver lo intimidante que era.

—Yo soy…soy Goku…soy el nuevo asistente de Bulma—respondió.

Vegeta lo miró de arriba abajo. No se sorprendió al ver su cola, pero su aspecto se le hacía conocido.

—¿Nos conocemos?—entrecerró sus ojos con suspicacia—Te me haces conocido. Tienes cara de un hombre tonto e imbécil.

Goku soltó una risa mientras se rascaba la parte trasera de su cabeza.

—Supongo que no…no lo he visto antes…

Vegeta entrecerró los ojos mientras que su cola se separó de su cadera y apuntó a Goku al igual que su dedo.

—Que sea la última vez que te vea a solas con mi mujer—lo interrumpió—acabamos de casarnos y lo que menos queremos es que algún idiota nos estorbe.

—Vegeta deja de intimidarlo—lo regaño Bulma mientras traía una bandeja con tres vasos de agua. Sonrió con cierta vergüenza a Goku. A veces Vegeta era muy celoso y posesivo con ella cuando había hombres a su alrededor. No entendía por qué.

—Hmp—bufó mientras veía cómo Bulma le daba un vaso al idiota de al frente. Rápidamente, en un ágil movimiento, la agarró y la sentó entre sus piernas. Bulma lo miró con sorpresa—Escúchame tú, insecto—lo señaló.

—¡Ay, ahora que hice!

Vegeta lo siguió mirando con fastidio. Apoyó su mano con posesividad en el muslo de Bulma. Ella se sonrojó más de lo normal.

—Esta mujer, que está encima de mí, es mi esposa. Así que solo vas a estar con ella a nivel profesional NADA MÁS.

—¡Vegeta! —Bulma lo reprochó con la mirada ante las palabras que estaba diciendo. No podía creerlo. Goku no había dicho absolutamente nada y ya lo estaba matando con la mirada.

Goku se paró temblando del sillón.

—Creo que es mejor que me vaya.

Bulma y Vegeta lo miraron.

—¡No!

—¡Sí! ¡Lárgate insecto!

Bulma le dio otra mirada de reproche mientras lo fulminaba con la mirada. Vegeta solo atinó a bufar mientras se cruzaba de brazos y volteaba su mirada ante el reproche de su mujer.

Bulma soltó un suspiro. Separándose de las piernas de Vegeta, caminó hasta la salida para abrirle la puerta.

—Lo siento mucho por este inconveniente, Goku…—se disculpó. Aún sentía vergüenza por el accionar de Vegeta—Mi esposo suele ser así conmigo, lo siento mucho.

El pelipalmera solo sonrió.

—No te preocupes. De hecho, yo también hubiera hecho lo mismo con mi mujer—explicó mientras la miraba con cierta ternura inexplicable—Me alegro que estés bien— soltó en un susurro— Nos vemos mañana.

—¡Adiós! —lo saludó mientras se despedía de él y cerraba la puerta. Soltó un bufido, pero luego cruzó sus brazos y frunció sus cejas mirando a Vegeta—¡Que sea la última vez que haces algo por el estilo, Vegeta! ¡Él será mi asistente! ¡Y si renuncia me conseguirás otro! —reclamó. No pudo evitar sorprenderse al no recibir respuesta por parte de él. Solo se quedaba mirándola con el ceño fruncido, pero como si estuviera estudiándola. Eso solo hizo irritarla más—¡¿Qué?! ¿Qué me estás mirando? ¿Tengo algo en la cara o qué?

Vegeta no contestó. Su mirada seguía posada en su vientre. Parándose del sillón empezó a caminar lentamente hacia ella mientras sentía cómo su corazón latía con vehemencia y la respiración se le agotaba.

No podía ser lo que estaba pensando.

Subiendo sus ojos a los de Bulma, preguntó mientras sentía cómo le quedaban pocas fuerzas de la emoción.

—¿Bulma…qué le pasó a tu vientre? —dijo mientras quedó a solo escasos centímetros de ella.

Bulma lo vio. Lo consternación e incredulidad la gobernó al sentir cómo la mano de Vegeta se posaba en su vientre. Su pecho empezó a hincharse y encogerse. Sus ojos bajaron lentamente hacia su barriga, aquella donde la mano de Vegeta estaba posada. Sintió cómo él pegó su frente contra la de ella mientras sentía su respiración acelerada. Estaba igual que ella. La incredulidad los gobernada.

Estaba embarazada.

¡Embarazada!

Pero…¿cómo…? Su barriga estaba hinchada como si tuviera tres meses. ¿En que momento? ¿No recordaba…? ¿Acaso en un día podía hincharse rápidamente?

Alzó su mirada hacia Vegeta.

No podría creer lo que estaba pasando.

—Vegeta…—susurró mientras lo miraba sin poder creer lo que su razón le estaba diciendo—¿Esto es real?

Vegeta la miró. Estaba de la misma manera que ella. Si Bulma estaba embarazada, tendrían el hijo que nunca tuvieron. Bulma cumpliría su deseo de ser madre, aquel sueño que siempre le había dicho con esperanza. Tendrían aquel hijo que nunca pudieron tener…

Sintió cómo un calor creció en su pecho.

—Sí, Bulma…—respondió con un sentimiento nuevo en él—Es real.

Bulma sonrió. Lo miró con amor mientras acercaba su rostro para besarlo; sin embargo, en ese mismo instante, aquel ruido que los molestaba en la madrugada volvió a sonar.

Su humor cambió drásticamente.

—Si ese ruido vuelve otra vez, te juro que ya no me aguantaré y le gritaré—dijo mientras se separaba de Vegeta y abría la puerta.

Ya era de noche. La oscuridad era patente mientras el silencio hacia fluir la brisa del aire sin cesar. Sintió cómo su cuerpo se estremeció ante el frío, pero no importó. Necesitaba saber qué era lo que tanto ruido hacía.

Caminó hasta salir al patio de la corporación y cruzar las calles que las unía con las otras construcciones. Todo estaba en silencio. Solo estaban las luces prendidas de las casas.

Volteó su mirada al ver cómo Vegeta venía hacia ella con los brazos cruzados.

—Solo es un simpe ruido, mujer. No tienes por qué asustarte—Su voz se oía como un eco mientras quedaba frente a ella.

Bulma lo miró. Vegeta tenía razón, no era nada.

—Lo siento…creo que son los cambios de…—No pudo continuar porque se escuchó un ruido grave por la pista que unía las calles. Ambos, Vegeta y Bulma, vieron cómo una tapa, aquella que tapaba algún túnel de la tierra, se movía y hacía un ruido escalofriante. El cuerpo de la peliazul no pudo evitar estremecerse. Agarró las manos de Vegeta, mientras el miedo crecía en ella ante lo que podría salir de aquel hueco—Vegeta…¿Qué hay…ahí?

Vegeta…, no respondió. Solo atinó a agarrar a Bulma mientras estaba detrás de ella. Observando, en la oscuridad de la noche, cómo aquella tapa se movía.

La mano de un hombre salió.

Y con ella, las abejas.

El corazón de Bulma tembló de temor.

—Vegeta…—susurró mientras apretaba fuertemente las manos del peliflama. Vegeta sintió su miedo.

Y de lo que salió una mano, salió el cuerpo completo de un hombre. Se agarraba y trepaba mientras salía del túnel. Estaba con un traje especial que evitaba ver su aspecto y cuerpo, pero las abejas que estaban alrededor de él eran evidentes.

Vio su cola de saiyajin.

El cuerpo de Vegeta se estremeció mientras sujetaba con fuerza a Bulma y la aferraba a ella. Su miedo crecía, el temor se incrementó y desesperación también.

Un saiyajin había venido, un saiyajin había invadido su hogar, su casa.

Un saiyajin vino a quitarle lo que él tanto anhelaba.

Bulma vio al hombre que estaba frente a ella, lejos, pero frente a ellos. Su angustia era evidente, jamás sintió tanta miedo e intriga por algo o alguien, pero ahora…

Ahora estaba asustada como nunca.

Ambos vieron cómo el saiyajin empezaba a mirar todo su alrededor, y luego, poco a poco, su mirada se chocó con la de ellos.

Bulma apretó con fuerza la mano de Vegeta.

El tiempo se paró.

Vegeta se asustó. No permitiría que le vuelvan a quitar lo que era suyo. No permitiría que le arrebatasen de su hogar. No permitiría que le arrebatasen de Bulma…

No.

No.

—No…—susurró él. Más como una orden, que una petición.

Y Vegeta lo hizo.

El tiempo se paró.

La realidad se paró.

Y mientras sus ojos se volvían rojos carmesí,

Él retrocedió en el tiempo.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

Sus ojos se situaron en Bulma. Estaban en la sala de la corporación, minutos después de descubrir que ella estaba embarazada y antes de que se vaya el idiota ese llamado Goku.

Vio cómo Bulma lo miró.

—Vegeta…—susurró mientras lo volvía a mirar sin poder creer lo que su razón le estaba diciendo—¿Esto es real?

Él solo la contempló. Fue cuestión de segundos para obligarse a él mismo a olvidar lo que pasó hace rato y continuar con lo de ahora. Él y Bulma.

Sintió cómo un calor creció nuevamente en su pecho.

—Sí, Bulma…Es real.

Su miedo y negación a aceptar la realidad habían hecho que Vegeta evitase a toda costa que le arrebaten lo poco que le quedaba y lo mucho que había perdido. Su anhelo y deseo, inconscientemente, habían hecho que Vegeta haga salir a Bulma embarazada. Pero mientras él tenga a Bulma a su lado, viva y no muerta, haría todo lo posible para que se quedaría así.

Todo.

.

.

.

.

.

Dicen que el insomnio es por falta de sueño; el mío es por falta de ti,

es que tú eres mi sueño,

y me faltas aquí.

.

.

.

Notas a de la autora: Holi! Ya vimos un poco el pasado de Vegeta y Bulma. No se preocupen, pero habrán mpas flashbacks sin avisar. So atentos jiji. Goku ya vino y causó un problemón indirecto co Vegeta JAJAJA.

La realidad por la que Vegeta es bien celoso con Bulma es por su pasado y la forma cruel en la que se la arrebatan. Sí. Tal vez el embarazo es muy rápido, pero eso lo hace Vegeta. Por cierto, estén atentos a cada uno de los pequeños detalles que pueden pasar desarpecibidos en el cap. jiji

¿Qué les pareció el capitulo? Termino de colgar esto y me voy a leer "Orgullo y Prejuicio". Sí. Acabo de comprarme la obra jiji. En estos días estaré colgando un nuevo fic. AH y por cierto, lo que leen turn me on, el capitulo seráa medio parecido a la escena de celos de Vegeta.

Los poemas del incio y al final, son del poderosísimo Pablo Neruda.

¡Besitos y espero que se encuentren bien!